Archivo mensual: agosto 2011

GLOSARIO Y DICCIONARIO TAURINOS. VIII.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En mi afán de seguir buscando aquellos términos que por su original denominación aplican en el espectáculo taurino, encontré una curiosa coincidencia que se hizo presente allá por 1887, año en el que las corridas de toros recuperaban su dinámica en la ciudad de México, luego de una larga prohibición impuesta entre los años de 1867 a 1886. Ya desde 1884 y con la aparición del periódico “El Arte de la Lidia”, en el que uno de sus responsables fue Julio Bonilla, se hizo notar en buena parte de las páginas dedicadas al quehacer que, entre 1884 y 1887 se dio en la provincia, varios de sus colaboradores comenzaron a mostrar interés por desvelar diversos significados que la técnica y la estética supondrían en unos momentos en que aún no estaba del todo declarada la etapa que he denominado como de asunción del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Por tanto, quienes detentaban por aquel entonces el control taurino eran dos figuras centrales: Bernardo Gaviño, ya en plena decadencia, y que habría de morir el 11 de febrero de 1886. El otro caso fue el de Ponciano Díaz. Sin embargo, el tipo de expresión que predominaba era la de un toreo a la “mexicana”, si nos atenemos al hecho de que calificar con esa etiqueta aquel tipo de manifestaciones, era por el simple hecho de que estaban en boga un conjunto de suertes resultantes de aquel periodo de fascinación que puso en práctica el diestro portorrealeño, matizando los festejos no sólo del entramado que se fundaba en la técnica, pero más aún en la herencia española, de la que aún soplaban algunos vientos, puesto que hubo algún distanciamiento con todo aquello que proviniera de España, y no tanto por el hecho de no emparejarse con los adelantos que ocurrían en la península, sino por el hecho de que Gaviño impuso un control el cual se convirtió en la directriz de muchos de los festejos que entonces se desarrollaron durante el periodo de su mayor vigencia, que va, por lo menos de 1835 a 1886. Aquello era un conjunto de representaciones híbridas y combinadas, lo mismo a pie que a caballo, agregándoseles toques de “fantasía” basada en la incorporación de mojigangas, globos aerostáticos, jaripeo, coleo y manganeo. De la misma forma, también estaban presentes los toros embolados, los fuegos de artificios, las cucañas o palos ensebados que fueron un gran muestrario de la riqueza que ostentaba el espectáculo en aquellos momentos.

   A la llegada de Ponciano Díaz, las suertes que se practicaban eran un perfecta puesta en escena de todo aquello que ocurría en el campo pero que se podía practicar en los ruedos y viceversa. Todo esto no era suficiente para darle a la tauromaquia un sentido formal, de ahí que cuando corría el año de 1887, comenzaron a surgir una serie de impresos que vindicaban y reivindicaban a las “Tauromaquias” como tratado. Un primer ejemplo es el de Luis G. Inclán, quien para 1862 publicaba su ESPLICACIÓN DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Por fortuna, dicha obra es hoy una realidad en la interesante edición facsimilar presentada porla Unión de Bibliófilos Taurinos de España y que se publicó en Madrid el año de 1995.

   Volviendo al año 1887, al menos dos ediciones dieron constancia no de la de Montes, pero sí de la de José Delgado “Pepe Hillo”, lo que recuperaba un documento que para entonces, ya era en España anacrónico y pasado de moda, pero no para nuestro país.. Fue tal la importancia que desprendía el contenido de ese documento que tanto en la ciudad de México como en Orizaba salieron impresas dos ediciones de un mismo título.

   El impresor de Orizaba, Juan C. Aguilar fue aún más allá, pues en la portada advertía que se trataba de la “Primera edición mexicana, Corregida al estilo de las suertes del país y aumentada con el uso del manejo de la reata y el jaripeo”. Con esto, afirmaba de alguna manera el hecho de que no bastaba con la “Tauromaquia” de “Pepe Hillo”. Era necesario seguir glorificando una serie de suertes que, sobre todo en manos de Ponciano Díaz alcanzaban la dimensión “non plus ultra”.

   En cambio, Ignacio Cumplido, impresor del otro ejemplar en la ciudad de México fue más conservador y respetó, hasta donde le fue posible la integridad de la fuente original, haciendo una transcripción que se apegara a la experiencia del antiguo diestro sevillano, muerto el 11 de mayo de 1801.

http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Portada_tauromaquia_pepehillo.jpg

    En dicha fuente existe una serie de definiciones que, por ser motivo de la presente sección, no dudaré en citar algunas de ellas, con el propósito de encontrar si ese anacronismo ya se materializó o sigue vigente aún. Y aún más. Me pregunto si el “anacronismo” del que me ocupo fue una concepción teórica que se adaptó al también “anacrónico” estado de cosas que se mantenía en el quehacer taurino de antes de la “reconquista vestida de luces” que detona vigorosa a partir de 1887.

   Me refiero a la reconquista vestida de luces, que debe quedar entendida como ese factor el cual significó reconquistar espiritualmente al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole eso sí, una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera, chauvinista si se quiere, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España.

   Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos absolutamente renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. Y no solo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos, tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados básicamente entre los últimos quince años del siglo XIX, tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento afortunado del primer y gran torero no solo mexicano; también universal que se llamó Rodolfo Gaona.

Contenido temático de la “Tauromaquia” de “Pepe Hillo”

publicada por Ignacio Cumplido en la ciudad de México. 1887.

    Aunque habiendo desglosado estos puntos con el detalle que merece el asunto, creo que debo seguir en la próxima entrega.

 CONTINUARÁ.

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NAUMAQUIA Y NO TAUROMAQUIA.

CRÓNICA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 NAUMAQUIA Y NO TAUROMAQUIA.

   La palabra naumaquia nos refiere un “combate naval” o espectáculo representando una batalla naval escenificado en una piscina. Tal fue la impresión que dejó a su paso la suma de ocurrencias en la que fue sexta novillada en la plaza de toros “México”, misma que se desarrolló bajo intenso aguacero, el cual dejó a su paso un ruedo en el que parecía haber ocurrido un verdadero combate. Ese “campo de batalla” quedó en pésimo estado, el cual apenas daba tregua para alguna reparación permitiendo continuar con cada uno de los seis pasajes que se vivieron en medio de una incómoda y húmeda circunstancia.

   Desconozco las causas por las cuales la empresa, pero sobre todo la autoridad no permitieron que hubiese mejores condiciones, por ejemplo con una buena distribución de serrín evitando así más de un momento de riesgo y peligro. En todo caso se pudo corroborar el buen desagüe con que cuenta el ruedo de la plaza capitalina, que a ratos parecía una enorme piscina, pero también un penoso lodazal por el que novilleros y cuadrillas intentaron cuanto estuvo a su alcance. Fue imposible observar un buen espectáculo dado que los novillos de Pozohondo, además de que fueron ásperos en su mayoría, se aquerenciaron de más en los pocos terrenos que se prestaban a alguna posibilidad de lucimiento, misma que no alcanzó para que Fernando Labastida, César Ibelles y Juan Pedro Moreno pudieran salir airosos en medio de tales inconvenientes. Y no los justifico, aunque su desesperación los llevó a excederse en un afán inútil de dar la nota.

