Archivo mensual: agosto 2013

SAN NICOLÁS PERALTA: GANADERÍA QUE EN EL PASADO DIO ESPLENDOR A LA FIESTA.

ILUSTRADOR TAURINO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    La ganadería de toros bravos en México tuvo en otras épocas, auténticos baluartes hoy desaparecidos, quedando como huella de su imponente paso la casa, la casona, el casco, el corazón de donde emanaron acontecimientos que dieron vida a una fiesta que fue, en su momento, también esplendorosa.

   Hoy ya no resultan familiares nombres como los de El Cazadero, Cruces, Guanamé, Parangueo, San Nicolás Peralta, San Diego de los Padres, Santín y otras que dieron lustre a una fiesta que tuvo, como en nuestros días, dimensión sin igual.

   En el pasado estas y otras haciendas cuyos dueños dedicaron y entregaron todo su cariño, hubo auténticos milagros de la bravura que siguen siendo ejemplo del empeño. La fiesta de toros en los últimos 150 años ha tenido cambios más de forma que de fondo y en esas modificaciones, la participación de ganaderías próceres como estas y muchas otras más dejaron marca de fuego para la historia.

   Desde lugares como estos se gestaron actividades tan intensas como evocadoras, que abarcaban en nacimiento de los erales, el destete, hasta las primeras pruebas por las que pasaban los becerros, y su selección posterior para las corridas, unos años más tarde.

   En lugares como los indicados, surgieron verdaderos movimientos que en el pasado tuvieron una vida que hoy se registra de otra manera. La modernidad en algunos casos las ha hecho suyas, pero asimismo descendientes de la estirpe original o nuevos dueños se encargan de mantenerlas vigentes. Pocas, por no decir que ninguna ha desaparecido.

   Por ese motivo, me ocuparé de la de San Nicolás Peralta.

GEP_T.I_p. 127 Guillermo Ernesto Padilla: Historia de la plaza EL TOREO. 1907-1968. México. México, Imprenta Monterrey y Espectáculos Futuro, S.A. de C.V. 1970 y 1989. 2 v. Ils., retrs., fots., T. II., p. 127.

    Esta hacienda fue propiedad del singular Ignacio de la Torre y Mier, casado con Amada Díaz, hija de Porfirio Díaz. Estaba ubicada en el municipio de Lerma, y junto a la Gavia, eran de las haciendas más ricas del estado de México. La hacienda de Peralta, antigua propiedad de los jesuitas, la heredó de su madre, Luisa Mier, hija de Gregorio Mier y Terán. Era una propiedad que reunía lujos y comodidades. Entre otras, la finca contaba con dínamo propio, con teléfonos que la comunicaban con todo el estado y la capital de la República, y surcaban las aguas de los numerosos canales que cruzan la hacienda hermosas embarcaciones de remos, nafta y vapor.

 IGNACIO DE LA TORRE y MIER

Ignacio de la Torre y Mier. (Padilla, op. Cit).

    Las fiestas que se realizaban en la hacienda de San Nicolás eran memorables, asistían a ellas numerosos invitados entre los que destacaba, además del presidente Díaz, el gobernador del Estado.

   De San Nicolás Peralta anota Heriberto Lanfranchi en su libro Historia del toro bravo mexicano:

 San Nicolás Peralta.-(Amomolulco, Edo. De México). D. Ignacio de la Torre y Mier compró todo el ganado de El Cazadero (Querétaro) en 1904, seleccionó las vacas y las puso con más de 40 sementales de Veragua, Saltillo, Anastasio Martín, Concha y Sierra, Ibarra y Miura. La hacienda fue incautada de 1911 a 1925 y todo lo que quedaba del ganado se fue a Xajay, Peñuelas y Jalpa.

 H.L._HTBM_p. 40

Heriberto Lanfranchi: Historia del toro bravo mexicano. México, Asociación Nacional de criadores de toros de lidia, 1983. 352 p. ils., grabs., p. 40.

    Un hecho lamentable fue el infortunio que padeció de la Torre y Mier en tiempos de la revolución, al ser secuestrado por los zapatistas, por quien además se pidió una fuerte suma por su rescate. De esto nos da un completo informe el Sr. José Julio Barbabosa, dueño que fue de Santín, apuntes que encontramos en su obra manuscrita: Nº 3 Orijen [sic] de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(osé) J(ulio) B(arbabosa). Santín, Nbre 2 de 1914:

    Respecto a la de Peralta, como al desgraciado de D. Ignacio de la Torre lo tuvieron los zapatistas muchos meses preso en Morelos, y por fin se fue para los E. U. sin volver para nada a Peralta quedó a merced de los revolucionarios, los que acabaron con todo el ganado manso que tenía la hacienda, y aún parte del bravo, y este estuvo muchos meses en la Hda. de Da. Rosa no se con que carácter, y después regresó a Peralta, y por todos estos motivos creo que está muy abandonada porque como es sabido, el infeliz de De la Torre murió en Estados Unidos, abandonado de su Señora, única persona que componía su familia y no sabemos quede en México persona que vea por la Hacienda, la que en la actualidad queda reducida a las reses bravas de que he hablado muy mermadas porque me consta que mataron muchas, y cuarenta y tantas vacas mansas, todas de desecho que por quebradas, chuecas y malas dejaron, y la verdad que como no he visto ninguna corrida de dos o tres que ha lidiado, no se en que estado estará esa ganadería como brava.

 GEP_T.I_p. 148

Guillermo Ernesto Padilla: Historia de la plaza EL TOREO. 1907-1968. México. México, Imprenta Monterrey y Espectáculos Futuro, S.A. de C.V. 1970 y 1989. 2 v. Ils., retrs., fots., T. II., p. 148.

    Aunque fue hasta el 21 de julio de 1929 cuando se lidiaron por primera vez toros mexicanos de Piedras Negras en España (siendo precisamente en la plaza de toros de San Sebastián (Guipúzcoa), a continuación presento un interesante antecedente, que, aunque nos prosperó queda como interesante dato:

 Abril 18 de 1916

    El domingo próximo pasado (Domingo de Ramos) se jugó en México anunciada con mucho bombo una corrida de toros de Peralta, corrida que estaba destinada a Madrid y no sé porque circunstancia no fue. La verdad es que a mi me vio Diego Prieto para que le vendiera algunos toros para llevar a España, y le contesté “que no admitiría por ningún dinero que mis toros por mi conducto o mi consentimiento fueran a poner en evidencia a mi pobre país, que sobraba el ridículo en que estaba con nuestras guerras y tonterías para que yo aumentara este, mandando toros a donde está la flor y nata de ellos”. Pero como no todos los hombres pensamos lo mismo, tenían listas de Piedras Negras 2 corridas y de Peralta una, la que hoy repito se jugó anunciándose como toros destinados a la Plaza de Madrid y el beneficio de “Cuatro Dedos” y el resultado fue un fiasco completo en los toros, porque a cambio de uno que dicen fue muy buen toro, tanto que hasta le dieron la vuelta al ruedo, 3 fueron tan malos como lo peor que se pueda imaginar. Uno lo devolvieron al corral y los otros se los hicieron pasar al público a fuerza, y en contra de las protestas del mismo, y los 3 restantes cumplieron muy medianamente. Por supuesto que no faltó del público quien gritara “De lo que se perdió el público madrileño”. Ojalá y jugaran los Piedras Negras, haber si como estos iban a poner en ridículo a esta nuestra infeliz república, y a los ganaderos de paso, pero estos a la verdad bien lo merecen por atrevidos, ambiciosos, los que a la verdad como de costumbre se muestra muy poca apenas bien ninguna vergüenza.

