FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
El sólo acontecimiento, el que nos remite a evocar a una figura del toreo, es motivo suficiente para sacudir los recuerdos y pedirles a ellos su generosidad para colmar de alabanzas a un personaje que, como Lorenzo Garza representó uno de los pilares fundamentales durante la época que denominaron y sigue denominándose como la “de oro del toreo mexicano”.
Sin embargo, es curioso porque debo ser el primero en reconocer que a don Lorenzo sólo lo vi algunas veces en la plaza de toros, como un asistente más, cercano a los 70 años, despidiendo aromas de figura de los que no pudo desprenderse. Creo que en todo caso, los animaba más con aquel garbo que nunca desapareció en aquella auténtica puesta en escena que era simple, y sencillamente verle llegar al coso y saludar, como en las tardes de gloria…
Pero, ¿qué encanto poseen esas figuras de antaño como para que –por ejemplo-, los de mi generación hablemos de él como si apenas le hubiésemos visto una de sus tardes? El gran problema al que nos enfrentamos esos grupos en que generacionalmente nos movemos, es que Lorenzo Garza dejó de torear apenas unas tardes después de haberle concedido la alternativa a Manolo Martínez, en Monterrey (7 de noviembre de 1965), siendo el 20 de noviembre de 1966 su última actuación como profesional de los ruedos. Yo entonces tenía cuatro años cumplidos.
Con Garza, “El Soldado” o “Armillita”, sucede lo mismo que con Rodolfo Gaona. Muchos de nosotros celebramos sus faenas, sus grandes hazañas y gestas pero no nos consta haber visto a ninguno de ellos. Recordamos fechas, nombres de toros, plazas donde ocurrieron aquellos hechos notables y el único bagaje con que contamos son algunas crónicas de la época, el testimonio oral de los viejos aficionados, o el de aquellas imágenes fijas o en movimiento que no nos da una dimensión de aquellas heroicas o desastrosas jornadas con que los rememoramos una y otra vez.
Hoy, el personaje que se recuerda desde este espacio es a quien denominaron “Ave de las tempestades”, “sismo y estatua” y a quien en las peores tardes le gritaron “¡ratero! y le lanzaban cojines, de aquellos cojines de borra con que la afición convertida en auténtica turba, reclamaba al torero su pésima actuación y este, en actitud soberbia los enfrentaba en forma por demás altanera y provocativa.
¡Este es el de Monterrey / sismo y estatua! como afirmaba Alfonso Junco en el célebre corrido que, junto con otros doce poemas, pretendo desde aquí homenajear a “Lorenzo, el magnífico”. La caudalosa reunión de estos versos, se debe, una vez más, al siempre oportuno “quite” de mi Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI, que por estos días ha llegado a más de 2000 poemas.
Febrero 2 de 1936
CORRIDO DE LORENZO GARZA
¡Abran paso al vendaval!
Aquí está Lorenzo Garza.
El coso le viene chico
pero con él se agiganta.
¡Todo el Cerro de la Silla
está plantado en la plaza!
Inmóvil y trepidante
se unta a la muerte en la faja,
y en trueno y escalosfrío
los tendidos se levantan.
¡Aquí está el de Monterrey:
sismo y estatua!
Fundido en fierro y acero
(para algo tenemos fábrica)
mírenlo entre los pitones
que le bordan filigranas:
¡La muerte en los alamares
y la sonrisa en la cara!
Levántase fray Servando
Gonzalitos se prevenga
por si médico nos falta;
derroche Ramos Martínez
el color a cataratas;
y en prosa de Alfonso Reyes,
dure, nítida, la hazaña.
Ebrio de líquidos oros
brinde el sol su Carta Blanca,
y estallen cristalerías
de la Vidriería, en las dianas.
¡Aquí está el de Monterrey:
sismo y estatua!
Y esfumada, allá muy lejos,
como en neblina de lágrimas,
pone una madre en angustia
perspectiva de plegaria.
¡Madre! Te oyeron arriba:
seca y alegra esa casa.
¡Ya, dando tumbos de gloria,
se despeñan las campanas!
Ya el hijo de Monterrey
se untó la muerte en la faja,
y con ella de trofeo
sale en hombros de la plaza.
