EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Vuelve con nosotros, luego de unas merecidas vacaciones nuestro “colaborador” Antonio de Robles, quien, con su DIARIO DE SUCESOS NOTABLES (1665-1703) va a encargarse de seguir dando cuenta de diversos acontecimientos relacionados ahora con el año de

 1680

 -Dedicación nueva capilla de Nuestra Señora de Loreto (5 de enero)

-Día dela Epifanía, misa, sermón y mucho concurso (6 de enero).

-Dedicación en San Felipe Neri de una colateral (29 de enero).

-Fiesta dela Universidad(18 de febrero).

-Fuegos, hachas, luminarias (5 de abril)

-Fiesta en San Agustín (28 de agosto).

    Por cuanta noticia nos proporciona, se entiende que en cada una de ellas, aunque no hay una mención precisa de los hechos taurinos como tales, pero la circunstancia y razón festiva fue suficiente motivo para que, en el contexto de esas seis noticias, hubiese toros como parte no sólo de un patrón de comportamiento, sino como la manera convencional en el que la o las fiestas representaban suficiente pretexto para generar estos hechos. Además, algunos otros autores engrandecen, con sus “relaciones de sucesos” la magnificencia de esas y otras conmemoraciones, destacando la que aparece al final de esta pequeña nómina. Es decir, la obra de Carlos de Sigüenza y Góngora:

 Alonso Carrillo y Albornoz. Descripción en verso, de la celebridad con que entró en México su nuevo virrey el Excmo. Sr. Conde de Paredes. México, 1680.

 Diego Ribera. Festiva pompa con que se celebró en México el nuevo patronato del ínclito patriarca San José. México, 1680.

 Juan Antonio Ramírez Santibañes. Pierica narración de la plausible pompa con que entró en… México, el… conde de Paredes… México: Francisco Rodríguez Lupercio, 1680, y

 Carlos de Sigüenza y Góngora. Glorias de Querétaro. México: Vda. De Bernardo Calderón, 1680. (Contiene también Primavera indiana).

    En la revisión hecha a esta obra,[1] se puede tener una idea de lo que, a los ojos del autor, entre otras obras de La libra astronómica y filosófica… representó aquel importante acontecimiento. Veamos.

   Es una completa descripción de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Santiago de Querétaro, destacando desde un principio que se trata de “una de las más hermosas, grandes, opulentas, floridas y agradables…” Ningún lugar ni detalle escapan a sus apuntes, como es el caso de la “famosísima obra de la cañería y arcos por donde viene el agua limpia a la Ciudad…”

   Gloria es de Querétaro… afirmó una y muchas veces en elogiosa exaltación nuestro autor los prodigios de dicha ciudad y el afán de muchos prohombres –en lo religioso o lo civil- que la fueron constituyendo con sus bienes, donaciones, aportaciones e ideas arquitectónicas hasta darle el lustre que alcanzó por aquellos años culminantes del siglo XVII.

Facsímil de la obra de Sigüenza y Góngora. En: José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2)., p. 64.

    En esta obra se vuelca el barroco en términos literarios, destacando el que fue leitmotiv de las susodichas fiestas: la devoción de María Santísima de Guadalupe y la manera en que se introdujo, indicando que para el efecto se pusieron en marcha las obras para levantar una iglesia suntuosa, a expensas de D. Juan Caballero y Ocio, Clérigo Presbítero y su posterior dedicación que se materializó en fiestas. Tal hecho ocurrió el doce de Mayo y de ahí, en adelante fue necesario ocupar otros tantos días más para continuar con los festejos, que no eran poca cosa por aquel entonces. La víspera hubo iluminación con candilejas y mecheros por todas las calles, se quemaron fuegos artificiales, entre cuyas figuras no faltaron los toros. Vino el repique de todas las campanas, acompañadas de multitud de tambores, clarines y chirimías, así como la representación de una Máscara por los indios de dicha jurisdicción que se confundían entre “chichimecos montaraces y otros bárbaros representantes que “horrorizaban a todos con algazaras y estruendos”. Aparecieron de pronto los carros triunfales mientras en otros puntos la puesta en escena con fondo musical y todo permitía desarrollar un auténtico “Tocotín Mexicano”, ostentosa representación de la “lucha” simbólica entre indios y españoles hasta que, finalizado el día, nuevamente se desplegaron los fuegos de artificio. Antes de las corridas de toros, también se representaron comedias (como la del Príncipe de Fez), certámenes poéticos, se lucieron algunos personajes con largos y cesudos sermones y así, el “programa” se repitió o enriqueció. Sin embargo:

Proviene de la obra que, en 1803, publicó el Br. D. Joseph María Zelaa e Hidalgo. Véase nota 1 a pie de página.

 Aún todavía le restaba a la fiesta su complemento, porque aún no habían pasado el Lunes y el Martes de la semana siguiente, en cuyas dos tardes hubo dos Corridas de Toros, cuyas circunstancias no me ha parecido justo el que aquí se omitan. Fabricóse el Circo en la Plazuela de San Francisco, siendo de Don Juan Caballero cuanta madera fue necesaria para fabricar los tablados, los que se ocuparon con muy selecto concurso, sobresaliendo entre todos el que se destinó para el Noble Ayuntamiento de esta Ciudad y para toda la Congregación de Presbíteros Seculares de nuestra Señora de Guadalupe, con otras personas de distinción, a quienes festejó el generoso Caballero con cuantos agasajos costosos suelen ser ordinarios en estas tardes. En una y otra admiró la curiosidad el que todos los toros que se lidiaron fueran tan iguales en el color y las pintas, que no se diferenciaban en lo más mínimo los unos de los otros: fue esta una circunstancia que se arrebató los aplausos, y que pudo conseguir D. Juan Caballero en la multitud de ganado que poseía en sus Haciendas. Los Toreadores desempeñaron su oficio con toda perfección y magisterio.

Disponible noviembre 25, 2011 en: http://www.implanqueretaro.gob.mx/pdf/antecedenteshistoricos

 Este mismo Caballero, que en todo se manifestó tan generoso, quiso en esta ocasión dar una nueva prueba de su generosidad y munificencia, mandando que ninguno de los Toros quedase en aquellas dos tardes con vida, y que todos se repartiesen en los Conventos Religiosos, en el Hospital, en la Cárcel, entre los Pobres, y que algunos de ellos quedasen en las calles, para que como bienes mostrencos fuesen del primero que les echase mano. Para sacar de la Plaza los Toros muertos, tuvo prevenido un hermoso tiro de cuatro Mulas con gualdrapas, guarniciones y cabezadas de grana, ribeteadas con franjoncillos de plata, que se acompañaron de plumeros, cascabeles y campanillas, las que gobernaron seis Lacayos con libreas proporcionadas; consiguiéndose aún en la menor de estas plausibles acciones, el que á beneficios de Don Juan Caballero se equivocase entonces Querétaro con la Imperial Corte de México, supuesto que nada se echó menos de lo que en ella se practica con pompa y con majestad, debiéndose a la liberalidad de un individuo solo lo que necesitaba de la solicitud de muchos para su complemento y su grandeza.

    Descripción y detalle, despliegue de un lenguaje propio de la época, son en esencia, parte de esta experiencia al contemplar, con la mirada de Sigüenza y Góngora parte de lo que resultaron aquellos “fastos” y que no podía ignorar, dada su naturaleza y dimensión, que así como los disfruté espero que ustedes tengan el mismo sentimiento.


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