EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS. DE 1717 A 1721.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

  Toca el turno a los años que van de 1717 a 1721, y donde los registros y noticias apenas nos dan una vaga idea de los grandes acontecimientos ocurridos durante aquel periodo de tiempo. Como he insistido en esta serie, considero que las fiestas y celebraciones, dada la naturaleza y comportamiento en aquellos años, es de que el ritmo de lo festivo debe haber dado para más, en número de ocasiones en que la sociedad novohispana –así como las autoridades políticas o religiosas- dedicaba buena parte de su tiempo al divertimento, en el que, con toda seguridad, no faltaron las corridas de toros. Sin embargo, llegan a nuestros días sólo este número de registros, ya muy cercanos también a la fecha en que habrá de contarse con una fuente de indudable valor: la Gazeta de México.

 1717

Río, Alfonso Mariano del. Aclamaciones panegyricas de gratitud, y alabanza, en la renovacion plausible de el templo primero, y mayor de la provincia de el Santo Evangelio. Por fr. Alphonso Mariano del Rio… El dia diez de diciembre del año de mil setecientos y diez y seis, que celebró, y costeó la venerable Tercera orden; tercero, y vltimo de la dedicacion, con su annual fiesta de la purissima concepcion patente el santissimo sacramento. Quien tambien lo dedica, a n. m. r. p. fr. Ioseph de Pedraza… Mexico, Miguel de Ribera Calderon [1717?].

 1718

Lucas Lascano: Palestra ingeniosa, que a la dedicación de el convento Hospital de N.P.S. Juan de Dios, celebraron los ingenios zacatecanos en el día 25 de febrero de el año 1718. Segundo de la fiesta [s.p.i.]

 1720

PISCINA ZACATECANA. Descripción de las fiestas que se hicieron en la solemne dedicación del templo de San Juan de Dios de Zacatecas. Por D. Juan Santa María Maraver, presbítero, natural de dicha ciudad. México, por Rodríguez Lupercio, 1720. 4º.

 1721

UNA APROXIMACIÓN A LOS PREÁMBULOS DE LA FIESTA TAURINA NOVOHISPANA.

    Propio de las ocasiones en que los alumnos de las instituciones educativas terminaban sus ciclos escolares, se realizaban diversas celebraciones, como la que nos refiere Francisco de Alcocer en su Tratado del juego (Salamanca, 1558, p. 295):

   En universidades famosas y adonde ay varones eminentes en letras y de grande consciencia, quando recibe alguno las insignias y grado de Doctor (…), se corren los dichos toros…

   José de Villerías y Roelas (1695-1728), natural de la ciudad de México y abogado de su audiencia. A la más fina erudición en las letras humanas y lenguas latina y griega, juntó la aplicación más incansable; siempre enfermizo y siempre entregado a los libros, murió, con gran detrimento de la literatura mexicana a los 33 años de su edad en 1728. Estudiante de jurisprudencia, alumno del agustino fray José Gil Ramírez, hombre de estudio, letras y leyes, compuso, en latín o en castellano diversas obras de carácter literario, filológico, histórico y misceláneo, como es el caso de su Descripción de la mascarada y paseo con que la Real Universidad, nobleza y pueblo de esta imperial corte de México celebró la posesión de la cátedra de Vísperas de Teología que obtuvo el Rdo. P. Fray José de las Heras… México, Herederos de Francisco Rodríguez Lupercio, 1721, obra que en sí misma no posee ninguna referencia para el presente trabajo, pero por otro lado da una completa visión sobre los participantes en el mencionado desfile, que lo mismo acudían a estas mascaradas y paseos que a los toros, con lo que es posible tener una aproximación a los preámbulos de la fiesta novohispana. De tal forma que para congregar a los referidos protagonistas, escribió un poema descriptivo que recibía el nombre latino de victor [vencedor], composición originalmente escrita en griego. Los epigramas son breves –en total, treinta versos-, que poseen importancia singular, que sirven para imaginar el boato, pero sobre todo la diversa comunidad que pudo participar en la “posesión de una cátedra” que en la plaza, recordando que fue la del Volador la que entonces daba con mayor frecuencia diversos espectáculos. Y ya que estando tan cerca la Universidad del mencionado coso, vayamos lo mismo al desfile que a los toros, porque 

Cuando a las dos y media (antes un poco;

mas miento, que las dos eran cabales),

se vieron sólo a la función, que toco,

despoblados los barrios y arrabales. 