   Fue lamentable por otro lado, la presencia de un sector del público que llegó bastante entusiasmado del futbol y se metió a la plaza con afanes de seguir impulsando un asunto que se sentía tan ajeno, y que a ratos llegó a ser tan molesto que lo único que sacaron fue un enrarecimiento del ambiente. Por fortuna, los efectos de la lluvia desvanecieron sus impulsos y por fin guardaron silencio.

   Si hay que apuntar algo es la presencia de Juan Pedro Moreno, es que salió con espíritu de novillero, mostrando cosas interesantes, pero también otras donde puso en evidencia sus pocos adelantos, sobre todo al iniciar la faena en su segundo, último de la tarde. Sin más ni más comenzó la faena con una serie por la derecha, sin haber echado mano del recurso de la lidia, como para tener mejor idea a qué tipo de novillo se enfrentaba. Al transcurrir los minutos, su propósito fue desdibujándose, pues pretendiendo series por ambas manos, todo quedaba en la brevedad de dos pases y el remate. Es cierto, el novillo al dar un giro durante el primer tercio se lastimó la pata derecha, aunque siguió embistiendo y lo hizo ya, durante la parte final de la faena en condiciones bastante aceptables. Ese punto pasó de noche en Juan Pedro que, a mi juicio, desaprovechó la clase de este ejemplar, que traía en la sangre evidencias de la añeja estirpe de Malpaso. Al final, sus restos fueron retirados en medio de fuertes aplausos.

   Otro punto que no se acabó de entender fue la actuación del Juez de Plaza, quien en algunos aspectos de la lidia en su conjunto no se hizo notar como autoridad de la autoridad, lo que le valió la descalificación de diversos sectores repartidos por aquí y por allá en una desolada y triste plaza “México”. Papel incómodo el de un “juez de plaza”, pero si por alguna razón acepta presidir desde el palco que le corresponde es con objeto de aplicar la ley (en este caso el reglamento), con un criterio que debe imponer desde el principio de su mandato en la tarde que le corresponde hacerlo. Ese criterio además, debe estar bastante apegado al equilibrio para evitar en buena medida los inoportunos descalabros que vienen acompañados de la desaprobación popular.

   Para terminar, llama la atención que, precisamente el público, ese sector de público que demandó la oreja en el primero de Juan Pedro Moreno, y que increpó al Juez por negarla, luego y de manera extraña ya no estimuló la vuelta al ruedo del poblano, lo cual indica que la concesión se habría convertido en un exceso y no en una justa y afortunada premiación.

   En fin, urgía un buen café y llegar pronto a casa, que lo demás fue lo de menos.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA. «LUNA TURQUESA».

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 2 LIBROS 2 DE “LUNA TURQUESA”.

    Para los taurinos «Luna Turquesa» resulta un seudónimo muy torero, gitano, para ser más claros.

   Y es que acaba de salir publicado el segundo de esos libros. De entrada me remito al primero de ellos, el cual tiene varias vertientes que comentaré en seguida.

   Antes de todo me resulta un acto heroico publicar un libro en estos tiempos, y si a eso agregamos el hecho de que se convierte en un objeto al que no se le aplicó ningún precio económico, sino estimativo, por lo tanto adquiere un valor intrínseco especial, cosa que se agradece, como lo agradezco de veras.

   Por otro lado, es heroico también el hecho de que sea una mujer el que lo represente, si sabemos que en estos tiempos de apertura, todavía el espectáculo de los toros se cierra a la presencia directa de las mujeres en los toros. Afortunadamente ya comienzan a posicionarse, pero su caso es afortunado porque significa frescura en medio de tanto lugar común.

   En cuanto a su contenido, nada mejor que recordar una anécdota personal. Hace muchos años, un jovencito inquieto –como lo era el autor de estas notas-, se tomó el atrevimiento de mostrarle a Rafael Solana hijo algunos textos para saber su opinión al respecto. La respuesta del maestro fue contundente: «Escriba, no deje de escribir. Si al menos escribe una cuartilla, hágalo permanentemente, diario, pues con ello afinará su estilo, su forma de escribir».

   Creo que tengo necesidad de transmitirle a la autora esa experiencia pues el estilo que trasciende en su trabajo es claro, tiene hechura, aunque podría sugerirle (y espero no me lo tome a mal) el que pueda afinar algunos aspectos que tocan el sentido coloquial de la expresión. Me decía un amigo: «La juventud se quita con los años», y precisamente el hecho de matizar en demasía sus textos con ese tipo de recursos, me parece que siguiendo la práctica de lo cotidiano, de no dejar de escribir, se dejará ver en nuevos textos con un pulimento que usted será la primera en notarlo. No soy nadie para hacer este tipo de comentarios, ni tampoco poseo los créditos de un literato en potencia o el de un crítico dispuesto a destrozar o pulverizar la literatura que llega a sus manos, con objeto de aplicar métodos destructivos. Mi objetivo aquí es comentarle el sabor de boca que me dejaron sus textos que, por otro lado, son absolutamente distintos a los de la «crítica» de nota, a los «telegrafistas» que nos van dando descripción pormenorizada del acontecimiento, como si ese fuera en realidad el propósito de entender o conocer a profundidad el toreo.
   Lo suyo es todo lo contrario, se distancia, como ya dije, de los lugares comunes y esa es una muy buena carta de presentación para imponerse frente a los demás. Hoy día, a falta de críticos honestos, tenemos simplemente comentaristas, por lo que tiene usted una oportunidad para colocarse en lugar de privilegio. Creo que vendrán más trabajos que, como este, le van a ir dando aliento a la crítica.

   Celebro y saludo la aparición de su libro, en espera de que veamos más trabajos. Es deseo de muchos que se enriquezca la oferta literaria de tema taurino, cuyo balance es bastante pobre por estos días en nuestro país.

   Grata sorpresa fue encontrarme con el hecho de que desde hace unos días ya circula una nueva reunión de crónicas en el segundo de la serie. Siguiendo el mismo estilo del anterior, me parece que va afinando, pero sobre todo demostrando más cordura en sus comentarios, mismos que, como en el primero, se reúnen en escritos que no son abundantes, requieren de unos cuantos párrafos para darnos idea, para recordar también los hechos de que fuimos testigos, sobre todo en el coso capitalino. Agrega en esta nueva presentación algunos textos que dan idea de que sus propósitos por escribir no solo el acontecimiento, sino dar una serie de puntos de vista que corresponden a otros tantos aspectos que ocurren en la actualidad, o ya son cosa del pasado –como por ejemplo-, el recuerdo que hace de Alberto Balderas. Analiza el retorno de José Tomás, la presentación de Ignacio Garibay en las Ventas el 22 de mayo pasado, o la experiencia sevillana que protagonizó José Mari Manzanares hijo del que afirma:

   “Y (ahí está) el rostro del torero, con una marcada seriedad, porque no viene a hacer mercadotecnia barata, viene a jugarse la vida y viene a meter el universo en su espuerta”.

   También no tiene desperdicios el texto que titula “Genios en extinción”, donde destacan apreciaciones como las que siguen:

   “Un genio debe hacer lo que nadie más es capaz de hacer. Hacer lo preciso, en el momento preciso, bajo el exclusivo encargo de su corazón, y no repetir jamás esa hazaña; quizá otra, pero la misma nunca”.