 IGNACIO DE LA TORRE y MIER2

Padilla, ibidem.

    Aunque parezca una hacienda olvidada en nuestros días, y que padeció en su momento de mayor esplendor terribles golpes que la minaron hasta que no quedó piedra sobre piedra, el hecho es que San Nicolás Peralta fue en su tiempo una ganadería de suyo importante, donde fue posible que se reunieran simientes de la mejor calidad, que para los inicios del siglo XX estaban causando revuelo debido a sus particulares características.

   He allí algunos apuntes sobre una hacienda que en el pasado dejó huella.

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NOS HEMOS ACOSTUMBRADO MUCHO A LOS ANTIFACES, A LAS MÁSCARAS.

EDITORIAL

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Desde fuera, quienes tienen una visión ajena de la tauromaquia, y que por ende les es indiferente, pero que no por ello la ignoran, tiene sobre el espectáculo taurino un concepto bastante exacto, cuando suelen preguntar –y quizá sea la pregunta más recurrente-, sobre la crisis de la fiesta. Es decir, al margen de su peculiar inclinación tienen una perspectiva bastante radical, bastante limitada en datos, en informes, pero llegan a ellos ese tipo de escenarios tan burdos como aparentemente resulta o parece ser la realidad.

   No es gratuito este apunte, pero si desde tal perspectiva tienen una opinión así, ¿qué pasa desde dentro con las opiniones valiosas de pensamientos centrados y congruentes, con los cuales podemos conocer no tanto una visión imparcial, sino al fin y al cabo inteligente, tan necesaria para tomarla como bandera y defensa de intereses, de quienes nos consideramos aficionados, sin más?

   Aunque muchas veces también la solución proviene del anonimato, de la voz venida de los tendidos que, con gritos precisos y filosos al mismo tiempo dan respuesta fulminante al estado de cosas de una fiesta que parece transcurrir sin que se enteren los anfitriones del relajamiento. Al contrario, parecen alentarlo con diversos actitudes de provocación y eso repercute de forma tremenda con una prensa mayoritariamente oficiosa, entregada de forma incondicional, los que, en conjunto son un frente común y faccioso en contra de una prensa independiente, que son los menos, con posibilidades del mismo calibre. Es decir nulas.

   También es de lamentar el hecho de que en nuestro país, con toda la infraestructura montada para la realización de festejos taurino no se manifiesta la condición de una auténtica industria articulada con vistas a consolidar y dar continuidad a una gran empresa, capaz de mantener en activo a infinidad de personas con ingresos seguros como ocurre en España. Nuestra capacidad respecto a la hispana es de una tercera parte con síntomas de ferias venidas a menos, ganaderías y toreros marginados que ven como suben los índices de popularidad de pequeños grupos privilegiados tanto de criadores de reses bravas como de matadores con alternativa, los cuales de manera frecuente se exponen a determinadas evidencias, no siempre gratas, pero a las que ya se acostumbraron luego de recorrer, no sé exactamente cuántas veces el “círculo vicioso”.

   Por todas estas razones parece lógico manifestar y traducir una de tantas aristas de las que se desprenden imágenes que llegan hasta una comunidad que no cabe en aquellos espectadores transitorios, sino de quienes no siendo taurinos por convicción perciben una realidad quizá condensada pero también polarizada en un tiempo sujeto a los constantes giros mediáticos. Además, en las condiciones anacrónicas en que opera el espectáculo, manteniendo ámbitos recurrentes o reincidentes hasta la náusea, pero que son parte de su entramado más convencional, cotidiano y rutinario, no se ven muchas posibilidades no solo de progreso. También de cambios radicales, porque se trata de un espectáculo alienado –y también alineado- a esas fisuras, con las que parece moverse a sus anchas, sin amenazas de riesgo. Nos hemos acostumbrado mucho a los antifaces, a las máscaras, que ya no sabemos quien de verdad está detrás de ellas, si el bien o el mal; maniqueísmo oscuro que aletea en giros no muy tranquilizadores.

   Todas esas actitudes enfermizas, obsesivas, complacientes parecen ser alimento del acto sado-masoquista que nos gusta representar como aficionados cada ocasión que regresamos a la plaza. Y mientras no haya cambios contundentes, definitivos y tangibles, el mesianismo utópico que solemos construir con frecuencia no será terrenable jamás.

29 de agosto de 2013.

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“EL PANA” SIGUE DANDO DE QUÉ HABLAR EN ESPAÑA.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Recientemente me ocupaba de un acontecimiento en el que Rodolfo Rodríguez “El Pana” se convirtió en protagonista del mismo (véase: https://ahtm.wordpress.com/2013/08/26/la-actuacion-de-rodolfo-rodriguez-el-pana-en-cuenca-espana-el-25-de-agosto-de-2013/).

 CARTEL GENERAL EN CUENCA, ESPAÑA

A veces los mensajes subliminales funcionan, o pueden funcionar en otras circunstancias.

    Sin embargo, y luego del balance que arrojó su actuación en Cuenca, las cosas van rodando conforme podría ser lo previsto, pues ahora comienza a correr el rumor, apenas un hilillo del mismo, sobre el hecho de que una de las próximas comparecencias del también considerado “Brujo de Apizaco” sea la emblemática plaza de Chinchón, la cual se habilita en los días de fiesta sobre el que es un espacio público, a la vieja usanza y con su ruedo irregular, se desarrollan festejos que quedan para la memoria.

   Pues bien, al sonar el nombre de una nueva plaza como la de Chinchón, es por el hecho de que allí podrían estar alternando, entre otros, aunque sólo aparecen por ahora dos nombres en ese ir y venir de noticias que todavía no cuajan, los nombres de Rodolfo Rodríguez “El Pana” y Julián López “El Juli”. Antolín Castro, Director y Editor del portal de internet “Opinión y Toros.com” (http://opinionytoros.com/index.php), además un personaje que ha venido declarando en particular sus preferencias sobre “El Pana”, entre artículos, editoriales y entrevistas, porque se trata de un torero diferente, sugiere en su última nota “Mano a mano “El Pana” y “El Juli” en el tradicional festival de Chinchón, ese es el rumor” (véase: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=43467) y donde afirma, entre otras cosas:

    De confirmarse, estaríamos ante un gran acontecimiento, un inusual cartel, un diferente mano a mano que concitaría el interés de todo el orbe taurino. La máxima figura española en la actualidad, junto al más carismático de los toreros mexicanos de los últimos tiempos. La técnica elaborada y poderosa de El Juli ante el imprevisible toreo espontáneo de El Pana. Un placer contemplar y enfrentar los dos conceptos.

   El torero mexicano, quien actuó el pasado domingo en Cuenca y que espera confirmar en Las Ventas para el Día de la Hispanidad, es un atractivo muy especial en cualquier cartel.

   Sin duda, la presencia de El Pana junto a El Juli supondría un cartel que haría las delicias de todos los aficionados a los toros. Además tendría cita el toreo barroco del mexicano con el escenario de más belleza de cuantos ofrecen festejos taurinos. Cuenta con nuestro total apoyo.

    He allí pues, y como lo reitera Antolín Castro mismo, “de confirmarse…” estaremos ante otro hecho inédito, inusitado, cuyo factor principal sería la variedad con que podría quedar manufacturado el cartel que viene sonando, sonando.

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CARTELERÍA TAURINA EN GUANAJUATO (1873-1923).

EL ARTE… ¡POR EL ARTE!

