Archivo mensual: agosto 2012

EDITORIAL. GASTAR “PÓLVORA EN INFIERNITOS”.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    La temporada de novilladas en esta ciudad de México ya pasa de la mitad. Su balance no sólo es mediano, sino mediocre. ¿Qué está pasando en la realidad?

   ¿Es culpa de la empresa y su mala administración?

   ¿Todos los aspirantes llegan a la plaza sin un aval, sin garantías de alguien que diga me constan sus capacidades”, “tiene futuro”?

   ¿Los muchachos, no andarán gastando “pólvora en infiernitos”?

   Las desoladoras entradas que hasta el momento se han registrado, ni siquiera la décima parte del aforo de una plaza que todos estos domingos es un auténtico monstruo, dan idea de la falta de promoción, con todo y que los niños entran gratis. Pero cuando uno se encuentra en los tendidos se llegan a conclusiones como: en qué medida le conviene a la empresa aplicar un monoprecio, desde la barrera de primera fila, hasta la fila 23 del segundo tendido. En qué medida conviene que desaparezca a los “cadeneros” (que dan paso a las barreras) con lo que cuando usted ve la serie de imágenes de las que deja evidencia el fotoperiodismo taurino, da la impresión de que algo anda mal. Ese signo es que la afición tenemos limitantes para ocupar la localidad que pagamos, pero si la empresa quiere atraerse público cautivo, tiene que tomarse algunos atrevimientos. ¡Imagínense cuánta gente que nunca ha visto un festejo taurino, podría ver los toros desde la barrera!

   En este verano, bastante lluvioso por cierto, bien podría quedar como ejemplo para que en una siguiente temporada, en lugar de que el festejo inicie a las 16:30, sea media hora o una hora antes para evitar las molestias de “la mojada”, pero también para que se aprovechen las condiciones del ruedo. En fin, les lanzamos “ese trompo a la uña” a la empresa, para ver de qué manera valoran o sopesan estas propuestas y que, si me apuran, puede haber otras tantas alternativas para atraer a una afición, no sólo la de siempre, sino a aficionados en potencia.

   Si la empresa, como se tiene la creencia, ha dado la oportunidad a un buen manojo de aspirantes en función de las “cartas credenciales” con que llegaron a la oficina, como videos o fotos y recomendaciones, el hecho es que aplicando el beneficio de la duda, los hemos visto desde el domingo 8 de julio. Pronto serán dos meses… y nada. Y habiendo actuado no queda ninguna evidencia y es ninguna porque al repetir algunos de ellos, se esfumó todo, y a quien o quienes podrían repetir no lo hacen. Pero es que lo que sucede de por medio es también un factor de carácter técnico y de tutelaje, que corresponde a los apoderados, o a quienes depositaron su confianza para apoyarlos. Sin embargo, es un momento más que preciso para someterlos a “pruebas de fuego”, puliéndolos, orientándolos, recomendándoles diversas circunstancias que ya, en el ruedo brillan por su ausencia. Incluso, cuando se desarrolla la lidia, el conocido “callejón”, esa voz solidaria de alguien que, desde ese sitio lanza gritos, señas, recomendaciones, se mueve de un sitio a otro, gesticula y demás, parece no existir. Son, en todo caso los subalternos quienes tienen que cumplir con esa labor solidaria, pero si los muchachos no han ido más allá que con el número de festejos que traen en la espuerta tampoco hay nada que garantice una sorpresa.

   Me decía mi padre que iba más a gusto a ver una novillada que una corrida de toros. En la novillada, es permisible aceptar todo un conjunto de errores por parte de esos muchachos, aspirantes a figuras del toreo que pueden equivocarse una vez y otra también, que van afinando los errores, que se comen a los alternantes, y que la guerra puede declararse en cualquier momento. Pero eso, y hasta ahora, no lo he visto. Alguien decía por ahí que si la taleguilla tuviese bolsillos, allí estarían las manos de los muchachos. Su catálogo de lances o pases es limitado (¿qué me dicen de Valente Arellano, por ejemplo?), parecen cortados con la misma tijera y el tipo de faena adolece de una certera aplicación.

   No estoy pidiendo maestros por adelantado, pero si no hay alguien a su lado diciendo: este novillo hay que lidiarlo, o este novillo hay que consentirlo, o cosas tan elementales como andar por el ruedo, ellos podrían traer otra idea en la cabeza, pero hay que reafirmarlo o disuadirlos también, para evitar errores y un mal rato.

   Y luego, lo impresentable del ganado, chicos, con una apariencia que causa compasión por los notables signos de desarrollo que nada tiene que ver con un novillo. Y en correspondencia con aquello, el tipo de lidia que ofrecen, francamente de regular a malo. ¡Ojo señores ganaderos! ¡Ojo autoridades!, que el vaso puede colmarse, y la paciencia también.

   A lo que parece, no hay una generación emergente que garantice la continuidad de la tauromaquia en este siglo XXI, a pesar de que se han constituido academias y espacios donde hay maestros que se convierten en guías espirituales. Si ese fenómeno permanece, la crisis va a llegar a un punto crítico. Y no, no estoy exagerando. Allí están los resultados que, como dije al principio, se reflejan en un monstruo de cemento, como lo es la plaza de toros “México” dando lástima por esas entradas de miedo, en donde cualquier empresa, ya habría tirado la “toalla” nada más sopesar las pérdidas que supone seguir empeñados en organizar la fiesta de los toros bajo unos esquemas que no corresponden con la realidad.

   Da tristeza y coraje a la vez saber que cuando las cosas tienen remedio, no haya algo o alguien que dé el paso apropiado para resolver esa situación. Todo tiene remedio, menos la muerte…

31 de agosto de 2012.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO. BERNARDO GAVIÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

REMEMORANDO A BERNARDO GAVIÑO y RUEDA. A DOS SIGLOS DE SU NACIMIENTO. Entrega Nº 31 y última de esta serie conmemorativa. 

TESTAMENTO Y DESPEDIDA

De Bernardo Gaviño

 

Con muchas razas lidié

Y de las más afamadas,

Y aunque fueran muy rejegas,

Siempre caían a mis plantas.

 

Lidiaba con arrogancia

Nunca conocí yo el miedo,

Y siempre en México fui

El mejor de los toreros.

 

En la plaza de San Pablo

También en la del Paseo

Dimos harto la función,

Yo y mi compadre Gadea.

 

Jugué ganado de Atenco

De Santín, Guatimapé

Pero un torito de Ayala,

Me vino a imponer la ley.

 

Por todo el país mexicano,

Siempre en triunfo me pasié,

Y nunca pensé un momento

El fin que había de tener.

 

Andaba por el Bajío

Y después por Guanajuato,

Y el toro que desafiaba

Luego me lo hechaba al plato.

 

Dí corridas muy mentadas

En Veracruz y la Habana,

Y en todas estas dejé

Los recuerdos de mi fama.

 

Yo nunca había conocido

A esta raza condenada,

Que me puso el alma en paz

Y ofuzcó toda mi fama.

 

Pues ni aún en la misma Habana

Que es el ganado cargado,

No pude encontrar un toro

Tan rejego y tan malcreado.

 

No volveré a lidiar toros

Ni a estar con mis compañeros,

Que cuando tenían peligro

Me presentaba yo luego.

 

A libertarle la vida

A aquel que se hallaba en riesgo,

Y por eso me decían

El mejor de los toreros.

 

Adiós Ponciano querido,

Ya te dejo en mi lugar,

Te encargo mucho cuidado

Cuando vayas a torear.

 

No te vaya a suceder

Lo que acaba de pasar,

Que en la plaza de Texcoco,

La suerte me fue fatal.

 

En fin, ya me despido,

Me encuentro ya hoy en la fosa,

Ya no hay Bernardo Gaviño

Hoy me cubre ya una losa.

 

Llorad, llorad con cariño;

Murió el rey de los toreros,

Murió Bernardo Gaviño.

 

Prop. De A. Vanegas.-Tip. Y Encuadernación, Encarnación 9 y 10.-México. 

   Fin de esta serie en homenaje a Bernardo Gaviño y Rueda. Aquí no termina todo. Creo que, en la medida de lo posible, su figura, así como su trascendencia e influencia en el toreo mexicano del XIX, seguirán siendo motivo de otras tantas entregas. Muchas gracias por su paciencia.

 NOTA: Todos los datos que aparecerán desde hoy y hasta el 31 de agosto, proceden de mi libro “Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX” del que muy pronto espero dar noticias más concretas sobre su publicación. 

31 de agosto de 2012.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO. BERNARDO GAVIÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

REMEMORANDO A BERNARDO GAVIÑO y RUEDA. A DOS SIGLOS DE SU NACIMIENTO. 30 de 31.

 TESTAMENTO Y DESPEDIDA

De Bernardo Gaviño

 

Cincuenta años he durado

Jugando toros día a día,

Y siempre salía triunfante,

Y el público me aplaudía.

 

Hoy la suerte me cambió

Pues me llegó la de malas,

Por un toro que me hirió

La muerte me llevó en alas.

 

“A todos los picadores

les dejo también recuerdos,

pues a muchos que enseñé

no he sido ingrato con ellos.

 

Que trabajen con cuidado

No les vaya a suceder,

Que en una mala tanteada

Vayan la vida a perder.

 

Al marchar ya de este mundo

Solo llevo el desconsuelo

De que dejo ya a este suelo

Y a todos los mexicanos.

 

“Siempre me estimaron bien,

me trataron como hermano,

nada tengo que sentir

de este pueblo hospitalario.

 

Quien me lo había de decir

Oigan y pongan cuidado,

Que por un toro maldito

Ya los ojos he cerrado.

 

Y por eso hoy les declaro

Que marcho a la eternidad,

Que ya no habrá otro Bernardo,

En el arte de lidiar.

 

Acabé mi testamento

Adiós mis amigos todos

Voy a partir de este mundo

Para no volver jamás.

 

Ya me llamó el Hacedor

Parto pues a descansar,

Adiós pues, voy en camino,

Adiós, a la eternidad.

 

Adiós, México querido,

Ya me despido de ti,

Porque en las llaves de un toro

Vine por fin a morir.

 

Adiós mis amigos todos

Ya no volveré yo a ver,

Aquellas plazas mentadas

En que a muchos toros lidié.

 

Yo siempre me presenté

Con denuedo y con valor,

Ante los toros más bravos,

Que traían del interior. 

CONTINUARÁ. 

NOTA: Todos los datos que aparecerán desde hoy y hasta el 31 de agosto, proceden de mi libro “Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX” del que muy pronto espero dar noticias más concretas sobre su publicación. 

30 de agosto de 2012.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO. BERNARDO GAVIÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

REMEMORANDO A BERNARDO GAVIÑO y RUEDA. A DOS SIGLOS DE SU NACIMIENTO. 29 de 31.

REPRODUCCIÓN DE (UNO DE) CUATRO CORRIDOS QUE PARECÍAN OLVIDADOS.

   Común en aquella época, el corrido, fue (y creo que sigue siendo) una manifestación popular que emanaba casi siempre de la inspiración popular, y para quedar en ese territorio, muchas veces sin autor específico. Es decir, obra del anonimato, despertaba con su letra vibrante y nostálgica fuerte clamor que corría de boca en boca, hasta los rincones más alejados de la nación, para convertirse en una noticia nada ajena al pueblo, mismo que hacía suya la desgracia o el hecho sorprendente que transpiraban aquellos versos convertidos en voceros del acontecimiento recién ocurrido. Tal es el caso de dos corridos dedicados a Bernardo Gaviño, y que rescató, como muchos otros, el notable investigador Vicente T. Mendoza, brotados de sus obras clásicas: El romance español y el corrido mexicano y El corrido mexicano Como arrancadas de una hoja de papel volando, van aquí las letras de uno de estos corridos: 

TESTAMENTO Y DESPEDIDA

De Bernardo Gaviño

 

Murió Bernardo Gaviño,

Y murió como valiente,

Puesto que murió luchando

Con el toro frente a frente.

 

¡Ay toro!, torito prieto,

¿por qué a Bernardo Gaviño

sin piedad dejaste muerto?

 

En la plaza de Texcoco

El último día de enero,

Hirió a Bernardo Gaviño

Un toro medio matero.

 

Bernardo por fin murió

El once del mes siguiente

Y su recuerdo dejó

Como un torero valiente.

 

El día trece lo enterraron

De la Villa en el panteón,

Y allí sus restos quedaron

En extranjera nación.

 

Ahora los toreros deben

Vestirse todos de luto,

Pues murió el primer espada

Entre las astas de un bruto.

 

Al salir el toro dijo

Con rostro firme y sereno:

-Ese torito sí es bueno

y nos va a dar mucha guerra.

 

Y no se engañó Bernardo

Cuando tal cosa decía,

Pues a poco ni un caballo

En toda la plaza había.

 

-Aprended, hombres, de mí

y mirad mi triste estado,

ayer buen torero fui

y hoy en el sepulcro me hallo.

 

“¡Quién me lo había de decir

que en Texcoco había de anclar,

después de mucho lidiar

a tanto toro atrevido!

 

“Fui el decano conocido

en el arte de los toros,

hoy dejo mi testamento

para mis amigos todos.

 

“Al hacer mi testamento

declaro que soy cristiano

y dejo por heredero

al valiente de Ponciano.

 

“Pues le viene por derecho

y porque así yo lo mando,

que en el arte de la lidia

es el primer mexicano.

 CONTINUARÁ. 

NOTA: Todos los datos que aparecerán desde hoy y hasta el 31 de agosto, proceden de mi libro “Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX” del que muy pronto espero dar noticias más concretas sobre su publicación. 

29 de agosto de 2012.

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DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. Nº 31. “MANOLETE” 2 de 2.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, in memoriam. 65 aniversario de su muerte.

   Comparto con ustedes otro manojo de versos, salido de mi “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI” que, como mencionaba la entrega pasada, contiene en sus más de 2500 páginas, cerca de 1750 poemas, muchos de los cuales se reúnen en esta ocasión para sumarme a la obligada evocación por Manolete.

