POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
Desde hoy comienzo a dar forma a las diferentes galerías, de este museo virtual, valiéndome para ello de imágenes recogidas al paso del tiempo. Posteriormente, y contando con un importante número de “piezas”, creo conveniente respaldarme de alguna de las ventajas de la modernidad para presentar un auténtico museo virtual cuya nutriente será toda esta rigurosa selección que se mostrará en adelante.
Esta pieza se encuentra en exhibición en el museo de sitio del Templo Mayor,
en la ciudad de México. Vale la pena admirarla. Fotografía del autor.
Para recordar la capitulación de la ciudad de México-Tenochtitlan, hecho ocurrido el 13 de agosto de 1521, en lo sucesivo se hicieron todos los años solemnes y lucidas funciones religiosas y civiles. Se mandó que se solemnizara mucho ese día, que hubiera luminarias, se corriesen toros, se jugaran cañas y que cabalgaran todos los que tuvieran caballo, pena de crecida multa. El rey reglamentó el orden de la función, expresando quién debería llevar el estandarte y qué autoridades acompañarlo (“Recopilación de Indias”, Ley LVI, tít. XV, lib. III). Asistía el Virrey, la Audiencia, el Ayuntamiento y toda la fastuosa nobleza; el Alférez Real llevaba el pendón, que la víspera había estado todo el día expuesto en un balcón de las Casas Consistoriales y con guardia de honor. Para la ida era el trayecto desde el Ayuntamiento, Palacio y las calles de Tacuba, hasta San Hipólito, y para el regreso las de San Francisco y la de los Plateros. Todas estas calles se engalanaban vistosamente con grandes arcos de ramas y flores, y en muchos de ellos se ponían tablados lujosos con altares e imágenes y capillas de cantores y ministriles; las fachadas de las casas se adornaban con ricas colgaduras, cornucopias, tibores, plata labrada, jaulas con pájaros, etc. Pero los mexicanos asumían una actitud altiva y digna durante el espléndido desfile de la abigarrada comitiva, pues no se veía a ninguno en la carrera por donde ésta pasaba. El primer “Paseo de Pendón” se verificó el 21 de agosto de 1528, las cortes españolas lo abolieron en 7 de enero de 1812, y de esa fecha en adelante siguió asistiendo a San Hipólito el Virrey, la Audiencia y las otras autoridades como a cualquier otra función, y así hasta la Independencia en que, como era natural; terminó del todo esa solemnidad.[1]
CONTINUARÁ
[1] Artemio de Valle-Arizpe: Historia de la ciudad de México según los relatos de sus cronistas. México, 5ª ed., Editorial Jus, 1977. 531 p., 499.