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Debido al hecho de que este material fue resultado de una experiencia harto interesante, y de la cual pude constatar la condición estética que lo justifica, desde luego que tiene lugar de privilegio en esta categoría de “El arte… ¡Por el arte!” al tratarse de un conjunto de elementos cuyos discursos, el histórico y el artístico se conjugan perfectamente, y además se complementan, como lo veremos a continuación.

   En un trabajo que se acerca al punto final del mismo, y que fue motivo de una reciente visita al Archivo Histórico Municipal de Guanajuato, pretendo compartir con ustedes algunos de los apuntes allí bosquejados. Su título es: “Cartelería taurina en Guanajuato (1873-1923)” el índice lo he constituido de la siguiente manera:

 I. INTRODUCCIÓN

II. La comparecencia de…

III. Sobre las corridas de toros en Celaya. Siglos XIX y XX.

IV. En cuanto al resto de los años…

GUÍA DEL FONDO.

GALERÍA DE IMÁGENES.

OTROS EJEMPLOS.

RETRATOS, IMÁGENES y FOTOGRAFÍAS DESTACADOS.

NOTAS SOBRE UN CAPÍTULO NO CONTEMPLADO.

LOS CARTELES, JOYAS DEL ARTE POPULAR DONDE ENCONTRAMOS EL ANTICIPO DE LAS HAZAÑAS TORERAS.

 CONCLUSIONES.

 BIBLIOGRAFÍA.

 HEMEROGRAFÍA.

 ARCHIVOS.

    De la “Introducción” traigo los siguientes apuntes:

    Diversos archivos históricos del país, tienen el privilegio de custodiar una caudalosa información que se convierte, en rica fuente para investigadores e interesados en el devenir histórico de México, desde tiempos inmemoriales y hasta nuestros días. Uno de ellos es el Archivo Histórico Municipal de la ciudad de Guanajuato.

   Antes de todo, debo agradecer el apoyo que proporcionó para esta consulta el responsable del mismo, el Lic. Luis Ignacio Vázquez Lugo, Jefe de Biblioteca en este Archivo, así como de las Sras. Yolanda Murrieta Barrón, Encargada de Hemeroteca, y de Alma Leticia Rodríguez Palafox, Encargada de Mapoteca, quienes pusieron a mi alcance la mencionada colección, motivo del presente trabajo.

   En la muy particular línea de investigación que trabajo desde hace muchos años, la cual se ocupa de las diversiones públicas y en particular las corridas de toros, el archivo antes citado me proporcionó la grata satisfacción de contar con el fondo documental “Agustín Lanuza”,[1] el cual está integrado por 205 carteles publicitarios de festejos taurinos celebrados (según fechas extremas) entre 1873 y 1923, siendo abundantísimas las muestras que van del último lustro del siglo XIX a los primeros dos del XX. En dichos documentos puede observarse la elevada actividad taurina que se registraba y que hoy sigue registrándose en el estado de Guanajuato. Gracias a ellos puede uno enterarse que la concentración de tal dinámica se daba en plazas como León, Celaya, Irapuato (La Constancia y de la Estación), Silao, Valle de Santiago, Moroleón, Salvatierra, San Francisco del Rincón, Cortázar, Chamacuero de Comonfort, San Luis de la Paz, Salamanca, Ciudad Porfirio Díaz, sin faltar aquellos festejos celebrados en la plaza de “Gavira”, la propia de Guanajuato, del Jaral y del Cantador. También aparece un cartel de la plaza de toros “Colón” de Querétaro, fechado el 27 de enero de 1901 y otro de la de “Paseo” en San Luis Potosí, que trae impresa la fecha del 16 de noviembre de 1903.

   Reitero, la cantidad de festejos da una idea de la intensa actividad que poseían estos espacios, ya fuese por razones de festividades cívicas o religiosas. Incluso de aquellas otras que se organizaban con fines altruistas. Del mismo modo, el grupo documental nos deja ver que en esas ciudades y poblados se encontraban establecidas diversas imprentas en las que a su interior, habría un rico despliegue de elementos tipográficos no solo tradicionales o convencionales, sino también la presencia de los que la modernidad de la época puso al servicio de los impresores. Tal es el caso de la fototipia o impresión fotomecánica, misma que dejaba ver por primera vez las imágenes de los toreros, tomadas muchas veces de las “tarjetas de visita” que fueron común denominador por aquellas épocas. Desde luego que estos trabajos dejan ver los defectos técnicos propios del momento. Sin embargo, reflejan el esfuerzo habido para compaginarse con los adelantos de las impresiones.

   En las tiras de mano o carteles impresos, todos ellos presentados en diversas medidas, se puede colegir que, aunque se trate de copias fotostáticas, el soporte original pudo ser el papel de “china”, el “couché” y otros ofrecidos por los impresores mismos. Los diseños gráficos son diversos. Hay un uso pertinente de orlas, capitulares, dibujos, grabados y hasta elementos fototipográficos. De estos ejemplos sobresalen maravillosas expresiones logradas por Manuel Manilla y José Guadalupe Posada (así como de sus imitadores). Otros trabajos pertenecen a firmas o iniciales como J. M. Ledo o Villaplana. Pueden observarse desde cabezas de toros muy bien proporcionadas, hasta de aquellos denominados “xaltianguis” o de escasa cornamenta. Toros embistiendo, suertes del toreo tanto mexicanas como españolas y un innumerable contingente de nombres de participantes, nacionales y extranjeros, sin faltar los de aficionados. Destaca la participación de mujeres toreras y otros elementos considerados como “parataurinos”. Tal es el caso de toros embolados, payasos, jaripeos, fuegos de artificio, etc.

   Sería deseable la reproducción de todos y cada uno de ellos. Su elevado número es una razón que impediría por ahora ese anhelo. Sin embargo, además de que no queden al margen, aprovecharé el propio catálogo para enriquecerlo, de ahí que convenga una selección donde sea posible apreciar su calidad de trabajo impreso, la confección aplicada por los empresarios y luego –de ser posible- por poblaciones, con objeto de que no escape ninguna de las que integran la colección, entendiendo así toda la dinámica de festejos en esta ubicada región del estado.

   Un aspecto más es la confección de estos documentos, mismos que fueron el resultado de varias condiciones, a saber:

1.-Su apego a días festivos (cívicos o religiosos), situaciones extraordinarias como el pago de la “deuda americana”[2] o por inundaciones.

2.-Organización de festejos por y para aficionados habiendo para ello diversos pretextos.

3.-Presencia de toreros nacionales o extranjeros cuya trayectoria o temporada en desarrollo les permitiera firmar el contrato o comprometerse a torear, dando para ello motivo para que operara el discurso publicitario que derivaba en estos valiosos documentos.

4.-La repetición de algún “triunfador” que obligara a un cierre de temporada excepcional.

   Con el tiempo, más de un siglo en la mayoría de los casos, se puede apreciar que aunque la fiesta de toros sobreviva hasta nuestros días, aquella otra poseía componentes que ya desaparecieron o entraron en desuso. Como apuntaba párrafos atrás, tal es el caso de los toros embolados, las mojigangas, los convites (que aún perviven, aunque modificados), presencia de reinas y demás circunstancias decorativas.

IMAGEN_25 Este cartel pertenece a la colección del autor. Sin embargo, es similar al que también se incluye en la colección del Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Cartel que anuncia los festejos para el mes de diciembre de 1905 en la plaza de toros de Celaya, Gto. Su composición y colorido dan una idea de que otros documentos de la misma colección tuviese características similares a las del presente. (N. del A.).

