EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
Presentación de José Machío en la plaza de toros “El Huisachal”, la tarde del 25 de enero de 1885.
En el ya muy avanzado serial en la plaza ubicada en las afueras del Distrito Federal pero que, entre acuerdos y desacuerdos la tomaron como plaza, aunque fronteriza, de la ciudad de México, debutaba aquella tarde el entonces famoso diestro español José Machío con el siguiente cartel:
Para conocer en detalle los diversos acontecimientos en aquel festejo, nada mejor que acudir a la única publicación taurina que ya circulaba por entonces. Me refiero a El Arte de la Lidia, año I del domingo 1º de febrero de 1885 y en su Nº 10.
REVISTA DE TOROS.
Corrida extraordinaria verificada en la plaza del Huisachal tarde del 25 de enero de 1885.
Nadie negará que las últimas corridas de la temporada de invierno dadas en la plaza del Huisachal por una conocida Empresa fueron malas; y que tanto el ganado que se lidió, como la cuadrilla que trabajó, recibió una rechifla general.
En la corrida de que nos vamos a ocupar podremos decir sin equivocarnos, que ha sido la mejor; pues el ganado de San Diego de los Padres jugó valientemente y la cuadrilla lidiadora en general, estuvo muy feliz; y esto se debe en gran parte a la buena dirección del matador de cartel José Machío.
Vamos, pues, con toda imparcialidad, a dar una reseña de los acontecimientos taurinos que tuvieron lugar esa tarde.
Desde los primeros días de la semana pasada, en todos los círculos de la Capital se hablaba de la llegada de un nuevo torero español y más tarde, por fin, se supo que se llamaba José Machío. Grandes cartelones en las esquinas hicieron saber que en este día haría su debut en la plaza del Huisachal, matando tres toros de San Diego de los Padres, acompañándolo en la lid una regular cuadrilla mexicana. El entusiasmo taurino se generalizó por todas partes, y sólo se esperaba llegará el domingo 25 para asistir presurosos a la vieja plaza del Huisachal.
En efecto, el público de México dio a conocer una vez más su afición a las corridas de toros, pues no obstante que esa tarde había un coleadero y otras muchas diversiones, y que se aumentaba el precio de entrada, asistió una numerosa concurrencia que llenó por completo todas las localidades de la plaza, al grado de que los tranvías del ferrocarril no fueron suficientes para conducirla al rancho del Huisachal; y hubo necesidad de recurrir a diligencias, coches, carros y demás vehículos, aparte de los concurrentes que fueron a pie y a caballo.
Cada quien en su puesto y llegada la hora anunciada, el Juez que presidía dio la señal para la lid.
La cuadrilla a cuyo frente figuraba el primer espada José Machío, que vestía un espléndido traje verde y oro. Hizo el saludo de costumbre. La componían los mejores toreros mexicanos cuyos nombres son ya conocidos y tres aplaudidos picadores de Atenco.
Desde luego todas las miradas se dirigían con avidez, tratando de descubrir actitudes especiales en Machío, de quien un periódico de la Capital se había expresado en los términos siguientes: “El capitán, de nacionalidad española, es un hombrazo de estatura más que regular, de muy buena presencia, casi guapo; tendrá unos 40 años (la flor de la edad de los toreros) viste espléndidamente, y es arrogante en sus movimientos y hasta altivo en su porte”.
El espada Machío fue saludado por una salva de nutridos aplausos entre el toque del clarín que anunciaba la salida del primero toro de San Diego de los Padres.
Josco era su color, de poca edad, pero valiente y de mucha ligereza.
Recibió cinco varas de los piqueros, tres en buen sitio y dos en las costillas. Hirió dos jamelgos y el público quedó satisfecho.
Tomás Vieyra lo banderilló regular; el primer par de palos a la media vuelta, y los segundos y terceros bien y con destreza. Recibió palmas el chico.
Llegó la hora de la muerte. José Machío tomó los trastos y con valor y serenidad se fue a buscar al bicho. Lo encontró mal puesto y receloso. Los pases de muleta los dio con una destreza y limpieza sin igual. El toro no entraba a la muleta y el diestro tuvo necesidad de irse sobre él. Esto no agradó al público de sol. Dio un pinchazo en buen sitio y una estocada alta regular de bastante arte, que ocasionó la muerte. El público inteligente lo aplaudió, el resto le silbó y le tiró naranjazos. Estas últimas demostraciones desconcertaron mucho al valiente torero.