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 1976

¡MANOLETE!

 He querido cantar la valentía en todos los órdenes, sin despreciar ni omitir ninguno.

   Este romance, lo dediqué a un grande y admirado amigo, señor de los ruedos, pontífice de la fiesta brava y arquetipo del sacrificio en aras del arte:

 Manuel Rodríguez, “Manolete”. 

¿Por qué no bulle Sevilla?

¿Por qué está triste el ambiente?

¿Por qué están solas las plazas

y, en la calle de las Sierpes,

háblanse medias palabras

tras los forjados candeles,

entre castas celosías

y morunos ajimeces?

 

¿Por qué no cortan las niñas

los reventones claveles

que pierden densos olores

en los maceteros verdes?

¿Por qué en Córdoba, la blanca,

el sol sus luces convierte

en llamaradas de fuego

que dan al tomillo muerte

y agostan los alelíes?

 

¿Por qué el alto minarete

de las torres de Granada

entre las nubes se pierde

en vez de mostrarse airoso,

cual se mostraba otras veces?

¿Por qué están tristes los hombres

y sollozan las mujeres?

¿Por qué se ocultan las mozas?

¿Por qué no corta el ambiente

el gracioso tintineo

de las campanas alegres…?

 

Porque en Linares, un toro

de Miura, hirió a Manolete.

 

Iba vestido de oro

con una rosa de muerte

que abrió pétalos de sangre

sobre el rosa de su veste.

Cayó en la suerte suprema.

Cayó como los valientes,

entre filigranas de arte

de su creación, su suerte.

Jugó con la astada fiera,

burló su furor cien veces.

 

Estaba con sangre escrito

su cruel destino de muerte.

Su sangre tiñó la arena

iris de dolores crueles

que levantó el alarido

ronco y triste de la gente.

Era un legítimo Miura

con divisa negra y verde,

como el toro que a Espartero

dio el noventa y cuatro muerte.

 

¡Llora, llora Andalucía!

Ya no volverás a verle…

Ya están velando en Linares

el cuerpo de Manolete…

Las danzarinas campanas

su alegre canto convierten

en llanto de bronce vivo

con intervalos de muerte.

 

Las blondas se tornan negras.

los mantones se obscurecen,

lloran perlas de rocío

los andaluces claveles…

Al Cristo de los faroles

temblor de cirios conmueve;

están más tristes sus ojos,

su dolor más imponente…

 

¡Llora, llora, Andalucía!

Ya no volverás a verle!…

¡Ya están enterrando en Córdoba

el cuerpo de Manolete!

 

México, D.F., 19 de agosto de 1947.

 

Delfín Sánchez Juárez.

1980

    Aquí vienen unos versos majestuosos, los de un gran escritor español que encontró en México su segunda patria, legándonos aquí lo mejor de sus experiencias. Me refiero a Carlos Fernández Valdemoro, “José Alameda”, quien escribió un soneto hermoso dedicado a Manuel Rodríguez Sánchez MANOLETE así: 

Estás tan fijo ya, tan alejado…

Estás tan fijo ya, tan alejado,

que la mano del Greco no podría

dar más profundidad, más lejanía

a tu sombra de mártir expoliado.

 

Te veo ante tu Dios, el toro al lado,

en un ruedo sin límites, sin día,

a ti que eras una epifanía

y hoy eres un estoque abandonado.

 

Bajo el hueso amarillo de la frente,

tus ojos ya sin ojos, sin deseo,

radiográfico, mítico, ascendente,

 

fiel a ti mismo, de perfil te veo,

como ya te verás eternamente,

esqueleto inmutable del toreo.

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 1982

 Corrido de “Platino”.

 Voy a cantar un corrido

que me aprendí allá en Tlaxcala,

de un torito presumido

que a todos trajo de “un ala”.

 

De pinta era colorao

de allá de Coaxamalucan;

no hubo caporal montao

que se le acercara nunca.

 

Tampoco las alambradas

le impidieron a “Platino”

tener sus enamoradas,

con las que siempre convino.

 

Una vez un caporal,

Agustín que se llamaba,

quiso meterlo al corral

pero nomás, nunca entraba.

 

Otro día tocó a Tomás

que era un vaquero afamado,

arrearlo con los demás,

pa’ quitarle lo ufanado:

 

Y “Platino” se voltea

con su casta y su bravura,

agujereando la zalea

del caballo y su montura.

 

Don Felipe el ganadero

desde ahí lo sentenció:

ora de veras que en enero

tu suerte, ya te cambió.

 

El cartel era de muerte:

Luis Procura el mexicano,

el cordobés “Manolete”

y Vázquez el sevillano.

 

En suerte tocó a “Platino”

que lo lidiara Manolo;

y el toro antaño ladino

parecía torearse solo.

 

¡Qué nobleza y qué bravura

del gran toro tlaxcalteca!;

no había en la plaza cordura

desde la ceca a la meca.

 

Año del cuarenta y seis

cómo o recuerdo yo;

“Platino”, sin un arete

al carnicero se dio.

 

Lentamente las mulillas

lo arrastraban sin dolor.

Hoy nomás mis estribilllas

te recuerdan con amor. . .

 Hachegé

 1985

 MANOLETE.

 Al Lic. Óscar Realme.

 

Andar es muy fácil.

Lo difícil es andar sin premura.

Pasear por el miedo del ruedo

grave y con figura.

 

Cuando un cordobés es torero

su capa es la túnica.

 

Esencia y decencia:

las dos cosas juntas.

 

¿Quién ha visto, si no es entre sueños,

la estatua segura,

arriscada de gracia, de arte y de celo,

crispada de angustia,

caminar paso a paso, despacio,

buscándole sitio a su tumba?

 Pedro Garfias.

 1997 

Manolete en México.

 (……….)

 II

 La plaza de “EL TOREO” recibe la embajada

que de su brava fiesta la noble ESPAÑA envía:

Calientes voces mezclan su extraña algarabía

cruzando el sol azteca de la arena dorada.

 

¡Qué suavidad al viento la verónica alada!

¡Qué dominio en el pase de inmóvil valentía!

¡Qué nudo en las gargantas al fulminar la espada

con su ciclón de aceroa la fiera bravía!

 

¡MANOLETE está herido! Se funden sangre y sol

formando el invencible pabellón español,

y en los ojos del diestro una lágrima brilla…

 

¡En el clamor de triunfo que al torero acompaña,

va el abrazo que México envía a nuestra España,

la madre generosa que espera en la otra orilla…!

 Antonio García Copado.

 1997 

 “El corrido de rentoy” (dedicado a “El Redondel”)

Es el rentoy de la muerte

un corrido popular…

se refiere a “Manolete”

y se lo voy a cantar.

 

“Manolete” y el “Islero”

se iban a jugar la vida,

como en palenque de gallos

se hizo grande la partida.

 

El juego se concertó

en la ciudad de Linares

un día 28 de agosto,

a las cinco de la tarde.

 

Llegaron aficionados

de muy lejanos lugares,

a presenciar el encuentro

de enemigos tan mortales.

 

Antes de sonar la hora

el lleno era ya completo,

la gente sufrió estrujones

por conseguir un boleto.

 

Al comenzar la corrida

algo ya se presentía,

mas nadie se imaginó

que Manolo moriría…

 

“Manolete”, muy erguido

enfrentóse a aquella fiera,

¡Yo nomás quiero matarte!

¡Yo también a ver si puedo!

 

El diálogo se entabló

en la plaza de Linares.

Los dos tenían buena casta,

¡los dos jugaban iguales!

 

Con sorpresa para todos

el juego quedó empatado,

“Manolete” al cementerio,

el toro descuartizado…

 

El Cristo de los Faroles

haya acogido a Manolo,

ya que siempre fue creyente,

hasta el último momento.

 

Aquí termina el corrido

del rentoy y de la muerte…

Dediquemos un recuerdo

al querido “Manolete”.

 

Manuel Mendoza Flores.

 2001

 2003 

CUANDO LLORAN LOS CAPOTES

 Pregunto:

 Escucho aún las voces

lejanas de un raro cortejo

que anuncia callado

la muerte del día

espacio despierto

radiante sentido

hallado sin pasos

buscando la pálida

altura del sueño.

Pregunto:

Mitad vacío del río

en donde se hunde la noche

por qué sollozan las piedras

no cantan las aves

se agitan los campos

y trepan los montes

retazos de toros

buscando sosiego?

 

Estoy sólo, ya sin lágrimas

ni expresiones desbordadas

por los triunfos en el ruedo

o la pena de fracasos

inundados por el llanto.

 

Son acaso los tendidos

solitarios de la plaza

quienes miran por las noches

las faenas del silencio?

 

O quizás son las barreras

de los ruedos quienes lloran?

Mas que nadie cuando mueren

en la arena los toreros.

 

Banderilla que penetra

desde el sueño de la vida

hasta el alma de la tierra

que sublima los recuerdos

son acaso los rocíos

temblorosos de la sangre

quienes pintan cada tarde

las aristas de las flores?

 

Manolete. Quietas lágrimas

toro “Islero” fue en Linares

paseíllo de la muerte

paseíllo de la gloria

redondel, pandereta de contornos

transparentes, encendidas por las iras

de la sangre y la muleta.

Manolete.

No hay preguntas, no hay respuestas

ay toreros como lloran

los capotes, como lloran,

como lloran los luceros!

 

Conchita Cintrón

inmóvil estoy mirando la arena

que un día tus pasos llenaron de sol

espejos dormidos recuerdos y magia

que en Acho se hicieron

retoños de luz.

 

Estoy sólo acostado

con las manos sobre el pecho

y los ojos entreabiertos

recordando sin apuros

en silencio mi pasado.

 

Plaza del pueblo

llanto en escombros

luto del cielo quieres decirme

como es que vino

tan pronto la Muerte.

 

Un capote recostado

en la sombra de mis manos

que penetra en la tierra

lentamente me acompaña

no me olviden, hasta luego.

 Dr. Carlos Tapia.

 2010

 CON UN SENTIDO POEMA GASTON RAMIREZ RECUERDA A MANOLETE EN MEXICO. Por Mario Carrión. 27 de octubre, 2010.

   Antes de incluir en este espacio el poema Mi Manolete explicaré como esta composición poética, escrita por nuestro colaborador, el periodista mexicano Gastón Ramírez, casualmente llegó a mi poder, y haré un resumido compendio de las grandes hazañas taurinas que el fenomenal diestro Manuel Rodríguez “Manolete” logró hacer en los ruedos mexicanos en la década de los años cuarenta. El impacto dejado por El Monstruo en la tauromaquia mexicana fue tan potente que aun  aficionados como mi amigo Gastón quien, por su edad, no tuvo ocasión de verlo torear, el ser conocedor de tales extraordinarios hechos le inspiran para expresar sus sentimientos sobre El Califa de Córdoba en versos.

   Con Gastón y mi cuñado Antonio Mihura y, de cuando en cuando con otros amigos más, mantenemos lo que pudiera denominarse una tertulia cibernética a través de mensajes. Uno sugiere un tópico y sobre eso opinamos. Tengo que decir que de los tres, Gastón es el más inquisitivo por lo que tiene la tendencia de traer a colación nuevos temas. Así que, sin venir a cuento, pues que yo sepa no se recodaba ninguna efemérides especial del torero, Gastón sacó a relucir el tema de la trayectoria de Manolete en México y, como hace a menudo, además de opinar envió dos enlaces del Intenet, Burladerodos y Laaldeadetauro, que informaban sobre el asunto. Así que investigando esos enlaces recordé algunos datos que ya sabía más aprendí otros nuevos sobre las dos extensas y deslumbrantes campañas de Manolete en el país hermano.

   Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” confirmó su alternativa en la Plaza de Toros “El Toreo” de México DF el 9 de diciembre de 1945, en la llamada Corrida de la Concordia. Este festejo se apela así por ser la primera corrida dada en la que diestros españoles y mexicanos alteraban juntos, después de varios años de no hacerlo ni en México ni en España, por haberse roto el convenio sindical que permitía que eso sucediera.

   En la corrida se lidiaron astados de la famosa ganadería de Torrecilla. Actuó de padrino el gran maestro mexicano Silverio Pérez y de testigo Eduardo Solórzano. Manolete triunfó con su primero,  cortando orejas y rabo, y desafortunadamente fue herido de gravedad por su segundo toro cuando lo toreaba con el capote.

   Esa tarde comenzó el idilio del torero español con la afición mexicana y viceversa, convirtiéndose Manolete en un ídolo, como ya lo era en España, y en dondequiera que había actuado. Confirmó en su primera actuación, no solamente la alternativa, sino también todo lo bueno que se había hablado y escrito sobre él en esas tierras.

   Se debe anotar el hecho de que cuando Manolete pisó el suelo mexicano por primera vez, se estaba viviendo allí la era dorada de la historia del toreo local, habiendo extraordinarias figuras que, sin competición de lo españoles, estaban escribiendo páginas gloriosas en los ruedos nacionales. Entre ellos Luis Castro “El Soldado”, Luis Procuna, Armillita Chico, Lorenzo Garza, David Liceaga, El Calesero, Antonio Velásquez, Jesús y Eduardo Solórzano y Silverio Pérez, quien era el diestro con quien más veces Manolete compitió, en 16 corridas. Esos toreros se motivaron aun más con la presencia de Manolete y reaccionaron con casta, ofreciéndole una fuerte competición, de la que el público se benefició al ser testigo de grandes tardes de toros. Aun  los pocos y buenos aficionados que quedan de esos tiempos comentan con entusiasmo esas hazañas, y han transmitido a través de la tradición oral esos recuerdos legendarios, tal vez ya idealizados, a aquellos que no tuvieron la suerte de presenciarlos.

