Una conversación con párvulos del toreo: la “Vergüenza torera”.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
PARTE II
Un torero es un personaje que causa admiración y respeto desde su llegada a la plaza. Lo contemplamos con asombro y parece una figura surgida de algún cuento lleno de misterio. Las lecciones que aquí han venido aprendiendo no son en vano. De ustedes depende el sello personal que pretendan darle a su imagen. La escuela es un cúmulo de conocimientos que no pueden ni deben ignorar, si su intención es hacerse toreros. Lo bien aprendido nunca se olvida dicen por ahí, y es muy cierto. No se si las lecciones que han venido conociendo son calificadas por sus maestros, pero esta oportunidad es un privilegio. Les diré que en 1830 un rey, Fernando VII, aficionado a los toros impulsó la “Real Escuela de Tauromaquia” de la que, sus alumnos más avanzados resultaron ser Francisco Arjona “Cúchares” y Francisco Montes “Paquiro”, es decir, el arte de “Cúchares” y la Tauromaquia de Montes, ni más ni menos. A principios de nuestro siglo un entusiasta y viejo banderillero español -Saturnino Frutos “Ojitos”- promovió en León de los Aldamas otra escuela de la que surgieron Samuel Solís, pero fundamentalmente Rodolfo Gaona Jiménez quien fue capaz de compartir años más adelante las tardes de gloria en compañía de Juan Belmonte y José Gómez Ortega “Joselito”. Dicha trilogía llenó páginas que consagraron la “época de oro” del toreo. Rodolfo, un muchacho como ustedes supo abrirse paso en un ambiente muy difícil, pero se impuso y trascendió a sitios envidiables a tal grado que “universalizó el toreo” como lo apuntó en su oportunidad José Alameda. La universalidad es una fórmula que lo abarca todo, no acepta términos medios y mucho menos, mediocres.
Ahora mismo desearía que todos lograrán llegar a ese sitio destinado a los elegidos. De ustedes depende mantener el ritmo que basa sus efectos con una porción de vergüenza torera, otra de gran personalidad, y una más de ganas por ser alguien en la fiesta. La riqueza del toreo no está limitada a lo que apuntaba hace un rato: tauromaquia no es un lance por verónicas o chicuelinas ni pases de muleta al natural o natural ayudado (entiéndase “derechazo”). Recuerdo aquí un pasaje que relata Antonio Díaz Cañabate en su libro Paseíllo por el planeta de los toros. Muchachos como ustedes entrenaban no con una cornamenta ficticia, sino con puñales. Así que aquel que cometiera un error sufría el doloroso castigo de una herida. Un error frente a las astas del toro puede ser fatal en la medida de una lección mal aprendida. Desde luego que no trato de espantarlos, pero ante el toro los errores no caben. Por eso, grábense muy bien cada consejo. Un grito a tiempo evita cien después.
La tauromaquia es un esplendor en sí misma, llena de riquezas sin fin, una auténtica mina que cada vez que es descubierta y explotada, el torero se consagra para sí y para el espectáculo. Creo que todos recordamos el caso reciente de la “encerrona” de “Joselito” en Madrid. Gesta torera sin precedentes, ante una afición conocedora y exigente. Allí, el diestro español supo entender que sin ese triunfo simplemente las puertas de otras plazas no se abrirían a sus pies como ya lo están. Ejemplos de esta índole no deben perderlos de vista. Son una auténtica demostración de vergüenza torera que deja ver el sitio, la capacidad, pero sobre todo el deseo por ser alguien en la vida. En el toreo no se puede andar por ahí nada más. En el toreo hay que llegar a demostrar que se es alguien, pelear las palmas con los otros alternantes, no dejarse ganar la batalla ni siquiera consigo mismo, conformarse es sentenciarse a permanecer en un nivel apenas mediano, cuando que lo que quiere la afición de “su” torero es verlo siempre en la cumbre. Pero a veces la cumbre es peligrosa. Dice un refrán popular que: La subida más alta es la caída más lastimera. No se engañen, el secreto es mantenerse, pero mantener un ritmo ascendente. El torero también es un ser humano que sufre y goza con los sentimientos. No dejen que estos fuertes valores los arrastre sin misericordia. Háganse conscientes de su propio destino. Terminada una actuación traten de hacerse el juicio más severo de sí mismos y analicen frente al espejo todos esos errores que pueden corregirse. Mi revisión ni es producto de una moral ni de oscuros y raros escrúpulos. Es, en todo caso una realidad. El aficionado de toda la vida está pendiente de la llegada de un nuevo “mandón” que sea el guía de la generación emergente y lo va a buscar entre todos ustedes, el día que salgan a enfrentarse ante el toro. Va a poner en ustedes las esperanzas. Traten de no desilusionarlo y mucho menos, decepcionarlo. Es susceptible, como lo es también la prensa, ese bendito vehículo que los puede transportar de la nada a la cumbre, pero también destruirlos. No les den armas. Ustedes, a lo suyo.
Jóvenes: lo mío no es ningún consejo. Es una forma de acercarlos a realidades que deben conocer antes de caer en los brazos tentadores del triunfo, del sueño engañoso. Ser una figura consagrada atrae siempre todo tipo de circunstancia: buena y mala. La vida a veces resulta la mejor escuela y ella los enseñará a superar la adversidad para acercarse al objeto deseado. Dicen por ahí que la juventud se cura con los años y si esto lo vemos como un buen ejemplo, me doy por bien servido.
El riesgo de los lugares comunes es un fenómeno que ha provocado la pérdida de muchas esperanzas para el toreo. Decir lugar común es referirme a un aspecto donde yo soy igual que él y él igual que a mí; y peor aún: hacemos las mismas cosas. Esto es, parecemos cortados por la misma tijera y no aportamos nada que no sea una semejanza y esa semejanza algo sin valor. El torero -el que lo quiera ser- es aquel personaje capaz de crearse un perfil distinto al de los demás, una personalidad que sólo él va a sostener, nadie más. O acaso ustedes creen que Lorenzo Garza, Luis Miguel Dominguín o Manolo Martínez son producto de la casualidad. Cada uno de ellos, como muchos otros grandes diestros al cabo de andar en el camino se forjaron personalidades distintas, pero muy atractivas. Lo demás lo sabemos todos. Aquel, “sismo y estatua”, el otro, proclamándose en Madrid el número uno y este cincelando un empaque distinto a los demás. Todo esto pesa para los otros y la competencia se torna algo interesante, por lo que obligan y provocan a los demás a buscarse una personalidad propia que es la que llega hasta nosotros en forma de recuerdos y que han quedado en los libros, en el cine, en la memoria de la afición. Recuerdos que difícilmente se han de diluir, porque quienes se encargaron de construirlos, no descuidaron en esa obra el aspecto imperecedero que se deja en las grandes hazañas y hasta en los más oscuros fracasos, que de eso sabían un buen rato.
Nos podemos pasar todo el tiempo que queramos relatando ejemplos y más ejemplos de lo que es la vergüenza torera. Ahora esperamos en ustedes un nuevo capítulo para la historia moderna del toreo en México. Ojalá que estas palabras no se las lleve el viento. Eso sí, espero de este grupo lecciones de tauromaquia grabadas con letras de oro.
