NOVEDAD DEL PASADO… TAURINO.

MUSEO GALERÍA-TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Novedad del pasado… o volver presente el pasado taurino, y en especial el de México, tiene como objeto traer al presente lo ya ocurrido con objeto de entenderlo y así darnos una idea más clara y precisa sobre la manera en que aquellos sucesos o personajes dejaron huella o lo fueron debido a una influencia externa, aspectos que, en su conjunto deberán analizarse con cuidado muy especial, evitando con ello una mala interpretación.

   Sin embargo, es de llamar la atención que en este 2010, que en breve llegará a su fin, en términos del contexto del Bicentenario el balance relacionado con el toreo en México fue mínimo en actividades y análisis, lo que es de lamentar, ante una riqueza documental, iconográfica e histórica muy abundante. Un espectáculo a la baja como el de los toros refleja hoy día, un alto grado de crisis que a pocos interesa y a muchos les confiere altas posibilidades de arremeter contra él sin misericordia alguna. De ahí que la embestida catalana de agosto pasado dejara sentado un precedente muy particular. Es el principio del fin dijeron unos, tiene los días contados, sentenciaron otros. Tal circunstancia fue en todo caso la muestra condenatoria más delicada que haya recibido la fiesta de toros en muchos años, de ahí que siga siendo urgente el respaldo, pero también el análisis no solo de aficionados o intelectuales. También de las instituciones. Por motivos como el señalado aquí, representa para un servidor la forma de responder con análisis y reflexiones no solo dirigidas al sector de aficionados tradicionales. Me interesa, y mucho, orientar dichos quehaceres hacia el conjunto de generaciones emergentes que cada vez se interesan menos por una expresión de esta naturaleza. La cultura ecológica impartida desde los primeros años de su educación genera en los niños efectos de sensibilidad más congruente con los tiempos que corren, plagados de fenómenos globales como el cambio climático, por ejemplo. De ahí que entre el conjunto de temas que, como fibras sensibles se discuten abiertamente, el de los toros se convierta en uno de los de mayor tensión; o tema incómodo al fin y al cabo. 

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Hace ya 14 años que la Lotería Nacional dedicó un concurso en memoria de Ponciano Díaz.

   El toreo en México no es obra de la casualidad. No es de ayer. Tiene ya casi 500 años entre nosotros, de ahí que sea conveniente una lectura detenida a cada uno de los principales pasajes que lo han constituido. Por eso, en esta ocasión, he decidido centrar mi atención en un importante personaje de finales del siglo XIX. Me refiero a Ponciano Díaz Salinas. Quizá una buena parte de la población actual sepa algo de él porque existen algunas calles que llevan su nombre. Sin embargo estamos ante un personaje, que por sí solo ocupa un capítulo importante en esta revisión.

   Ponciano Díaz viene al mundo el 19 de noviembre de 1856, por lo que bien vale la pena celebrar el 157 aniversario de su nacimiento, mismo que ocurre en la hacienda ganadera de Atenco, enclavada en el Valle de Toluca. Sobre Ponciano se han tejido diversas historias que se tiñen de un romanticismo que raya en la chabacanería, y con eso es preciso terminar, pero también aclarar, evitando en la medida de lo posible que se siga deformando su perfil en tanto ser humano de carne, hueso y espíritu.

   Es cierto que Ponciano se forma en un medio eminentemente rural y allí forja buena parte de lo que significó como charro, conviviendo entre toros y caballos, expresiones que luego trascendería en el espacio urbano. Para 1876 comenzó su andar por plazas, acompañando a sus coterráneos Tomás Hernández “El Brujo”, y sus hijos Felipe y José María Hernández quienes hicieron suyos los consejos del torero español Bernardo Gaviño y Rueda, mismo que con notable frecuencia acudía a seleccionar ganado atenqueño para lidiarlo más tarde en distintas plazas del centro del país.

   El 1º de enero de 1877 nuestro personaje actúa en Santiago Tianguistenco, México como “Capitán de gladiadores”, término que se daba por aquella época al primer espada de una cuadrilla. Dos años más tarde, y en Puebla, Gaviño, le concede el 13 de abril una alternativa apócrifa, por la sencilla razón de que Bernardo no había obtenido ese privilegio en España, habiendo salido de su patria a edad muy temprana. En el libro de mi autoría lo defino así: Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX. Y es que este personaje ejerció un radio de influencia sin precedentes, ya que se convierte en un auténtico “patriarca” o “mandón” del toreo. Sin embargo, no contaba con alternativa. Pero esto, para él, era lo de menos. Varias generaciones de toreros “aborígenes”, término con el que la prensa de la época definía a los nuestros, abrevaron de la experiencia de aquel “maestro” quien influyó no sólo entre la gente de coleta. También se codeó lo mismo con presidentes de la república que con el pueblo llano. Tales circunstancias, permitieron a Gaviño el control absoluto de la tauromaquia en México de mediados del siglo XIX, y entendió que con el ganado de Atenco tenía garantizada la construcción de un “imperio” que luego devino “dictadura” pues imponía, fijaba línea, levantaba o tiraba muros, habiendo momentos en que su decisión estaba por encima de todo.

