Archivo mensual: octubre 2012

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Una vez más, el filósofo y escritor Fernando Savater se acaba de pronunciar a favor de la tauromaquia. Esto acaba de ocurrir en la entrega del Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolivar”, evento que se celebró en Bogotá, Colombia apenas por estos días.

   Su postura, con un giro siempre novedoso, elegante y hasta con astucia provocadora, dejó una impresión de alentador optimismo, sobre todo por el hecho de que al pronunciarse en unos momentos nada cómodos para el espectáculo, sus palabras se reciben con aliento renovador.

   Entre otras cosas, manifestó: “No hay que defender los toros, hay que negarse a que sean condenados desde un punto de vista ético. No es que desde el punto de vista ético haya que defender los toros, es que no existe argumento ético para condenarlos. Los que quieren prohibir los toros se apoderan de un lenguaje de la ética, imponiendo su visión, pero nosotros sólo pedimos que respeten la libertad de los demás”.

   “Prohibir la fiesta es ir en contra de una libertad humana, que es la de tener una relación con los animales, que no tiene que ser la misma que tenemos con los otros seres humanos”.

   Finalmente apuntó: “Los que comparan la fiesta de los toros con los nazis o los campos de concentración son los que incurren en la barbarie en el sentido literal del término, porque el bárbaro desde los tiempos antiguos es el que no distinguía entre el hombre y el animal”.

   Con tres ideas centrales, el bloque de personajes públicos que han dejado su impronta al respecto (siendo el otro caso evidente el de Mario Vargas Llosa), la fiesta de los toros tiende a ser respaldada con los argumentos que validan su justificación como forma de expresión que pervive, en tanto patrimonio o legado, sobre todo en unos tiempos en el que las ideas y grupos que se oponen a su natural continuidad, le niegan o pretenden negarle el paso.

   Asunto nada fácil si para demostrar ese testimonio, no hay forma de justificarlo a plenitud, luego del penoso episodio que este domingo 28 de octubre se vivió en la plaza de toros “México”, donde ocurrió una debacle más, la de otro capítulo en que los demonios andaban sueltos, como en un aquelarre desmedido, fuera de toda posible estabilidad. Una vez más, quedó demostrado que poner en marcha esa maquinaria supuestamente alentadora, la de una temporada que promete “echar la casa por la ventana”, comience con estas falacias, a plena luz de día.

Esto ocurría el 19 de noviembre de 1944. Fotografía: Mayo.

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II., p. 486.

    Hace muchos años, 68 para ser exactos, un grupo de aficionados que ocupaban diversas barreras en la plaza de toros “El Toreo” de la colonia Condesa, se pronunciaron en contra de los abusos que sistemáticamente venían cometiéndose en contra de sus intereses. En una manta que desplegaron aparecía la siguiente leyenda: “PAGAMOS MUCHO. SEREMOS EXIGENTES”.

   Y es que por los precios que la empresa ha impuesto para la temporada que ya arrancó, en nada se corresponden con la calidad que ofrecen y prometen. Y apenas es el principio…

   Pero aquí hay más coludidos. La delegación “Benito Juárez” que se impone como autoridad, o va a dejar que siga impune la autorregulación. Y los jueces de plaza, que desconocen un privilegio donde les asiste la razón: si no se imponen como jueces de plaza, seguirá ausente la autoridad de la autoridad. En el entendido de que su honradez, imparcialidad y conocimientos generales del toreo les permiten ostentarse en tan comprometida función, ello significaría que su jerarquía es suficiente para legitimar las condiciones en el desarrollo de cualquier espectáculo, proporcionándonos a nosotros, los aficionados, la garantía de credibilidad y certeza de que un juez de plaza es el máximo representante de la ley en una corrida de toros, pero no de los intereses de los grupos de poder que estarían operando a diestra y siniestra, sin que exista de por medio ninguna sanción ejemplar.

   En cuanto a los toreros, sobre todo de aquellos que vienen del extranjero, supone cumplir a cabalidad sus condiciones y caprichos, no importa el estado de desgracia que se obtenga después de sus actuaciones. Y no digo que esto sea un denominador común, pero siendo ciertas “hispanas figuras” quienes están cometiendo semejante daño, me parece que ese daño puede ser irreversible. ¿Cómo evitarlo? Aquí va a ser muy importante la actitud que asuma el público, las grandes masas. De otra manera, van a vernos la cara y ya no estamos para semejantes excesos.

   Si al trabajo del juez no se unen en defensa legítima de dichos intereses los médicos veterinarios zootecnistas, y a todo ello la emisión de los informes pre y post morten que se requieran para no dejar en el ambiente ninguna sospecha, me parece que estarán cumpliendo profesionalmente con sus funciones. De otra manera, no vamos a depositar nuestra confianza. Todo será sospecha y desmesura.

   Ahora bien, como un sermón que se repite de manera constante, es preciso que la prensa, si se precia de ser un sector que lleva los principios de honestidad e imparcialidad como su bandera principal, se esperaría de toda ella, sin excepción, de un informe equilibrado, sin vaivenes, sin sesgos, sin compromisos, lo que permitiría que se respirara un buen ambiente. De otra manera, la peste e inmundicia van a darse a conocer en forma por demás vergonzosa.

   La réplica de lo que ya ocurrió en Pachuca, en Querétaro, en Monterrey se ha calcado en la plaza “México”, lo que significa ponernos en pie de lucha. ¡Ya basta! de abusos, ¡Ya basta! de mentiras.

   Fernando Savater, en lenguaje filosófico al acudir a lo “ético” como forma de explicar todo aquello que trata de la moral y de las obligaciones del hombre subraya el ataque venido desde fuera y de cómo prevenirlo, si para ello existe un sólido discurso y las acciones pertinentes para justificar su pervivencia… Sin embargo, parece ser que lo “ético” en todo aquello que proviene de dentro para afuera, como forma de dar sustento a la utópica “grandeza” del espectáculo se queda en nada, luego de amargas circunstancias, como las que ocurrieron en la plaza de toros “México”.

   Aficionados a los toros: PAGAMOS MUCHO… ¿SEREMOS EXIGENTES?

30 de octubre de 2012.

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LOS CARTELES, JOYAS DEL ARTE POPULAR DONDE ENCONTRAMOS EL ANTICIPO DE LAS HAZAÑAS TORERAS.

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO Nº 29.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.[1]

    ¿Quién torea el próximo domingo? ¿Qué nos anuncia el empresario para la temporada por venir? Esos misterios los descubriremos justo cuando salgan de las imprentas coloridos carteles, en diferentes tamaños que luego van a colocarse en sitios donde los aficionados pueden enterarse de las figuras más connotadas y los toros de mayor prestigio programados para la tarde más inmediata. Gracias a esta convocatoria, el público se “retrata” inmediatamente en las taquillas al solo llamado del anuncio.

Un cartel colocado a las afueras de la plaza de toros “México”,

justo para la tarde del 16 de septiembre de 2012. Foto: del autor.

   Si en España surgen los carteles anunciadores en 1737, en la Nueva España, los primeros AVISOS se publican durante la temporada de 1769; pero es hasta 1815 en que adquieren la formalidad que requiere el caso.

   El cartel es un documento impreso que se convierte en anticipo del espectáculo taurino. Acompañado de grabados, pinturas o fotografías, la “tira de mano” ofrece alucinarnos con soberbias explicaciones de la tarde torera, destacando el nombre del torero de fama o la celebridad del encierro a lidiarse. Al paso de los años, el anuncio se ha convertido para las corridas de toros en un medio perfecto por la sencilla razón de que se utiliza como un instrumento de comunicación masiva que llega -de mano en mano- a todos los que desean asistir a la plaza, convocados gracias al efecto fascinante que emana de las leyendas con que fue diseñado ese vehículo de publicidad con el cual

    El beneficiado pide indulgencia á sus amigos y al público en general que asista a esta función (…), para presentar una diversión que cree ser del agrado de sus favorecedores; si lo logra, nada más le queda que desear á Bernardo Gaviño. (Cartel del año 1867)

    De esa forma remataba y con frecuencia el anuncio de sus actuaciones este famoso diestro español que decide fincar su residencia en nuestro país, desde 1835 y hasta 1886. Y bajo esta condición, era frecuente justificar la actuación, prometiendo dejar satisfechos a los asistentes, como seguramente lo desean y han deseado todos quienes han tenido un papel protagónico en la tauromaquia mexicana. Si no, que lo diga esto otro ejemplo, que raya en lo extravagante:

 AL PÚBLICO

    Positivo júbilo y verdadero entusiasmo embarga a mi espíritu, hoy que tengo el grato placer de anunciar a mis queridos amigos y al público en general, la función de esta tarde que he organizado con motivo de mi beneficio. (Domingo 28 de mayo de 1893).

   Constantes y repetidas pruebas de afecto he recibido en todas las plazas de la República donde he toreado; en todas he tenido tantas muestras de benevolencia y cariño, por parte de mis compatriotas, que sería una ingratitud no concederles una frase que simbolice mi imperecedera gratitud.

   Los hijos del Distrito Federal y los de la Capital del Estado de Hidalgo, son para mí más que amigos, hermanos; su conducta, siempre que ante ellos me he presentado, ha sido tan bondadosa, ha sido tan simpática, que á ellos es á quienes dedico mi función de gracia, á ellos que todo se lo merecen, á ellos para quienes mis personales esfuerzos en la tarde de hoy van encaminados, á procurar dejar satisfechos todos los deseos y colmadas todas las ambiciones.

   ¡MEXICANOS! ¡PACHUQUEÑOS! recibid el abrazo que os envía, vuestro compatriota y amigo: PONCIANO DÍAZ.

   En nuestro país y desde el siglo XIX se cultivó un verdadero arte popular que se reflejó en auténticas obras de las que admiraremos algunos ejemplos enseguida.

He aquí la muestra del mencionado documento. Pertenece a la colección de carteles del Museo Taurino Mexicano, cuyo responsable es el Lic. José Carmona Niño. Agradezco su reproducción.

 El cartel taurino en el siglo XIX

    El toreo, tema inagotable debido a la enorme carga de sugerencias que nos ofrece, plantea en el cartel un medio singular en el que las empresas, los toreros y toda una gama de protagonistas que fueron convocados a la fiesta decimonónica publicitan su participación, partiendo de un proceso inventivo, recreado en cada tarde no solo en el cartel o tira de mano. También era renovado cada ocasión de fiesta.

