RECOMENDACIONES y LITERATURA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
Próximas ya las fechas en que habrán de recordarse a todos aquellos seres queridos que se adelantaron en el viaje, me permito compartir con ustedes el siguiente material, que seguramente dará alguna idea sobre el pensamiento y la interpretación que se conciben desde la poesía misma, teniendo como tema central al de la tauromaquia.
La muerte es un tema que por ineludible es despreciable. Sin embargo se hace precisa en su mar infinito de recursos teóricos y discursivos solo explicables a la luz en que nos hallamos frente a ella, sea porque se nos acerca para arrebatarnos a familiares o amigos; e incluso porque en un descuido se nos aparece inquieta y coqueta lanzándonos un guiño perverso.
Por circunstancias muy especiales, en México la muerte con todo y su sentido ritual, ha sido convertida en una dulce y agradable calavera de azúcar y amaranto a lo que, en su hueso frontal se le adhiere un papelillo para grabar en él nuestro nombre, como si no bastara su sola razón y significado. Una calaca no puede ir sola, de ahí que los fémures sean, en muchos sentidos la parte complementaria de una ilustración que, filibusteros y piratas usaron como emblema. Fruto de la imaginación o no este último aspecto conlleva la sentencia que los mares podía ofrecer nada más aparecieran por allí los Francis Drake y otros.
Recordando mis notas sobre el descomunal trabajo que sigo realizando sobre la Poesía mexicana en los toros, siglos XVI al XXI,[1] en su presentación escribí lo siguiente:
Un tema como el de la poesía mexicana en los toros no había sido abordado desde su visión integral o antológica. De ahí que este motivo se sume a una información de intachable reminiscencia, colmada a su vez del mero y subjetivo emblema de elementos materiales tan insubstanciales como complejos dentro de una tradición, íntimamente relacionada con la historia de México, en esa otra historia paralela que es la de las corridas de toros, que llega a este 2012 con 484 años de recorrido.
José María de Cossío, el gran erudito español, autor de la obra monumental de LOS TOROS,[2] escribió y compiló un trabajo denominado LOS TOROS Y LA POESÍA.[3] En él, no se contempla ninguna creación novohispana, del México independiente o del México moderno, lo que sí ocurre en otro de sus libros: LOS TOROS EN LA POESÍA CASTELLANA,[4] donde sólo aparecen dos composiciones novohispanas.[5] Ello obliga a desarrollar un trabajo con características similares, con la única diferencia de que el contexto sea totalmente de origen mexicano, debido a que se cuenta con elementos de verdad fascinantes, surgidos de esa maravillosa creación literaria.
Acontece siempre, que en un trabajo de estas magnitudes, quedan ignorados datos considerables, los cuales existen en documentos sumamente curiosos que, por su condición han desaparecido en diversas y misteriosas circunstancias, o se hallan en el peor de los olvidos. Mi intención ha sido rescatar el mayor número de evidencias que, en un acomodo cronológico y una selección rigurosa, den como resultado un trabajo rico en valores. La consecuencia es esta APORTACIÓN HISTÓRICO TAURINA, cuyo propósito fundamental, cuando fue creada dicha serie en 1985, era y sigue siendo la de exhumar y rescatar documentos publicados en diversas épocas (en su caso, y si así conviene, con su respectiva reproducción facsimilar) en medio de una acuciosa anotación, que termine siendo el sustento crítico que la enriquece.
Parece lógico iniciar estos apuntes con las primeras composiciones poéticas elaboradas a propósito de las representaciones -más caballerescas que taurinas- habidas en el México novohispano, que luego, con el paso de los años, y con la llegada de nuevas ideas y conceptos, se dieron los cambios al toreo de a pie, mismo que evolucionó durante todo el siglo XIX, y se enriqueció a partir de 1887, con la llegada de un importante grupo de toreros hispanos, quienes provocaron un vuelco representativo que originó la presencia de por vida del toreo de a pie, a la usanza española, en versión moderna. De entonces a este tiempo, la tauromaquia en nuestro país se ha consolidado.
