LOS MALOS VICIOS, CUNDEN.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS. REVELADO Nº 20.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Col. del autor.

    Los malos vicios, cunden.

   Está visto que lo del toro chico no es de hoy. Esa idea francamente romántica que tenemos muchos aficionados de que “todo tiempo pasado fue mejor”, como puede verse en la foto, nos llena de desilusión.

   Aquella tarde del 25 de octubre de 1908, toreaban en la plaza “México” de la Calzada de la Piedad, Rodolfo Gaona y Rufino San Vicente “Chiquito de Begoña” con 6 de Juanito Carreros.

   Aunque no sé si “chiquito” fue el ejemplar de Rufino San Vicente, que lo deja ver bien claro otra más de las imágenes con las que Félix Miret nos viene deleitando de un tiempo a esta fecha. La panorámica que apreciamos de la antigua plaza “México” donde hasta hace unos años estuvo el cine “México” y hoy es un abigarrado conjunto habitacional, deja ver el lleno que se registró aquella tarde. Es raro ver que en el callejón estaban los que tenían que estar. No más. Rufino San Vicente es captado en el momento en el que se arranca sobre su “enemigo”, torillo berrendo, igualadas las manitas, fija la mirada en el objeto que se le viene encima y que no es sino el “matador de toros” en turno. Atrás, a prudente distancia, uno de los de la cuadrilla se coloca dispuesto a atender cualquier incidencia, no vaya a ser que el imponente ejemplar de Carreros fuera hacer de las suyas.

   Lamentablemente, por aquella época, y en la nuestra también, la empresa y sus veedores no dio pie con bola. Desde luego me dirán que el mucho ganado español que entonces llegaba a nuestro país, con el propósito de lidiarse, llegaba en pésimas condiciones, por lo que era necesario un tiempo razonable para que se repusieran (ya lo vimos en el caso de “Bonito”, integrado al encierro de Arribas Hnos., que llegó en situación lamentable a la plaza de “El Toreo”, para lo cual dejaron pasar buen número de meses para que se pusieran gordos y presentables). Desconozco por tanto el tiempo que le tomó a la empresa darle recepción, ya fuera en la hacienda de los Morales, sitio que por aquel entonces se utilizaba para tales maniobras, o en los corrales del coso capitalino para luego lidiarlos.

   Que también la autoridad haya aceptado un “toro” impresentable para la categoría de la plaza capitalina es otro misterio, pero asunto que al fin y al cabo se materializó con la salida del morito al redondel.

   También es todo un misterio el despliegue que habrán hecho los chicos de la prensa de aquel entonces, cuando imperaba auténtica defensa de los intereses por y para el público, en títulos como Ratas y Mamarrachos, El Imparcial Taurino, Sangre y Arena, El Hule y otros de amplia circulación y cobertura nacional.

   No cabe duda que a veces, nuestra contemplación o mirada hacia el pasado, si no contamos con los suficientes elementos comprobatorios, puede seguir siendo un conjunto ilusorio de creencias desafortunadas, que por eso, un documento como el que ahora se presenta, permite poner en claro la vieja y equivocada razón de muchos que han creído, a porfía del verso necrofílico de Jorge Manrique, recogido en su obra ejemplar, Coplas por la muerte de su padre:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando,

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

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