EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS, 4.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
En la parte anterior, se puso de manifiesto un conjunto de noticias recogidas puntualmente por Gregorio Martín de Guijo en su Diario de sucesos notables (1648-1664). El registro de cada suceso se encuentra por fortuna en una edición moderna[1] y, aunque luego de su lectura sólo se ha tomado todo aquello que guarda relación con asuntos festivos, es probable que en el contexto de cada una de las noticias se encuentre la celebración de eventos taurinos, aunque por la naturaleza misma de las noticias, estas son un mero recuento de pequeños y grandes acontecimientos. No por eso deja de ser interesante el conjunto testimonial de hechos que un autor como Guijo nos deja para conocimiento de aquellos tiempos.
En esta ocasión, se recogen los datos correspondientes al año
1651
-Maitines de Reyes. Ocurrió mucha gente de todos estados (5 de enero).
-Honras del señor Arzobispo. Asistió el virrey, audiencia, tribunales, todas las religiones y mucho número de gente (15 de enero).
-Fiesta de la Cruz en el Rastro. Los rastreros celebraron la fiesta con una lucida máscara de indios, misa, simulacros militares. El turco en el remate del castillo. Participación y compañía del virrey a la plaza, donde hubo tres días de toros. Similar aparato, con el “que se alborotó el reino”, tuvo lugar en diciembre del año anterior (7 de mayo).
-Festejo del conde de Alba de Liste, acompañado de la nobleza del reino, paseó con notable concurso de gente en bizarros caballos (29 de junio).
-Procesión de sangre para mitigar el colixtle,[2] con rogativa en catedral. (13 de octubre).
-Fiesta de Santa Teresa con asistencia del virrey y audiencia, a más de las religiones (15 de octubre).
-Toros.[3]
No habiendo otras noticias concretas para este año debido a los estragos de la epidemia, es bueno mencionar que don Luis Enríquez Guzmán, conde de Alba de Liste, vigésimo primer virrey de la Nueva España (28 de junio de 1650 al 15 de agosto de 1653), fue un taurino declarado según se puede saber en los mentideros de los bajos fondos, pues a pesar de que autorizó entre el 6 y el 7 de noviembre la lidia de varios toros, no faltaron los desacuerdos y las críticas al alter ego del rey en turno –Felipe IV-, pues mientras buena parte de los habitantes de la ciudad estaba padeciendo la embestida del “matlazáhuatl”, por otro lado también estaba un buen sector de taurinos novohispanos disfrutando placenteramente en la plaza que se levantó frente al balcón de Palacio. Y aquí se confirma lo de “taurino declarado” pues qué casualidad de que la plaza que se armó para los toros en esa ocasión estaba, ni más ni menos o ¿mera casualidad?, frente al balcón del señor virrey con objeto, seguramente de que no se viera impedido de gozar de su espectáculo favorito.
…y de que don Luis Enríquez de Guzmán presenciara desde el balcón de palacio, tan placenteramente los festejos organizados bajo su autorización, en medio de gustos y disgustos de la población, mientras en el ambiente pesaba fuerte pestilencia, como resultado de la terrible epidemia que azotaba por esos días fundamentalmente a los pobladores de la capital de la Nueva España.
CONTINUARÁ
[1] Gregorio Martín de Guijo: DIARIO. 1648-1664. Edición y prólogo de Manuel Romero de Terreros. México, Editorial Porrúa, S.A., 1953. 2 V. (Colección de escritores mexicanos, 64-65).
[2] Cocolixtle o peste matlazáhuatl que fue, en su momento el tifo epidémico.
[3] Op. Cit., Vol. I., p. 179-180. Dice el propio autor: Atrás se ha dicho la peste de fríos y calenturas que sobrevino a los naturales en algunas doctrinas de indios en esta ciudad, y procesiones públicas que hicieron, y saltó a muchos españoles que los padecen; y siendo sabedor de ello el virrey, dio licencia para que se lidiasen toros enfrente del balcón de palacio, y se lidiaron por octubre y a 6 y 7 de noviembre, y estándolos lidiando, andaba por la calle una procesión de sangre que salió de Santa María la Redonda.
EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS Nº 3.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Hace algún tiempo, elaboré el “CATÁLOGO DE CONMEMORACIONES Y MOTIVOS DE CONCENTRACIÓN POPULAR, SEGÚN GREGORIO MARTÍN DE GUIJO Y ANTONIO DE ROBLES (1648 – 1664 y 1665 – 1703, respectivamente)”,[1] con el cual fue posible entender, en parte, el diverso motivo de convocatorias y reuniones masivas que se generaron en ese período específico del virreinato. Como veremos a continuación, las citas recogidas son apenas un referente del numeroso significado en el que un amplio conjunto de pretextos generó aquellas movilizaciones sociales detectadas en 55 años, los cuales representan poco menos de la sexta parte que corresponde al total del espacio de dominio español.