   “Los taurinos que estuvieron ahí (refiriéndose a una jornada en específico), hablarán de ese instante por siempre. Y sus hijos, los de los taurinos, seguirán hablando de ese día, como un legado impalpable… invaluable”.

   “La existencia de genios es de vital importancia, ya que sin ellos todo perdería su verdadera proporción”.

   Pues bien, con estas apreciaciones que dejan ver a una taurina, a una escritora en franco camino a la consolidación, no puedo sino recomendar sus dos libros cuya lectura se va como agua y quizá hasta “de una sentada”. Es cierto, estos trabajos vienen a renovar en buena hora, el débil catálogo literario-taurino mexicano de nuestros días. ¡Felicidades!

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ILUSTRADOR TAURINO. DE NIÑOS TOREROS…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LA PRESENCIA INFANTIL EN LAS CORRIDAS DE TOROS.

 A don Amadeo Riva, aficionado peruano que anda en búsqueda de algunas “perlas” de la tauromaquia, le brindo esta “faena”.

    Si nos atenemos al hecho de que muchos “profesionales”, es decir, aquellos que ostentan la categoría de “matador de toros”, se formaron desde la etapa de becerrista, entonces tenemos por consecuencia un cúmulo de toreros cuya trayectoria se encuentra marcada desde esos orígenes.

   Ahí están, por ejemplo, Rodolfo Gaona, José Gómez Ortega, Fermín Espinosa, los “niños” Bienvenida, Carlos Arruza, los “Chicos de Querétaro”, Luis Miguel “Dominguín”, Eloy Cavazos, Pedro Gutiérrez Moya “El niño de la capea”, Juan Pedro Galán, “Manolo” Mejía, “El Juli” y otros tantos que, en mayor o menor medida trascendieron o sigue trascendiendo.

   También encontramos el caso reciente de Juan Pablo Llaguno, Michel Lagravere o Nicolás Gutiérrez, quienes vienen abriéndose paso en festejos donde aparecen, lo mismo de traje corto andaluz que vestidos de luces.

http://www.altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=9081

    Sin embargo, y hasta donde se puede tener una primera contemplación, no hay escritos que nos remitan a este capítulo de la historia taurina de nuestro país, de ahí que intente bordar algunos apuntes al respecto, partiendo desde mediados del siglo XIX donde se han detectado ciertos antecedentes. Veamos.

   Pero antes de comenzar, sólo quiero remitir a los interesados a un pasaje que ya apareció publicado en APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS, desde el pasado 10 de mayo bajo el título de: TESTIMONIO INFANTIL DE JOAQUÍN GARCÍA ICAZBALCETA A LA LUCHA DE UN TORO Y UN TIGRE REAL, EL 21 DE ABRIL DE 1838, EN PLENA GUERRA DE LOS PASTELES. (https://ahtm.wordpress.com/2011/05/10/efemerides-taurinas-decimononicas-2/)

    En febrero de 1854 así se anunciaba el siguiente cartel: PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 12 de febrero. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. 5 toros de Cazadero. Además, cuadrilla completa de niños de 8 a 12 años que jugarán sucesivamente 3 ó 4 becerros. Toro embolado.

    Dos semanas después, el domingo 26 de febrero de 1854 se repetía en casi las mismas circunstancias el cartel del 12. Esto también ocurrió en la plaza de toros del Paseo Nuevo como sigue: Primera función de Carnaval. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Toros de El Cazadero. Cuadrilla completa de máscaras. Corrida de becerros. Además, la cuadrilla completa de niños de 8 a12 años, 4 becerros de la Concepción. Uno de los muchachos pondrá banderillas a caballo, y en uno de los intermedios se le echará un becerro para colear. Toro embolado. Esta función fue en obsequio de SS.AA.SS el Sr. Presidente de la república mexicana, benemérito de la patria, general D. Antonio López de Santa Anna y su digna esposa.

   Esa “cuadrilla completa de niños de 8 a 12 años” es la que debe haber comandado Pablo Mendoza, padre de dos de ellos, como se confirmará más adelante.

   Cuatro años más tarde sucede un caso parecido y fue la plaza principal de San Pablo escenario para la presentación de la

CUADRILLA DE NIÑOS / TOROS / EN LA / PLAZA PRINCIPAL / DE SAN PABLO./ DOMINGO 10 DE ENERO DE 1858. / GRAN / CORRIDA DE TOROS.

   Los toros de Atenco y el Cazadero que justamente han tenido nombradía, y que el público ya los ha visto, no es difícil que también la tengan igual o mejor los de otra ganadería, como lo verá y quedará desengañado el respetable público, para lo cual suplica el que suscribe, a sus amigos y favorecedores, que no dejen de concurrir a la presente corrida, por ser los toros de una raza que ha dejado mucha fama en la plaza de Querétaro, en donde los jugó el inteligente

PABLO MENDOZA: / quien habiéndolos elogiado, tanto por su hermosa presencia, como por su bravísima condición, no se dudó un momento en mandarlos traer; y se lidiarán, la tarde citada, por primera vez en esta capital, asegurando los individuos que los han escogido, que desde luego no tendrán competidores.

LA / VALIENTE CUADRILLA DE PABLO MENDOZA, / picará, lidiará, banderillará y dará muerte a los toros que la luz de la tarde le permita. / Para amenizar más esta famosa corrida, se presentará también a picar, banderillar y dar muerte a dos bravos toretes / UNA / Cuadrilla de Niños, / adiestrada y ensayada por el experto capitán Pablo Mendoza, en cuya cuadrilla trabajarán sus dos hijos, los que con tantos aplausos y gusto del respetable público ejecutan los lances de la tauromaquia.

Dos Toros para el Coleadero / cubrirán los demás intermedios, terminando la función con un excelente / TORO EMBOLADO / para los aficionados / (…) / JAVIER DE HERAS.

Tip. De M. Murguía.

Antonio Abad Ojuel Don Antonio y Emilio L. Oliva Paíto: LOS TOROS. Prólogo de Antonio Díaz-Cañabate. Barcelona, Librería Editorial Argos, S.A., 1966. 463 p. Ils., retrs., facs.

    El asunto siguió despertando interés, por lo que algunas semanas después y en las funciones de Carnaval se presentó la misma puesta en escena:

PLAZA PRINCIPAL / DE S. PABLO. / TOROS DE ATONGO (Atenco) Y EL CAZADERO, / PARA EL / DOMINGO 14 Y MARTES 16 DE FEBRERO / DE 1858. / ¡ÚLTIMAS CORRIDAS DELA TEMPORADA! / EN EL PRESENTE CARNAVAL.

   Constante la empresa en presentar espectáculos agradables a un público que tanto la distingue con sus favores, no ha omitido gasto alguno para complacerlo; en tal virtud se congratula al decir a sus favorecedores, que para las tardes de los días expresados están dispuestas dos funciones variadas y divertidas, que sin duda merecerán la aprobación de todo el vecindario de México, y particularmente de la digna concurrencia que tenga la bondad de presenciarlas; y sin embargo de los crecidos gastos que causan estas dos corridas, sigue el obsequio al público con la baja de precios.