    Antes de pasar a la siguiente sección, merece lugar aparte D. Agustín Lanuza. En la Guía General del Archivo Histórico[3] aparecen los siguientes e interesantes datos que nos dan una idea sobre el perfil del personaje.

 COLECCIÓN AGUSTÍN LANUZA D.

 PROCEDENCIA INSTITUCIONAL.

    La colección documental histórica del Lic. Agustín Lanuza D fue adquirida por el Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato en el año de 1996, integrada por 136 documentos (originales y copias), en su mayoría procedentes de instituciones públicas, privadas y familiares, con temáticas variadas. Es importante señalar que el recopilador de la mayor parte de estos documentos fue el Lic. Agustín Lanuza Romero, padre del anterior, por lo que se darán algunos datos biográficos de este personaje guanajuatense.

   Agustín Lanuza Romero nació el 22 de julio de 1870 en la ciudad de Guanajuato; distinguido escritor e historiador costumbrista, estudiante y maestro del Colegio del Estado de Guanajuato, realizó una intensa labor como investigador de la historia de la Entidad. Como estudiante del Colegio del Estado fue sobresaliente, cursó las carreras de abogado y maestro simultáneamente. Impartió en este Colegio las cátedras de sociología, filosofía del derecho, literatura, etc. En la Escuela Normal del Estado profesó: lecturas literarias, castellano y literatura preceptiva y castellana, además fue autor de artículos, ensayos y poemas, muchos de ellos publicados en el periódico Guanajuato Libre.

   En 1922 y 1925 se publicaron dos de sus obras principales: Guanajuato Gráfico e Histórico e Historia del Colegio del Estado de Guanajuato, en esta última narra la trayectoria de una importante institución educativa. Para la realización de esta obra se procuró de documentos de primera mano y toda una riqueza de dibujos y planos curiosos, grabados antiguos, retratos de personajes célebres y fotografías regionales de mérito indiscutible. Muere en la ciudad de México el 16 de noviembre de 1936.[4]

   Y en efecto, en “Hemeroteca”[5] aparece la descripción del fondo que ahora es motivo de consulta:

COLECCIÓN AGUSTÍN LANUZA


[1] Además, autor entre otras obras de: Romances tradiciones y leyendas guanajuatenses. Por (…). México, E. Gómez de la Fuente, 1908. 329 p. Ils., fots., dibujos.

[2] Se trata de la deuda contraída con el gobierno de los Estados Unidos de América, conforme á la convención de 4 de Julio de 1868, misma que pudo satisfacerse, “sin necesidad de recurrir á arbitrios extraordinarios, si bien, sí, aceptando el concurso patriótico de los mexicanos y principalmente de los empleados civiles y militares, quienes depositaron y continúan depositando en las arcas públicas el producto de subscripciones voluntarias destinadas á aquel objeto”. Estas declaraciones, forma parte del discurso de Porfirio Díaz al inaugurar el último periodo de sesiones del octavo Congreso. Abril 1, 1878. Y discurso al abrir el primer periodo del primer año de sesiones del noveno Congreso. Septiembre 16, 1878.

[3] Guía General del Archivo Histórico. Guanajuato, Archivo General del Gobierno del Estado, Talleres Gráficos del Gobierno del estado de Guanajuato, 2001. 298 p. Ils., fots., facs., maps.

[4] Op. Cit., p. 243-4.

[5] Ibidem, p. 265.

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ALGUNOS GENTILICIOS FEUDALES EN EL MÉXICO TAURINO DE LOS SIGLOS XVIII y XIX.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Costumbre inveterada, de arraigo secular, que nos viene de muy lejos y practicada creo yo, desde los tiempos en que los belicosos españoles andaban guerreando contra nuestros antepasados indígenas. Sea lo que sea, el hecho es que para identificar nuestro lugar de nacimiento o referir la matria de donde somos o venimos, siempre acudimos al gentilicio que nos identifica como naturales de tal o cual ranchería, pueblo o ciudad. De ese modo, el gentilicio nos provee de un marco de referencia, entrañable hacia el lugar que nos acogió en su cuna, o el que nos puso el destino, porque a veces, forzados, reconocemos en tierra ajena ser de otros lugares a sabiendas de contar o no con la aprobación de los propios de este o aquel poblado que nos pueden ver como extraños o fuereños.

   Pero en riesgo de entrar en disquisiciones y no terminar, prefiero apuntar la curiosa práctica que echaron a andar un buen conjunto de toreros mexicanos, sobre todo del siglo XIX, sin que ello provoque olvidar el caso emblemático de Ramón de Rosas Hernández, mulato, nacido en Veracruz, y que para identificarse en España, cuando fue a torear por allá, a finales del siglo XVIII, se hacía llamar así mismo El Indiano, dando una muestra de su amor a la tierra -¿acaso leería Rusticatio mexicana del jesuita Rafael Landívar?-, o seguiría el modelo de Tomás Venegas, El gachupín[1] toreador– que, aunque español de origen, quiso adoptar aquí el juicio peyorativo que los novohispanos tenían hacia los españoles mismos para hacer manifiesto su desprecio por los actos violentos generados básicamente durante la etapa de conquista. Pero Tomás, lo que hizo fue poner en práctica una medida conciliatoria que además funcionó muy bien para echar mano de aquel término, sumándole el adjetivo y oficio de toreador en tierras que no eran las suyas, pero en donde se quedó hasta su muerte, según supongo luego de habitarlas desde 1765 hasta comenzado el siglo XIX. Fue asesor taurino de Manuel Tolsá, cuando este arquitecto estaba metido hacia 1793 en hacer un proyecto para plaza de toros, que no prosperó, pero que deja evidencia del aventajado criterio de lograr que dicho escenario tuviese a la circunferencia como elemento técnico de avanzada, ya que desde que se celebraron corridas de toros caballerescas en el siglo XVl, hasta las primeras que tuvieron lugar los diestros de a pie en pleno siglo XVlll los recintos utilizados para dar cobijo y marco a la fiesta brava, pasaron de las plazas públicas de plantas rectangulares o poligonales y fueron evolucionando hasta la creación de recintos circulares fabricados para el mismo fin que ahora. De ahí que Madrid fuera la primera capital en construir una plaza de toros circular. Su construcción circular surge por la necesidad que los toros no se arrinconen en ángulos de la plaza y se aquerencien, para que todos los espectadores tengan una mejor visión, más uniforme de la lidia y para que tenga más aforo el festejo; otro motivo es porque, al crearse la planta circular el toro pierde el sentido de orientación evitando que se frustren las corridas, por querer salir el toro por alguna puerta que recuerde para evitar ser lidiado y que no existan puntos muertos en el ruedo.

   Durante el último tercio del siglo de las luces, algunos de los diestros que se movían bajo el signo del gentilicio o cercano a este, eran:

Juan Esteban “El Calacuaya”, Manuel Franco y Juan Sebastián se hacían llamar artísticamente “El Jerezano”. Felipe, era “El Mexicano”, Joaquín “El Poblano”. También nos encontramos a Alonso Gómez “El Zamorano”.

   Ahora bien, caben perfectamente aquí unas palabras planteadas por Carlos Cuesta Baquero, a propósito de “Nuestro nacionalismo taurino”:

 Inconcusamente que en lo referente a nacionalidad, solamente tuvimos nacionalismo taurino desde la terminación de la Guerra de Independencia, cuando la “Nueva España” dejó de ser colonia para transformarse gubernativamente en nación titulada República Mexicana. Y con tal nacionalismo incólume permanecimos durante tres lustros, estando representado preeminentemente por tres lidiadores famosos, los nombrados hermanos Ávila, y el no menos célebre Manuel Bravo, quienes realizaban sus proezas en las plazas de toros nombradas de “Necatitlán y la “Alameda”.