Con ustedes veo a la nueva generación que arribará al cambio de siglos, del XX al XXI y esto significa una gran responsabilidad. Abandonarán un largo recorrido centenario que acumuló experiencias, cambios y mejoras de todo orden para el espectáculo instalando en el siglo venidero el nuevo sistema de expresión taurómaca tan cercana a la más pura de las formas estéticas que cada vez se alejan del rígido sentido de lucha que manifestaron generaciones anteriores a la suya. No quiero decir con esto que el toreo vaya a perder el sentido original de lucha y de dominio del hombre sobre el toro, pero dominará más la armonía y un cada vez más refinado sentido de ballet, mismo del que serán ustedes sus más dignos representantes. La lucha con el toro seguirá siendo parte implícita a la lidia, la belleza su más representativo y constante ritmo que habrá de satisfacer a estas nuevas generaciones que seguirán gozando del espectáculo, del que son ustedes sus más notables representantes.
Mientras tanto, agradezco que me hayan permitido este rato de su atención, aquí, en este imponente salón de clases. Cuenten con mi más absoluta confianza de que van a ser alguien en la fiesta de los toros, la más bella de todas las fiestas. Pero no olviden que sin el ingrediente básico de la vergüenza torera su destino puede derrumbarse en un ambiente que permite el arribo de muchos que aspiran ser TOREROS, así con mayúsculas.
MUCHAS GRACIAS [1]
[1] Plática dirigida al grupo de jóvenes aspirantes, que pertenecen a la escuela PONCIANO DIAZ, el día 18 de junio de 1996 en algún lugar de los tendidos de la plaza de toros MEXICO.
Una conversación con párvulos del toreo: la “Vergüenza torera”. Conferencia dictada el día 18 de junio de 1996 en algún lugar de los tendidos de la plaza de toros “MÉXICO”, invitado por la escuela taurina “Ponciano Díaz”.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
PARTE I
Me piden platicar con ustedes y lo voy a hacer con mucho gusto. ¿El tema? La vergüenza torera.
Lo que hoy les platicaré es un asunto novedoso para mí ya que las actividades a que me dedico son temas de investigación histórico-taurina, pero es preciso conocer un aspecto que los involucra, ahora que comienzan, y ahora que me han permitido acercarme a ustedes para conversar un poco sobre aspectos que son consubstanciales y elementales para la formación de aquel que toma la decisión de hacerse torero, sentido este de profunda seriedad contando los riesgos en que se ven envueltos. A su vez, asumen una responsabilidad que los convierte en personajes públicos que no escapan a la revisión minuciosa y rígida por parte de la afición, pero sobre todo de la prensa, tribuna que los hará trascender o desaparecer según el peso de su propia influencia.
Nuestra época, distinta a la de hace 50 o 100 años da cabida a jóvenes generaciones y de éstas, a un grupo de chavales plenamente convencidos de que su camino -que ya comenzaron-, será difícil, puesto que la profesión por la que se inclinan es un oficio público, a la vista de mucha gente y sumido en el permanente riesgo de ser heridos o hasta perder la vida en un momento inesperado.
Seguramente las cornadas de un toro deben ser dolorosas y amargas, pero más amargas las que pega el público, la afición, cuando valora la capacidad del torero frente al toro y de esa valoración encuentra defectos y virtudes. El público, finalmente será el juez, el verdugo, el que los encumbre o el que los hunda. Monstruo de las mil cabezas hoy tiene a un torero en el pedestal y mañana en el más absoluto de los olvidos. Recordemos aquella frase-sentencia de Rafael Guerra “Guerrita” quien, hace un siglo cabal y después de una tarde de mucho compromiso manifestó: “De los toros no me voy, me echan”. Los aficionados sopesan la calidad del torero y cuando ya se han cansado de él lo comienzan a desplazar con su indiferencia para darle paso a otro, y a uno más a los que tratarán de igual forma. Independientemente ahí están los casos de Rodolfo Gaona, Pepe Ortiz, Carlos Arruza, Silverio Pérez o Jesús Solórzano que se retiran en plenitud de facultades y ya no regresan. Ese tipo de diestros es de los que recuerda la afición con insólito respeto. No quiero decir con esto que otras figuras del toreo pierdan reconocimiento, son recordadas también, pero esos ejemplos quedan sentados como muestra de profesionalismo, de “vergüenza torera”.
Y es que -como ya lo he dicho- el buen público, el aficionado se fija en todo: en su andar, en como se lían el capote de paseo, en cómo andan y se desenvuelven en el ruedo, en sus maneras de hacer y expresar el toreo.
Nada es fácil en esta vida. En nuestros días conviven varias generaciones de toreros que comparten entre sí sus experiencias, logrando trascender, luchando en mantener un sitio de privilegio; que pocos, muy pocos alcanzan y más aún, de esos pocos, unos cuantos llegan a la cumbre.
Aquí, a diferencia de las instituciones escolares, no se les ha pedido como material didáctico libros o cuadernos. Pero no basta sentirse satisfechos del gran aprendizaje con que han de proveerlos sus mentores o maestros. Vayan a los libros que, sobre el toreo se han escrito y consoliden esos conocimientos. El cine y el video son una más de las ventajas de la modernidad con que pueden descubrir otras facetas y otros secretos propios de las grandes figuras. Aprender la técnica de los diestros del pasado es poner en práctica sus rasgos más importantes. Pero tampoco es copiar, es aplicar en el presente todas sus riquezas. Acercarse a los “maestros” y pedir un consejo es tan válido como que quieren no ser el término medio en el que caen muchas esperanzas que a veces hasta se pierden.
Yo creo que ustedes sueñan con llegar a la gloria enfrentando todo tipo de adversidades. Probablemente en ese trayecto más de alguno tendrá que darse cuenta que no es posible continuar y eso es vergüenza torera porque así ni se engaña al público ni a ustedes mismos.
Decidir esta profesión es dejarse envolver y acariciar por ilusiones que se materializan al vestirse de luces y enfrentar la realidad ante el toro. Veo en este grupo compacto una perfecta situación que es distinta a la de aquellos que vienen empujados por el hambre y aprenden sobre la marcha. Ustedes cuentan con una formación, tienen ideas más concretas, pero el día que salgan a darlo todo deben hacerlo mostrando no sólo hambre, sino sed de hacerse toreros y permanecer en ese tono, de ser posible toda su vida profesional. Y esto es una muestra más de vergüenza torera que hace falta proyectar en tiempos que cada vez nos alejan de la imagen de rey o de dios propia de otros toreros que supieron forjarse su propia imagen, auténtica y distinta a la de los demás.
Hoy en día atestiguamos el caso de Enrique Ponce y de José Miguel Arroyo “Joselito”. ¡Qué torerazos! Si alguno de ustedes se ha hecho a la idea de seguir esos ejemplos, me parece que hacen bien. Cada cual en su estilo es modelo a seguir. Modelo, personalidad, prestancia, porte, aroma, empaque, embrujo y todas esas maravillosas cosas de que es capaz un torero para hacerse el elegido de la afición, son perfiles que le caracterizan y lo envuelven en un manto misterioso de vergüenza torera. En nuestros tiempos un semidiós de la tauromaquia es garbanzo de a libra. O mejor aún: es como buscar una aguja en un pajar.
Reconocer los errores, aceptar la humildad sin humillarse, ser soberbio cuando se justifique, mantenerse ecuánime ante la adversidad eso es tener vergüenza torera. Nunca busquen dar motivo para que la vergüenza torera se denigre como tal, sino que se afirme pero como parte de su destino.
Recordemos aquellas broncas fenomenales donde el torero que las ha provocado se mantiene incólume, soberbio, firme como una estatua eso da muestra de muchos arrestos y aunque no es un buen ejemplo a seguir, es seña de vergüenza torera. Ahora que quien quiera ocasionar un ambiente telúrico como el mencionado, debe mostrar fortaleza en las buenas y en las malas.
