EL ARTE… ¡POR EL ARTE!
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
En la antepasada entrega había dejado pendiente hacer algunas anotaciones sobre la “oca taurina” o “Corrida de toros”. Pues bien, al margen de que se trate de un juego, de un entretenimiento para niños, pero también para grandes, la “oca taurina” o la “Corrida de toros” concebida por José Guadalupe Posada, quizá a fines del XIX o comienzos del XX, se puede apreciar la que, para entonces, era esa moderna visión de diferentes cuadros que, reunidos en aquel conjunto, deja ver el avanzado concepto que había alcanzado la tauromaquia en México, entonces fuertemente influida por el peso de todo aquel contingente hispano el cual, y por decirlo de alguna manera, se instaló desde 1882 para luego afirmarse en 1887 y luego, en lo sucesivo, hasta los primeros años del siglo pasado.
Ante ese predominio “ajeno”, en el que todavía pesaban las sombras y las influencias de Bernardo Gaviño, pero sobre todo las de Ponciano Díaz, el toreo a la española se había instalado definitivamente en México.
Concentrados en la “oca” hay que reflexionar en la mirada que José Guadalupe tuvo para plasmar aquel conjunto de cuadros y representaciones evidentemente hispanos, mismas que calaron en el ambiente taurino mexicano y que, entre otros, fue Posada uno de los artistas que supo entender con acierto la técnica y la estética que se aprecian en cada una de las casillas de la “Oca” o “Corrida de toros”.
No es casual que este conjunto lo haya logrado nuestro artista, pensando o vislumbrando las escenas más destacadas en una tarde de toros, como el ejemplo que serviría para hacer entender –como en un mensaje subliminal- que el artista lograba plasmar en esa especie de altar barroco y laberíntico, la summa de los principales significados que la tauromaquia está alcanzando en esa época de entre siglos. José Guadalupe no fue ajeno, sino que dejó mostrar su sensibilidad, en su amplia capacidad de asimilar todo aquello que brotara de diversas expresiones y manifestaciones populares.
Al “desmenuzar” este “juego” resulta que, al margen de su propósito, y como ya he advertido, se trata de la recreación de diversas escenas en las que Posada va mostrando un registro de cuanto podía ocurrir en solo una tarde. La práctica de esos pasajes, que hoy están en desuso, como el salto con la garrocha, o los permanentes tumbos que sufrían aquellas cabalgaduras, la de un picador montado en un flaco jamelgo, sin el peto que hoy estamos acostumbrados a ver. Pero también destacan otros pasajes en donde el peligro se hace notar en diversos sobresaltos, en carreras y saltos al callejón. De pronto también se dejan notar suertes con la capa, las banderillas o la muleta, sin faltar la estocada y el arrastre final de los despojos de un toro.
Ateniéndome a las indicaciones y numeración de cada casilla, veamos a detalle, cada una de ellas.
Estas son las “Reglas” (presento dos versiones):
1.-El tendido.
Nº 2.-El paseo.
3.-El picador.
4-6.-La Muleta, La Garrocha (avanza tres cuadros) y La Capa.
7.-El Quite.
8.-La suerte (el torero pone en suerte al toro para que se produzca el puyazo).
9.-La Cogida (Vuelve al cuadro 1).
10.-El Pase.
CONTINUARÁ.