 

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Juan León “El Mestizo” uno más del conjunto de toreros hispanos que actuaron en plazas mexicanas al reanudarse las corridas de toros en el Distrito Federal.

Fuente: Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937.

    Felícitos Mejía era “El Veracruzano”, Genovevo Pardo “El Poblano”, Ramón Pérez “El Moreliano”. Patricio Barrundia, era “El segundo Orizabeño”, Juan Gudiño que también se anunciaba como “El Moreliano” y otros tantos.

   El caso de Juan León “El Mestizo”[2] es, de suyo bastante peculiar. Era un antiguo lidiador, pero no había ascendido a la categoría de matador de toros. Bastante conocido en España no tenía crédito y fue uno de tantos insignificantes que marchan dando tropiezos caminando de aquí para allá en porfía con los toros y con los públicos, sin lograr dominarlos.[3]

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Archivo Histórico Municipal de Toluca. Fondo: Diversiones Públicas. Toros.

    En el cartel que remata estas notas, aparecen datos tan curiosos como la actuación de Juan Moreno “El Americano”, diestro que siendo de nacionalidad española, hizo suya la condición “americana” en una asimilación perfectamente lícita. De igual forma están allí los famosos “picadores de la hacienda de Atenco” que lograron hacerse de gran popularidad dadas sus destrezas a la hora de enfrentar a los toros montados en caballos que se adquirían a precios muy bajos, pero cuya presencia dejaba mucho que desear.


[1] Jesús Flores y Escalante: Morralla del Caló Mexicano. México, 2ª edición, Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, 2004. 256 p. Ils., p. 101. Gachupín: Español. La mentalidad revestida de xenofobia del mexicano provoca estos calificativos despectivos. Al francés le llama gabacho y al norteamericano, gringo. Como decía el intelectual André Bretón, México es eminentemente un país surrealista, ya que por otro lado cultiva fervorosamente el malinchismo.

Además: Birgitta Leander: Herencia cultural del mundo náhuatl. México, 1ª edición: Sepsetentas, Diana, 1980. 286 p. (Sepsetentas, 35)., p. 52. Gachupín. Viene del náhuatl catzopini, palabra compuesta de cactili, zapatato, y tzopini, que es sustantivación del participio del presente del verbo tzopinia, que significa punzar o picar. Sería entonces “el que pica con el zapato”, refiriéndose a que los conquistadores llevaban espuelas en sus zapatos. Era anteriormente un sobrenombre para el español recién llegado a la Nueva España, pero no tenía nada de peyorativo. Hoy se dice despectivamente, al español en general. La palabra se usa principalmente en México, pero se conoce también en España. Una variante es cachopín.

[2] Op. Cit., p. 148. Mestizo: Personalidad genética del mexicano. Aunque la verdad es que él mismo no lo acepta, ya que le resulta denigrante; sin embargo esta razón lo aleja de su realidad mexicana. Desdeña por un lado la extraordinaria herencia indígena y por el otro, tampoco acepta a la parte correspondiente de español que le redó lengua, religión y un porcentaje de su cultura actual. El mestizaje no solamente abarca lo biológico, sino que va hasta lo religioso, lo artístico, lo culinario, lo arquitectónico y lo lingüístico. Existen dos personajes históricos que el mexicano ha relegado siempre; ellos son Malinche y Cortés, esencia de su personalidad mestiza.

[3] Carlos Cuesta Baquero (Roque Solares Tacubac): Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905. México, Tipografía José del Rivero, sucesor y Andrés Botas editor, respectivamente. Tomos I y II., T. I., p. 223.

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LA ACTUACIÓN DE RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA” EN CUENCA, ESPAÑA EL 25 DE AGOSTO DE 2013.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Parecía imposible pero fue y lo logró aún a pesar de todos los comentarios pesimistas que se desataron en su contra, mismas que sólo opinaban que Rodolfo Rodríguez “El Pana” con muchas razones encima y otros tantos inconvenientes, no podría hacer lo que acaba de consumar: reaparecer en un ruedo español, luego de aquel mano a mano que se montó el 29 de febrero de 2008 en el Palacio Vistalegre, Madrid, alternando –mano a mano-, con “Morante de la Puebla”, en la lidia de 6 de Núñez del Cuvillo. Y ahora fue en Castilla-La Mancha, en uno de sus rincones más bellos, Cuenca donde al lado de Manuel Benítez “El Cordobés” y de Juan José Padilla, se las entendieron con astados de José Vázquez.

   El balance podría ser desalentador, pues de toda una expectativa alrededor de ese acontecimiento sólo obtuvo una vuelta al ruedo, vestido en ese traje verde aceituna con bordados en plata, cuya manufactura le da un toque de vieja pieza que viste, no podía ser de otra forma, a un torero cuya larga trayectoria aún tiene algo que decir. Sobre todo por el hecho de un largo anhelo que puede materializarse, según camina la ya muy sólida temporada española, en una tarde madrileña del próximo mes de octubre. De eso se encargará de confirmarlo la empresa “Taurodelta”.

   Mientras tanto, y con objeto de dar evidencia de su hazaña, queden aquí una serie de imágenes de tal jornada, cuyo registro se debe, en buena medida, a la labor fotográfica de Muriel Feiner a quien le agradecemos desde aquí, tener la visión de dejar una evidencia de tan señalada ocasión.

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 Disponible agosto 26, 2013 en: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=43433 y http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=43424 respectivamente.

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ESTA FIESTA: SIEMPRE DE CAPA CAÍDA Y SIEMPRE EN BONANZA.

CRÓNICAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 ESTA FIESTA: SIEMPRE DE CAPA CAÍDA Y SIEMPRE EN BONANZA.[1]

Crónica del domingo 24 de agosto de 1996.

12ª novillada de la temporada.

Edgar Palacios, Domingo Sánchez “El Mingo” y Alberto Huerta con 6 de García Méndez.

   Una conmoción mayúscula fue la que ocasionó la muerte de Manolo Martínez. La plaza parecía un sombrío espectro que comenzaba a recuperarse después de la amarga noticia. Luego de que el domingo 18 la “México” permaneciera cerrada en señal de duelo, el 24 recupera su actividad en medio de una extraña sensación que está asimilando la pérdida de este gran personaje.

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Manolo Martínez. Fotografía de la Colección de Roberto Mendoza Torres.

    No era necesario mostrar tristeza, sentir dolor. En el ambiente mismo, en los tendidos, escurría un silencio, dueño de su propia dimensión y magnitud. Los aficionados que se congregaron de una u otra forma se integraron también a esta manifestación colectiva que verá, desde ahora y por todas las generaciones venideras, el símbolo de un recuerdo que no solo se proyectó en el ruedo de la plaza de sus triunfos. Ahora Manolo Martínez descansa en este gran mausoleo que para el es la propia plaza de la capital. Y de hecho, al convertirse una plaza en cementerio, no nos da la impresión de lo sombrío que per se tiene también la fiesta, figura de la mala vida que ha sido una vez más vilipendiada. No conformes con el razonado estado de crisis en el que durante muchos años ha permanecido el espectáculo, ahora nos endilgan este chistosísimo asunto de una tumba en la “México”, como sin con eso se resolviera el destino de un coso, o, en el peor de los casos, se redimiera al toreo mismo. La tumba de Manolo se ha venido convirtiendo en sitio donde borrachines que han perdido la cuenta en el número de copas, no la pierden al tener que ir a orinar, y qué mejor lugar que al pie de la tumba del “mandón”. Esto me recuerda lo irreverente que puede ser aquel que a los ojos de un conservador, blasfema con frases tan fuertes como que: “¡Me cago en las tetas de la virgen!” o esta otra: “¿Me cago en Jesucristo!” como si con esto el individuo aquel se inmunizara y ya nadie tuviera que pedirle ya no solo disculpas. También una clara explicación sobre su actitud al respecto. Pero en fin, esa cajota que hoy sigue siendo el sitio de descanso -esperemos que no sea eterno y que tomen las medidas para buscarle un mejor lugar, el que verdaderamente se merece el gran torero-, seguirá ocasionando algún respetuoso saludo, pero hasta ahí. Manolo se ganó un gran monumento, al estilo del mausoleo de “Joselito” en Sevilla, o el bello, pero austero de “Manolete” en su Córdoba querida.