Mostrar avances a la hora de salirle al toro con el capote o la muleta es dar evidencia de que no me basta pegar sólo chicuelinas, naturales y derechazos. El toreo es mucho más que eso. Es un permanente recrear e inventar las suertes con que han enriquecido el repertorio otros diestros del pasado, es aprender a conocer “mi” toro sin separarme un instante de él durante, por ejemplo, el primer tercio, momento fundamental en la lidia del toro, pues es ahí donde se experimentan los cambios más significativos en su juego. Ya sabemos que la lidia del toro se va modificando al cabo de la faena y por eso llegan a suceder los malos entendidos cuando el torero imaginaba una faena y resultó otra.
Pero todavía hay algo tremendamente real: todo toro tiene su lidia, y para eso son y serán ustedes los que resuelvan la papeleta. Nunca se escuden en el pretexto de que el toro no colaboró. Aquí cabe la inteligencia, el poder y el mando que el “maestro” sepa darle para solucionar los problemas. En caso contrario, la derrota es segura.
En la actualidad la labor de muleta lo decide casi todo, así que el planteamiento proporcionado al arranque de la misma va a ser el sustento para lograr sobresalir o no. Enriquecer la faena con detalles técnicos y artísticos cercanos a la conmoción será el elemento suficiente para alcanzar alturas nunca antes logradas.
Está comenzando la temporada de novilladas. Si en alguno de ustedes cabe la posibilidad de ser incluidos, créanme que la escuela a la que deben su formación será elogiada con creces y hará ver que el aprendizaje de sus lecciones no son ni serán en balde. Sus maestros serán los primeros en enorgullecerse de su esfuerzo. Ustedes, los segundos en mostrar su gana y su deseo por ser alguien en tal difícil profesión, misma que cuenta hoy en día como muchos candidatos en ocupar lugares en los que nadie busca ser desplazado.
La suma de riquezas que sepa prodigar el torero desde el capote hasta la muleta darán muestra de vergüenza torera. Ahora que si lo bien toreao es lo bien arrematao -que así dijera Rafael “el Gallo”- con la espada, pues esa vergüenza torera se consagrará absolutamente, porque podremos ser testigos del sentido de una dimensión que es ocupada a su máxima expresión: desde el capote, las banderillas, la faena de muleta y, sobre todo, del enigmático prodigio por rematar -como Dios manda- toda la labor a la que ha puesto su empeño el espada en turno. Recuerden: el peso y el valor de una estocada es definitivo en cada obra que pretendan culminar triunfalmente.
Jóvenes: han escogido uno de los oficios más hermosos y apasionantes que existen sobre la faz de la tierra. Dignifíquenlo queriendo y amando a su profesión, respetándola también, pues es la que les alimentará material y espiritualmente por el resto de sus días.
CONTINUARÁ.
31 de diciembre de 2010.
TAUROMAQUIA: ¿MUERTE SIN FIN?
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
III
ALTERNATIVAS
Vistas y analizadas algunas razones que han afectado el camino de un largo andar, es conveniente que vaya delineando las acciones y estrategias que deberemos aplicar en caso de que se radicalicen las medidas de la oposición en su conjunto. Antes que todo tenemos que respetar a los antitaurinos, como ellos tiene que hacerlo con nosotros. Unos y otros, en afán de defensa podemos caer en la provocación más absurda e irracional. Sin embargo, ya llegó el tiempo en que debemos plantear los mejores argumentos
Por otro lado esperamos congruencia y solidaridad del gobierno. Aunque ¿cómo lo hará, si por ejemplo, cuando la corrida de toros puede pasar al ramo de cultura, justo en estos momentos, la cultura fue uno de los rubros más afectados en el recorte presupuestal para 2011?
En ese sentido, la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados reconoce que la propuesta del presidente de la república para el subsector cultura correspondiente a 2011 es inferior en 5 mil millones de pesos al mínimo que se requiere para cumplir los proyectos del próximo año, para los que se necesita un presupuesto de 14 mil millones de pesos.
Para 2010, la Cámara de Diputados aprobó un gasto de 11 mil 459 millones 498 mil 804 pesos, pero en el proyecto de Felipe Calderón enviado en septiembre sólo se consideran 8 mil 920 millones 636 mil 187 pesos.[1] Con el hecho de destinar el 0.7 del Producto Interno Bruto a la educación, está dicho todo.
Por otro lado, quiero mencionar un ejemplo muy interesante, que puede servir como referente para una inmediata resolución. Entre octubre de 2010 y marzo de 2011 se estará llevando a cabo en la ciudad de Valladolid, España el curso superior de dirección de empresas y actividades taurinas con el siguiente temario:
I. Introducción al mundo de la empresa.
II. La legislación taurina. La administración.
III. Gestión económico-financiera.
IV. Los recursos humanos.
V. El toro y la ganadería.
VI. Los toros y la cultura.
VII. Marketing taurino.
VIII. Habilidades directivas.
IX. Espectáculos taurinos.
X. La tauromaquia: toreros y plazas de toros.
XI. Medicina taurina.
XII. Los entramados de la fiesta, y
XIII. Universo taurino. La internacionalización.
El curso va dirigido tanto a profesionales en ejercicio del sector (responsables de las Administraciones Públicas, asociaciones, organizaciones, cooperativas y empresas cuya tarea se centre en la realidad empresarial generada en torno al mundo taurino) como a titulados universitarios en Ingeniería Agrónoma, Ingeniería de Montes, Ingeniería Agrícola, Ciencias Ambientales, Biología, Veterinaria, Medicina, etc.
Medidas de esta naturaleza creo que son necesarias en nuestro país justo en unos momentos en que la crisis afecta todos los sectores. Ir profesionalizando cada vez más el medio de los toros ya es bastante pertinente. No quiero decir que no participen verdaderos profesionales, pero en la medida en que la maquinaria del espectáculo se vea enriquecida por gente con el respaldo universitario o académico, esto quizá pueda funcionar un poco mejor. Tampoco es deseable que siga etiquetado como en algún momento lo dijo José Bergamín, con aquello de que el arte del toreo es un arte analfabeta.
Es necesaria la articulación y cohesión de los grupos, asociaciones y entidades taurinos para proponer a nivel de cámaras, el estímulo no sólo económico. También el impulso a su infraestructura, incluyendo claro está el factor cultural. De otro modo, el espectáculo quedaría condenado a la más terrible de las marginaciones. No es casual que mientras en España con todo y el conflicto que enfrenta haya logrado más de mil festejos en todo 2010, en nuestro país, con mayores ventajas sólo se vayan a alcanzar poco más de 300 festejos. A continuación, citaré parte de los planteamientos que propuse en el Coloquio internacional denominado: La fiesta de los toros: Un patrimonio inmaterial compartido, celebrado en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla entre el 14 y 16 de abril de 2009, bajo los auspicios de la Unión Latina, la Junta de Andalucía y la UNESCO.