A este “Catálogo…” se agrega, no podía ser de otra forma, la obra de José Manuel de Castro Santa-Anna, quien, a lo que parece, realizó sus obras con el mismo título de Guijo y de Robles, como lo veremos más adelante.
Finalmente debo agregar que, entre los datos que incluiré a partir de este momento, deben destacarse los que guardan íntima relación con la fiesta de los toros. Tenga usted preparada su vista para detectar esas pequeñas referencias que corresponden a algunas de las celebraciones taurinas novohispanas aquí registradas.
GREGORIO MARTÍN DE GUIJO: 1648 – 1664.[2]
1648
-Auto del Santo Oficio. Entre otro de los juzgados fue Martín Garatuza (30 de marzo).
-Día de la Exaltación de la Cruz. Reedificación de la Cruz del cementerio de la Catedral, jubileo de las cuarenta horas en ella y procesión de sangre, religiones y cofradías, por la peste. (14 de septiembre).
1649
-Procesión de la Cruz del Santo Oficio. Procesión entre muchos caballeros de hábito y la nobleza del reino con toda gala y bizarría (10 de abril).
-Auto general de la fe en la plazuela del Volador (17 de abril).
-Colocación de suntuoso retablo en una capilla de la catedral. Hubo procesión con el Santísimo Sacramento y varias misas (21 de octubre).
1650
-Día de la Purificación de Nuestra Señora (catedral), en medio de gran fiesta. (2 de febrero).
-Auto de la fe en la Catedral (13 de marzo).
-Paseo víctor del Doctor de Miguel de Ibarra por varios conventos –facetamente, con espadas desnudas- (14 de marzo).
-Colocación del altar de Santa Rita (Convento de San Agustín). Acudieron diversas órdenes religiosas y mucha gente del pueblo. (22 de mayo).
-El Vicario general de la Merced, Fr. Pablo Arias de Soto tomó posesión con grandes júbilos y festejos (22 de junio).
-Juramento del señor virrey (Conde de Alva de Lista). Bienvenida, recepción, toros y tocotines de los indios (esto último en Chapultepec). (28 de junio).
-Entrada del virrey entre gran ceremonia. Te deum laudamus, arco triunfal y otros (3 de julio).
-Máscara de los Estudiantes de la Compañía. Máscara a “lo faceto” que se decía en “hacinamiento de gracias de la venida del señor virrey…” (7 de julio).
-Auto de la Inquisición (10 de julio).
-Bendición de la iglesia de San Lorenzo con mucha y variada asistencia (11 de julio).
-Dedicación de la iglesia de San Lorenzo (16 de julio).
-Ordenó el arzobispo al hijo del virrey, con corona y grado en medio de júbilo (5 de agosto).
-Altar nuevo, colateral dedicado a Nuestra Señora del perdón, con muy solemne fiesta (5 de agosto).
-Fiesta de San Hipólito (13 de agosto).
-Visita del Sr. Virrey con motivo de “haberse hecho a la vela la flota”, visita a varios conventos, entre música, bailes y regalos (14 de agosto).
-Consagración del arzobispo de Filipinas (4 de septiembre).
-Sermón del obispo de Segovia. Concurrió todo el reino (17 de septiembre).
-Publicaciones y procesión de la devoción del Rosario. Procesión (con) tanto número de gente que no se había visto mayor concurso (2 de octubre).
-Muerte del Sr. Arzobispo Juan de Mañosca. Un día después, embalsamado, acudieron a misa de requiem varias órdenes (12-13 de diciembre).
CONTINUARÁ
[1] José Francisco Coello Ugalde: Aportaciones Histórico-Taurinas Mexicanas Nº 70, 12: “Ensayo y notas sobre una conferencia de la Dra. Dolores Bravo: Fiesta pública y escenificación del poder”. México, 2004. 15 p.
[2] Gregorio Martín de Guijo: DIARIO. 1648-1664. Edición y prólogo de Manuel Romero de Terreros. México, Editorial Porrúa, S.A., 1953. 2 V. (Colección de escritores mexicanos, 64-65).
EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS Nº 2
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
La efeméride data del 4 de octubre de 1785.
