REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS. Sobre la cornada que, en 1908 sufrió Rodolfo Gaona en Puebla.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
Espero resolver el siguiente galimatías. Hace 103 años, Rodolfo Gaona sufrió una de las cornadas más graves en su carrera. Fue una herida de cinco centímetros de extensión por veinte de profundidad, en la fosa isquio-rectal derecha, interesando el recto y peritoneo. Tal hecho sucede el 13 de diciembre de 1908. Imagínense ustedes que, ante un hecho de aquella dimensión, el servicio médico de la plaza de toros de Puebla simplemente quedó rebasado, por lo que hubo necesidad de trasladarlo urgentemente desde Puebla a la ciudad de México, decisión que puso en serio peligro la vida del diestro leonés. Algunas versiones que he escuchado al respecto, mencionan que Gaona al llegar a la ciudad, esto por Xochimilco (sic), el Dr. Carlos Cuesta Baquero ya lo esperaba para de inmediato atenderlo. Pero Roque Solares Tacubac, que tal era el anagrama de Cuesta, se quedó “con un palmo de narices”, pues el herido quedó bajo la responsabilidad del Dr. Aureliano Urrutia, en un sanatorio cercano a San Felipe Neri. Este detalle molestó profundamente a Carlos Cuesta, quien era, hasta ese momento un gaonista declarado, y cuyos elogiosos escritos se publicaron en diversos semanarios y revistas de la época. Años más tarde, Roque Solares Tacubac no pudo ocultar su enojo y se convirtió en “antigaonista” furibundo.
Desde mi muy personal punto de vista, cuando el Dr. Cuesta atendió la cornada que causó la muerte de Antonio Montes, el 13 de enero de 1907, este simple detalle pudo haber sido ingrediente para que Gaona o quienes le rodeaban en el viaje de Puebla a México decidieran la intervención del Dr. Urrutia y no la del Dr. Cuesta. Pero insisto, esto no es más que una especulación.
El Dr. Carlos Cuesta Baquero, tercero de izquierda a derecha, ante
el cadáver del torero español Antonio Montes. Col. del autor.
Por su parte, la revista española Sol y Sombra Nº 664, del 14 de enero de 1909, daba cuenta del acontecimiento que aquí se refiere en los siguientes términos:
El acontecimiento ensombreció a la afición de aquel entonces, pues de inmediato, comenzaron a circular unos versos anónimos en cientos de hojas de papel volando, que, con un grabado de José Guadalupe Posada al frente, y otro de Manuel Manilla al reverso salieron de la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, convirtiéndose en caja de resonancia de aquella “tragedia”.
http://www.museoblaisten.com/v2008/indexEsp.asp?myURL=paintingSpanishFondo&numID=5705
Fondo “Díaz de León”.
De Urrutia debo decir que cargó con dos “sanbenitos” toda su vida: Ser compadre del Gral. Victoriano Huerta, el mismo que encabezó el frío y calculador episodio de la “Decena Trágica” en febrero de 1913, y luego haber participado de manera “sesgada” en el asesinato del senador Belisario Domínguez, hecho ocurrido el 7 de octubre de ese mismo año. Urrutia, enfrentado profesionalmente al también médico cirujano Belisario Domínguez, le cortó la lengua al cadáver del senador enviándosela más tarde a Victoriano Huerta. Luego de intensas investigaciones realizadas por un grupo de senadores, parientes y amigos de la víctima, se descubrió la verdad de los hechos, lo que aceleró la caída de Huerta y el inicio de una terrible carga moral que llevó desde ese momento y hasta su muerte el Dr. Aureliano Urrutia que, por otro lado, fue un eminente cirujano y hasta ocupó el cargo de Director de la Escuela Nacional de Medicina en el periodo 1913-1914.
Varias cosas más en torno al Dr. Urrutia. Efectivamente nació en Xochimilco en 1872, lugar que se refiere como el del posible encuentro entre Rodolfo Gaona y Cuesta Baquero, pero esto era imposible pues dadas las condiciones de salud del diestro, como las de cualquier herido, en todo caso se trataba de hacerlo llegar lo más pronto posible a un sanatorio. Dicho «sanatorio» debió haber sido el que en la época llevó el nombre de Sanatorium (además, propiedad de Urrutia), inaugurado por el Gral. Porfirio Díaz en 1910 y que se encontraba en Coyoacán. Finalmente, y aunque parece un sarcasmo, pero también una paradoja, es el hecho de que la tesis profesional del Dr. Aureliano Urrutia, que presentó y defendió en 1895 llevara el curioso nombre de La conservación de los cadáveres y de las piezas anatómicas.
El Dr. Aureliano Urrutia junto al Gral. Victoriano Huerta.
Por fortuna, Rodolfo Gaona se restablece del serio percance e incluso, reaparece el 17 de enero de 1909 (un mes y días luego de la cornada en Puebla), alternando con Rafael Gómez “El Gallo” y Antonio Boto “Regaterín”, quienes se las entendieron con toros de Piedras Negras.
Fotografía incluida en el reportaje publicado por Sol y Sombra.
Un velo de misterio se tendió sobre aquel episodio del que Gaona, por fortuna, salió avante, a pesar de que los progresos médicos de la época no eran, ni con mucho los de hoy día. Aquellas curaciones de “caballo” que encaraban los toreros, tuvieron tintes de “hazaña”, y en eso el pueblo sabía muy bien a quien considerar como “sus héroes”. En ese tipo de circunstancias se tejieron muchas historias, lo que les daba a los matadores un aura diferente, tanto que no tiene ningún parecido con lo que hoy el “marketing” o agencias de publicidad hagan por los que se visten de luces.
“Los tiempos cambian que es una barbaridad…”