En México existe un monopolio de empresas, apoderado de muchos años a la fecha del control del espectáculo, monopolio ensoberbecido, autoritario, despótico, nada competitivo que impone, como los reinados o las dictaduras, favoritos y delfines, o lo que es lo mismo: toros y toreros. Controlan plazas pero no dan festejos, entran en acuerdo con los grandes medios de comunicación y no se sirven de ellos para el mínimo indispensable de su apoyo mediático, publicitario, por lo que enterarnos de los carteles que se programan en muchas plazas, nos lleva a sentirnos en el pasado. Controlan, condicionan y amenazan a las autoridades, a los jueces de plaza, hasta el extremo de haberse consumado denuncias ministeriales por amenaza de muerte. En algunos foros he planteado la necesidad de que se sigan modelos como los españoles y se licite, si no ante las comunidades sí ante las autoridades en medio de una transparencia, la más confiable. Pero sobre todo, y ante la irregularidad de un país que vive entre la realidad de seguir padeciendo el subdesarrollo y las tentaciones del primer mundo, sería deseable, aunque imposible por ahora, que se pensara en la calidad total. Me refiero a uno de esos efectos de la globalización que se materializan en la certificación ISO9001-2000, hoy día aplicada a empresas y métodos donde se busca que el usuario tenga el mejor producto, y eso ya es posible. Sin embargo, las cosas siguen haciéndose con un primitivismo asombroso, insultante. No me desmentirá José Carlos Arévalo –a la sazón director de 6TOROS6- cuando un día me dijo en México: “En España, la fiesta de toros no es un negocio. Es una industria”. Las comparaciones son odiosas, es cierto, pero permiten entender en su cruda y fría realidad estadística o estructural, que estos dos países se encuentran muy distantes de competir, sobre todo en medio de las condiciones que ya he manifestado. Por ejemplo, es curioso que el invierno taurino mexicano adquiera una vigencia peculiar debido a la presencia de diestros españoles de primer orden, y eso es muy bueno, pero no encuentran condiciones apropiadas para generar un nivel de competencia, de rivalidad. “Hacer la América” como se estilaba y se decía en el pasado hoy es un mero trámite, donde evidentemente triunfan, no estoy negando su capacidad, pero tampoco se encuentran un toro como el español. México, tiene sus propios toros, incluso desde hace algunos años se ha puesto en práctica la inseminación artificial y la cruza con ganado de uno y otro lado del mar que empiezan a definir la presencia de un toro con improntas de casas ganaderas españolas, pero con el sello de “Hecho en México”. Ahora bien, el tipo de toros en esta temporada de visita masiva no es el que espera el aficionado, es el que impone la empresa en turno, o el apoderado; quizá el ganadero, y es el que está lejos de toda la legalidad y la tradición. Condescendientes a esa toma de decisiones son las autoridades (que presentan cuadros de comportamiento entre lo bipolar y lo ambiguo) y la prensa. La víctima: el público, el aficionado, la fiesta y la tradición en consecuencia.
¿Qué destino tomará el espectáculo de toros en México con el estado de cosas que aquí he planteado?
Existen soluciones reales y antes de ver demolida la plaza “México”, único reducto y último bastión relevante del espectáculo en mi país, deben tomarse medidas donde uno de los factores más notables sea considerar, porque ya ha entrado en la difícil senda de ser una especie en extinción, a la fiesta como un patrimonio cultural inmaterial, susceptible de ser conservado con sus más profundas manifestaciones. Entre otras, aquellas que tienen una carga de significados que le han causado, a lo largo de los siglos, conflictos interminables. Me refiero al sacrificio tauromáquico, al holocausto, a la muerte del toro, situaciones que han sido condenadas por la iglesia, el estado, los grupos antitaurinos o ecologistas a veces con o sin razón. Son ellos los que se apuntan como enemigos públicos declarados, pero con actitudes de resistencia entre los taurinos, el asunto puede complicarse pues entramos entonces en las complicidades.
Sin embargo no basta con todo lo que he dicho, o los que mis colegas han referido y lo que resta por conocer a lo largo de este coloquio, por lo que debo agregar lo que sigue:
Con el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución mexicanas en este caso, se tuvo una oportunidad fallida de recuperar la fiesta a través de la historia y sus diversas interpretaciones, por ahora único medio posible de mirar con otra perspectiva un espectáculo deprimido. Por lo tanto, a la historia deben sumarse otros argumentos, otras reflexiones de dimensión académica capaces de enfrentar la desmedida intolerancia de los contrarios, basada siempre en ideas mal interpretadas, que luego escalan a órdenes apocalípticos por lo que sus integrantes obran en consecuencia. Estos grupos de antitaurinos siguen vertebrándose, ya no son clandestinos y se intensifican al inocularse entre ellos una falsa idea que manejan bajo el discurso de la tortura (por lo que debemos ser muy cuidadosos a la hora de enfrentarnos a ellos). Suelen aparecer en movilizaciones que permean y se convierten, algunas veces, en instrumentos mediáticos sensacionalistas.
El presente coloquio, como la Mesa del Toro, convocada en Barcelona y del cual fue emitido un Manifiesto a favor de la Tauromaquia en Cataluña.[2] El Fórum Mundial de la Cultura Taurina en las Azores y donde también existen conclusiones al respecto[3] tendrán que conjuntar lo mejor de sus balances, agregando los de la gama académica ya citada. Pero sobre todo, fundados en el hecho de que en tanto tradición, la de toros con todas sus implicaciones –aquí y allá- es susceptible de ser considerada, según lo indica la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura (UNESCO por sus siglas) como Patrimonio cultural inmaterial.[4] Y todo esto debido a que el patrimonio cultural hoy día es un tema que ya se ha constituido en un paradigma de las políticas públicas en América Latina, por lo que su gestión debe ser muy cuidadosa.
Por lo tanto, invocamos desde aquí:
-La Convención para la protección del patrimonio mundial, cultural y nacional, París, 21 de noviembre de1972;
-La Recomendación de la UNESCO sobre la salvaguarda de la cultura tradicional y popular, París 15 de noviembre de 1989;
-La Declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural, emitida en la 31ª sesión de la Conferencia de la UNESCO, el 2 de noviembre de 2001;
-La Convención para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial, París, 17 de octubre de 2003, así como
-La Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales, París, 20 de octubre de 2005.
Invocamos al sentido común.
Invocamos a los gobiernos cuyos pueblos acogen esta tradición, a considerar un apoyo no solo como ente turístico, no sólo como condición de economía sustentable. También como forma cultural milenaria en unos sitios; y varias veces secular en otros. Su pervivencia no es fruto de la casualidad y a todo lo antes dicho, no me resta sino invocar aquí y ahora que el balance o las conclusiones obtenidas en estas jornadas; su contenido en esencia, afirme la salvaguarda[5] permanente de la tauromaquia. Fiesta, tradición, espectáculo… como quieran llamarla, es un agente vulnerable, en riesgo de extinción, al menos en México, ese México descapitalizado y decapitado también, sometido hoy a la apología del crimen y otras menudencias y del que vengo hasta aquí, acudiendo al llamado que han hecho los organizadores de este evento para sumar, en la medida de lo posible mi voz y mi experiencia a los objetivos del coloquio, sin tintes melodramáticos sino equilibrados y razonados, en un momento decisivo y definitivo también para decidir la pervivencia o supervivencia de la fiesta de los toros, a la que debemos terminar declarándola como la próxima postulante ante la UNESCO, con vistas a elevarla al concepto de patrimonio cultural inmaterial.
Hasta aquí con aquellas palabras, que tendrán continuidad en marzo próximo, cuando se celebre la segunda etapa de documentación del expediente solicitado por la UNESCO, en la ciudad de Querétaro, en espera de que ocurra un desenlace satisfactorio.
Como puntos finales a la presente participación, debo agregar lo siguiente:
-Debe darse ya la actualización de algunos de los estamentos en el espectáculo, sobre todo de aquellos que tienen que ver con la empresa.
-La difusión que tenga que darse a nivel mediático (prensa escrita, radio, T.V., e incluso medios electrónicos como la internet y otros) debe estar respaldada por personajes con un amplio conocimiento sobre la materia, cuyo bagaje vaya acompañado de las siempre necesarias acotaciones que complementen el muy peculiar lenguaje taurino, cuyo código tiene connotaciones sólo entendibles en ese territorio. Cuando decimos que un toro es “chorreao”, o sale con “muchas patas”, o es “burriciego”, muchas personas simplemente no van a entender a qué nos estamos refiriendo (tenemos que ser capaces de contextualizar tal circunstancia). Hacerlo, nos permitirá atraer a ese sector que se aleja nada más de pensar que ante semejante lenguaje, no hay quien lo entienda. Además, esos mismos medios deben ser utilizados con la posibilidad de que, gracias a su radio de influencia, pueda “educarse” no sólo al aficionado. También al público en general, y esa educación conlleva el hecho de difundir la cultura en su conjunto.