   Los actores todos manejan un lenguaje coloquial que causa admiración, mismo que trasciende en todas las capas sociales que quedan convocadas a asistir a las plazas de toros. Dos de ellas, la de San Pablo (que funcionó de 1788 a 1821; y de 1833 a 1864) y la del Paseo Nuevo (de 1851 a 1867, año de la prohibición que se impuso a las corridas de toros en el Distrito Federal; aunque todavía estaba en pie el año de 1873) se convierten en sitios perfectos para la escena. A la corrida de toros, como sustento de una costumbre perfectamente arraigada en el gusto popular, se suma un amplio repertorio del cual recogeremos apenas un pequeño catálogo de las “sorprendentes funciones” que deleitaron a los mexicanos de entonces. Veamos.

   Por ejemplo del año 1815, encontramos que la tarde del 4 de abril y en la Real Plaza de toros de San Pablo se anunció que figurarán los Toreros en un convite ó merienda para plantar banderillas sentados, y concluida la corrida habrá fuegos artificiales de gusto e invención”. Al día siguiente “se echarán Cerdos para que los enlazen varios Ciegos, y á las seis se inflará un Globo para que todos lo vean elevar.

   Días más tarde hubo Dominguejos[1] de particular idea junto a la presencia de Liebres y Galgos. Se pondrán dos Monos al medio de la Plaza para diversión del Público y se echaron Venados para que los cojan Perros sagüezos, diversión muy retirada en esta Capital.

   En la plaza del Paseo Nuevo, para el domingo 22 y martes 24 de febrero de 1857, se celebraron FUNCIONES ESTRAORDINARIAS DE CARNAVAL donde se presentaron Magníficos fuegos artificiales (y) sobresaliente iluminación.

   Domingo 22: Dos toros para coleadero y enseguida volverá a presentarse caprichosamente VESTIDA DE MÁSCARA y jugará otros dos toros de la misma Raza de Atenco, y de tan buena calidad como los primeros; ejecutándose en el que sea más a propósito la difícil suerte de BANDERILLAR A CABALLO por un aficionado que también estará enmascarado. Concluyendo la corrida con el TORO EMBOLADO de costumbre.

   Martes 24: DIABLOS EN ZANCOS con toda la cuadrilla en TRAGE DE MÁSCARA.

   El 11 de junio de aquel mismo año y en la plaza de San Pablo se presentó EL HOMBRE FENÓMENO, que faltándole los dos brazos desde su nacimiento, ejecuta con los piés unas cosas tan sorprendentes y admirables, que solo viéndolas se pueden creer: en cuya inteligencia, y tan luego como se haya dado muerte al tercer toro de la corrida, ofrece desempeñar las suertes siguientes:

1º. Hará bailar á un trompo y á tres perinolitas. 2º. Jugará diestramente el florete, con el loco de la cuadrilla. 3º. Cargará y disparará una escopeta. 4º. Barajará con destreza un naipe. 5º. y última. Escribirá su nombre, el cual será manifestado al respetable público.

Portada del cartel correspondiente a las dos tardes de febrero de 1857. Véase: Armando de María y Campos. (Bibliografía).

    Domingo 22 de noviembre de 1857 en la Plaza del Paseo Nuevo: En uno de los intermedios, se presentará una divertida comparsa de FANTASMAS, MUERTES Y ENANOS, que con todo valor y destreza, lidiarán un SOBERBIO TORO EMBOLADO de la misma calidad, del cercado de Atenco; á la vez tendrá el gusto de presentarse la aficionada y atrevida ANGELA AMAYA, y ejecutará la suerte de GINETEAR el mismo toro; cuya diversión disfrutará la concurrencia por primera vez en esta plaza; concluyendo la corrida con el TORO EMBOLADO de costumbre.

   Domingo 3 de enero de 1858, Plaza de toros del Paseo Nuevo: ESTRAORDINARIA FUNCIÓN. Magníficos fuegos artificiales. Iluminación general.

   Deseando inaugurar el año nuevo de 1858, con una fiesta amena y digna del buen gusto del ilustrado público mexicano, la empresa ha dispuesto un espectáculo que por su combinación y variedad, no podrá menos que agradar a los espectadores de ambos sexos y de todas clases.

   En el intermedio se lidiará otro TORO DE ATENCO EMBOLADO, por una divertida MOGIGANGA EN ZANCOS Y BURROS, cuya diversión tanto entretiene y agrada a los espectadores; concluyendo la corrida con otro TORO EMBOLADO para los aficionados.

   Acto continuo aparecerá la Plaza BRILLANTEMENTE ILUMINADA, para lo cual se ha encargado el inteligente artista D. Francisco Bardet; y tendrán lugar unos MAGNÍFICOS Y VISTOSOS FUEGOS DE ARTIFICIO, ejecutados por el mismo ingenioso pirotécnico mexicano, D. Severino Jiménez, que tantas veces ha dado muestras en esta Plaza, de su habilidad en el arte, siendo las piezas principales: El Pabellón chinesco, La copa encantada, El Laberinto y La rueda de la fortuna.

He aquí el cartel anunciador de la tarde del 22 de noviembre de 1857. Col. de Julio Téllez García.

    Domingo 5 de diciembre de 1858: Plaza principal de San Pablo: Sorprendente y Divertido Intermedio que tendrá lugar después del primer toro del coleadero, cuyo intervalo se denomina: LA ENCANTADORA PATA DE CABRA. Esta travesura que tanto ha merecido la aprobación en los locales que ha sido representada, es muy creíble que de la manera como la van á desempeñar los personages que se manifiestan en la presente viñeta, imitando a Don Juan, a Doña Leonor y á Don Simplicio, así como á otros individuos, y á las Brujas montadas en Burros y Chivos, deberán también llamar la atención, porque va á ser desempeñada esta travesura a la presencia de un VALIENTE TORO, con el que han de ejecutar algunos lances de la tauromaquia, los cuales causarán mucha diversión á los dignos espectadores. Los otros intermedios se cubrirán con los toros del COLEADERO.

Cartel del 5 de diciembre de 1858. Los hechos ocurrieron en la Plaza Principal de toros en San Pablo. Col. Julio Téllez García.

    Como vemos, existe un complemento interesante. Se trata de las mojigangas: aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX.

   Aunque de las 30 o 40 escenas que se conocen en carteles que van de 1855 a 1867 y que aparecen reproducidas en su mayoría sin firma, es muy probable que hayan sido recreadas por el trazo de dibujantes tan reconocidos como: Ignacio Cumplido, Alejandro Casarín, Santiago Hernández, Constantino Escalante, José María Villasana, Campillo, Iriarte y hasta el mismísimo Luis G. Inclán.

   Al revisar la hemerografía decimonónica mexicana, encontramos entre los caricaturistas y dibujantes mencionados, gran semejanza de rasgos que fueron a plasmarse en los carteles taurinos, verdaderas joyas del arte popular.

   El autor de ASTUCIA también ocupó su entusiasmo creador en la imprenta de la que se sirvió para editar sus obras. Pero además las ilustraba. Todos los rasgos estilizados propios del tlalpeño son semejantes en muchas ilustraciones que enriquecieron el cartel taurino al mediar el siglo XIX. En su ESPLICACIÓN DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA (…) publicada en México por la Imprenta de Inclán en 1862 tenemos la muestra fehaciente de que Luis G. Inclán intervino en la recreación de muchos de los carteles de aquella época.

   Importante cantidad de carteles que anunciaban diversos espectáculos fueron propiedad del coleccionista Armando de María y Campos, que afortunadamente conserva hoy en día el Centro de Estudios de Historia de México CONDUMEX así como la extensa y rica biblioteca del Lic. Julio Téllez. Otros coleccionistas, Federico Garibay(U), Diego Carmona o Héctor Mejía Corona cuentan con verdaderos testimonios documentales en este sentido.

   Por otro lado, la obra de José Guadalupe Posada o de Manuel Manilla también enriqueció estéticamente -y a su manera- el cartel taurino de fines del XIX y comienzos del XX. Estos artistas populares, después de burilar las gestas taurinas del momento se encargaron de apresurar en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo la salida de «hojas volantes» donde diestros como Ponciano Díaz o Rodolfo Gaona se convertían nuevamente en tema de conversación.

   No cabe la menor duda que estos estrategas de la mercadotecnia supieron aprovechar los dictados que marca la fiesta, como el que señala Jean Duvignaud en su libro El juego del juego al decirnos que

 ocurre una explosión -debería decirse, en el sentido etimológico de la palabra: ese “éxtasis”, un estallido del ser fuera del ser- cuando el grupo alcanza ese estado de juego en el curso del cual puede hacerse toda clase de apuesta por la vida que vendrá. Porque el hombre del juego o el hombre de la fiesta buscan por su parte, no sin cierta torpeza, disponer del espacio: la fiesta arraiga, la actividad lúdica se despliega en un lugar con frecuencia escogido arbitrariamente.

    Y ello aunado al propio espíritu nacional que se desborda, empujado por la contribución hecha gracias a la independencia, fermento liberador, relajado también a la hora de manifestar lo que fueron los mexicanos, quienes encontraron en el toreo, el pretexto fascinante para divertirse.

 El cartel taurino en el siglo XX

    Y en nuestro siglo XX que llega a su fin, el diseño de estos documentos se ha enriquecido fundamentalmente con la obra artística de Carlos Ruano Llópis, español universal que se avecindó en México dejando un legado que pasó a ilustrar una enorme cantidad de carteles. Ruano Llópis hizo escuela, de la que surgieron alumnos importantes, destacando un discípulo, el más notable: Antonio Navarrete. Considero que al difundirse su obra en infinidad de carteles se le brinda un homenaje permanente. Pancho Flores también pasa a formar parte del catálogo de los pintores cuyo trabajo es imprescindible para ilustrar el cartel taurino. En 1994 el Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes lanzó una convocatoria que dejó como experiencia el legado de PINTURERÍAS, donde se sumaron a ella artistas de talla nacional e internacional, cuyo trabajo se reproduce en los también denominados “avisos al público” de la plaza de toros “México”, como muestra de que no solo bastan las costumbres más conservadoras. También se da lugar a nuevas tendencias plásticas y artísticas de fin de siglo y de milenio.

Cartel para la tarde del 25 de junio de 1905. Plaza de toros de “Chapultepec”. Col. Julio Téllez García.