Ante nuestros ojos se presentan una serie notable de trabajos de la misma índole, ya como antologías,[6] donde ha quedado reconocida entre otras la presencia de Octavio Paz. De la misma manera, existen otros trabajos que, a lo largo de este, irán siendo citados, escogiendo lo que a mi juicio no sólo es la poesía mayor. También es preciso incluir la reproducción de algunos versos menores, o de extracción eminentemente popular. Tal es el caso de corridos y canciones, logrados por diversos creadores que no siempre se encuentran a la altura de aquellos célebres autores de la literatura que aquí queda considerada como «universal».
Siguiendo el modelo establecido por Cossío en sus obras anotadas, se recogerán todos aquellos ejemplos que han dejado diversos autores a lo largo de más de cuatro siglos y medio, sin más anotación que la conveniente, indicando en su caso, el o los años de producción de la o las obras para no entorpecer el propósito original, y llegar así a buen término. De igual forma, cada siglo incluirá un “marco histórico” indispensable para entender su distinto comportamiento, logrando con ello una revisión, si no absoluta, sí la más completa que sea posible del recorrido secular de este espectáculo en nuestro país.
Por último, quiero agradecer a Lucía Rivadeneyra y Elia Domenzáin sus comentarios, recomendaciones, pero sobre todo sus valiosos textos que enmarcan esta obra. A Rosa María Alfonseca Arredondo y Rossana Fautsch Fernández que aceptaron ilustrar con trazo sensible, inspiradas por los múltiples versos aquí reunidos. A Fumiko Nobuoka Nawa y Miguel Ángel Llamas, por su trabajo fotográfico con aires de renovación aportado a esta aventura editorial. Cada uno, desde su muy particular expresión, comenta, apunta o ilustra de tal forma, que, al ver el libro convertido en el fruto de los deseos de cualquier autor, puede advertirse el equilibrio que se consigue al combinar todas esas expresiones que, al ponerlas en manos del lector, pretende una placentera lectura, un gozoso paseo por los caminos del arte…
Merece lugar especial en esta relación de agradecimientos, la valiosa intervención de Jorge F. Hernández, cuyas gestiones para convencer a tirios y troyanos ha sido incalculable.
Pues bien, incluyo a continuación algunas muestras relativas al tema, tomando para ello tres que se escribieron en el siglo XVI, XVII y XIX respectivamente.
De la Relación Fúnebre a la infeliz trágica muerte de dos Caballeros…”,[7] aunque escrita a mediados del siglo XVII por Luis de Sandoval y Zapata tenemos la siguiente muestra:
1566
¡Ay, Ávilas desdichados!
¡Ay, Ávilas desdichados!
¿Quién os vio en la pompa excelsa
de tanta luz de diamantes,
de tanto esplendor de perlas,
ya gobernando el bridón,
ya con ley de la rienda,
con el impulso del freno
dando ley en la palestra
al más generoso bruto,
y ya en las públicas fiestas
a los soplos del clarín,
que sonora vida alienta,
blandiendo el fresno o la caña
y en escaramuzas diestras
corriendo en vivientes rayos,
volando en aladas flechas.
Y ya en un lóbrego brete
tristes os miráis, depuesta
la grandeza generosa.[8]
Del Pbro. Br. D. Diego de Rivera (de 1663 a 1685 se reportan buena parte de sus obras). De las Funerales Pompas de D. Felipe IV y plausible aclamación de D. Carlos II:
1666-1667
Funerales Pompas de D. Felipe IV
y plausible aclamación de D. Carlos II
LA JURA DE CARLOS II
…Los Caballeros galantes
pudieron de su tesoro,
a la Arabia prestar oro
y dar al Ceilán diamantes;
y aun por eso los brillantes
rayos el Sol ocultaba,
y si en nubes se embozaba
es porque llegó a advertir
que era imposible lucir
donde tanto Sol estaba…
…Galante el Corregidor
con su generoso pecho,
llevaba al lado derecho
al noble Correo Mayor.