La función del Domingo está arreglada de la manera siguiente:

Después de ejecutados algunos lances de la tauromaquia por la / CUADRILLA DE PABLO MENDOZA,

Se presentará en el redondel de la plaza una sorprendente reunión de figuras estrambólicas, cuyos trajes están arreglados al carnaval como lo indica la viñeta, a ejecutar con un breve toro embolado los lances que les dice su arrojo.

   Concluida que sea esta célebre travesura, se presentará (a solicitud de muchas familias que desean verlos), la

CUADRILLA DE NIÑOS / para desempeñar con dos BRAVOS TORETES las suertes que la tauromaquia demarca, y que con tanto aplauso del público lo han hecho en otras ocasiones.

La función del Martes está dispuesta como sigue: / Dada muerte al segundo toro de la lidia tendrá lugar el / NUEVO Y DIVERTIDO INTERMEDIO,

Compuesto de otras figuras tanto o más raras que las del día anterior, a ejecutar también con un valiente TORO EMBOLADO cuantas suertes les aconseje su valor.

   Concluido este gracioso intermedio se presentará la

CUADRILLA DE NIÑOS / a lidiar otros dos / BRAVOS TORETES, / con los que se ejecutarán los lances que previene la tauromaquia. / Los otros intermedios los cubrirán en las presentes corridas los / TOROS PARA EL COLEADERO. / Finalizando en cada corrida con el / TORO EMBOLADO / de costumbre. / Javier de Heras. / TIP. DE M. MURGUIA.

   Y pasaron los años. Para el 17 de diciembre de 1886, el Congreso de la Unión abrogó la prohibición de las corridas de toros en México; en consecuencia, y dado el aumento de la afición, en 1887 se construyeron nuevas plazas, entre ellas la “Bernardo Gaviño”. El 19 de mayo de 1887 se organizó una novillada para inaugurar dicha plaza en el barrio de Jamaica, con una cuadrilla de niños toreros, de la que era capitán Jesús Adame; picador, José Alfaro, y banderillero, “El Gallo”, de escasos diez años, así como Manuel Mejías Luján “Bienvenida”, banderillero español.

 CONTINUARÁ.

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REVELANDO IMÁGENES. EL SOPLO EN HITCHCOCK…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Uno cae en la cuenta de que el personaje retratado es ni más ni menos que Alfred Histcock, director entre otras genialidades cinematográficas de “Recuerda”, “Spellbound” o… “Cuéntame tu vida”, que así es como recuerdo haberla visto anunciada. Han pasado muchos años y desde entonces esta película me marcó, en otra marcada nostalgia justo cuando fui a verla al entrañable cine “Bella época”. En ella comparten papel protagónico Gregory Peck e Ingrid Bergman. De todo lo anterior debo afirmar que “Cuéntame tu vida” es una película harto recomendable.

   Pero al interiorizarse en la imagen, imaginaría a Antonio Gades o a Israel Galván, “baiolaores” de dos distintas épocas que, sin menoscabo de sus genialidades, se verían acompañados por uno más que es el aquí presente. Pero no. Sucede que Hitchcock fue retratado en diversas secuencias mientras dirigía alguna de sus geniales producciones. Sin embargo, parece que Alfred se encuentra en el tablao, dejándose llevar por el “duende”, el “aquel” o el “soplo” para refrendar en Gades lo “clásico” y en Galván lo “heterodoxo” y moderno, una especie de Rudolf Nureyev del flamenco.

   En la secuencia de Hitchcock también se aparece una desagradable sombra que recuerdan aquellas poses de Hitler frente al espejo, mera referencia temporal. Pero no es el caso. Aquí, los claroscuros dan el contraste perfecto para hacer destacar aún más la figura de este inglés universal.

La Jornada. Espectáculos. 4 de agosto de 2011.

    Por supuesto que para escribir las presentes líneas he encontrado un refugio gozoso escuchando flamenco, mientras descubro a un “cantaor” que me recuerda, en buena medida a “Juanito” Valderrama. Se trata de “Arcángel”. Escúchenlo, van a encontrarse una grata sorpresa.

   Y mientras me admira Galván (véase YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=J6df9ah0MiA, Israel Galván y Arcángel en los Jueves Flamencos de Cajasol), lo observo con tal atención para entender en qué momento se da el diálogo con dios y en qué otro conversa con el diablo para alcanzar las genialidades de que es capaz en el escenario.

   Afortunadamente con Gades y Galván encontré la referencia perfecta para llevarlos hasta un imaginario “tablao” donde figurones de esta talla, nos deslumbran entre cante y palmas, que ya llegará la madrugada…

   Vayan pues estas líneas, con todo el respeto que merecen tres grandes de la escena, cada uno en su “parcela”: Alfred Hitchcock, Antonio Gades e Israel Galván.

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EL ARTE… ¡POR EL ARTE! EL PANTEÓN RECREADO. 4 de 4.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 MELANCOLÍA N° 16

Supe un buen día

que se presentaría el milagro.

Llegó como llegan las aves

de repente, como se fueron.

Cuánta esperanza desfallece

de un amor-fuego que se va

traspasando vedadas fronteras

donde las almas juegan a ignorarse.

Muerte: muchas veces te deseo;

te aborrezco desesperado otras.

Fue la ilusión un camino

brilló y se apagó entre latidos

que lo surcaron siempre indescifrable

para llegar a ser lujuria ensangrentada

“rayo que no cesa”

que lo dijo Miguel

en medio de todas sus cárceles

hasta en la gozosa cárcel de la poesía.

Ya iremos recordando

qué fue de la vida…

MELANCOLÍA N° 17

 De la nostalgia

padecemos su dolor

y aunque con ella

el gozo alimenta lo ya ido,

no podemos dejar de sufrir.

Todas las espinas

escriben un verso

y acontece que se buscan con la mirada

de secreto diálogo

hasta descubrir lo que parece

la revelación del misterio.

Fácil parece la difícil

voluntad de no morir

y ellos, desde su interior

escarban intermitentemente;

son ajenas a una razón

que no se les escapa.

Viven, se sienten en el abandono

y a veces son más que un Dios

ofician sin saberlo,

escapan de la muerte con la suerte,

exorcizan su propio destino.

Ellos son almas fugaces

cuya vida parece no ser

de este espacio del universo.

MELANCOLÍA N° 18

 ¡Qué ausente vas!

tu pérdida parece irreparable,

el paso andado:

y “puede morir el hombre”

el paso que diste atrás

y “pudo morir el arte”[1]

No dejes alucinarte por la derrota

sabes que te espero

pero quizás no sea hoy.

Anda pues tu camino…

MELANCOLÍA N° 19

 La gloria no sabe de los dolores;

estuvo aquí y se fue.

Tanto la pretendemos. Con uno se queda.

Salen a pasear los dos

luego de la batalla:

¡qué reposo hacen del estrépito,

qué locura de la razón!

Su deseo mutuo pasa inadvertido

del otro lado del mar.

Aquí la tormenta no tiene fin.

MELANCOLÍA N° 20

 …ya moriré, deseando sentir

descansada mi alma

sin el terror del tiempo…

EN

MÉXICO

CIUDAD,

EN EL DÍA 30

DE AGOSTO

DEL AÑO DE GRACIA

MILÉSIMO

NOVECENTÉSIMO

Y NONAGÉSIMO

NOVENO.

LAVS  DEO


[1] Lo dijo sabiamente “José Alameda” en su magistral sentencia: “Un paso adelante, y puede morir el torero. Un paso atrás, y puede morir el arte”.

