OPINIONES DE UN ARGOS MUY VISCERAL CONTRA LOS TOROS.

ILUSTRADOR TAURINO. 

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Prejuicioso, sexista, discriminador sexual y discriminador de género, crítico ácido de la sociedad y de sus “enfermedades políticas”. Crítico taurino, aunque visceral en sus observaciones, nos deja a pesar de todo, una serie de detalles que sirven para entender la manera en que se desarrollaban las corridas de toros de hace poco más de 150 años en nuestro país, ese nuevo estado-nación que se dejó seducir de toda una serie de aspiraciones. Y justo en esos momentos privaba una fuerte influencia de masones, yorkinos y escoceses que permeaban con sus ideas entre quienes se sentían comprometidos con el destino y el futuro del país que ya se debatía en fuertes bandazos. Argos, que con esta máscara firmaba el apreciable redactor, sigue más adelante en su batalla, aplicando juicio sumario, poniendo lo mismo en la balanza, de un lado a los toros y del otro a las funciones de teatro y a cada uno lo pone en su justa realidad, la que se ha construido a lo largo de los siglos, pero que una visión tan cerrada no alcanzaba a entender más allá de nada. “No regañemos a los muertos. Entendámoslos” Sin embargo lo que opina el distinguido personaje hace entender que solo fija sus ojos –cual Argos- en las deformaciones de la sociedad, sobre todo de aquel sector afecto a las corridas de toros, que como podrá apreciarse, no eran de muy buen ver. Seguramente, en el fondo, es también una fuerte crítica a los malos manejos que por entonces está llevando desde el punto de vista administrativo el señor Manuel de la Barrera, asentista de toros, de teatros, encargado de los asuntos de la basura, amigo de presidentes… Es decir, un personaje influyente por donde quiera mirársele. Y allí están los ojos de Argos, tratando en este gran mensaje subliminal, de hacerle la “vida de cuadritos” al poderoso Barrera. Desde luego no falta tampoco ese dejo de conservadurismo religioso que destila el redactor y que pone en juego a la hora de seguir insistiendo en la necesaria emancipación de las corridas de toros, que observa como un mal necesario, como una herencia incómoda también de lo que significaron tres siglos de influencia española entre nosotros, pero que dejaron un daño, una deformación que era conveniente extirpar.

   Ya lo he dicho en algún otro momento, y si no lo traigo a cuento: Entre muchas influencias españolas, tres cosas quedaron como marca de fuego en este pueblo: la religión católica, el burocratismo y las corridas de toros. Cada una de ellas, en su peculiar y particular circunstancia siguen siendo un verdadero fenómeno, aún en los tiempos que corren, y para lo cual ya es precisamente un 2013 bastante avanzado.

Julio, 2013.

EL MOSQUITO MEXICANO, D.F., del 3 de junio de 1836, p. 2 y 3:

Mayo 24 de 1836.

   Sres. editores. Me admira y me ha admirado mucho tiempo hace la simpleza de muchos mexicanos que no les enfada la diversión semanaria, si es que lo es, de ir a ver lidiar los toros; pues prescindiendo de que es una práctica bárbara la de divertirse mirando correr sangre, dar estocadas, y ver ese peligro de los toreros ¿no debía dejar de enfadar la monotonía de esa insulsa diversión, en que se están repitiendo unos mismos actos, de una misma manera, sin tener otra diferencia, que los colores de los toros que se torean; de modo que así como se toreó el primer toro que se lidió en el mundo, así se han toreado todos y se toreará el embolado con que concluirá la fiesta del día del juicio. ¿Y por un espectáculo tan insulso se desviven los mexicanos? Vaya, que es menester verlo para creerlo. Pues todavía es más notable que concurran las señoras a ver actos de barbarie y divertirse con ellos, no obstante sus gritos, monerías y aspavientos con que divierten a los concurrentes cuando el toro parece que ya alcanza al torero. ¿Qué van a hacer allí las mujeres? Esto sí que asombra; no puede atribuirse a otro motivo semejante fenómeno, que a la mala educación, preocupaciones y hábitos ridículos. Si en los hombres no encuentra el hombre juicioso razones con que disculpar esa pasión insensata por un espectáculo tan insípido y bárbaro, ajeno de estos tiempos de ilustración, ¿cómo podrá hallarse disculpa para las mexicanas que gustan de los toros? Esto es inconcebible.