¡Oh, quién tuviera primor
para decir lo costoso,
lo amante, lo generoso
con que echó el reto a lucir!
Mas algo habré de decir,
aunque se muestre quejoso.
El vestido –amusco y plata-
bordó el arte con primor,
por ser el mejor color
que de aclamaciones trata;
el sombrero era pirata
que, en plumas volando al Cielo,
no sólo al Sol sin recelo
le usurpó las luces bellas,
pero a todas las Estrellas
en diamantes trujo al suelo.
El penacho parecía
nieve escarchada, que en tropa
se recogía en la copa
que el sombrero le ofrecía:
Cándida nube escondía
a Don Francisco, y dudaba
México lo que miraba,
apostando, sin que asombre,
que era imposible ser hombre
quien por las nubes andaba.
Al bruto, sólo un pincel
pudiera bien retratalle,
y Naturaleza dalle
de terciopelo la piel;
y según lo negro de él,
lo airoso, lo bien trazado,
lo dócil y lo alindado,
puedo decir sin recelo
que era –siendo terciopelo-
un terciopelo labrado.
Tocado de blancas plumas
sustenta sobre la crín,
que iba a tener su fin
al suelo en nevadas sumas;
las cristalinas espumas
esparcía el Bruto ufano,
porque quiso, cortesano,
repartir la plata al viento,
y para el repartimiento
se valía de pie y mano.
Y aunque el curioso me tache,
he de asegurar por cierto
que de ojo le hubiera muerto
si él no fuera un azabache;
y así, es razón se despache
sentencia para emplumallo,
y el rigor de sentenciallo
le disculpará cualquiera,
porque a todas luces era
un hechicero el Caballo…
Apeóse el Correo Mayor,
y al ir la grada a subir
le fue amante a recibir
de México aquella flor
que, de la sangre mejor
de Velasco y de Castilla
con tantos créditos billa
en el Conde de Santiago,
que no podrá el tiempo estrago
hacer a su maravilla.
La real Insignia arboló
Mancera, con pecho ufano,
y por todo el aire vano
airoso la tremoló,
y en razones promulgó
que a la augusta y Regia Silla
todo México se humilla,
y alza con amor profundo
pendón por Carlos Segundo,
Rey de León y Castilla…[9]
Además:
…y si a domellar un Bruto
se ponía en la carrera,
ninguno como Filipo
le supo tener la rienda;
(. . . . . . . . . .)[10]
Incluyo a continuación, como parte fundamental de esta obra, dos sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz, los que la revelan como poetisa de altos vuelos, afecta (muy probablemente) a las fiestas de toros, a pesar de su condición que no iba con el siglo, aunque en él a veces se dejaba llevar, como arrobada de su mucho universo tan variante siempre.
Ca. 1685
Encarece de animosidad la elección de estado durable hasta la muerte
Si los riesgos del mar considerara,
ninguno se embarcara; si antes viera
bien su peligro, nadie se atreviera
ni al bravo toro osado provocara.
Si del fogoso bruto ponderara
la furia desbocada en la carrera
el jinete prudente, nunca hubiera
quien con discreta mano la enfrentara.
Pero si hubiera alguno tan osado
que, no obstante el peligro, al mismo Apolo[11]
quisiere gobernar con atrevida[12]
mano el rápido carro en luz bañado,
todo lo hiciera y no tomara sólo
estado que ha de ser toda la vida.[13]
Ca. 1685
Habiendo muerto un toro, el caballo a un caballero toreador[14]
El que Hipogrifo[15] de mejor Rugero[16]
ave de Ganímedes[17] más hermoso,[18]
pegaso de Perseo[19] más airoso,
de más dulce arion[20] delfín ligero
fue, ya sin vida yace al golpe fiero[21]
de transformado Jove[22] que celoso
los rayos disimula[23] belicoso,
solo en un semicírculo de acero.
