Archivo mensual: octubre 2013

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Santa, inocente y paciente afición a los toros en la ciudad de México:

Dicen dos viejos adagios que «Sobre aviso, no hay engaño» o aquel otro que expresaba: «Más vale un grito a tiempo, y no ciento después…» Lo anterior es con motivo de advertir que este domingo 3 de noviembre de 2013, y si las cosas que ustedes leerán a continuación se consuman en forma contundente, estaremos siendo testigos, e incluso cómplices de un fraude.

   El asunto es muy delicado, pues habla de los excesos y abusos que la «autorregulación» puede cometer a espaldas de nuestros intereses.

    Si nos asiste la razón a muchos aficionados, es que estamos en derecho de prever un acto de abuso de confianza, ese en el que el ganadero, el veedor, la empresa y la autoridad son quienes en conjunto avalaron y aprobaron un encierro a lidiarse el próximo domingo 3 de noviembre en la plaza de toros “México”, mismo que ofrece una serie de sospechas. Dos ejemplares cumplen justamente el requisito, ese que puede convencernos a simple vista, pues aunque existe información del peso, nombre, número y pelaje falta aquel otro indispensable, que nos afirme mes y año de nacencia, como se hace público y notorio en España; plaza de “Las Ventas”, para ser más precisos.

 JULIÁN HAMDAN1 JULIÁN HAMDAN2 Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=17389

 JULIÁN HAMDAN3

Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=3239

JULIÁN HAMDAN5

Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=3239

 Ambos ejemplares, puede decirse, cumplen las condiciones establecidas en el artículo 36 del Reglamento Taurino en vigor, que a la letra dice:

 ARTÍCULO 36. Las reses que se lidien en corridas de toros deberán reunir los requisitos siguientes:

 I. Proceder de ganaderías integrantes de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia;[1]

II. Haber cumplido cuatro años de edad, no pasar de seis y estar inscritas en el Registro Obligatorio de Edades de los Astados;

III. Pesar como mínimo cuatrocientos cincuenta kilos en pie a su llegada a la plaza, si ésta es de primera categoría, o cuatrocientos kilos en pie a su llegada a la plaza, tratándose de plazas de segunda y tercera categorías;

IV. Presentar las condiciones de trapío indispensables en el toro de lidia;

V. Tener sus astas íntegras y reunir las condiciones de sanidad necesarias para ser lidiadas, y

VI. No ostentar defectos de encornadura que les resten peligro o trapío.

Todos estos requisitos deberán ser comprobados a la luz del día por los médicos veterinarios, el Juez de Plaza y el Inspector Autoridad.

 LAS VENTAS_06.10

Disponible octubre 31, 2013 en: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=5643

    Si la autoridad ya aprobó ese encierro, en sus manos está el hecho de que dicha decisión se valide con el libro de nacencias, o mejor dicho del Registro Obligatorio de Edades de los Astados que exhibe el ganadero, así como del juramento de decir verdad y nada más que la verdad del parte del mismo personaje, pero sobre todo del estudio “post morten” que terminaría confirmando o negando el que hasta ahora es un presupuesto o una sospecha. Presupuesto que resulta de mirar con atención y detalle cada una de las imágenes difundidas por la empresa misma, cuando el encierro ya se encuentra en los corrales.

   Lo anterior responde al asunto de vigilancia permanente que deberemos aplicar, en aras de que el espectáculo taurino en la ciudad de México se realice de acuerdo a los usos y costumbres establecidos, y bajo la normativa indicada en el Reglamento Taurino para el Distrito Federal vigente, pero también con el respaldo de la vieja y renovada consigna de…

 PAGAMOS MUCHO...

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II., p. 486. Foto: Mayo.

 …pues de no ser así, “Fraile Mostén tu lo quisiste… tu te lo ten…”

   Si se observan las imágenes, al menos en el caso de los ejemplares “sospechosos” de no cumplir la edad, estas fueron logradas con un acercamiento distinto a las otras, y ahí es donde observamos detalles en el que, bajo un aparente buen trapío, la cornamenta no es del todo consistente. Incluso hasta los “copetes” de esos ejemplares muestran el natural alboroto de un pelaje donde esa zona no está alisada del todo. Tal minucia quizá no tenga importancia, pero es un detalle más a tomar en cuenta.

 JULIÁN HAMDAN4

Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=3239

 Primer sospechoso…

 JULIÁN HAMDAN6

Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=3239

Segundo sospechoso…

JULIÁN HAMDAN7

 Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=3239

 Tercer sospechoso…

 JULIÁN HAMDAN8

Disponible octubre 31, 2013 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=3239

Cuarto sospechoso…

    Sin embargo, muchos se preguntarán: ¿Cuál es el problema si el domingo, y a la vista de los asistentes se mostrarán las pizarras con el hierro y color de la divisa, el nombre, número, peso y la edad, que es aquí el motivo de las sospechas?

   No ha sido posible hasta ahora que la plaza “México” emita información confiable como podría ser la que den a conocer, por ejemplo en la página oficial de “Las Ventas”, como ya se pudo comprobar en la imagen hasta aquí traída, donde incluso pueden apreciarse detalles como el orden de la lidia, el nombre de la ganadería, el número, el guarismo, la nacencia, el nombre, la capa, el peso y los toreros que lidiaran a cada uno de los ejemplares.

   Y aún así, en el caso improbable de que se cometa fraude, ¿qué derechos tenemos los aficionados cuando sabemos que el examen post morten no se ha aplicado en años, o este ha sido practicado en forma aislada con objeto de acallar los abiertos reclamos de quienes pagamos, porque sabemos que la autoridad o está ausente o se pliega a los caprichos, dictados y amenazas de la empresa?

   El domingo 3 de noviembre, como se sabe, torean Eulalio López “El Zotoluco”, José Antonio “Morante de la Puebla” y Diego Silveti. Por sí mismo, el cartel es suficiente razón para poseer fuerte poder de convocatoria, por lo que se augura el lleno. Es importante hacer notar que si la empresa va a empezar a dar concesiones a los toreros, por muy importantes o modestos que estos sean, se hace necesario pedirle a dicha administración que realice su trabajo en forma profesional, y no de manera improvisada o advenediza, atentando contra el derecho de los aficionados que esperamos la presencia de toros y no de novillos. De otra manera, está obligada a bajar los precios de las localidades por ofrecer un espectáculo incompleto, o a que se le suspenda su respectiva licencia.

   De ser preciso, haremos valer nuestras demandas, solicitando cuando así se requiera, la participación de autoridades para que, en función de su legitimidad y contundencia se exija a la empresa que cumpla con su deber y compromiso, mismo que ofreció, a través de los medios, a la afición en su conjunto.

31 de agosto de 2013.


[1] Reforma publicada en la G. O. DF. el 25 de octubre de 2004. Datos que provienen del Reglamento Taurino para el Distrito Federal, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 21 de mayo de 1997, con la última reforma publicada en la Gaceta Oficial el 25 de octubre de 2004.

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LA TAUROMAQUIA NO ES DELITO.

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Sorprende la actitud oportunista y articulada que están tomando diversos personajes en torno a su postura antitaurina. Estas voces provienen, en su mayoría de ciertos representantes que forman parte de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, como Ariadna Montiel Reyes o Jorge Gaviño Ambríz, del Partido de la Revolución Democrática y el Partido Nueva Alianza, respectivamente.

   Todo esto parece venir de un movimiento casi de relojería, pues casualmente en Perú ha entrado en escena Leonardo Anselmi, quien incluso, incitando a la violencia el asunto ya no sólo fue una confrontación verbal, sino corporal, lo que produjo un desagradable choque entre grupos a favor y en contra, con balance de varios heridos.

   Casualmente también se produce tal reacción luego de que apenas el domingo 27 de octubre comenzó la “Temporada Grande” en la plaza de toros “México”.

   Sucede en unos momentos en que la especie de un silencio cómplice sigue sin emitir una razón sobre la ya vieja petición hecha por los grupos taurinos interesados en su defensa, la cual se realizó en tiempo y forma ante las autoridades pertinentes, con objeto de considerar a la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial lo cual, en buena medida se debe a la actitud razonada que pueda prestar el estado como garante de este anhelo que no es otra cosa que la conservación de un patrimonio, de un legado cultural.

   El frente opositor avanza, y lo hace exponiendo sus razones en términos como los que siguen:

 Al pronunciarse a favor de abolir las corridas de toros en la ciudad de México, la secretaria de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), Ariadna Montiel Reyes, del grupo parlamentario del PRD, consideró la posibilidad de abrir nuevamente el debate en el organismo, donde ya se presentó en comisiones una iniciativa, así como otra del PRI para prohibir el uso de animales en los circos.

Al participar en el foro: “Bandera blanca”, organizado por el partido Nueva Alianza, la legisladora afirmó que en este momento la sociedad está sensibilizada en cuanto al respeto y el cuidado de los animales y “en esta legislatura hay un ánimo muy importante de todas las bancadas para avanzar en ese sentido”.

Para el diputado de Nueva Alianza en el DF, Jorge Gaviño Ambriz, en este “la batalla está ganada, se va a acabar la fiesta brava, el problema es cuándo”, e instó a quienes no simpatizan con las corridas, que afirmó son el 73 por ciento de los capitalinos según una encuesta de Parametría, que pidan a los diputados “si son capaces de tomar, ahora sí, al toro por los cuernos. Esta legislatura tiene una disyuntiva, la ALDF o pasamos de noche o pasamos de día”.

Refirió que de más de 30 naciones en las que se practicaba el toreo, en solamente 7 continúan las corridas que comparó con “el circo de la roma en decadencia”, donde la gente se levantaba y gritaba cuando el león de un zarpazo atravesaba a un esclavo y afirmó que la discusión no es tan simple, como piensan algunos que creen en la fiesta brava y “nos dicen: si no les gusta no vayan a las corridas y déjenos a nosotros disfrutar nuestra fiesta”.

Al hablar sobre el ámbito legislativo, señaló que la ley de protección animal que propuso a la Asamblea Legislativa es un primer paso en la sensibilización ciudadana sobre el maltrato animal, y permitió avanzar en lo relativo a los animales de compañía.

Quienes están a favor en tema de las corridas de toros ahora no pueden decirlo abiertamente, lo hacen con recelo, pues permea un ambiente de cercanía, y en el que se trabaja con paso firme, la diputada Montiel enfatizó que es necesario que a la brevedad se dictamine la iniciativa propuesta por la Diputada Karla Valeria Gómez sobre la prohibición de animales en circos, como seguimiento de esta estrategia de sensibilización.

Respecto a la abolición de las corridas de toros enfatizó que se consolida un bloque impenetrable de diputados que coinciden con la necesidad de suprimir las corridas de toros.

Citó como ejemplo una encuesta de una destacada empresa en la que se evidencía que los capitalinos no participan mayoritariamente en las corridas de toros, enfatizó la necesidad de limitar la participación de los niños en espectáculos violentos. (Datos que se deben a la nota del reportero Ángel Bolaños).[1]

    Y es que ante la ensoberbecida frase de “la batalla está ganada, se va a acabar la fiesta brava, el problema es cuándo” que emitió un muy ambiguo Jorge Gaviño Ambríz, político de vieja habilidad comprobada, cuya labia y buena condición de tribuno permiten que se arme de valor, contando para ello con la parafernalia de la parametría y no con los signos vitales de lo que las fibras sensibles puedan enterarse hasta qué punto se metió en la entraña de nuestra forma de ser y de pensar esta expresión, al entrar en mestizaje dos culturas en principio opuestas; más tarde asimiladas, al punto de fundirse y resultar de todo lo anterior una nueva cosmovisión.