   No lo es menos el que se diviertan con esas sandeces con que se intenta variar o amenizar las corridas de toros, con figurones, torear en burros, colear en pelo, y otras frioleras semejantes, que mas bien deben causar enfado, y pensar que los que se aprovechan de nuestra necedad, se burlan de nosotros, ofreciéndonos unos juegos que solo para los muchachos serían dignos; pero con ellos nos sacan el dinero y nos emboban.

   Por poco que se medite lo que es una corrida de toros, y se compare su diversión con la del teatro, se verá la diferencia tan notable que hay entre uno y otro espectáculo; aquel todo es horror, sangre y peligros; este música, dulzura y alegría; chiflos, ruido, gritería el uno; canciones, sosiego y decencia el otro; monotonía, incivilidad, actos de barbarie el primero; variedad, instrucción y finura el segundo. ¿Por qué, pues, se adopta la concurrencia a la plaza de toros, que contribuye no poco a endurecer los ánimos, y se desprecia la del teatro que instruye y puede mejorar las costumbres? A la importancia que se daba a las corridas de toros en tiempo del gobierno español, haciéndolas muy raras por celebrarse con ellas las coronaciones de los reyes, infundió en los ánimos un cierto aprecio que se ha hecho hereditario; y por otra parte, una policía mal dirigida, que ha facilitado la frecuencia y baratura de ese espectáculo, que ya que no se hubiese desterrado de entre nosotros, por lo menos se hubiera mantenido en su antigua rareza;[1] cuando por otra parte la carestía de los asientos en el coliseo ha alejado a la gente pobre de esa diversión verdaderamente instructiva.

   El teatro llamado de los Gallos o provisional que debió haber proporcionado diversiones cómodas para el pueblo, ha sido tan mal dirigido, así por la elección de piezas como por la codicia con que se ha pretendido hacerlo tan costoso o mas que el teatro principal, dejó de ser concurrido, perdiendo así el modo de vivir que les hubiera proporcionado a los que con título de aficionados se habían dedicado á él, y el pueblo no tiene donde distraerse los días de fiesta; con cuyo motivo no dejará de concurrir a los toros, mientras no se le proporcione diversión poco costosa.

   Estando tan escasos los arbitrios para ganar la vida, podrán dedicarse muchos que no tienen ninguno, a los ejercicios teatrales; y ofrecer al público diversiones cómodas en precio y útiles para ilustrarlo; de cuyo modo se irán abandonando los usos y costumbres góticas, heredadas de nuestros antiguos dominadores, pudiendo desarrollar habilidades que nos excusen solicitar de Europa a mucho costo, actores y actrices que nos divierten en latín o en italiano, que casi es lo mismo para no entenderlo, puesta hasta en esto ha de prevalecer la moda.[2] Proporcionando comedias, con sus intermedios de baile como antiguamente para amenizar el espectáculo, y sus sonecitos o sainetes, a precios moderados, no dejará de haber gran concurso con utilidad de los que a ellos se dediquen; porque siendo barato el precio, la concurrencia aumenta las entradas, y la carestía las disminuye hasta el caso de no poderse costear; agréguese al teatro de los Gallos otra galería más, y sea la entrada al patio y palcos a 2 reales y las cazuelas a 1, trabajándose solo los días de fiesta, y les tendrá cuenta a lo que intenten la empresa; pero no tengan el gusto tan estragado como el de Joaquín Pastrana para dar en espectáculo ridiculizando así, los principales misterios de nuestra religión.

   Ya he sido largo; quizá plumas mejor cortadas tomarán a su cargo desarraigar la afición a las corridas de toros, según los deseos del viejo de cien ojos.-Argos.


[1] La gran plaza de S. Pablo que fue víctima de un incendio, era del ayuntamiento, cuando la autoridad política debía ya que no impedir absolutamente, a lo menos hacer raras las corridas de toros.

[2] ¿No será ridículo que en Italia se cantasen canciones en mexicano? Del mismo modo lo es a mi entender, que en México se cante en italiano; creo que no hay dificultad en traducir las óperas, arreglando el metro a la música italiana para que fueran más agradables, entendiéndose la letra delo que se canta; pro esto sería ir contra la moda.

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