¡Abran paso al vendaval:
Aquí está Lorenzo Garza!
¡Este es el de Monterrey:
sismo y estatua!
Alfonso Junco.
INAH, SINAFO, 16470
1937
LORENZO GARZA.
HOMENAJE DE ADMIRACIÓN
Y CARIÑO AL NOTABLE DIESTRO
REGIOMONTANO.
Ante el asombro del mundo,
sale toda la Cuadrilla,
y al frente de ella camina,
un Torero Maravilla.
LORENZO LORENZO.
Llueven flores en el ruedo,
en colores de ilusión,
perfumado con su ambiente,
el capote de un Torero.
LORENZO LORENZO.
Montera en mano saluda,
éste heroico gladiador,
que la afición asegura,
que en el Mundo es el mejor.
LORENZO LORENZO.
Ante el torero triunfante,
se agiganta la emoción,
y es el clamor ululante,
al diestro de Nuevo León.
GARZA GARZA
La Gloria en suprema Ley,
luce sus galas divina,
por que este Artista fascina,
cual Genio de Monterrey.
GARZA GARZA
Y en su capote de lujo,
se envuelven los corazones,
y así cual mágico embrujo,
tiembla el Coso en ovaciones.
GARZA GARZA
Y nuestra Virgen Morena,
de esta Ciudad Grande y Noble
ante el peligro lo cubre.
¡VIRGEN MORENA DEL ROBLE!
Lorenzo Garza tu nombre,
burilado va a la historia.
Artista eres de renombre.
Artista que maravilla,
TORERAZO QUE DA GLORIA.
Pedro DOMINGUEZ V.
1937
¡LORENZO GARZA!
En el ruedo candente de la arena,
El “león de Monterrey” valiente espera
El arranque impetuoso de la fiera,
Con gallarda actitud y faz serena.
En su frente la gloria irradia plena
Y, al bravísimo toro de bandera,
Ofrece, con la tela, el alma entera
Y su moza y viril carne morena.
La fámula, muy lento, al suelo baja;
Con la pierna contraria desafía
Y casi entre los belfos se la encaja.
Puntal, el asta, el áureo terno raja;
Y, el mozo egregio al animal se lía…
¡cual si fuese el palmito de una maja”
24 de enero de 1937.
A. Saviñón H.
INAH, SINAFO, 16477
1938
Garza y San Mateo.
Gloriosa tarde de toros
tarde del seis de febrero
Lorenzo Garza “As de Oros”
sólo con seis San Mateo.
Es beneficio de Garza;
y al saludar su entereza,
hay ovación en la plaza
cuando cruza por la arena.
Sale Lorenzo el Magnífico
dos cuadrillas precediendo,
sale primero que todos
gentil, gallardo, apuesto.
En el terno verde y oro
con que torea hoy Lorenzo,
viene a jugarse la vida
con arte y valor inmenso.
Ha empeñado su palabra
de dejarnos satisfechos
esta tarde memorable,
¡tarde del seis de febrero!
En los tendidos hay lumbre
sol y fuego hay en el ruedo,
y en los ojos llamaradas
con que animan al torero.
Tocan locos los timbales
suena luego el gran clarín,
con los fieros animales
va a luchar el paladín!
Ya Lorenzo se dispone
a ir sacando con esmero,
lo que guarda en aquel cofre
que le sirve de joyero.
Su pecho es el cofre fuerte
su corazón el joyero;
allí guarda su alma ardiente
joyas del arte torero.
Hay de todo: perlas finas
esmeraldas y topacios,
y moradas amatistas
y zafiros limpios, claros.
Hay verónicas ceñidas
que semejan los diamantes
chicuelinas, Tapatías
y Orticinas elegantes.
Hay primorosas Gaoneras
con el capote a la espalda
dejando frente a la fiera
el terno verde esmeralda.
Un picador se aproxima
arremete el toro fiero
levantándole en el aire
derribándolo en el ruedo.
Corre Lorenzo valiente
a socorrer al caído
salvándolo de la muerte
con un quite de prodigio.
Otro piquero lo alegra,
el toro lo vé y se arranca
embistiendo codicioso
recargando con pujanza.
Metiéndole su capote
quita al toro del puyazo,
y de pronto nos deslumbra
esplendente farolazo.