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CRÓNICA. APRECIAR, AFIRMAR, APRENDER Y OBSERVAR.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Parecía que, pasadas las seis de la tarde, el “parte de guerra” sería dado con la anodina frase de “sin novedad…”. Sin embargo, fue Antonio Galindo quien se desperezó para hacernos despertar algún interés en una jornada que se estaba yendo “sin pena ni gloria”, a pesar de que siempre, una novillada tiene muchísimas aristas que descubrir o que mostrar.

   Tarde que se tornó variopinta, con el sol por ratos, con el viento entrometido en otros. Amago de lluvia también, fueron los ambientes que definieron el telón de fondo para una serie de escenificaciones donde daba la impresión de estar viendo giros significativos en el proceso de la lidia. Me explicaré.

   El concepto de la lidia ha cambiado radicalmente. Correr el toro a una mano nada más sale al ruedo, ya desapareció de entre las suertes practicadas hasta hace algunos años. Es una rareza y si por ahí lo desempolvan, es motivo de aplausos. Ahora bien, cuando el matador o novillero luego de los lances de recibo y dadas las condiciones para el desarrollo del primer tercio, suelen llevar al toro hasta la jurisdicción, y dejar que lo piquen pero ya no intervenir en el quite, ha generado una alteración importante en la lidia. No solo por el hecho de retirar al burel de esa “jurisdicción”, sino porque ya no es usual pretender el lucimiento. Es decir, “el quite” como una suerte de auxilio a favor del varilarguero o del caballo, hoy día sigue confundiéndose como el momento en que el torero en turno brilla en algún lance, pero no es “quite”. Además, la actitud que asumen muchos es demasiado pasiva, permanecen como convidados de piedra, a menos que se produzca un momento de inesperada sorpresa. Por tanto, esta es una más de esas prácticas en desuso a la que se añade la ausencia del espíritu de competencia.

   Sin haber terminado el primer tercio, se ha vuelto costumbre de que nada más el toro o el novillo reciben el puyazo, de inmediato el picador procede a “tapar la salida”, cuando sabemos que ese método es más que recomendable para toros mansos o huidizos, pero no para todos los que estos personajes tienen obligación de realizar la suerte como lo establece la costumbre. Quizá la costumbre se interprete de diferentes maneras, quedando al libre albedrío tal ejecución. Si entendemos que la suerte ideal es que el picador reciba al toro para castigarlo, picando en lo alto, sin “marrar”, sin “bombeos” y sin “estiras y aflojas”, sino sosteniendo la vara con tal firmeza que cause admiración ver la suerte en sí misma, como para darnos idea si el toro fue capaz de llegar al peto humillando o no, empujando con los riñones o no o si durante la suerte misma podrían estar ocurriendo cambios de comportamiento que sean concluyentes para el tercio final, cambios de los que el matador, su cuadrilla y quizá hasta el apoderado mismo deben estar percibiendo segundo a segundo.

   Llegado el tercer tercio, está ocurriendo un fenómeno riesgoso: si los muchachos se empeñan en poner en práctica un mismo procedimiento, ignorando lo que el término “lidia” supone, están condenados a perder buena parte de la faena en intentos del “toreo” sin más. Por ejemplo, en el segundo de la tarde, Juan Vicente se dobló con mucha sapiencia, enterado de que habría de “castigar” por abajo a su enemigo y así pasárselo con menor dificultad en las siguientes series. Y así ocurrió, sólo que no midió el ritmo, por lo que la faena presentó signos de rapidez y no de reposo, pero ahí estábamos viendo la aplicación del método adecuado. Los inicios de faena con el toque arriesgado de un “péndulo” en los medios no tiene nada de malo, pero sigue la misma referencia de muchas faenas, por lo que todo queda en el intento, intento que se desvanece en pegar pases y más pases, sin haber calibrado las condiciones del “enemigo”, como fue el caso de “Manolo” Olivares, quien además se embarullaba en cada pase, perdiendo un tiempo considerable entre la extensión del temple y la ligazón para el siguiente pase. Recordemos que citar, templar, mandar y ligar son esas cuatro dimensiones de las que en algún momento hablaba con bastante conocimiento de causa Fermín Rivera, no sólo en la teoría. También en la práctica.

   Uno más de esos detalles propios de las novilladas es la “falta de callejón”, o lo que es lo mismo, voces que, venidas desde ese sitio de la plaza signifiquen una forma de orientar o dar las recomendaciones más convenientes para afirmar los hechos producidos directamente en el ruedo. Da la impresión de que varios novilleros son dejados a la deriva pues no les acompaña una voz cantante digna de escucharse o para afianzarse en ella como voz providencial.

   Todos estos detalles se notaron de manera evidente durante el curso del quinto de los festejos en la plaza de toros “México”, que volvió a presentar un panorama desolador en los tendidos. Afortunadamente el reloj de la “Monumental” ya recuperó sus manecillas por lo que la verdadera dimensión del tiempo regresó de nuevo. Y ese tiempo, luego de las seis de la tarde, que parecía iba a irse sin dejarnos alguna señal de su presencia, por fortuna, y solo de manera intermitente permitió que Antonio Galindo se acordara de que es Antonio Galindo. Sus lances de recibo, por faroles y de rodillas eran lucecillas de entusiasmo en el inminente atardecer. Del mismo modo inició la faena con la muleta, aunque esta se deshiló y su costura no tuvo firmeza. De estocada fulminante se quitó de enfrente al último de los de San Antonio de Padua, justos en presentación y desiguales en juego. Algunas decenas de asistentes reclamaron la oreja misma que concedió “usía”.

   Recuerdo que alguna vez, el entrañable Dr. Pablo Pérez y Fuentes concedió una oreja por la sola estocada, aunque lo demás fuera lo de menos. Si aquí el juez valoró la ejecución de la suerte suprema, y si a ello sumó ese manojo de detalles afortunados del tlaxcalteca, la oreja estaba mejor que concedida; de otra forma habría sido un detalle generoso de su parte, pero no la justa aplicación de un criterio que además de ser el de la autoridad misma, lo compartiera con los asistentes.

   Como se habrá podido ver, una novillada siempre trae consigo tal cantidad de detalles que por sí misma se convierte en la mejor forma de apreciar, afirmar, aprender y observar, cuatro razones como citar, templar, mandar y ligar.

 21 de agosto de 2011.

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EL ARTE… ¡POR EL ARTE! EL PANTEÓN RECREADO. 3 de 4.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 MELANCOLÍA N° 11

 Como puede haber…

Como puede haber silencio

si todo es tormenta y arrebato.

Como, de pronto, la luz

deja paso a la oscuridad.

Como, si apenas ayer

era vida y hoy es muerte.

Cómo, la pasión y la tragedia

unen sus destinos derrotados

cada quien para cada cual,

pendientes de su pulso,

tremendo pulso constructor

de los hechizos no sólo de la vida

o de la muerte. Ellas, trabajadoras

del monólogo entre fuego y cenizas,

nos someten al ritmo balanceado

de esperas y temores.

Hasta de lo indescifrable

que es sumergirse en la emoción

etérea de los sobresaltos y los abismos

al punto en que cada uno de los sentidos

se quedan clavados en una cruz

ensangrentados, moribundos

justo en el lindero de lo que es y no es.