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Manolo Martínez. Fotografía de la Colección de Roberto Mendoza Torres.

    Pocos personajes en la historia reposan ya como signo inmortal en sitios de la magnitud donde ahora quedan las cenizas del regiomontano. Por supuesto no voy a comparar hemiciclos, columnas, monumentos que han sido erigidos a los héroes nacionales. Ese es otro aspecto. Pero el de Monterrey forjó con todo su historial un sitio que el aficionado sabrá ponerle donde mejor le plazca.

   Sin embargo la decisión del hombre fue respetada y lo discutible o no del caso, creo yo, pasa a un segundo término. Los juicios de la historia ya fueron declarados: este gran ausente se hace acreedor a la memoria eterna que consagrará la afición de los tiempos por venir.

   El cartel resultaba atractivo. Edgar Palacios es un veterano en estas lides y veo que no prospera, no avanza, a pesar del cúmulo de emotividad impreso a su quehacer. Tuvo momentos, pero solo eso, momentos de lucimiento que el respetable le aplaudió. Los años no pasan en balde y más en los toros.

   Domingo Sánchez, aunque no le ví en su presentación, donde cortó un apéndice, en la tarde del 24 le ví desubicado e incluso a merced de uno de sus enemigos sufriendo dos achuchones donde, solo porque la providencia es grande y se apiadó de él, las cosas no pasaron a mayores. A veces el destino, la suerte o el azar no están del lado de uno. Se dio a pinchar y la esperanza tendrá que venir muy pronto para el logro de mejores hazañas.

   Alberto Huerta tiene planta, vitola como dicen, puede llegar muy lejos si se lo propone, pues su capacidad le permite resolver la papeleta, aún en momentos difíciles. Emocionó muchísimo con el capote y más aún con la muleta, logrando algunos pases llenos de majestad, ligando y trazando la arquitectura de su faena en un mismo terreno, lo cual es indicativo que los métodos que su padre y su tío, Víctor y Joselito Huerta respectivamente, los ha asimilado con creces. Su camino va viento en popa. Tengo fe en el muchacho. Ojalá le veamos en otras ocasiones en plena asunción a la gloria, como sueñan todos.

   La novillada en conjunto fue dispareja, los tres primeros novillos chicos y otros tres bien presentados aunque con un juego irregular causado, seguramente, por los más de 10 días que permanecieron en los corrales.

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Manolo Martínez. Fotografía de la Colección de Roberto Mendoza Torres. Fotógrafo: Adalberto Arroyo Ríos.

    A no dudar, la empresa debe, a estas alturas de la temporada manufacturar sus carteles con bases más sólidas. Quedan unos pocos domingos para concluir con los festejos novilleriles, pues se avecina la temporada mayor, misma que con toda seguridad, dará mucho de qué hablar.


[1] Esta crónica la escribí el 27 de agosto de 1996. La rescato el día de hoy.

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LAS MOJIGANGAS: ADEREZOS IMPRESCINDIBLES…

ILUSTRADOR TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LAS MOJIGANGAS: ADEREZOS IMPRESCINDIBLES Y OTROS DIVERTIMENTOS DE GRAN ATRACTIVO EN LAS CORRIDAS DE TOROS EN EL MEXICANO SIGLO XIX.[1]

    El toreo mexicano carecía de voz propia, y las memorias de esos tiempos se pierden entre los disparos de fusilería de nuestras rencillas políticas.

 Armando de María y Campos.

Los toros en México en el siglo XIX.

 INTRODUCCIÓN

    Como una constante, el conjunto de manifestaciones festivas, producto de la imaginaria popular, o de la incorporación del teatro a la plaza, comúnmente llamadas “mojigangas” (que en un principio fueron una forma de protesta social), despertaron intensas con el movimiento de emancipación de 1810. Si bien, desde los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX ya constituían en sí mismas un reflejo de la sociedad y búsqueda por algo que no fuera necesariamente lo cotidiano, se consolidan en el desarrollo del nuevo país, aumentando paulatinamente hasta llegar a formar un abigarrado conjunto de invenciones o recreaciones, que no alcanzaba una tarde para conocerlos. Eran necesarias muchas, como fue el caso durante el siglo pasado, y cada ocasión representaba la oportunidad de ver un programa diferente, variado, enriquecido por “sorprendentes novedades” que de tan extraordinarias, se acercaban a la expresión del circo lo cual desequilibraba en cierta forma el desarrollo de la corrida de toros misma; pues los carteles nos indican, a veces, una balanceada presencia taurina junto al entretenimiento que la empresa, o la compañía en cuestión se comprometían ofrecer. Aunque la plaza de toros se destinara para el espectáculo taurino, este de pronto, pasaba a un segundo término por la razón de que era tan vasto el catálogo de mojigangas y de manifestaciones complementarias al toreo, -lo cual ocurría durante muchas tardes-, lo que para la propia tauromaquia no significaba peligro alguno de verse en cierta media relegada. O para mejor entenderlo, los toros lidiados bajo circunstancias normales se reducían a veces a dos como mínimo, en tanto que el resto de la función corría a cargo de quienes se proponían divertir al respetable.

   Desde el siglo XVIII este síntoma se deja ver, producto del relajamiento social, pero producto también de un estado de cosas que avizora el destino de libertad que comenzaron pretendiendo los novohispanos y consolidaron los nuevos mexicanos con la cuota de un cúmulo de muertes que terminaron, de alguna manera, al consumarse aquel propósito.

   El fin de esta investigación estriba en recoger el mayor número de evidencias de este tipo que se hicieron presentes en el toreo decimonónico enriqueciéndolo de forma por demás evidente. A cada uno de los datos, de las representaciones, creaciones y recreaciones se dedicará un análisis que nos acerque a entender sus propósitos para que estos nos expliquen la inquietud en que se sumergieron aquellas fascinantes invenciones.

   Durante el siglo XIX, y en las plazas de San Pablo o el Paseo Nuevo hubo festejos taurinos que se complementaban con representaciones de corte teatral y efímero al mismo tiempo. También puede decirse: en ambas plazas hubo toda una representación teatral que se redondeaba con la corrida de toros, sin faltar “el embolado”, expresión de menores rangos, pero desenlace de todo el entramado que se orquestaba durante la multitud de tardes en que se mostraron estos panoramas. Ambos escenarios permitían que las mencionadas representaciones se complementaran felizmente, logrando así un conjunto total que demandaba su repetición, cosa que los empresarios Mariano Tagle, Manuel de la Barrera, Javier de las Heras, Vicente del Pozo y Jorge Arellano garantizaron permanentemente, con la salvedad de que entre un espectáculo y otro se representaran cosas distintas. Y aunque pudiera parecer que lo único que no cambiaba notablemente era el quehacer taurino, esto no fue así.

