POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
1676. Nuevos datos que proporciona Antonio de Robles en su Diario de Sucesos Notables:
-Se pregona se bata moneda de oro y de que saliesen todos los ministros dela Casadela Monedaa caballo; hubo muchos arcos y atabales (23 de mayo).
-Toros por la entrada del rey en el gobierno (6-21 noviembre).
-Máscara de caballeros (25 de noviembre).
-Fiesta de los gremios por la entrada de S. M. al gobierno (8 de diciembre).
De ese modo, Antonio de Robles ya registra en su “Diario de Sucesos Notables” las celebradas en diciembre de 1676, fecha muy temprana, pero que ya revela un bien organizado espectáculo, donde participan lo mismo las instituciones religiosas que las del gobierno en una muy bien articulada estructura. Allí estaban los múltiples gremios, destacando el de los plateros.
Las fiestas extraordinarias o excepcionales respondían de inmediato a la sola llegada de los influjos del mandato monárquico, haciendo de la fiesta un festejo solemne y suntuoso, pues tanto el virrey como el arzobispo comenzaban un despliegue organizativo en mancomunión con todas las autoridades políticas y religiosas. De aquella jerarquía se pasaba a la meramente administrativa, haciendo suyos los compromisos tanto el Cabildo Eclesiástico como el Ayuntamiento, mismos que iniciaban también el ensanchamiento respectivo. Por ello, creo conveniente traer hasta aquí, uno más de los datos que están integrados en mi trabajo: Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI, que actualmente ya contiene cerca de 1,700 poemas.
LOS FESTEJOS QUE LA CIUDAD DE MÉXICO RINDIÓ A CARLOS II CON MOTIVO DE SU ENTRADA EN EL GOBIERNO EN 1676.
El Pbro. Br. D. Ignacio de Santa Cruz Aldana, fue uno de los varios autores que dejaron testimonio de las fiestas celebradas en 1676, por motivo de la asunción al trono del borbón Carlos II, fundamentalmente en la capital de la Nueva España.De las Reales fiestas en la exaltación de D. Carlos II, tenemos el siguiente ejemplo publicado en
Reales fiestas en la exaltación de D. Carlos II.
Va de romance de chanza,
que en asunto tan festivo
es burla escribir de veras
(fuera de burla lo digo).
Aquí con nuestro Anastasio
los que al Helicón[1] subimos
a caza de gangas siempre,
valerosos Gongorinos!
Con quien me entiende, me entiendo,
que esta vez Pantaleonizo,
poeta de buen humor,
no colérico, sanguíneo…;
…Y tú, cristal de Hipocrene,
espejo en quien yo me miro,
haz que en mi abono el Pegaso[2]
dé el poético relincho.
al Parnaso, pues, me acojo,
y a la escuela de Apolillo,
o a la amiga con las Nueve
ponerme quiero a pupilo.
Erase, pues, que se era
de Noviembre a veinticinco
una noche y estos versos,
ella helada y ellos fríos,
cuando solamente un tlaco
de Luna (que es cuarto Indio)
el hemisferio alumbrada,
que estaba de luz mendigo.
Tan escura noche era,
que –temiendo dar de hocicos-
aun los Planetas errantes
andaban con gomecillos;
si no es ya que a sueño suelto,
en sus casas recogidos,
en su Apogeo roncaba
cada cuál en su Epiciclo.
La boca de lobo, calle
con esta noche su pico,
y de obscuridad el culto
no diga: este verso es mío.
De aquéllas que ni las manos
se ven (como alguno dijo),
en que no paros somontes
eran los gatos, más tintos.
Claro está que con mil hachas
se ha esta noche esclarecido:
¿No está claro, cuando por
contarlas me despabilo?
Empiezo, pues, mi máscara
(perdóneme el libro quinto)
y mi más amada empiezo,
(que soy poeta muy fino);
en que la gran providencia
del que es más sabio que Ovidio[3]
de más cara en más barata
el metamorfosis hizo.