Y hasta aquí con la primera parte de esta crónica que se sigue de filo refiriendo las hazañas de Felícitos Mejía y hasta el desarrollo del toro embolado. Toda la crónica la firma “Gadea”. Pero llaman la atención una serie de detalles que, por su circunstancia me gustaría comentar para que no queden aires enrarecidos.
Al referir muy al principio de la reseña sobre las “últimas corridas” [organizadas] por una conocida empresa, es que se refiere a que entre esos toreros, se encontraban Bernardo Gaviño, Francisco Jiménez “Rebujina”, “El Orizabeño”, “Frasquito” y Genovevo Pardo que se desarrollaron en las siguientes jornadas:
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 19 de octubre de 1884. Primera corrida de la temporada. Bernardo Gaviño, Francisco Jiménez “Rebujina” y la presencia del “Orizabeño” con 4 toros de Santín. En otro cartel, se anuncia al primer banderillero “Frasquito”.
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 26 de octubre de 1884. 2ª corrida. Bernardo Gaviño y su cuadrilla, lidiando toros de Santín. Primer banderillero, Frasquito. En dicha tarde, alternó con Francisco Jiménez “Rebujina” y concedió la alternativa a Genovevo Pardo.
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 16 de noviembre de 1884. 3ª corrida. Bernardo Gaviño (1), Francisco Jiménez “Rebujina” (2) y Felícitos Mejías “El Veracruzano” (1), con 4 toros de El Cazadero. La cuadrilla estaba formada por Felícitos Mejía y “Rebujina”. Como banderilleros “Cuquito” y “El Orizabeño” y como picadores el Negrito Conde y Santín.
B. GAVIÑO. No le gustó el único toro que tuvo que lidiar y esperó pacientemente, sin importarle los pitos, a que la autoridad ordenara lazo y puntilla.
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 7 de diciembre de 1884. 4ª corrida. Bernardo Gaviño (1), Francisco Jiménez “Rebujina” (2) y Felícitos Mejías “El Veracruzano” (1) con 4 toros de San Diego de los Padres. Después del tercer toro habrán un Gran manganeo de yeguas. Concluyendo la corrida con el TORO EMBOLADO.
B. GAVIÑO. Con pavor le dio 2 muletazos al primer toro (“Indio”) y empezó a pinchar hasta que la autoridad ordenó lazo. Como ya era su costumbre, bien poco le importaron los gritos e insultos del público.
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 14 de diciembre de 1884. 5ª corrida. Bernardo Gaviño (1), Francisco Jiménez “Rebujina” (2) y Felícitos Mejías “El Veracruzano” (1), con 4 toros de San Diego de los Padres. Después del tercer toro habrá una mojiganga de Indios, concluyendo la corrida con el TORO EMBOLADO.
B. GAVIÑO. Dio algunos medios pases al único toro que lidio y media estocada a volapié, que mató sin puntilla. ¡Gran ovación!
Al respecto dice El Arte de la Lidia Nº 6, del 21 de diciembre de 1884:
(…) llega la hora de que el Charro (así se llamó el toro) muera; el viejo Bernardo coje los trastos, y frente al departamento de sombra emprende su tarea: da unos ligeros medios pases de muleta y una media estocada que podría llamarse muy bien un corto volapié, ocasionó la muerte del bicho (con todo y que en aquellos momentos, matar de metisaca, es lo que agrada más en México. N. del A.). Dianas, sombreros y puros caen al redondel y toda la concurrencia bate palmas al torero de más de 70 años. En general, todos quedan satisfechos de la bravura y buen juego de este toro.
En otra parte de la publicación, precisamente en LOS TOROS DEL DOMINGO, se hace un interesante análisis, escrito por “Costillares”, autor de la columna, quien comenta la muerte del toro que abrió plaza, que pasaportó Gaviño, en estos términos:
(…) la muerte del primer toro, ejecutada por Bernardo Gaviño, quien si la hubiera hecho en Rusia lo hubieran mandado a la estepas siberianas a pasar dos o tres veranitos, temerosos de su rara habilidad o bien entendida malicia; pues más que una estocada pareció un golpe dinamítico de diestro nihilista; fue una muerte sistema Elison, convirtiéndose la punta de la espada en un carrete de Runkfort, que su solo contacto produce la muerte. Ha sido un golpe que hará siempre se conserve el recuerdo del decano de los toreros.