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Grabado: José Guadalupe Posada.

    El siglo XIX mexicano en especial, reúne un conjunto de situaciones que experimentaron cambios agresivos para el destino que pretende alcanzar la nueva nación. Ya sabemos que al liberarse el pueblo del dominio colonial de tres siglos, tuvo como costo la independencia, tan necesaria ya en 1810. Lograda esta iniciativa y consumada en 1821 pone a México en una condición difícil e incierta a la vez. ¿Qué quieren los mexicanos: ser independientes en absoluto poniendo los ojos en Estados Unidos que alcanza progresos de forma ascendente; o pretenden aferrarse a un pasado de influencia española, que les dejó hondas huellas en su manera de ser y de pensar?

   Este gran conflicto se desata principalmente en las esferas del poder, el cual todos pretenden. Así: liberales y conservadores, militares y hasta los centralistas pelean y lo poseen, aunque esto fuera temporal, efímeramente. Otra circunstancia fue la guerra del 47´, movimiento que enfrentó en gran medida el contrastante general Santa Anna, figura discutible que no sólo acumuló medallas y el cargo de presidente de la república varias veces, sino que en nuestros días es y sigue siendo tema de encontrados comentarios.

   Esa lucha por el poder y la presencia de personajes como el de Manga de Clavo fue un reflejo directo en los toros, porque a la hora en que se desarrollaba el espectáculo, las cosas se asumían si afán de ganar partido, y no se tomaban en serio lo que pasara plaza afuera, pero lo reflejaban -traducido- plaza adentro, haciendo del espectáculo un cúmulo de creaciones y recreaciones, como ya se dijo.

 ORLAS

   Desde la antigüedad, la fiesta como entretenimiento y diversión ha sido el remedio, atenuante de crisis sociales, emocionales probablemente, y hasta existenciales (basta recordar el caso del Rey Felipe V y su encuentro con el castrato Farinelli). Pero antes de desbordarme, debo advertir que no haré revisión exhaustiva la historia de este género, que para ello Johan Huizinga, Josep Pieper, Jean Dauvignoud y otros especialistas lo han hecho con inusitada y sorprendente lucidez. 

 UN CASAMIENTO DE INDIOS

Grabado de Manuel Manilla.

    Y no por confesar incompetencia, sino porque es un género que emerge de lejanos tiempos, siempre acompañando el devenir de las culturas como una forma de escape, espejo sintomático que no se desliga de la razón de ser del pueblo, soporte cuya esencia va definiendo a cada una de esas sociedades en cuanto tal. Como por ejemplo, recordar a la que se consolidó en el imperio romano. En la actualidad, la sociedad mexicana encuentra un abanico rico en posibilidades, donde entre sus fibras más sensibles, divertirse pasa a ser parte vital de sus rumbos cotidianos.

   En lo que a fiesta de toros se refiere, desde el siglo XVI y hasta nuestros días se nos presenta como un gran recipiente cuyo contenido nos deja admirar multitud de expresiones, unas en desuso total; otras que en el ayer se manifestaron intensas, y que hoy, evolucionadas, perfeccionadas siguen practicándose.

   Pero más allá del contenido explícito que la fiesta de toros nos da en este depósito, vemos otras manifestaciones que en su mayoría desaparecieron y algunas más, como el toreo de a caballo y a pie pero a la mexicana, muy de vez en vez solemos verlas en alguna plaza.

   De todo aquello desaparecido, pero de gran valor son las mojigangas, representaciones con tintes de teatralidad en medio de un escenario donde lo efímero daba a estos pequeños cuadros, la posibilidad de su repetición, la cual quedaba sometida también a una renovación, a un permanente cambio de interpretaciones, sujetas muchas veces a un protagonista que no se “aprendía” el guión respectivo. Me refiero al toro, a un novillo o a un becerro que sumaban a la representación.

   ¿El teatro en los toros? Efectivamente. Así como alguna vez, los toros se metieron al teatro y en aquellos limitados espacios se lidiaban reses bravas, sobre todo a finales del siglo XVIII, y luego en 1859, o en 1880; así también el teatro quiso ser partícipe directo. Para el siglo XIX el desbordamiento de estas condiciones fue un caso patente de dimensiones que no conocieron límite, caso que acumuló lo nunca imaginado. Lo veo como réplica exacta de todo aquel telúrico comportamiento político y social que se desbordó desde las inquietas condiciones que se dieron desde los tiempos que proclamaban la independencia, hasta su relativo descanso, al conseguirse la segunda independencia, en 1867.

   Ahora bien, y casualmente, el sello de todas esas manifestaciones “plaza afuera” no fueron a reflejarse “plaza adentro” (como ya lo hemos visto en estas notas introductorias). En todo caso, era aquello que hacía comunes a la fiesta y a la pugna por el poder: lo deliberado, lo relajado, sustentos de la independencia en cuanto tal; separados, pero siguiendo cada cual su propio destino, sin yuxtaponerse.

   “Plaza adentro” el reflejo que la fiesta proyectaba para anunciar también su independencia, fueron estas condiciones que la enriquecieron. Fulguraba riqueza en medio de un respiro de aires frescos, siempre renovados; acaso reiterados, pero siempre consistentes.

   Así como el toreo se estableció en el siglo XVI bajo las más estrictas reglas de la caballería a la brida o a la jineta, para alancear y desjarretar toros, también debe haber habido un síntoma deseoso de participación por parte de muchos que sintiéndose aptos lo procuraron, atentando contra ciertas disposiciones que les negaban esa posibilidad. Sin embargo, el campo, las grandes extensiones de tierras que sirvieron al desarrollo de la ganadería debe haber permitido en medio de esa paz y de todo alejamiento a las restricciones, la enorme posibilidad que muchos criollos y naturales deseaban para desempeñar y ejecutar tareas con una competente habilidad que siendo parte de lo cotidiano, poco a poco fueron arribando a las plazas, quedándose definitivamente allí, como un permanente caldo de cultivo que daba la posibilidad de recrear y enriquecer una expresión la cual adquirió un sello más propio, más nacional, a pesar de que el control político, y social estuviera regido en el núcleo que resultaba ser la Nueva España. Esta como entidad de poder, aunque vigilada desde la vieja España manifestaba una serie de reacomodos, de adaptaciones a la vida cotidiana eminentemente necesarios en ésta América colonizada, continente cuya población conformó un carácter propio. De no ser así, la rebelión era la respuesta a ese negarse a entender el propósito del destino que se construía de este lado del mundo.

   Y si la rebelión llevada a su máxima consecuencia fue la independencia, pues es allí donde nos encontramos con la condición necesaria para el despliegue de todo aquello de que se vieron impedidos los que siendo novohispanos, además manifestaban el orgullo del criollo y todas las derivaciones -entiéndase castas-, que surgieron para enriquecer el bagaje social y todo lo que los determinaba a partir del “ser”, por y para “nosotros”.

   El complejo pluriétnico era ya una realidad concreta en el México del siglo XIX. La fiesta novohispana fue portadora de un rico ajuar, cuyo vestido, en su uso diario y diferente daba colorido intenso a un espectáculo que se unía a multitud de pretextos para celebrar en “alegres demostraciones” el motivo político, social o religioso que convocaban a exaltar lo mediato e inmediato durante varias jornadas, en ritmo que siempre fue constante.