   Estas actitudes responden a los dictados que comienzan a imponer el neoliberalismo, la postmodernidad y la globalización, todo junto, como en un coctel que termina “seduciendo” al primer trago de esta arma ideológica de nuevo cuño, tan explosiva como fulminante, al punto de querer terminar con expresiones y raíces culturales, como si con ello procuraran un bien, pues todo parece apuntar al hecho de que en el fondo también están provocando el surgimiento de un estadio de barbarie hambrienta de ganar creyentes y convencidos cuando la humanidad necesita, entre muchas otras cosas, del equilibrio. Si en ese equilibrio puede participar la corrida de toros, como suma de elementos que ha reunido en condiciones milenarias y que se mantienen en un tiempo que ya no le corresponde, por su anacronismo natural; pero que pervive por razones inexplicables. Por tanto, dejemos que muera la tauromaquia, pero en forma natural, sin eutanasias ni métodos que aceleren su final en forma precipitada, pero indebidamente inapropiada.

   Aducen, entre otros argumentos, el hecho de que la niñez es blanco perfecto para ser inoculados de violencia a tan temprana edad en la vida. Sus argumentos, sus pruebas, dicen tenerlos en estudios científicos en donde se comprueba que es en tal etapa cuando los infantes pueden quedar “dañados” al ser testigos de tamaña dimensión de violencia, la que se dice que se genera en las plazas de toros. Sería interesante saber por qué esta “violencia” y no otras todavía más terribles, no se consideran en sus estudios, si son aquellas las que ponen en entredicho el destino de los niños (la familiar, la escolar, la urbana, la mediática, la que se produce en las redes sociales, o la de género que son más dañinas que la que pretenden abolir en aras de hacer una limpieza, justo en unos momentos en que este país se vio severamente dañado por un corte presupuestal destinado a la cultura. Sin cultura sustentable no hay país ni sociedad garantizados. Allí está el caso verdaderamente emblemático en el que personajes de la talla de Arturo Márquez, compositor mexicano de música de concierto, tuvo que salir a escena para demandar más presupuesto a la cultura, pues en ese elemento se garantiza una apertura plena a lo universal, a todo lo que ha significado la obra, la creación, en que el hombre, el ser humano y todo el conjunto de sociedades han hecho para bien o para mal en lo que hasta hoy es o representa el grado de civilización en que nos encontramos. Y en todo lo dicho anteriormente, se encuentra implícito el destino de aquel sector infantil que a la vuelta de muy pocos años, va a ocupar el espacio que empezaremos a dejar los adultos, o quizá los viejos porque nuestra capacidad ya se redujo, y son ellos, en tanto jóvenes quienes han de ocuparse en la nueva toma de decisiones. En eso les debe ir la vida a los representantes de la sociedad, integrados, como en este caso a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, o la de cualquier otro estado del país, pues el telón de fondo que nos hace vulnerables como es la cultura, sin más, no nos garantiza nada en la medida en que el estado, el gobierno la estimulen, la fomenten en forma más que digna, indispensable. Lo demás, pueden ser discusiones draconianas, donde se crean, recrean o inventan “nudos gordianos”, suficientes como para entrar en debates de vida y muerte y donde el protagonismo de algunos representantes de muchos sectores de la sociedad está desbocado, por lo menos ahora en que han vuelto a verse insuflados por el solo hecho de retomar un caso que fue necesario archivarlo, por condiciones políticas (pues se elevó a grados importantes de riesgo durante las elecciones del año 2012) y es momento de desempolvarlo, de ponerlo en acción, como si con ello se resolvieran los grandes problemas nacionales o, como es el caso, de una localidad específica tal cual es el Distrito Federal.

   Veremos cuáles son los pasos que van mostrando las partes, y si verdaderamente los aficionados a los toros en estos casos, lejos de mostrar debilidad con lugares comunes, asume actitudes más razonadas, coherentes y suficientes también para demostrar que la tauromaquia no es delito. En todo caso, la tauromaquia es, en tanto expresión cultural, patrimonio y legado para un pueblo que desde hace casi 500 años integró a su forma de ser y de pensar lo intangible y lo valioso que es el toreo como manifestación y summa de experiencias humanas, milenarias o centenarias, que se concentran, no podía ser de otra forma en una tarde de toros.

30 de octubre de 2013.

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AMÉRICA TAURINA, DE LEOPOLDO VÁZQUEZ A REVISIÓN. (SÉPTIMA PARTE).

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    A continuación, nuestro autor en turno, da amplia información sobre la nómina de toreros en sus diversas categorías que actuaron al menos durante la segunda mitad del siglo XIX. Muchos de los nombres que veremos a continuación ya no nos resultan desconocidos, pues de una u otra manera han sido dados a conocer en diversos materiales ya publicados y que comparto a través de este blog desde diciembre de 2010.

   Por obvias razones, y dado lo abundante en datos, sólo me limitaré a recoger los nombres de estos “Toreros americanos”, dando preferencia a los nacidos en México, respetando el orden alfabético en que aparecen, así como su función concreta en los ruedos.

ACEBEDO (sic), Miguel, picador de toros.

ACOSTA, Eutimio, picador de toros.

ACOSTA, Martín, picador de toros.

ACOSTA, Pedro Nolasco, matador de toros.

AGUIRRE, Francisco, Gallito, banderillero.

AGUIRRE y LOMELÍ, María, La Charrita Mexicana, hábil caballista.

ANGUIANO, N., picador de toros.

ÁVILA, Miguel, picador de toros.

ÁVILA, Francisco, banderillero mexicano.

ARISTIZABAL, Domingo, Castañero chico, picador de toros.

BALANDRO, Patricio, banderillero.

BALDELAMAR, Emilio, banderillero.

BASAURI, José, matador de novillos. Por haber abrazado en México la profesión y no haber salido de América desde entonces (finales del siglo XIX), figura en este libro entre los diestros americanos.

BELLO, Miguel, banderillero.

BERUMEN, Vicente, banderillero.

BERRIOZABAL, Manuel, picador de toros.

BLANCO, Jesús, banderillero.

BONILLA, Ángel, banderillero.

BRICEÑO (sic), Encarnación, picador de toros.

CADENA, Pedro, matador de novillos.

CALDERON, Emilio, banderillero.

CALDERÓN DE LA BARCA, Rafael, aficionado mexicano, formó una cuadrilla de jóvenes que toreaba en 1887.

CANDELA, N., banderillero.

CARMONA, Jesús, picador de toros.

CASTAÑEDA, Pablo, banderillero.

CERRILLA, N., picador de toros.

CISNEROS, Vicente, lazador.

CONDE, Vicente, Güerito o Negrito, picador de toros.

CONTRERAS, Natividad, El Charrito del siglo, banderillero.

CÓRCOLES, Fernando, matador de toros.

CORONA, Juan, picador de toros.

CORONA, R., matador de novillos.

CUADRADO, Manuel, Gordito.

CUETO, Casimiro, lidiador mexicano.

CHÁVEZ, Luz, lazador.

DELGADO, Juan, puntillero.

DÍAZ, Braulio, matador de novillos.

DÍAZ, Francisco, matador de novillos.

DÍAZ y SALINAS, Ponciano, matador de toros y hábil caballista.

DURÁN, Pedro, picador de toros.

ESCALONA, José, banderillero.

ESCAMILLA, Antonio, celebrado diestro mexicano.

ESPEJEL, Agustín, Veneno, picador de toros.

FERNÁNDEZ, Antonio, picador de toros.

FERNÁNDEZ, Francisco, Isleño, banderillero.

FUENTES, N., matador mexicano.

GABARDÓN, Enrique, banderillero.

GADEA, Ignacio, lidiador mexicano.

GARCÍA, Carlos, Catufa, diestro mexicano.

GARCÍA, Federico, picador de toros.

GARCÍA, Florentino, Tanganito, banderillero.

GARCÍA, Ildefonso, jineteaba toros.

GARCÍA, Trineo (sic), picador de toros.

GARCÍA, Juan, picador de toros.

GARCÍA, Manuel, picador de toros.

GARCÍA, Pedro, picador de toros.

GARCÍA, Pedro, banderillero.

GARCÍA, Piedad, picador de toros.

GARCÍA, Rafael, lidiador mexicano.

GARCÍA, Virgilio, banderillero.

GARNICA, Emeterio, banderillero.

GARZA, N., picador de toros.

GAVIDIA, José de la Luz, matador mexicano.

GAVIÑO, N., picador de toros.

GAVIÑO, Bernardo, matador de toros. Aunque nacido en Puerto Real, Cádiz, España en 1812, pasó a América desde 1828 y en especial a México poco tiempo después, país donde permanece hasta su muerte, en 1886. Aunque no se nacionalizó mexicano, por muchas razones se le considera como tal.

GODINES, Agapito, picador de toros.

GOLSARRI, Agustín o Antonio, banderillero.

GÓMEZ, Cornelio, matador mexicano de segundo orden…

GÓMEZ, Francisco, Chiclanero, espada mexicano.

GONZÁLEZ, Antonio, Frasquito o el Orizabeño, banderillero.

GONZÁLEZ, Celso, picador de toros.

GONZÁLEZ, Filomeno, picador de toros.

GONZÁLEZ, Lauro, picador de toros.

GONZÁLEZ, Mariano, La Monja, espada y jefe de cuadrilla.

GUERRERO DE HERNÁNDEZ, Anastasio, picador de toros.

GUTIÉRREZ, José, banderillero.

GUTIÉRREZ, Anastasio, Moreliano, matador de novillos.

HERNÁNDEZ, Domingo, banderillero.

HERNÁNDEZ, José María, matador de toros.

HERNÁNDEZ, Felipe, banderillero.

HERNÁNDEZ, María, lidiadora mexicana.

HUERTA, Fernando, matador de toros de segundo orden.

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Aquí vemos, entre otros a María Aguirre y a Timoteo Rodríguez. ¿Identifica usted a alguien más?

Si así fuere, favor de remitir sus datos a esta dirección: https://ahtm.wordpress.com/ que su autor mucho se los agradecerá. La fotografía fue tomada hacia 1895 en la plaza de Ciudad Juárez, Chihuahua.

Revista de Revistas” Nº 1394, del 7 de febrero de 1937.

IZUNZA, Enrique, Sevillano, banderillero.

JAIME, Alejo, el Nene, picador.

JIMÉNEZ, José, el Señorito, matador de novillos.

JURADO, Ramón, lidiador mexicano.

LECEA, Pascual, lidiador mexicano.

LECHUGA, Alberto, banderillero.

LECHUGA, Florencio, banderillero.

LEOS, N., picador de toros.

LICÓN, Román, Mazzantinito, banderillero.

LÓPEZ, Carlos, Manchao, banderillero.

LÓPEZ, Gerardo, Gorrión, buen jinete y muy aceptable picador de toros.

LOVATO, Francisco, banderillero.

MÁRQUES, Guadalupe, picador de toros.

MARRERO y BÁEZ, José, Cheché, aunque nacido en la Habana, buena parte de su vida profesional como matador de toros, la realizó en México.

MARTÍNEZ, Antonio, Curro, banderillero.

MARTÍNEZ, Aurelio, picador de toros.

MARTÍNEZ, Epifanio, picador de toros.

MEDINA, Guadalupe, picador de toros.

MEJÍA, Felícitos, banderillero eficaz.

MENDOZA, Benito, jefe de cuadrilla.

MENDOZA, Manuel, picador de toros.

MERCADILLA, Antonio, matador de toros.

MERCADO, Antonio, Cantanitos o Cantaritos, picador de toros.

MERINO, Francisco, aficionado.

MEZA, José María, picador de toros.

MONJE, José, Candelas, banderillero.

MONTERDE, Agustín, matador de novillos.

MOTA, José María, picador de toros.

MUÑOZ, Martín, banderillero.

MUÑOZ, Tereso, picador de toros.

N. N. El Veracruzano, matador de novillos. Podría referirse a Felícitos Mejía que también se anunciaba así en los carteles, o a Vicente Conde, que nació en dicho estado.

NAVA, J., banderillero.

NÚÑEZ, Ignacio, banderillero.

NÚÑEZ, Juan, banderillero.

OROPEZA, Agustín, picador de toros.

OROPEZA, Vicente, picador de toros.

OROZCO, Jesús, Chihuahueño, banderillero.

