RECOMENDACIONES y LITERATURA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
LA VIRGEN DE ESPADAS: NOVELA ALREDEDOR DEL TORERO LINO ZAMORA, SOBRE LOS TRÁGICOS HECHOS OCURRIDOS UNA TARDE QUE SIN SER DE TOROS CASI LO FUE, POR HABERSE DESCUBIERTO BRAULIO DÍAZ, SU VICTIMARIO, UNA FENOMENAL CORNAMENTA.
Transcurren los primeros días del mes de agosto de 1884. Lino Zamora y su cuadrilla, en compañía del novillero español Juan León «El Mestizo» llegan al Real de Zacatecas a fin de cumplir dos contratas. La primera de ellas, con toros de Corral de Piedras no resultó del todo buena. Para la segunda habrían de lidiar toros de Sábana Negra. Aunque vió llegar el encierro no pudo torearlos. La causa: el jueves 14 su banderillero Braulio Díaz vació la carga de una pistola con que se cobró un arranque de celos.
No voy a dar el perfil de un torero cuya cuna se pelean Querétaro y Guanajuato (nació hacia 1855). Sin embargo, los acontecimientos de esos días cruciales los encontramos en una fabulosa novela de costumbre escrita por Bernardo Jiménez Montellano. La virgen de Espadas. México, Librería de Manuel Porrúa, S.A. 1957. 133 pp. (Biblioteca Mexicana, 20).
Portada del libro que se reseña.
El autor de este interesante trabajo recrea la llegada a Zacatecas de los personajes que ya mencioné al inicio del artículo. Una pieza importante es Prisciliana Granado, la mujer protegida por el «maestro», prototipo de consejero en aquella población minera. La presencia de esta mujer ocasiona la formación de un triángulo amoroso junto a Braulio Díaz y Lino Zamora.
El autor cita que llegaron las cuadrillas con todo su bagaje juglaresco. Por un lado «El Mestizo», torero notable con el estoque; y por el otro, Lino Zamora, afamado torero del bajío, pareja ambulante por las ciudades, que se mantenía viviendo de la gracia de su conversación o de la amistad antigua de algunos mercaderes, que no podían dejarlos en la miseria.
Sabrosos diálogos nos dan idea del ambiente que debe haber imperado en aquel tiempo, donde la actividad taurina despertaba curiosidad sin límites. Prisciliana aparece entonces, mujer cuyos encantos deben haber impresionado a Braulio y a Lino, mismo que confesó que la herida de un toro es menos peligrosa que la del amor: «…de la herida de una mujer no se repone nadie, no hay medicina ni consejo que la cure».
En esa primer corrida además de los diestros en cuestión, la función incluía a «El Hombre Yerba» y su temeraria suerte que consiste en cubrir a un hombre de rastrojo y ponerlo en el centro del ruedo para que el toro coma de él. No faltan los sabrosos coloquios en «Mi Gloria» cantina del pueblo, donde Martín, el hermano de Braulio brinda con «el maestro», Rafael Corona y Cornelio Gómez, pero también donde intriga sumido en la borrachera.
Lino Zamora nos cuenta sus sentimientos como ser humano, antes que como torero que anda de aquí para allá, con la angustia de sufrir en cualquier momento un percance mayor que ponga en riesgo su vida. Braulio Díaz aprovecha una oportunidad y logra enamorar a Prisciliana. Sin embargo, y al paso de los días Lino pide a su banderillero:
Braulio, «tenemos que asegurar la feria de Jerez».
-¿Y? -Interrogó Díaz con un tono de voz en el que más que deseo de sostener una plática parecía echar en cara de Lino su imprudencia al despertarlo.
-Que apenas salga el sol te vayas a arreglarla y te vuelvas para torear el domingo.
Y así fue como el compañero del popular Lino Zamora logró un contrato que nunca se cumpliría.