   Desde la fecha de su confirmación hasta el 9 febrero de 1947, cuando en Mérida toreó su última corrida en el continente americano, Manolete actuó en 37 corridas de toros, entre las dos plazas capitalinas y otros cosos de las principales ciudades del territorio mexicano, en donde cortó numerosas orejas y rabos.

   Aunque los triunfos fueron muchos y dignos de anotar, es de especial importancia recordar, por la relevancia histórica en la tauromaquia mexicana, el hecho de que Manolete formó parte del trío de maestros que inauguró la Plaza Monumental México. El hecho aconteció el martes 5 de febrero de 1946 y el cartel lo compusieron Luis Castro “El Soldado”, Manuel Rodríguez “Manolete” y Luis Procuna, lidiando toros de San Mateo. Manolete tuvo el honor de ser el recipiente de la primera oreja otorgada en el nuevo coso, al matar a “Fresnillo”, el segundo toro de la tarde, y de haber dado dos vueltas al ruedo, a pesar de haber matado de cinco pinchazos y una estocada a «Monterillo”, el quinto bis, un sobrero de la misma ganadería, que salió en lugar de “Peregrino”, el toro de turno que fue devuelto a los corrales bajo la protesta de un público que se oponía a la devolución.

   Una prueba de la vitalidad del toreo que entonces existía en la nación es que se siguieron dando festejos con grandes entradas, tanto en la antigua plaza El Toreo como en la recién inaugurada. Ejemplo, el 16 de febrero de 1946, Manolete sostuvo un reñido a mano con Silverio Pérez en La México y al día siguiente actuó con Pepe Luis Vázquez, el mexicano no el sevillano, y con Luis Procuna en El Toreo. Esa tarde fue grandiosa ya que los tres espadas les cortaron las orejas y rabo a un toro. Los nobles y bravos astados pertenecían a la ganadería tlaxcalteca de Coaxamalucan. Por el contrario, en la actualidad aun con buenos carteles a menudo hay apenas una decena de millares de espectadores en La México, el único coso de la capital y en el que caben unas 45.000 personas.

   Manolete cerró su primera campaña mexicana en la Plaza de Toros El Toreo el 3 de marzo de 1946, volviendo a España inmediatamente, en donde únicamente actuó en Madrid en la prestigiosa Corrida de la Beneficencia, celebrada el 19 de septiembre.

   De nuevo regresó a México el 10 de noviembre del 1946, para esa tarde actuar y triunfar en la Plaza El Toreo de la capital. Luego, los triunfos se sucedieron durante el resto de ese año y del siguiente. Son ejemplos de estos éxitos, el cortar cuatro orejas y dos rabos en El Toreo el 16 de enero, y otro rabo el 30 del mismo mes en el mismo ruedo, y entre medio el obtener su último rabo en La México el 19 de enero de 1947. Después de esto festejos toreó cuatro corridas más, una en Puebla, otra en La México, la penúltima en Aguascalientes, el 26 de enero y el 2 y el 5 de febrero, respectivamente. Finalmente, como ya mencioné, en Mérida el 9 de febrero actuó por última vez en América.

   Unos días después de su última actuación en México, Manolete regresó a España, para hacer allí lo que él planeaba sería su última campaña, para luego retirarse y disfrutar durante el resto de su vida de la fortuna conseguida en los ruedos y con las memorias de sus grandes triunfos. Sus planes, como bien es sabido, los truncó un homicida Miura que le infirió una mortal cornada en el ruedo de la plaza de toros de Linares el 28 de agosto del 1947.

   En su última temporada en España, la que comenzó tardíamente en junio, actuó solamente en veintiún festejos, recibiendo un par de serias cornadas aparte de la que le quitó la vida.

   Mi primo, el excepcional torero Pepín Martín Vázquez alternó a menudo con El Monstruo, incluyendo algún festejo en México durante la primera temporada del cordobés en esa tierra. Con él mantenía una cordial relación profesional y personal. Pepín me comentaba que el legendario diestro en sus últimas temporadas se quejaba amargamente de que en España un sector de los espectadores le exigían que en los ruedos hiciera lo imposible. Además, yo también recuerdo, aunque entonces aun era un chiquillo que soñaba con ser torero como mis ídolos mi primo y Manolete, que en la prensa y los corrillos taurinos se mencionaba tanto sobre la grandeza torera de El Monstruo como de las enormes cantidades de dinero que ganaba en sus actuaciones, y esto último causaba la envidia de los taurinos y del público en general, en una España aun empobrecida por las secuelas de la Guerra Civil. Así que cuando en el ruedo, el maestro, aunque lo intentara, no podía hacerle a un mal toro lo que el público le exigía, era común que muchos de los espectadores, ondeando en el aire las costosas entradas, le gritaban repetidamente denigrantes insultos.

   Por el contrario, parece ser que en México esa hostilidad no era tan evidente. Tal vez por eso, cuando allí actuaba, el maestro sintiera el calor de un entregado y apasionado público que lo admiraba sin importarle demasiado sus merecidas ganancias. He oído comentarios en España de personas que se relacionaban con el grandioso torero, que afirmaban que incluso la personalidad de Manolete, una persona en sí modesta, discreta y algo introvertida, durante su estancia en México cambió haciéndose más alegre y abierta.

   Cuando elaboramos sobre los logros taurinos de Manolete en su país, Gastón mencionó casualmente que había escrito un poema en su honor. Entonces, le mencioné que me gustaría leerlo. Me lo envió, lo leí y me gustó, por lo que le pedí que me permitiera publicarlo. Consintió, y a continuación lo hago: 

Mi Manolete…

 Mi Manolete

En el confuso trajín de la memoria

estás hecho de nobleza, majestad y un gran silencio.

Sólo te vi en La Salud, tu cementerio,

vestido de mármol afilado,

torero, senequista y legendario.

 

Pero te oigo en la voz de mi familia

manoletista siempre,

que dejaba de comer para ir a verte.

Te veo en carteles y boletos heredados,

en las fotos de mil y uno naturales

y estocadas como augurios de Casandra.

 

Eres el que sonríe desde la imagen mexicana

cantando con Silverio, El Ciclón y Armilla el Grande.

También te oigo tararear Las Golondrinas

como un himno contra las pinceladas del olvido,

cuando sonó la hora de la verdad, la de Linares.

 

Te adivino en un diálogo final

quizá descabellado:

-Si me matas bien, te dijo Islero, te daré paz y tendrás gloria

-Gracias amigo, estoy cansado, contestaste montando la espada ahí en

la cuna.

 

Y te sueño joven y fantasma,

como un niño precoz resucitado.

Toreando feliz, cada noche, de salón,

junto al Cristo secular de los Faroles,

sin cuidarte de tu sombra de gigante.

               Gastón Ramírez Cuevas.[1]

   Gastón Ramírez Cuevas. 14 de octubre del 2010. Ciudad de México. (Poema escrito a petición del académico y conocido escritor español Fernando Claramunt López).   Gastón, continuó nuestra tertulia proveyéndonos a mi cuñado y a mi con detalles más triviales sobre la inauguración de la México, con ejmplos como estos:

   El alguacilillo que partió plaza fue el famoso «Chalío», don Rosalío Rodríguez. El primer capotazo y el primer par de banderillas corrieron a cargo de Román Mancibáez Guzmán, «El Chato Guzmán»… La plaza fue idea de don Neguib Simón, uno de los personajes olvidados de la Fiesta (murió en la ruina y muy amargado), y el chistecito le costó tres millones seiscientos mil dólares. Ese día memorable de la inauguración, Manolete cobró $25,000 dolarotes de aquellos buenos tiempos por matar dos toros. Y que no les extrañe que se haya dado una corrida en martes. Es que en México el 5 de febrero es día feriado. Se festeja la promulgación de la Constitución de 1917…

  Y dirigiéndome a mí me recordó que yo debería saber que el toro “Peregrino”, que le retiraron a Manolete en la corrida de la inauguración de La México lo mató el novillero mexicano Manolo Loera López en un pueblo cortándole las orejas, como Loera lo expuso en el poema Manolo Loera y Peregrino.   Loera era un novillero, que se anunciaba como Manolo López, con quien toreé en Francia la última novillada sin picadores de mi carrera en 1954. No tuvo suerte como torero, pero al retirarse de los ruedos, a Manolo le fue mejor como hombre de se inspiró para escribir poemas de temas taurinas, recopilándolos en el libro TARDE DE TOROS, publicado en el 2007 [actvivenciaprologo08.htm], del que yo escribí el prólogo, y en el que incluye el poema dedicado al toro “Peregrino”.   La verdad es que si Gastón no me lo hubiera indicado, yo no habría hecho la conexión de que este animal era precisamente el que, tal vez, Manolete hubiera podido inmortalizar en una tarde importante como era la de la inauguración de La México, y que el destino quiso que muriera olvidado en una plaza de un pequeño pueblo a manos de un novillero principiante.

   Esto fue el fin del coloquio sobre Manolete en México con Gastón Ramírez y Antonio Mihura, y este es el relevante poema de Loera que esclarece el fin de “Peregrino”: Manolo Loera y Peregrino: 

Imponente y bravo toro de San Mateo…

 Imponente y bravo toro de San Mateo de don Antonio Llaguno,

apareciste en la plaza más grande del mundo,

eras para Manolete,

tu nombre fue Peregrino.

 

El Monstruo te rechazó

y por cosas del destino

fuiste a parar a una fiesta de pueblo;

llegaste a Guadalupe Victoria,

y te enfrentó un torerillo,

más él no te rechazó,

pues soñaba con la gloria.

 

Y contigo se enfrentó

en aquel ruedo pequeño,

sin auxilio de cuadrillas,

a cara o cruz con la muerte jugó,

las orejas te cortó.

 

Peregrino, no diste más gloria a Manolete

pues él ya mucha tenía,

Dios te mandó a Guadalupe Victoria

a cumplir con tu destino

que era morir en el ruedo

y darle gloria a un torero

y tu casta de Saltillo era lo que merecía.

 

Manolo Loera es el nombre de ese novillero,

que a figura no llegó,

pero esa tarde de toros

tuvo la inmensa dicha

de enfrentarse contigo,

y al cortarte las orejas

de la gloria disfrutó.

 

Manolo Loera y Peregrino

dieron brillo y emoción a la fiesta

en una feria de pueblo

cumpliendo con su destino.

 Fecha imprecisa.

MANOLETE 

Al lic. Óscar Realme.

 Andar es muy fácil.

Lo difícil es andar sin premura.

Pasear por el miedo del ruedo

grave y con figura.

 

Cuando un cordobés es torero

su capa es la túnica.

 

Esencia y decencia:

Las dos cosas juntas.

 

¿Quién ha visto, si no entre sueños,

la estatua segura,

arriscada de gracia, de arte y de celo,

crispada de angustia,

caminar paso a paso, despacio

buscándole sitio a su tumba?

Anónimo.

SINAFO_17598

 

PROYECTO EDITORIAL DEL AUTOR. 1982-2012.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Deseo, a través del Blog de mi responsabilidad, poner a consideración de las autoridades universitarias, culturales, editores e impresores la obra que, hasta el momento considero se encuentra lista para su edición, sea en papel o como libro electrónico. Se trata de 84 trabajos, mismos que han sido elaborados de 1982 a la fecha y cuya propuesta temática aborda dos temas específicos: la tauromaquia en México así como aquello relativo al tema de los archivos históricos, en concreto, el de la extinta Luz y Fuerza del Centro, donde me desempeñé como Director del Archivo Histórico de 2005 a 2009.

   El conjunto todo de esas propuestas editoriales comprende un tratamiento histórico, estético, literario e iconográfico en ambas líneas de investigación. Actualmente se encuentran bajo resguardo electrónico (archivos Word), mismos que facilitarían la tarea de edición bajo las tecnologías editoriales que deben imperar en la mayoría de los casos, e incluso también pueden sujetarse a los criterios tradicionales. Son obras que pretenden dar un soporte puntual de información sobre dos muy precisas referencias históricas que han formado parte en el devenir de esta nación. Una, la tauromaquia desde 1526 y hasta nuestros días. Otra, la historia de la electricidad, desde la segunda mitad del siglo XIX y también hasta estos momentos.

   Tres son los aspectos en que se encuentran concentradas como serie:

APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (y en algunos casos bajo las subseries: Curiosidades Taurinas de antaño, exhumadas hogaño, Biografías, Catálogos, Iconografía, etc); REGISTRO GENERAL DE OBRA y ANTOLOGÍAS.

   Todos aquellos interesados pueden remitirse con el autor de la obra: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE, MAESTRO EN HISTORIA y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS TAURINOS DE MÉXICO, A.C.

CUALQUIER COMUNICACIÓN PUEDE SER A TRAVÉS DEL BLOG: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (https://ahtm.wordpress.com/) o DE LOS CORREOS ELECTRÓNICOS: josecoello1962@terra.com.mx y josecoello1962@hotmail.com

    Finalmente, el detalle de cada uno de ellos, puede ser revisado[1] en el archivo que se denomina:

PE_JFCU_2012 con extensión PDF que adjunto a continuación:

 PE_JFCU_2012

   De antemano, muchas gracias por su atención. 

AGOSTO DE 2012.


[1] Enviado por el propio autor a este servidor. (N. del A.).

[2] El autor se reserva algunos datos personales que omite en el “Curriculum vitae in extenso” incluido en el archivo mencionado.

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EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX. Agosto 29, 1947-Agosto 29, 2012.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 MANUEL RODRÍGUEZ MANOLETE:

NOMBRE QUE SUENA A ORACIÓN.

(A LOS SESENTA Y CINCO AÑOS DE SU DESAPARICIÓN).

    Manuel Rodríguez Sánchez  MANOLETE es un torero que surge en medio de la guerra civil española (1936-1939). Durante ese lapso de tiempo, el pueblo está sufriendo las consecuencias más atroces, por lo que necesita de consuelo para paliar el dolor; busca la resignación olvidando toda la tragedia que no va a darse de la noche a la mañana.