Ahora, en el centro del ruedo
brinda su toro a la plaza;
y una hoguera es el tendido
que encendió Lorenzo Garza.
Y al iniciar la faena
primorosos derechazos,
luego sus pases de pecho
majestuosos, estatuarios.
Lo más fino del joyero
va sancando el Gran Lorenzo;
hay pases de todas marcas
el repertorio es inmenso.
Cuando gallardo y valiente
cita para un natural
la plaza entera, ferviente,
queda en silencio espectral.
Su muleta milagrosa
fingue mágico abanico
aletea cual mariposa
de la fiera hasta el hocico.
Mete la pierna contraria
provocando la embestida;
se arranca el toro, y mandando
Lorenzo le dá salida.
El natural de rodillas
sigue luego a los de pie,
¡portento de maravillas!
Y el coso trepida y vé.
Con terriro y con espanto
cómo se enrolla Lorenzo
a la fiera, tanto y tanto,
que es milagro salga ileso.
Son los pases naturales
cual brillantes refulgentes
engarzados en sartales
que deslumbran esplendentes.
El natural de rodillas
Lorenzo mismo lo ha creado,
semeja una perla negra
por lo fino y delicado.
Y al rematar de rodillas
dando la espalda al morito,
un alarido sacude
al coloso de granito.
Transcurre toda la lidia
aplaudiendo la faena,
y hay dianas, ramos de flores
y sombreros en la arena.
Viene luego el gran momento
de coronar esa hazaña
Lorenzo es un monumento
y le hunde toda la espada.
La ovación es delirante
cuando cae el toro muerto,
y un manicomio es la plaza
aclamando al gran torero.
Los pañuelos semejaban
en su blancura invernal,
nieve que el fuego apagaba
y que cubría al “Vendabal”.
Y en su inquietud parecían
cual blancas palomas locas
pidiendo para el torero
las más espléndidas glorias.
Rabos, orejas y dianas
le concedió el mundo entero,
y lo sacaron en triunfo
y le gritaba “TORERO”.
Sólo este grito se escucha
al llevarlo en el paseo
“¡arriba Lorenzo Garza!”
“¡arriba los San Mateo!”
Toros nobles, bravos, fieros
realizaron maravillas;
serribando a los piqueros
creciéndose en banderillas.
Y llegando hasta la muerte
con bravura y boyantía,
por su divisa peleando
con poder y gallardía.
Abrío plaza “Guerrillero”
un estupendo ejemplar
y “Famoso” y “Peregrino”
no se quedaron atrás.
Un cárdeno primoroso
se llamaba “Desertor”
y en el arrastre la diana
mereció por su valor.
El lugar de honor, el quinto,
“Campanillero”, ocupaba,
“Príncipe Azul” era el nombre
del que salió a cerrar plaza.
¡Qué maravilla de toros
los que mandó San Mateo,
dignos del regio “AS DE OROS”
que los lidió en el Toreo!
Y en la arena de la plaza
escrita quedó con fuego,
la epopeya esplendorosa
que realizó el gran Lorenzo.
Y allí quedará grabada
muchos años en el ruedo,
pues nunca podrá borrarla
lo que haga ningún torero”
Rosa y Blanco.
1939
Ahora en el centro del ruedo…
Ahora en el centro del ruedo
brinda su toro a la plaza
y una hoguera es el tendido
que encendió Lorenzo Garza.
El natural de rodillas
Lorenzo mismo lo ha creado;
semeja una perla negra
por lo fino delicado.
Sólo este grito se escucha
al llevarlo en el paseo:
¡Arriba Lorenzo Garza!
¡Arriba los “San Mateo”!
(. . . . . . . . . .)
Cuando el último toro ha rodado
las gargantas están ya sin voz,
ya no puede la plaza aclamarlo
de sorpresa extasiado quedó.
Sale en hombros el héroe del ruedo
gritan todos con ronco clamor:
Que es Lorenzo un enorme torero
que es imán, que es artista, que es NON.
Ya Lorenzo ha pintado en el ruedo
con su arte y valor sin igual
los colores del cuadro goyesco
que lo harán para siempre inmortal.
(. . . . . . . . . .)