Entre calles y plazuelas donde estaban constantemente recitadas tabernas de mala muerte, aparece más de una en la plazuela del Hornillo, también conocida como Plazuela de Pacheco (actualmente por el rumbo de la iglesia de Jesús María, en el Centro Histórico de la ciudad de México), sitio donde se habilitó por más de un tiempo, sobre todo al finalizar el siglo XVIII y los primeros años del XIX, una plaza de toros para celebrar allí, con todo el apremio los ensayos de diversas partes de la gran ceremonia de recepción que estaba por darse a un nuevo virrey. Mientras me detengo en El Infiernito, que es una tepachería sita en la Calle Nueva de La Palma, o de las Cornejas, esquina que mira a la Plazuela de Pacheco, con puertas al oriente y al norte, sin número ni letra, y que pertenece al cuartel número 17, y me despachan la respectiva bebida, leo la Gaceta de México del 4 de octubre de 1785 y en su página 5, donde encuentro estos interesantes datos:
En las tardes del 25 y 29 del pasado, y 2 del corriente se han hecho en la plaza del Hornillo los Ensayos de Corridas de toros que están preparadas para el próximo Noviembre en celebridad de la entrada del Exmo. Señor Conde de Gálvez, Virrey de esta N.E.
Efectivamente, mientras se observa un gran movimiento de integrantes de la puesta en escena, estos saben perfectamente que debe cumplirse con una serie de condiciones para las fiestas de recepción que se le rendirán al Conde de Gálvez, alter ego del rey Carlos III, y 49º virrey de esta Nueva España. Se trata de don Bernardo de Gálvez, Conde de Gálvez, hijo del anterior virrey –don Matías de Gálvez y que murió el 3 de noviembre de 1784-. Don Matías gobernó del 17 de junio de 1875 al 30 de noviembre de 1786 en que murió. La Audiencia gobernó hasta el 8 de mayo de 1787.
Ahora bien, ¿en qué consistían dichos ensayos?
En diversos textos a que he dado lectura no he encontrado sino la sola mención de “ensayos”, pero no debe tratarse exclusivamente de un asunto taurino, sino más bien parataurino. Y es que en aquellas épocas hubo muchas ofertas y variedades que espectáculos como el taurino o el circense ofrecieron a multitudes variopintas y empresas en búsqueda permanente de lo insólito, de la novedad como referente en su ámbito crematístico. Fue entre los siglos XVIII y XIX por donde transitaron expresiones parataurinas, complemento no solo escenográfico; también protagónico de unas manifestaciones que escaparon al control de la propia tradición. Esto es, que el toreo en medio de intensos reacomodos con objeto de evitar el caos que produjo la transición monárquica de Austrias a Borbones, manifestó reacciones con síntomas como las mojigangas y sus derivados, mientras el espectáculo taurino buscaba ordenarse, profesionalizarse hasta conseguirlo bien entrado el siglo XIX, mientras esos otros divertimentos desaparecían o daban su último adiós como meros recuerdos de dos centurias que permitieron amalgamar y definir rutas en expresiones –la taurina y la circense en su conjunto-, hasta separarse definitivamente.
Y es que en esas Españas –la vieja y la nueva- de entresiglos, tuvo que irse configurando un espectáculo donde los nuevos actores principales fueron los toreros de a pie, que se están incorporando de manera contundente al espectáculo mientras finaliza el siglo XVIII. Quedaron atrás aquellas estampas del toreo detentado por la nobleza, un toreo que en su mayoría se practicaba desde el caballo, siendo la plaza mayor de muchas poblaciones el espacio para esos torneos. Una casa reinante como los Borbones, poco afecta al toreo, en alianza con la asunción de los ilustrados que cuestionaban severamente la vigencia de aquel espectáculo bárbaro y retrógrado, pusieron en vilo la continuidad del toreo caballeresco, lo que, por otro lado permitió que irrumpiera el pueblo, haciendo suyo el espectáculo, en medio del caos, puesto que las reglas o disposiciones sólo estaban hechas desde siglos atrás para la expresión ecuestre. Fue necesario entonces que uno de los principales actores en escena, el sevillano José Delgado, mejor conocido como Pepe-Hillo dictara a un su amigo, José de la Tixera las primeras experiencias que se materializaron en la Tauromaquia o arte de torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gustan de toros, cuya primera edición se publicó en Cádiz en 1796. Este instrumento fue rector en el devenir y futuro de la tauromaquia entendida no sólo como diversión pública, sino como espectáculo crematístico del que, al finalizar el siglo XIX, tanto en España como en México logró alcanzar su sentido profesional.