-En la medida en que se unifiquen los criterios de un reglamento taurino para su aplicación a nivel federal, estaremos acercándonos a una frontera desconocida, pero necesaria.
-Que la actitud que vayamos a tomar frente a los contrarios no se pinte del mismo color de aquellos; de otra manera estaremos generando complicidades y provocaciones. Nuestra actitud tendrá que ser congruente e inteligente también. Eso sí, perfectamente sustentada en todo cuanto tendremos que defender respecto al tipo de tradición de que se trata, puesto que en medio de la confusión, ha sido interpretada como espectáculo, deporte, arte. Pero también, como barbarie, sacrificio, e incluso, en opinión de los filósofos de nuestro tiempo –el francés Francis Wolff[6] o la mexicana Natalia Radetich[7]– como holocausto.
Los antitaurinos son un grupo muy bien organizado, pero creo que les falta un detalle muy importante: no saben escuchar, y su razón es única, absoluta. Está por encima de cualquier razonamiento nuestro, y cuando empiezan a verse desplazados, se articulan en un sentido absolutamente vertical, actitud que me hace recordar aquella famosa frase: “Ni los oigo, ni los veo”. Pero también debemos recordar que la lucha es a nivel interno. Decía Rafael Herrerías: “Para qué queremos antitaurinos. Con los taurinos tenemos”. Es lapidaria, pero muy cierta, y más, venida de un personaje non grato del mundillo de los toros, que ha causado un fuerte deterioro al ya vulnerado ambiente. El de Herrerías es todo un caso, pero el de él como el de cualquier otro con las mismas características tenemos que erradicarlo. ¿Cómo, si son dueños de un poder y están ensoberbecidos por cierta y absurda idea del autoritarismo y la dictadura?
La defensa de la fiesta de toros en México es un punto que nos corresponde enfrentar o encarar. En lo particular soy conciente de que esto se puede terminar en cualquier momento y la “muerte sin fin”, entonces sí, alcanzará su desenlace, el consumatum est.
Casualmente, vuelvo en una última mirada a la lectura de Muerte sin fin:
(. . . . . . . . . . . . .)
¡TAN-TAN! ¡Quién es? Es el Diablo,
es una espesa fatiga,
un ansia de trasponer
estas lindes enemigas,
este morir incesante,
tenaz, esta muerte viva,
¡oh Dios!, que te está matando
en tus hechuras estrictas,
en las rosas y en las piedras,
en las estrellas ariscas
y en la carne que se gasta
como una hoguera encendida,
por el canto, por el sueño,
por el color de la vista
¡Tan-tan! ¡Quién es? Es el Diablo,
ay, una ciega alegría,
un hambre de consumir
el aire que se respira,
la boca, el ojo, la mano;
estas pungentes cosquillas
de disfrutarnos enteros
en sólo un golpe de risa,
ay, esta muerte insultante,
procaz, que nos asesina
a distancia, desde el gusto
que tomamos en morirla,
por una taza de té,
por una apenas caricia.
¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo,
es una muerte de hormigas
incansables, que pululan,
¡oh Dios!, sobre tus astillas,
que acaso te han muerto allá,
siglos de edades arriba,
sin advertirlo nosotros,
migajas, borra, cenizas
de ti, que sigues presente
como una estrella mentida
por su sola luz, por una
luz sin estrella, vacía,
que llega al mundo escondiendo
su catástrofe infinita.
(. . . . . . . . . . . . . . .)
Ustedes disculparán, pero lo que apunté muy al principio, tendría un poco que ver con lo que intenta decirnos José Gorostiza y lo que la realidad del toreo nos muestra también en estos momentos cruciales. Y que me disculpe el espíritu del maestro JOSÉ GOROSTIZA, así, con mayúsculas, por semejante atrevimiento, pero es que estamos ante un hecho real en el que, o se transforma en un ritmo eterno de la “muerte sin fin”, o esa “muerte” sin más pueda ser el diagnóstico definitivo. Bien lo decía Perogrullo: todo lo que nace, muere. Pero tampoco aceleremos su muerte. Tampoco exacerbemos ni aceleremos su agonía, si estamos ante un escenario de esta naturaleza. “Trabajemos” que lo dijo, y muy bien Septimio Severo, emperador romano quien, entre otras cosas, fue capaz de restablecer la moral, dejando atrás corrupción y decadencia del gobierno de Lucio Aurelio Cómodo Antonino, su antecesor.
Todo lo hasta aquí dicho tampoco deseo que sea visto como la panacea. Es, al menos un conjunto de ideas y propuestas que deberemos discutir e integrar en una estrategia a la cual deberemos sumarnos quienes estamos comprometidos con el destino de la fiesta. De otra manera, quedará condenada a su fin último.
Por fortuna, el día 5 de este mes de noviembre, el pleno de la Asamblea de Madrid aprobó una propuesta de ley para pedir al Ministerio de Cultura que la tauromaquia sea declarada Bien de Interés Cultural. Con mayoría de votos del Partido Popular, y la oposición del PSOE, tal iniciativa genera la puesta en marcha de una maquinaria que deberán poner a funcionar el resto de los países que mantienen el espectáculo (recordemos que por ahora sólo Francia y España han logrado ese avance), con el propósito de encontrar las condiciones necesarias para declarar a la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. En el caso del capítulo mexicano, afortunadamente trabajo junto a otros colegas con vistas a lograr ese resultado.
Termino convocando a los presentes a un movimiento en el que todos y cada uno tendremos que formar parte de ese motor de la historia que permita garantizarle una gozosa permanencia aún en estos tiempos que se adaptan velozmente a la realidad de la globalización, pero también de las redes sociales, como también debe hacerlo con la modernidad misma.
Tauromaquia: ¿Muerte sin fin?
Muchas gracias.
San Luis Potosí, 13 de noviembre de 2010.
M. en H. José Francisco Coello Ugalde
Director del Centro de Estudios Taurinos de México, A.C.
[1] La Jornada, D.F., del 15 de octubre de 2010, La Jornada de enmedio (Cultura), p. 5a.
[2] 6 Toros 6, Nº 575, del 16 de diciembre de 2008, p. 12.
[3] Burladero.com 2 de febrero de 2009. El Fórum Mundial de la Cultura Taurina echa el cierre en Azores saca conclusiones.
[4] “Convención para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial. UNESCO”, París, 17 de octubre de 2003. 13 p., p. 2. Se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos, y en algunos casos, los individuos reconozcan como parte integrante de un patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.
[5] Op. cit., p. 3. Se entiende por “salvaguarda” las medidas encaminadas a garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial, comprendidas la identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión –básicamente a través de la enseñanza formal y no formal- y revitalización de este patrimonio en sus distintos aspectos.
[6] Francis Wolff: Filosofía de las corridas de toros. Barcelona, Ediciones Bellaterra, S.L., 2008. 270 p.
[7] Natalia Radetich Filinich: “Filosofía y sacrificio: Una exploración en torno al sacrificio taurómaco”. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras-Instituto de Investigaciones Filosóficas. Programa de Maestría y Doctorado en Filosofía. Tesis que, para obtener el grado de Maestra en Filosofía, presenta (…) Director de tesis: Dr. Ignacio Díaz de la Serna. Octubre de 2009. 134 p. Ils.
TAUROMAQUIA: ¿MUERTE SIN FIN?
