FRAGMENTOS y OTRAS MENUDENCIAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Luego de que Ponciano Díaz fue a recibir o no la alternativa de manos de Bernardo Gaviño, la tarde del 13 de abril de 1879 en Puebla, y que posteriormente se diera una ruptura entre ambos, la reconciliación entre alumno y maestro sucedió la tarde del 3 de mayo de 1885, seis años después, cuando Bernardo Gaviño, al actuar en la plaza del Paseo Nuevo de la angelópolis, no las tuvo todas consigo, pues el ganado no dio el juego que se deseaba. Ponciano Díaz que estaba en la plaza como concurrente, tuvo que matar un toro a petición general del público, entre fuertes ovaciones.
Y dije si Ponciano recibió o no la alternativa, pues las versiones que hay al respecto, concluyen apuntando que no ocurrió tal.
Bernardo Gaviño, a los 67 años de edad, todavía en activo (nace en Cádiz el año de 1812) es quien le abre las puertas al torero con bigotes y fue en Puebla, la tarde del 13 de abril de 1879, cuando le permite actuar como “Capitán de Gladiadores”. Recibió en esa ocasión una alternativa apócrifa de manos del gaditano que jamás se doctoró, la cual perdió vigencia por razones de que no se estilaba esa costumbre.
¿Y qué hay en torno a todo esto?
Un periódico de la época LA MULETA (no se menciona número ni fecha) afirma el acontecimiento, pero otros sectores lo niegan. Aseveran que Ponciano fue inconsecuente a Gaviño porque sin su consentimiento hízose matador de toros, aprovechándose de la enemistad que con el espada español tenía D. Manuel Aspiróz, Jefe Político de Puebla.
Y mientras Gaviño actuaba en plan retador en una plaza construida si no ex profeso sí, como paralelo escenario, Ponciano lo hacía en el “Paseo Nuevo”, menospreciando antigüedad y quizá favores.
Si estas rencillas fueron causa de la emancipación artística de Ponciano también fueron iniciación de popularidad, que el espada per accidens procuró justificar estando valeroso ante los toros y complaciente para con los noveleros aficionados que desertaron de las filas gaviñistas.
Independientemente de todo lo anterior, el hecho de que Ponciano alternara con Gaviño aquella ocasión de 1879, da pie a valorar que por la sola razón de compartir con un diestro con suficiente jerarquía, permitió no sólo a Ponciano sino a los demás, sentirse del todo respaldados, como fue el caso de Genovevo Pardo, quien la tarde del 26 de octubre de 1884 recibe la alternativa de manos del gaditano. Volviendo a aquella tarde de mayo de 1885, y como ya se vio al inicio de estas notas, Ponciano aceptó estoquear a uno de los de toros, complaciendo a la afición poblana.
El hecho pasa por ser una verdadera curiosidad, misma que nos demuestra no solo el gran cartel del atenqueño. También su desaire a viejos conflictos y alejamientos sostenidos entre él y su “maestro”.
Ampliando la información de este hecho, debo agregar lo que encontré en El Arte de la Lidia, año I, Nº 18, del 8 de mayo de 1885, p. 3.
Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz. En la nota que recoge la fuente consultada, se dice que Ponciano se encontraba como espectador. Al ser descubierto por el público, este demandó que bajara al ruedo para “lidiar y matar” a uno de los toros, a lo que accedió. A mayor abundamiento:
“La última corrida en Puebla. El domingo 3 de mayo de 1885 tuvo lugar en aquella ciudad el beneficio del decano de los toreros Bernardo Gaviño, quien, según se anota en “El arte de la lidia” se encuentra en México desde 1829. El ganado que se lidió no dio el juego que se deseaba. Ponciano Díaz que estaba en la plaza como concurrente, tuvo que matar un toro por pedido general del público”.
Todo parece indicar que aquel reencuentro sirvió, en buena medida para conocer por parte de cada uno de los personajes que Gaviño, seguía en una mala racha, buscando cuanto festejo benéfico fuese posible para recuperar su alicaída economía, en tanto que Ponciano estaba preparado para una pequeña serie de festejos que fueron a darse en los días correspondientes a la primera quincena del mes de mayo de aquel 1885. Que la popularidad de cada uno quedara sujeta a la comprensión del público, eso queda demostrado en las notas, tanto la de La Muleta como la publicada en El Arte de la Lidia. Uno, el viejo matador y el otro, un joven en segura asunción de su idolatría, marcaron aquella tarde el antes y el después. Era como si en la parte de una novela se encontrara el esperado quiebre de un tema a otro, agotado aquel; novedoso e impulsivo este. Y es que Gaviño, con 71 años a cuestas apenas si podía hacer algo en el ruedo, pues el resto de la lidia quedaba entonces bajo la responsabilidad de los otros integrantes de la cuadrilla, siendo él, el único en encargarse de estoquear a los toros. De cómo lo haría, no se tiene una idea precisa. Sin embargo, en medio más de su natural condición de decanato, se ganaba el aprecio y el cariño de los aficionados. Sus mejores épocas ya habían pasado. Ponciano, toda juventud y entusiasmo, debe haber aprovechado la circunstancia para demostrar esas capacidades y, con toda seguridad, se ganó las palmas que atronaron con fuerza en la plaza angelopolitana.
Archivo Histórico de Toluca (AHT). Fondo: Diversiones Públicas. Reproducción del autor.