POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
REMEMORANDO A BERNARDO GAVIÑO y RUEDA. A DOS SIGLOS DE SU NACIMIENTO. 28 de 31.
[PASAJE Nº 49]: LA CALLE DEL COLISEO NUEVO, SU TEATRO Y EL PALACIO DE DE LA BORDA.[1]
Tras haber recogido esta amplia cita, su contenido merece un detenido análisis que nos lleva por diversos senderos que espero se encaminen todos hacia un mismo punto de desembarque.
Interior del Gran Teatro Nacional. Grabado de la época.
Al finalizar el siglo XVIII funcionaba de manera más o menos estable la plaza de toros de “El Volador”, ese espacio que se modificaba en el sitio ideal para celebrar fiestas originadas por diversos pretextos civiles, religiosos, monárquicos o hasta los de índole universitaria. Pero no sólo era el céntrico coso que se levantaba a un costado del palacio virreinal. También daban funciones la de Jamaica, una que ya se conocía como del Paseo Nuevo, San Pablo, y hasta el Coliseo Nuevo.
Sí, efectivamente la noche del 8 de febrero de 1796 se representó la comedia bufa titulada “El Marqués de Birón”, también conocida como “El Mariscal de Viron”, escrita por don Juan Pérez Montalbán, y representada, por lo menos así lo dicen los registros, el viernes 20 de abril de 1792.[2]
Nos cuenta Armando de María y Campos que
Durante el primero y segundo entreactos se corrieron o lidiaron en el amplio patio del Coliseo dos novillos, lo que provocó el entusiasmo delirante por parte de los espectadores que llenaban el teatro virreinal no diré que hasta los topes, pero sí hasta la cazuela de hombres y mujeres, porque así consta en papeles impresos de la época.[3]
El hecho volvió a repetirse el 9 de febrero siguiente, en el marco de la comedia “Amo y Criado” bajo el mismo procedimiento de la representación de la víspera. Pero el día 10, la escena se repite con el interesante agregado de que en la cuadrilla figuraba una torera. Además, esa noche se jugaron también dos tapadas de gallos, entrando los asistentes en fuertes apuestas. El día 12, los hechos ocurrieron de manera semejante a los días anteriores.
Y quien sabe hasta cuándo hubiera seguido la lidia de toros bravos en el patio del Teatro si el virrey [Manuel de la Grúa Salamanca y Branciforte, Marqués de Branciforte] austero no corta por lo sano, prohibiendo, por Decreto, la lidia de toros en el Coliseo. La función del día 13 de febrero ya no se llegó a celebrar, y fue una lástima para el pueblo, porque esa noche hubiera podido gozar de una de sus diversiones favoritas, el Monte Parnaso.[4]
Así que “Pompa Adelante” que iba a ser la obra puesta en escena, anunciada y todo, con el público presente como estaba en las diversas localidades del Coliseo ya no se dio, junto con los gallos y una cucaña. La orden del virrey fue acatada sin excusa ni pretexto, los espectadores desalojados y cerrado el teatro.
Cuatro años más tarde, el asentista que llevaba los destinos del Coliseo Nuevo solicitó celebrar una temporada con Comedias de Santos, intercalando en los entreactos las regocijadas Corridas de Novillos y las emocionantes peleas de gallos. Sin embargo, su petición fue hecha bajo el mandato del virrey Félix Berenguer de Marquina, cuyo antitaurinismo era declarado. No conforme con dicha situación, el señor Juan Medina, a la postre empresario o asentista, además de bailarín argumentaba:
Y por lo que respecta a que en el tiempo que le falta al año Cómico se le permita correr en los entreactos de las piezas teatrales hasta diez o doce Fiestas de novillos, se debe reflexionar en que estas son unas terneras, cuya lid se facilita en el foro, cercándolo de cuerdas, que se evita por una parte todo riesgo, no evitando la vista al público, quien ha solicitado hallar diversión en tal espectáculo. Como el que suscribe lo advirtió al ir a Guadalajara en el año pasado de 1787, en cuyos meses de julio y agosto, vio varias de las corridas referidas, con el permiso, sin duda, del Exmo. E Ilmo. señor Arzobispo que entonces gobernaba”.
La respuesta oficial fue contundente.