El viento arrastró hojas y polvo

hasta el lugar del reposo necesario…

Duras batallas fueron ropajes

que uno a otro se entregaron

para quedarse el alma desnuda

a la espera sólo

de que la nave parta,

atravesando los mares

de la calma mortal.

 

MELANCOLÍA N° 12

 Ese andar cansado

pesa muchos siglos

y no parece rendirse.

Su vigor brota de oscuros pantanos,

resucita, así hay que entenderlo.

En unos muere; en otros vuelve a vivir.

El ciclo, una vez más ha vencido la ruptura

quedando muy poco por aprender

de esta humanidad destrozada

dejada, sin timón a la deriva.

MELANCOLÍA N° 13

 ¿Cuándo, la muerte anunciará

que el tiempo de la vida llega a su fin?

Es la diaria pregunta

pues al regresar del sueño, olvido

traer la respuesta conmovedora;

porque pasan la tragedia y el dolor.

Saber lo que fui y dejaré de ser

en algún momento, en algún lugar,

eso en verdad es… terrible

como una tumba sin epitafio.

 

Al tomar uno de esos caminos

donde se cruza sin que nadie sepa,

todo lo mejor de la vida

y seguirse ciegamente en el desencanto,

no nos produce sino deseos cobardes,

amargura. Nos morimos en vida.

Miro, y a mi paso las cenizas

que me constituyen, se dispersan;

el viento las lleva por impredecibles

rutas que se multiplican sin rumbo.

MELANCOLÍA N° 14

 Inertes las manos

pies, como ramas que no se mecen.

Ojos negados al brillo de la vida

ya no miran nada que no sea la muerte,

porque el alma viva se acomodó

en los brazos de otro amor sin tiempo

sin pulso, metidos en la nostalgia

unida en caravana junto a las plañideras.

Lloran al primer llanto

de lágrimas hoy mar. Mañana desierto

porque a la nostalgia

también se le olvida

lo que un día ocasionó

y de vez en vez nos convoca a consolarla

como ella a nosotros.

Lágrimas que apenas calman la sed:

ya moriré, deseando sentir

descansada mi alma

sin el terror del tiempo

navegando, navegante fuera de todo rumbo

traspasando fronteras negadas,

como viento, el alma se libera.

MELANCOLÍA N° 15

 Detener el tiempo

un sueño despierto

que se desvanece, sin prisa.

Vals donde la vida

se entrega apasionada

a la muerte.

Un adiós que no se despide

deja todo en la hoguera

de las dispersas cenizas.

Canción de vértigo y tiempo

una locura que el pasado recogió

es entrañable nostalgia que se olvida.

Primer lance, última estocada

rumor de angustia

ahogo, sollozo, esperanza.

¿Qué hacer, tiempo, para someternos?

Si en medio de todo es delicia,

reposo y cercanía con el misterio.

Somos pasado en el presente

presente, siempre sin presente

que el tiempo dejó escapar al pasado.

Déjame maravillarme de ti

igual que lo hace una mujer,

en el mismo modo de la vida.

No te acabarás, ya lo sé

nos acabarás, y detendrás

el tiempo en cada uno de nosotros.

CONTINUARÁ.

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EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LA HUELLA EFÍMERA DE VALENTE ARELLANO.

    Estos son recuerdos de aquella fugaz estancia de Valente, a partir de sus memorables triunfos, que ocurrieron durante varias novilladas en la temporada 1982 en la ciudad de México.

    Para testimoniar el paso, el significado de todo lo que representó en el toreo Valente Arellano, es probable que sean dos los caminos a tomar: uno que nos diga bajo el frío testimonio de los números cual fue su influencia contra el avasallante cúmulo de triunfos en un tiempo sumamente corto. Otro, el de la detenida reflexión que valore el peso y trascendencia por todos los emblemas de reciedumbre aportados a la tauromaquia, que apenas representa un espacio pequeño pero contundente.

   Me inclino por el segundo, que me da la oportunidad de hacer un balance reposado, con el enorme respaldo que nos proporciona el tiempo para efectuar un juicio de valor.

   Valente arribó en unos momentos que parecían reflejar la sucesión perfecta, luego de que Manolo Martínez se iba de los toros en su primera despedida (cuando la reaparición solo se convirtió en desagradable y pesada losa para su primer y gran época).

   Este notable novillero arribó con una fuerza contundente, que causó un estímulo entre la afición, misma que se “retrató” en las taquillas. Los viejos aficionados recordaban lo ocurrido durante la vigencia de los “tres mosqueteros”, o cuando el surgimiento de Alfredo Leal, “El Ranchero” Aguilar, “Joselito” Huerta, Amado Ramírez y Miguel Ángel García.

   Valente no surgió solo. Con él, aparecieron Ernesto Belmont y Manolo Mejía, pero Arellano se les fue por delante interpretando un rico y fresco catálogo de suertes, siempre con su peculiar estilo juvenil que era el que admiraba, conmocionando a las multitudes. No puedo dejar de recordar una fecha clave, arranque de su impresionante pero corta carrera: 28 de noviembre de 1982. Esa tarde, los tres novilleros prácticamente llenaron la plaza “México”, lidiando además un excelente encierro de la ganadería de la “Venta del Refugio”. Esa tarde todo iba a más. Uno, otro y otro los detalles triunfales se acumulaban, al grado que los aficionados “chipén” recordaban la última gran hazaña lograda por un novillero, la de José Antonio Ramírez “El Capitán” allá por 1978, cuya faena a “Pelotero” de Chafic fue cumbre, excelsa, artística, bella e inenarrable.

   El lagunero a partir de ese momento se convirtió en eje central de la tauromaquia mexicana, eclipsando a los ya consagrados que, de paso puso a temblar, porque irrumpía con una fuerza no experimentaba desde 1947 con “Joselillo”, 1949 con Capetillo, Córdoba, Rodríguez y Ortiz o la de 1953, al surgir el otro conjunto de novilleros de arrastre ya mencionados. Tuvo que pasar un largo periodo de más de 30 años para que la fiesta de toros en México volviera a registrar este telúrico momento que estremeció conciencias, sacudió recuerdos e inestabilizó la idea de muchos viejos y nuevos aficionados, haciéndolos conscientes de la nueva época. El aquí y ahora de Valente Arellano llegó con tal rapidez que, o había que asimilar con esa misma velocidad todo lo que pasaba, o uno se dejaba llevar por un tsunami impetuoso, surgido en tiempo sumamente corto. Y esos tiempos también iban de la mano con demasiada rapidez, empujando a Valente por senderos no previstos, llenos de riesgos y peligros con los que coqueteó hasta su muerte. Porque Valente estaba buscando la muerte a como diera lugar, no importando si era dentro o fuera del ruedo. Su danza de la muerte en el filo de la navaja cortó sin miramiento alguno esa acelerada carrera quedando acéfala toda esperanza, dejando en el abandono a Belmont y Mejía, que a contrapelo de aquella tarde histórica, donde Gaona y Belmonte, al grito de “¡Los dos solos. Los dos solos!” parecían irse por delante, cuando el que así lo logró fue “Joselito”, esto se convirtió en otro significado, y “los dos solos” se quedaron solos, puesto que no consiguieron remontar el enorme reto que construyó como un empeñoso arquitecto el desparecido Valente. Ernesto desapareció, y Manolo se mantuvo inestable e incierto, al grado que una tarde tuvo el atrevimiento de proclamarse como el Nº 1, distintivo que causó costos irreversibles en su ya agónica carrera, precipitándose como un ave herida en el vuelo. No tuvo la capacidad de soportar el enorme peso con el que surgió junto a Valente y Ernesto.