   España queda despedazada.

   España  va reponiéndose de la pesadilla, y en medio de las tinieblas surge este torero, cuyo solo nombre suena a oración.

   MANOLETE, es dueño de un particular sello ubicado en el cruce de varias líneas que le dieron facultades únicas. Por un lado, su presencia en los momentos más amargos de la España en guerra, redime a un pueblo, lo sacude de su marasmo y lo pone ante una realidad que los confunde a todos. En esa confusión, Manuel, que parece tener con su figura un aire franciscano, ya no se le beatifica, sino que se le santifica. Parecerá exagerada nuestra afirmación, pero la forma en que un pueblo, o la afición elevan a los pedestales a su torero predilecto, es muy evidente. Claro que así como lo elevan, también pueden derrumbarlo en un santiamén (el sucedido de Rafael Guerra GUERRITA, es perfecto para descifrar los síntomas de aceptación y rechazo: ¡No me voy, me echan…!  Sentencia que deben aprender todos los toreros). Por otro lado, el cordobés puso en práctica métodos de la tauromaquia moderna, atentando contra lo que hasta unos pocos años atrás era disfrute de los aficionados más tradicionales.

   Hoy, a sesenta y cinco años de su desaparición, se despliegan multitud de comentarios que tratan de describirlo, no sólo en la tauromaquia en cuanto tal, sino también en una sociedad que lo vio formarse como uno de los personajes más populares, atributo ganado gracias a muchas condiciones propias del momento. En este conjunto puede estar el de los medios de comunicación, entonces limitados a la prensa escrita, a la radio y al cine que escucharon, leyeron y admiraron generaciones distintas, formadas bajo conceptos que poco se parecen a las que se manifiestan en este 2012, lleno de avances de todo tipo y que nos permiten recrear a la figura señera de Manuel Rodríguez Sánchez, entenderlo también, con la especial diferencia de que nos separa una distancia temporal a la que no nos podemos acercar quienes no le conocimos y nos conformamos con verle en viejas películas, en crónicas acompañadas de fotografías que apenas dan cierta idea del majestuoso esplendor  cordobés.

   Decíamos que su tauromaquia estaba sustentada en el toreo paralelo, en el toreo de perfil que tanta admiración causó entre aquellos que vieron en el diestro un alumbramiento, un distinto proceder que causó polémicas también entre los conservadores y los liberales; es decir, entre los viejos aficionados y los de la nueva hornada. Pero la sensación ocasionada por su estilo sobrio, que bien podría confundírsele a un ángel toreando, estremecía a quienes le vieron bordar una “verónica”, generalmente a pies juntos, o pegando aquellos pases de muleta únicos, que de tan particulares, no se parecían a los de los demás toreros.

   MANOLETE con su presencia, y su influencia también, está transformando los sistemas tradicionales. Su administración (dirigida fundamentalmente por José Flores CAMARÁ) se encarga de formar los mejores carteles, obteniendo por supuesto sumas que hasta entonces eran inadmisibles. El compromiso del torero aumentaba día con día y los espectadores también cobraban una conciencia más crítica, puesto que pagar mucho significaba exigirle más al torero. Y este, con tal carga de responsabilidades, pesaba en sus alternantes, quienes no tenían más remedio que ponerse al tú por tú con semejante motivo de competencia. Esto motivó a que se dieran situaciones especiales en las que se podían marcar condiciones establecidas más que por el torero, por su administración.

   Otra de las terribles consecuencias que dejó la “guerra civil española” fue la devastación del campo bravo español, lo cual orilla a los ganaderos a enviar a las plazas lo disponible en sus ganaderías, es decir, utreros y novillos, lo cual es seña de que pocos podían ofrecer ganado digno para corridas de toros. El ambiente que empezaba a dominar al espectáculo va a ser común denominador en las nuevas formas del quehacer taurino, puesto que no habiendo otro remedio, este era suficiente para continuar con la fiesta en España. Sin embargo, la administración del torero aprovechó tal circunstancia para hacer partícipe de esta situación en todos aquellos países donde poco a poco la influencia del diestro se fue permeando, para bien, o para mal. El enfoque maniqueo sienta sus reales y la trayectoria de la fiesta cambia para ofrecer ventajas que fueron aprovechadas, incluso a costa de la tragedia del cordobés, una tragedia en dos sentidos: la de su propia imagen y la de su muerte en Linares.

   MANOLETE se asomó a la cruda realidad de una España en lenta recuperación. Distinguimos en su actuación torera una antítesis del carácter bélico arrojado por los “desastres” de la guerra. De ahí que su figura -sin llegar a los extremos de explotación- sirviera de emblema a la causa recuperadora del pueblo español. México empezaba a conocer los rasgos no solo de personalidad que le caracterizaban, sino sus formas de hacer el toreo. Era importante verlo para convencerse de que no se les estaba mintiendo con el “cuento” de aquella figura mística vestida de luces.

   En toda aquella plaza donde se presentaba, era garantía de cartel. Su carrera ascendente lo coloca en sitio privilegiado y codiciado también. La transición que marca la “guerra civil española”  -insisto- obliga a la generación anterior a dejar paso a una nueva de la que él forma parte. Los toreros que se unen al cordobés constituyen -a mi parecer- un distinto modo de ver y entender la fiesta. Surge con todos ellos una expresión distinta, más refinada, alejada ya de un antiguo guerrear con los toros de generaciones como las de Fuentes, BOMBITA, MACHAQUITO, JOSELITO o Belmonte. El toro ya es otro, el concepto de criarlos, también. A todo había que adaptarse, incluso a lo que vino después de la “guerra”. MANOLETE es, en medio de ese lamentable acontecimiento, una bandera ajena al sentido de exterminio. Se levanta en otro frente de lucha, enalteciendo con su quehacer y su figura una de las expresiones del arte efímero que es el toreo. Su aportación, la debemos entender observando detenidamente los cambios que provocó, puesto que pareciendo estar sólo, fue capaz de dirigir y condicionar a la fiesta bajo los nuevos sistemas de creación, pero también de administración.

   Se dice que ISLERO de MIURA al convertirse en el asesino, era un asesino artificial, puesto que sufrió -producto de la mencionada “administración”- el cuestionadísimo asunto del “arreglo” en las astas. Sea o no cierta la afirmación que siguen haciendo muchos, el hecho es que con su muerte inicia una estela de leyendas, dichos y acotaciones que no terminan.

   En México causó un verdadero revuelo. Ocasionó que toreros como Lorenzo Garza se viera obligado a regresar de una de sus varias “despedidas” para no verse desplazado por el fuerte impulso con que venía precedido de triunfos y más triunfos, aquí y allá el de Córdoba. Su presentación en la capital de país trajo consigo una verdadera revolución. La ciudad, tan provinciana todavía, pero metida ya en senderos del progreso quería verlo. Aficionados y no aficionados tuvieron oportunidad de admirarlo y aplaudirlo porque MANOLETE en realidad, no decepcionó a nadie, demostró lo buen torero que era, con su estilo tan diferente y tan particular. Auténtico revuelo causó, puesto que conmocionó la vida cotidiana de tal forma que quienes lo vieron y aún viven, recuerdan esto como un capítulo especial; y conste que motivos de suficiente envergadura los hubo como para no compararlos con los de su presentación, misma que se efectuó el 9 de diciembre de 1945 en la plaza de toros EL TOREO, alternando con Silverio Pérez y Eduardo Solórzano, con toros de Torrecillas.

   Y nos dice, como muestra del impacto recibido en esos días, el recordado Carlos Septién García :

    Sangre de Córdoba…

   Sangre de los rudos túrdulos nativos que dejaron su huella en la penumbra de la historia; sangre grave y latina de los sobrios romanos imperiales; sangre brava y tumultuosa de los rubios visigodos bautizados; sangre apasionada e indolente de los moros de Andalucía; sangre de Córdoba hecha toreo y vergüenza de tu Manolete: ¡qué gloriosamente te derramaste ayer en la arena de El Toreo!

    Entendemos con lo que nos manifiesta El Tío Carlos que en MANOLETE se da la summa de varias líneas influyentes en la cultura hispana que, al paso de los siglos supo concentrar en sus entrañas, hasta darle un sello particular con que se identifica ante el mundo.

   Para entender a MANOLETE lo tenemos que ubicar perfectamente en su tiempo, y su espacio. Lo que transcurre en estas dimensiones debemos recibirlo, comprendiendo las circunstancias bajo las cuales se dieron todos esos aspectos. MANOLETE puede estar en estos momentos con nosotros, pero no podemos utilizar sus testimonios para alterarlos, y mucho menos injertarlo en épocas distintas o ajenas donde él ni siquiera puede incorporarse, como si se tratara de forzar un mecanismo de engranes, donde cada una de estas piezas son afines y coordinan un movimiento perfecto. MANOLETE y su época contribuyeron a un capítulo más de la historia taurina dejando evidencia de su quehacer.

   Como torero su figura estaba idealizada en auténticos factores de misticismo. De profunda seriedad, era difícil verle sonreír. Su figura, un delgado emblema, próximo a la ruptura por lo fino y delicado le vino muy bien, porque era el enfrentamiento de “su” fuerza basada en tan frágil anatomía, contra la fuerza bruta del toro, al que siempre vencía… excepto ISLERO de MIURA, toro que cortó de cuajo esa levedad misteriosa, débil como el rezo de un “ave María” en boca de un pecador; potente y majestuoso a la hora de elevarse a los horizontes de la gloria torera.

   Así de grande fue la figura de Manuel Rodríguez Sánchez  quien no solo es MANOLETE, sino el MÍSTICO, retrato fiel de aquel GRECO que dejó para la posteridad la figura franciscana de este torero que trasladamos al mismísimo lienzo del artista español.

   MANOLETE de no haber sido torero, podría ser un santo venerado por todo un pueblo.

   No es posible en todo el trayecto de estas notas la exageración. Interpretamos al hombre y al torero también que surgen ambos, en una sola figura en momentos de difícil circunstancia para un país, pero que supo entender todo ese dolor traduciéndolo en gozo mayor como torero. México no excluye todo el peso de su influencia, la hace suya y convive perfectamente a tal grado que permanece aposentada en el aire, sin que el tiempo cause algún daño o se atenúe todo lo que él representó para la fiesta y para una sociedad que compartieron juntos, durante los años de 1936 a 1947. Esos nueve años fueron suficientes, todo quedó rebasado por él y eso es lo que tenían que entender el pueblo, la afición en general. Estaban ante un verdadero fenómeno social, explicado con el embrujo de sus manos que trazaron y bordaron faenas de gran estatura, inolvidables.

   Es el mismo Tío Carlos quien  vuelve a decir de MANOLETE lo siguiente:

    México entero está hablando de toros desde ayer por la tarde. Este es el hecho al que nadie en la vasta Metrópoli -aficionado o no aficionado- puede sustraerse. México está tenso de emoción de toros (…)

   México es en este momento una fervorosa plática de toros. Y con ello -con ese hervor, con esa entrega, con ese ímpetu- México está mostrando el íntimo bullir de sus esencias entrañables. Porque la fiesta de toros es la fiesta de su cultura y de su estirpe; la manifestación luminosa de su pasión por la belleza y por la hazaña; el desemboque de todos sus amores por la tradición y la liturgia; el camino soleado y tumultuoso por donde cualquier hombre del pueblo puede un día echar a andar hacia lo heroico. La fiesta de toros es para México sueño de bizarría y grandeza, clamor de sangre que grita desde las propias venas, concreción de plástica que se realiza en el linde entre la sombra y el sol, entre la vida y la muerte, creación de gracia genuina, auténtica, probada ante los cuernos de las mil asechanzas.

    Todo esto ocurría al conjuro de MANOLETE. Nadie, por ese entonces quedó exento de conocer vida y obra de uno más de los “Califas” de Córdoba, como si con su presencia se vivieran los días de esplendor irradiado por imágenes vivas de la España que se asomaba a nuestro país para decirnos que su reconquista no era una casualidad. Nos mostraba y nos obsequiaba a uno de sus mejores hombres, ese torero que “conquistó”  de diferente manera a la de sus antecesores, a un pueblo que lo quiso y se apropió de él.

   A raíz de su muerte, el 29 de agosto de 1947 los mexicanos de entonces, se sumaron al duelo, venerándolo y respetándolo no sólo como el torero caído, sino como el personaje que vino a darle giros radicales a la tauromaquia que hoy sigue evolucionando, en gran medida, gracias a sus aportaciones, y al conjunto de ambientes con que lo saturó.

   Cierro esta participación entonando los versos majestuosos de un gran escritor español que encontró en México su segunda patria, y allá nos legó lo mejor de sus experiencias. Me refiero a Carlos Fernández Valdemoro, mejor conocido como José Alameda, quien escribió un soneto hermoso dedicado a Manuel Rodríguez Sánchez MANOLETE así: 

Estás tan fijo ya, tan alejado,

que la mano del Greco no podría

dar más profundidad, más lejanía

a tu sombra de mártir expoliado.

 

Te veo ante tu Dios, el toro al lado,

en un ruedo sin límites, sin día,

a tí que eras una epifanía

y hoy eres un estoque abandonado.

 

Bajo el hueso amarillo de la frente,

tus ojos ya sin ojos, sin deseo,

radiográfico, mítico, ascendente,

 

fiel a tí mismo, de perfil te veo,

como ya te veras eternamente,

esqueleto inmutable del toreo.

    Hasta aquí nuestra sentida reflexión sobre el hombre, el torero, el místico, valores todos representados en una figura única, inolvidable; por ende eterna y que ocupa su lugar en el parnaso de la tauromaquia universal: Manuel Rodríguez MANOLETE.

 NOTA: Las reproducciones digitales, corresponden al ejemplar del ESTO del 6 de septiembre de 1947. Pertenece a la colección del autor.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO. BERNARDO GAVIÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

REMEMORANDO A BERNARDO GAVIÑO y RUEDA. A DOS SIGLOS DE SU NACIMIENTO. 28 de 31.

