POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Eduardo Heftye Etienne ha tenido el gran detalle de invitarme a presentar, junto con Luis Ramón Carazo (así como con el cantante Oscar Chávez) y en ocasión tan especial, su trabajo el que es, a partir de esta noche, conocido de todos ustedes. Su tarea, nada fácil a lo que parece, fue llegar a un punto donde el solo tema del corrido y más aún del corrido taurino mexicano se convirtiera en suficiente razón como para materializarlo en un libro. En estos tiempos que correr verlo editado, se convierte en auténtica hazaña, sobre todo por el tema abordado que no deja de convocar a tirios y a troyanos. O lo que es lo mismo, a taurinos y antitaurinos.
El corrido, como muchas otras expresiones surgidas del imaginario popular, se pierde en la noche de los tiempos, y es que, para comprenderlo, tendríamos que poner nuestra mirada, por lo menos en los primeros años del siglo XIX, cuando se intensificaron los anhelos de independencia. En esos afanes, diversos sentimientos que surgían desde las entrañas del pueblo, empezaban a trascender dramas y tragedias. También los amoríos y hasta la aparición de algún héroe anónimo o que, con nombre y apellido, daban un aliento de esperanza que representaban un futuro mejor. Futuro que, por otro lado resultaba promisorio.
Precisamente, cuando iba dando forma a mi “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI” que hoy alcanza poco más de 1700 muestras, la presencia de corridos fue siendo cada vez más notoria, de ahí que fuera importante darle su justa dimensión. Por tal motivo, fueron apareciendo piezas que, de suyo representaban, en buena medida, los casos emblemáticos de muchos de los personajes que aparecen en Corridos Taurinos Mexicanos.
Es bueno mencionar el hecho de que fue posible la localización de un corrido-romance, el que escribió D. Terencio Higareda e Íjar en 1810, destinado a dar razón del “torero Marroquín” el cual, entre sus virtudes estaban las de matar con la espada a toros bravos, pero entre sus defectos los de matar a ciudadanos muchas veces indefensos en auténticas carnicerías, como fueron aquellos capítulos oscuros durante el curso del movimiento de emancipación. Para 1811, Marroquín se convierte en uno más de los reos de insurrección, mismos que fueron aprehendidos en Chihuahua, tal y como se consigna en la “Causa militar contra Miguel Hidalgo y Costilla” del mismo año.
Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que el corrido retomara, hiciera suyo nuevamente el tema de los toros, traducido en la difusión de tragedias como las Lino Zamora o también la de Bernardo Gaviño, dejando plasmado en diversas cuartetas no sólo la parte humana, sino la honda huella que dejaban en el pueblo, personajes de esta dimensión. Por fortuna, el corrido también contempló, en el caso específico de Ponciano Díaz lo notable de sus hazañas, aventuras y desventuras, no sólo en nuestro país. También en el extranjero, a donde el ídolo popular demostraba tarde a tarde porqué se convirtió en figura del toreo, al punto de que, entre 1877 y 1899 llegó a acumular hasta 657 actuaciones repartidas entre México, España, Portugal, Cuba y Estados Unidos.
Ya murió Ponciano Díaz
el magnífico torero;
la parca se lo llevó
muy justo es que le lloremos
Alcanzó muy alta fama,
fue de mucha valentía;
en muchas plazas toreó
con valor y gallardía.
Su fama no desmintió,
pues en las plazas de España
allí se vio que era bueno,
y de paso buena espada.
Con esos tres toreros, ídolos populares a cual más, surgieron otras historias de las que el corrido no fue ajeno y las difundió en hojas de papel volando, como de las que ahora me sirvo para que, gracias a un “Cancionero popular” el espíritu del corrido no quede fuera de lugar.
Muchos de esos testimonios salieron precisamente de la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, ilustrados por dos genios del arte popular: Manuel Álvarez Manilla y José Guadalupe Posada, quienes con buril en mano, supieron recrear la gesta o el drama.