    El cartel taurino es pues un testimonio histórico que nos proporciona el gusto por acercarnos a la corrida venidera. Evoca el pasado de una manera que no solo se limita a saber quienes participaron en tal o cual corrida. Nos deja recordar pasajes particulares que hicieron de cada festejo un cúmulo de añoranzas propias de nuestra memoria, si es que las vivimos. O decirnos, con el libro que las rememora cuanto de grandioso o anecdótico ocurrió tal o cual tarde.

   Y como apuntábamos al principio, los carteles taurinos son un anticipo, pero también una forma de mirar al pasado y entender como en aquellas épocas el toreo ha manifestado sus particulares características a través de los tiempos, admirados a través de nuestro presente.

 Para leer más…

 INCLÁN, Luis G.: ESPLICACIÓN DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Edición facsimilar presentada por la Unión de Bibliófilos Taurinos de España. Madrid, 1995.

MARIA Y CAMPOS, Armando de: Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, Acción moderna mercantil, S.A., 1938. 112 pp. Fots.

–: El programa en cien años de teatro en México. México, Ediciones Mexicanas, S.A.,  1950. 62 pp. + 57 ils. (Enciclopedia Mexicana de Arte, 3)

PINTURERÍAS. El arte del arte taurino. México, INBA, Fundación Cultural Artención, A.C., 1994. 159 pp. Fots.

ZALDÍVAR, Rafael: EL CARTEL TAURINO. Historia y evolución de un género (1737-1990). Presentación: Jaime Brihuega. Apéndice: LA ETIQUETA DE TEMA TAURINO, por Eduardo Pereiras. Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1990. 370 pp. Fots. (La Tauromaquia, 26).

 

  

 Estas ilustraciones provienen de la publicación editada por el INAH en 1999.


[1] Especial para la revista México en el Tiempo. Sept-Oct. 1999.

[2] Dominguejos: figuras alegóricas formadas de carrizo, con una base redonda donde se colocaba plomo o material pesado, consiguiéndose así que el toro embistiese fúrico aquel monigote que también, en diversas ocasiones lo aderezaban de cohetes estallando al menor derrote del astado.

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JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS. (III)

EL ARTE… ¡POR EL ARTE! 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

    Veo con verdadero gusto la aparición de la siguiente nota periodística:

 Muestran aportes de Posada como ilustrador de la prensa mexicana[1]

    Ello se da cuenta en la exposición “Posada en la Prensa mexicana”, una muestra que recorre 40 años de producción del artista hidrocálido como ilustrador de esa época.

   México, D.F. Además de haber sido un gran caricaturista y grabador, José Guadalupe Posada (1853-1913) fue un extraordinario ilustrador de la prensa mexicana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

   Ello se da cuenta en la exposición “Posada en la Prensa mexicana”, una muestra que recorre 40 años de producción del artista hidrocálido como ilustrador de la prensa de esa época.

   Inaugurada la víspera en el Museo del Periodismo y de las Artes Gráficas de la Ciudad de Guadalajara, la exhibición presenta las ilustraciones que este artista “popular” hizo para diferentes diarios entre 1871 a 1911.

   “Se trata de portadas de diarios que Posada ilustro desde El Jicote, hasta El Diablito Rojo, pasando por El periquillo sarniento o La Patria festiva, este último, un diario en el que Posada trabajo al lado de Irineo Paz, abuelo de Nobel mexicano Octavio Paz”, dijo el periodista, investigador y curador de la muestra Agustín Sánchez González.

   De acuerdo Sánchez, quien lleva más de 20 años indagando a Posada, la muestra es de suma importancia, toda vez que nunca antes se habían mostrado esta serie de trabajos que el propio Posada hizo en la prensa en tiempos del Porfiriato.

   “Se trata de material inédito y que sólo los investigadores hemos ido rescatando del olvido, materiales difíciles de tener acceso por supuesto”, dijo.

   Comentó que en el periodismo, Posada tuvo un papel importante, pues lo ilustró casi todo su vida, es decir, desde los 19 años, cuando publico en “El Jicote” en 1871 y hasta 1911 en “El Perico”.

   Es decir, refirió Sánchez González, en ese momento no existió técnica alguna para hacer fotografía en los primeros tiempos y él hizo grabado; incluso, el primer trabajo que realizó, fue a esa edad (19 años) y apareció en un diario de Aguascalientes titulado “El Jicote”.

   De acuerdo con el Premio Tengo, se sabe que Posada ilustró decenas de diarios, de los cuales se tiene un registro de 71 periódicos y “esto es algo que nunca se ha dicho del artista”.

   “Por el contrario se dicen varias mentiras como por ejemplo que trabajó en el Ahuizote y en el Hijo del Ahuizote, pero nunca estuvo en ambos”, señaló.

   Comentó que el creador de “La Catrina” es un personaje importante en el desarrollo cultural de México, pues muralistas de la talla de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, denotan influencia de la visión de Posada en sus respectivos trabajos.

   En la muestra, el historiador rescata docenas de ejemplares procedentes de Aguascalientes, León y la Ciudad de México, que exhiben en copias digitales el pensamiento radical de Posada: «El periodismo es parte de nuestra vida, es un retrato, lo más cercano, incluso que la propia historia».

   Y es que para Sánchez González llegó la hora de rescatar al Posada gigante, maravilloso y que se encuentra por todas partes.

   “Se ha abusado de la Catrina con normas ridículas poniéndole la ‘Diva de México’, o vistiéndola de botargas al estilo del Dr. Simi. Hay que ver a Posada desde un punto de vista muy serio, y dejar de promover la ignorancia.

   “Posada es mucho más que eso, un gran ilustrador, un buen caricaturista, es tiempo de dar a conocer al gran Posada, al Posada maestro de maestros y en la medida en que lo conozcamos, entenderemos más cosas de México”, concluyó.

   Con el arranque de dicha exposición, en la que además percibo una serie de intenciones similares a las de la presente investigación, ambas en su principio, tienden a encontrar lo que no viene a ser el Posada convencional, el de siempre, sino un José Guadalupe distinto, el que se metió a ejercer el oficio como una manera no sólo de ganarse la vida, sino encontrar todas aquellas expresiones y códigos que reflejen en qué estado de ánimo o de crisis pudo haber concebido la obra. De igual forma, existen enormes ventajas para realizar un trabajo de gabinete exhaustivo, acudiendo para ello a las fuentes –hemerográficas en su gran mayoría-, las cuales se encuentran perfectamente ordenadas en diversos acervos de nuestro país.

   Parece que empiezan a quedar atrás las épocas en que Posada fue tratado injusta, pero también superficialmente y en eso, sin ningún miramiento, debo decirlo, me va la vida. Espero que dicho “atrevimiento” no tenga un desenlace inesperado o poco fructífero.

   Ha llegado la hora, tal y como lo afirma el colega Agustín Sánchez González de “rescatar al Posada Gigante, maravilloso y que se encuentra por todas partes”.

El Chisme, D.F., del 13 de enero de 1900, p. 1. Grabado de José Guadalupe Posada.

 CONTINUARÁ.

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PRESENTACIÓN EN SOCIEDAD DE UN LIBRO TAURINO EDITADO POR LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN.

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

    La noche del viernes 26 de octubre de 2012, y en el Aula Magna del Colegio Civil de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, fue presentado el libro: Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX, de José Francisco Coello Ugalde, Maestro en Historia.

   Ante una buena entrada, los asistentes pudieron ser testigos de un acto en que participaron el Sr. José Antonio Quiroga Chapa, integrante de la Peña Taurina “El Toreo”, y quien actualmente realiza las funciones de Coordinador de eventos de Aniversario, y es que la mencionada peña, cumplirá el próximo 2013, sus primeros 50 años de haberse integrado en aquella y próspera ciudad del norte del país. Quiroga Chapa presentó una semblanza de esta agrupación, del mismo modo que agradeció la desinteresada participación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en el nombre de sus siguientes funcionarios:

Jesús Áncer Rodríguez, RECTOR

Rogelio G. Garza Rivera, SECRETARIO GENERAL

Rogelio Villarreal Elizondo, SECRETARIO DE EXTENSIÓN Y CULTURA

Celso José Garza Acuña, DIRECTOR DE PUBLICACIONES, mismos que hicieron posible la edición del mencionado trabajo bibliográfico.

   Posteriormente, hizo uso de la palabra José N. Candelaria V, actual presidente de la peña, para agradecer del mismo modo las gestiones que se materializaron ese día con la publicación del libro, no sin antes dejar de mencionar que con actos como el presente, se pone en marcha la gran celebración del cincuentenario, con lo que queda de manifiesto la consolidación y madurez de dicho grupo taurino.

   Finalmente, el autor, luego de dar una semblanza general sobre el personaje, compartió una presentación multimedia, acompañada con música de la época, lo que dejó fuertemente impresionados a los asistentes en este evento, cuya culminación fue celebrada con un brindis y la presentación de un tablao flamenco.

   Como autor del mencionado trabajo, también me sumo a los agradecimientos de todos y cada uno de quienes participaron de manera no sólo intensa, en todos y cada uno de los pasos con que se alcanzó la culminación de este anhelo. También profesional. Espero que el libro cumpla, entre sus potenciales lectores, con las expectativas en la misma medida en que lo hizo la Universidad Autónoma de Nuevo León, a quien desde aquí también le expreso mi muy personal reconocimiento a las autoridades universitarias, así como a todos y cada uno de los integrantes de la Peña Taurina «El Toreo», en particular, a los integrantes de la mesa directiva:

JOSÉ N. CANDELARIA V, PRESIDENTE

HOMAR L. ROJAS GARCÍA, VICE-PRESIDENTE

RUBEN LEAL GARZA, SECRETARIO

FERNANDO ARRAMBIDE F., TESORERO y de manera muy especial a

JOSÉ ANTONIO QUIROGA, COORDINADOR DE EVENTOS DE ANIVERSARIO.

Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX. Prólogo: Jorge Gaviño Ambríz. Nuevo León, Universidad Autónoma de Nuevo León, Peña Taurina “El Toreo” y el Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. 2012. 453 p. Ils., fots., grabs., grafs., cuadros.

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PONCIANO DÍAZ ACTUÓ CON BERNARDO GAVIÑO UNA TARDE DE 1885.