Para ello fue necesario una suma de condimentos entre los que el cartel anunciador jugó un papel en el que no sólo se anunciaban un conjunto de diversas representaciones, sino que fue el elemento discursivo por parte de empresarios y toreros que echaron mano de la retórica de aquella época para atraerse correligionarios, materializando aquellas extravagancias en realidades que hoy nos parecerían mero fruto de la fascinación o la invención.
Para terminar, los “ensayos” de corridas de toros, son los que se estuvieron desarrollando en la plazuela del Hornillo. Suertes de a pie y a caballo con sus ajustes y precisiones para el mejor lucimiento de capeadores y jinetes. A falta de información, la imaginación, que lo demás se pierde en la noche de los tiempos…
24 de diciembre de 2010.
Comienzo esta serie trayendo un pequeño material de mi libro (inédito): “Artemio de Valle-Arizpe y los toros” (2009), que pertenece a la serie APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS Nº 62. Con prólogo para la primera parte del Dr. Juan Coronado López. Con prólogo para la segunda parte, del Lic. Luis Rublúo Yslas. 596 p. Ils., fots., retrs., facs.
VIRREYES Y VIRREINAS DE LA NUEVA ESPAÑA.[1]
Esta es una de las obras más sólidas trabajadas por A de V-A, como parte del serio compromiso literario, donde se refleja un quehacer que se va hasta el extremo del detalle y la minuciosidad a la hora de mostrarnos un completo telón de fondo donde actores y escenarios parecen estar a nuestro alcance. Basta con abrir cualquiera de sus páginas para sentirnos inmediatamente trasladados al lugar de los hechos, en donde siempre tendremos lugar de privilegio, y hasta nos daremos el gusto de saborear alguno de los exquisitos platillos e infinidad de dulces y otras tentaciones culinarias con las que diversas lecturas al respecto despiertan nuestro apetito. Como “divulgador amenísimo de temas históricos relacionados con el pretérito de su patria” es uno de los primeros atributos que Federico Carlos Sainz de Robles califica la extensa obra de un hombre que además, a su paso por España fue reconocido como “divulgador amenísimo”, como
Pintor vivo y poético, dechado de narraciones fáciles, lleno de espíritu y de sensibilidad, Valle-Arizpe, dueño de un estilo elegante y de un lenguaje castizo y riquísimo, ha logrado que muchas de sus obras hayan sido traducidas a distintos idiomas y aun llevadas a la pantalla, y que su nombre quede aureolado como el de los mejores literatos de su patria.[2]
Me parece que la afirmación de Sainz de Robles en cuanto a que “sus obras hayan sido traducidas a distintos idiomas y aun llevadas a pantalla…” son un poco aventuradas y faltas de sustento (hasta que no se diga o se descubra lo contrario).[3] Pero no he encontrado el dicho que lo afirme o lo sustente. En todo caso, no entraré en discusión al respecto, porque de lo que se trata es continuar con la revisión de todos aquellos pasajes en los que este, nuestro autor de lujo, nos lleva por diferentes episodios en los que trasciende el tema taurino, asunto de la presente publicación.
En Virreyes y virreinas…, encontramos suficiente información, tanta, que es imposible discriminar o despreciar algo de ella. Es posible, en todo caso, la aparición de algunos episodios donde la semejanza del protagonista en cuestión –como es el caso Luis de Velasco o Fray Francisco García Guerra-, terminen siendo tan parecidos a los que ya fueron apuntados en obras ya revisadas. Sin embargo, es tal la virtud y el manejo que hace A de V-A de esos acontecimientos, que será muy difícil encontrar un uso indebido. O para que mejor me entiendan: “refritos” o “fusiles” de su propia creación sobre un mismo tema. Ya lo comprobaremos cuando estemos de regreso tratando específicamente el caso de este entusiasta arzobispo-virrey.
[1] Artemio de Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones. Leyendas y sucedidos del México virreinal. (Nota preliminar de Federico Carlos Sainz de Robles). México, Aguilar editor, S.A., 1976. 476 p. Ils.
[2] Op. cit., p. 9.
[3]Habría que pensar en películas mexicanas de la considerada “época de oro”, donde argumentos sobre hechos coloniales son el mejor terreno donde se pudieron utilizar las recreaciones literarias de Artemio de Valle-Arizpe. Allí están, por ejemplo: “La monja Alférez” o “Martín Garatuza”, pero sobre todo “La Güera Rodríguez”.