EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Rodolfo Gaona se “encierra” con tres de San Diego de los Padres y tres de Piedras Negras en la plaza de toros “El Toreo”, la tarde del 28 de enero de 1912.
Esta fue una más de las hazañas que acumuló el leonés quien, para esos momentos, ya era un joven torero consagrado y el cual, en una demostración de capacidades tuvo a bien anunciarse en solitario para semejante gesta. En la prensa, tal acontecimiento se llegó a anunciar de la siguiente manera:
Pues bien, ante un lleno de día grande, y con la asistencia del presidente de la república, D. Francisco I. Madero, Rodolfo consiguió un triunfo completo que lo llevó a estar no sólo superior, sino superiosísimo apenas en su primero, circunstancia que generó el hecho de que el propio Madero mandara llamar a Gaona para que este subiera hasta el palco que ocupaba “don Pancho” y así se estrecharan las manos, pero también momento para que se obtuviera una de las placas más famosas en que estos dos personajes comparten un momento de suyo peculiar:
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Mi sospecha apunta a que esta famosa placa fuera tomada por Eduardo Melhado, fotógrafo muy cercano a la presidencia de la república en aquel entonces. Dado que no puede ser de “Casasola”, como se atribuyen muchas imágenes de la época, por el sólo hecho de que esta saga familiar acaparó muchos frentes de información, este sólo lo convierto en un mero dato que podría prestarse incluso, a la especulación.
Un día después, periódicos como El Diario del Hogar daban cuenta de aquel “suceso”:
Gaona, como puede comprobarse, estuvo simplemente colosal, y estando en puerta la siguiente temporada española, esto servía al leones como nueva carta de presentación para acudir a los mejores carteles hispanos que se confeccionaron en aquella temporada de 1912.
He allí a dos figuras protagónicas del momento: tanto Rodolfo Gaona como el presidente Madero que demostraba, con su asistencia, tener afecto por las corridas de toros, elemento que tanta falta les ha hecho falta a otros tantos como para identificarse con el pueblo, sirviendo esto como una auténtica prueba de fuego, ya que las plazas de toros se convierten en auténticos “termómetros” de la popularidad o la fuerte crítica que trae consigo la suma de todos sus quehaceres, de todas sus definitivas decisiones en pos del mejor camino de un pueblo, de una nación.