FRAGMENTOS y OTRAS MENUDENCIAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Luego de que Ponciano Díaz fue a recibir o no la alternativa de manos de Bernardo Gaviño, la tarde del 13 de abril de 1879 en Puebla, y que posteriormente se diera una ruptura entre ambos, la reconciliación entre alumno y maestro sucedió la tarde del 3 de mayo de 1885, seis años después, cuando Bernardo Gaviño, al actuar en la plaza del Paseo Nuevo de la angelópolis, no las tuvo todas consigo, pues el ganado no dio el juego que se deseaba. Ponciano Díaz que estaba en la plaza como concurrente, tuvo que matar un toro a petición general del público, entre fuertes ovaciones.

   Y dije si Ponciano recibió o no la alternativa, pues las versiones que hay al respecto, concluyen apuntando que no ocurrió tal.

   Bernardo Gaviño, a los 67 años de edad, todavía en activo (nace en Cádiz el año de 1812) es quien le abre las puertas al torero con bigotes y fue en Puebla, la tarde del 13 de abril de 1879, cuando le permite actuar como “Capitán de Gladiadores”. Recibió en esa ocasión una alternativa apócrifa de manos del gaditano que jamás se doctoró, la cual perdió vigencia por razones de que no se estilaba esa costumbre.

   ¿Y qué hay en torno a todo esto?

   Un periódico de la época LA MULETA (no se menciona número ni fecha) afirma el acontecimiento, pero otros sectores lo niegan. Aseveran que Ponciano fue inconsecuente a Gaviño porque sin su consentimiento hízose matador de toros, aprovechándose de la enemistad que con el espada español tenía D. Manuel Aspiróz, Jefe Político de Puebla.

   Y mientras Gaviño actuaba en plan retador en una plaza construida si no ex profeso sí, como paralelo escenario, Ponciano lo hacía en el “Paseo Nuevo”, menospreciando antigüedad y quizá favores.

   Si estas rencillas fueron causa de la emancipación artística de Ponciano también fueron iniciación de popularidad, que el espada per accidens procuró justificar estando valeroso ante los toros y complaciente para con los noveleros aficionados que desertaron de las filas gaviñistas.

   Independientemente de todo lo anterior, el hecho de que Ponciano alternara con Gaviño aquella ocasión de 1879, da pie a valorar que por la sola razón de compartir con un diestro con suficiente jerarquía, permitió no sólo a Ponciano sino a los demás, sentirse del todo respaldados, como fue el caso de Genovevo Pardo, quien la tarde del 26 de octubre de 1884 recibe la alternativa de manos del gaditano. Volviendo a aquella tarde de mayo de 1885, y como ya se vio al inicio de estas notas, Ponciano aceptó estoquear a uno de los de toros, complaciendo a la afición poblana.

   El hecho pasa por ser una verdadera curiosidad, misma que nos demuestra no solo el gran cartel del atenqueño. También su desaire a viejos conflictos y alejamientos sostenidos entre él y su “maestro”.

   Ampliando la información de este hecho, debo agregar lo que encontré en El Arte de la Lidia, año I, Nº 18, del 8 de mayo de 1885, p. 3.

Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz. En la nota que recoge la fuente consultada, se dice que Ponciano se encontraba como espectador. Al ser descubierto por el público, este demandó que bajara al ruedo para “lidiar y matar” a uno de los toros, a lo que accedió. A mayor abundamiento:

“La última corrida en Puebla. El domingo 3 de mayo de 1885 tuvo lugar en aquella ciudad el beneficio del decano de los toreros Bernardo Gaviño, quien, según se anota en “El arte de la lidia” se encuentra en México desde 1829. El ganado que se lidió no dio el juego que se deseaba. Ponciano Díaz que estaba en la plaza como concurrente, tuvo que matar un toro por pedido general del público”.

   Todo parece indicar que aquel reencuentro sirvió, en buena medida para conocer por parte de cada uno de los personajes que Gaviño, seguía en una mala racha, buscando cuanto festejo benéfico fuese posible para recuperar su alicaída economía, en tanto que Ponciano estaba preparado para una pequeña serie de festejos que fueron a darse en los días correspondientes a la primera quincena del mes de mayo de aquel 1885. Que la popularidad de cada uno quedara sujeta a la comprensión del público, eso queda demostrado en las notas, tanto la de La Muleta como la publicada en El Arte de la Lidia. Uno, el viejo matador y el otro, un joven en segura asunción de su idolatría, marcaron aquella tarde el antes y el después. Era como si en la parte de una novela se encontrara el esperado quiebre de un tema a otro, agotado aquel; novedoso e impulsivo este. Y es que Gaviño, con 71 años a cuestas apenas si podía hacer algo en el ruedo, pues el resto de la lidia quedaba entonces bajo la responsabilidad de los otros integrantes de la cuadrilla, siendo él, el único en encargarse de estoquear a los toros. De cómo lo haría, no se tiene una idea precisa. Sin embargo, en medio más de su natural condición de decanato, se ganaba el aprecio y el cariño de los aficionados. Sus mejores épocas ya habían pasado. Ponciano, toda juventud y entusiasmo, debe haber aprovechado la circunstancia para demostrar esas capacidades y, con toda seguridad, se ganó las palmas que atronaron con fuerza en la plaza angelopolitana.

Archivo Histórico de Toluca (AHT). Fondo: Diversiones Públicas. Reproducción del autor.

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EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS. ENTRE 1707 y 1708.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

    Habiendo perdido la valiosa fuente del que fuera presbítero, don Antonio de Robles, y quien dejó de escribir de forma hebdomadaria su Diario de Sucesos Notables, debe uno buscar en otras posibilidades documentales para seguir construyendo un esquema o escenario que permita entender la manera en que se articuló el componente festivo durante el periodo virreinal. Entre aquellos que asimismo se asumieron como “cronistas”, luego de los casos concretos de Gregorio Martín de Guijo y de Antonio de Robles, no pueden perderse de vista otros personajes (como Bartolomé Rosales) o el caso de ciertos documentos, que bien podrían ser –por ejemplo-, el índice de las actas de cabildo redactadas en el Ayuntamiento y que luego se reunieron en ordenados volúmenes, desde 1524 y por lo menos, hasta 1928.

   Al margen de que esa tarea se convierta en permanente ejercicio entre diversos interesados e historiadores, lo importante por ahora es seguir consignando las noticias que siguen apareciendo en forma de “relación de sucesos”, instrumento literario que fue el mejor vehículo entre diversos “cronistas” en aquel comienzo del siglo XVIII. Ya, Nicolás Rangel le había dado trato de primer periodista a fray José Gil Ramírez quien, al comenzar esa centuria, escribía una larga descripción de fiestas, que ya se verá en detalle cuando se alcance el año de 1714. Dicha relación de fiestas llevó el título: Esphera mexicana. Solemne aclamación y festivo movimiento de los cielos, delineado en los leales aplausos que al feliz nacimiento del serenísimo Señor Infante Don Felipe Pedro, que Dios prospere, consagra, dividida en los ilustres globos que la componen, la muy noble y muy leal Ciudad de México. México. Viuda Miguel de Ribera. Sin embargo, esto al paso de los años, ha venido a convertirse en un error de apreciación, puesto que habiendo avanzado las investigaciones de diversos autores, consta que el conjunto de “relaciones de sucesos” rebasa con mucho, las 300 sólo para la Nueva España. Por supuesto que en muchas de ellas, el tema de los toros es un aspecto sesgado, o ciertos autores se refieren al mismo en forma muy ligera, en tanto que hay otros los cuales dedican mayor espacio a la descripción. Los menos, hacen su ejercicio en forma más que apropiada, ajustándose a lo que establece el título, pero son mínimas estos documentos que apenas podrían citarse dos casos: el de María de Estrada Medinilla (en 1640) y el de Manuel Quiros y Campo Sagrado en 1786.

   De los años 1707 y 1708 he reunido los siguientes títulos:

 Miguel González de Valdeosera. 1707. Genetliático elogio, prognóstico felice en la expectación del real augusto parto que esperamos. Novenario que ofreció a la soberana patrona la Virgen de los Remedios, en la santa iglesia catedral metropolitana de México, esta Muy Noble y Leal, Imperial Corte mexicana en festiva demostración del júbilo que tuvo con la noticia cierta del preñado de nuestra amada, católica reina Da. María Luis Gabriela de Saboya, en ardientes votos y humildes deprecaciones, dirigidas al colmo del buen alumbramiento de parto tan deseado. México. Juan José Guillena Carrascoso.

 Antonio Heredia: Relación de las fiestas con que la Ciudad de la Puebla celebró el nacimiento del Príncipe D. Luis I. Por D. (…). Puebla de los Ángeles, 1708.

 (La) Breve relación de las alegres demostraciones que hizo la siempre Noble y Leal siempre Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, en el nacimiento de Nuestro Príncipe y Señor Don Luis Fernando en los días veinte y tres y veinte y cuatro de este corriente mes de julio y año de 1708, datos que se recogen en la publicación denominada “El Pregonero…”,[1] y que a su vez fueron localizados en diversas actas de cabildo del propio Archivo Histórico de de Estado de Zacatecas.[2]

 1709. Gómez de la Parra, José: Famosos trivmphos y victoriosos tropheos, qve el día 15. de Jvlio del año de 1708, el primero de el feftivo triunfo, que celebró el Illmo. V. Dean y Cabildo, Sede Bacante, de la Santa Iglefia Cathedral de la Ciudad de la Puebla de los Ángeles en la Nueva-Efpaña en honor de la Immaculada Concepción de Maria SS. N. S. fu titular, para dar gracias á Dios N.S. por el feliz Nacimiento de fu Alteza. El S.r D. Lvis I. Principe de las Astvrias. Prenvncio a la fiempre Augufta y Catholica Mageftad de El S.r D. Felipe V. Rey de Efpaña y Emperador de las Indias, su excelfo Padre (…) Con licencia: En la Officina de D. Joseph Perez.