ORTEGA, José, picador de toros.

ORTIZ, Cornelio, banderillero.

PARDO, Genovevo, banderillero.

PARRA, Abraham, el Borrego, espada de segundo orden.

PARRA, José, Parrita, picador de toros.

PARRA, Telésforo, banderillero.

PERAL, Isidro, El Estudiante, banderillero.

PERALTA, Francisco, banderillero.

PÉREZ, Antonio, Palomo, banderillero.

PÉREZ GIL, Aureliano, diestro mexicano, actuando a veces de banderillero y a veces de sobresaliente.

POLA, Enrique, banderillero.

PRIETO, León, Señorito, espada mexicano moderno.

PULLA, Agustín, Pullita, banderillero.

PULLA, Félix, banderillero.

QUESADAS, Manuel, Filomeno, banderillero.

RAMÍREZ, Jesús, picador de toros.

RAMÍREZ, N., banderillero.

RAMOS, Julián, banderillero.

RASCÓN, José, montador mexicano.

REA, Natividad, picador de toros.

REYES, Adalberto, Saleri mexicano, lidiador.

REYES, Arcadio, picador de toros.

REYES, Guillermo, picador de toros.

REYES, José María, puntillero.

REYES, Salomé, picador de toros.

RÍOS, Carlos, lazador.

ROCHA, Macedonio, el Sargento, banderillero.

RODRÍGUEZ, Crescencio, lidiador mexicano.

RODRÍGUEZ N., picador de toros.

RODRÍGUEZ, Timoteo, famoso espada mexicano.

ROJAS, Eduardo, el Carcachas, banderillero.

ROMÁN, Simón, picador de toros.

ROSA, Margarito de la, banderillero.

ROSAS, Alfredo, banderillero.

RUIZ, Francisco, Moyote, picador de toros.

SALCEDO, Juan, el Diablo, picador de toros.

SALINAS, Juan, banderillero.

SÁNCHEZ, Carlos, banderillero.

SÁNCHEZ, César, banderillero.

SÁNCHEZ, Guadalupe, banderillero.

SÁNCHEZ, Refugio, banderillero.

SANTA CRUZ POLANCO, Gerardo, matador de toros.

SAUTIN (sic) debe decir SANTÍN, picador de toros.

TORRE, Atenógenes de la, picador de toros.

URRUTIA, Rodrigo, banderillero.

VARGAS, Manuel, Perdigón, banderillero.

VÁZQUEZ, Enrique, banderillero.

VEGA, Amado de la, picador y lazador mexicano.

VELASCO, Agustín, lidiador.

VICIRA, Tomás, banderillero.

VILLARREAL, Fernando, Villita, picador de toros.

ZAMORA, Carlos, el Largo, banderillero.

ZAMORA, Lino, lidiador acreditado.

ZARAGOZA, Ignacio, banderillero (homónimo del héroe de Puebla el 5 de mayo de 1862. N. del A.).

ZAVALA, Bernardo, picador de toros.

ZAVALA, Valentín, matador de novillos.

ZAYAS y VARGAS, Alberto, Zayitas, lidiador mexicano.

ZORRILLA, N., picador de toros.

   No solo abundante, sino marcadamente rico en datos es este enorme listado de personajes, los que con mar de por medio pudo recabar Leopoldo Vázquez, siendo muy probable que falten otros tantos, los cuales sólo pueden encontrarse en lectura serena no sólo de las pocas fuentes bibliográficas existentes hasta hoy, sino como resultado de aquel otro ejercicio, paciente, casi de santo, que significa poner la vista en buena parte de periódicos y revistas de aquellos años, donde en medio de una naciente crónica taurina, poco a poco van mencionándose nombres y apellidos no sólo de los actores principales, sino de aquellos otros que ocupan otras categorías. Por ahora, bien ha valido la pena conocer datos tan interesantes que ya nos hablan de todo un contingente de personajes que estuvieron activos en los ruedos de nuestro país.

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Originalmente, esta imagen fue publicada en un calendario elaborado por la casa de subastas Louis C. Morton para el año 2002, en el que ilustran con una muy interesante imagen (Anónimo, Escuela Mexicana, ca. 1900. Paseíllo. Óleo sobre tela, 90×150 cm). Evidentemente la fecha referida no es, ni por casualidad certera en función de que debe tratarse de una cuadrilla ¿la de Rafael Calderón de la Barca en León, Guanajuato; o la de Gerardo Santa Cruz Polanco, formada hacia finales de la octava década del siglo XIX? Este es un buen asunto a resolver. Hoy día, pertenece a la colección del Dr. Marco Antonio Ramírez.

   Probablemente aquí estén varios de los personajes citados a lo largo de la rica nómina que Leopoldo Vázquez aporta en su muy bien considerada América Taurina, motivo de esta pequeña serie que va siendo, como puede observarse, bastante caudalosa.

CONTINUARÁ.

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América Taurina, de Leopoldo Vázquez a revisión. (Sexta parte).

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Leopoldo Vázquez, en su afán de no perder de vista ninguna de las suertes que particularmente se practicaron en el México de finales del siglo XIX, como compendio secular de experiencias acumuladas tanto en el espacio urbano como en el rural, manifiesta su admiración sobre el hecho de aquellas

(…) otras suertes que son usuales en los circos taurinos de América, y con especialidad en los de México, figura la de banderillas a caballo, de la que un periódico mexicano, titulado “El Correo de los Toros”, correspondiente al 7 de Octubre de 1888, dice:

   “Por los años de 1853 o 54 el público de México fue testigo de un gran acontecimiento; un torero mexicano, bastante conocido, por aquella época, dotó al arte con una suerte que se puede reputar como invención suya, puesto que no hay noticia de que otro diestro con anterioridad la hubiese ejecutado.

   “Nos referimos al célebre (Ignacio) Gadea y a la suerte de parear a caballo. Gadea puso banderillas a caballo por primera vez en una corrida que se organizó por mandato de su Alteza Serenísima, D. Antonio López de Santa Ana, y dedicado al Embajador de España. El resultado fue brillante para Gadea.

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Apenas perceptible en el cartel,  aparece el nombre de Ignacio Gadea, alternando con la cuadrilla de Bernardo Gaviño. Corresponde al 28 de noviembre de 1858. Aquí otros detalles:

PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 28 de noviembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño, alternando con Ignacio Gadea (a caballo). 5 toros de Atenco. Beneficio de Carolina Perea. Se agregó al espectáculo una ascensión aerostática.

Imagen tomada de: MARÍA Y CAMPOS, Armando de: Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, Acción moderna mercantil, S.A., 1938. 112 p. ils.

   “Repitió la suerte al poco tiempo en una corrida a beneficio de (Bernardo) Gaviño, marchó después para la Habana, donde entusiasmó a los cubanos con las banderillas a caballo.

   “En la capital de la Perla de las Antillas, trabajó la cuadrilla de Gadea en 14 corridas, y la última, que fue a beneficio del espada mexicano, le produjo la cantidad de quince mil pesos en oro libres de todo gasto.

   “Hasta la fecha no ha habido ningún diestro que lo haya igualado siquiera en la suerte de parear a caballo; para afirmar nuestro dicho, ahí está la corrida del 4 de Marzo del corriente año, en la cual se presentó el diestro Gadea, ya decrépito por los años, puesto que ha visto sucederse sesenta y cinco inviernos y, no obstante su carencia de facultades pareó a caballo como jamás habíamos visto; la empresa, con justicia, le anunció como inimitable en esta suerte”.

   Sabemos de sobra que Ponciano Díaz fue el sucesor nato de Gadea mismo en estos menesteres, aunque conviene por todas las circunstancias aquí reunidas, intentar un perfil sobre aquel otro personaje que fue quizá, tal y como lo señala El Correo de los Toros el primero en materializar una suerte tan campirana en un ruedo, lo que simple y sencillamente debe haber causado especial admiración de quienes contemplaron aquella novedad, justo en unos momentos en que el espectáculo taurino gozaba no sólo de privilegios, y estaba colocado en una situación bastante favorable, sino por el hecho de que también fue una época en la que se intensificó; se magnificó la puesta en escena misma de un espectáculo que fomentó e incentivó a su máxima expresión el portorealeño Bernardo Gaviño. Gaviño, al dar lugar y espacio a esa serie de manifestaciones que vendrían a denominarse como “parataurinas”, permitió –y para decirlo de una vez-, que el teatro se sumara al festejo mismo, poniendo en escena representaciones efímeras de mojigangas, dando paso a la intervención de expresiones tan campiranas como el coleo, el jaripeo y, a lo que se ve, también de la ponderada suerte de colocar banderillas a caballo, la que encontró en Gadea a su primero y más fiel representante. Pero la fiesta no terminaba ahí. Faltaban elementos como fuegos de artificio, ascensiones aerostáticas, toros embolados, montes parnasos y demás comparsas. Así como la intervención de otros animales como perros, burros, elefantes, osos, tigres y demás fauna que se describe en diversos carteles de tan interesante época, la que va de 1835 a 1886, periodo en el que estuvo vigente Bernardo Gaviño, quien entendió perfectamente las condiciones del toreo en su época, al punto de estimular e impulsar este tipo de espectáculos que adquirían grados de notoriedad como pocos, y donde entre uno y otro siempre existieron diferencias en cuanto al contenido de su desarrollo, lo que llevó a que la tauromaquia alcanzara grados de fascinación como pocas veces se ha producido.

   El cartel que alude L. Vázquez respecto a la presentación de Gadea ante la afición capitalina, corresponde al 23 de enero de 1853, mismo que se dio a conocer en estos términos:

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 23 de enero. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. 6 toros de Atenco.

   “Se presentará por primera vez en esta capital una notabilidad en el ARTE para BANDERILLEAR A CABALLO, el famoso IGNACIO GADEA, quien desempeñará esa suerte con el caballo ensillado, poniendo también algunas flores en la frente, y después en pelo, arrojando atrevidamente la silla, sin apearse, colocará otros pares de banderillas. Teniendo además la habilidad de COLEAR de una manera enteramente nueva y desconocida en esta capital, dará también una prueba de ella”.

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¿Ignacio Gadea poniendo banderillas a caballo?

Fuente: Impresiones de un suavo en México. Dr. Schiving. 1857. Prólogo del Dr. Roberto Valles Martínez. México, Microprotecsa. Dirección de M. Quezada Brandi, 1961.

CONTINUARÁ.

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CRÓNICA SOBRE ALGUNAS COSAS VISTAS y NO VISTAS. LA PRIMERA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Cercana ya la hora de comenzar la corrida, mientras el público asistente llegaba poco a poco a la plaza, ciertos vientos soplaban amenazantes, con ganas de entorpecer un arranque de temporada que parece tener señales de optimismo, en función de los carteles que ya han sido dados a conocer hace algunas semanas, aunque uno de los primeros casos por resolver sea el que corresponde a la actuación de Juan Luis Silis, quien recibió grave percance el pasado 13 de octubre en Pachuca, Hidalgo el cual interesó la arteria carótida que finalmente no resultó seccionada. Además, el artero pitón fracturó varios huesos de la cara, lo que significó que mediara un procedimiento quirúrgico el cual consistió en servicios de maxilofacial y cirugía plástica y reconstructiva para restaurar los huesos de mandíbula, maxilar y órbita, además de verificar circulación de venas y arterias apropiada de dicha zona y afrontar tejidos musculares, aponeurosis y piel, sin necesidad de colocar injerto en dicha lesión. Lo anterior habla de la delicada dimensión que alcanzó el percance, lo que pone en un predicamento a la empresa de la plaza de toros “México”, misma que tiene programado al diestro para el 15 de diciembre próximo.