Lino, en ese inter, y aprovechando la ausencia de Braulio se acercó a Prisciliana Granado a la que cortejó pero que no permitió por cierto presentimiento, considerando quizás que ello ocasionaría un desaguisado.
Cartel de la plaza de toros DEL MONTECILLO (SAN LUIS POTOSÍ), para el domingo 1º de octubre de 1865.
Fuente: Cortesía, María Elena Salas Cuesta.
OBSEQUIO AL COMERCIO DE ESTA CAPITAL / Beneficio de LINO ZAMORA.
GRAN CORRIDA DE TOROS / EN LA PLAZA DEL MONTECILLO. / San Luis Potosí.
Hoy que por deferencia de la Empresa puedo anunciar la función de mi beneficio, llena mi alma de gratitud tiene la satisfacción de dedicarla, como un pequeño obsequio, a los honrados y benévolos Comerciantes de esta hermosa capital, a esta clase entusiasta y protectora de la sociedad que forma la mayoría del generoso público que nos favorece con su asistencia. Conocedor de su delicado gusto, he dispuesto esta corrida de tal modo que sea digno de mis mecenas; gastos, trabajos, un decidido empeño y todo lo que ha estado a mi alcance he empleado para lograr mi objeto que, como he dicho, es el de proporcionar una tarde de positiva distracción a la concurrencia.
El espectáculo se verificará, si el tiempo lo permite, según se expresa en el siguiente
PROGRAMA
A las tres de la tarde se hallará en la plaza la música que dirige el Señor D. Marcelino Leija, para divertir a los concurrentes con escogidas piezas.
Con el permiso de la autoridad comenzará la lid de cuatro hermosos y arrogantes toros de / GUANAMÉ / que serán jugados a muerte con la mayor destreza por la cuadrilla, quedando el quinto a disposición de los aficionados.
En el toro que mejor se preste ejecutaré el SALTO MORTAL, salvándolo a pulso de frente a cola. Difícil y muy peligroso es este acto, mas todo lo arrostrará por complacer a sus favorecedores.
El beneficiado
Tip. De Exiga.
Y lo dicho. Ocurrió.
Faltando unos días para la segunda corrida, llegaron los toros a la plaza, por lo que Lino tuvo oportunidad de verlos y presagiar su bravura en el ruedo. Braulio regresó ese jueves, satisfecho de la operación realizada en Jerez y el primero con quien se encontró fue con Martín, su hermano quien lo puso al tanto de sospechoso paseo que tuvieron Zamora y la Granado en su ausencia. Sus ojos se tornaron amenazadores a partir de ese momento y lo que deseaba en esos momentos era estar frente a Lino, seguramente para pedirle alguna explicación. Salió de «Mi Gloria» sin medir las consecuencias que se consumaron al dispararle hasta la última bala de su pistola. Lino quedó muerto y Braulio fue conducido por los soldados a la prisión de la ciudad.
Un traje verde y plata tuvo que guardarse. Lino Zamora lo tenía preparado para vestirlo el domingo 17 de agosto de 1884. Los carteles quedaron a merced del viento y este los terminó arrastrando hasta perderse calles abajo de una plaza que mantuvo cerrada sus puertas en señal de luto. La ciudad de Zacatecas lloró su muerte.
A los pocos días, y en todo México unas «hojas de papel volando» comenzaron a divulgar la noticia en los «Legítimos versos de Lino Zamora traídos del Real de Zacatecas» y que cuentan la tragedia.
Pobre de Lino Zamora,
¡Ah!, que suerte le ha tocado,
Que en el Real de Zacatecas
Un torero lo ha matado.
Rosa, rosita, rosa romero
Ya murió Lino Zamora,
Qué haremos de otro torero!
Al salir de Guanajuato,
Cuatro suspiros tiró,
En aquel Cerro Trozado
Su corazón le avisó.
Rosa, rosita, rosa peruana.
Ya murió Lino Zamora;
La causa fué Prisciliana.