   Al respecto, también  son las que registran las actas de Cabildo del siglo XVIII, y que son aquellas que con motivo del “feliz y deseado nacimiento de nuestro príncipe y señor don Luis Fernando… Príncipe de las Asturias”. El Cabildo (del 4 de febrero de 1708) recibió el aviso del virrey, duque de Alburquerque para que ese mismo día, así como la iniciativa del mismo virrey respecto de la fiesta que la ocasión demandaba:

 El glorioso asunto del feliz natalicio del Príncipe de las Asturias con que el celo ha premiado la justicia y heroicas virtudes de nuestro amado monarca y señor don Felipe V y perpetuado el consuelo de tan leales vasallos, como lo son los españoles, pide demostraciones de júbilo y celebridad que complementan y llenan el amor y fidelidad que rebosan los corazones de los que habitan estas distancias y para que no se les dilate este consuelo; he resuelto que el lunes seis de el corriente mes se de principio a las fiestas prevenidad con la solemne novena de gracias a la milagrosa imagen de María Santísima de los Remedios en esta iglesia catedral y que las noches de los mismos nueve días, se tengan luminarias generales, fuegos artificiales y comedias en este real palacio a que se han de seguir las fiestas de toros y otras festivas y públicas demostraciones que ocupen los días que falta hasta el de ceniza, reservando otras para después de pascua de resurrección, de que participo a esta muy noble y leal ciudad para su concurrencia a todo con las cormalidades que en semejantes felices sucesos se hubieren guardado.-Señalado con la rúbrica de su excelencia.-México, 4 de febrero de 1708.-Y debajo dice a esta muy noble y leal ciudad…


[1] “El Pregonero de la muy noble y leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas”. Órgano de difusión del Archivo Histórico del Estado de Zacatecas. 2ª época, año 2004, Zacatecas, abril-mayo, Nº 4 y 5.

[2] Archivo Histórico del Estado de Zacatecas. Fondo: Ayuntamiento. Serie: Actas de Cabildo. Lb. 10, fojas varias.

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LA MUERTE Y LA POESÍA COMO TEMA EN LA TAUROMAQUIA MEXICANA.

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

   Próximas ya las fechas en que habrán de recordarse a todos aquellos seres queridos que se adelantaron en el viaje, me permito compartir con ustedes el siguiente material, que seguramente dará alguna idea sobre el pensamiento y la interpretación que se conciben desde la poesía misma, teniendo como tema central al de la tauromaquia.

    La muerte es un tema que por ineludible es despreciable. Sin embargo se hace precisa en su mar infinito de recursos teóricos y discursivos solo explicables a la luz en que nos hallamos frente a ella, sea porque se nos acerca para arrebatarnos a familiares o amigos; e incluso porque en un descuido se nos aparece inquieta y coqueta lanzándonos un guiño perverso.

   Por circunstancias muy especiales, en México la muerte con todo y su sentido ritual, ha sido convertida en una dulce y agradable calavera de azúcar y amaranto a lo que, en su hueso frontal se le adhiere un papelillo para grabar en él nuestro nombre, como si no bastara su sola razón y significado. Una calaca no puede ir sola, de ahí que los fémures sean, en muchos sentidos la parte complementaria de una ilustración que, filibusteros y piratas usaron como emblema. Fruto de la imaginación o no este último aspecto conlleva la sentencia que los mares podía ofrecer nada más aparecieran por allí los Francis Drake y otros.

   Recordando mis notas sobre el descomunal trabajo que sigo realizando sobre la Poesía mexicana en los toros, siglos XVI al XXI,[1] en su presentación escribí lo siguiente:

   Un tema como el de la poesía mexicana en los toros no había sido abordado desde su visión integral o antológica. De ahí que este motivo se sume a una información de intachable reminiscencia, colmada a su vez del mero y subjetivo emblema de elementos materiales tan insubstanciales como complejos dentro de una tradición, íntimamente relacionada con la historia de México, en esa otra historia paralela que es la de las corridas de toros, que llega a este 2012 con 484 años de recorrido.

   José María de Cossío, el gran erudito español, autor de la obra monumental de LOS TOROS,[2] escribió y compiló un trabajo denominado LOS TOROS Y LA POESÍA.[3] En él, no se contempla ninguna creación novohispana, del México independiente o del México moderno, lo que sí ocurre en otro de sus libros: LOS TOROS EN LA POESÍA CASTELLANA,[4] donde sólo aparecen dos composiciones novohispanas.[5] Ello obliga a desarrollar un trabajo con características similares, con la única diferencia de que el contexto sea totalmente de origen mexicano, debido a que se cuenta con elementos de verdad fascinantes, surgidos de esa maravillosa creación literaria.

   Acontece siempre, que en un trabajo de estas magnitudes, quedan ignorados datos considerables, los cuales existen en documentos sumamente curiosos que, por su condición han desaparecido en diversas y misteriosas circunstancias, o se hallan en el peor de los olvidos. Mi intención ha sido rescatar el mayor número de evidencias que, en un acomodo cronológico y una selección rigurosa, den como resultado un trabajo rico en valores. La consecuencia es esta APORTACIÓN HISTÓRICO TAURINA, cuyo propósito fundamental, cuando fue creada dicha serie en 1985, era y sigue siendo la de exhumar y rescatar documentos publicados en diversas épocas (en su caso, y si así conviene, con su respectiva reproducción facsimilar) en medio de una acuciosa anotación, que termine siendo el sustento crítico que la enriquece.

   Parece lógico iniciar estos apuntes con las primeras composiciones poéticas elaboradas a propósito de las representaciones -más caballerescas que taurinas- habidas en el México novohispano, que luego, con el paso de los años, y con la llegada de nuevas ideas y conceptos, se dieron los cambios al toreo de a pie, mismo que evolucionó durante todo el siglo XIX, y se enriqueció a partir de 1887, con la llegada de un importante grupo de toreros hispanos, quienes provocaron un vuelco representativo que originó la presencia de por vida del toreo de a pie, a la usanza española, en versión moderna. De entonces a este tiempo, la tauromaquia en nuestro país se ha consolidado.

   Ante nuestros ojos se presentan una serie notable de trabajos de la misma índole, ya como antologías,[6] donde ha quedado reconocida entre otras la presencia de Octavio Paz. De la misma manera, existen otros trabajos que, a lo largo de este, irán siendo citados, escogiendo lo que a mi juicio no sólo es la poesía mayor. También es preciso incluir la reproducción de algunos versos menores, o de extracción eminentemente popular. Tal es el caso de corridos y canciones, logrados por diversos creadores que no siempre se encuentran a la altura de aquellos célebres autores de la literatura que aquí queda considerada como «universal».

   Siguiendo el modelo establecido por Cossío en sus obras anotadas, se recogerán todos aquellos ejemplos que han dejado diversos autores a lo largo de más de cuatro siglos y medio, sin más anotación que la conveniente, indicando en su caso, el o los años de producción de la o las obras para no entorpecer el propósito original, y llegar así a buen término. De igual forma, cada siglo incluirá un “marco histórico” indispensable para entender su distinto comportamiento, logrando con ello una revisión, si no absoluta, sí la más completa que sea posible del recorrido secular de este espectáculo en nuestro país.

   Por último, quiero agradecer a Lucía Rivadeneyra y Elia Domenzáin sus comentarios, recomendaciones, pero sobre todo sus valiosos textos que enmarcan esta obra. A Rosa María Alfonseca Arredondo y Rossana Fautsch Fernández que aceptaron ilustrar con trazo sensible, inspiradas por los múltiples versos aquí reunidos. A Fumiko Nobuoka Nawa y Miguel Ángel Llamas, por su trabajo fotográfico con aires de renovación aportado a esta aventura editorial. Cada uno, desde su muy particular expresión, comenta, apunta o ilustra de tal forma, que, al ver el libro convertido en el fruto de los deseos de cualquier autor, puede advertirse el equilibrio que se consigue al combinar todas esas expresiones que, al ponerlas en manos del lector, pretende una placentera lectura, un gozoso paseo por los caminos del arte…

   Merece lugar especial en esta relación de agradecimientos, la valiosa intervención de Jorge F. Hernández, cuyas gestiones para convencer a tirios y troyanos ha sido incalculable.

   Pues bien, incluyo a continuación algunas muestras relativas al tema, tomando para ello tres que se escribieron en el siglo XVI, XVII y XIX respectivamente.

   De la Relación Fúnebre a la infeliz trágica muerte de dos Caballeros…”,[7] aunque escrita a mediados del siglo XVII por Luis de Sandoval y Zapata tenemos la siguiente muestra:

 1566

 ¡Ay, Ávilas desdichados!

 ¡Ay, Ávilas desdichados!

¿Quién os vio en la pompa excelsa

de tanta luz de diamantes,

de tanto esplendor de perlas,

ya gobernando el bridón,

ya con ley de la rienda,

con el impulso del freno

dando ley en la palestra

al más generoso bruto,

y ya en las públicas fiestas

a los soplos del clarín,

que sonora vida alienta,

blandiendo el fresno o la caña

y en escaramuzas diestras

corriendo en vivientes rayos,

volando en aladas flechas.

Y ya en un lóbrego brete

tristes os miráis, depuesta

la grandeza generosa.[8]

    Del Pbro. Br. D. Diego de Rivera (de 1663 a 1685 se reportan buena parte de sus obras). De las Funerales Pompas de D. Felipe IV y plausible aclamación de D. Carlos II:

 1666-1667

 Funerales Pompas de D. Felipe IV

y plausible aclamación de D. Carlos II

 LA JURA DE CARLOS II

 …Los Caballeros galantes

pudieron de su tesoro,

a la Arabia prestar oro

y dar al Ceilán diamantes;

y aun por eso los brillantes

rayos el Sol ocultaba,

y si en nubes se embozaba

es porque llegó a advertir

que era imposible lucir

donde tanto Sol estaba…

 

…Galante el Corregidor

con su generoso pecho,

llevaba al lado derecho

al noble Correo Mayor.

¡Oh, quién tuviera primor

para decir lo costoso,

lo amante, lo generoso

con que echó el reto a lucir!

Mas algo habré de decir,

aunque se muestre quejoso.

 

El vestido –amusco y plata-

bordó el arte con primor,

por ser el mejor color

que de aclamaciones trata;

el sombrero era pirata

que, en plumas volando al Cielo,

no sólo al Sol sin recelo

le usurpó las luces bellas,

pero a todas las Estrellas

en diamantes trujo al suelo.

 

El penacho parecía

nieve escarchada, que en tropa

se recogía en la copa

que el sombrero le ofrecía:

Cándida nube escondía

a Don Francisco, y dudaba

México lo que miraba,

apostando, sin que asombre,

que era imposible ser hombre

quien por las nubes andaba.

 

Al bruto, sólo un pincel

pudiera bien retratalle,

y Naturaleza dalle

de terciopelo la piel;

y según lo negro de él,

lo airoso, lo bien trazado,

lo dócil y lo alindado,

puedo decir sin recelo

que era –siendo terciopelo-

un terciopelo labrado.