   Pero hete aquí, que al comenzar el festejo del 27 de octubre, y con un entusiasmo que hervía a las afueras del coso de la colonia Nochebuena, todo parecía indicar que el lleno estaba garantizado. Y, ¡oh sorpresa! no hubo más que media entrada, lo que habla muy mal para un cartel que por sí mismo era motivo para convocar a la afición en masa para llenar el embudo de Insurgentes. Mal signo, mal presagio nada más comenzar este serial, y es que se funden varias razones: lo elevado en los precios de las localidades, pues en numerado los precios van desde 225 hasta 770 (en sombra); y de 145 a 550 (en sol). Para general, en sol cuesta 80; en sombra 90 pesos. A ello debe agregarse el hecho de que quien paga y si va acompañado de dos o más personas, el presupuesto se eleva considerablemente, lo que pone en serio riesgo su economía, lo que en nuestros tiempos es un verdadero enemigo.

   Tras el escándalo del daño irreversible a la famosísima estatua de Carlos IV mejor conocida como “El Caballito”, y en espera de que algún día la empresa capitalina se decida contratar servicios de restauración y estabilización, (y ojalá lo haga con algún bufete de especialistas), sobre todo por el hecho de que todas sus estatuas que rematan columnas, basamentos y pedestales en los alrededores de la monumental se encuentran en un estado muy avanzado de deterioro. Vale la pena ese esfuerzo para que la plaza, en su conjunto recupere valores en tanto espacio público con justificados elementos que le dan su auténtica dimensión hasta el punto de recuperar su valor patrimonial. Se ha visto que hay interés en remozar tamaño inmueble y lo han hecho pintando muros exteriores, así como la restauración y relleno (con cemento) en asientos y respaldos, aplicación a cierto número de filas del primero y segundo tendido. Se observaron cambios importantes con la presencia de nuevas tablas (recién pintadas) en el ruedo, así como burladeros con nuevo forro metálico, pero lo que no mejora es la intensidad de luz (luxes y lúmenes es parte de ese conflicto técnico a resolver, acudiendo de nuevo con técnicos especialistas en alumbrado) y el sonido, que es cada vez peor. Hubo también presencia de nuevas batas (del blanco tradicional pasó al negro) para el personal que realiza venta de cuantos productos se venden en los tendidos, aunque no dejó de notarse que otros tantos siguieron bajo la costumbre, así como la presencia de más contingentes que ofrecen diversidad de “chunches”. Si bien es un hecho de que todas esas personas están ahí por necesidad, lamentablemente no dejan de moverse durante la lidia (lo que provoca que se «toque» a los toros desde el tendido), a pesar de que el Reglamento taurino en vigor lo impide,[1] tal y como lo apunta su Art. 56 que a la letra dice:

 ARTÍCULO 56. A la hora anunciada en los programas para el inicio del festejo, el Juez de Plaza dará orden de que suenen clarines y timbales y la función comience. En ese momento suspenderán sus actividades los vendedores en los tendidos y los alquiladores de cojines y ni unos ni otros podrán ejercer su comercio, sino en el lapso que va del apuntillamiento del toro al toque que ordene la salida del siguiente.

La empresa y los vendedores serán directamente responsables del cumplimiento de este artículo.

    Pues bien, mientras en estos momentos, la prensa se prodiga en dar cuenta por distintos medios de lo acontecido en largo festejo, a mi me resta hacer un conjunto de apreciaciones que no dejaron de llamar la atención.

   En términos estrictamente técnicos hubo dos puntos que se convierten en novedad, o al menos así lo aparentan. Se trata del desempeño de los picadores, que durante casi toda la tarde realizaron la suerte de conformidad a los viejos dictados, es decir, como solemos exaltarla los aficionados. También y para llamarle de alguna manera, el “castigo” se redujo a una vara por burel, lo cual rompe todos los esquemas sobre aquello que dominaba en el pasado respecto a una fuerte dosis de puyazos. Cinco ejemplares de Barralva se fueron “por derecho” a las cabalgaduras y sólo el sexto entró “terciado” por lo que intencionalmente el varilarguero le tapó la salida en forma incorrecta, barrenando y bombeando a placer. El balance es que este efecto causó buena impresión, aunque no sé si se convierta en un común denominador durante la temporada. Habrá que preguntar a los ganaderos si esto es apropiado, o si hubo por parte de autoridades y señores del castoreño, y hasta por parte de los toreros alguna decisión al respecto para realizar la suerte conforme a lo establecido por la costumbre. (Debido a que no estoy de acuerdo con los “toros de regalo”, no tengo forma de comentar lo ocurrido con el séptimo y octavo que salieron al ruedo).

   Otro detalle que llamó la atención fue esa novedosa economía en los capotazos que se dieron por parte de los peones para que los banderilleros en turno colocaran los palitroques, empeño que también permite que los toros no lleguen con “menos pases” al tercio final.

   Evidentemente, de los seis ejemplares de Barralva que pude apreciar, cuatro llenaban el requisito de toros de lidia, en cuanto a que dos de ellos, cuarto y quinto estaban sospechosamente anovillados. Nada mejor, y también nunca mejor aplicado para salir de dudas es que un examen como el “post morten” defina tamañas dudas. ¿Será posible tanta belleza si uno de estos días vemos aparecer en la prensa estos dictámenes científicos que respalden o confirmen uno u otro dicho, acerca de la edad en la que fueron lidiados estos y otros tantos toros por venir?

   ¿Cuánto tiempo ha que la Autoridad no entrega un informe en donde aparezcan esos datos? Si así fuere, créanme que estaremos regresando a los tiempos en que exista en una plaza de toros la autoridad de la autoridad y los médicos veterinarios se integren de nuevo a un papel que les ha sido vedado desde hace muchos años.

   Finalmente, es un hecho que cuando varios de estos toros mostraron dificultades en la lidia, lo cual les haría acreedores a una triste despedida mientras el tiro de percherones se lleva los restos hacia el destazadero, es que al transcurrir ciertos momentos en que terminan por entregarse al puntillero, esto produce síntomas de compasión, pues se entiende que el toro, en su agonía defiende sobre sus cuatro patas lo poco que le queda de vida, señal de fortaleza que sin duda, es plausible en cualquier especie animal. Sin embargo, en este espectáculo, y tras el balance que ha reunido la lidia en su conjunto, en la medida en que no quede claro que el toro ya lidiado mostrara, a lo largo precisamente de toda su lidia altos puntos de bravura, codicia, continuidad y otras virtudes, todo ello le hace acreedor a la aclamación popular, pero ¡cuidado!, no confundirla con ese otro elemento que podría terminar por polarizar la idea o visión de las cosas, produciendo ideas encontradas que no dejarán entender la condición ni la lidia que ofreció minutos atrás. En eso es importante que el público sepa distinguir perfectamente una cosa de la otra. Esto lo digo no con ganas de molestar ni de provocar, sino de poner las cosas en su justo medio, para que el equilibrio termine también poniendo todo en su justa dimensión.

27 de octubre de 2013.


[1] Reglamento Taurino para el Distrito Federal, con la última reforma publicada en la Gaceta Oficial el 25 de octubre de 2004.

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UN DÍA COMO HOY… 27 DE OCTUBRE…

EFEMÉRIDES TAURINAS DE SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 UN DÍA COMO HOY… 27 DE OCTUBRE… PERO DE 1904, Julio Bonilla informaba lo siguiente:

   El 24 de Diciembre, día de Navidad, el espada Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, toreará dos corridas, una en Querétaro y otra en Celaya. Próximamente trabajará con su cuadrilla en las plazas de Porfirio Díaz y Monterrey.

-El matador de novillos, José Campos “Campitos” desistió de llevar a efecto su proyectado viaje a México, por haber sido contratado en unión de “Chicuelo” para torear en este año seis corridas y una de beneficio, en Caracas (Venezuela), a cuya capital debe llegar en el mes entrante, procedente de Sevilla.

-La Empresa de Ciudad Juárez ajustó para tres corridas más al espada Antonio Márquez “Portaleño”, que en la corrida del 23 mató sólo cuatro toros de Ojocaliente. El 30 toreará en dicha plaza ganado de Samalayuca; y el 14 y 21 de Noviembre, en Agua Prieta (Sonora), pasando después al mineral de las Esperanzas y Monterrey.

-el 30 del actual y el 1° de Noviembre, se darán dos corridas en León, en las que tomarán parte Manuel Lavín “Esparterito” y el mismo día toreará su última corrida en Mineral del Oro, Agustín Velasco “Fuentes Mexicano”.

-Los nuevos matadores de toros “Jerezano” y “Alvaradito” que acaban de llegar a México, tiene cada uno organizada su media cuadrilla, pudiendo, por lo tanto torear desde luego en cualquier plaza del país.

-El matador de toros Antonio Fuentes se encuentra en París, donde parece se le hará una operación en la pierna que tiene lesionada.

-Se trata de que en la primera corrida que trabaje Antonio Montes en la plaza “México” se lidien toros de San Diego de los Padres.

 UN DÍA COMO HOY… 27 DE OCTUBRE… PERO DE 1907: PLAZA DE TOROS EN PUEBLA, PUE. 27 de octubre. La corrida celebrada hoy en la capital de Puebla, ha resultado muy animada, gracias a “Corchaito”, que trabajó sin descanso toda la tarde.

   El ganado de Atenco nada más cumplió. “Cuatrodedos” como Atenco, cumplió.

   El de Córdoba mató tres toros muy bien, siendo ovacionado.

   En quites estuvo oportuno, oyendo palmas. El Popular, D.F., del 28 de octubre de 1907, p. 2.

   El alternante del viejo “Cuatrodedos” es Fermín Muñoz “Corchaito”, quien hizo campaña en ruedos nacionales por aquellos años con los que iniciaba el siglo anterior.

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América Taurina, de Leopoldo Vázquez a revisión. (Quinta parte).

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Dice Vázquez, al respecto del Peal y Mangana:

   El peal es de poco más de una pulgada de ancho y su grueso el de la piel de un toro, que es de la que se saca, quitándole los extremos menos fuertes, cortándola después toda en círculo hasta llegar al centro del lomo. Es por tanto de una pieza que tiene generalmente de 30 a 35 metros de largo. Luego la curan y preparan de modo que queda sumamente flexible y de muchísima resistencia y duración.

   (…) Para la mayor consistencia tanto del peal como del lazo, es opinión general en los estados países que las pieles de que se hagan, sean castañas u obscuras, por ser menos porosas que las más claras; y que los toros de que se extraigan hayan sido muertos durante los cuartos menguantes de la luna.

   Ciertamente habrá alguna confusión, si para entender lo que pretende explicarnos Leopoldo Vázquez, en nuestro propio ámbito el peal tiene o tendría otras connotaciones, a saber:

Las faenas con la reata son:

 Pealar ganado caballar, que consiste en lazar únicamente los cuartos traseros o patas a un equino que va a toda carrera con el fin de detenerlo para cualquier cosa, esta faena no lastima al animal lazado y es muy educativa para el caballo del lazador al tiempo que resulta bastante difícil, entretenido y divertido a la vez que riestgoso, pues el chorrear (correr) de la reata que queda amarrada en el fuste resulta muy fuerte ya que el animal posee una fuerza descomunal sobre todo en sus cuartos traseros, así que ¡Dios guarde al charro que le caiga una coca!, esto es, que una vuelta de las que tienen en el mazo sujetado con la mano izquierda caiga sobrepuesta sobre otra haciendo un nudo, pues se corre el riesgo de amputarse uno o más dedos y en ocasiones la mano derecha completa. Sin embargo, no se conoce charro que no disfrute del sonido tan peculiar y del exquisito aroma que produce el chorrear de la reata en el fuste, pues característica de esta faena es la jumareda (humareda) con olor a pita y madera quemadas que producen un peal.

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Valioso exponente para entender de manera visual tales asuntos es el famoso pintor Ernesto de Icaza.