Rindió el fogoso postrimero aliento
el veloz bruto a impulso soberano:[24]
pero de su dolor, que tuvo, siento
más de activo y menos de inhumano,[25]
pues fue de vergonzoso sentimiento
de ser bruto, rigiéndole tal mano.[26]
1884
Un traje verde y plata tuvo que guardarse. Lino Zamora lo tenía preparado para vestirlo el domingo 17 de agosto de 1884. Los carteles quedaron a merced del viento y este los terminó arrastrando hasta perderse calles abajo de una plaza que mantuvo cerrada sus puertas en señal de luto. La ciudad de Zacatecas lloró su muerte.
A los pocos días, y en todo México unas «hojas de papel volando» comenzaron a divulgar la noticia en los «Legítimos versos de Lino Zamora traídos del Real de Zacatecas» y que cuentan la tragedia.
Legítimos versos de Lino Zamora
traídos del Real de Zacatecas
Pobre de Lino Zamora,
¡Ah!, que suerte le ha tocado,
que en el Real de Zacatecas
un torero lo ha matado.
Rosa, rosita, rosa romero
ya murió Lino Zamora,
qué haremos de otro torero!
Al salir de Guanajuato,
cuatro suspiros tiró,
en aquel Cerro Trozado
su corazón le avisó.
Rosa, rosita, rosa peruana.
Ya murió Lino Zamora;
la causa fué Prisciliana.
Lino le dijo a Braulio
que se fuera para Jerez,
que fuera a hacer la contrata
y que volviera otra vez.
Rosa, rosita, flor de alelía,
ya murió Lino Zamora,
pues así le convendría.
Cuando vino de Jerez
el jueves por la mañana,
le dijo Martín su hermano:
-Lino está con Prisciliana.
Rosa, rosita, flor de granada,
ya murió Lino Zamora.
Por causa de una tanteada.
En la calle de Tacuba
estaba Lino Parado,
-Aquí te vas a morir
y aquí te quedas tirado.
Rosa, rosita, rosa morada,
ya murió Lino Zamora
que fuera el primer espada.
Ese gracioso de Carmen
pronto lo agarró del brazo.
Llegó el cobarde de Braulio,
y al punto le dió el balazo.
Rosa, rosita, flor de clavel,
ya murió Lino Zamora.
No lo volverás a ver.
El día 14 de agosto,
era jueves por la tarde,
-se quedó Lino Zamora
revolcándose en su sangre.
Rosa, rosita, flor de romero,
ya murió Lino Zamora,
el padre de los toreros.
Toda la gente decía:
-Hombre, ¿qué es lo que has hecho?…
Lo mataste a traición.
No le hablaste por derecho.
Lo traía por buen amigo.
Lo traía por compañero.
Lo traía en su Compañía
por primer banderillero.
Rosa, rosita, flor de clavel,
ya murió Lino Zamora.
Dios se haya dolido de él.
La traían por muy bonita,
echándosela de lado,
y era infeliz mujer
la Prisciliana Granado.
Rosa, rosita flor matizada,
al toro siempre mataba
de la primera estocada.
La traían por muy bonita,
la traían por muy veloz,
la traían por muy honrada…
¿Cómo mancornó a los dos?…
Rosa, rosita, flor de alelía,
nunca culpes a ninguno,
pues así le convendría.
De todos ya me despido,
porque la agonía ya entró.
Que rueguen a Dios por mi alma,
eso les suplico yo.
Rosa, rosita, flor encarnada,
para el final de mi vida,
ya casi no falta nada.
Lloraba su pobre madre.
lloraba sin compasión,
al ver a su hijo querido
que lo echaban al cajón.
Rosa, rosita, flor de clavel,
al enterrar a Zamora
no lo volverás a ver.
Lloraba su Compañía,
lloraba sin compasión,
de ver a su Capitán
que lo llevan al Panteón.