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
II
UN POCO DE HISTORIA DEL TOREO EN NUESTRO PAÍS.
Conviene ir teniendo un mejor panorama del estado de cosas ocurrido en México; para ello realizaré una rápida revisión por la historia del toreo.
Como es de todos sabido, los toros como forma de expresión de la vida cotidiana se establecieron en nuestro territorio desde el 24 de junio de 1526. Buena parte de los siglos virreinales fueron el telón de fondo de un espectáculo en el que habitó la celebración en grandes dosis de fastuosidad. Sin embargo, varios gobernantes no fueron afectos al espectáculo. Es notable, por ejemplo, el momento en que los Borbones asumen la monarquía española en 1700. Franceses de origen sienten ajeno este y otros fenómenos de la vida cotidiana por lo que desdeñan los espectáculos taurinos. Allí sucede la primera gran fractura. En ese mismo siglo XVIII, el impulso de la ilustración cuestionó aspectos muy parecidos a los actuales, combatiéndolos férreamente al grado de que personajes como Gaspar Melchor de Jovellanos en la España de fines del “siglo de las luces”, y más tarde en México José Joaquín Fernández de Lizardi o Carlos María de Bustamante, ya permeados por aquella influencia ideológica, cuestionaron la barbarie de aquellas puestas en escena, compaginadas con un marcado anacronismo. De igual forma, el Rey Carlos IV mandó poner en vigor una “Pragmática-Sanción” o Real Cédula por la cual “se prohíben absolutamente en todo el Reyno, sin excepción de la Corte, las Fiestas de Toros y Novillos de muerte (10 de febrero de 1805). Aún así, la fiesta de toros previa a la independencia, pudo celebrarse de manera intermitente.
Mientras tanto, sequías o inundaciones extremas ocasionaban severos daños al campo mexicano, y estos fenómenos, en tanto crisis provocaron alteraciones al grado de que hubo necesidad de adecuarse a los cambios obligados por dichas circunstancias. Por ejemplo, Silvia Arrom apunta que
Sólo en 1784-1787, cuando las enfermedades y el fracaso de las cosechas devastaron el Valle de México, alrededor de 40 mil migrantes desempleados llegaron a la ciudad de México, en una visión tan amenazadora para un administrador colonial que propuso construir un muro alrededor de la capital para impedirles la entrada.[2]
En su conjunto tales aspectos determinaron, al paso de los años, novedosos sentidos de adaptación por parte de los hacendados que proporcionaban la materia prima destinada a las fiestas. Se convierte lo que, en etnohistoria es un estudio de caso, o en quehacer de la microhistoria, que nos llevan a una evaluación del tipo local, de tal modo que en lo particular, -por ejemplo- logré hacerlo en la hacienda ganadera de Atenco, enclavada en el valle de Toluca, donde pude encontrar condiciones que fueron de lo normal a lo atípico. Sin embargo, y aquí un claro ejemplo de esa disponibilidad: Atenco, también entendida como unidad de producción agrícola y ganadera, desde 1528 y hasta nuestros días, logró, entre un periodo que va de 1815 a 1915 surtir o proveer de ganado hasta en 1028 ocasiones, balance perfectamente documentado que nos hace entender el esplendor y permanencia de dicha ganadería en un siglo por demás complicado y alucinante.
Tras el movimiento de emancipación surge el nuevo estado-nación que desde entonces es México, y nuestro país se somete a una serie de inestabilidades políticas, económicas, sociales y militares. Prueba el sabor amargo de la invasión norteamericana en 1847, duro golpe a los destinos de un país sometido a tan difíciles bandazos. Sin embargo, los toros seguían su curso, hasta que en 1867 el presidente Benito Juárez firma el decreto denominado “Ley de dotación de fondos municipales”, que obligaba, entre otras cosas, al pago de impuestos. Como el empresario en turno –José Jorge Arellano- no estaba al día en dichos pagos, fue sancionado con el cierre de la plaza del “Paseo Nuevo”, tal medida se extendió por casi 20 años, mientras en el ambiente se respiraban nuevos anhelos de progreso, aspecto este que ayudó a consumar aquel capítulo. Ignacio Manuel Altamirano era una de las voces oposicionistas a las corridas de toros, dado que representaba dignamente al grupo de pensadores de avanzada que hicieron suyo el espíritu liberal. Años más tarde, lo secundaron Manuel Payno y Enrique Chávarri “Juvenal”.
Después vinieron otras tantas prohibiciones, algunas a finales del siglo XIX sin dejan de mencionar la que, de 1916 a 1920 impuso Venustiano Carranza.
Hace poco más de un siglo, en cierto sector de la prensa escrita de la época aparecían comentarios como el que sigue:
LA LUZ, D.F., del 21 de junio de 1900, p. 3: Las corridas de toros. Son una pelea entre hombre y animal, o con más exactitud, entre animal y animal, entre humano y cuadrúpedo; el uno es llamado ser racional. El primero abjura de su razón a nombre de torero o espectador, y el segundo hace uso de sus naturales fuerzas y defensas para mantener incólumes sus inalienables derechos. Y cuando al daño que se hace a un animal se agrega la idea del goce, se comete lo que está designado con el nombre de crueldad. Es evidente que en las corridas de toros al daño se une la idea del goce. Por consiguiente, en las corridas de toros hay una injusticia en atormentar a un animal, y hay crueldad en gozarse en esos tormentos.
Lo cual nos demuestra que nada hay nuevo bajo el sol, ni tampoco de aspectos que quedaron bajo la lupa de Renato Leduc cuando afirmaba: en todas las épocas del toreo ha habido toros chicos –ratas- y toreros malos –mamarrachos…- Y que las jeremiadas de los taurinos que suspiran “por aquellos torazos” y “aquellos torerazos del pasado” son simples maniáticos con ganas de llorar mitos imaginarios.
Un alto obligado más para solazarnos con Muerte sin fin:
(. . . . . . . . . . . . . )
Los crudos garfios de su muerte suben,
como musgo, por grietas inasibles,
ay, la hostigan con tenues mordeduras
y abren hueco por fin a aquel minuto
-¡miradlo en la lenteja del reloj,
neto, puntual, exacto,
correrse un eslabón cada minuto!-
cuando al soplo infantil de un parpadeo,
la egregia masa de ademán ilustre
podrá caer de golpe hecha cenizas.
(. . . . . . . . . . . . . )
Hemos remontado el siglo XXI, y parece un hecho extraordinario que permanezca hasta nuestros días una expresión que sigue siendo blanco de críticas, pero que por otro lado sigue evolucionando en su anacronismo, puesto que ha alcanzado unas cotas de expresión estética como nunca antes. Ese fue en principio, el anhelo de tratadistas que, como Pepe-Hillo, Paquiro, y más tarde Rafael Guerra Guerrita, Sánchez de Neira, Federico M. Alcazar y otros, intentaron plasmar lo mejor de sus experiencias para encontrar la que hoy podemos entender como la mejor puesta en escena. Aún así, permítanme insistir, los toros enfrentan una seria amenaza que tendremos que encarar en varios sentidos.
CONTINUARÁ.
[1] La presente conferencia fue dictada en el marco del XXII Encuentro de Peñas Taurinas, celebrado entre el 12 y 13 de noviembre de 2010, en el Centro Taurino Potosino, S.L.P.
[2] Silvia Marina Arrom: Las mujeres de la ciudad de México. 1790-1857. 1ª ed. en español. México, Siglo veintiuno editores, 1988. 382 p. Ils., fots., p. 19.
