DESPUÉS DE MÍ, NAIDEN… DESPUÉS DE NAIDEN…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Cuando históricamente el propósito de la prensa es: exponer, atacar, defender, discutir, informar, opinar, distraer, recrear, anunciar, divertir, declarar, advertir, entretener, amenazar, educar, ridiculizar, convencer e instruir, y algunas acciones más que constituyen el poder de la palabra, la imagen y el discurso, tal y como lo propone Miguel Ángel Castro,[1] entiendo que este propósito, difícilmente se está cumpliendo a cabalidad hoy día en el gran abanico de posibilidades que ofrecen todos los medios de comunicación, tanto impresos, como en la radio, la televisión y también la internet. Los pocos referentes o modelos de PERIODISTAS, así, con mayúsculas tiene un bajo perfil y más si estos tienen detrás de su presencia la formación profesional.

   Lo anterior viene a colación luego de un análisis somero que he realizado al ver la gran oferta que se propone en el ámbito taurino, donde los “comunicadores en masa” (así, en minúsculas) han aparecido sin tasa ni medida. Además, si el objeto concreto de la prensa es una representación de la realidad y no un reflejo de la realidad, tenemos en consecuencia diversos mensajes que no corresponden con esa “realidad” a la hora de querernos enterar en una crónica, que vendría a ser el discurso concreto, de lo ocurrido en las plazas de toros. De igual forma, en término de “Editoriales” no tenemos prácticamente referencias que se conviertan en planteamientos serios y objetivos. Es más, me atrevería a afirmar que casi nadie tiene el propósito de escribir un texto de esta naturaleza, sobre todo por el hecho de lo que significa comprometerse a partir de sus dichos.

   Los últimos festejos ocurridos en la plaza de toros “México” han sido revisados, analizados y demás menesteres por una legión de comentaristas que a la alucinante oferta que ofrece la internet de plano hay que saber elegir a quien más confiable se considere. Quienes hacen crítica razonada son los menos y a veces desperdician sus espacios para la divagación. Cuando el propósito es acercarse a la verdad en un juicio templado y equilibrado, francamente se cuentan con los dedos en la mano. Esto puede ser patético o preocupante también porque entonces se producen islas de información y ello, aunque puede resultar benéfico a la fiesta, por otro lado le puede ocasionar males endémicos que resultan, a la hora de la curación un auténtico tormento.

   Los patrones de comportamiento en nuestros días no son los mismos que hace 30, 50 o 100 años. cada época ha tenido en su haber personajes emblemáticos que hicieron escuela, y al hacerlo, legaron un conocimiento que formó y ha formado generaciones de aficionados. Ahí están Carlos Cuesta Baquero, Carlos Quiroz o Rafael Solana. A ellos le siguieron Abraham Bitar, Alfonso de Icaza, Armando de María y Campos, Roque Armando Sosa Ferreyro, Carlos Septién García o Manuel García Santos. No puedo uno dejar de mencionar las escuelas o influencias de José Alameda, José Miñón y discutible o no, la de Paco Malgesto. Sin embargo, hoy día los nombres son tan escasos que, para no herir susceptibilidades no me referiré a ninguno de ellos. Que estamos en un país de libertades, que quien quiera y le plazca puede escribir o reflexionar sobre toros, también… Pero hombre, hay que hacerlo con el conocimiento de causa que esa razón exige. Que las crónicas del pasado, referente hoy día eran un despliegue de escritura, información general, amenidad y más, en nuestro tiempo se han sustituido por meros reportes, breves, mal escritos y sin idea clara de lo que nos quieren decir. Es lamentable también que los periodistas profesionales, de carrera sean bien pocos y esto en conjunto, produzca un panorama que no es optimista en lo más mínimo.