Aquí de las Aganipe[4]
vuelvo a implorar el auxilio
que me azoga asunto tanto
a ley de engrasado indigno.
El que a la Real imagen
virrey retrata tan vivo,
que es su segunda persona,
así como te lo pinto;
de cuyo feliz gobierno
-segundo Atlante[5] que admiro-
de este nuevo mundo los
dos Polos están asidos;
Fénix[6] raro en cuya pluma
renace la de Augustino,
ribera en quien yo me hallo
del gran Teseo[7] el asilo;
juez tan justo, y tan atento
a este proceso infinito,
que en costas ha condenado
tan solamente al velillo,
que toda viviente salga
con su negro vestidico
ordena, excusando gastos;
bien haya, amén, tal arbitrio.
. . . . . . . . . .
No hay hombre cuerdo a caballo,
dice aquel adagio antiguo;
y todos aquesta noche
son locos de buen juicio.
Los Cristianos caballeros,
ya los borrenes proscritos,
los fustes bridones truecan
por los jinetes Moriscos.
Precisándose van de airosos,
y –poco desvanecidos-
no los aplausos les hacen
el que pierdan los estribos.
Los caballos generosos,
ni andaluces ni castizos,
son del Betis hijos-de-algo:
Porque del aire son hijos.
alazanes y zebrunos,
rucios, rodados, morcillos,
grullos, cabezas de moro,
canelas, bayos, mohínos,
aceiteros, naranjados,
castaños, zainos, tordillos,
sahonados, azulejos,
overos y remolinos.
Nombres son de albeitería
(vea, quien quisiere, los libros,
que Calvo y Reyna no erraron
aunque herrar era su oficio).
Los jinetes, pues, bizarros,
a los caballos ariscos
no son lerdos en picarlos,
que matándolos van vivos.
Pasaron de dos en dos
estos Géminis crecidos,
Cástor y Pólux[8] adultos
(que éste no es juego de niños).
Como atendidos se ven
de su Apolo Ciparisos,
camparon alegres hoy
hechos de oro pinitos.
Tiernos escuchan el eco,
y hoy –que se oyen aplaudidos
de más de una Ninfa[9]– son
enamorados Narcisos.[10]
A fuer de su sangre ilustres
parecen a los jacintos,
y a los Adonis[11] hermosos
a fuer del duro colmillo.
(¡A culto me meto! Fuera
del obscuro Laberinto
me salgo: quédese sólo
el fiero Tauro de Minos.)
Digo, pues, de los Montados
lo bizarro y lo jarifo,
lo donairoso y galán,
por cierto muy buen aliño!
Piernas hacen de jinetes,
a sus botas atenidos,
de ámbar precioso adobadas,
(yo me atengo a las de vino).
Cada cual a su rocín
las espuelas prende altivo
cual si fueran alfileres,
(tan bien tocados los miro).
Cuatro colores les da
hoy el Príncipe propicio
con providencia, por que
no vayan descoloridos:
Del mismo Cielo el azul,
y lo blanco del armiño,
lo anteado, y lo encarnado,
porque les venga nacido.
De las libreras costosas
que en la Máscara han salido,
como mal Sastri-Poeta
no acierto a coger el hilo;
que es antigua vanidad
de nuestro Español capricho,
que quien es su dueño diga
de los pajes el vestido.
No el oro rico de Arabia,
ni la púrpura de Tyro,
ni de Ceilán el rubí,
ni la esmeralda de Quito,
echó menos el deseo;
que lo más preciso y rico
entre los demás crïados
aquesta noche ha servido…[12]
A la mitad de este romance apareció la alusión de ya los borrenes proscritos; y viene al caso porque, aligeradas las sillas de montar, sin las almohadillas de tal nombre, y dispuestas a la jineta modo o escuela tan acostumbrado en México, en aquella Nueva España del XVII, y que tanto sirvió para efectuar los famosos juegos de cañas y hasta con tal método –a la brida-, se corrieron toros.
