CRUZADA CONTINUIDAD Y SEGURA PERMANENCIA DE LA DINASTIA SILVETI.

DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. ENTREGA Nº 24.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En la historia del toreo un conjunto de dinastías han sido representativas en el acontecer de este maravilloso espectáculo. Nada más mencionar algunas, mueve a las emociones y a los recuerdos. Los «Gallos», los «Bienvenida», los «Armillita» o los Silveti. Estos últimos se sostienen desde Juan Silveti mejor conocido como el «tigre de Guanajuato», «el hombre de la regadera», «el meco». También de Juan Silveti hijo, «el tigrillo» y en nuestro tiempo Alejandro y David del mismo apellido. Encontramos en estos cuatro personajes más que diferencias, enormes similitudes. Así como David sigue la expresión apolínea que impulsó su padre, Alejandro se acerca al espíritu dionisiaco del viejo Juan Silveti. Cruzada continuidad y segura permanencia de tan significativa dinastía.

Juan Silveti Mañon

    Evidentemente los cuatro  (con Diego, ya son cinco) Silveti son representativos del alma que satisface el gusto de la afición mexicana, tan aclimatada a las líneas del toreo-arte y del toreo-tregua.

   Todo torero es un artista y, por tanto, sometido al giro de los sentimientos, agobios, desesperaciones y soledades. Angustias y riesgo permanente del percance o de la muerte, porque así se concibe su quehacer, indefectiblemente. Es cierto, en nuestros días el riesgo se ha atenuado bastante, pero sigue estando tan presente que por tanto, no se le puede soslayar. La explicación anterior da un perfil de la torería en general así como de los Silveti en particular.

Juan Silveti Reinoso

    David, «el rey David» ha sufrido en carne propia graves postraciones (osteoporosis fundamentalmente). Tras la rehabilitación, lenta y dolorosa, es otro ser humano. Por supuesto, es otro torero por su aspecto renovado y hasta refinado también. Si el toreo era en sus manos arte, hoy lo ha llevado a una expresión más acabada que la afición termina por incomprenderlo, y me refiero a la capitalina que aún no le ha visto una tarde de verdadera apoteosis.

David Silveti Barry. Foto: Alfredo Florez.

    No podemos vituperar calificando al torero de apático. Es un ser humano como cualquiera de nosotros, solo que su voluntad trasciende a niveles que no cualquiera puede remontar. Es cierto que hay toreros que encubren o encapuchan su abulia o su descaro en esa «desazón» y solo van a la plaza para cobrar lo convenido con la empresa. El público, «el público, bien gracias».

Alejandro Silveti Barry

    David Silveti, específicamente nos referimos a él, es un torero que la afición espera (la paciencia puede cansarse) y toreros como Enrique Ponce o Manolo Mejía se han puesto por delante, en un sitio envidiable al que muchos aspiran y pocos llegan. Y si me apuran, pocos, unos cuantos, se sostienen.

Diego Silveti del Valle

    David es heredero de dos fuerzas importantes en el toreo, y en ningún momento el apellido es un sambenito o estorbo a sus pretensiones. Tiene una recia personalidad, y sabe mantener ese prestigio en la calle como paisano, o desde el patio de cuadrillas donde hay esencia, huele a torero, y va, como debe de ser, a por todas.

   ¡Que haya mucha suerte!

   Este texto, escrito en 1993, y puesto al día en este 2012, incluye, no podía ser la excepción al último de los exponentes de la saga Silveti: Diego, quien ha venido a posicionarse en sitio de privilegio apenas ha comenzado a andar por estos caminos y cuyo destino parece guiñarle el ojo con relucientes y prometedoras esperanzas. ¡Que así sea!

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