 

Tocado de blancas plumas

sustenta sobre la crín,

que iba a tener su fin

al suelo en nevadas sumas;

las cristalinas espumas

esparcía el Bruto ufano,

porque quiso, cortesano,

repartir la plata al viento,

y para el repartimiento

se valía de pie y mano.

 

Y aunque el curioso me tache,

he de asegurar por cierto

que de ojo le hubiera muerto

si él no fuera un azabache;

y así, es razón se despache

sentencia para emplumallo,

y el rigor de sentenciallo

le disculpará cualquiera,

porque a todas luces era

un hechicero el Caballo…

 

Apeóse el Correo Mayor,

y al ir la grada a subir

le fue amante a recibir

de México aquella flor

que, de la sangre mejor

de Velasco y de Castilla

con tantos créditos billa

en el Conde de Santiago,

que no podrá el tiempo estrago

hacer a su maravilla.

 

La real Insignia arboló

Mancera, con pecho ufano,

y por todo el aire vano

airoso la tremoló,

y en razones promulgó

que a la augusta y Regia Silla

todo México se humilla,

y alza con amor profundo

pendón por Carlos Segundo,

Rey de León y Castilla…[9]

 

Además:

 …y si a domellar un Bruto

se ponía en la carrera,

ninguno como Filipo

le supo tener la rienda;

(. . . . . . . . . .)[10]

   Incluyo a continuación, como parte fundamental de esta obra, dos sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz, los que la revelan como poetisa de altos vuelos, afecta (muy probablemente) a las fiestas de toros, a pesar de su condición que no iba con el siglo, aunque en él a veces se dejaba llevar, como arrobada de su mucho universo tan variante siempre.

 Ca. 1685

 Encarece de animosidad la elección de estado durable hasta la muerte

 Si los riesgos del mar considerara,

ninguno se embarcara; si antes viera

bien su peligro, nadie se atreviera

ni al bravo toro osado provocara.

 

Si del fogoso bruto ponderara

la furia desbocada en la carrera

el jinete prudente, nunca hubiera

quien con discreta mano la enfrentara.

 

Pero si hubiera alguno tan osado

que, no obstante el peligro, al mismo Apolo[11]

quisiere gobernar con atrevida[12]

 mano el rápido carro en luz bañado,

todo lo hiciera y no tomara sólo

estado que ha de ser toda la vida.[13]

 Ca. 1685

Habiendo muerto un toro, el caballo a un caballero toreador[14]

 El que Hipogrifo[15] de mejor Rugero[16]

ave de Ganímedes[17] más hermoso,[18]

pegaso de Perseo[19] más airoso,

de más dulce arion[20] delfín ligero

 

fue, ya sin vida yace al golpe fiero[21]

de transformado Jove[22] que celoso

los rayos disimula[23] belicoso,

solo en un semicírculo de acero.

 

Rindió el fogoso postrimero aliento

el veloz bruto a impulso soberano:[24]

pero de su dolor, que tuvo, siento

 

más de activo y menos de inhumano,[25]

pues fue de vergonzoso sentimiento

de ser bruto, rigiéndole tal mano.[26]

 1884

    Un traje verde y plata tuvo que guardarse. Lino Zamora lo tenía preparado para vestirlo el domingo 17 de agosto de 1884. Los carteles quedaron a merced del viento y este los terminó arrastrando hasta perderse calles abajo de una plaza que mantuvo cerrada sus puertas en señal de luto. La ciudad de Zacatecas lloró su muerte.

A los pocos días, y en todo México unas «hojas de papel volando» comenzaron a divulgar la noticia en los «Legítimos versos de Lino Zamora traídos del Real de Zacatecas» y que cuentan la tragedia.

 Legítimos versos de Lino Zamora

traídos del Real de Zacatecas

 Pobre de Lino Zamora,

¡Ah!, que suerte le ha tocado,

que en el Real de Zacatecas

un torero lo ha matado.

 

Rosa, rosita, rosa romero

ya murió Lino Zamora,

qué haremos de otro torero!

 

Al salir de Guanajuato,

cuatro suspiros tiró,

en aquel Cerro Trozado

su corazón le avisó.

 

Rosa, rosita, rosa peruana.

Ya murió Lino Zamora;

la causa fué Prisciliana.

 

Lino le dijo a Braulio

que se fuera para Jerez,

que fuera a hacer la contrata

y que volviera otra vez.

 

Rosa, rosita, flor de alelía,

ya murió Lino Zamora,

pues así le convendría.

 

Cuando vino de Jerez

el jueves por la mañana,

le dijo Martín su hermano:

-Lino está con Prisciliana.

 

Rosa, rosita, flor de granada,

ya murió Lino Zamora.

Por causa de una tanteada.

 

En la calle de Tacuba

estaba Lino Parado,

-Aquí te vas a morir

y aquí te quedas tirado.

 

Rosa, rosita, rosa morada,

ya murió Lino Zamora

que fuera el primer espada.

 

Ese gracioso de Carmen

pronto lo agarró del brazo.

Llegó el cobarde de Braulio,

y al punto le dió el balazo.

 

Rosa, rosita, flor de clavel,

ya murió Lino Zamora.

No lo volverás a ver.

 

El día 14 de agosto,

era jueves por la tarde,

-se quedó Lino Zamora

revolcándose en su sangre.

 

Rosa, rosita, flor de romero,

ya murió Lino Zamora,

el padre de los toreros.

 

Toda la gente decía:

-Hombre, ¿qué es lo que has hecho?…

Lo mataste a traición.

No le hablaste por derecho.

 

Lo traía por buen amigo.

Lo traía por compañero.

Lo traía en su Compañía

por primer banderillero.

 

Rosa, rosita, flor de clavel,

ya murió Lino Zamora.

Dios se haya dolido de él.

 

La traían por muy bonita,

echándosela de lado,

y era infeliz mujer

la Prisciliana Granado.

 

Rosa, rosita flor matizada,

al toro siempre mataba

de la primera estocada.

 

La traían por muy bonita,

la traían por muy veloz,

la traían por muy honrada…

¿Cómo mancornó a los dos?…

 

Rosa, rosita, flor de alelía,

nunca culpes a ninguno,

pues así le convendría.

 

De todos ya me despido,

porque la agonía ya entró.

Que rueguen a Dios por mi alma,

eso les suplico yo.

 

Rosa, rosita, flor encarnada,

para el final de mi vida,

ya casi no falta nada.

 

Lloraba su pobre madre.

lloraba sin compasión,

al ver a su hijo querido

que lo echaban al cajón.

 

Rosa, rosita, flor de clavel,

al enterrar a Zamora

no lo volverás a ver.

 

Lloraba su Compañía,

lloraba sin compasión,

de ver a su Capitán

que lo llevan al Panteón.

 

Rosa, rosita de Jericó,

su primer banderillero

de un balazo lo mató.

 

Es muy triste recordar

dice don Ponciano Díaz,

que Lino Zamora, ya

acabó sus tristes días.

 

Ya con esta me despido.

Con los rayos de la aurora.

Aquí se acaban cantando

los recuerdos de Zamora.

 

Rosa, rosita, flor de Belém,

ya murió Lino Zamora,

requiescat in pace. Amén.[27]

El grabado arriba a la izquierda es de Manuel Manilla, en tanto que el ubicado abajo a la derecha, pertenece a la creación de José Guadalupe Posada. Disponible octubre 24, 2012 en: http://www.museoblaisten.com/v2008/indexESP.asp


 [1] José Francisco Coello Ugalde: Aportaciones Histórico-Taurinas Nº 31: “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI. (Antología)”. 1985-2012. 2050 pp., ils. Inédito.

[2] José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v.

[3] Op. Cit., vol. 2, p. 243-406.

[4] José María de Cossío: Los toros en la poesía castellana. Argentina, Espasa-Calpe, 1947. 2 vols.

[5] Op. Cit., t. II., p. 83-87. Juan Ruiz de Alarcón, último cuarto del siglo XVI-1639. Biblioteca de AA.EE. Comedias de J. R. de Alarcón: Todo es ventura, acto III, y p. 181: Sor Juana Inés de la Cruz. Segundo tomo de las obras…, Barcelona, 1693.

[6] Mariano Roldán: Poesía universal del toro (2500 a. C.-1990). Madrid, Espasa-Calpe, 1990, 2 V. (La Tauromaquia, 30 – 31).

[7] Niceto de Zamacois: Historia de México, t. 6, p. 745-59.

[8] Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (…). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 105.

[9] Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España…, op. cit., p. 54-56.

[10] Méndez Plancarte: Poetas…, (1621-1721) Parte primera, op. Cit., p. 143. Proviene de la Descripción Poética de las Funerales Pompas… y de la Plausible Aclamación…, México, Rodríguez Lupercio, 1666.

[11] Apolo: con Atena es acaso el más celebrado y representativo de los dioses griegos. Es el tipo de la belleza masculina en su flor. Todos los más altos y útiles menesteres humanos se le atribuyen, o se ponen bajo su tutela: música y medicina; profecía y arte de las armas; ganadería y agricultura.

[12] Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. I. Lírica Personal. Edición, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte. México, 5ª reimpr. Fondo de Cultura Económica-Instituto Mexiquense de Cultura, 1997. LXVIII-638 p. Ils., retrs., facs. (Biblioteca americana, serie de Literatura colonial, 18)., p. 521.

Méndez Plancarte anota sobre los versos 9 a 12: “quien repitiese la temeridad de Faetone, que trágicamente osó regir el carro del Sol”… (Cfr. Ovidio, Metam., II, I-366).

[13] José María de Cossío: Los toros en la poesía castellana. Argentina, Espasa-Calpe, 1947. 2 vols. Vol. I., p. 181: Sor Juana Inés de la Cruz. Segundo tomo de las obras…, Barcelona, 1693. Cfr. Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. I., op. cit., p. 521. Vuelve a acotar Alfonso Méndez Plancarte: Estado que ha de ser toda la vida…; en el Convento, o –igual y aún más- en el Matrimonio (pues si éste lo disuelve la viudez, siempre cabe dispensa para los votos). –Esta ponderación, igual la pudo escribir la Dama, o ya la Jerónima. Y en la segunda hipótesis, bien anota Fernández Mc. Grégor: “Aun los verdaderos caracteres místicos tienen períodos de dudas: aquellas acidias que tanto los desconsuelan. No es extraño que la joven Monja haya tenido sus combates y parece que lo prueba aquel soneto”… (“La Santificación de Sor J.”, Méj., 1932, p. 50). –Mas la animosidad del título, más bien será sinónimo de ánimo: la valentía, indispensable para esas grandes resoluciones, que Sor J. mostró dos veces: al ingresar en S. José de las Carmelitas, y luego en S. Jerónimo.