   Por otro lado

   Lazar ganado vacuno o caballar de la cabeza o mejor dicho, del pescuezo o gañote y a lo que comúnmente se le denomina “gañotear” o “tirar un lazo pescuecero”, o bien de los cuernos cuando es vacuno y el animal los tiene (lazo de cuernos limpios) con el fin de conducirlo o detenerlo. El lazo de las patas o cuartos traseros al ganado vacuno es generalmente el complemento del lazo cabecero pues lleva el fin de derribarlo, ya sea para marcarlo, curarlo, despuntarlo e incluso jinetearlo y a este lazo se le llama “peal”. Muy práctico y muy lucido es mirar una faena como esta en la que, estando el animal derribado por el lazo pescuecero y por el peal, el jinete que laza la cabeza se acerca al animal y sin desmontar le quita el lazo del gañote mientras su compañero mantiene bien tenso el peal, sin la ayuda de los charros de a pie como de ordinario se hace. (Estos datos los encontré al consultar la página de internet: http://www.pobladores.com/channels/gente/LAMANZANILLADELAPAZ/area/50).

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De nuevo don Ernesto de Icaza acude presto a darnos en emotivas pinceladas esos elementos de la vida cotidiana que se desarrollaron en el ámbito rural mexicano del siglo XIX.

    Ya en el Capítulo III, “Estado actual del toreo” Leopoldo Vázquez y de entrada apunta:

   En el primer tercio del corriente siglo, se han ido introduciendo en las corridas de toros que se celebran en los diferentes países de América el uso del estoque, las banderillas y las varas por diestros españoles al modo y en la forma que con ellas se hace uso en España, y que poco a poco fueron adoptando los hijos del país que se dedicaron a lidiar reses bravas.

   En unas se acercaron más que en otras a manejarlas como los españoles, siendo en la de picar en la que más se alejaron, puesto que tal suerte la practicaron y la practican sin parar a los toros, tal y como la efectúan los conocedores y mayorales de las ganaderías andaluzas en el campo.

   En la primera mitad del corriente siglo las corridas de toros se daban en la región mexicana con toros despuntados, después, poco a poco fueron lidiándose también algunos de puntas, y por último, se ha prescindido de los primeros por completo.

   Cuando los toros comenzaban a lidiarse en puntas se aumentó el precio de las entradas a las plazas y también se aumentó la asignación a los toreros encargados de su lidia.

   La tarifa ordinaria que por entonces regía para pago de los toreros, era la siguiente:

            Picadores, de 16 a 25 pesos.

            Banderilleros, de 12 a 30.

            Matadores, de 50 a 100.

   En el día los precios han sufrido, como en España, las consiguientes alteraciones, siendo los que en 1888 solían abonarse a los lidiadores:

            Picadores, de 16 a 40 pesos.

            Banderilleros de 20 a 60.

            Matadores, de 80 a 200.

   En la república mexicana, es en la actualidad (recuérdese que el libro se publicó en 1898) donde mejor se pagan toros y toreros.

   La ganadería que más hace pagar sus reses es la de Tepeyahualco, de que es dueño D. José María González Pavón, que cobra por cada toro 250 pesos mexicanos.

   A esta siguen las de Atenco, Santín, Piedras Negras, San Diego de los Padres, Cazadero y algunas otras, cuyas reses valen a 200 pesos.

   Las restantes se pagan según el nombre y crédito de las vacadas, variando su precio de 50 a poco más de 150.

   Los lidiadores cobran en México según la categoría que tienen, y más aún por el nombre de que disfrutan.

   Los espadas de cartel que tienen alternativa, cobran regularmente de 100 a 200 pesos libres y los matadores de novillos de 50 pesos en adelante.

   Los banderilleros y picadores del país cobran por corrida de 20 a 30 pesos libres.

   Los lidiadores españoles, creando disfrutan de un buen nombre en la península, al torear en México, cobran generalmente bastante más que los del país, y mucho más cuando emprenden el viaje ajustados por una empresa.

   Datos muy interesantes por cierto, cual si se tratara de una desclasificación de contratos en los que se integran cifras, cláusulas, condiciones y demás elementos que constituyen tales formas de expresión en una empresa. En este caso, la taurina.

   A continuación, da una amplia lista de un buen número de toreros españoles que realizaron su periplo en diversos países americanos, entre 1828 y 1897, aproximadamente, destacando los nombres de Bernardo Gaviño y Manuel Hermosilla.

 ERNESTO DE ICAZA_UN PEAL

Buena parte de estas escenas, además del campo, se vivieron en la plaza de toros. Detalle de una más de las geniales obras de Ernesto de Icaza.

    Aunque otra serie de elementos, todos ellos importantes, son los que dan soporte a su visión general sobre lo que para 1898, significaba el toreo en América ya en su primera gran etapa de consolidación.

   Hoy puede decirse que el toreo está en América en el periodo que tiende a perfeccionarse y ponerse al nivel de España, lo que no ha de tardar en realizarse muchos años, debido no solo a los diestros españoles sino a la creciente afición al espectáculo y a los distinguidos escritores taurinos que en América van con sus valiosos escritos encauzando la fiesta por el buen camino, corrigiendo a cada momento los defectos de que adolecen los diestros y alabando cuanto merece el aplauso de los buenos aficionados.

   Elogia en ese sentido el papel que desempeñaron los “más acreditados ganaderos” y luego torna a la explicación del que fue último reducto de las expresiones nacionales detentadas por uno de los más representativos diestros decimonónicos: Ponciano Díaz, que si bien no fue el único en dar a conocer suertes rurales en espacios urbanos, tuvo la fortuna de capitalizar en su persona al ídolo capaz de realizarlas en términos de gran finura. Es bueno recordar que entre otros personajes que fueron capaces de extender sus facultades y combinar el toreo de a pie con el de a caballo, expresión híbrida al fin y al cabo, estuvieron: Ignacio Gadea, Pedro Nolasco Acosta, Arcadio Reyes “El Zarco”, Agustín y Vicente Oropeza entre otros tantos que en plazas provincianas contaron y gozaron del mismo privilegio, pues sus cotidianas actividades en la plaza de las ciudades o las que se producían en el campo, hizo que su bagaje estuviese siempre dispuesto para que entraran en acción según fuese la ocasión. Por tanto, no es casual que Vázquez se ocupe de esas suertes campiranas, más como un distintivo de curiosidad nacional, que como parte de las labores que fueron común denominador en el campo.

   Entre las suertes del campo que los naturales de los diferentes países americanos han llevado a las plazas de toros como parte del espectáculo, o auxiliares del mismo figuran las siguientes.

   La de lazar, que con tanta destreza se ejecuta en México, se emplea algunas veces como parte de la diversión y en general para retirar de la plaza a los toros que no se prestan a la lidia operación que practican con suma brevedad y por lo tanto, es de mejores resultados que valerse del cabestraje para efectuarlo.

   El coleo a caballo a veces se efectúa en las plazas formando un número de la diversión.

   El montar toros, que se ejecuta en algunas regiones de la República Mexicana, es operación para la que se precisan mucho arrojo, habilidad grande y no poca fuerza, suele también formar parte de los espectáculos.

   Esta operación se practica después de enlazarlos, tirando de la guindaleta (que hemos visto su explicación al principio de la presente parte) hasta enfrontilarlos con un mueco que se fija en un punto de la plaza donde una vez sujetos se les coloca una banda ancha, a modo de cincha por la parte delantera del vientre cerca de los brazuelos, y por el nacimiento del costillar próximo al morrillo. Dicha cincha tiene en la parte superior un asa para que sirva de agarradero al ginete.

   Otras veces, en lugar de sujetarlos al indicado mueco se les derriba, y una vez en el suelo se les coloca la cincha.

   Una vez colocada esta cincha se deja al toro en libertad. El diestro que haya de montarle tendrá asida el asa, y antes de que el toro se reponga, montará sobre él, dejándose llevar a voluntad y en la dirección que tome el cornúpeto.

   A veces algunos lidiadores torean a la res, para mostrar mejor la habilidad del ginete para conservar el equilibrio en los movimientos rápidos que necesariamente ha de hacer al toro al verse con aquel impedimento encima e imitado por los lidiadores de a pie.

 CONTINUARÁ.

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América Taurina, de Leopoldo Vázquez a revisión. (Cuarta parte).

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

     En la percepción que tuvo Leopoldo Vázquez para configurar, a distancia esta obra, tuvo que haber una serie de elementos que influyeran poderosamente en su construcción. Si bien es cierto que las pocas obras de producción nacional eran casi nulas, lo demás estaba supeditado a lo que la prensa comenzaba a informar como para poder estructurar algo en fondo, lo más coherente que fuese posible, mediando para ellos varios miles de kilómetros entre los dos continentes. Esas, entre muchas otras razones podrían crear un segmento peligrosamente especulativo, de ahí que sus deducciones tuviesen elementos que insisto, dieron alguna solidez a sus apuntes y más aún cuando en el capítulo II de la obra aquí analizada “Vicisitudes por que ha pasado el toreo en América”, don Leopoldo pone el dedo en el renglón de un asunto que era competencia exclusiva de un espacio por preservar componentes culturales que integraban a aquella que, por tres siglos dominó y controló el estado de cosas y por lo cual muchas naciones en cierne respondieron con su emancipación. Sin embargo, al quedar adherida la tauromaquia al espíritu de varios nuevos países americanos y preservar estos su puesta en escena hasta nuestros días, se tiene la certeza de que el mestizaje hizo su parte lo cual no es gratuito, pero tampoco una casualidad, pues tal proceso de asimilación tomó periodos de tiempo muy importantes para que los integrantes de cada lugar a donde enraizó esta expresión eminentemente española lo tomaran, lo hicieran suyo y al tenerlo como tal, le dieran elementos identitarios que los hizo únicos de este lado del mar, sin que esto alterara la esencia (cambia la forma, no el fondo).

   Es interesante conocer la opinión de autores españoles cuya prudencia y equilibrio con la historia ven con naturalidad los hechos del pasado, al punto que Vázquez nos dice:

   No solamente en México, sino en Chile, Perú, Uruguay y otros países de América que dominó España desde su descubrimiento hasta los primeros años del corriente siglo (se refiere al XIX) en que paulatinamente fueron declarándose independientes, puede decirse que el toreo de a pie estaba en su infancia hasta después de 1830, época en que pasaron a diferentes regiones de América algunos diestros españoles, ávidos, más que de gloria, de nuevos horizontes en que buscar fortuna.

   Vázquez refiere algunos aspectos en los que aprecia la forma en que se configuró la primitiva y americana expresión independiente del toreo, destacando entre otras el todavía antiguo sistema del desjarrete, más de uso común en el campo que en la plaza. Y hete aquí que sin proponérmelo ha surgido un elemento que será la constante entre dos espacios importantísimos creándose entre ambos un diálogo permanente que hizo posible una tauromaquia a plenitud, exuberante a lo largo de buena parte del 19. Me refiero a los ámbitos urbano y rural.

   Volvamos con Leopoldo Vázquez.

   El toreo de capa estaba también en mantillas. Los lidiadores toreaban sin orden ni concierto, todos a la vez y por diferentes puntos, llamando la atención del toro, como se efectúa en las capeas de los pueblos y aún en las plazas de alguna importancia cuando para el público que quiera capearlos hay dispuestos moruchos embolados o vaquillas bravas.

   Y como allí los toros son por el clima y la propiedad de los pastos bastante inferiores en bravura y condiciones de lidia a los españoles, menos duros y ligeros, de aquí que a los pocos capotazos dados en la forma indicada se queden mansos por completo.

   Y es que lo anterior tiene cierta explicación.

   Para empezar, la mejor manera de entender el caos que describe Vázquez, la mirada de John Moritz Rugendas es perfecta en la medida en que con ojos extranjeros pero no ajenos, se deja fascinar por las ocurrencias que seguramente pudo admirar en aquella tarde de reinauguración de la Real plaza de toros de San Pablo en abril de 1833, como se podrá observar a continuación:

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Corrida de toros en la Plaza de San Pablo, John Moritz Rugendas, 1833. Óleo sobre cartón.

Fuente: Colección del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, México.