   El Bernardo Gaviño que he estudiado por muchos años, fue un torero que, según el rastreo de todas sus actuaciones, alcanza las 725 no sólo en nuestro país. También en Uruguay, Cuba, Venezuela y Perú, y aunque haya algunos autores que no le den la importancia que merece, todos esos años por ruedos nacionales y extranjeros significan no una casualidad. Sí un hecho concreto de realidades para entenderlo como una gran figura que legó, en este caso a nuestra tauromaquia los cimientos elementales que permitieron la adquisición de un espíritu que, en sus manos no podía ser ni nacionalista ni tampoco hispano, y menos en unos momentos de definición para el nuevo país que empezaba a ser México. En todo caso se puso en práctica un nuevo mestizaje taurino, cuya puesta en escena fue un in crescendo fascinante tarde a tarde. Gaviño además, fomenta un espectáculo de ricos matices parataurinos cuya concepción va de la lidia convencional de varios toros, pasando por agregados como mojigangas, jaripeos, manganeos, toros embolados, globos aerostáticos, fuegos de artificio… y todo en una misma función. Esto se repitió intermitentemente hasta el punto de que aquellos pasajes se desgastaron tanto que ya no fue posible mantenerlos porque llegó el momento en que el gaditano envejeció y ya no pudo mantener su imperio. Una colateral importante en su periplo fue el torero atenqueño Ponciano Díaz.

   Recuperado el hilo de la conversación en Ponciano Díaz, debo mencionar que tuvo el privilegio de ser poseedor de una summa del toreo, misma razón que sirvió para que su fama escalara unos niveles sin precedentes, hasta convertirlo en ídolo popular. La anécdota que a continuación se incluye, es el mejor ejemplo de aquella circunstancia.

   En los días de mayor auge del lidiador aborigen, el sabio doctor don Porfirio Parra decía a Luis G. Urbina, el poeta, entonces mozo, que se asomaba al balcón de la poesía con un opusculito de “Versos” que le prologaba Justo Sierra:

 -Convéncete, hay en México dos Porfirios extraordinarios: el Presidente y yo. Al presidente le hacen más caso que a mí. Es natural. Pero tengo mi desquite. Y es que también hay dos estupendos Díaz -Ponciano y don Porfirio-: nuestro pueblo aplaude, admira más a Ponciano que a don Porfirio.

 Y aquí una curiosa interpretación:

 En aquellos felices tiempos, comenta Manuel Leal, con esa socarronería monástica que le conocemos, había tres cosas indiscutibles: La Virgen de Guadalupe, Ponciano Díaz y los curados de Apam…

    Su fama sube como la espuma del mar y como gran personaje le dedican versos, corridos; su figura queda registrada en grabados, cromolitografías. Lo cantan en marchas y zarzuelas. El 15 de enero de 1888, al inaugurar su plaza, la de “Bucareli”, tal ocasión se convirtió en un festejo inenarrable, ya que, entre otras cosas, su pecho fue cruzado por bandas tricolores, y su cabeza coronada por laureles. De los cielos descendió Joaquín de la Cantolla y Rico, y al bajar de la canastilla, este “poncianista furibundo” le dio un fuerte abrazo. Y Ponciano, tanto a pie como a caballo hizo las delicias esa tarde, como ocurriría en muchas otras jornadas. El 17 de octubre de 1889 y en la plaza de Madrid, recibió la alternativa de Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Guerra “Guerrita”. Pero tal fecha parece haberse convertido en el parteaguas de su destino. Y es que Ponciano habiendo sido el pendón del nacionalismo taurino por varios años, hasta antes de la alternativa, por el sólo hecho de recibirla en España, tal circunstancia representó para él, pero sobre todo para la afición incondicional, el momento de la traición. Así que regresar a México y volver a torear ya no fue lo mismo. La afición le dio la espalda y Ponciano tuvo que refugiarse en provincia con afanes de recuperar viejas glorias. Pero ya nada fue igual. A este acontecimiento debe sumarse el hecho de que se convierte en empresario, y buen empresario para eso de los dineros, pero malo, muy malo para eso de los resultados en el ruedo. Adquiere ganado de dudosa procedencia y su plaza, la de “Bucareli” fue blanco de la furia popular en más de una ocasión. Pero allí no para todo. Al “torero con bigotes” le dio por la bebida y al morir, el 15 de abril de 1899, precisamente de cirrosis hepática muere también el último reducto de aquellas manifestaciones híbridas, tanto a pie como a caballo de las que fue particular exponente, y guerrero en más de cien batallas frente a un ya bien consolidado ejército que detentaba el capítulo del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna, al parecer su máximo enemigo. Como dato curioso Debo agregar que en otra investigación de mi autoría denominada: Ponciano Díaz Salinas, torero del XIX, a la luz del XXI, trabajo que, en forma paralela realicé junto al de la hacienda de Atenco y a la biografía de Bernardo Gaviño y Rueda, concluyo que de las 713 actuaciones contabilizadas hasta este momento, Ponciano Díaz se enfrentó en 78 ocasiones a toros de Atenco, datos por demás interesantes, y que nos dan una idea de la dimensión adquirida por este personaje, a quien se le prodigaron decenas de versos como los que a continuación reproduzco y que se publicaron en 1887: 

DÍSTICOS.

 Eres humilde artista mexicano

Cual fue valiente Cuauhtemoc, tu hermano.

 

México bate palmas glorificando a su hijo,

Que eclipsa los laureles del bravo Lagartijo.

Ni Cara-ancha, ni el Gallo, ni Espartero

Te superan a ti como torero.

 

Héroe en la plaza, simpático al lidiar

Eres perfecto amigo, un ángel en tu hogar.

 

Brilla en tu frente la audacia y el valor

Nadie te iguala, sereno matador.

 

No hay más allá, ni más certera mano

Al matar, que la diestra de Ponciano.

 

Viva siempre el diestro mexicano

Emulo digno del torero hispano.

 

Te aplaudimos contentos, placenteros,

Orgullo de tu patria, rey de los toreros.

 

Es tu gloria escuchar al mexicano

Entusiasta gritar: ¡¡Ahora Ponciano!!

 

En el valiente suelo mexicano

Nació para la lid el gran Ponciano.

                                            Anónimo.

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