POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Intentando conocer un poco más sobre la vida de Julio Bonilla, tuve oportunidad hace algún tiempo, de acudir al Archivo Histórico Militar, dependiente de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA, por sus siglas). Allí, con la excelente atención de un viejo amigo, el General en retiro Agustín Rivas Ramírez, así como del encargado del área, el Teniente Coronel de Infantería, Miguel Ángel Ibarra Bucio quien me permitió acceder al expediente que reúne la información sobre la evolución del Julio Bonilla militar, encontrando los diversos rangos asumidos desde 1870 y hasta 1909. Salvo un permiso que solicita en julio de 1889 –para ausentarme tres meses de mis funciones-, no hay otros datos que resuelvan dudas sobre su participación en lo taurino (con el sustento de la fuente consultada que no fue, contra los pronósticos el elemento clave para este asunto «extramilitar»). Dicho permiso sirvió para separarse temporalmente de su cargo y así, fungir como el representante de Ponciano Díaz durante el tiempo que a ambos personajes les tomó en preparar todo lo concerniente a su viaje por España, entre los meses de agosto, septiembre y octubre de aquel 1889. Por lo interesante de la información, deseo compartir esos datos, para contar con otras tantas luces al respecto no sólo del desarrollo que, en tanto “periodista”, desempeñó Julio Bonilla “Recortes” sino del personaje que se sumó a las filas castrenses. Veamos.
El expediente está signado como sigue: “Departamento de Dirección General de Archivo Militar. Expediente Núm. / Caja núm 69 D/III.6/1204. Año de 1935. / Bonilla, Julio, Mayor de Infantería. Contiene 273 fojas y abarca de 1870 a 1909.
Entre las fojas útiles y que, a mi parecer contienen información clave, se encuentran las que siguen:
f. 14: Julio Bonilla. Cabo de la 2ª Compañía de Fusileros del Batallón Nº 18 de la 2ª División del Ejército, del que es Jefe el General Coronel C. Lorenzo Cabañas.
f. 30: Julio Bonilla, subteniente de infantería en la milicia de auxiliares del Ejército, al de igual clase, perteneciente al 1er. Batallón de Oaxaca.
f. 106: Julio Bonilla, soldado de la 4ª Compañía de Cazadores de dicho Batallón, desde el 1º de julio de 1870 que pasó a prestar sus servicios procedente del 19 de la misma arma.
f. 183: Julio Bonilla fue nombrado Jefe de mesa del Departamento de Ingenieros de esta Secretaría, con fecha del 25 de junio de 1896.
Más adelante, y con motivo de su muerte, ocurrida el 8 de marzo de 1909, se encuentran datos que revelan otra parte de su vida. Por ejemplo, que Julio Bonilla estuvo casado con Adela Melgar y dejó cinco hijos –considerados como ilegítimos-. Que al momento de su muerte ostentaba el grado de “Mayor”. De entre los cinco vástagos, sólo se encuentra el nombre de uno de ellos: Francisco de Paula Bonilla y Melgar, nacido el 15 de agosto de 1906. Que en el momento en que deja de existir, se presentó “a los reclamos por la muerte de Julio Bonilla, la Sra. Matilde Puerto y Bonilla, manifestando ser la próxima pariente del finado Mayor (esto aparece en la f. 265 del mencionado expediente, fechada el 12 de marzo de 1909). Matilde, era hermana de Julio.
Un dato más: Julio Bonilla falleció en el Hospital Militar de Instrucción, siendo Oficial 1/0 de la planta del Departamento de Ingenieros de esta Sría., y su ingreso al hospital fue por “arrancamiento del pie izquierdo”.
Con estos informes, se va teniendo una mejor idea de las otras actividades desempeñadas por un personaje que, en el sentido estrictamente de sus quehaceres como escritor y periodista, dejó un importantísimo legado de información, mismo que por fortuna se materializa, entre otras publicaciones, en El Arte de la Lidia.
En esta nueva entrega, reproduciré uno más de sus apuntes, el que dedica en el Nº 21 (Año III, Tercera Época, y publicado el domingo 20 de marzo de 1887). Tal apunte es continuación de sus apuntes “Para los aficionados”.
Banderillas recibiendo (vulgo topa-carnero).-Es una de las suerte más difíciles de ejecutar, pero también es la más bonita.
Situado el diestro a larga distancia del toro y de cara a él, le cita y le obliga a que le parta esperándolo a pie firme. Estando en esta disposición llegará el toro a jurisdicción y humilla; en este momento le colocará las banderillas a favor de un quiebro con el que saldrá del embroque.
Banderillas al recorte.-Se va el diestro al toro para hacerle un recorte y clavarle los rehiletes en el momento de dar el quiebro, pegándose al costado del toro para salir con pies con dirección opuesta.
Banderillas al relance.-Se colocan cuando viene el toro rebrincando de la salida de otro par, o siguiendo a un capote y otras veces tímido, pero siempre levantado; y a provechando esta carrera el diestro, le sale al encuentro colocándole los palos.
Banderillas al quiebro.-Situado el diestro de frente en la rectitud del toro, esperará que éste arranque; en cuyo momento el diestro inclinará brazos y cuerpo hacia un lado marcando bien el bulto. Así que el toro llegue y humille evitará el derrote enderezando el cuerpo y clavando las banderillas.