Al estilo de muchos editores e impresores decimonónicos, Vanegas Arroyo podría pasar no sólo como responsable de la infraestructura que daba forma a aquellos documentos, sino también enriqueciéndolo con textos de su autoría, como fue el caso de Luis G. Inclán. Lamentablemente muchas de las ediciones que hoy llegan a nosotros gracias al trabajo de Eduardo Heftye Etienne, no ostentan su firma, lo que los pasa a convertir en textos anónimos. Pero, por encima de una circunstancia como esa, el hecho es que en la presente obra, aparecen reproducidos facsimilarmente muchos de aquellos impresos. Incluso, varios de ellos de manera novedosa, lo que le concede al libro otro valor agregado.
Como el propósito de la obra fue reunir todos cuantos corridos poseen el tema taurino, o se ocupan de él, hubo forma de darles una particular distribución, quedando establecida en tres grandes grupos, a saber:
I. Corridos compuestos en honor de algunos toreros;
II. Corridos relativos a diversos sucesos taurinos o acontecimientos que contienen referencias taurinas, y
III. Corridos relativos al toro, ya sea en la plaza o en el campo mexicano, o que simplemente se refieren al toro.
No conforme con ello, Eduardo Heftye Etienne también agregó las biografías sintetizadas de cada uno de los personajes reunidos, así como sus retratos. Por tanto, podremos enterarnos del trágico suceso ocurrido en febrero de 1878, que dio motivo a la elaboración del corrido taurino que más se ha reproducido en las obras relativas a dicho asunto, denominado Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del Real de Zacatecas, que contiene el bello grabado de una suerte de banderillas, cuya autoría corresponde, como ya se dijo, al genial Manuel Manilla, así como de aquellos pasajes donde se exalta la figura del regiomontano Manolo Martínez.
Tampoco faltará para su disfrute, curiosidad o chismorreo la Gran competencia en la plaza de Colón entre Rebugina y el Mestizo, con apuesta de dos mil del águila de 1887, o el oscuro caso de Maria Luisa Noecker, con el desenlace de la Libertad caucional del famoso diestro Rodolfo Gaona, involucrado en aquel mismo suceso.
Imposible que falte el Corrido de los quinientos novillos, ni Los nuevos y divertidos versos de un valiente del Bajío a sus valedores. O ese otro que se intitula El novillo despuntado mismo que podría sugerir o alentar infinidad de sospechas sobre ciertos asuntos que, acumulados y hasta perder la cuenta, podrían seguirse presentando aquí, muy cerca (la Asociación de Matadores de Toros, Novillos y Similares se encuentra a una cuadra de la plaza de toros “México”. (Nota. y/o aclaración del autor de estas líneas).
Desde luego, y como una de las piezas culminantes en esta obra pasa a ser tambien el corrido de La Aftosa.
El quehacer de Eduardo Heftye no termina ahí. El ejercicio que puso en práctica corresponde a una meticulosa labor de búsqueda, lectura rigurosa en la que pretende cotejar ad nauseam todos los elementos, demostrándonos cuán intenso fue su afán por comprobar en esta y aquella ediciones la presencia, ya fuese de la totalidad o de fragmentos de corrido por corrido, por lo que sus fuentes son abundantes.
Común en aquellas épocas, el corrido, fue (y creo que sigue siéndolo) una manifestación popular que emanaba casi siempre de la inspiración popular, y para quedar en ese territorio, muchas veces sin autor específico. Es decir, obra del anonimato, despertaba con su letra vibrante y nostálgica fuerte clamor que corría de boca en boca, hasta los rincones más alejados de la nación, para convertirse en una noticia nada ajena al pueblo, mismo que hacía suya la desgracia o el hecho sorprendente que transpiraban aquellos versos convertidos en voceros del acontecimiento recién ocurrido.
Finalmente debo agregar que el autor de Corridos Taurinos Mexicanos parece decirnos, con un peso de nostalgia que aunque esa expresión prácticamente ha desaparecido –y hoy, hasta suplantada por narco-corridos-, su propósito, el que desde aquí celebro, se convierte en el más legítimo de los rescates, para que a nadie se le olvide de que
ya con ésta me despido,
ya les canté este corrido,
del libro que hoy ha lucido
como pocos… y nada ha desmerecido.
Muchas gracias.
Ciudad de México, 14 de junio de 2012.
Reportaje fotográfico disponible junio 15, 2012 en: http://www.altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=12322
Fotografías de Jorge Raúl Nacif.