 Pueden contarse hasta seis de a caballo, todos con vara larga y otros siete de a pie, lo cual en nuestros días significaría un auténtico “herradero”, el desorden total, cuando por entonces sólo estaban vigentes algunas disposiciones legales que no veían por el lado de la lidia o su desarrollo, sino más bien en términos del orden al que se veían sujetos los actuantes e incluso el público, pero no más.

   El otro aspecto que menciona nuestro autor tiene que ver con diferencias entre el ganado español y el americano. De aquel, tengo la certeza de que al consolidar la profesionalización del campo bravo a finales del siglo XVIII, España muestra un adelanto importante en ese sentido. No obstante, en México fueron dándose algunos indicios en ese sentido, por lo que debo hacer notar algunos ejemplos.

   Allí está el caso  de un bando que fue expedido el 5 de noviembre de 1770 en el que se anuncia la celebración de fiestas públicos a través de un aviso al público expresando los nombres de los toreros y las CASTAS de los toros… (Archivo General de la Nación, Bandos). Todavía es más interesante el contenido que aparece en una Cédula Real del 18 de febrero de 1686 que atiende la licencia concedida a José de Vera, mayordomo de la cofradía de Jesús Nazareno en la iglesia de Tulancingo, donde destaca el hecho de que habrán de lidiarse en sus fiestas “reses bravas”.

   En ese sentido, me permito traer algunos apuntes de mi trabajo: “Atenco, la ganadería de toros bravos más importante en el siglo XIX. Esplendor y permanencia”, donde digo:

    (…) entrando en materia, se ha podido comprobar que, aunque existe un número importante de haciendas ganaderas en el territorio mexicano durante los siglos virreinales y el XIX, muy pocas son proclives a destinar parte de sus actividades a la crianza del toro de lidia. ¿Cuáles podrían ser las causas?

   Es posible que algunas unidades de producción contaran con un propósito bien definido por cubrir expectativas eminentemente comerciales, fundadas en aprovechar la presencia de un ganado cuya crianza está dirigida a unos fines que las ponían en lugar de privilegio, para ser llamadas a atender demandas establecidas por empresarios taurinos que buscaban entre las haciendas ganaderas, toros que sirvieran para los múltiples espectáculos programados durante el siglo XIX.

   A este complejo, se suma la infraestructura y los objetivos perfectamente definidos que pudieron mostrar ciertos propietarios al estimular, gracias a sus bien fincadas relaciones empresariales, la mencionada crianza, como un elemento que apoyó durante mucho tiempo las irregulares condiciones económicas padecidas al interior de haciendas con este perfil.

   Crianza en cuanto tal, como concepto y actividad modernas (ya lo veremos en el cuarto capítulo de esta tesis), no se dará sino hasta finales del siglo XIX, justo en el momento de la incorporación masiva del pie de simiente español, que alentó la reproducción con fines que se tornaron profesionales. Antes de esto, simplemente existe un concepto donde la intuición de muchos de los vaqueros y administradores, junto con los consejos de los toreros en boga, se sumaron con objeto de buscar el mejor prototipo de ganado para la fiesta que entonces se practicó.

(. . . . . . . . . )

    Lo que ha sido una constante: la del esplendor y la permanencia se reflejan no sólo en el número de encierros lidiados, sino también en el juego o desempeño durante la lidia, lo que favorece en buena medida los factores del comportamiento del toreo decimonónico, pues deben haber sido toros que pudieron ofrecer mejores condiciones, aprovechadas por los diestros que, como Bernardo Gaviño se inclinaron por su notoria predilección. En la crónica a la corrida del 26 de septiembre de 1852 revisada en detalle en el capítulo anterior, pueden observarse características que fueron común denominador entre esos toros, tal y como lo confirma el siguiente documento, que corresponde a unos meses antes:

 Cervantes, José Ma. le informa a su hermano del éxito de una corrida de toros y del entusiasmo de su afición a esa clase de diversión. Méjico, enero 26 de 1852. 1f.

   “Con mucho gusto te participo que la corrida de toros ayer ha sido tan sobresaliente que por voz general se dice que hacía mucho tiempo que no se veía igual: los toros jugaron como unos leones y á cual mejor, diez y ocho caballos hubo entre muertos, heridos y lastimados Magdaleno y otros dos picadores”.

(…)Tu hermano José María.

    Fueron labores comunes y cotidianas durante aquellos años y en la hacienda de Atenco las de la vaqueada, así como los herraderos. Por otro lado, se tenía la creencia de que ciertos toros a pesar de su mal color, se podía disponer de ellos para jugarlos. Además, otros factores que influyeron a la buena “crianza” son los de las tierras donde pastaban dichos ganados, para lo cual los grupos de vaqueros contaban con la ventaja de desplazar de un sitio a otro para optar por este o aquel, lo cual era un factor para decidir cuáles toros se enviaban a las plazas. El río Lerma también influyó en estos aspectos, pues existían procedimientos para hacer pasar por sus afluentes las puntas de ganado, primero para aprovechar su necesaria limpieza; segundo para evitar en cierta medida la presencia de insectos y sus posibles infecciones, asuntos que fueron atenuándose con la desecación del río Lerma, intentos que tuvieron lugar entre los años de 1757, 1857, 1870, 1907 y 1926.

   En cuanto al estilo que fue peculiar en los toros de la hacienda de Atenco, hubo caso en 1864, año en el que siendo José Juan Cervantes su propietario, establece un compromiso con el entonces empresario de la plaza de toros del Paseo Nuevo, ofreciéndole garantías en cuanto al ganado de su propiedad se refiere.

 El Sr. D. José Juan Cervantes, se compromete bajo las bases siguientes á dar a D. José Jorge Arellano, los mejores toros del ganado de la Hacienda de Atenco para que se jueguen en las corridas que el Sr. Arellano tenga a bien dar en esta capital.

 1a. El Sr. Cervantes dará a Arellano los toros que este señor le pida para que se jueguen en esta capital.

 2a. El Sr. Cervantes se obliga a que por su cuenta y riesgo sean conducidos los toros hasta ponerlos en la Plaza, mandando para cada corrida uno más del número que se le tenga pedido, por si acaso no agradara al público alguno de los toros de la corrida y tenga que dejarse de lidiar. Sin embargo Cervantes no queda obligado al cumplimiento de esta cláusula siempre que por algún caso fortuito los toros se huyesen o murieren (sic) en parte o en todo.

 3a. El Sr. José Jorge Arellano pagará al Sr. Cervantes 60 pesos por cada toro de los que fueren muertos en la plaza.

 4a. El Sr. Arellano pagará al Sr. Cervantes, quince pesos por el toro que el público devolviese quedando además en ese supuesto, el toro a favor del Sr. Cervantes.

 5a. El Sr. Arellano pagará al Sr. Cervantes 30 pesos por cada uno de los toros que hubiese servido para mojiganga, o como embolados o si habiéndose picado, se hubiese indultado a petición del público. Si algún toro embolado o de mojiganga muriere o fuere matado queda la carne a beneficio de Cervantes.

 6a. El Sr. Arellano pagará al Sr. Cervantes 15 pesos por cada uno de los toros que de otra raza proporcione para jugar los embolados.

 7a. El Sr. Arellano pagará al Sr. Cervantes el valor de los toros que hayan jugado en una corrida, al día siguiente de esta, y el mismo día de la corrida se hará el pedido para la corrida siguiente.

 8a. El Sr. Cervantes disfrutará de una lumbrera gratuitamente en cada función para que la ocupe, y al efecto se le mandará a su casa la víspera la planilla correspondiente.

 9a. Cuando S.S.M.M.Y.Y. asistan el regalo de moñas será hecho y por cuenta del Sr. Cervantes como dueño del ganado.

 10a. Si el Sr. Arellano desgraciadamente perdiera en la primera o siguientes corridas que ha de dar, queda rescindido este contrato y no tiene el Sr. Cervantes derecho a demandar a Arellano daños, perjuicios ni a deducir acción alguna.

México, Diciembre 19 de 1864.

José Jorge Arellano (Rúbrica)

 Las 10 cláusulas representan la síntesis de la capacidad que para entonces ya había alcanzado una dedicada atención a la crianza (todavía sin el sentido profesional que comenzó a darse a finales del siglo XIX) de toros para la lidia, misma que se encuentra por encima de las otras haciendas que de igual forma nutren a las plazas para la celebración de festejos. El trabajo conjunto de vaqueros y toreros que están formados dentro del propio territorio atenqueño, o que visitan la hacienda elevan notablemente los índices de calidad que presentó el ganado. Entre esos toreros locales se encuentran Tomás Hernández “El Brujo”, junto con su hijos Felipe y José María “El Toluqueño” que, al lado de Bernardo Gaviño, Mariano González o Pablo Mendoza, y más tarde Ponciano Díaz seguramente influyeron, aportando ideas, interviniendo directamente en tareas selectivas como por ejemplo: el apartado y arreo, el enchiqueramiento o la tienta, preparación de la corrida, el traslado y embarque e incluso el desembarque en la plaza a donde eran destinados los toros.

   Dice el Manual del ganadero mexicano “que todas las grandes mejoras que han llegado a constituir distintas razas, se han alcanzado por el medio fundamental de la selección, que es la reunión de los tipos más selectos en que se encuentran especificadas las calidades que se procura desarrollar, hasta fijarlas en condiciones permanentes, como tipo característico de una raza”.[1] La selección aplicada en el siglo XIX debió traer consigo excelentes resultados, independientemente de que la catalogue como autóctona, para diferenciarla de la que a partir de 1887 elevó aquella “selección” a su nivel profesional, respecto al hecho de la introducción masiva de ganado español a las haciendas mexicanas, mismas que se aliaron a la vanguardia que se practicaba en España. Antes de esta época los métodos eran meramente intuitivos, como resultado de la cotidiana experiencia alejada de fundamentos dirigidos a buscar una selección más rigurosa que arrojara balances satisfactorios, mismos que servían seguramente para establecer principios que luego derivaban en sistemas aplicados, a los cuales se agregaban otras prácticas que, en conjunto, se utilizaban para lograr mejores resultados.

   Después en el capítulo IV: PRESENCIA Y ESENCIA DEL GANADO DE CASTA EN LA HACIENDA DE ATENCO, apunté lo que sigue:

 a)Criterios para la selección del ganado. La crianza: nueva palabra en las tareas campiranas.

    La empeñosa misión de los hacendados, que dirigieron sus propósitos a la crianza de toros bravos, tuvo momentos de señalada evolución, aplicando criterios selectivos que iban de la sencilla intuición, a complejos cruzamientos que actualmente han llegado al empleo de la moderna técnica donde se utilizan factores genéticos, apoyados por la ciencia, médicos veterinarios y el uso de la computadora.

   Al mediar el siglo XIX, con el abundante despliegue de encierros que Atenco envió a las diversas plazas donde eran requeridos esos toros, deben haber existido principios cuya especificidad estaba sustentada en la experiencia, sobre todo de vaqueros y administradores, más de aquellos que de estos, debido al principio natural del contacto permanente y cotidiano que esos hombres del campo tuvieron, compartiéndola de seguro con el propietario, como es el caso en Atenco, pero también en haciendas inmediatas como Santín y San Diego de los Padres, en cuya historia encontramos datos de notable interés.

   José Julio Barbabosa Saldaña, primo de Rafael Barbabosa Arzate, escribió entre 1886 y 1930 tres cuadernos, de los cuales existen dos, intitulados:

 …al que leyere Nº 1 Orijen [sic] de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(osé) J(ulio) B(arbabosa). Santín, Nbre 1º/(18)86, y Nº 3 Orijen [sic] de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(osé) J(ulio) B(arbabosa). Santín, Nbre 2 de 1914.

 que son dos documentos esenciales para conocer el origen y desarrollo de esta hacienda, enclavada en el hermoso valle de Toluca, cuya historia arrancó con fuerza durante el segundo tercio del siglo XIX, adquiendo verdadero esplendor durante el curso de los siguientes 100 años.