Que ya se ve, el noble o el pueblo llano gozaban intensamente ambas demostraciones. 

Yo aquél, que hecho un Virgilio con sotana…

 

Yo aquél, que hecho un Virgilio con sotana,

aun no siendo poeta, me hice Vates,

y en latín escribí la otra semana,

porque no me entiendieran los Orates.

Y que canté trescientos disparates,

siendo cada palabra un solecismo,

ahora vuelvo aquí a cantar lo mismo.

¿No han dado en que les canten en romance?

pues yo les cantaré hasta darlos tedio;

y si cantare mal, en este lance,

aun bien, que el porfiar es el remedio

cantaré hasta ponerlos en mal trance,

que los abra mi voz de medio a medio,

cantaré hasta dejarlos enfadados,

más, que cuando les canta a los quebrados.

Tu ayuda imploro Musa, y bien echada

enfermera Talía,[1] de poquito,

que he quedado con obra tan pesada

de comer sinalefas, casi ahíto.

O una venda a lo menos, si te agrada,

que te aseguro, que el poema escrito

me tiene con sus sílabas oscuras

la vena hecha una criba de censuras.

Cantaré, pues, grandezas, bizarrías,

aderezos, jaeces, cascabeles,

galas, gualdrapas, Condes, Señorías,

rector, Doctores, Mazas y Bedeles,

y también mojigangas, fruslerías,

y retazos, y trapos, y arambeles;

todo en fin lo ridículo, y lo bello,

que esto llaman acá, dello con dello.

Érase el mes de junio, verbi gracia,

con su Alameda y su San Juan ufano;

cuando al revés el Gambaro se espacia,

y a todos amanece más temprano.

El día, si queréis saber su gracia,

fue un señor don Domingo de Lozano,

muy bizarrazo y de muy linda cara,

y la tarde señora doña Clara.

Cuando a las dos y media (antes un poco;

mas miento, que las dos eran cabales),

se vieron sólo a la función, que toco,

despoblados los barrios y arrabales.

El vulgo incierto, en sus mudanzas loco,

dividido, en corrillos desiguales,

entre confusa variedad vestía

traje de sedición a la alegría.

Unos ganan esquinas; otros dudan

cuáles serán las vías verdaderas;

para el riñón de la ciudad se mudan

los que vivían en las asentaderas;

aquí tropiezan unos; otros sudan;

a otros se les abrasan las molleras;

muchos se van acomodando aprisa,

y todos dan, a quien los mire, risa.

Las mujeres se afanan y se apuran,

solicitando asientos descombrados;

otras en los zaguanes se aseguran,

a pesar de melindres afectados;

cansadas las de a pie de andar, murmuran

a las que van en coches alquilados;

y ellas porque las hablan y las vean,

saludan, y se asoman, cecean.

Ya todas las ventanas y balcones

habían los vecinos entre tanto,

de sedas, tafetanes y listones

colgado sin ser día de su santo,

cuando empezó a llamar las atenciones,

metido casi el alborozo a espanto,

el rumor de timbales y clarines,

llenando al horizonte los confines.

Aquí fue donde el júbilo a la gente

palpitar hizo el corazón ahora,

que cual si los cogiera de repente,

así los turba la expresión sonora.

Éste alarga el pescuezo de impaciente;

inquieto aquél de puesto se mejora;

y los chicos de cuerpo al mismo instante

reniegan de los altos de delante.

El tren de la ciudad era ruidoso,

el que causaba tan alegre estruendo,

ya fatigado el bronce escandaloso,

ya los tirantes odres repitiendo,

cada cual en el hábito rancioso

de alta gorra, con sayo reverendo,

imitando en adornos y matices

imágenes antiguas de tapices.

