EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Una nueva nominación a favor de la tauromaquia en México se acaba de dar en el estado de Zacatecas. La noticia se divulgó por internet de esta manera:
Disponible junio 28, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=16097
Tal asunto contrarresta ciertas disposiciones que prohíben, entre otras expresiones, las corridas de toros en estados como Veracruz o Sonora donde la práctica de este patrimonio o legado no es ni ha sido una constante a lo largo de la historia reciente, lo cual no es por ahora, ninguna situación riesgosa.
Sin embargo, y como ha sido una referencia en este blog, creo que en la medida en la cual exista mayor cohesión de todas las partes involucradas, en esa medida obtendremos un resultado que a todos nos dejará con plena satisfacción. Aunque como se sabe, después de ese “triunfo” que tanto se anhela, vendría una complicada labor de defensa y claro, a la hora de poner cara a ese empeño vamos a ver de “qué cuero salen más correas…”
Un posible escenario nos pone frente a condiciones donde el trabajo por hacer será muy comprometedor. Para ello habrá necesidad de construir las directrices generales que orienten y reorienten el propósito con el que cada uno de los países asumirán su parte. En el caso de México, parece oportuno sugerir que sea una sola instancia la encargada de dichas tareas, las de la conservación y preservación de ese patrimonio cultural e inmaterial, tomando en cuenta las recomendaciones más apropiadas para ser afines con el quehacer de los siete países restantes, de tal forma que ciertos balances se conviertan en parámetros u objetivos precisos a cumplir.
Hace tiempo hubo un capítulo que, por fortuna no terminó en desagradable polémica, ventilada además en la revista Proceso. El caso es que un servidor en entrevista había propuesto la creación de un Organismo no gubernamental (ONG por sus siglas), que siguiese el modelo del Observatorio Taurino Francés, en el entendido de que en el país galo tal institución está convertida en el referente que habrá de encarar las futuras acciones de blindaje a favor de la tauromaquia, como ya lo viene haciendo de un tiempo a esta parte con dos responsables fundamentales: François Zumbiehl y André Viard. La respuesta de la entonces funcionaria de Culturas Populares, dependiente de CONACULTA expresaba el hecho de que precisamente Culturas Populares es la instancia destinada para ese propósito. Bien, si la nominación por parte de la UNESCO fuese favorable a la tauromaquia, esto permitiría entonces que Culturas Populares hiciera suyo el compromiso de asumir todas las gestiones y tareas, y para ello tendría que existir un área o una oficina que estuviese pendiente de todas las labores en torno a la defensa de este patrimonio. Sin embargo, de lo expuesto hasta ahora, y si no fuera suficiente con dicha área, ¿quién daría certeza sobre el cumplimiento que desde el estado debe haber al respecto de tal responsabilidad? ¿Será preciso, seguir el modelo francés y poner en marcha un Observatorio Taurino Mexicano?
La política y la cultura ya se ve, no tienen buen maridaje en este país, de ahí que la cultura sea uno de los rubros más castigados a la hora de que se asigna el presupuesto anual correspondiente. Las áreas dependientes de tales dineros sufren restricciones y limitaciones lo que, en algunos casos lleva al fracaso muchos proyectos o se posponen otros porque no hay lo suficiente. Justo en ese ámbito tendría que entrar una gestión como la que aquí se viene planteando, apenas en un escenario posible –virtual si ustedes quieren-, pero al fin y al cabo el que tendríamos que asumir en caso de que el asunto prosperara favorablemente.
Si no fuera así, y espero que tal situación no se concrete, nos llevaría a poner en práctica otra estrategia, igual de significativa para blindar el espectáculo de todos los posibles ataques, legitimar su existencia a partir de cuantos elementos nos permita disponer la historia, la antropología, la sociología, la filosofía y demás áreas del razonamiento humano con vistas a sustentar su pervivencia, sobre todo en la condición de un país que, como el nuestro, ha pasado por un largo y complejo proceso de asimilación y mestizaje, mismo que no empezó con la conquista. Esos síntomas estaban desarrollándose en el periodo prehispánico y, con la presencia hispana todavía vino a ser más entreverada esa circunstancia, al punto de que un elemento de vida cotidiana como el toreo se convirtió también en una suerte de el mestizaje de los mestizajes (Antonio Malacara dixit).[1]
A trece años de que la tauromaquia en México alcance sus 500 años de presencia, estamos en una situación crítica, inestable en cuanto a conseguir o no los propósitos que la maquinaria de la nominación de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad que la UNESCO habría de dar en el entendido de que se cumplan una serie de requisitos para alcanzar ese objetivo. Lo anterior hace que pongamos los ojos en propósitos y tareas mucho más comprometidas, dejando de lado nuestra peculiar suma de actitudes, donde el protagonismo es una de esas manchas que se destilan con mucha frecuencia en el medio, en tanto que los argumentos de peso, los que tienen un valor significativo parecen no tener la suficiente carga para incluirlos como arma de defensa, ahora que tanto se necesitan para justificar la presencia de –insisto-, este patrimonio o legado en nuestra cultura.
Cabe aclarar que con frecuencia los taurinos suman fuerzas y hasta se han lanzado a la calle para demostrar en sendas manifestaciones su defensa y afecto al espectáculo. Sin embargo, esto no es suficiente si para ello no se cuenta con aquellos elementos que vendrían a cohesionar y a consolidar la razón de su defensa. Tales elementos, como ya se ha dicho aquí con bastante terquedad, son los que provienen de una explicación sujeta al análisis académico en su conjunto, lo que permite tener un panorama claro del porqué de su pervivencia, sobre todo cuando imperan unos valores impuestos por las nuevas sociedades, así como por sus ideologías, mismas que entran en conflicto cuando en aras de defender tales convicciones, a veces no tienen conocimiento de que existen otras igual de valiosas y que se extienden con su despliegue de influencia por varios siglos de andar, permeando la forma de ser y de pensar de estas o aquellas culturas que decidieron hacer suyo el espectáculo. Sin embargo, la que hoy se mueve en inquieta condición para imponerse como la más apropiada con respecto a los tiempos que corren, prácticamente “choca” con esas expresiones y las rechaza, pero además pretende exterminarlas lo que es aún más peligroso, pues de ocurrir tal medida, se corre el riesgo de que esta heterogeneidad de culturas quede desmembrada en alguna de sus raíces fundamentales. Tal coyuntura no viene bien si en estos momentos la modernidad negara el pasado, así sin más. El efecto no sólo sería pulverizar ese conjunto de manifestaciones culturales, sino que afectaría a todo aquel sistema que lo ha sostenido, con lo que se produciría una especie de “efecto dominó” o de “Tsunami” que también causaría efectos irreversibles en otras condiciones que son propias de cierto sector de la población en este planeta, justo como ahora se resienten los efectos del cambio climático, por ejemplo. Lo anterior no tiene como propósito poner a funcionar la señal de alarma, pero sí a prevenir lo que el futuro incierto podría ponernos en frente.
30 de junio de 2013.
[1] Disponible junio 28, 2013 en: http://udual.wordpress.com/2013/06/14/el-jazz-actual-es-un-mestizaje-de-los-mestizajes-antonio-malacara/