Rosa, rosita de Jericó,
su primer banderillero
de un balazo lo mató.
Es muy triste recordar
dice don Ponciano Díaz,
que Lino Zamora, ya
acabó sus tristes días.
Ya con esta me despido.
Con los rayos de la aurora.
Aquí se acaban cantando
los recuerdos de Zamora.
Rosa, rosita, flor de Belém,
ya murió Lino Zamora,
requiescat in pace. Amén.[27]

[1] José Francisco Coello Ugalde: Aportaciones Histórico-Taurinas Nº 31: “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI. (Antología)”. 1985-2012. 2050 pp., ils. Inédito.
[2] José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v.
[3] Op. Cit., vol. 2, p. 243-406.
[4] José María de Cossío: Los toros en la poesía castellana. Argentina, Espasa-Calpe, 1947. 2 vols.
[5] Op. Cit., t. II., p. 83-87. Juan Ruiz de Alarcón, último cuarto del siglo XVI-1639. Biblioteca de AA.EE. Comedias de J. R. de Alarcón: Todo es ventura, acto III, y p. 181: Sor Juana Inés de la Cruz. Segundo tomo de las obras…, Barcelona, 1693.
[6] Mariano Roldán: Poesía universal del toro (2500 a. C.-1990). Madrid, Espasa-Calpe, 1990, 2 V. (La Tauromaquia, 30 – 31).
[7] Niceto de Zamacois: Historia de México, t. 6, p. 745-59.
[8] Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (…). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 105.
[9] Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España…, op. cit., p. 54-56.
[10] Méndez Plancarte: Poetas…, (1621-1721) Parte primera, op. Cit., p. 143. Proviene de la Descripción Poética de las Funerales Pompas… y de la Plausible Aclamación…, México, Rodríguez Lupercio, 1666.
[11] Apolo: con Atena es acaso el más celebrado y representativo de los dioses griegos. Es el tipo de la belleza masculina en su flor. Todos los más altos y útiles menesteres humanos se le atribuyen, o se ponen bajo su tutela: música y medicina; profecía y arte de las armas; ganadería y agricultura.
[12] Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. I. Lírica Personal. Edición, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte. México, 5ª reimpr. Fondo de Cultura Económica-Instituto Mexiquense de Cultura, 1997. LXVIII-638 p. Ils., retrs., facs. (Biblioteca americana, serie de Literatura colonial, 18)., p. 521.
Méndez Plancarte anota sobre los versos 9 a 12: “quien repitiese la temeridad de Faetone, que trágicamente osó regir el carro del Sol”… (Cfr. Ovidio, Metam., II, I-366).
[13] José María de Cossío: Los toros en la poesía castellana. Argentina, Espasa-Calpe, 1947. 2 vols. Vol. I., p. 181: Sor Juana Inés de la Cruz. Segundo tomo de las obras…, Barcelona, 1693. Cfr. Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. I., op. cit., p. 521. Vuelve a acotar Alfonso Méndez Plancarte: Estado que ha de ser toda la vida…; en el Convento, o –igual y aún más- en el Matrimonio (pues si éste lo disuelve la viudez, siempre cabe dispensa para los votos). –Esta ponderación, igual la pudo escribir la Dama, o ya la Jerónima. Y en la segunda hipótesis, bien anota Fernández Mc. Grégor: “Aun los verdaderos caracteres místicos tienen períodos de dudas: aquellas acidias que tanto los desconsuelan. No es extraño que la joven Monja haya tenido sus combates y parece que lo prueba aquel soneto”… (“La Santificación de Sor J.”, Méj., 1932, p. 50). –Mas la animosidad del título, más bien será sinónimo de ánimo: la valentía, indispensable para esas grandes resoluciones, que Sor J. mostró dos veces: al ingresar en S. José de las Carmelitas, y luego en S. Jerónimo.
[14] Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. I., ibidem., p. 544.