[PASAJE Nº 49]: LA CALLE DEL COLISEO NUEVO, SU TEATRO Y EL PALACIO DE DE LA BORDA.[1]

   Tras haber recogido esta amplia cita, su contenido merece un detenido análisis que nos lleva por diversos senderos que espero se encaminen todos hacia un mismo punto de desembarque.

Interior del Gran Teatro Nacional. Grabado de la época.

    Al finalizar el siglo XVIII funcionaba de manera más o menos estable la plaza de toros de “El Volador”, ese espacio que se modificaba en el sitio ideal para celebrar fiestas originadas por diversos pretextos civiles, religiosos, monárquicos o hasta los de índole universitaria. Pero no sólo era el céntrico coso que se levantaba a un costado del palacio virreinal. También daban funciones la de Jamaica, una que ya se conocía como del Paseo Nuevo, San Pablo, y hasta el Coliseo Nuevo.

   Sí, efectivamente la noche del 8 de febrero de 1796 se representó la comedia bufa titulada “El Marqués de Birón”, también conocida como “El Mariscal de Viron”, escrita por don Juan Pérez Montalbán, y representada, por lo menos así lo dicen los registros, el viernes 20 de abril de 1792.[2]

   Nos cuenta Armando de María y Campos que

 Durante el primero y segundo entreactos se corrieron o lidiaron en el amplio patio del Coliseo dos novillos, lo que provocó el entusiasmo delirante por parte de los espectadores que llenaban el teatro virreinal no diré que hasta los topes, pero sí hasta la cazuela de hombres y mujeres, porque así consta en papeles impresos de la época.[3]

    El hecho volvió a repetirse el 9 de febrero siguiente, en el marco de la comedia “Amo y Criado” bajo el mismo procedimiento de la representación de la víspera. Pero el día 10, la escena se repite con el interesante agregado de que en la cuadrilla figuraba una torera. Además, esa noche se jugaron también dos tapadas de gallos, entrando los asistentes en fuertes apuestas. El día 12, los hechos ocurrieron de manera semejante a los días anteriores.

    Y quien sabe hasta cuándo hubiera seguido la lidia de toros bravos en el patio del Teatro si el virrey [Manuel de la Grúa Salamanca y Branciforte, Marqués de Branciforte] austero no corta por lo sano, prohibiendo, por Decreto, la lidia de toros en el Coliseo. La función del día 13 de febrero ya no se llegó a celebrar, y fue una lástima para el pueblo, porque esa noche hubiera podido gozar de una de sus diversiones favoritas, el Monte Parnaso.[4]

    Así que “Pompa Adelante” que iba a ser la obra puesta en escena, anunciada y todo, con el público presente como estaba en las diversas localidades del Coliseo ya no se dio, junto con los gallos y una cucaña. La orden del virrey fue acatada sin excusa ni pretexto, los espectadores desalojados y cerrado el teatro.

   Cuatro años más tarde, el asentista que llevaba los destinos del Coliseo Nuevo solicitó celebrar una temporada con Comedias de Santos, intercalando en los entreactos las regocijadas Corridas de Novillos y las emocionantes peleas de gallos. Sin embargo, su petición fue hecha bajo el mandato del virrey Félix Berenguer de Marquina, cuyo antitaurinismo era declarado. No conforme con dicha situación, el señor Juan Medina, a la postre empresario o asentista, además de bailarín argumentaba:

    Y por lo que respecta a que en el tiempo que le falta al año Cómico se le permita correr en los entreactos de las piezas teatrales hasta diez o doce Fiestas de novillos, se debe reflexionar en que estas son unas terneras, cuya lid se facilita en el foro, cercándolo de cuerdas, que se evita por una parte todo riesgo, no evitando la vista al público, quien ha solicitado hallar diversión en tal espectáculo. Como el que suscribe lo advirtió al ir a Guadalajara en el año pasado de 1787, en cuyos meses de julio y agosto, vio varias de las corridas referidas, con el permiso, sin duda, del Exmo. E Ilmo. señor Arzobispo que entonces gobernaba”.

    La respuesta oficial fue contundente.

    Con la permisión de novillos, concurre mayor multitud de gentes del pueblo, que con sus voces y silbidos alborotan al pueblo, sin que se les pueda contener… fuera de que no se pueden representar buenas piezas ni hacer bailes, con motivo de hallarse embarazado el teatro con la especie de tablado que necesita ponerse para figurar la plaza”.[5]

    Lo anterior devino pronunciamiento de un decreto firmado por Marquina en donde manifestaba a todos los intendentes de Nueva España para que no se permitieran las representaciones de Comedias de Santos, ni se diera licencia de lidiar novillos en los Coliseos.

   La sustancia de elementos que hasta aquí se reúne, nos permite encontrar varios factores cada uno dueño de un valor por demás interesante.

   Es muy probable que las Comedias de Santos fueran, al finalizar el siglo XVIII derivado y consecuencia decadente de las de los triunfos de los santos que, desde 1578 ya fueron representadas en la Nueva España, mismas que tenían que ver con la consolidación de la fe que había estimulado el Vaticano y sus diversos representantes papales. Sin embargo, en el crepúsculo del siglo ilustrado, esas representaciones habían caído en una deformación o fueron incorporadas al ya conocido “año Cómico” que tantas y buenas retribuciones les estaba dando a ciertos asentistas, por lo que pensaron prudente incorporar, como ya se estilaba en Guadalajara, y tal como había ocurrido en 1796. Pero el escenario, en algunos casos, no contaba con las disposiciones apropiadas de un tablado tal y como se levantaba en los cosos taurinos, por lo que se sustituía por cuerdas, debido a que los animales lidiados eran, en opinión “unas terneras”, lo cual indica su ínfimo tamaño y lo apropiado que resultaban para que, incluso alguna mujer torera se enfrentara a tales “fieras” sin riesgos de por medio. A su vez, la lidia se enriquecía con “tapadas de gallos”, montes parnasos[6] y hasta una cucaña.[7]

   De la tapada de gallos, tenemos los siguientes datos:

 A las peleas de gallos o “tapadas” por lo regular, acuden galleros y aventureros de toda la República, habiendo gentes que emprenden verdaderas peregrinaciones. Los empresarios de la feria celebran contratos con los dueños de galleras quienes les dan local para gallera y hospital y una cantidad de dinero para el sostenimiento de la gallera.

   Concertada la tapada entre los que van a hacer la fiesta, se estipula si hay o no retapo, monto de las apuestas y demás pormenores. Los empresarios forman lo que se llama el “asiento”.

   Llegado el día designado para el primer encuentro de gallos, se presentan al asiento todos los que van a fungir de corredores y hacen entrega de la fianza correspondiente. Esta fianza la exige el “asiento” porque es el responsable ante el público que mande casar su dinero, que entregan a los corredores. Llegada la hora se sientan en lugar prominente los representantes de la empresa que forman el “asiento” teniendo delante, sobre la valla que forma el anillo, una caja con navajas, botanas, hilos para amarrar éstas, un reloj de arena que dura un minuto en vaciarse, nota de las peleas de compromiso que se van a llevar a cabo, un ejemplar del reglamento por el que se van a regir las peleas, etc. Cuando ya están todos en su sitio, el “gritón” impone silencio al público por medio de un grito prolongado con voz estentórea diciendo:

“¡Silencio, señores!” Forman a los corredores en fila, llevando cada uno prendido al saco un número grande con la cifra de orden que le corresponde. Una vez callado el público, sigue el gritón:

“¡Va a comenzar el primer día de función! Estos son los corredores por quien responde “el asiento”. ¡Regirá el reglamento de… (el que se hubiera convenido)! De común acuerdo se ha nombrado juez sentenciador al señor… (grita el nombre del designado) aquí presente. Su fallo es irrevocable. ¡Vengan los gallos…![8]

El contenido de cuanto se menciona en el cartel que acompaña estas líneas, puede apreciarse de manera completa a continuación…
   Diversos estudios sobre esta materia, complementan una interesante aportación a otra diversión pública en la que los toros se convirtieron en invitados.[9] Como hemos visto, de la plaza pasaron al teatro y hasta hubo, con el tiempo una respuesta contraria que se desarrollaría en el Teatro Nacional en 1859, función, esa sí, anunciada con bombo y platillo, y cuya parte relacionada con ese aspecto traigo hasta aquí:

 GRAN TEATRO / NACIONAL / Magnífica, sorprendente y variada función / extraordinaria / PARA EL / VIERNES 4 de febrero de 1859, / A BENEFICIO DE / JUAN ZAFRANE / Primer actor y director de la Compañía.

(…)

IV.-En esta parte variará el espectáculo completamente, y por final se pondrá en escena una graciosa pieza en un acto, titulada

EL APRENDÍZ DE TORERO. / En esta pieza aparecerá una vistosa PLAZA DE TOROS, en la que se lidiará / UN VALIENTE TORO DE ATENCO, / por el simpático actor D. JOSÉ MIGUEL, acompañado del acreditado torero D. BERNARDO GAVIÑO y su cuadrilla, los que han tenido la amabilidad de prestarse generosamente en mi obsequio para amenizar esta función.

   De la misma Plaza se elevará hasta el público / UN BONITO GLOBO, / el que ha su tiempo se transformará en / UN VISTOSO TEMPLETE, / del que saldrán DOCE PALOMAS, llevando en el cuello cada una de ellas UN BILLETE DE LA LOTERÍA, para obsequiar a los que tengan la suerte de cogerlas. / RIFA DE UN TORO. / Se efectuará de uno expresamente escogido para esta rifa, el que estará adornado, y no será el que se lidie. Con cada boleto de entrada se dará un número de la rifa, siendo el agraciado el que se extraiga delante del público.

TIP. DE N. CHÁVEZ, CALLE DE LA CANOA Nº 5.[10] 

28 de agosto de 2012.

PROYECTO EDITORIAL DEL AUTOR. 1982-2012.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Deseo, a través del Blog de mi responsabilidad, poner a consideración de las autoridades universitarias, culturales, editores e impresores la obra que, hasta el momento considero se encuentra lista para su edición, sea en papel o como libro electrónico. Se trata de 84 trabajos, mismos que han sido elaborados de 1982 a la fecha y cuya propuesta temática aborda dos temas específicos: la tauromaquia en México así como aquello relativo al tema de los archivos históricos, en concreto, el de la extinta Luz y Fuerza del Centro, donde me desempeñé como Director del Archivo Histórico de 2005 a 2009.

   El conjunto todo de esas propuestas editoriales comprende un tratamiento histórico, estético, literario e iconográfico en ambas líneas de investigación. Actualmente se encuentran bajo resguardo electrónico (archivos Word), mismos que facilitarían la tarea de edición bajo las tecnologías editoriales que deben imperar en la mayoría de los casos, e incluso también pueden sujetarse a los criterios tradicionales. Son obras que pretenden dar un soporte puntual de información sobre dos muy precisas referencias históricas que han formado parte en el devenir de esta nación. Una, la tauromaquia desde 1526 y hasta nuestros días. Otra, la historia de la electricidad, desde la segunda mitad del siglo XIX y también hasta estos momentos.

   Tres son los aspectos en que se encuentran concentradas como serie:

APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (y en algunos casos bajo las subseries: Curiosidades Taurinas de antaño, exhumadas hogaño, Biografías, Catálogos, Iconografía, etc); REGISTRO GENERAL DE OBRA y ANTOLOGÍAS.

   Todos aquellos interesados pueden remitirse con el autor de la obra: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE, MAESTRO EN HISTORIA y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS TAURINOS DE MÉXICO, A.C.

CUALQUIER COMUNICACIÓN PUEDE SER A TRAVÉS DEL BLOG: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (https://ahtm.wordpress.com/) o DE LOS CORREOS ELECTRÓNICOS: josecoello1962@terra.com.mx y josecoello1962@hotmail.com

    Finalmente, el detalle de cada uno de ellos, puede ser revisado[11] en el archivo que se denomina:

PE_JFCU_2012 con extensión PDF que adjunto a continuación:

PE_JFCU_2012 

    De antemano, muchas gracias por su atención. 

AGOSTO DE 2012.


 

[1] José Francisco Coello Ugalde: De mi libro –inédito- “Artemio de Valle-Arizpe y los toros”. México, 598 p. Ils., fots., grabs., facs. Pertenece a la colección: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS Nº 62.

[2] Iriving A. Leonard: “La temporada teatral de 1792”. En “Nueva revista de filología hispánica”. Año V, Nº 4, octubre-diciembre de 1951. México, El Colegio de México, Harvard University, pp. 394-410. (p. 402). Los datos reunidos por Leonard, provienen de los Papeles del Colegio de San Gregorio, vol. 151, conservados en el archivo del Museo Nacional de México.

[3] Armando de María y Campos: Imagen del mexicano en los toros. México, «Al sonar el clarín», 1953. 268 p., ils., p. 9.

[4] Op. Cit., p. 10.

[5] Ibidem., p. 12.

[6] Flores Hernández:“Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII», México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 101. El llamado monte carnaval, monte parnaso o pirámide, consistente en un armatoste de vigas, a veces ensebadas, en el cual se ponían buen número de objetos de todas clases que habrían de llevarse en premio las personas del público que lograban apoderarse de ellas una vez que la autoridad que presidía el festejo diera la orden de iniciar el asalto.

[7] Largo palo ensebado en cuyo extremo se ponía un importante premio que se llevaba quien pudiese llegar a él.

[8] Armando de María y Campos: Las peleas de gallos en México. México, Diana, 1994. 96 p. Ils., facs., p. 73-4.

[9] Juan Pedro Viqueira Albán: ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987. 302 p. ils., maps.

[10] José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., V. 4, p. 153.

[11] El autor se reserva algunos datos personales que omite en el “Curriculum vitae in extenso” incluido en el archivo mencionado.