La tarde memorable que nos dio Lorenzo
la prueba verdadera de su arte milagroso;
fue aquella en que triunfaba del odio cruel e inmenso
después que lo insultaron, saliera victorioso.
Su nombre llena el coso las veces que lo quiera
y estruja a su capricho las más grandes pasiones;
arrastra por la arena domada ya la fiera
y lleva hasta el delirio sin fin los corazones.
Y todo es alboroto, en la candente lisa
y siguen los ultrajes subiendo de color,
cuando de pronto brilla la luz de una sonrisa
en la morena cara del bravo lidiador.
Y todos presentimos, absortos y extasiados
que cruza por el ruedo la inspiración divina
amigos y enemigos olvidan lo pasado
al raro sortilegio de su sonrisa fina.
El lidiador inmenso cual águila bravía
remóntase a las nubes con mágico esplendor;
y en su muleta trágica que llama parecía
ardieron multitudes, rugiendo de pavor.
“Rosa y blanco”.
1939
Triunfo en la derrota.
I
La tarde memorable en que nos dio Lorenzo
la prueba arrolladora de su arte milagroso,
fue aquella en que, triunfando del odio cruel e inmenso
después que lo insultaron, saliera victorioso.
Su nombre llena el coso las veces que lo quiera
y estruja su capricho las más grandes pasiones;
arrastra por la arena, domada ya a la fiera
y lleva hasta el delirio sin fin los corazones.
Primero los insultos, la bronca y el coraje
saltaron cual torrente con ímpetu salvaje
queriendo en su injusticia, faena siempre igual.
La rabia incontenible de multitud rugiente
se vuelca sobre el coso cual huracán potente
sin ver las condiciones de aquel fiero animal.
II
Y todo es alboroto en la candente liza,
y siguen los ultrajes subiendo de color
cuando de pronto brilla la luz de una sonrisa
en la morena cara del bravo lidiador.
Y todos presentimos absortos y extasiados
que cruza por el ruedo la inspiración divina:
amigos y enemigos olvidan lo pasado
al raro sortilegio de su sonrisa fina.
Son naturales, rítmicos, templados, prodigiosos,
coreados con locura por óles estruendosos;
ya está Lorenzo Garza en plena inspiración.
De flores y sombreros cubierto queda el ruedo
y todos deliranteas aplauden el denuedo
mientras risueño borda su más bella creación.
III
El lidiador inmenso, cual águila bravía
Remóntase a las nubes con mágico esplendor,
Y en su muleta trágica que llama parecía
Ardieron multitudes rugiendo de pavor.
Los pies atornillados en la candente arena,
Aguanta del “Punteño” la ruda acometida
Inmóvil, trepidante, con actitud serena
Pasándose a la fiera la marca la salida.
Son pases de milagro que el entusiasmo encienden
Y ahora porque quiere los mismos que lo ofenden
Lo aclaman delirante y lo aplauden sin fin;
Termina la faena y vemos en la altura
Revolotear palomas de nítida blancura
Brindando galardones al bravo paladín!
“Rosa y Blanco”
1939
…QUÉ OPINA ELLA…
¡Ah que diablo de cuate este Díaz Conti,
¡yo crioque mi ha querido vacilar
porque eso de pedirme que yo opine
de toros, sale igual
que pedirle a Armillita que haga versos
o a Garza que se meta a sacristán.
Y palabra de honor que si no “juera”
porque es cuate, dialtiro de verdá,
no mi hubiera metido en estas danzas
que no sé yo ni como encomenzar.
Dende escuincle los toros me han cuadrado
-¡paqué lo he de negar!-
Me cuadra devisar cuando torean
Armillita, Solórzano y Gorráez
y también cuando el gran Lorenzo Garza
se luce de verdad;
pero d´eso a que entienda yo de toros,
por Dios del cielo qui hay
más distancia dialtiro qui la qui haiga
dende `l mesmo Sonora a Yucatán.
¡No sé cómo demonios salir del compromiso!
¡No sé ni qué opinar…!
Pero ya que mi cuate si ha impeñado
en que hable de toros, pos
más mejor es, de plano, preguntarle
a una vaca que tengo en mi corral,
porque tuvo antinoche un becerrito,
y ansina hay motivo pa opinar!
Carlos Rivas Larrauri.