   De nuevo, y al analizar lo que ocurrió en el siglo XIX taurino mexicano, exige una revisión exhaustiva, reposada, de todo aquello más significativo para entender que la corrida, la tarde de toros no era el marco de referencia conocido en nuestros días. La lidia de toros se acompañaba, o las mojigangas solicitaban el acompañamiento de actuaciones y representaciones de compañías, que como ya se dijo párrafos atrás, se producía la combinación perfecta del ”teatro en los toros”, o “los toros en el teatro”, dos circunstancias parecidas, pero diferentes a la hora de darle el peso a la validez de su representación.

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Imagen que procede del cartel de la plaza de toros DEL PASEO NUEVO para el domingo 22 y martes 24 de febrero de 1857.

Fuente: Armando de María y Campos. Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, 1938.

PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO / FUNCIONES EXTRAORDINARIAS DE CARNAVAL, / Para el Domingo 22 y Martes 24 de Febrero de 1857 / CUADRILLA DE BERNARDO GAVIÑO / TOROS DE ATENCO. / MAGNÍFICOS FUEGOS ARTIFICIALES. / Sobresaliente Iluminación.

   Al terminarse la presente temporada de corridas, es un deber de la empresa dar las gracias al público que la ha favorecido en todas ellas, y al mismo tiempo presentarle las dos últimas funciones lo más sobresaliente posible para lo cual no ha omitido gasto ni diligencia alguna; si con ellas logra complacer a los espectadores, quedará completamente satisfecho su deseo.

   DOMINGO 22 / En esta primera función comenzará la corrida jugándose / CUATRO TOROS, / de lo más escogido que se ha encontrado en el Cercado de Atenco, que por su hermosura y valentía en nada desmerecerán de los que hasta aquí se han estado lidiando.

   Para que la cuadrilla pueda retirarse a cambiar de traje, se echarán

DOS PARA COLEADERO, / y en seguida volverá a presentarse caprichosamente / VESTIDA DE MÁSCARA / y jugará otros / DOS TOROS / de la misma Raza de Atenco, y de tan buena calidad como los primeros; ejecutándose en el que sea más a propósito la difícil suerte de  / BANDERILLAR A CABALLO / por un aficionado que también estará enmascarado. Concluyendo la corrida con el / TORO EMBOLADO de costumbre.

   En seguida aparecerá vistosísimamente iluminado el interior de la Plaza y tendrán lugar unos magníficos / FUEGOS / DE ARTIFICIO, / dispuestos con todo esmero y gusto por especial recomendación que se ha hecho al hábil pirotécnico mexicano, que ha ejecutado los que con tanto agrado ha visto el público en otras varias funciones.

   MARTES 24 / Como en la corrida anterior, se ha dispuesto que en la de este día, comience jugándose / CUATRO ARROGANTES TOROS / de la tantas veces recomendada justamente Raza de Atenco, y en seguida se presentarán los / DIABLOS EN ZANCOS / a jugar un valiente / TORETE DE ATENCO, / el que también será lidiado por la intrépida aficionada / ÁNGELA AMAYA, / que por segunda vez se presentará en esta plaza, y ejecutará las tres suertes, de / PICAR, BANDERILLAR Y MATAR, / con la serenidad y valor de que ha dado pruebas. / De nuevo aparecerá la cuadrilla toda en / TRAGE DE MÁSCARA, / y lidiará los otros / DOS TOROS / de la corrida, repitiéndose en uno de ellos, la difícil y arriesgada suerte de / BANDERILLAR A CABALLO, / por otro aficionado vestido igualmente de máscara; terminando la función con el / TORO EMBOLADO / para los aficionados.

TIP. DE M. MURGUÍA                                           Manuel Gaviño.

    Dejemos pues, por la paz todas estas disquisiciones que buscan explicar la razón de aquel comportamiento, para conocer con los testimonios al alcance lo que se ha pretendido explicar hasta aquí, en intenso afán por reencontrarnos de nuevo con lo que fueron y significaron las Mojigangas: aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX.

 México, ciudad, marzo de 1998.


[1] José Francisco Coello Ugalde: Este es el título de mi libro –inédito-: APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS Nº 29,Las mojigangas: Aderezos imprescindibles y otros divertimentos…”. 210 p. Ils., fots., facs.

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JOSÉ MARRERO “CHECHÉ” TORERO CON SON CUBANO.

DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGLADE.

    Este personaje bajito, simpático que parecer ser una buena y respetable persona es cubano de origen el cual, seducido por la tauromaquia pasó de la isla del Caribe a México en la última década del siglo XIX.

   Desconozco que fama haya alcanzado José Marrero en su propio país, pero si llegó al nuestro lo hizo con algún canto de gloria y aquí se hizo llamar “Cheché”.

   José Marrero “Cheché” muy pronto se unió a la troupe de María Aguirre “La Charrita Mexicana” y Timoteo Rodríguez, adquiriendo fama sobre todo en el norte de la república. Y José toda habilidad en asuntos amorosos, sólo esperó pasaran los meses de luto que guardó respetuosa la todavía atractiva María Aguirre por el desaparecido Timoteo Rodríguez para proponerle matrimonio, por lo que la señora María Aguirre de Rodríguez pasó a ser la señora María Aguirre de Marrero.

   Y sumidos en la cadencia de un son cubano terminamos esta breve historia.

 

JOSÉ MARRERO_CHECHÉ

Las ilustraciones provienen de varios carteles taurinos localizados en el Archivo Histórico Municipal de Guanajuato.

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SEPIA, COLOR DE PASADO.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Sepia es un color que se identifica con el pasado, con el recuerdo. Tono fotográfico insustituible que nos devela lo ya ido, dejándonos ver personajes de otras épocas hasta descubrir en ellos modas, oficios, preocupaciones o sensaciones del momento en el que son retratados. Tal es el caso de esta peculiar cuadrilla de aficionados taurinos, vecinos de Tacámbaro, Michoacán en 1892. Como puede verse, no quisieron hacer de ese festejo un simple evento más, por eso removieron baúles o buscaron algún sastre para lucir el mejor traje de torear. No hay luces, solo pasamanería y una vaga idea provinciana de la confección del vestido de torear que ya, para ese años –y de alguna manera-, eran conocidos los nuevos modelos del traje de luces lo mismo llevado por hispanos que por nacionales. Empezaban a quedar atrás los tiempos donde el reclamo por vestir no era condición fundamental, y menos entre aficionados quienes no tenían obligación por hacerse de un traje costoso.

   Además, esa muestra decantada de “aquí no pasa el tiempo”, enfatiza los símbolos ya en desuso de una fiesta condenada a desaparecer en cuanto escenografía y actuación de cierta obra ya descatalogada. Anacrónica por consecuencia. Por eso, ahí está el loco, y esos trajes antañones, tocados de monteras de opereta y unos bigotazos. Por eso, no tanto los picadores, sí los lazadores dispuestos a la defensa de la expresión rural del toreo en todavía espacios de pequeña ciudad provinciana, sin visos de aquel carácter urbano propio de las grandes capitales. Esta es, una pequeña muestra del toreo a la mexicana refugiado en el que, para entonces fue un lugar lejano, cantado por las virtudes de algún poeta de rústicas hechuras, a la manera de un Manuel José de Othón, por ejemplo.

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Cuadrilla de toreros. Tacámbaro, 1892. De izquierda a derecha, atrás, los licenciados Ignacio Juárez Sosa y Enrique Gutiérrez, lazadores; y de pie, en el mismo orden: Bruno Valdés, payaso, y los lidiadores Jesús Méndez, José Juárez Sosa, Jerónimo Sosa, Silviano Gaona, Carlos Marroquín y Samuel Borbón.

Fuente: “Revista de Revistas” Nº 1439, del 19 de diciembre de 1937.

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