POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
Antonio de Robles nos vuelve a sorprender con su Diario de Sucesos Notables (1665 – 1703), para lo cual las noticias más destacadas durante el año del señor de 1668 fueron las siguientes:
-Auto de la fe de Santo Domingo (3 de febrero).
-Venida de nuestra señora de los Remedios (13 de junio).
-Beatificación de Santa Rosa del Perú (12 de febrero en Perú).
El ilustre Alonso Ramírez de Vargas escribió la: Descripción de la alegre venida y vuelta de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Remedios a esta Ciudad de México el año de mil seiscientos sesenta y ocho, por causa de la gran sequedad y epidemia de viruelas, &. C. Sácala a luz en esta nueva impresión D. Joseph de Barreda. Cádiz. Impresa por Jerónimo Peralta, 1725.
En los mismos términos, un autor que sólo se le identifica como José de Jesús también preparó una Descripción métrica de la venida de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Remedios a la Ciudad de México, fiestas y novenario que se le hicieron, y vuelta a su santuario. México, viuda de Bernardo Calderón.
Tanto Ramírez de Vargas como José de Jesús, más aquel que este, deben haber referido, como lo hicieron en otras obras de tal corte, los festejos taurinos motivados por ocasión tan significativa como la de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Remedios, ocasión de gran notoriedad que implicaba el traslado de tan importante icono, con objeto de atenuar los graves daños producidos, en este caso por la sequedad y epidemia de viruelas que se abatió por rumbos del centro novohispano.
También en ese año de 1668 se solemnizó y se dedicó el Templo Metropolitano de México. Dicha obra mostró avances representativos como ya la conocemos en nuestros días, aunque faltaran las dos torres que, para 1803 daban por terminada tan grandiosa obra arquitectónica, tras la participación que tuvo en ella el arquitecto Manuel Tolsá, quien remató la fachada con su “Trinidad”.
Es muy probable que, dada la conclusión de tan destacada obra, pudieron incluirse en las fiestas de la dedicación algunas corridas de toros, que, aunque no quedaron consignadas, este suceso en sí mismo, era suficiente motivo y pretexto para desencadenar la felicidad de la población de la capital novohispana, teniendo a unos cuantos metros el centro de la actividad taurina de aquellas épocas. Me refiero a la plaza de toros del Volador.