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 21 de diciembre de 1884. 6ª corrida. Bernardo Gaviño (1), Francisco Jiménez “Rebujina” (2) y Felícitos Mejías “El Veracruzano” (1), con 4 toros de Atenco.
El ganado que se lidió aquella tarde resultó pésimo.
PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. No hubo corrida el domingo 28 de diciembre. Bernardo Gaviño y Francisco Jiménez “Rebujina” se disgustaron con la empresa y decidieron irse a torear a Guanajuato, con lo que es muy probable que Gaviño todavía tuviera ánimo de presentarse a torear en algunas plazas del Bajío.
Luego destaca la muy buena dirección en la lidia por parte de Machío, lo que habla de que entre el sector de la prensa comienza a darse una notoria inclinación por la técnica más deseable que entonces comenzaba a mostrarse en forma por demás contundente, bajo la presencia de diestros como el que se convertía en “nuevo en esta plaza”. Machío mismo acepta torear apoyado por una “cuadrilla mexicana”, lo que representa su adaptación al desarrollo del espectáculo tal cual se presentaba por entonces. Llama la atención la forma en que describen su perfil y su estatura, amén de aquel asunto de la edad – unos 40 años (la flor de la edad de los toreros)-, lo que representa novedad en cuanto a otro “tipo” de figura, estética por consecuencia, que se distancia del acostumbrado paisaje de toreros “aborígenes” tal cual los describió en su momento el Dr. Carlos Cuesta Baquero, y quizá hasta la figura decrépita de Bernardo Gaviño mismo.
GALERÍA ARTÍSTICA TAURINA: JOSÉ MACHÍO.
Fuente: Novedades del 30 de julio de 1913.
Y qué tal cuando Gadea nos dice: [El de San Diego de los Padres] “Recibió cinco varas de los piqueros, tres en buen sitio y dos en las costillas. Hirió dos jamelgos y el público quedó satisfecho”. Es decir, que la afición de aquella época podía quedar conforme en el caso de que hubiese habido caballos dados de baja por percances como aquellos. En aquella época una corrida era buena en función del número de jamelgos heridos o muertos en el ruedo. Pero si este número era bajo, la corrida era mala.
Y “llegó la hora de la muerte. José Machío tomó los trastos y con valor y serenidad se fue a buscar al bicho. Lo encontró mal puesto y receloso. Los pases de muleta los dio con una destreza y limpieza sin igual. El toro no entraba a la muleta y el diestro tuvo necesidad de irse sobre él. Esto no agradó al público de sol. Dio un pinchazo en buen sitio y una estocada alta regular de bastante arte, que ocasionó la muerte. El público inteligente lo aplaudió, el resto le silbó y le tiró naranjazos. Estas últimas demostraciones desconcertaron mucho al valiente torero”.
¿Qué nos dice el párrafo anterior?
Queda claro que ya hay una estructura lógica y técnica en el desarrollo de la faena. Imagino que si el toro que tuvo enfrente rehuía, o mostró cosas de manso, de seguro es porque intentó el refugio de las tablas, y hasta allá fue el torero, en pos del lucimiento, pero eso no fue del agrado de los de “sol”. Luego, con el pinchazo parece no haber tanto problema, sino con la estocada. Eran tiempos en que el “mete y saca” se convirtió en la práctica más conocida y hasta celebrada por los espectadores de aquellos tiempos, así que esto debe haber escandalizado, como sucedió a buena parte de los asistentes, al grado de que terminaron dividiéndose las opiniones. Ya se hacen notar dos importantes sectores: el público inteligente y aquel otro que “le silbó y le tiró naranjazos”. Evidentemente Machío debe haber quedado extrañadísimo de aquella reacción, propia de sectores que estaban más que acostumbrados a un tipo de faenas y “estocadas” en las que Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz, fundamentalmente impusieron como el “non plus ultra” de la tauromaquia autóctona o mexicana. Que llegara uno del extranjero y les quisiera invertir los papeles, eso no lo iba a permitir tan fácilmente el público a los toros de entonces. Y José tuvo que adecuarse a todo eso, hasta que poco a poco, las condiciones fueron cambiando, y los públicos, aficionados en cierne, gracias a la identificación con el nuevo toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna iba permeando en aquellos gustos tan extremos, tan arraigados. Tan nacionalistas.