   Entre las páginas 3 y 16 del primer “Cuaderno”, hay una amplia narración sobre cómo fue la formación de la mencionada hacienda, y más aún, de la selección “autóctona” con la que se constituyó la esencial característica de la casta en el ganado, así como los primeros encierros escogidos y quienes de aquellos toreros tuvieron a bien adquirir diversos lotes para enviarlos a las plazas, apuntando también el juego que dieron en las mismas. Veamos algunos de estos pasajes: 

(Pág. 3)                                               Al que leyere

   Hay recuerdos que el S. mi abuelo D. José Julio Barbabosa dueño que fue de esta hacienda de Santín, se divirtió muchos días viendo a sus gañanes torear beserros q.e llenos de cólera y ley, hasian volar por los aires y vailaban sobre aquellos que enardesido su arrojo con pulques y licores q.e apropósito mandaba darles, entraban a un redondel perfectamente cubierto de estiercol y dispuesto de manera, que jamás una desgracia pudiera venir á apartar de mi alegre abuelo y sus amigos las estrepitosas risas y alegría con q.e festejaban á los fieles hijos de Baco, que llenos de arrogancia lidiaban cual Juan Panadero con los calzones al beserro, dando con toda su humanidad en el suelo, y parándose (o parándolos) muchas veses bañados con los /(p. 4) perfumados y fragantes orines de sus pequeños, pero bravos adversarios, la continuación de estos espectáculos despertó en mi abuelo el deseo de tener mayor número de bravos, a cuyo efecto mandaba poner de padres a los beserros q.e con mayor empeño y decisión, lidiaban puesto por los suelos a los movibles alambiques, hé aquí en mi concepto el orijen de esta raza, la que ciertamente estuvo a punto de concluir, pues las épocas calamitosas por que pasó esta hacienda de Santín (origen aproximado: 1836) por los años de 1840 ó 1845, hizo que se hubiera vendido todo el ganado con excepción de unas cuantas beserras escojidas entre lo más bonito del ganado, las q.e fueron suficientes para conservar aquella raza que por pura diversión propagó mi expresado abuelo; así fue ciertamente, pues luego q.e pasaron aquellos asiagos tiempos en /(p. 5) algunos combates, bendición de la capilla, y algunas otras veces, jugaron los dependientes algunas corridas de toretes, los que siempre manifestaron algunas condiciones propias para lid, hasta que en Toluca, el 2 de septiembre de 1866 compró Mariano la Monja cinco beserros para jugar en la plaza de toros de Toluca, los q.e ciertamente jugaron bien. Esta circunstancia despertó aunque todavía con frialdad el deseo de mejorar el ganado para lid, el año de 1868 Pablo Mendoza jugó varias corridas en la misma plaza de Toluca, en las que jugaron algunos toros bastante bien, esto unido á la compra de la plaza de toros del referido Toluca, que fue el año de 1870, hizo más enardeser el deseo de mejorar la raza, pues como he dicho, varios de los toros de Santín q.e en ella jugaron, no dejaron que desear, pero sucedió, /(p. 6) lo que generalmente pasa en la mayor parte de los negocios, que concluidos los toros de primera calidad, siguieron los de segunda que dieron poco juego, y a estos los de tercera, que no teniendo las condiciones necesarias, el público se disgustó y… hechemos un velo sobre pasos que nos causan disgustos y prosigamos nuestra historia; concluyó la plaza de Toluca para evitar disgustos, y el año de 1872, José M. Hernández dependiente de la hacienda de Atenco, se presentó en solicitud de toros para Puebla los llevó efectivamente, y tuvimos la suerte de q.e agradara su juego en aquella población, hasta el grado de q.e sin embargo de que los toros se cobraban a cuarenta y cinco pesos cada uno, D. Bernardo Gaviño que fue quien después de Hernández /(p. 7) los siguió toreando, mandó uno de nuestros toros después de jugado a no se que hacienda de las inmediaciones de Puebla para raza por cuyo toro nos dieron 60 pesos, y así siguió el ganado jugando en la mencionada Puebla, que como tenía demanda, el S. mi padre tomó empeño he hizo cuanto pudo para mejorarlo, pero no sé que pasó, en aquella época el ganado de Santín iva unido con el de S. Diego de los Padres q.e pertenese al S. mi tío y padrino D. Rafael Barbabosa, pero sea la maledisencia de algunas personas, o lo q.e se quiera, el caso es q.e en Puebla, se desía q.e todos los toros que de la plaza se desechaban por malos, eran de Santín, y viceversa, los que salían buenos pertenesían a S. Diego, esta circunstancia obligó al S. mi padre a no continuar mandando ganado, lo que ciertamente /(p. 8) produjo un gran decaimiento en la raza, pues como en esa fecha los toros estaban prohibidos en Toluca dejaron por largo tiempo de salir a jugar, con esepción de una o dos corridas cada año; este estado de postración hizo q.e el ganado bravo se descuidara algún tanto, hasta que volvieron a demandar toros para Puebla en Diciembre de 1878, época en la q.e estaba el ganado en tan bajo consepto con los empresarios de aquella plaza, que el primer (anuncio) de esta época, que se conserva en el despacho de esta Hacienda, ni menciona de que finca es el ganado q.e va a lidiarse, solo dise “Del valle de Toluca”. El Ser supremo dispuso q.e el ganado diera buen juego, y cada día se hizo de más crédito en Puebla, donde jugó hasta que se prohibieron en aquella poblasión las funciones, siendo en to- /(p. 9) das ellas, o mejor diremos en muchas de ellas, aplaudido el ganado, no solamente por la mayoría del público, sino también por los ganaderos de por ahí, como lo demuestra la pretención y ofresimiento q.e a mi personalmente hizo el S. González dueño de la ganadería de Piedras Negras, (q.e dicho sea de paso en mi humilde consepto es la mejor de las que por ahí se encuentran) en una corrida en que jugó y fue indultado un toro q.e tenía por nombre “Veneno” repito, el mismo S. González me ofresió ciento cincuenta pesos por él, no quise dárselo sin embargo de q.e me hasia ver q.e lo muy maltratado que quedó el toro, le impediría llegar a Santín por lo muy largo del camino; como sucedió efectivamente, en Lerma murió el toro, y no tuve el gusto de volverlo a ver en Santín. Ningún resentimiento tuvo la raza de Santín a causa de /(p. 10) las prohibiciones en Puebla pues como ya de alguna reputación gozaba el ganado (se dise vulgarmente que vale más caer en gracia, que ser desgraciado) todos los años subsecuentes, jamas han sido suficientes los toros q.e en Santín ha habido p.a cubrir los pedidos; sin embargo de habérseles ido subiendo gradualmente el precio hasta llegar al de cien pesos toro, que es el precio en que hoy vendemos. Desde el año de 1881 poco más o menos yo fui quien quedó únicamente encargado de esta hacienda, así pues desde esta fecha siguiendo los pasos de mis antepasados, he procurado mejorar la raza cuanto me ha sido posible comprendo q.e ciertamente no tengo la pericia y capasidad necesarias para ello; siendo esto así, sirvame lo dicho como escusa si mis posteriores el que leyere /(p. 11) o escuchare me culpan por el atraso en que encuentren al ganado, les recuerdo q.e si la Divina Providencia no me ha dado la inteligencia suficiente para ello, no soy culpable de esta falta y que “el que hase lo que puede, hace lo que debe”.

   Al escribir el libro lo hago con el único objeto en 1er. lugar de que la posteridad sepa el origen de la raza, y en 2º de dejarle también recuerdos de alguno q.e otro toro que sea notable por alguna circunstancia referiré las peripecias que tengan lugar con la sencilles que aparezcan; precisamente por haberme propuesto haserlo así, me abstengo de escribir sobre varias reses cuyos nombres han quedado gravadas en nuestra memoria, pues no deseo escribir azañas ni escribir de los toros como mis deseos son, sino como son en sí, la /(p. 12) idea de que dentro de algunos años se haga comparación de las notabilidades de esta época con las de aquellos, p.a notar el progreso o degeneración q.e en el ganado haya habido, me ha hecho disidirme a escribir una fiel narración q.e ciertamente me resguarda y creo que con razón ¿quien no nos conose a los hombre que ciertamente estamos siempre dispuestos a murmurar y a pensar mal de nuestros semejantes? ¿quien de nosotros los hombres repito no acostumbra enalteser lo suyo y denigrar lo ageno? ¿y quien de los hombres pregunto por última vez no cree q.e los mismos defectos de que él adolese están más abultados en su hermano?

   Lejos, sí, muy lejos de mi pluma estarán las adulaciones de los hechos, por las siguientes razones, es una /(p. 13) verdad q.e varias personas que leen las presentes narraciones han visto jugar, han conosido, y saben tanto como yo lo ocurrido con tal o cual vez q.e se menciona en la espresada narración, por que el actual caporal, Jesús Mercado y demás vaqueros y dependientes de esta hacienda que son quienes primero leen lo escrito, saben repito, tanto como yo lo ocurrido con la vez a que alude la narración; es probable q.e algunas personas (eseptuadas las dichas) de las que lean lo presente hayan visto también jugar los toros que se mencionan en el presente libro, en vista de esto: ¿sería yo tan falto de vergüenza que actos públicos cuyo color es negro yo los pintara blanco, y quisiera contrarestar a sentenares por no decir a millares de personas?

   Convensido de que el honor /(p. 14) del hombre es su prenda sagrada, no quiero apareser ante las personas que hasta hoy sin méritos me honran con su aprecio, como jactancioso y embustero. ¿que honor resultaría a la ganadería de mi dicho aunque yo pusiese hasta las nuves a un toro, si dos mil (estoy seguro q.e más) desian q.e no había ido sino una cosa mala o cualquiera?

   Siendo una verdad que la mentira dura mientras la verdad llega con la adulteración de los hechos al fin resultaría deshonrado, mientras que usando la verdad pura, podría resultarme un honor, pues siendo los toros actuales nada más que una medianía, si la Divina providencia /(p. 15) haré que se mejoren, sobre mi pobre persona resultaría el honor de haberla algún tanto mejorado.

   En vista de las razones espuestas que son las que prevalesen en mí, me contraigo repito haser una fiel narración de lo que ocurra, circunscribiéndome a mencionar los hombres de toros antiguos y los nombres de varios toreros que han sido heridos por ellos, no diciendo nada sobre su juego aunque el de todos ellos fue notable, por no recordarlo, y encargando muy especialmente sea el pte. libro muy particular y de familia, por evitar criticar si por acaso alguien murmura sobre este proceder; llevese y tenga fijo en la memoria este mi consejo, “Desprecie los defectos y faltas agenas, pues son peque-/(p. 16) ñas, y sobre todo no le interesan, conosca y sobre todo evite las suyas que ciertamente son grandes y le importan.

Santín Nbre. de 1886.

José Julio Barbabosa (Rúbrica)

    Tan importantes son estas notas, que decidí hacer la trascripción completa, en virtud de tratarse de la génesis y primera edad de Santín, que, como vemos, se señala el año de 1836, mismo en el que se pone punto de partida al historial de dicha hacienda, la cual vivió estragos entre 1840 y 1845, superados con el interesante asunto que tiene que ver con la forma de seleccionar al ganado, en medio de curiosos procedimientos, lejos de otras prácticas tradicionales, aunque muy a la manera de los dos José Julio Barbabosa, el padre quien comenzó un registro de notas sobre los acontecimientos ocurridos en Santín, desde 1853. Por su parte el hijo, hizo lo mismo a partir de noviembre de 1886.