[14] Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. I., ibidem., p. 544.

   Gran soneto cortesano y taurino-mitológico, que ignoramos –se pregunta A. Méndez Plancarte- por qué incluyó X. VIll. entre los “Morales” y no entre los “de Homenaje”…, y que luce en “Los toros en la Poesía Castellana” de José Ma. de Cossío, como «ejemplo instructivo”, ya que no “modelo imitable”, donde “todos los tópicos de la más exaltada expresión culterana se dan cita”… (Madrid, 1931, I, p. 162 y t. II, 181).

   Respecto al título. En ocasión idéntica, rimó Góng. su décima “Murió Frontalete”…, a D. Pedro de Cárdenas, por un caballo que le mató un toro.

[15] Hipogrifo: Animal fabuloso compuesto de caballo y grifo. De medio cuerpo arriba águila, y de medio abajo león.

[16] De Rugero (“Ruggiero”, el gallardísimo paladín) y su Hipogrifo o caballo volador. Y el mismo nombre (allí igualmente grave, no esdrújulo), en “La Vida es Sueño”, de Calderón:

 Hipogrifo violento

que corriste parejas con el viento…

 [17] Ganímedes: copero y amado de Júpiter.

[18] Sor Juana: OBRAS COMPLETAS. Vol. I., ibid., p. 545.

   En Calderón, el mismo corcel es “pájaro sin matiz” (o sea, sin plumas); y en Ruiz de Alarcón (o de quien sea la Parte I de “El Tejedor de Segovia”), el bridón de Vargas es un Hipogrifo que:

 Goza en los vientos privilegios de ave..

 Y Ariosto, VI, oct. 18, compara a su “Ippogrifo” con el águila portadora del rayo… –Así, aquí, este caballo es el águila que arrebató de Troya al gentil Ganímedes Para Ser copero en el Olimpo: sólo que este jinete es “más hermoso”… –Cfr. Góng., Sol. I, v. 7-8; y D. Alonso Ramírez de Vargas, en su Rom. de los Rejoneadores, en las Fiestas por la Mayoridad de Carlos II, Méj. 1677, cuando “el juego de Toros… duró seis días”… (Poets. Novs., III, 91).

[19] Perseo: semidiós, hijo de Zeus y de Dánae.

[20] Arión: figura del poeta griego transformado en delfín.

[21] Ib., p. 545. Verso 1-5. “El que fue Hipogrifo, Águila, Pegaso y Delfín de un caballero superior a Rugero, Ganímedes, Perseo y Arión (ese caballo admirable de un jinete pasmoso) yace sin vida”… y cfr. Góng., décs. “De unas fiestas”…:

 Juegan cañas, corren toros / cortesanos caballeros,

Por lo gallardo Rugeros / y por lo lindo Medoros…

 [22] Ib. Verso 6: de transformado Jove que, celoso…: el Toro, en quien se pensaría que Júpiter se había de nuevo metamorfoseado, como para el rapto de Europa. (Ovidio, Metam. II, vv. 847-51).

[23] Ib. Verso 7: “los rayos disimula”: en las astas del Toro ha trocado Jove sus rayos… Cfr. Ramírez de Vargas, op. cit.

[24] Ib., p. 546. Verso 10: impulso soberano…: cfr. La déc. De Alarcón sobre el asesinato del Conde de Villamediana.

[25] Ib. Verso 12: en los textos (y X. VIll. y Abr.): más de activo…; pero suplimos la clara errata con el afectivo, que piden verso y contexto…: que, más que a la cornada, sucumbió el noble bruto a la vergüenza de serlo bajo riendas tan sabias…

[26] Salvador Novo: Mil y un sonetos mexicanos. Selección y nota preliminar por (…). 3ª ed. México, Editorial Porrúa, S.A., 1971. 253 p. (“Sepan cuantos…”, 18)., p. 76.

[27] Vicente T. Mendoza: El corrido mexicano. 3ª reimpr. México, Fondo de Cultura Económica, 1976. 467 p. (Colección popular, 139)., p. 317-321.

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25 DE OCTUBRE DE 1913. MUERTE DE SATURNINO FRUTOS “OJITOS”.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Palmas y pitos (Madrid). Año I, Nº 36 del 23 de noviembre de 1913, p. 18. Disponible octubre 22, 2012 en: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0004023506&search=&lang=es

    Uno de los personajes clave más importantes en el devenir, pero también en la afirmación y consolidación del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna en este país, fue Saturnino Frutos “Ojitos” (1855-1913). Llegó a México en compañía de Ponciano Díaz, luego de que el diestro de Atenco regresaba de su viaje a España de 1889, con el grado de “matador de toros”, concedido apenas el 17 de octubre de ese año, en la plaza de toros de Madrid. Así que desde 1890, “Ojitos” ya se encuentra en activo en diferentes ruedos de nuestro país, lo mismo participando como jefe de cuadrillas, que como banderillero o peón de brega. Su paisano Ramón López, quien prácticamente se estableció en nuestro país desde 1887, le aconsejó algunos años más tarde que además de dedicarse a esta profesión, lo hiciera invirtiendo su tiempo a la enseñanza, para lo cual era necesario constituir una cuadrilla formal que se significara como ejemplar en un medio que requería este tipo de presencia, con objeto seguramente, de confrontar o equilibrar la presencia masiva de toreros españoles que se imponían sin ningún problema en el ambiente taurino, o por el hecho de que veía condiciones propicias para hacer un despliegue de experiencias entre futuros aspirantes a ocupar lugares de privilegio. En esos tiempos, con la marcada decadencia y luego, la desaparición de Ponciano Díaz, el resto de los espadas nacionales se diluía pues ya no garantizaban la defensa de lo que pudo haber significado en esos momentos, una sólida vertiente. Así que ni Gerardo Santa Cruz Polanco, ni Timoteo Rodríguez, ni ningún otro espada o “Capitán de gladiadores”, antigua denominación que caracterizó a los diestros en nuestro país, durante la segunda mitad del siglo XIX daban garantías de segura permanencia.

   Saturnino se convenció de aquella posibilidad y en León de los Aldama, luego de intensas jornadas de búsqueda, encontró las condiciones y los elementos apropiados para poner en marcha aquella empresa.

Cuadrilla juvenil mexicana, dirigida por Saturnino Frutos “Ojitos”. Entre los más destacados alumnos, Rodolfo Gaona sería la pieza más acabada, heredero de las formas técnicas impuestas por Salvador Sánchez “Frascuelo” y las de carácter refinado que legó Rafael Molina “Lagartijo”. Al centro mírase al maestro “Ojitos”, y de izquierda a derecha aparecen Manuel Rodríguez, Blas Hernández, Antonio Conde, Rodolfo Gaona, Eustolio Martínez, Antonio Rivera, Pascual Bueno, Daniel Morán, Prócoro Rodríguez, Rosendo Trejo y Fidel Díaz. Fotografía de la Galería Taurina de don Celerino Velásquez. La Lidia. Revista gráfica taurina, Nº 53, del 6 de noviembre de 1943.

    En efecto, estamos ante la cuadrilla en la que su elemento sobresaliente fue Rodolfo Gaona

   El Dr. Carlos Cuesta Baquero, mejor conocido como Roque Solares Tacubac dijo de “Ojitos”:

 Tuve amistad con Saturnino Frutos y lo traté en condiciones de extrema aflicción, cuando estaba agobiado por la carencia de dinero y por las dolencias crueles de tremenda enfermedad.

   En aquellas circunstancias, cualquier especulador, despechado por no haber logrado sus fines, habría dejado escapar involuntariamente o coléricamente expresiones zaherientes para aquél a quien no pudo explotar. “Ojitos” sólo tenía, al referirse a su discípulo predilecto, palabras de cariño y alabanza. Siempre inquiría por los periódicos, donde relatábanse los éxitos de Rodolfo, y oía su lectura, sobreponiéndose a los atroces dolores que le causaba su enfermedad. Esa conducta no la tiene un especulador metalizado; solamente la observa un padre que tiene por guía el cariño.

   Saturnino Frutos resultó para Gaona un tutor riguroso, muy riguroso, al grado de que en algún momento del encumbramiento del leonés, se rompieron las relaciones definitivamente. Por fortuna, Gaona abrevó todo aquel secreto que le reveló el madrileño no sólo en términos técnicos. También estéticos que le permitieron colocarse en lugar de privilegio.

   En ese sentido, hay un libro clave que revela y desvela toda una serie de circunstancias, alegrías y tribulaciones que padecieron de manera conjunta estos dos personajes, mismos que se convirtieron en columnas vertebrales, en columnas fundamentales del toreo contemporáneo en el México de comienzos del siglo pasado. Me refiero a El maestro de Gaona, de Guillermo Ernesto Padilla.[1]

   En sus páginas, y con el inconfundible estilo de mi buen amigo “Don Guillermo”, de quien ahora mismo tengo entendido se encuentra bien de salud, debido a su avanzada edad y a la infatigable vida que, como escritor y cronista de Tlalnepantla de Baz le mantuvieron siempre ocupado y dedicado en dichos menesteres, hay todo un relato de acontecimientos que dejan ver y entender cómo se desplegaron aquellas jornadas de intensa enseñanza, pero también los momentos en que estuvo presente la discusión y el desacuerdo. La autoridad con que aborda el tema Guillermo E. Padilla en su libro me lleva a sugerir su lectura. Sé que por los 25 años que han transcurrido desde su publicación, es difícil adquirirlo. Sin embargo, todo aquel que lo tenga en su biblioteca coincidirá conmigo en el sentido de que no puede entenderse a Rodolfo Gaona si no se mira la sombra –clara o perversa- de Saturnino Frutos. No se puede entender a “Ojitos” como el responsable de una de las figuras del toreo UNIVERSAL que se afirmaron en una especie de eternidad, misma que les está conferida a ciertos personajes cuya trascendencia dejó estela, misma razón por la cual hoy, a por lo menos a 87 años vista de la despedida del leonés, ocurrida el 12 de abril de 1925 muchos aficionados –como usted o como yo-, sigamos incluyendo en nuestras conversaciones al “indio grande”, como si apenas lo hubiésemos visto triunfar ayer, o antier. Solo eso puede pasar con un personaje de la talla de Gaona, talla perfecta de “Ojitos”.