Con la permisión de novillos, concurre mayor multitud de gentes del pueblo, que con sus voces y silbidos alborotan al pueblo, sin que se les pueda contener… fuera de que no se pueden representar buenas piezas ni hacer bailes, con motivo de hallarse embarazado el teatro con la especie de tablado que necesita ponerse para figurar la plaza”.[5]
Lo anterior devino pronunciamiento de un decreto firmado por Marquina en donde manifestaba a todos los intendentes de Nueva España para que no se permitieran las representaciones de Comedias de Santos, ni se diera licencia de lidiar novillos en los Coliseos.
La sustancia de elementos que hasta aquí se reúne, nos permite encontrar varios factores cada uno dueño de un valor por demás interesante.
Es muy probable que las Comedias de Santos fueran, al finalizar el siglo XVIII derivado y consecuencia decadente de las de los triunfos de los santos que, desde 1578 ya fueron representadas en la Nueva España, mismas que tenían que ver con la consolidación de la fe que había estimulado el Vaticano y sus diversos representantes papales. Sin embargo, en el crepúsculo del siglo ilustrado, esas representaciones habían caído en una deformación o fueron incorporadas al ya conocido “año Cómico” que tantas y buenas retribuciones les estaba dando a ciertos asentistas, por lo que pensaron prudente incorporar, como ya se estilaba en Guadalajara, y tal como había ocurrido en 1796. Pero el escenario, en algunos casos, no contaba con las disposiciones apropiadas de un tablado tal y como se levantaba en los cosos taurinos, por lo que se sustituía por cuerdas, debido a que los animales lidiados eran, en opinión “unas terneras”, lo cual indica su ínfimo tamaño y lo apropiado que resultaban para que, incluso alguna mujer torera se enfrentara a tales “fieras” sin riesgos de por medio. A su vez, la lidia se enriquecía con “tapadas de gallos”, montes parnasos[6] y hasta una cucaña.[7]
De la tapada de gallos, tenemos los siguientes datos:
A las peleas de gallos o “tapadas” por lo regular, acuden galleros y aventureros de toda la República, habiendo gentes que emprenden verdaderas peregrinaciones. Los empresarios de la feria celebran contratos con los dueños de galleras quienes les dan local para gallera y hospital y una cantidad de dinero para el sostenimiento de la gallera.
Concertada la tapada entre los que van a hacer la fiesta, se estipula si hay o no retapo, monto de las apuestas y demás pormenores. Los empresarios forman lo que se llama el “asiento”.
Llegado el día designado para el primer encuentro de gallos, se presentan al asiento todos los que van a fungir de corredores y hacen entrega de la fianza correspondiente. Esta fianza la exige el “asiento” porque es el responsable ante el público que mande casar su dinero, que entregan a los corredores. Llegada la hora se sientan en lugar prominente los representantes de la empresa que forman el “asiento” teniendo delante, sobre la valla que forma el anillo, una caja con navajas, botanas, hilos para amarrar éstas, un reloj de arena que dura un minuto en vaciarse, nota de las peleas de compromiso que se van a llevar a cabo, un ejemplar del reglamento por el que se van a regir las peleas, etc. Cuando ya están todos en su sitio, el “gritón” impone silencio al público por medio de un grito prolongado con voz estentórea diciendo:
“¡Silencio, señores!” Forman a los corredores en fila, llevando cada uno prendido al saco un número grande con la cifra de orden que le corresponde. Una vez callado el público, sigue el gritón:
“¡Va a comenzar el primer día de función! Estos son los corredores por quien responde “el asiento”. ¡Regirá el reglamento de… (el que se hubiera convenido)! De común acuerdo se ha nombrado juez sentenciador al señor… (grita el nombre del designado) aquí presente. Su fallo es irrevocable. ¡Vengan los gallos…![8]
GRAN TEATRO / NACIONAL / Magnífica, sorprendente y variada función / extraordinaria / PARA EL / VIERNES 4 de febrero de 1859, / A BENEFICIO DE / JUAN ZAFRANE / Primer actor y director de la Compañía.
(…)
IV.-En esta parte variará el espectáculo completamente, y por final se pondrá en escena una graciosa pieza en un acto, titulada
EL APRENDÍZ DE TORERO. / En esta pieza aparecerá una vistosa PLAZA DE TOROS, en la que se lidiará / UN VALIENTE TORO DE ATENCO, / por el simpático actor D. JOSÉ MIGUEL, acompañado del acreditado torero D. BERNARDO GAVIÑO y su cuadrilla, los que han tenido la amabilidad de prestarse generosamente en mi obsequio para amenizar esta función.