1943
VA LA LENTA CARAVANA…
Va la lenta caravana
por la blanca carretera
en pos de Lorenzo Garza
por verlo torear en Puebla.
Va la pasión encendiendo
sus rojas flores de fuego
como chispazos corriendo
saltando de pecho en pecho.
Va en la plaza trepidando
el garcismo vocinglero
por todo el coso rodando
la ovación, desde el paseo.
Va bordando en la faena
Lorenzo Garza una historia
que cada grano en la arena,
es una chispa de gloria.
Por eso estamos regando
el llanto sobre la pena:
Se va Lorenzo alejando,
por eso fuimos a Puebla
En las páginas blancas de la vida,
el amor a tu madre fue tu gloria
una flor inmortal, la siempreviva,
que florece perenne en tu memoria.
En las páginas rojas de la lucha,
fuiste el ídolo tú, el mejor torero,
fuiste pasión que la razón no escucha
cuando se triunfa como tú, primero.
y en las páginas negras de la muerte
el vencedor serás, porque está escrito
que la gloria se ligue con tu suerte,
más allá del adiós y del olvido.
Va muriendo la tarde
de un domingo de toros.
Brilla el sol,
sobre las gradas arde
con reflejos de oro…
Volverán otros diestros en el ruedo
naturales mandones a ligar,
pero aquellos, los clásicos garcista,
esos, ¡no volverán!
Adolfo Gabriel
1943
Todos los versos que, como Calaveras taurinas aparecen relacionados en ese contexto, provienen de la revista Torerías. México, D.F., Año I, Nº 9, del 2 de noviembre de 1943. De entre las más de cuarenta muestras, encuentro la dedicada a
Lorenzo Garza.
El diestro de Monterrey
era, en plena juventud,
un gran torrente, un alud,
era el amo y era el rey;
pero, aunque joven y fuerte
y en lo mejor de su edad,
sin golpe ni enfermedad
se le presentó la Muerte:
“Ven conmigo sin engaños”,
dijo ella, y él, sonriendo:
“Voy, que me estoy despidiendo”.
¡Y murió de noventa años!
1943
CALAVERAS TAURINAS
GARZA
LORENZO GARZA, MATADOR DE TOROS.
De una blanca margarita,
Estamos pendientes todos.
¿Volverá Garza a los toros,
O se quedará en casita?
Que me fui; que ya no soy.
Margarita, ¿tú qué dices?
Y entre si me quedo o voy,
Riendo está el gran Narices.
1965
A Lorenzo Garza.
Un “Astro” en el reposo.
Como una nube que sus ánforas vació
sobre los abismos, valles y montañas,
y de inundarlo todo se sació.
Así fue “El Coloso” que todo conmovió
con esencia y personalidad extrañas,
ya en plazas propias, como también fuereñas,
que fueron llamaradas que Febo envidió.
Su figura es aún faro parpadeante,
frente a un mar inmenso de victorias
y sobre playas de dulces añoranzas!
Es aquella luz clara y alucinante
que recuerdan muchos miles de memorias!
Es la pauta de promesas y esperanzas!
Marino Galván Rábago.
1983
DÉCIMA A LORENZO GARZA
A don Ramón Aguirre Velázquez, garcista.
(“Este es el de Monterrey:
sismo y estatua”.
-Alfonso Junco, “Corrido
de Lorenzo Garza”).
Domeñador de ti mismo
con el don de componerte
desde el pase de la muerte
hasta el borde del abismo,
fuiste por adentro un sismo,
y una estatua por afuera,
pues lo prodigioso era
que, impávido el ademán,
ocultabas un volcán
debajo de la pechera.
José Alameda.
1995
Hace cincuenta años.
I
La Plaza Revolución
lucía su mantón de seda,
y sonaban las guitarras,
las palmas y castañuelas.
Los claveles sevillanos
abren su carne morena,
en rayos al sol de tarde
y a sándalos de sorpresas.
Santiguando el paseíllo
sobre la candente arena
camina erguido Procuna…
y completan cartelera:
Lorenzo Garza “El Magnífico”,
y como espada tercera:
el gran Antonio Velázquez,
con seis de Xajay en puerta.
Ma. Del Rocío Espinosa de los Ángeles.