Gran soneto cortesano y taurino-mitológico, que ignoramos –se pregunta A. Méndez Plancarte- por qué incluyó X. VIll. entre los “Morales” y no entre los “de Homenaje”…, y que luce en “Los toros en la Poesía Castellana” de José Ma. de Cossío, como «ejemplo instructivo”, ya que no “modelo imitable”, donde “todos los tópicos de la más exaltada expresión culterana se dan cita”… (Madrid, 1931, I, p. 162 y t. II, 181).
Respecto al título. En ocasión idéntica, rimó Góng. su décima “Murió Frontalete”…, a D. Pedro de Cárdenas, por un caballo que le mató un toro.
[15] Hipogrifo: Animal fabuloso compuesto de caballo y grifo. De medio cuerpo arriba águila, y de medio abajo león.
[16] De Rugero (“Ruggiero”, el gallardísimo paladín) y su Hipogrifo o caballo volador. Y el mismo nombre (allí igualmente grave, no esdrújulo), en “La Vida es Sueño”, de Calderón:
Hipogrifo violento
que corriste parejas con el viento…
[17] Ganímedes: copero y amado de Júpiter.
[18] Sor Juana: OBRAS COMPLETAS. Vol. I., ibid., p. 545.
En Calderón, el mismo corcel es “pájaro sin matiz” (o sea, sin plumas); y en Ruiz de Alarcón (o de quien sea la Parte I de “El Tejedor de Segovia”), el bridón de Vargas es un Hipogrifo que:
Goza en los vientos privilegios de ave..
Y Ariosto, VI, oct. 18, compara a su “Ippogrifo” con el águila portadora del rayo… –Así, aquí, este caballo es el águila que arrebató de Troya al gentil Ganímedes Para Ser copero en el Olimpo: sólo que este jinete es “más hermoso”… –Cfr. Góng., Sol. I, v. 7-8; y D. Alonso Ramírez de Vargas, en su Rom. de los Rejoneadores, en las Fiestas por la Mayoridad de Carlos II, Méj. 1677, cuando “el juego de Toros… duró seis días”… (Poets. Novs., III, 91).
[19] Perseo: semidiós, hijo de Zeus y de Dánae.
[20] Arión: figura del poeta griego transformado en delfín.
[21] Ib., p. 545. Verso 1-5. “El que fue Hipogrifo, Águila, Pegaso y Delfín de un caballero superior a Rugero, Ganímedes, Perseo y Arión (ese caballo admirable de un jinete pasmoso) yace sin vida”… y cfr. Góng., décs. “De unas fiestas”…:
Juegan cañas, corren toros / cortesanos caballeros,
Por lo gallardo Rugeros / y por lo lindo Medoros…
[22] Ib. Verso 6: de transformado Jove que, celoso…: el Toro, en quien se pensaría que Júpiter se había de nuevo metamorfoseado, como para el rapto de Europa. (Ovidio, Metam. II, vv. 847-51).
[23] Ib. Verso 7: “los rayos disimula”: en las astas del Toro ha trocado Jove sus rayos… Cfr. Ramírez de Vargas, op. cit.
[24] Ib., p. 546. Verso 10: impulso soberano…: cfr. La déc. De Alarcón sobre el asesinato del Conde de Villamediana.
[25] Ib. Verso 12: en los textos (y X. VIll. y Abr.): más de activo…; pero suplimos la clara errata con el afectivo, que piden verso y contexto…: que, más que a la cornada, sucumbió el noble bruto a la vergüenza de serlo bajo riendas tan sabias…
[26] Salvador Novo: Mil y un sonetos mexicanos. Selección y nota preliminar por (…). 3ª ed. México, Editorial Porrúa, S.A., 1971. 253 p. (“Sepan cuantos…”, 18)., p. 76.
[27] Vicente T. Mendoza: El corrido mexicano. 3ª reimpr. México, Fondo de Cultura Económica, 1976. 467 p. (Colección popular, 139)., p. 317-321.