Lino le dijo a Braulio
Que se fuera para Jerez,
Que fuera a hacer la contrata
Y que volviera otra vez.
Rosa, rosita, flor de alelía,
Ya murió Lino Zamora,
Pues así le convendría.
Cuando vino de Jerez
el jueves por la mañana,
Le dijo Martín su hermano:
-Lino está con Prisciliana.
Rosa, rosita, flor de granada,
Ya murió Lino Zamora.
Por causa de una tanteada.
En la calle de Tacuba
Estaba Lino Parado,
-Aquí te vas a morir
Y aquí te quedas tirado.
Rosa, rosita, rosa morada,
Ya murió Lino Zamora
Que fuera el primer espada.
Ese gracioso de Carmen
Pronto lo agarró del brazo.
Llegó el cobarde de Braulio,
Y al punto le dió el balazo.
Rosa, rosita, flor de clavel,
Ya murió Lino Zamora.
No lo volverás a ver.
El día 14 de agosto,
Era jueves por la tarde,
-Se quedó Lino Zamora
Revolcándose en su sangre.
Rosa, rosita, flor de romero,
Ya murió Lino Zamora,
El padre de los toreros.
Toda la gente decía:
-Hombre, ¿qué es lo que has hecho?…
Lo mataste a traición.
No le hablaste por derecho.
Lo traía por buen amigo.
Lo traía por compañero.
Lo traía en su Compañía
Por primer banderillero.
Rosa, rosita, flor de clavel,
Ya murió Lino Zamora.
Dios se haya dolido de él.
La traían por muy bonita,
Echándosela de lado,
Y era infeliz mujer
la Prisciliana Granado.
Rosa, rosita flor matizada,
Al toro siempre mataba
De la primera estocada.
La traían por muy bonita,
La traían por muy veloz,
La traían por muy honrada…
¿Cómo mancornó a los dos?…
Rosa, rosita, flor de alelía,
Nunca culpes a ninguno,
Pues así le convendría.
De todos ya me despido,
Porque la agonía ya entró.
Que rueguen a Dios por mi alma,
Eso les suplico yo.
Rosa, rosita, flor encarnada,
Para el final de mi vida,
Ya casi no falta nada.
Lloraba su pobre madre.
Lloraba sin compasión,
Al ver a su hijo querido
Que lo echaban al cajón.
Rosa, rosita, flor de clavel,
Al enterrar a Zamora
No lo volverás a ver.
Lloraba su Compañía,
Lloraba sin compasión,
De ver a su Capitán
Que lo llevan al Panteón.
Rosa, rosita de Jericó,
Su primer banderillero
De un balazo lo mató.
Es muy triste recordar
Dice don Ponciano Díaz,
Que Lino Zamora, ya
Acabó sus tristes días.
Ya con esta me despido.
Con los rayos de la aurora.
Aquí se acaban cantando
Los recuerdos de Zamora.
Rosa, rosita, flor de Belém,
Ya murió Lino Zamora,
Requiescat in pace. Amén.
Y la Prisciliana, ¿qué fue de ella?
Al poco tiempo de que ocurrió la tragedia, abandonó la ciudad de Zacatecas en la más absoluta discreción, acompañada del «maestro». En el recorrido las reflexiones entre ambos fueron profusas y difusas a un mismo tiempo.
«Mañana el mundo estará igual y así hasta la muerte -insistió el Maestro- yo sé que sólo se salvarán los firmes que tengan fe y que crean en lo que quieren. Vendrá la ayuda del cielo, Prisciliana, tenlo presente. Dios quiera encaminar a los que se han perdido; Dios quiera que esa oscuridad que existe en los hombres para saber qué es lo que quieren o para guardar lo que sienten suyo, se aclare… El, nos mandará la serenidad».
Y con estas reflexiones termina la novela, y también nuestra colaboración.
Lo poco que existe como evidencia gráfica acerca del protagonista de esta historia es suficiente para conocerlo un poco más de cerca.