Pasaron; mas al punto se desata

un diluvio en escuadra turbulenta,

que siendo tantos los que desbarata,

mas el mismo desorden los aumenta:

La admiración absorta se arrebata.

Cánsase ya la vista más atenta;

refriegan todos ojos y pestañas,

y la atención le sirve de legañas.

(. . . . . . . . . )

Ya la Nobleza con blasón severo

la función autoriza en larga tropa:

Cual igualando el costo y el esmero,

hace en llamas de oro arder la ropa;

cual con joyas preciosas al sombrero

todo el Oriente abrevia en una copa;

cual libreas ostenta en fin mejores,

que en otras partes galas de señores.

No digo que son hijos los caballos

del viento, porque el céfiro se holgara

de poder competirlos, no engendrarlos,

que aun Saturno destroto se alegrara;

no digo que pudiera aventajarlos

al suyo el Macedón, ni que tomara

a verlos hecho el dios del mar tampoco;

ni digo nada, porque todo es poco;

en negras mulas con alarde serio

ordena, y menos gloria no recela,

Minerva los magnates de su Imperio

en las ínfulas doctas de la Escuela:

A las letras honor, y vituperio

a la ignorancia; el número desvela;

que no contará más, quizá borlados,

la Sorbona teología en sus grados.

Va la Filosofía, taller claro

de la prudencia y norma del consejo,

de la virtud las Leyes firme amparo;

y de la Fe los cánones espejo;

las Medicina del vivir reparo,

y de la Omnipotencia fielbosquejo;

y entre todas las reina Teología,

que al mundo ilustra, y al Olimpo espía.

A pie muchos aquí, con nueva traza,

una guardia de corps fingen burlesca,

que el concurso vulgar desembaraza,

con alboroto, baraúnda y gresca,

a voces van gritando: plaza, plaza,

y con superchería soldadesca,

sin distinción de buenos y de malos.

la gente apartan y amenazan palos.

A estos mismos igual en toda era,

la lucida y faceta compañía,

que por detrás seguía caballería

como equipaje a tanta gallardía;

(cual suele a la persona placentera

del gran Virrey algún festivo día),

sin saberse a qué dar más alabanza,

si a tanta autoridad o a tanta chanza.

Con agradable majestad poniendo

fin, el Rector amplísimo a la poma

llegó, y en sus progresos añadiendo

sujeto al bronce, que su aliento rompa;

al bronce digo, que con son horrendo,

materia presta de la sonora trompa

de la Fama; mas ¿cuál habrá que baste

y que tan alto asunto no contraste?

A su siniestra, alegre, va el padrino,

Medina en sangre, que en la ilustre selva

de esta Corte no hay árbol peregrino

que en sus ramas sus vástagos no envuelva.

Su castizo bridón, bizarro vino,

porque a los otros la cuestión resuelva,

pues le dio el voto más escrupuloso

el precio del más grave y más brioso.

A la mano derecha. Mas ahora,

en vano esfuerzas, Musa, el plectro, en vano,

a explicar en tus números canora

lo que aún no cabe en tu discurso arcano.

Así observó pasar, Luna y Aurora,

trasnochado, en los campos el villano.

Hasta que el Sol, con pródiga alegría,

en los ojos le dio con todo el día.

El día de Joseph, que de hito en hito

el concurso registra circunstante,

mientras él al placer, casi infinito,

inunda grave en esplendor flamante.

No con mayor aclamación Egipto

al antiguo Joseph saludó amante,

que México al moderno, en voz festiva,

juntos el Dios te guarde, con el viva.

Vive, pues, vive, que impaciente Clío

en las burlas, y mal hallada en tanto

juego, y desconcertado desvarío,

a ti convierte ya su débil canto.

Declina de la Parca el señorío,

y de tu vida Cloto con espanto,

en vez de estambre, en rueca de piropos,

hile la misma eternidad a copos.