De nuestro autor dijo alguna vez Beristain de Souza que fue literato y virtuoso, natural de México, beneficiado de las Minas de Tezicapan, y en 1667 Capellán de San Lorenzo de México. En cuanto al Romance recogido, el tema es lo de menos, y lo de más el chispeante floreo de ingeniosidades, circunloquios y juguetones paréntesis… Cástor y Pólux…, son los Astros benévolos… dela Monarquía Española.
En alguna otra parte del trabajo hemos acudido a la marcadísima influencia que Luis de Góngora y Argote provocó creando un influjo determinante en la cultura literaria del México novohispano. Gongorismo era el pan nuestro de cada día para los diferentes autores que se veían influidos por el cromatismo de su poesía. En 1640 –por ejemplo-, la huella de la poesía aparece definitiva, ya no tímida o aislada, sino patente y constante. María Estrada Medinilla, en su Relación de la feliz entrada en México… del Marqués de Villena, hacía por entonces una explícita profesión de fe culterana, eso sin mencionar el corte totalmente gongorino del poema:
…epítetos vulgares
no son para las cosas singulares
Los diferentes títulos atribuidos a sus partidarios como Príncipe Castellano; Apolo cordobés; Príncipe de los líricos de España, es una muestra clara de que sus versos, de que su escuela también, invaden el ambiente de Lope y Quevedo; de Jacinto Polo, Pantaleón Ribera y Calderón, durante casi todo el siglo XVII.
En tal influencia no vemos sino lo retórico, mezclado con una serie de funciones como los cultismos sintácticos, hipérbaton, fórmulas estilísticas, simetría bilateral, perífrasis y alusis, metáfora e imagen.
[1] Ángel Ma. Garibay K: Mitología griega. Dioses y héroes. México, 5ª edición, Editorial Porrúa, S.A., 1975. XV-260 p. (“Sepan cuantos…”, 31)., p. 117.
Helicón: montaña de Beocia, la más alta de c. 1890 ms. Se halla entre el golfo de Corinto y el Copais. Tiene en su cumbre un santuario a las Musas, en una de las cañadas superiores.
Abajo está Ascra, patria de Hesiodo. Está la fuente de Hipocrene, que brotó a una coz de Pegaso, y que es la fuente de inspiración para los poetas.
[2] Pegaso: caballo alado, nacido de la sangre de Medusa. Un estudio profundo al respecto de este solo tema, lo aborda Guillermo Tovar de Teresa en: Pegaso o el mundo barroco novohispano en el siglo XVII. México, Editorial Vuelta-Ediciones Heliópolis, 1993. 99 p. Ils.
[3] Ovidio: poeta romano.
[4] Garibay K.: Mitología griega…, op. cit., p. 30.
Aganipe: hija del río Permeso, ninfa de las aguas. Era la que custodiaba la fuente que de ella tomó nombre en el monte Helicón, y que era el sitio de reunión muy grato a las musas.
[5] Atlante o Atlas: gigante hijo de Júpiter que por haber ayudado a sus compañeros contra su padre fue condenado a soportar al mundo en sus espaldas.
[6] Fénix: la famosa ave que se incendiaba y renacía.
[7] Teseo: príncipe griego que venció al Minotauro.
[8] Cástor y Pólux: Los dióscuros, hijos de Zeus y de Leda.
[9] Ninfas: diosas de las aguas y los bosques.
[10] Narcisos: hijo del río Cefiso, de tan notable belleza, que se enamoró de su imagen.
[11] Adonis: griego amado por Venus, modelo de la belleza juvenil.
[12] Ib., p. 154-156. De la Relación de las Reales Fiestas por los Felices Años de Carlos II…, del Pbro. Br. D. Ignacio de Santa Cruz Aldana México., Hereds. De Juan Ruiz, 1677.