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DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. Nº 31. «MANOLETE» 1 de 2.

DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. Nº 31. 1 de 2.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, in memoriam. 65 aniversario de su muerte.

   Sobre Manolete se ha escrito todo…, o casi todo. Una figura con la dimensión del cordobés, creo que nunca terminará de ser valorada o estudiada. En los poco más de 25 años que llevo enriqueciendo mi “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI”, que ya supera las 1700 muestras, he encontrado, para esta ocasión, una manera muy apropiada de rendir homenaje a tan grande figura que fue a morir en Linares, aquella tarde del 29 de agosto de 1947. Dada la cantidad de materiales reunidos, y donde seguramente puede haber algunos más por ahí, me propongo presentar en dos partes esta particular ofrenda.

SINAFO_20755

 1945 

MONÓLOGO TAURINO

 ¡Y olé! Y ¡olé!

En Córdoba fue:

nació Manolete

y ¡olé!

 

Pero oiga usté:

En Texcoco fue:

Nació el gran Silverio

¡y pa´ qué!

 

En Córdoba la sultana

nació el MONSTRUO del toreo,

y se desmayó su hermana

al ver un crío tan feo.

 

Y en Texcoco, indiano suelo,

nació Silverio ¡arma mía!

y al verlo azotó Carmelo

que era más feo todavía…

 

En Córdoba fue…

nació Manolete

¡Y olé! Y ¡olé!

Y en Texcoco fue:

nació el gran compadre

¡y pa´ qué!

 

Manolete, Manolete,

arte, señorío y coraje,

que al torear se está más quieto

que la Torre el Homenaje.

 

Silverio, Silverio Pérez,

faraón de Faraones,

¡Ay compadre qué feo eres!

¡Pero con cuántos calzones!

 

Julio Romero de Torres

debió pintarte, Manuel:

Tal pintor pa´tal torero,

tal arte pa´tal pincel.

 

Y a ti, Silverio, aunque fuera

el que un cuadro te pintara

el propio Diego Rivera

¡Hasta guapo te sacara!

 

Serio torero izquierdista,

asombro del natural,

temple, quietud, señorío,

quintaesencia escultural:

 

Lentitud, mando, arrogancia,

arte clásico y profundo:

¡Ay Córdoba, tu fragancia

aromando al nuevo mundo!

 

Porque sí señó

en Córdoba fue:

Nació Manolete

y ¡olé! Y ¡olé!

 

Pero todo eso se acaba

cuando un indio no se humilla

y saca de un trincherazo

sangrando la taleguilla;

 

cuando un Procuna refina

gracia, tragedia y sabor

y hasta la manoletina

le mejora a su inventor;

 

cuando con todos los toros

siempre maestro y confiado

liga Fermín su faena

en medio metro cuadrado.

 

Pensando en México siempre

en los toros nos montamos

porque si «allá» tienen casta

aquí hasta les regalamos.

 

Dizque era el número uno

Manolete el cordobés;

porque no había ninguno

que le parara los pies;

 

Y vino a darnos picones

sin ver que en estos confines

ante un Silverio a los monstruos

les dan hasta colerines.

 

Y pa´demostrar que es cierto

más de un cilindrero queda:

¡También en Texcoco hace aire

y en Saltillo polvareda!

 

Y ya el señó Manué

como -bonitos o feos-

los aztecas no se rajan

¡Mas que no les den trofeos!

 

Porque sí señó

en Córdoba fue:

Nació Manolete

y ¡olé! Y ¡olé!

 

Pero óigame usté

en Texcoco fue:

Nació el gran Silverio

-¡¡¡y pá´qué!!! 

                                                           GUZ AGUILA.

 Ca. 1947

   Mi entrañable amigo Juan Elías Miletich, me envía estos versos, cuyo origen posiblemente sean los de un corrido dedicado post morten a Manolete, con el comentario de que otro peruano, el ingeniero Bartolomé Puiggrós, -jefe de la página taurina de El Comercio- recuerda de niño haber tenido en casa discos con dos corridos dedicados a Manolete, de los que no recuerda títulos, autores ni intérpretes, salvo la letra de uno de ellos, que la recita cada que se acuerda y que sospecho no debe ser del todo exacta. Terminado el preámbulo te traslado ese tema de investigación y la probable letra del corrido antes aludido:

 LICENCIA PIDO SEÑORES…

Licencia pido señores para empezar a cantar,

si cometo mis errores me los van a dispensar.

Se trata de un gran torero que siempre será inmortal,

que nos dejo un gran recuerdo que no se podrá olvidar.

A México conquisto tan pronto nomás toreo

y de todo corazón nunca lo podrá olvidar.

Una tarde que alternaba con Luis Miguel Dominguín,

el publico lo acechaba sin pensar que iba a morir.

Dominguín fue aclamado delirante en su primero,

estuvo muy acertado y dio la vuelta al ruedo.

En el quinto Manolete salió dispuesto a triunfar,

sin pensar que ese toro le iba la vida a quitar.

Por mala suerte la suya o ya se la había llegado,

porque ese toro de Miura lo cogió por un costado.

Las palomitas volaron con dirección al oriente,

mis versos se han terminado,

que Dios guarde a Manolete.

 1947

Corrido a la muerte de Manolete.

 Agosto cuarenta y siete,

el mundo se consternó

¡porque una fiera de Miura

a “Manolete” mató,

fue en la ciudad de Linares

donde el diestro sucumbió,

por matar a su adversario

también su vida perdió.

 

De toda España a él llegaban

en aviones los doctores

querían salvarle la vida

al rey de los matadores,

toda la ciencia moderna

con el diestro fracasó,

su destino estaba escrito

así lo mandó el creador.

 

“Manolete”, “Manolete”,

la afición toda te llora,

te manda flores al cielo,

porque estás allá en la gloria.

 

El cordobés con cariño,

quiero a México exclamaba,

porque es mi segunda patria,

después de España adorada.

Tu recuerdo queda vivo

como valiente en la historia

porque tú te coronaste

en muchas tardes de gloria.

 

La cuadrilla de Manolo

en su lecho está presente,

despidiendo con su llanto,

al torero más valiente,

adiós torero grandioso,

la fiesta pierde una espada,

tu fama queda en la historia

con letras de oro grabada.

Saturnino Ibarra Galindo.

 1945

In Memoriam…

 La turba que el circo llena

sus instintos desenfrena,

¡y como un mártir romano

deja su vida en la arena

un caballero cristiano!

 

Su muerte siembra de cruces

los cortijos andaluces

y en desolado tributo

hoy llevan ropas de luto

los que ayer trajes de luces.

 

Madre –España- sin consuelo

tu duelo enluta su suelo,

¡pero si vieras, Manuel,

con qué amor, tan hondo y fiel

llora México tu duelo!…

 

Apagan su luz los soles

mexicanos y españoles

y un llanto en perlas desgrana

por ti la Guadalupana,

y el Cristo de los Faroles…

 

Tu muerte, que es vida, alabo,

¡debiste morir así!

Un pueblo, de tu arte esclavo,

te otorga orejas y rabo

¡Y un Miura rueda ante ti!

 Tomás Perrín.

 1947

El último gladiador…

No era un hombre triste:

era hombre urgido de presentimiento;

quien le vió el rostro bien, supo el misterio:

no había en él enigma;

era la esfinge sin preguntas.

Estaba lleno de contestaciones.

 

¡Pobre carne de triunfo!

 

Más que un traje de luces, era

una loriga de gusanos de oro…

 

La muerte estaba cierta,

sin prisas, sin premuras… como

la adormecida flámula en la mano.

 

Triste está el mundo, triste; pero

ante el perfil agudo

del gladiador inmóvil en la arena,

quizá el mundo, diga:

gladiador, sí, ¡pero el último!

Leopoldo Ramos.

 1947 

Responso lírico.

Galoparon los sollozos

Y despertaron los rezos,

Entre los cirios derechos

Cual lirios repesadilla.

 

Bajo la cóncava lona

Cuelgan sus ojos llorosos

Del filo de la mantilla,

Las mocitas de la villa

De Córdoba la moruna.

 

Se durmieron los bordones

De los cantares flamencos;

Asomaron los crespones

A la ronda de los rezos.

§

 En una plaza de pueblo

Y en lance de caballeros,

Ha muerto Manuel Rodríguez,

Hijo y nieto de toreros.

 

Bajo la lumbre del Sol

Rubia como manzanilla,

Cambiando vida por vida

Cayeron toro y torero.

 

Estampa de maravilla

Del arte fúlgido y bravo.

Sangre de casta en el viento,

Flameando cual bandera

En un asta vengativa,

Y un bruto que va doblando

Casi hasta la cruz hundida,

La espada donde la moña.

 

Horror de luto emponzoña

La angustia de los sentidos.

Ha nevado en los tendidos

Prendidos de sol de agosto…

 

¡Qué pena de los que vieron

El largo y pálido rostro,

En aquella despedida

Definitiva y postrera!

¡Pálida mano de cera

Crispada sobre el trofeo…!

 

Ya sólo con el recuerdo

Podréis mirarlo en el ruedo,

Con la figura de tallo

Ceñida en la rebolera.

 §

 Silencio de velo y seda

En valla de ojos mojados

Y de mentones clavados

En la pena de los pechos.

 

Va sobre el féretro negro

El capote de paseo…

¡Treinta años…!

Sólo de verlo…

Se puso a llorar el cielo…

 

Gustavo Rueda Medina.

 1947 

 “MANOLETE”

-CORRIDO-

 Al Sr. Don Antonio Algara

Empresario de la Plaza de

toros “El Toreo”.

 Escuchen este corrido

que ya me tiene con brete

del torero más querido

de todos fue Manolete.

 

Con mi guitarra en la mano

y enlutado el corazón

se lo brindo a la afición

y a mi suelo mexicano.

 

Torero de pundonor

Manolete siempre fue

al que le sobró el valor

siempre lo recordaré.

 

Dondequiera fue atrevido

por su vergüenza cabal

fue en la provincia cogido

de un Miura muy criminal.

 

Nunca le templó a la muerte

Manolete se arrojaba

porque confiaba en su suerte

a los ruedos se tiraba.

 

En una de las corridas

que tenía en muchos lugares

las que no fueron cumplidas

por la última en Linares.

 

Manolete les mostraba

a sus queridos paisanos

que el valor le pajueliaba

como aquí a los mexicanos.

 

Toreaba con hidalguía

y el público con alarde

cuando en eso lo prendía

su segundo de la tarde.

 

Lo empitonó con tal saña

que nunca se imaginó

en las arenas de España

Manolete se quedó.

 

Ahora su tierra querida

siempre guardará memoria

lo recordará la historia

todo el resto de su vida.

 

Por la tremenda cornada

que la afición presenció

toda en masa, consternada

rabo y oreja pidió.

 

Para el torero grandioso

que un día en Córdoba nació

al momento pesaroso

el Juez se las concedió.

 

La ofrenda y el gallardete

que apretujaba en sus manos

al expirar Manolete

recordó a los mexicanos.

 

Fue muy terrible cogida

La que el diestro recibió

Por la que perdió su vida

Toda su tierra enlutó.

 

Nunca le importaba el miedo

Como torero español

Quedó tendido en el ruedo

Mirando su cara al sol.

 

Inútiles resultaron

Todos los especialistas

Porque a cual más pesimistas

Su vida no aseguraron.

 

Se pidió hasta una Eminencia

Y éste al ver la cosa fea

Dijo Jiménez Guinea:

Aquí no pudo la ciencia.

 

Este ya es caso perdido

Pues la cornada es mortal

Por la sangre que ha perdido

No hay remedio: esto es fatal.

 

Yo aquí no puedo hacer nada

Debo de hablar con franqueza

Me causa honda tristeza

Esta terrible cornada.

 

Llamen a sus familiares

Urgente y sin dilación

En Córdoba está su madre

Que venga con precisión.

 

Ya estaba clareando el día

Jueves en la madrugada

Manolete en agonía

Daba la última boqueada.

 

Las cinco y cuarto marcaba

El reloj ese momento

A esa hora expiraba

Con su vista al firmamento.

 

No supo sentir golilla

A ningún toro jamás

Rodeado de su cuadrilla

Con Dominguín murió en paz.

 

Lágrimas muchas rodaron

De amigos en esta vez

Cuando todos contemplaron

Moribundo al cordobés.

 

Del destino fue injusticia

Cualquiera lo comentó

Cuando vieron la noticia

Que en México apareció.

 

España se halla de duelo

Con muy sobrada razón

También México mi suelo

Enluta su pabellón.

Adiós sus manoletinas

Que fama y nombre le dieron

En las llaves asesinas

De un miura se despidieron,

Manolete fue el torero

De la época bien querido

De todo México entero

Más por donde fue nacido.

Manuel Esquivel.

 1947

EPITAFIO.

¡No yace aquí!… Sería muy pequeño

Si, bajo aquesta losa reposara

Aquel grande torero que dejara,

La vida, entre los cuernos de un miureño.

 

El debe de dormir, su dulce sueño,

Sobre la rubia arena que pisara

Y, al toque de clarín, resucitara

Para lograr la forma de su empeño.

 

Haremos que el ilustre CIDE HAMETE

Escriba, sus hazañas de torero,

En forma tal, que el tiempo las respete.

 

¡Detente ante esta piedra, viajero!

Y, si al mirarla, el llanto te acomete,

No llores más, arroja tu sombrero.

 A don MANUEL RODRÍGUEZ “MANOLETE”

 México, Agosto de 1947.

 Antonio Ximeno.

 1949 

MANUEL RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

 MANOLETE

 -¡Madre! La Luna me llama

y junto al río me espera,

que esta noche es noche clara,

que esta noche es noche bella.

Es noche de nocharniegos.

Es noche de amor en vela.

Es noche en que los mocitos

urden, con oros, querellas.

 

Por si faltara la luz,

con la luna va una estrella.

¿No ves su manto de nácar?

¿No ves su capa de seda?