De la misma Plaza se elevará hasta el público / UN BONITO GLOBO, / el que ha su tiempo se transformará en / UN VISTOSO TEMPLETE, / del que saldrán DOCE PALOMAS, llevando en el cuello cada una de ellas UN BILLETE DE LA LOTERÍA, para obsequiar a los que tengan la suerte de cogerlas. / RIFA DE UN TORO. / Se efectuará de uno expresamente escogido para esta rifa, el que estará adornado, y no será el que se lidie. Con cada boleto de entrada se dará un número de la rifa, siendo el agraciado el que se extraiga delante del público.
TIP. DE N. CHÁVEZ, CALLE DE LA CANOA Nº 5.[10]
28 de agosto de 2012.
PROYECTO EDITORIAL DEL AUTOR. 1982-2012.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Deseo, a través del Blog de mi responsabilidad, poner a consideración de las autoridades universitarias, culturales, editores e impresores la obra que, hasta el momento considero se encuentra lista para su edición, sea en papel o como libro electrónico. Se trata de 84 trabajos, mismos que han sido elaborados de 1982 a la fecha y cuya propuesta temática aborda dos temas específicos: la tauromaquia en México así como aquello relativo al tema de los archivos históricos, en concreto, el de la extinta Luz y Fuerza del Centro, donde me desempeñé como Director del Archivo Histórico de 2005 a 2009.
El conjunto todo de esas propuestas editoriales comprende un tratamiento histórico, estético, literario e iconográfico en ambas líneas de investigación. Actualmente se encuentran bajo resguardo electrónico (archivos Word), mismos que facilitarían la tarea de edición bajo las tecnologías editoriales que deben imperar en la mayoría de los casos, e incluso también pueden sujetarse a los criterios tradicionales. Son obras que pretenden dar un soporte puntual de información sobre dos muy precisas referencias históricas que han formado parte en el devenir de esta nación. Una, la tauromaquia desde 1526 y hasta nuestros días. Otra, la historia de la electricidad, desde la segunda mitad del siglo XIX y también hasta estos momentos.
Tres son los aspectos en que se encuentran concentradas como serie:
APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (y en algunos casos bajo las subseries: Curiosidades Taurinas de antaño, exhumadas hogaño, Biografías, Catálogos, Iconografía, etc); REGISTRO GENERAL DE OBRA y ANTOLOGÍAS.
Todos aquellos interesados pueden remitirse con el autor de la obra: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE, MAESTRO EN HISTORIA y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS TAURINOS DE MÉXICO, A.C.
CUALQUIER COMUNICACIÓN PUEDE SER A TRAVÉS DEL BLOG: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS (https://ahtm.wordpress.com/) o DE LOS CORREOS ELECTRÓNICOS: josecoello1962@terra.com.mx y josecoello1962@hotmail.com
Finalmente, el detalle de cada uno de ellos, puede ser revisado[11] en el archivo que se denomina:
PE_JFCU_2012 con extensión PDF que adjunto a continuación:
De antemano, muchas gracias por su atención.
AGOSTO DE 2012.
[2] Iriving A. Leonard: “La temporada teatral de 1792”. En “Nueva revista de filología hispánica”. Año V, Nº 4, octubre-diciembre de 1951. México, El Colegio de México, Harvard University, pp. 394-410. (p. 402). Los datos reunidos por Leonard, provienen de los Papeles del Colegio de San Gregorio, vol. 151, conservados en el archivo del Museo Nacional de México.
[3] Armando de María y Campos: Imagen del mexicano en los toros. México, «Al sonar el clarín», 1953. 268 p., ils., p. 9.
[4] Op. Cit., p. 10.
[5] Ibidem., p. 12.
[6] Flores Hernández:“Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII», México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 101. El llamado monte carnaval, monte parnaso o pirámide, consistente en un armatoste de vigas, a veces ensebadas, en el cual se ponían buen número de objetos de todas clases que habrían de llevarse en premio las personas del público que lograban apoderarse de ellas una vez que la autoridad que presidía el festejo diera la orden de iniciar el asalto.
[7] Largo palo ensebado en cuyo extremo se ponía un importante premio que se llevaba quien pudiese llegar a él.
[9] Juan Pedro Viqueira Albán: ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987. 302 p. ils., maps.