Vive feliz y el afán prolijo,

en honradas tareas floreciente,

asegunde del pueblo el regocijo,

cuando en premio más digno el gozo aumente:

Pues padre te ve ya, quien te crió hijo;

tu religión sagrada al mundo ostente,

entre sus altas inmortales glorias,

a los futuros siglos tus memorias.

Que si al otro Joseph aclamó padre

con voto general bárbaro el Nilo,

porque de la escasez de la gran madre,

con sus silleros fue próvido asilo:

A ti (Joseph) ¿cuál nombre habrá que cuadre,

si en mies de letras, con igual estilo,

dan a las carestías venideras

sobrados frutos tus copiosos Heras?

La fugitiva hija de Peneo,[2]

depuesta la urañía y los desdenes,

ya ronda tu persona, con deseo

de esmaltar sus pimpollos en tus sienes:

En tres laureles convertirla veo

por tu frente sus músculos perennes;

tres juntos no son dignos de ti solo.

Las Gracias todas en desnudo terno

en tus acciones Júpiter coloca;

y olvidan ellas el festín alterno,

por residir contentas en tu boca;

por ti Palas el ático gobierno

a tu mente política revoca:

Y en copia Hiblea la feliz Suada

a tus labios sus néctares traslada.

ya tu patria presume, por ti solo

(cuando no le sobrara tanto lustre)

a la preciosa arena del Pactolo

envidia dar, en su raudal palustre.

De mala gana ya amanece Apolo,

hasta mirarte en pompa más ilustre

y negará sus rayos a tu estrella,

si te negare sus influjos ella.

Ya la iglesia en vestido recamado,

de variedad cercada, el gusto muestra

y asiste en nupcial júbilo a tu lado

a la tuya alargando ya su diestra;

y tú cual suele el novio deseado,

corrida del deseo la palestra,

buscar alegre el tálamo dichoso

galán ostentas parecer de esposo.

Ya oigo al balido de la grey contento,

que en el redil de tu presente celo

los esquilmos pacíficos aumenta

al Soberano Mayoral del Cielo:

Ya activo al medio día la apacienta;

y a la noche la guarda tu desvelo

de la acechanza del león sangriento,

que rodea buscando su alimento.

¡Oh, llegue ya ese tiempo prevenido,

en que la suerte alguna vez, alguna,

esmalte lo feliz en lo entendido,

y lo dichoso con lo digno! Una,

en que dándote el premio merecido,

satisfacción dé al mundo la Fortuna,

de que tuvo enmendada al fin talento,

para elegir algún merecimiento.

Que yo en tanto la lira destemplada,

que tan mal ha sabido obedecerte,

dejaré de estos álamos colgada,

por si algún tiempo a darte gusto acierte.

Mientras la fama en ecos dilatada,

la lengua eterna en tu favor divierte

y en los distantes términos que alcanza,

con mejor voz prosiga tu alabanza.[3]


 

[1] Talía: musa de la comedia.

[2] Ángel Ma. Garibay K.: Mitología griega. Dioses y héroes. México, 5ª edición, Editorial Porrúa, S.A., 1975. XV-260 p. (“Sepan cuantos…”, 31)., p. 202.

¿Penteo?: hijo de Equino y Agave. Al regresar Dioniso de sus conquistas por el Oriente, Penteo lo desconoce y se burla de él, por la forma en que aparece. El dios seduce a las mujeres, comenzando por la madre de Penteo, Agave, y las hace ir a la montaña en forma exaltada. El rey de Tebas, que es Penteo, pretende ir a enfrenarlas. En su locura lo toman ellas por un león, o una fiera que las asalta, y es hecho pedazos por su propia madre, ayudada de las demás.

   Tal vez el mito encubre la mística de alguna manera de sacrificio humano.

[3] Francisco de la Maza: LA MITOLOGÍA CLÁSICA EN EL ARTE COLONIAL DE MÉXICO. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1968. 251 p. Ils., facs. (Estudios y fuentes del arte en México, XXIV)., p. 153-156. Cfr. Roberto Heredia Correa. Albores de nuestra identidad nacional. Algunos textos de la primera mitad del siglo XVIII. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 1991. 125 p. (Biblioteca de Letras), p. 99-105.

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