   En las diversas lecturas que se producen para encontrar no sólo algo que se parezca a lo que sucedió en la tarde reseñada, sino a quien lo hace en función de un ejercicio periodístico en que deben de alardearse conocimientos no sólo taurinos, sino generales, resulta que uno se encuentra con un panorama desolador. En ese sentido, hasta un reportaje gráfico que apareció hace poco en el portal “AltoroMéxico.com”, da una idea de que pudo haber prosperado en una auténtica denuncia y desarrollo del problema que representa el mercado en los tendidos de la plaza de Insurgentes, pero no se llegó a nada.

Disponible febrero 7, 2012 en: http://www.altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=11085

    Allí está por ejemplo esa otra cara de la realidad que vive México. No recuerdo, como ahora tal cantidad de vendedores en los tendidos de la plaza, y mucho menos de que no paren de hacer su negocio, esté o no el toro en el ruedo, cuando se supone que el reglamento lo prohíbe y además, como hasta hace algún tiempo, existían ciertos inspectores que hacían su labor, evitando con ello, que los comerciantes al interior del coso se movieran con demasiada libertad. El asunto sigue, y tanto que ya no nos sorprenderá de que en breve tengamos, al igual que sucede en lugares como la “Alameda Central” un verdadero catálogo de venta de alimentos, bebidas y baratijas. No faltará el globero, ni los charlatanes. Si usted quiere comprar un disco compacto original o pirata, lo tendrá a su alcance. Por ahí se acercará quien le ofrezca leerle la mano, o quien le venda juguetitos con luces muy atractivas.

    En todo lo anterior, ¿dónde caramba está la autoridad? Suficientes razones existen como para aplicar severas sanciones a la empresa, incluso hasta para cancelar su permiso, pero con esto vemos que empresa y autoridad están coludidos, de que les vale absolutamente un sorbete el público, pues en esta masa encuentran la verdadera razón de su negocio o sus intereses. Pero hay que recordarles a la empresa y a la autoridad, concretamente de la delegación Benito Juárez, y a la de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal que este es un espectáculo que requiere ciertos principios de funcionamiento. El toro se distrae de ver movimientos a la distancia, y si esos movimientos son constantes y no hay quien ponga un alto, se seguirán pidiendo cervezas mientras transcurre la lidia, y estas llegarán a la mano del cliente, no importa que el toro se encuentre en el ruedo, y no importa que se causen las molestias a otros asistentes que ni la deben ni la temen…

   Sin embargo estos no son los problemas de fondo. Lo que veo en todo lo dicho hasta aquí es la falta de un auténtico comunicador o periodista cuyos valores sean respetados y respetables en un medio que necesita con urgencia de ese tipo de personajes. Ya lo dije, no voy a dar nombres, pero puedo afirmar que de los otros, de tres, de seis o de diez por ejemplo… no se hace uno… O “como la yunta de Silao: tan malo el pinto como el colorao…”

   En eso hay una crisis de valores de la que muy pocos se dan cuenta. Me queda claro que nuestros referentes siguen siendo José Alameda y Paco Malgesto. Después de mí, naiden… después de naiden…

Es como el caso del imperio que dejó Manolo Martínez… Después de mí, naiden… después de naiden…

   Si hace muy poco se unieron hasta seis cadenas de radio para hacer un frente común, entiendo que esto es con objeto de mostrar todas las capacidades de conocimiento que tienen sus integrantes, pero hasta ahora ese aroma no se percibe por ningún lado. Entiendo también que por internet se hace una labor, pero vigilante que estoy de estas reacciones, no encuentro todavía a uno, sí, a uno que diga, este vale la pena. Espero no tenga que pasar mucho tiempo y que siga presente la llamada de atención o sentencia, como la lanzada por Rafael Guerra con aquello de que Después de mí, naiden… después de naiden…

 10 de febrero de 2012.


[1] Miguel Ángel Castro: “Una ojeada a una muestra de dos décadas de la prensa mexicana, 1856-1876”, en Celia del Palacio Montiel: La prensa como fuente para la historia. México, Universidad de Guadalajara. Ed. Porrúa-Conacyt, 2006, p. 73.

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