POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
A unos días de que se presenten dos fechas entrañables para evocar a nuestros muertos, bien vale la pena traer hasta aquí, algunas muestras del saber popular que se han visto traducidas en “calaveras, calaveras taurinas”, cuartetos, quintetos o sextetos cuyo sentido cáustico, como apuntaba en la ocasión anterior, más que doloroso, refiere una supuesta pérdida del o los personajes en cuestión, justo bajo aquella sentencia que José Zorrilla escribiera algún día, como sigue: “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud…” La pieza escogida, se remonta al año 1888 y lleva como título:
SEGUNDA CALAVERA TAURINA
DE LA NUEVA ESTUDIANTINA.
A la jota jota
vivan los toreros
viva la cuadrilla
de banderilleros.
A la jota jota
vivan los amores,
viva la cuadrilla
de los picadores.
A este toro delgado cual espina,
hoy lo viene a torear la estudiantina.
Aunque a este toro le toquen
flauta, pandero y la viola,
ha de morir en sus cuernos
la estudiantina española.
Y al son de una jota
que gusto les da.
Los manda a toditos
a la eternidad.
Al otro mundo se irán
con bandurrias y panderos,
donde alegres cantarán
la jota de los toreros.
Y al toro embolado
en la eternidad,
capearán contentos
con serenidad.
Y sintiendo grandes miedos
por este toro matero,
hacen venir al torero,
hacen venir al torero
Diego Prieto, Cuatro Dedos.
Y haciendo recortes
y con buenas capas,
procura cortarle
al toro las patas.
Mas no le podrá valer
el ser un diestro atrevido,
que calavera ha de ser
aunque valiente haya sido.
Porque este torito
aunque es puro hueso,
al fin le hará dar
el grande volteo.
Que aunque parece por flaco
víctima del matrimonio,
este toro en el infierno
ensartó al mismo demonio.
Y por eso el diablo
que es hombre ladino,
a habitar el mundo
corriendo se vino.
Y para poder librarse
de suerte aquesta tan negra,
se metió dentro del cuerpo
de mi endemoniada suegra,
le prometo un cirio
a San Cayetano,
el día que a mi suegra
vea en el camposanto.
Haciendo cuentas cabales
y sin fijarse en quimeras,
al fin todos los mortales
hemos de ser calaveras.
Y todos diremos
se acabó la fiesta,
al dar en la tumba
la gran voltereta.
Ni curas ni sacristanes
de la muerte han de escapar,
que con sotana y ciriales
al gran hoyo han de ir a dar.
Y juntos ya todos
armando chacota,
cantarán alegres
la española jota.
Y entre tanto este torito
va por el aire que zumba,
despachando sin piedad
a todo el mundo a la tumba.
Y alegre y contento
se irá a descansar,
cuando no haya nadie
a quien despachar.
Se muere la que es bonita
y también el que es valiente,
el cura se ha de morir
y también el presidente.
De esto no se escaparán
ni los perros ni los loros,
ni Don Ponciano que mata
de una estocada a los toros.[1]
[1] México.-Imprenta Santa Teresa núm. 1.-México.