REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS. Nº 36. A MARIANA YAMPOLSKY…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    El caso de Mariana Yampolsky (Illinois, 6 de septiembre de 1925-ciudad de México, 3 de mayo de 2002) me recuerda el de otra paisana suya: Lee Burnett, mujeres norteamericanas que, al llegar a nuestro país en fechas muy parecidas, se dejaron seducir por el encanto de este pueblo, en el que todavía merodeaba aquella famosa frase de André Bretón sobre el hecho de que México significaba o representaba el surrealismo. Yampolsky de inmediato se fue a la célebre escuela de “La Esmeralda”. Burnett, nada más bajar del avión, se fue a ver a “Manolete”, asombro que se convirtió en el suficiente encanto para decidir su estancia definitiva.

   Mariana Yampolsky tuvo el privilegio de realizar una trayectoria como artista, para lo cual el grabado significó, en buena medida, su carta de presentación. Para 1948 ella y la cámara fotográfica se acercan de modo tan particular, que luego fueron inseparables.

La Jornada del 1º de abril de 2012. Cultura, p. 3 a.

    En ese sentido, ¿qué particularidad poseían las imágenes captadas por Mariana? Creo que, sin entrar en detalle, simple y sencillamente naturalidad y una clara espontaneidad, suficientes razones y significados para que sus placas pasaran a enriquecer diversas secciones culturales de otros tantos periódicos y revistas, pero sobre todo el privilegio de ser la ilustradora de al menos 15 libros, así como que, alrededor de su trabajo se montaron 50 exposiciones, participando en otras 150 en su condición de colectivas.

   La fotografía que acompaña esta sección, parece haber sido arrancada de un moderno y jaranero laberinto, localizado con toda seguridad, en Tlacotalpan, cuando en misteriosa huida, el “minotauro”, que no es otro que el tremendo cebú que podemos apreciar, escapó para ir a saludar a Ariadna, esa doncella que, al sentirse observada por la cámara, lo único que pudo resolver fue poner una carita de asombro desdeñoso. ¡Mira torito, si me embistes aquí traigo un delantal con el que puedo torearte y apaciguar tu furia! ¿Que puedo hacer el Tancredo? ¡Claro que sí, heme aquí…, ahora miro para allá y tú te quedas quieto como yo, que Mariana nos va a retratar!

   ¡Tu media luna no me espanta!

   Curioso conjunto, la sombra que la obra de ese muro a medio avanzar y a medio caer permite proyectar, y la presencia de esa “media luna” podrían convertirse en casual eclipse que la “doncella”, apenas una adolescente parece no tener mayor interés en observar. Ella, quizá esté buscando a su doncel, al Teseo que podría andar por ahí, en alguna embarcación, mientras conducen al resto del ganado por el río, en tanto transcurre la fiesta de la Candelaria en medio de arrebatado jolgorio y canto de décimas jaraneras y taconeo en el tablado, de donde salen tantas chispas, como estrellas que son el decorado de este alucinante encuentro, el de “La doncella y el toro” que Mariana Yampolsky convirtió en realidad. La vieja historia de Teseo y el Minotauro, con el hilo de Ariadna se trastocó, sin querer en una visión distinta y novedosa.

   Doncella: ¡Préstame tu delantal, que quiero torear por verónicas!

Desde aquí, mi sencillo homenaje a Mariana Yampolsky.

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