   Y es que Valente Arellano comprendió en la levedad del tiempo ya no digo como un todo; sino el infinito que poco más tarde estalló, apagándose con la misma rapidez con que apareció. Valente Arellano, convocado por dioses quienes se privilegiaron de su efímera compañía, es auténtico propietario de un capítulo irrepetible en la tauromaquia de nuestro país. ¿Habrá al menos alguien ya no tanto que lo supere sino que lo iguale?

   Están por cumplirse 30 años desde que inició aquella gesta y no ha ocurrido algo semejante. ¿Cuántos años más tendrán que pasar para volver a vivir de manera tan intensa el toreo? ¿Cuándo surgirá otro Valente Arellano?

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DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. MANOLO MARTÍNEZ: IN MEMORIAM.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 ME JURÉ QUE YO IBA A SER NO SÓLO TORERO, SINO EL MEJOR TORERO DEL MUNDO: MANOLO MARTÍNEZ.

    Manolo Martínez pertenece a la inmortalidad desde el 16 de agosto de 1996, al abandonar este mundo luego de haber logrado uno de los imperios taurinos más importantes del agonizante siglo XX.

   Su sola presencia alteraba la situación en la plaza, y como por arte de magia, todos aquellos a favor o en contra del torero revelaban su inclinación.

   Parco al hablar, dueño de un carácter enigmático, adusto, con capote y muleta solía hacer sus declaraciones más generosas, conmoviendo a las multitudes y provocando un ambiente de pasiones desarrolladas antes, durante y después de la corrida.

   En sus inicios como torero, el regiomontano Manolo Martínez, comparte una época donde la presencia de «Joselito» Huerta o Manuel Capetillo determinan ya el derrotero de aquellos momentos. Dejan ya sus últimos aromas Lorenzo Garza y Alfonso Ramírez «Calesero». Carlos Arruza recién ha muerto y su estela de gran figura pesa en el ambiente.

   En poco tiempo Manolo asciende a lugares de privilegio y tras la alternativa que le concede Lorenzo Garza en Monterrey  inicia el enfrentamiento con Huerta y con Capetillo en plan grande, hasta que Manolo termina por desplazarlos.

    Su encumbramiento se da muy pronto hasta verse solo, muy solo allá arriba, sosteniendo su imperio a partir de la acumulación de corridas y de triunfos. Pronto llegan también a la escena Eloy Cavazos, «Curro» Rivera, Mariano Ramos y Antonio Lomelín con quienes cubrirá la etapa más importante del quehacer taurino contemporáneo.

Col. del autor.

    Hombre solitario, artista capaz de dar rienda suelta a sus emociones internas. Manolo Martínez quien con su peculiar forma de ser en el ruedo creaba un ambiente propicio para las «pasiones y desgracias», que dijera el gran poeta Miguel Hernández.

   En la plaza, el público, impaciente, comenzaba a molestarlo y a reclamarle. De repente, al sólo movimiento de su capote con el cual bordaba una chicuelina, aquel ambiente de irritación cambiaba a uno de reposo, luego de oírse en toda la plaza un ¡olé! que hacía retumbar los tendidos.

   Para muchos, el costo de su boleto estaba totalmente pagado. Con su carácter, era capaz de dominar a las masas, de guiarlas por donde el regiomontano quería, hasta terminar convenciéndolos de su grandeza. No se puede ser “mandón” sin ser figura.

   No es mandón el que manda a veces, el que lo hace en una o dos ocasiones, de vez en cuando, sino aquel que siempre puede imponer las condiciones, no importa con quién o dónde se presente. (Guillermo H. Cantú).

   El diestro neoleonés acumuló muchas tardes de triunfo, así como fracasos de lo más escandalosos. Con un carácter así, se llega muy lejos. Nada más era verle salir del patio de cuadrillas para encabezar el paseo de cuadrillas, los aficionados e «istas» irredentos se transformaban y ansiosos esperaban el momento de inspiración, incluso el de indecisión para celebrar o reprobar su papel en la escena del ruedo.

   Manolo también es un ser humano, de “carne, hueso y espíritu” al que le tocó protagonizar un papel hegemónico dentro de la tauromaquia mexicana en los últimos 30 años de nuestro siglo XX.

   Manolo Martínez procedía de una familia acomodada. Nace el 10 de enero de 1947 en Nuevo León. Sobrino-nieto del presidente constitucionalista Venustiano Carranza, mismo que, de 1916 a 1920 prohibió las corridas de toros en la ciudad de México, por considerar que

…entre los hábitos que son una de las causas principales para producir el estancamiento en los países donde ha arraigado profundamente, figura en primer término el de la diversión de los toros, en los que a la vez que se pone en gravísimo peligro, sin la menor necesidad la vida del hombre, se causan torturas, igualmente sin objeto a seres vivientes que la moral incluye dentro de su esfera y a los que hay que extender la protección de la ley.

   Su padre, el Ingeniero Manuel Martínez Carranza  participó en el movimiento revolucionario, para lo cual se unió a las filas del Ejército Constitucionalista, llevando el grado de Mayor.

   A su madre, doña Virginia Ancira de Martínez le hizo pasar tragos amargos, porque Manuel, desde un principio dio muestras de rebeldía, integrándose a la práctica de la charrería que combinaba con sus primeros acercamientos al toreo, gracias a que su hermano Gerardo contaba con una ganadería, no precisamente de toros bravos.

   Todo esto motivó el rechazo familiar. El colmo es cuando anuncia que deja los estudios de veterinaria en la Facultad de Ingeniería del Tecnológico de Monterrey para cumplir con su más caro deseo: hacerse torero.

   “Déjenle que pruebe sus alas y sus ilusiones…” dijo doña Virginia a la familia. Y antes de partir a los sueños impredecibles, le advirtió a Manuel: “Ve, anda, si quieres ser torero, demuestra tu valor. Si no eres el mejor, regresa al colegio. Recuerda que en esta casa no hay cabida para los mediocres…” Tales palabras sonaron a sentencia en los oídos del joven, que ya no tenía más voluntad que la de convertirse en una gran figura del toreo.

   A pesar de que no había problemas económicos en la familia Martínez Ancira, Manuel se marchó empezando sus correrías sin más ayuda que su deseo por verse convertido en “matador de toros”. Puede decirse que a partir del domingo 1º de noviembre de 1964, tarde en la que triunfó   en la plaza de toros AURORA, comienza a bordar el sueño que lo obsesiona. Nace así, la gran figura del toreo mexicano.

   No sólo enfrentó el peligro ante los toros, sino también en otras circunstancias como tomar una motocicleta y buscar los caminos más difíciles y sinuosos. Pilotear una avioneta y describir piruetas en el aire ante el asombro de muchos.