[1] Guillermo Ernesto Padilla: El maestro de Gaona. Prólogo de Esperanza Arellano “Verónica”. México, Compañía Editorial Impresora y Distribuidora, S.A., 1987. 359 p. Ils., fots.

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BOLETÍN DE PRENSA. XXXVI SEMANA REGIOMONTANA DEL TOREO

BOLETÍN DE PRENSA

 XXXVI

SEMANA REGIOMONTANA

DEL TOREO

 LA PEÑA TAURINA «EL TOREO», SE COMPLACE EN INVITAR A USTED A NUESTROS TRADICIONALES FESTEJOS TAURINOS Y CULTURALES DE ANIVERSARIO QUE TENDRAN VERIFICATIVO CONFORME AL SIGUIENTE:

 P R O G R A M A

 DOMINGO 21 OCT.

 PUBLICACIÓN EN LA PRENSA.

TEMA: FERNANDO “CURRO” SEPÚLVEDA

MATADOR DE TOROS

POR EL ING. ALEJANDRO ARREDONDO MALDONADO

 MARTES 23 DE OCT. A LAS 8.00 P. M.

 MAGNA CONFERENCIA TAURINA

 SATURNINO FRUTOS “OJITOS“

EXPOSITOR: RENE RIVERA

LOCAL DE LA PEÑA TAURINA «EL TOREO»

VIANDAS Y REFRIGERIO

 JUEVES 25 DE OCT. A LAS 8.30 P. M.

 CHARLA TAURINA; LOS TOROS EN LA HISTORIA

INVITADO ESPECIAL: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

LOCAL DE LA PEÑA TAURINA «EL TOREO»

VIANDAS Y REFRIGERIO

VIERNES 26 A LAS 8.00 P. M.

 LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

EL CENTRO DE ESTUDIOS TAURINOS DE MÉXICO A.C.

LA PEÑA TAURINA EL TOREO

OFRECEN LA

MAGNA PRESENTACIÓN DEL LIBRO

BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA

AUTOR: JOSE FRANCISCO COELLO UGALDE

 AULA MAGNA COLEGIO CIVIL

DEL CENTRO CULTURAL UNIVERSITARIO

5 de de Mayo y Colegio Civil, Centro, Monterrey, N.L. 64000

 ENTRADA GRATUITA

 AL TERMINO SE OFRECERÁ UN BRINDIS

Y LA ACTUACIÓN DE UN “TABLAO FLAMENCO”

 Sábado 3 DE NOVIEMBRE 

 PLAZA DE TOROS MONUMENTAL MONTERREY “LORENZO GARZA”.

 GRAN FESTIVAL TAURINO A BENEFICIO DEL MATADOR DE TOROS

FERNANDO “CURRO” SEPULVEDA

DONATIVO VOLUNTARIO

 

 

 

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LA LUCHA DE UN TORO Y UN LEÓN AFRICANO EN OCTUBRE DE 1845.

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO Nº 28. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    A propósito de la permanente búsqueda de aquellos datos que, por su curiosidad o por el hecho de encontrar toda aquella coincidencia posible, en el marco de una efeméride, me permiten en esta ocasión poner al alcance de los “navegantes” de este blog, una pequeña inserción aparecida en varios periódicos de la capital del país, allá por el comienzo de la segunda quincena del mes de octubre de 1845. El anuncio a que me refiero es el siguiente:

Aviso. PLAZA DE TOROS. Domingo 26 de Octubre de 1845. Gran función extraordinaria, en la que luchará el León africano con un toro de la acreditada raza de Queréndaro. Imprenta de Vicente García Torres. Fuente: colección del autor.

   Las luchas en las que enfrentaban a animales de diferente especie comúnmente se hacían en plazas de toros como la de San Pablo. En octubre de 1845 se envió una petición de licencia al Gobernador del Departamento para presentar ante el público mexicano una lucha de un toro de raza escogida con un león africano (N. R. 1266-1267),[1] la solicitud no se llevó al ayuntamiento porque ya había sido rechazada por esa institución, sin embargo el gobernador del Distrito, Francisco Ortiz de Zárate, otorgó la licencia y las autoridades municipales a su vez aceptaron no sin antes advertir que no estaban de acuerdo con que se ofrecieran “espectáculos de ferocidad”, pero finalmente los aprobaron en repetidas ocasiones pues resultaba “inocente” la diversión y evitaba los riesgos del ocio. Existen más solicitudes del mismo tipo y aunque renuente, el ayuntamiento igualmente otorgó los permisos como fue el caso de Bernardo Gaviño quien en el mismo mes, año y lugar enfrenta también a un toro con un león (N. R.1283).[2]

   Las luchas entre animales despertaban las pasiones del público, la violencia encumbrada  proporcionaba escapes traducidos en la gritería del pueblo que presenciaba el espectáculo, pero también se promovían liberaciones de tipo patriótico como la que nos narra Guillermo Prieto, la lucha de un torito mexicano con un tigre africano que se efectuó en la Plaza de toros de San Pablo. El evento se verificó en abril de 1838, los ánimos se encontraban alterados pues los franceses días antes, el 16 de abril, habían iniciado el bloqueo en el Puerto de Veracruz; la lucha significó mucho más que sólo un espectáculo, se trataba de salvar el honor nacional, pues aunque el tigre fuera africano representó de algún modo, el odio al extranjero. Se adaptó una jaula circular en el centro del ruedo que se comunicaba con el toril ofreciendo para los espectadores toda clase de seguridades, según el testimonio del autor.

   La expectación que causó el anuncio de la diversión desbordó todo lo previsible, se montaron puestos fuera de la plaza, se hicieron versos alabando las aptitudes del torito mexicano, las localidades se agotaron e incluso se expusieron los animales al público antes de la pelea para satisfacer la curiosidad de la gente:

 …aquella contemplación de las fieras produjeron efecto singular.

Crearon partidos, despertaron simpatías vivísimas ya por el toro, ya por el tigre, convirtiéndose, sin saberse cómo, en remedo de insurgentes y gachupines, como un duelo entre Calleja y Guerrero, y aquello fué una gloria.

Cada fiera tuvo su cohorte que daba cuenta de su posición, del estado de su salud y de su tristeza y alegría.  Al toro mexicano los léperos, a su modo, se esforzaban por hacerle comprender que le estaba encomendada la honra nacional. 

Las chinas encomendaban a Dios al torito, y si hubieran podido le habrían llenado de estampas y escapularios.

    Por fin llegó el día esperado, Guillermo Prieto continúa el relato detallado del extraordinario acontecimiento:

 El tigre vio con desprecio la llegada de su adversario; pérfido y como dormitando dejó pasar al toro; pero de repente un rugido espantoso y un salto tremendo anunciaron al terror de los bosques de Oriente; el tigre cayó sobre un lado del toro trepando sobre él enterrándole sus garras, haciendo brotar sobre su negra piel chorros de sangre…

Rengueaba moribundo el noble toro, mientras los ojos del tigre despedían llamas y embarraba su hocico con siniestro gruñido con la sangre de su víctima.

La música clamoreaba no se qué de feroz alegría.  La multitud abandonó sus puestos sin que se le pudiera contener, cercó la jaula y alentaba al toro con gritos, con súplicas y con ardientes lágrimas.

El toro parece que comprendió… y por un esfuerzo terrible, inexplicable, súbito y… acaso pudiera decir sublime, se sacudió impetuosísimo, desencajó al tigre de sobre sus lomos, lo derribó, y rapidísimo…más rápido que el más veloz relámpago, hundió una, y diez. Y mil veces sus aceradas astas en el vientre del tigre, regando sus entrañas por el suelo y levantando después su frente que aparecía radiosa con aquella inconcebible victoria.

    Y el final apoteótico:

 Una reunión considerable de personas se acercó al empresario pidiendo le permitiese pasear en triunfo al toro que había elevado tan alto el nombre mexicano. Se accedió, y entonces un paseo triunfal que no habrían desdeñado los Emperadores Romanos, se verificó, exhibiendo al toro entre vivas, músicas y cohetes por el espacioso barrio de San Pablo…[3]

    Los finales no siempre resultaron tan felices como en el caso anterior, en 1852 se presentó en la misma plaza una espectacular lucha en la que intervinieron no dos sino cinco animales: una leona, tres osos y un toro. La exhibición seguramente resultó impresionante pero su desenlace fue trágico, un espectador murió al ser alcanzado por un oso que saltó las graderías e hirió a otras treinta personas. [4]

   Las diversiones podían tener sus riesgos pero la mayoría de las veces eran distracciones que resultaban placenteras y muy curiosas, como la exhibición de perros que bailan o los monos amaestrados.

   La admiración que causan los animales cuando ejecutan tareas reservadas al género humano, es común a todos los tiempos. El circo fundamenta su espectáculo en el uso de  bestias amaestradas; la hilaridad que nos puede causar un mono ensartando una aguja es la máscara para defendernos y evitar reconocernos en el animal, aplaudir la diversión para salir con la seguridad de que seguimos siendo la especie favorita de la naturaleza, al dotarnos de razón y sobre todo de la conciencia de sabernos poseedores de ella. Los perros, monos o cualquier otro animal nos ayudan a reafirmar nuestra superioridad ¿y quién se va a negar a disfrutar de la dicha de saberse inteligentes?

   La diversión con animales en la primera mitad del siglo antepasado en la Ciudad de México se podía dar en teatros populares, en las plazas de toros, en la calle o en casas particulares de forma aislada e independiente de otras distracciones, la carpa vendrá años después reuniendo a los maromeros, titiriteros, payasos y bichos de todo tipo.


[1] Raquel Alfonseca Arredondo: Catálogo del Archivo Histórico del Distrito Federal: Ramo “Diversiones públicas en general” las diversiones públicas en la ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX, un espejo de la sociedad. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1999. 125 + 403 p.

[2] Op. Cit.

[3] Guillermo Prieto: Memorias de mis tiempos, 6ª ed., México, Patria, 1976, (Colección México en el siglo XIX), 557 p., p. 110-113.

[4] Luis Reyes de la Maza: Circo, maroma y teatro (1810-1910), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985, 419 p., p.102.

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