 

Esa capa es para mí,

será la capa torera

con que burle a las vaquillas

en esta noche serena.

 

Una noche en que la Luna,

con un lucero a su vera,

de parranda, tras los montes,

iba persiguiendo estrellas,

le prometí que otra noche

le brindara una faena

si me prestaba su capa

bordada con luz y sedas.

 

Y allí la tienes, mi madre:

¡Mírala cómo hace señas!

¡Me llama, madre, me llama!

Allá, junto al río, espera.

Y mi palabra es de rey.

No puedo faltar a ella.

¿Verdad que debo de ir?

¿Verdad, madre, que me dejas?

 

No llores, madre, que vuelvo;

que me protege una Reina:

La Virgen de las Angustias

que pende de esta cadena.

Que la llevo junto al pecho,

fundida mi carne en ella,

desde el día, día en rosas,

en que tú me la pusieras.

Dame un beso, madre santa.

Dame un beso, madre buena,

que el río queda muy lejos

y la Luna se impacienta.

 

-¡Ay, hijo, que el sino manda!

Un sino en que veo penas;

pero no ha de ser tu madre

quien ponga a duelos barreras.

 

Llevas sangre de toreros

despeñándose en tus venas.

¡También en sangre florecen

los sueños de mis quimeras!

 

Vete, mocito, tranquilo,

a envolverte en luz y sedas,

que, si a la Virgen te guía,

tu madre tranquila queda.

Si ese ha de ser tu camino,

será que así Dios lo quiera;

que si Dios planta jazmines,

también es Dios quien los lleva.

 

¡Ay, que pusiste un clavel

a caballo de tu oreja!

¡Ay, no lo vuelva rubí

la madrina que te espera!

 

Y en Córdoba habría de ser:

Córdoba, extraña y severa.

En la Mezquita, rosarios,

filósofos en la arena.

Estoicos con capotillo.

Manteos con sal torera.

Caballeros con cárieles.

Sol de luna en la pelea.

 

Y en Córdoba habría de ser

donde este Manuel naciera.

Señor en traje de luces.

Sacerdote de una fiesta

mística en rito pagano,

sombría en color de feria;

donde inciensan con claveles

y con manzanilla ofrendan.

 

Y en Córdoba habría de ser

donde Manuel se vistiera

el primer traje de luces

que la Luna le tejiera.

 

¡Ay, Manolete, Señor,

caballero de la Arena

sacerdote del Dolor,

místico de extraña secta!

¿Cómo no vieron tus ojos

colmados de luna plena

que, detrás de tu capote,

estaba la Muerte cerca?

 

¡No viste que siempre, siempre,

la tenías a tu vera?

¿No lo viste allá, en Linares?

¡No viste su alegre mueca

cuando tu mano engañaba

al toro con la muleta?

¡No la viste entre las astas

acechándote, contenta?

 

¡Ay, Manolo, Manolete,

qué noche, la noche aquella,

la noche en que, cara al Cielo,

te alejabas de la Tierra!

 

Iba la Luna a tu lado;

iba la Luna a tu vera:

La Luna que en otra noche

fue tu madrina primera.

 

Iba llorando la Luna,

llorando de rabia y pena.

 

Y al otro lado, de luto,

también lloraba una estrella.

SINAFO_20757

 1949

 ELOGIO DE “MANOLETE”

I

LA CITA (1931)

¡Torerillo magro y seco

con catorce primaveras!…

¡Ya quieres cortar orejas

sin que te alcancen las fuerzas

para hundir la toledana

en el cuerpo de la fiera!…

¡Ya tienes sueños de gloria!

¡Ya tu ansia no admite espera!

¡Ya está aguardando tu triunfo

la pasión de España en fiesta!

. . . . . . . . . . . . . . . .

Y aquel mocito espigado

que tantas prisas tuviera

por conquistar las sonrisas

de la gloria, mujerzuela

que a todos brinda promesas

pero que a pocos se entrega,

logra una novia –la muerte-

que de continuo le cela…

…Y a partir del mismo instante

en que ese pacto se sella,

¡surge Manolo Rodríguez,

-“Manolete” por más señas-

en continuo disputar

con la novia escogiera!…

. . . . . . . . . . . . . .

¡Ay torerillo en agraz

de catorce primaveras!

¡Quién te quitara la novia!

¡Quién evitara ese instante

del encuentro en las tinieblas!

 

¡Torerillo magro y seco

con catorce primaveras!…

¡Ya tienes la suerte echada!

¡Ya está la novia en la reja!

¡Ya está la novia esperando…

esperando… por si llegas!

 

¡Ay, Manolito Rodríguez

qué suerte la que te espera!…

 II

 TRIUNFO Y MUERTE (29 de agosto de 1947)

 “¡Tronco que nunca se mueve!”

“¡Ramaje que el viento agita!”…

¡Síntesis breve y heroica

del toreo manoletista!

Rompiéronse viejos moldes

con su famosa divisa:

“¡A torear todos los toros,

aun aquéllos que no embista!…”

. . . . . . . . . . . . . . .

Y vino el triunfo grandioso:

¡Triunfo que nadie recuerda

haya alcanzado ninguno

fe los que usaron coleta!…

¡Treinta años, y todo el mundo

pendiente de cuanto hiciera!

¡Treinta años, la cara triste

y un blanco mechón de penas!

 

Fue su toreo una liturgia;

fue de Séneca su escuela;

y fue tanto el señorío

de su traza fina y seca,

que los más grandes señores,

humillando su grandeza,

al verlo cruzar la arena

por más señor, lo tuvieran…

 

Pero una tarde de agosto,

-tarde andaluza de feria-

“Islero”, toro de Miura,

destrozó la estampa austera…

¡Qué horrible hachazo en sus carnes!

¡Qué roja flor en la arena!

¡Qué angustioso aquel instante,

aquel hundirse en la niebla!…

 

¡Qué dolor, Manuel Rodríguez,

que aquel pacto se cumpliera!

 III

 LLANTO (30 de agosto de 1947)

¡Negro toro!… ¡Negra pena!

¡Negros puñales abiertos

que en Linares han matado

al mejor de los toreros!…

 

¡Callen todas las guitarras!

¡Salgan todos los pañuelos

que antes pidieron orejas,

a pregonar nuestro duelo”…

 

¡Broten raudales de llanto

al revivir el recuerdo

del torero más valiente

que ha pisado nuestros ruedos!…

 

¡Allá, la moruna Córdoba,

la de terrenos alberos,

la de las casitas blancas

como palomas en celo,

recibe este duro trance

que es ejemplar sufrimiento:

¡Lloran niños y mujeres!

¡Lloran mocitas y viejos;

y llora el cielo de pena

al enterrar al torero!

 

…Y una chavala morena,

como escapada de un lienzo

del padre de los gitanos,

del pintor Julio Romero,

al contemplar de la madre

el terrible desaliento,

llega, y gimiendo le dice:

-“No yore usté, se lo ruego…

no yore usté… maresita…

que Manolo fue muy güeno

y por serlo, de seguro

tendrá del Señor su premio…

No yore usté, señá Angustias:

¡”Manolete” está en el cielo!…

 

Pero la madre no atiende

a los divinos consuelos…

¡Y llora con ella Córdoba

y con ella el mundo entero!…

 

¡Que ha muerto Manuel Rodríguez,

el mejor de los toreros!…

Rafael Andrés.

    El día de mañana, concluiré con la presentación de toda aquella poesía localizada y que fue escrita en torno a la figura de ese gran diestro español, quien toreó en nuestro país e incluso, tuvo previsto en algún momento vivir aquí, luego de que se polarizaba su relación amorosa con Lupe Sino. 

CONTINUARÁ.

PROYECTO EDITORIAL DEL AUTOR. 1982-2012.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Deseo, a través del Blog de mi responsabilidad, poner a consideración de las autoridades universitarias, culturales, editores e impresores la obra que, hasta el momento considero se encuentra lista para su edición, sea en papel o como libro electrónico. Se trata de 84 trabajos, mismos que han sido elaborados de 1982 a la fecha y cuya propuesta temática aborda dos temas específicos: la tauromaquia en México así como aquello relativo al tema de los archivos históricos, en concreto, el de la extinta Luz y Fuerza del Centro, donde me desempeñé como Director del Archivo Histórico de 2005 a 2009.

   El conjunto todo de esas propuestas editoriales comprende un tratamiento histórico, estético, literario e iconográfico en ambas líneas de investigación. Actualmente se encuentran bajo resguardo electrónico (archivos Word), mismos que facilitarían la tarea de edición bajo las tecnologías editoriales que deben imperar en la mayoría de los casos, e incluso también pueden sujetarse a los criterios tradicionales. Son obras que pretenden dar un soporte puntual de información sobre dos muy precisas referencias históricas que han formado parte en el devenir de esta nación. Una, la tauromaquia desde 1526 y hasta nuestros días. Otra, la historia de la electricidad, desde la segunda mitad del siglo XIX y también hasta estos momentos.

   Tres son los aspectos en que se encuentran concentradas como serie:

APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (y en algunos casos bajo las subseries: Curiosidades Taurinas de antaño, exhumadas hogaño, Biografías, Catálogos, Iconografía, etc); REGISTRO GENERAL DE OBRA y ANTOLOGÍAS.

   Todos aquellos interesados pueden remitirse con el autor de la obra: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE, MAESTRO EN HISTORIA y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS TAURINOS DE MÉXICO, A.C.

CUALQUIER COMUNICACIÓN PUEDE SER A TRAVÉS DEL BLOG: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (https://ahtm.wordpress.com/) o DE LOS CORREOS ELECTRÓNICOS: josecoello1962@terra.com.mx y josecoello1962@hotmail.com

    Finalmente, el detalle de cada uno de ellos, puede ser revisado[1] en el archivo que se denomina:

PE_JFCU_2012 con extensión PDF que adjunto a continuación:

 PE_JFCU_2012 

   De antemano, muchas gracias por su atención. 

AGOSTO DE 2012.


[1] El autor se reserva algunos datos personales que omite en el “Curriculum vitae in extenso” incluido en el archivo mencionado.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA. 4 LIBROS DE POESÍA…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 4 LIBROS DE POESÍA. I SONETOS Y PARASONETOS. II PERRO QUE NUNCA VUELVE. III ODA A ESPAÑA Y SEIS POEMAS AL VALLE DE MÉXICO. IV EJERCICIOS DECIMALES. 1982.

    Cualquier poeta, y más aún, cualquier sonetista que se precie, tendría en el famoso poema de 14 versos, el soneto por antonomasia su mejor prueba de fuego. O de honor. Incluso, habría de someterse a la rigurosa constitución del mismo, teniendo como modelo el soneto satírico que escribiera en su momento el barroco Lope de Vega, nada más por el sólo placer de proponerse fijar las reglas, las que un gran autor inscrito en el “siglo de oro de las letras españolas” supuso como el mayor de los retos, para concebir, con todo el rigor de la exacta métrica, del equilibrio y el balance, justo en los momentos en que surge “especial encargo”, donde la magia que se puede hacer con dos cuartetos y dos tercetos, catorce versos en los que todo cabe, todo se explica y todo se expresa, aparecen enseguida con su graciosa precisión: 

Un soneto me manda hacer Violante,

que en mi vida me he visto en tal aprieto;

catorce versos dicen que es soneto:

burla burlando van los tres delante.

 

Yo pensé que no hallara consonante

y estoy a la mitad de otro cuarteto;

mas si me veo en el primer terceto

no hay cosa en los cuartetos que me espante.

 

Por el primer terceto voy entrando

y parece que entré con pie derecho,

pues fin con este verso le voy dando.

 

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho

que voy los trece versos acabando;

contad si son catorce, y está hecho.

    Pues bien, creo a mi parecer que tal empeño se lo propuso –a conciencia- José Alameda realizando así uno de los libros clave en su afortunado recuento literario. El oficio de escritor, sumado a la notable cultura universal de que disponía el madrileño, hicieron posible que Sonetos y Parasonetos se concretara como una más de las partes de un título indispensable, esencial. Si para entender al soneto mismo ya tenemos más que claro el panorama, ¿qué pasa con los parasonetos? Entiéndase el uso del prefijo que, a decir del Diccionario de la Lengua Española es aquello que significa “junto a”, “al margen de”, “contra” (tal y como ocurriría con paracronismo, paráfrasis o paradoja). Por tanto, los “parasonetos” en Alameda vendrían siendo la construcción rigurosa de esos catorce versos, sólo que al margen de las normas, sin seguir los dictados establecidos, en auténtica y deliberada práctica cuya libertad podría confrontarse con la costumbre sin más… hasta llegar al punto en que para Alameda mismo, el parasoneto no es otra cosa que una “moderna epidemia”. Que lo es, por ejemplo cuando revisa la obra de Machado. “En la obra de éste he podido contar treinta y ocho sonetos, pero en rigor solamente cuatro de ellos lo son”.[1]

   En este libro, se encuentran reunidos todos aquellos poemas que José Alameda fue esparciendo en el resto de la obra literaria que ahora se pretende reseñar de manera integral.

   En posible réplica de lo satírico que resultó Lope de Vega, y con la natural ironía de Alameda es que al encontrarse con el Soneto de los participios, dedicado al pintor sevillano Diego Velázquez, aquel que con su pintura mantuvo con el pincel los brotes de la decadencia de los Austrias… hete aquí lo alucinante de un soneto…

   En este libro, puede percibirse la sobrada andadura de un autor dispuesto a todo, capaz de asombrarnos con cada verso, pero también con cada razonamiento que en su quehacer definía el exacto equilibrio en el uso de las palabras, de las ideas hasta lograr párrafos compactos, sólidos, vivos, intensos, llenos de una galanura en el lenguaje que por eso se convierte en la indispensable necesidad de alimentar el espíritu en cada página que se lee, que por eso no se le percibe desperdicio alguno. Como obra capital de su poesía, la lectura –insisto- compromete a realizar una navegación que nos lleva por apacibles aguas, sin ignorar que las intensas tormentas puede producirse en cualquier momento, pero siempre para terminar, ya en el climax, al borde del estado de gracia.