    Corto de palabra, reducía sus diálogos a unos cuantos monólogos o a unas cuantas respuestas, pero era como artista, una fuerza poderosa e indescriptible que lentamente nos demostraba sus interioridades y los hilos de comunicación se entrelazaban en un diálogo estentóreo, misterioso que conmocionaba los cimientos de cualquier plaza, causando un caos de emociones fuera de sí.

   Consagrado sufrió serias cornadas, siendo la de BORRACHON, de san Mateo la que lo puso al borde de la muerte, dada la gravedad de la misma.  Fue un percance que alteró todo el ritmo ascendente con el que se movía de un lado a otro el gran diestro mexicano.

   De hecho, la muerte casi lo recibió en sus brazos, de no ser por la tesonera labor del cuerpo médico que lo atendió. Tal herida causó un asentamiento de firmeza en el hombre y en el torero. Se hizo más circunspecto y calculador. De ahí probablemente su altivez, pero, al fin y al cabo una altivez torera.

   Como figura fue capaz de crear también una serie de confrontaciones entre sus seguidores, que eran legión y los que no lo eran, también un grupo muy numeroso. Su quehacer evidentemente estaba basado en sensaciones y emociones, estados de ánimo que decidían el destino de una tarde. Así como podía sonreír en los primeros lances, afirmando que la tarde garantizaba un triunfo seguro, también un gesto de sequedad en su rostro podía insinuar una tarde tormentosa, tardes que, con un simple detalle se tornaban en apacibles, luego de la inquietud que se hacía sentir en los tendidos.

  Ese tipo de fuerzas conmovedoras fue el género de facultades con que Manolo Martínez podía ejercer su influencia, convirtiéndose en eje fundamental donde giraban a placer y a capricho suyos las decisiones de una tarde de triunfo o de fracaso.

   Era un perfecto actor en escena, aunque no se le adivinara. De actitudes altivas e insolentes podía girar a las de un verdadero artista a pesar de no estar previstas en el guión de la tarde torera.

  Pesaba mucho en sus alternantes y estos tenían que sobreponerse a su imagen; apenas unos movimientos de manos y pies, conjugados con el sentimiento, y Manolo transformaba todo el ambiente de la plaza.

Col. del autor.

     Quienes estamos cerca de la fiesta, debemos despojarnos de la camisa de las pasiones y de los alegatos sin sentido, para ir entendiendo la misión de uno de los más grandes toreros mexicanos.

    Su proyección hacia otros países también deja una honda huella que se reconoce perfectamente, a pesar de las posibles omisiones, su obra queda inscrita en el universo taurino.

   La tauromaquia de Manolo Martínez es una obra soberbiamente condensada de otras tantas tauromaquias que pretendieron perfeccionar este ejercicio. Sus virtudes se basan en apenas unos cuantos aspectos que son: el lance a la verónica, los mandiles a pies juntos y las chicuelinas del carácter más perfecto y arrollador, imitadas por otros tantos diestros que han sabido darle un sentido especial y personal, pero partiendo de la ejecución impuesta por Martínez.

   En el planteamiento de su faena con la muleta, todo estaba cimentado en algunos pases de tanteo para luego darse y entregarse a los naturales y derechazos que remataba con martinetes, pases de pecho o los del «desdén», todos ellos, únicos en su género.

   La plaza era un volcán de pasiones, cuyas explosiones se desbordaban en los tendidos, hasta que el estruendo irrepetible de cien o más pases dejaba a los aficionados sin ya más fuerzas para agitar las manos después de tanto gritar.

   Capote y muleta en mano eran los elementos con que Manolo Martínez se declaraba ante la afición. Lo corto de sus palabras quedaba borrado con lo amplio y extenso de su ejecución torera.

   El toreo es un arte efímero, pero gracias a la memoria podemos retenerlo  y evocarlo a lo largo de la vida. Las faenas realizadas por Manolo Martínez son muchas, todas ellas, de una u otra forma recreadas por sus seguidores y correligionarios.

   El solo hecho de que la afición lo recuerde acudiendo a infinidad de corridas, es la mejor forma en que su testimonio como torero se fortalece cada día.

   Manolo Martínez cimentó durante todo su recorrido profesional la imagen que nos dejó, ahora perdura sólo el recuerdo del gran torero olvidando rencillas y rencores inclusive entre sus más declarados enemigos.

   Hombre de contrastes y de situaciones extremas podía alcanzar la gloria pero tambalearse en el fracaso. Era, a fin de cuentas una actitud asumida por los grandes artistas, por los genios que no se conforman con simples apuntes de una obra que pretenden mayor.

    Sus triunfos, pero también sus fracasos como torero dejaron huella. Es decir, hablamos de los extremos, del bien o del mal, del amor o del odio, de la vida o la muerte. Manolo supo forjar momentos de grata memoria, pero también de aciaga condición.

   Como todo gran torero, España fue otra meta a seguir. En 1969 logra sumar 49 actuaciones a cambio de tres cornadas que le impidieron llegar probablemente a las 80 corridas. El espíritu de conquista se dio con Manolo, puesto que logró convencer a la  exigente afición hispana. España es un terreno difícil de conquistar por parte de extranjeros que intentan izar su bandera junto a la nacional que ondea en todas las plazas de la península.

   La pasión de los toros…, según Manolo Martínez lo lleva a entregarse a una de las ambiciones de todo gran torero: dedicarse a la crianza de toros bravos. Es por eso que movido por sus deseos funda en 1976 allá, en el rancho de Guadalupe, municipio de Llera, Tamaulipas, su propia ganadería, destinando para ello simiente de Garfias, san Martín, Torrecilla, Valparaíso, lo que marca la influencia total de SAN MATEO, alma esencial de la ganadería mexicana en nuestro siglo XX.

   Se involucró tanto en esta actividad que al mismo tiempo que logró un ganado con estilo propio, apoyó también a los principiantes, en quienes puso todo su empeño, al grado de que Enrique Espinosa “El Cuate” gozó de las recomendaciones del “maestro”, quien en todo momento confió en este muchacho.

   En México, otros grandes toreros han dedicado su tiempo a la ganadería obteniendo grandes triunfos. Allí están Lorenzo Garza, Fermín Espinosa “Armillita chico”, Carlos Arruza, “Joselito” Huerta y otros.

   Y Manolo no era el hombre dedicado en cuerpo y alma a su profesión. Era hombre de sentimientos y el 9 de mayo de 1969 se casó con Bertha Asunción Ibargüengoitia Cortázar, emparentada con ganaderos de reses bravas fundamentales en el quehacer taurino mexicano.

   Con el tiempo los hijos fueron llegando: Bertha, Manuel Fernando y Mónica. La familia Martínez-Ibargüengoitia gozaba de los pocos días que Manolo no tenía comprometidos para torear. En esa intimidad, el señor Manuel Martínez Ancira hallaba refugio, amor y cariño.

   Qué difícil condición la de ser torero cuando se llega tan alto. Ahora comprendemos en su exacta dimensión el papel desempeñado por uno de los grandes en el toreo mexicano: MANOLO MARTINEZ.

   Manolo el hombre,  la figura que, enfundada en el hábito de los toreros -el majestuoso traje de luces-, nos legó multitud de recuerdos que hoy nos causan emoción.

   He aquí un pequeño rasgo de la majestad torera, del sentido humano alcanzados por el mejor torero mexicano de los últimos tiempos:

 MANOLO MARTINEZ.

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