TAUROMAQUIA: ¿MUERTE SIN FIN?[1]
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
I
ENTRAMADO DEL CONFLICTO
El enfoque de la presente conferencia va dirigido a entender qué está ocurriendo en esa zona de conflicto (conflicto histórico, político, mediático) en que se ha convertido la hermosa ciudad de Barcelona desde el 28 de julio pasado, donde tras un largo debate en el Parlamento de Cataluña, por 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones, los diputados de dicha representación aprobaron la modificación de ley a la “Iniciativa legislativa popular” (ILP, por sus siglas) que permite prohibir las corridas de toros en la comunidad (con aprobación del 3 de agosto siguiente). Tal medida, en caso de que no sufra ninguna alteración, entraría en vigor el 1º de enero de 2012. Todo lo anterior me compromete a realizar un detenido y equilibrado análisis no sólo de lo que entraña, sino considerar aquellos aspectos en los que, en tanto historiador, estoy obligado a traer hasta aquí para conocer cómo se han comportado esos y otros síntomas a lo largo de varios siglos (sobre todo en nuestro país), procurando además de un diagnóstico certero e imparcial, las propuestas y soluciones al respecto.
Pero antes, permítanme justificar el nombre de la presente ponencia.
Suele pensarse que José Gorostiza escribió la que se considera su obra mayor: “Muerte sin fin” (1939), inspirado en el tema taurino.
Es probable que detrás de “Muerte sin fin” (1939) se esconda una compleja metáfora de claras insinuaciones taurinas. Desde el título mismo: “Muerte sin fin”, parece sugerirnos, como lo hizo sor Juana en otras tantas obras de retórica, que en ese velo misterioso de la poesía existen unos códigos solo consustanciales a lo taurino.
En una atrevida deconstrucción intentaré dar con algunas señales que permitan dar luz al que es propósito de esta conferencia. Decodificado el poema, lo siguiente será descubrir alguna razón que permita potenciar la tesis. Y si a cambio de todo ello se descubren motivos y razones, lo siguiente será demostrar que hay signos y evidencias en ese sentido.
Ya lo dice Octavio Paz en el prólogo que escribió en 1951 a la obra de Gorostiza:
“Muerte sin fin es el poema de lo temporal, como su nombre mismo lo proclama, pero su lenguaje es resplandeciente, escultórico y abstracto. Es el poema de la palabra al mismo tiempo que de su destrucción [he aquí mostrada una primera insinuación]. Himno, es también discurso; canto, es demostración; sátira, es elegía. Canta la muerte de la forma en versos de tal belleza formal que la glorifican. Es un poema filosófico que implica la muerte de la filosofía”.
(. . . . . . . . . . . . . . )
muerte sin fin de una obstinada muerte,
sueño de garza anochecido a plomo
que cambia si de pie, mas no de sueño,
que cambia si la imagen,
mas no la doncellez de su osadía
¡oh inteligencia, soledad en llamas!
que lo consume todo hasta el silencio,
sí, como una semilla enamorada
que pudiera soñarse germinando,
probar en el rencor de la molécula
el salto de las ramas que aprisiona
y el gusto de su fruta prohibida,
ay, sin hollar, semilla casta,
sus propios impasibles tegumentos.
(. . . . . . . . . . . . . . .)
Así que, al enfrentarme a la impronta de este poeta mayor, no queda más remedio que someterse al rigor de una lectura en que, como los pases y los lances, hay que deletrearlo todo.
De vuelta con la realidad, resulta interesante que todo el entramado de los acontecimientos ocurridos precisamente en Barcelona, muestre en principio para los catalanes, como también ocurre en el caso de los vascos, una confrontada situación del separatismo, doctrina política que propugna la separación de algún territorio para alcanzar su independencia o anexionarse a otro país. Catalanes y vascos han tenido por siglos un conflicto con los españoles por lo que ese puede ser, en buena medida el telón de fondo que ha marcado las diferencias. Sin embargo, y apelando a razones imparciales, hoy día se cree que Cataluña lo que quiere es simplemente ser española. (aunque otros opinan que eso llevaría al país a la derrota). Y es normal que sea así ya que los independentistas, con ser muchos y muy ruidosos –apunta alguien más-, representan tan solo a una exigua minoría. Por tanto, vemos en lo anterior un conflicto interno complejo, encontrado, particularmente listo para convertirse en caldo de cultivo de una circunstancia que, históricamente le corresponde a estos pueblos en conflicto, sobre todo a quienes han sido por siglos los desplazados, y es aquí donde apreciamos la fuerte carga de Catalanidad, es decir esa cualidad o carácter de lo que es el catalán en cuanto tal. Incluso, hay quien prevé que en pocas generaciones Cataluña será algo así como Escocia: una entidad diferenciada, puede que con su propias selecciones deportivas, pero bajo el mismo rey y compartiendo idioma con el resto de ciudadanos de España.
Pero en 2002 llegó a Barcelona el argentino Leonardo Anselmi, quien hoy es, el ojo del huracán mismo de las decisiones que afectan el curso de la fiesta, por lo menos en la ciudad condal. Es licenciado en marketing, con una consultoría, pero sobre todo defensor a ultranza de los animales. Anselmi encabeza el colectivo ¡Prou! (¡Basta! en catalán) y su movimiento llevó hasta el Parlament 180 mil firmas para impulsar la ILP. Con su presencia, se puso en marcha una maquinaria eminentemente política que se consumó, como mencioné párrafos atrás, el 28 de julio pasado. Por el Parlament se ventilaron infinidad de posiciones, tanto de los que estuvieron en contra, como a favor de dicha medida. Por tal motivo, considero importante conocer algunos síntomas que perciben los mismos taurinos para entender la manera en que fue permeando tal circunstancia por lo que pone a la fiesta ante su posible final como tradición, dueña de profundas e históricas raíces.
Es interesante saber que, por ejemplo Esquerra Republicana e Iniciativa per Cataluña, defendieron argumentos animalistas, e incluso descartaron debatir sobre la catalanidad o españolidad de la fiesta (como argumento identitario)[2].
En medio de la confusión que fue creando poco a poco el que yo llamo “Síndrome de Anselmi”, se fueron focalizando algunos síntomas, como aquel que descubría la cada vez más desinteresada participación de la opinión pública. Por ejemplo, en 2006 Gallup realizó una encuesta entre 1016 persona donde trató de medir los síntomas de afición por los toros en España. Un 81% de los menores de 24 años mostró desinterés por estos festejos. La misma cifra se dio en el rango de 24 a 34 años. De 35 a 44 apenas baja un poco (78%). Pero lo más sorprendente es que entre mayores de 65 años sólo el 41% se declara interesado por los toros. Evidentemente las encuestas debemos tenerlas como herramientas de apoyo y no como condición vertical para definir, y mucho menos para concluir en casos como estos.
Es bueno recordar que desde 1991, Canarias fue la primera comunidad autónoma española en prohibir los toros. Por otro lado, se creería que en Cataluña, con su tradición de respeto a las libertades, no habría permitido prohibir las corridas, pero si estas tienen que morir, entonces tendrá que sucederle a solas, por falta de afición, pero no por imperativo legal, no sólo como llegó a pensarse, sino que se consumó en el territorio en conflicto. Eduardo Miura, conocidísimo ganadero, afirmó que “Cataluña crea una identidad falsa con un nacionalismo excluyente. Se reinventan”.