   Cuando el deleite y el sufrimiento han sido tanto, de pronto estamos sentados ante el vivo retrato de Federico García Lorca, que nos lo retrata en pleno quehacer, lo mismo mientras trabaja en el Llanto… dedicado a Sánchez Mejías que en Yerma. Alameda confiesa haber conocido en varias ocasiones a Federico, hasta consolidar una amistad que sólo quedó trunca en el momento en que se intensificó la guerra civil en España y Federico fue blanco de persecución. 4 libros de poesía dieron espacio para dar recuento, entre otros asuntos lorquianos, de la presencia de los “sonetos del amor oscuro” como aquel que comenzaba con la idea del Largo espectro de plata conmovida, o ese otro en que Yo sé que mi perfil será tranquilo… y donde Fernández-Valdemoro especula una serie de inciertas realidades a que fueron sometidos estos y otros textos desde el momento mismo en que comenzó la pesadilla para el de Fuente Vaqueros. 

Aunque todo se diga

Siempre queda

Algo que la palabra nunca dice.

Siempre hay algo secreto en el poema.

    Cuarteta tomada de El largo epitafio que no es sino el misterio revelado, la luz en su más plena intensidad, cenit de aspiraciones que, como las grandes tardes toreras, se dan de vez en vez. Un pequeño ejemplo como el de ese Epitafio descubre en cualquier autor aquella devoción por lo inasible que tiene la poesía, ser amado inclasificable, etéreo… pero que en términos de lo real hace que el deseo se materialice, y José Alameda logra bajarlo del cielo, descubre su rostro. Así es cada poema.

   Libro de alas abiertas, de corazón que comparte todo cuanto supo y quiso escribir (que siempre hay algo que quede oculto o por descubrir). ¿Qué puede haber rigor academicista? Sí. ¿Qué puede notarse cierta afectación? También. ¿Qué los versos allí reunidos podrían ser resultado de una disciplinada tarea al compás del metrónomo, en tanto regulador de letras? Estaremos de acuerdo o no. Lo importante aquí es que se percibe al poeta despojado de cualquier prurito, armado de lanzas suficientes para salir en defensa de cuanto escribe, preámbulos donde mana sabiduría a raudales, eso me queda muy claro. Y no pretendo –hasta aquí- hacer elogiosa reseña, sino compartir, y por lo menos invitar para adentrarse en la lectura de sus textos, todos los que de Alameda han sido sujetos de estas atrevidas exposiciones a las que, por otro lado, el les tenía absoluta aversión.

   Pues bien, la caudalosa presencia de sonetos, décimas y otras expresiones poéticas concebidas por Alameda en este libro, supone la presencia integral de su obra en verso, la cual se agradece desde cualquier punto de vista, pues tiene el noble gusto de compartirla, como los manjares en una mesa, rodeada de sibaritas, dispuestos al deleite de sus composiciones. Cada una de ellas guarda el riguroso esquema de la composición y pueden identificarse del mismo modo cuando uno escucha obras de cámara, por ejemplo de Schubert, Beethoven o Grieg. Cada poema tiene grabado a fuego el estilo “alamediano” o “alamedano”, capaz, como insisto, de que si por algún momento no se tuviera idea exacta de quién en su creador, el auténtico sommelier de las letras, el que sigue sin descanso la obra de los poetas, puede identificarlo sin problema en el horizonte. Nada más escuchar “No me mueve mi Dios para quererte…” y ya suena el nombre de fray Miguel de Guevara. Con solo leer 

Los suspiros son aire y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Díme, mujer, cuando el amor se olvida

¿sabes tú a dónde va?

 …y el nombre de Gustavo Adolfo Bécquer asoma con toda su gloria. Si los versos tienen otra naturaleza, tales como: 

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis

por un dios inasible que me ahoga,

mentido acaso

por su radiante atmósfera de luces

que oculta mi conciencia derramada (…)

 …entendemos que no es otro que el célebre poema “Muerte sin fin” de José Gorostiza. Del mismo modo cuando leemos 

A Manuel Rodríguez “Manolete·

 Estás tan fijo ya, tan alejado,

Que la mano del Greco no podría

Dar más profundidad, más lejanía

A tu sombra de mártir expoliado.

 

Te veo ante tu Dios, el toro al lado,

En un ruedo sin límites, sin día,

A ti que eras una epifanía

Y hoy eres un estoque abandonado.

 

Bajo el hueso amarillo de la frente,

Tus ojos ya sin ojos, sin deseo,

Radiográfico, mítico, ascendente,

 

Fiel a ti mismo, de perfil te veo

Como ya te verás eternamente,

Esqueleto inmutable del toreo.[2]

 …no podemos sino levantarnos y exclamar, ¡son versos de José Alameda!

   Y es que como él mismo decía: “…la poesía, aunque muchos no lo sepan, es antes que nada, por dentro y aun por fuera, disciplina, disciplina y disciplina…

   “Y esa disciplina me ayudó en días de naufragio, a través de muchas trampas de la vida. Y ella me permitió acceder más pronto hasta el goce literario, hasta las vísceras españolísimas de Cervantes y a la lección suprema de Petrarca, con su jaula de oro, el soneto”.

   Como telón de fondo, se encuentra aquello que en su momento quedó establecido para una de las obras cumbres de Antonio Vivaldi: Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, es decir lalucha entre la armonía y la invención a la que también se enfrentó José Alameda partiendo del hecho de que contó, para consolidar su formación, con el proceso educativo que aprendió de los jesuitas y de los marianistas.

   “Recuérdese que Stendhal, para apurar y definir su estilo, leía diariamente un fragmento del Código Civil francés. La condensación verbal de una experiencia bien conducida, por hombres sabios en lo suyo, es siempre valedera… Y si las definiciones del derecho natural en prosa latina no sirven directamente para hacer un soneto, la verdad es que, en el fondo, ayudan. Créanmelo”.

   Esto último casualmente aparece en Retrato inconcluso, libro cuya reseña se desplegará en la siguiente entrega.


[1] José Alameda (seud. Carlos Fernández Valdemoro): 4 LIBROS DE POESÍA. I. Sonetos y Parasonetos. II Perro que Nunca Vuelve. III Oda a España y Seis Poemas al Valle de México. IV Ejercicios Decimales. Apéndice I: Primeros Poemas. Apéndice II: Tauro lírica Breve. México, Ediciones Océano, S.A., 1982. 239 p. Ils., p. 57.

[2] Op. cit., p. 238.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO. BERNARDO GAVIÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

REMEMORANDO A BERNARDO GAVIÑO y RUEDA. A DOS SIGLOS DE SU NACIMIENTO. 27 de 31.

[PASAJE Nº 49]: LA CALLE DEL COLISEO NUEVO, SU TEATRO Y EL PALACIO DE DE LA BORDA.[1]

    Estamos a las afueras del famoso Coliseo Nuevo, escenario que comenzó a brillar con luz propia desde el siglo XVII. Conforme se tuerce a la izquierda del Banco de Londres y México se entra en la calle que hoy es de Bolívar, la 3ª, que antes se llamó del Colegio de las Doncellas y luego de Niñas, por el establecimiento benéfico que estaba en la siguiente rúa y abarcó a las dos con su nombre… ahí, ahí se encontraba, o por lo menos se encuentra hasta hoy lo que podemos decir que era el sitio en que alguna vez funcionó como el Coliseo Nuevo. La calle ya era conocida así desde aquel siglo en que operaba normalmente dicho espacio teatral. Aunque fue, y aquí un interesante relato de nuestro autor del que no me detendré hasta llegar a la parte que refiere el acontecimiento taurino que es motivo del presente pasaje. Veamos.

    El 25 de diciembre de 1753 [cuando] terminóse por entero la construcción que fundada sobre cimientos muy firmes, resultó ser muy maciza, pues sus muros “eran de extraordinario e impropio espesor”. La sala, en forma de herradura, era altísima, con cuatro pisos, el último la cazuela, galería que le decimos hoy, y en los demás estaban los “cuartos” o palcos, dieciocho en cada piso, que hacían en conjunto cincuenta y cuatro. Antes se les llamó aposentillos o desvanes. Todos ellos eran de arquería, techo de vigas y balcones volados con barandillas de fierro de Vizcaya. En el patio había cuatro bancas de lunetas, capaz para dieciocho personas la de primera fila, la de segunda y tercera para contener dieciséis y en la última se acomodaban holgadamente veinticinco.

   No había en el resto del patio ningún asiento, estaba dividido de la parte que tenía bancas por una gran viga que quedaba a la altura del cuello, por lo cual lo llamaban el Degolladero, también se le denominaba el Mosquete. Los asistentes a este lugar veían de pie la comedia, resistiendo así las tres horas mortales, o más tiempo aún, que duraba el espectáculo, por esto les costaba menos la entrada que a los que estaban repantigados cómodamente en los anchos asientos del lunetario. La cazuela era bien grande, con dos divisiones independientes, una para sólo hombres y otra para sólo mujeres. Estas se sentaban todas juntas, pues excepto en los aposentos o palcos, se prohibió que estuviese mezclada gente de distinto sexo. No fue permitido hasta 1798 que se reunieran, virreinato del bribonazo don Juan de la Grúa Salamanca y Branciforte, al que, tal vez, se le dio buena paga para que diera esa licencia, el famoso “ungüento mexicano”, que todo lo ablanda.

   Entre las dos dichas divisiones de hombres y mujeres, había un aposentillo que se llamaba el “cuarto de los vuelos”, en el cual estaba empotrada una gruesa argolla de hierro por la que pasaba una cuerda resistente que iba a parar al tablado y por la que corría una chirriante polea a la que se agarraban los ángeles o demonios de las comedias y cruzaban por el aire haciendo mil ágiles y graciosas cabriolas para mejor representar su papel, no sin riesgo de sus vidas y también de la de los que asistían a las lunetas o al bullicioso mosquete.

   Además, debajo de los palcos marcados con los números, 1, 2 y 3 estaban sobre una alfombra seis asientos forrados de damasco granatense y con el escudo real en gran realce sobre el respaldo, que eran los cómodos lugares que ocupaban los señores virreyes, cuando Sus Excelencias se dignaban asistir a la representación, lo que era muy a menudo, para estimular así con su presencia el mayor concurso en bien del espectáculo y la cultura.

Gran Teatro Nacional. Grabado de la época.

    El Coliseo

    Se inauguró en la tarde del 23 de diciembre de 1753. La obra que subió a escena fue la intitulada Mejor está que estaba, que no sé yo de qué pluma saldría. Parece que su título era alusión –y así lo entendió la gente- a lo magnífico de este teatro y a lo malo y feo de los anteriores [que también estuvieron ubicados en el mismo espacio]. Asistió el virrey, don Francisco de Güemes y horcaditas, conde de Revilla Gigedo, junto con su elegantísima mujer, doña Antonia Ceferina Pacheco de Padilla, acompañados ambos señores de muchos dignatarios palatinos, aparte de sus gentileshombres de casa y boca, de sus pomposas damas de honor, y de buen golpe de flexibles pajes.

    En ocasiones se daba

 Comedia y folla. La folla fue la alegre precursora del popular “género chico”, pues estaba compuesta de varios pasos de comedia, conexos entre sí y mezclados con otros de música.

    Pero

 Cuando la comedia o alguno de los que representaban no era del gusto de los de las cazuelas, se les silbaba de lo lindo, sin compasión; los hombres echaban sus estridentes chiflidos a lo arriero, con los dedos metidos en la boca, y las mujeres con llaves y silbatos que para el caso llevaban prevenidos. En otras ocasiones demostraban airadamente su descontento arrojando al tablado frutas y hortalizas. En cambio, si la comedia o los farsantes eran de su agrado, no cabían de contento.

    (…)

    La temporada teatral daba siempre principio en el alegre domingo de Pascua de Resurrección y terminaba el año siguiente, en el miércoles de Ceniza, en que ya todo se enluta para conmemorar la muerte de Nuestro Señor. Únicamente los sábados no había representación, pero en el resto de la semana no faltaba un solo día y siempre llenaba el Coliseo una nutrida concurrencia que ponía suma atención a las palabras que iban diciendo los actores.

    Pero, hete aquí que llegamos a la sustancia de nuestro interés:

    Hubo asentista o empresario, que no venía siendo en aquella época sino la misma cosa con distinto nombre, que para llevar más público del que de ordinario acudía a la comedia, dio una corrida de toros en el intermedio del primer acto y el segundo, de la pieza que se puso en escena y se llamaba El Mariscal Briones, en el patio de lunetas, que se convirtió para eso en un apropiado coso al que no le faltaba circunstancia. Duró más la alegre corrida llena de mucha bullanga, que la dicha comedia. Como el público puso en esto sus delicias y su mayor entretenimiento, el agudo empresario le dio gusto, ya que lo pagaba, y otro día se volvieron a correr reses bravas con gran contento de la gente que reía y gritaba de puro placer durante la lidia, llena de mil graciosos incidentes. Se dio a poco otra corrida con dos gallardos cornúpetas, en la que apareció una diestrísima torera que cara a cara mató a uno de los bravos bichos con un largo garrochón, por lo que salió de la fiesta con mil parabienes y antes había recogido en el ruedo mucha gala en premio de sus ardientes valentías.[2] 

27 de agosto de 2012.


 

[1] José Francisco Coello Ugalde: De mi libro –inédito- “Artemio de Valle-Arizpe y los toros”. México, 598 p. Ils., fots., grabs., facs. Pertenece a la colección: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS Nº 62.

[2] Artemio de Valle-Arizpe: Calle vieja y calle nueva. 2a. ed. México, Editorial Diana, 1980. 583 p. Ils., fots., retrs. maps., p. 397-8; 400, 401 y 404.

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