Banderillas dando el quiebro sentado en una silla.-Provisto el diestro de una silla y de un par de rehiletes, se dirige al toro, no sin mandar antes alejar a sus compañeros para que no se distraiga el bicho. Siéntase en la silla en la rectitud de su enemigo. Si el toro parte a la vez del desafío, lo espera hasta el momento de humillar para recoger, y dando un quiebro marca el engaño prendiéndole en el momento las banderillas, mientras la fiera se lleva la silla en el viaje.
Sobre esta suerte dice José Santa Coloma:
“No siempre acuden los toros al primer desafío que se les hace, sentado en la silla a no ser muy boyantes y bravos, pues que como han sufrido el castigo de la vara suelen recelarse y se hace preciso llegar hasta su jurisdicción y aun con todo írselo tomando con sumo cuidado porque no hay momento seguro a la arrancada.
“En esta actitud es cuando el toro se transforma alegre y encampana. Su cabeza se ve mover de alegría y sus ojos fijos de asombro no se mueven del bulto hasta el momento de acometer. Hay toros que viéndose tan cerca del objeto, alargan el hocico para ventear, temerosos al parecer, de un desengaño; pero cerciorado después que es su enemigo, le arranca codicioso por coger y queda burlado a favor del quiebro del torero con mucho más lucimiento, cuanto más ceñida fue la suerte”.[1]
De los banderilleros.-Todos los lidiadores de a pie correrán los toros por derecho.
Únicamente clavarán banderillas los diestros de las cuadrillas designados para esta suerte.
Todo banderillero que no haya clavado las banderillas en tres minutos, contados desde el toque del clarín o desde que su compañero puso el par anterior perderá el turno sustituyéndole otro.
Los banderilleros observarán con el mayor rigor sus respectivos turnos y harán que los capotes les preparan la suerte y esperen su salida de ella para distraer al toro.
En el momento de hacer la señal para la muerte del toro, dejarán en el suelo con modestia las banderillas que tuvieren en las manos, sin tirarlas.
De las estocadas.-Se llama estocada honda cuando penetra totalmente.
Media si penetra la mitad.
Corta si entra una tercera parte.
Delantera, la que entra más cerca de la cabeza que de la cruz en la línea de la médula espinal.
Trasera, si el estoque penetra más atrás del sitio natural.
Baja o gollete, la que entra por el cuello: esta estocada le produce la muerte instantánea al toro, pero es de escaso mérito.
Contraria, la dada en el lado izquierdo del toro.
Atravesada, si el estoque sale por el lado opuesto.
Tendida, si queda el estoque casi horizontal.
Caída, la que se da al lado de la médula inclinándose con el peso abajo del morrillo.
Ida la que entra alta en dirección de cortar la herradura.
Envainar, se dice cuando el matador mete el estoque entre cuero y carne.
Pases de muleta.-La suerte de muleta como es la última que se practica, se hace más difícil, pues cuando el diestro va a ejecutarla se encuentra el toro generalmente aplomado y en querencia y siempre con alguna intención.
La muleta consiste en un capote color de grana, más corto que los de correr toros: se coloca en un palo de medio metro de longitud y un dedo de grueso, el cual tiene una punta de hierro en un extremo donde se sujeta el copete, cogiendo las puntas de este, el diestro en unión del palo (hoy también conocido como “estaquillador”).
Pase natural.-Es el que se ejecuta con la muleta en la mano izquierda hacia el terreno de afuera.
Así colocado el diestro cita guardando la distancia conveniente; lo dejará llegar a jurisdicción, esperará que tome el engaño y cargará la suerte rematando por alto o bajo.
Pase redondo.-Se dice cuando el diestro da varios pases regulares continuados con una mano, formando un círculo.
Pase con la derecha.-Es el que da con la muleta en la mano derecha, de la misma manera que en los naturales y redondos.
Pase por alto.-Es aquel en que el matador marca la salida del bicho por encima de la cabeza de éste, tendiendo la muleta sobre las astas.
Pase cambiado.-Este pase lo da el matador colocándose atravesado con el toro, de modo que éste tenga la salida por la derecha. Extendiendo la muleta, la coge por la parte inferior exterior juntamente con el estoque tapándole la frente. Arranca el toro y al humillarse levanta el diestro el engaño por encima de la cabeza y pasa el toro por debajo quedando el matador en el terreno de la fiera.
Pase de pecho.-Este pase consiste en que una vez perfilado el diestro, se le echa el toro encima, entonces aquel adelanta el brazo de la muleta al terreno de afuera, pero en la rectitud del toro; y cuando llega, éste sin mover los pies remata la suerte a favor de un quiebro.
(Continuará).
[1] Seguramente Julio Bonilla, acudió al trabajo que José Santa Coloma publicó en 1870, bajo el título: Tauromaquia. Compendio de la historia del toreo, desde su origen hasta nuestros días. Reseña histórica, detalles de todas las suertes, reglamentos, plazas existentes en todo el reino, y ganaderías, con expresión de sus dueños y divisas. Reforma del espectáculo por el aficionado (…), dedicada al ciudadano peruano Manuel Miranda, empresario de la plaza de toros de Lima. Madrid, Imprenta de M. Minuesa, calle de Juanelo, núm. 19, 1870. 108 p.