Pero no bastaron los argumentos culturales, artísticos o antropológicos. En todo caso, toda esa discusión sirvió para extremar el separatismo, lo cual vuelve a ser un pretexto para marcar diferencias. El hecho es que la decisión del 28 de julio posee el valor de la cruda realidad que, o la superamos o la asumimos. Me parece que, para ir entendiendo mejor este asunto, la realidad es que el elemento de fondo trasciende ampliamente las cuestiones nacionalistas y se inscribe mucho más en la creciente implantación social de las teorías de defensa de los animales, asociadas a la posmodernidad, a una globalización cada vez más articulada. Aún así, uno de los más notables pensadores de nuestro tiempo, Francis Wolff, está convencido de que la barbarie no forma parte de la tauromaquia. Pero la cruzada de la abolición está ahí. Taurinos y no taurinos han mostrado con todo lo anterior el “doble juego moral”, el doble discurso y sus reacciones se radicalizan en uno y otro sentido.
Tal coyuntura, por ahora en España, fue influida por la presencia de Leonardo Anselmi, quien ha sido insultado por ser argentino y por ser vegano, es decir, alguien que rechaza alimentos de origen animal. Su presencia desmiente el argumento protaurino que tilda la prohibición de identitaria. El se defiende planteando que “es absurdo decir que quiero abolir los toros por nacionalismo”. ¿Entonces cuál es la razón que ha llevado a todo esto?
Es preciso puntualizar que la ILP ha sido impulsada desde el entorno del movimiento animalista, con el aval de numerosas firmas ciudadanas, pero no desde el supuesto catalanismo. Adaptándonos a la realidad, se ha puesto en marcha un proceso que apoya los derechos de los animales, bajo principios de una ética de avanzada. Pero ha sido, en el fondo, la maquinaria democrática, como herramienta madura, la que puso en marcha el proceso de abolición. Y si es político, lo fue porque ha sido discutido por parlamentarios en su Cámara suprema, su Parlamento; es político porque ha sido votado por sufragio; es político porque se ha desarrollado según las reglas del sistema democrático. Pero no olvidemos que el asunto que se discutió y se votó, la prohibición de un espectáculo en el que se maltrata salvajemente al toro, era político antes incluso de la primera firma recabada por Leonardo Anselmi y los animalistas de Prou; era político porque hacía faltar legislar; era político porque apelaba a un asunto público; era político porque tenía que ver con el Gobierno que rige a una comunidad. Todo ello nos demuestra lo avanzada que puede ser la política como instrumento indispensable para obtener propósitos de esa dimensión, en un territorio que ha entrado a la modernidad, se involucra –como acabo de apuntar- con la globalización y es, en consecuencia, el resultado de eso que el hombre de esta sociedad ha pretendido, para bien o para mal. Ese es, en consecuencia el resultado de algo que ha ocurrido con la velocidad de nuestros tiempos, y cuyo peso mediático ha influido en forma definitiva. Sin embargo, ese mismo peso en la cosa política se dejó ver a las pocas semanas, sobre todo en Madrid, donde, luego del fracaso habido tras la entrevista con la ministra de cultura Ángeles González-Sinde, tuvo que intervenir en un auténtico quite, el hasta hace unos días ministro del interior y hoy Vicepresidente primero Alfredo Pérez Rubalcaba, quien declaró el 12 de octubre que la Fiesta de los toros podrá pasar al Ministerio de Cultura. Sin embargo, hay escépticos como José Miguel Arroyo Joselito, que opinan que la irrupción de Cultura puede suponer “otro impedimento más para celebrar una corrida de toros” en un mundo como el taurino que “ya está suficientemente burocratizado”. Por su parte el director gerente de la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, Felipe Díaz Murillo, considera que esta medida responde a una «maniobra política» de Alfredo Pérez Rubalcaba. Díaz Murillo cree que, con este tema y con el de la prohibición de los toros en Cataluña, «el gobierno central ha actuado de forma improcedente».
Improcedente y contradictoria, pues, a su juicio, «no se puede entender cómo se niegan al blindaje de los toros, como sí se ha hecho con los corre bous, y luego pasan la Fiesta a Cultura». En este contexto, Díaz Murillo aprecia que la «única solución» que queda es la de un eventual recurso ante el Constitucional por parte del Defensor del Pueblo.
Como vemos, la política tiene marcados desaciertos aquí y allá. Unos, los de izquierda se extreman, los de derecha, también, y entonces no encontramos donde refugiarnos. En Francia, como ya se sabe, la tauromaquia fue declara Bien de Interés Cultural, cosa que todavía no ocurre en España, ni en México, ni en ninguno de los otros cinco países que detentan esta tradición. Tal recurso lo está impulsando una élite del toreo hispano, para que las competencias transferidas en las Comunidades se trasvasen a Cultura, como se dice que dijo Julián López. Y Pío García Escudero fue más allá, confirmando que su partido –el Partido Popular- recurrirá al Tribunal Constitucional para que se invalide la votación del Parlamento de Cataluña que prohibió las corridas en aquella Comunidad Autónoma porque «infringe varios artículos de la Constitución. Se han acogido a un decreto de transferencias que habla sobre regulación, promoción pero en ningún caso habla de capacidad para prohibir este tipo de espectáculos.
El recurso fue presentado el jueves 28 de octubre, con el aval de 50 firmas de otros tantos senadores, como establece la Ley. Sus promotores confían en que el Tribunal Constitucional admita el recurso, puesto que habla de regulación, pero en ningún caso de capacidad para prohibir, por lo que se espera que dicho asunto sea resuelto lo antes posible.
Una vez más con “Muerte sin fin”:
(. . . . . . . . . . . . . )
El camino, la barda, los castaños,
para durar el tiempo de una muerte
gratuita y prematura, pero bella,
ingresan por su impulso
en el suplicio de la imagen propia
y en medio del jardín, bajo las nubes,
descarnada lección de poesía
instalan un infierno alucinante.
(. . . . . . . . . . . . . .)
Independientemente de los factores planteados hasta aquí, tendré que agregar los que forman parte de lo cotidiano, donde precisamente una de las tónicas habituales de los últimos tiempos es el de las plazas vacías. No es casual. Tendremos que ir aceptando que no hay figuras de arrastre, “mandones” para decirlo de una vez. Un país como el nuestro, con poco más de 300 ganaderías y un promedio de 100 plazas de toros en sus distintas categorías, nos muestra que, en tanto recurso e infraestructura, están subutilizados, circunstancia que tiene que ver con diversos comportamientos de crisis, fenómeno que no es de ayer. Ya tiene en su haber algunas décadas. La unidad que habrá de formarse no tendrá que ser con unos cuantos. Tendremos que participar todos, proponer soluciones contundentes y satisfactorias a un conflicto que puede tener amargas consecuencias, de ahí que antes de que finalice esta participación, deje planteados algunos de los elementos con que deberemos de poner en marcha la defensa no sólo de la fiesta taurina. Sino de un patrimonio cultural que es consubstancial a nuestra idiosincrasia.
CONTINUARÁ.
[1] La presente conferencia fue dictada en el marco del XXII Encuentro de Peñas Taurinas, celebrado entre el 12 y 13 de noviembre de 2010, en el Centro Taurino Potosino, S.L.P.
[2] El término identitario (aunque existe confusión si lo correcto es identatario. Sin embargo ninguna de las dos palabras están registradas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española) fue primeramente utilizado en el seno de la Nueva Derecha, pero de forma adjetiva. Fue el Blog Identitario francés quién le dio un uso de nombre común.
Los primeros nueva-derecha en utilizarlo fueron Jean Mabire, Pierre Vial o Robert Steuckers entre otros. Para ellos, el término identitario poseía una connotación específicamente cultural, y en menor grado adjetival. El Blog lo popularizó en Francia utilizándolo como concepto en el campo político. Más que una creación de nombre común -los identitarios- su acción ha permitido asentar las bases de una lógica incitando hoy a los periodistas, sociólogos e investigadores a utilizar ese término para calificar una tendencia -dentro de un movimiento- a proceder de una forma concreta, una forma de ser.