   En torno a ciertos datos sobre el desarrollo de Atenco, también José Julio Barbabosa, nada ajeno a estos avances, refiere lo siguiente:

 (Pág. 132) Mayo de 1898

    Aunque no es cosa q.e atañe a Santín, por ser cosa notable asiento en el pte libro lo siguiente: Juan Jiménez (Exijano) hizo venir de España los meses de Obre ó Sbre de 96 varios toros Españoles, y como no llamaron la atención del público de México los primeros q.e se lidiaron, y perdió el dinero en las corridas q.e dió con ellos, los dejó en Atenco padreando desde esa fecha hasta el 5 del pte. mayo q.e se resolvió a lidiarlos, tenía curiosidad de saber la clase de toros q.e serían, y aunque no fuí a la corrida supe por persona verídica q.e se pueden calificar de bueno uno, otro malo, y otro remalo, el bueno fue toro de Miura, bueno p.a la vara p.o mañoso como los diablos, tuvieron q.e matarlo a paso de banderilla, y desde el primer par de banderillas ya sabía leer y escribir, /(p. 133) el toro de Benjumea, q.e disen era precioso y esperaban un gran toro, motivo por el q.e anunciaron q.e no se mataría; malo, no se huyó á la vara, p.o era más blando q.e una mantequilla, en seis varas q.e resibió, no solo no mató ningún cabayo, p.o ni derribó ni tocó un pelo a los cabayos, lástima de las 28 @ de carne q.e tenía el animalito; y remató el del Saltillo, q.e con trabajos resibió 4 varas. En la actualidad tienen raza en Atenco de las siguientes: Antigua de Atenco, mesclada con S. Diego de los padres, Atenco con Navarro (ví jugar este toro, p.a mi cualquier cosa) con Miura, Saltillo, Benjumea, Concha y Sierra y con toro de Ybarra, (feo pero buen torito), además, las cruzas de estos toros con vacas de S. Diego, por tanto no bajan de tener 12 clases diferentes /(p. 134) de toros en el repetido Atenco, ¿cuál de tantas razas será la buena?

 Es decir, hubo dos toros, uno de Miura y otro de Benjumea que dejó padreando Juan Jiménez “El Ecijano” en fecha que corresponde al mes de mayo de 1898, cuyo resultado en la lidia deja perfectamente sentados. Además, destaca que Atenco en esos momentos, era el producto de una mezcla entre sangres de San Diego, Atenco con Navarro, Miura –desde luego-, Saltillo, Benjumea también; Concha y Sierra y un toro de Ibarra, así como la mezcla de toros atenqueños con vacas de San Diego, lo que daba por resultado un ámbito ecléctico, que hacia notar la presencia de hasta “12 clases diferentes de toros en el repetido Atenco, ¿cuál de tantas razas será la buena?”

   Sus datos son una aportación importante, pues en las postrimerías del siglo XIX, la hacienda de Atenco estaba buscando una mejor opción, independientemente de la intensa mezcla presente, aunque para Santín no significara ningún tipo de insinuación, puesto que los toros de don José Julio seguían siendo “criollos”, y lo serían hasta el 8 de septiembre de 1924, referidos en su tercer cuaderno.

   Antes y durante el movimiento de emancipación de 1810 la actividad taurina alcanzaba niveles de gran importancia. Incluso hasta en los protagonistas de los hechos revolucionarios como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende o José María Morelos se les veía como criador, torero y vaquero respectivamente.

   Con la presencia de toreros en zancos, de representaciones teatrales combinadas con la bravura del astado en el ruedo; de montes parnasos y cucañas; de toros embolados, globos aerostáticos, fuegos artificiales y liebres que corrían en todas direcciones de la plaza, la fiesta se descubría así, con variaciones del más intenso colorido. Los años pasaban hasta que en 1835 llegó procedente de Cádiz, Bernardo Gaviño y Rueda a quien puede considerársele como la directriz que puso un orden y un sentido más racional, aunque no permanente a la tauromaquia mexicana. Y es que don Bernardo acabó mexicanizándose; acabó siendo una pieza del ser mestizo.

   Ante este panorama Atenco siguió lidiando en cantidades muy elevadas, según los registros con que dispone la historia del toreo en México. Justo es recordar que la ganadería desde sus inicios estuvo en poder del licenciado Juan Gutiérrez Altamirano y de su descendencia, conformada por el condado de Santiago de Calimaya; esto desde 1528 y hasta 1879, año en que es adquirida por la familia Barbabosa.

primera mitad- fueron:

 GANADERÍAS MEXICANAS SIGLO XIX

   Iniciada la segunda mitad del siglo que nos congrega, puede decirse que las primeras ganaderías sujetas a un esquema utilitario en el que su ganado servía para lidiar y matar, y en el que seguramente influyó poderosamente Gaviño, fueron San Diego de los Padres y Santín, enclavadas en el valle de Toluca. En 1836 fue creada Santín y en 1853 San Diego que surtían de ganado criollo a las distintas fiestas que requerían de sus toros.

   Junto a esta célebre ganadería de Atenco, y para 1874, don José María González Fernández adquiere todo el ganado criollo de San Cristóbal la Trampa, y lo ubica en terrenos de Tepeyahualco, en el estado de Tlaxcala. Catorce años más tarde este ganadero compra a Luis Mazzantini un semental de Benjumea y es con ese toro con el que de hecho toma punto de partida la más tarde famosa ganadería de Piedras Negras la que, a su vez, conformó otras tantas de igual fama. Por ejemplo: Zotoluca, La Laguna, Coaxamaluca y Ajuluapan.

   Día a día se mostraba un síntoma ascendente cuya evolución era constante. Quedaron atrás aquellas manifestaciones propias de aquel toreo sin tutela, clara muestra por valorarse así mismos y a los demás por su capacidad creativa como continuidad de la mexicanidad en su mejor expresión.

   De ahí que el toreo como autenticidad nacional haya sido desplazado definitivamente concediendo el terreno al concepto español que ganó adeptos en la prensa, por el público que dejó de ser simple espectador en la plaza para convertirse en aficionado, adoctrinado y con las ideas que bien podían congeniar con opiniones formales de españoles habituados al toreo de avanzada.

   Las nuevas alternativas solo se disponían a su indicada explotación, por lo cual el destino del toreo en México tuvo por aquellos primeros años del siglo sus mejores momentos. El ganado lo había español y nacional ya cruzado de nuevo con aquel y dándole en consecuencia gran esplendor a la fiesta.

   Por otro lado es evidente el hecho de la adquisición de un semental de Zalduendo que llegó a Atenco el año de 1894, suficiente motivo para originar la leyenda de los toros navarros en campo bravo mexicano, aunque el dato manejado en el capítulo I de esta tesis, abunda en aquellas circunstancias de compra-venta de reses bravas de casta Navarra que se verificaron entre Francisco Javier Altamirano y el Marqués de Santacara o sus descendientes entre los años de 1721 y 1750, con lo que se tiene otro soporte contundente, como lo es también el dato sobre ciertas actuaciones que tuvo Bernardo Gaviño en Puebla hacia 1858, quien junto con Pablo Mendoza lidiaron toros de Atenco, “entonces ganadería recientemente fundada”.

   Como ya pudo verse en el capítulo anterior, bajo el análisis de volumen, método y eficacia, allí se encuentran perfectamente establecidas las condiciones que prevalecieron durante una buena parte del siglo XIX, espacio temporal en el que una hacienda tan peculiar como Atenco, cuyas principales tareas estaban dirigidas a la crianza de ganado bravo, actividades de las que se obtuvieron índices bastante notables, que sobre todo se destacan al mediar ese siglo, como puede observarse en el cuadro número cinco. Otras ganaderías que aparecían con frecuencia eran: Xajay o Sajay, Tlahuelilpa, El Cazadero. Entre 1815 y 1850 las noticias, mas que los datos son escasas, por lo que es imposible conocer los ámbitos de desarrollo en cuanto a las actividades en las que se involucraron administradores, vaqueros, caballerangos, “chilcualones” y otros. Una idea aproximada sobre que pudo ocurrir en ese período de 1815 a 1850, la encontramos en importantes apuntes que nos proporciona José Julio Barbabosa, dueño de Santín, que ya vimos párrafos arriba, acerca de sucedidos que se remontan al año 1836.

   Ya sabemos también, gracias a la correspondencia entre propietario y administradores qué pasaba en Atenco en el período que se ha escogido para el análisis de este trabajo, por lo que ahora mismo ya es posible tener una perspectiva mucho más amplia de circunstancias sobre el manejo del ganado destinado para la lidia. Más tarde, y cuando Rafael Barbabosa Arzate es responsable en esta hacienda (entre 1879 y 1887, año este último en que fallece) no se tienen datos muy evidentes, salvo una reseña periodística recogida en La Muleta que se revisará más adelante, precisamente en los momentos en que la fiesta de toros y en la ciudad de México fue a recuperarse luego de que fue derogado el art. 87 de la Ley de Dotación de Fondos Municipales del 28 de noviembre de 1867 que impuso la prohibición a las corridas de toros.[2]

   En aquella época, sobrevino una condición absolutamente renovadora: el establecimiento del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna.

   En la ganadería surgieron alternativas muy importantes, pues se llegaba el momento de crear nuevos escenarios fundados en la posibilidad de cruzar ganado criollo, “toros nacionales” se les llegó a denominar, con toros españoles recién llegados al mismo tiempo de los diestros hispanos, encabezados por Luis Mazzantini, José Machío, Diego Prieto, Valentín Martín, Ramón López y otros.

   En el caso particular de Atenco sucedió un primer y fallido intento al cruzar un semental de Zalduendo, hecho que ocurrió en 1894, de extraña procedencia, vendido con toda seguridad a Aurelio y Manuel Barbabosa Saldaña, quienes representaban, junto con sus hermanos Juan de Dios, Antonio y Herlinda la sociedad “Rafael Barbabosa, Sucesores”. No olvidemos el pasaje en el que Juan Jiménez tuvo que dejar el año de 1896 tres toros españoles en Atenco: de Miura, Benjumea y Saltillo, los que seguramente no estuvieron aislados; es posible que hasta hayan sido aprovechados por los señores Barbabosa para padrearlos con vacas de la propia hacienda. Parece que en ambos casos, los resultados fueron desastrosos, por lo que decidieron continuar con actividades convencionales, al margen de la mezcla con ganado español, de las cuales no se tuvieron frutos, conforme a los estándares de años atrás. Incluso se notó un declive, donde el juego ofrecido por los toros atenqueños fue a menos. Existe una crónica de 1895, cuando 5 toros de Atenco fueron lidiados en la plaza de San Bartolo Naucalpan[3] y en ella puede observarse el estado de decadencia en que se encontraba una hacienda aparentemente abandonada o descuidada en la crianza de ganado, lo cual nos señala que entre esos cinco últimos años del siglo XIX, y los primeros diez del XX, se mantuvo en medio de una situación bastante crítica, recuperada con la adquisición de simiente española en 1911; confiable de suyo, y que vino a convertirse en un importante respiro. Tras los años de natural espera, sumados a los que tuvieron que soportar la prohibición impuesta por el Gral. Venustiano Carranza, de 1916 a 1920; y luego la presencia de una reñida competencia con otras ganaderías ya no permitió recuperar los años gloriosos de que fue dueña en el período de esplendor y permanencia de amplia revisión hecha aquí.

   Volviendo a la aplicación de los criterios para la selección del ganado, es posible entender que se dio continuidad a los que la experiencia y la cotidianidad establecieron durante los años de mayor resonancia en la hacienda, donde se agregan todas aquellas influencias ejercidas por matadores de toros. Tal es el caso de Bernardo Gaviño, Tomás, José María y Felipe Hernández, Ponciano Díaz desde el punto de vista de una primera etapa evolutiva que se consolidó plenamente.

   En la etapa que corresponde a la aparición masiva de toreros españoles, a partir de 1887 se va a presentar un período de transición que buscaba redefinir ciertas trayectorias entendidas como comportamientos uniformes con tendencias a la baja, sobre todo si se trataba de ponerlas al servicio de ese nuevo capítulo español en México, que no cuadraba con los esquemas del toreo nacional, tipificado en diversas condiciones por un lado uniforme, pero por otro bastante desgastadas que posiblemente no establecían exigencias más allá de lo que en condiciones normales necesitaban para cubrir los requisitos o estándares bajo los cuales se movió esa expresión, que adquirió enorme influencia entre los años de 1850 a 1890, tiempo este último en el que comienzan a registrarse cambios radicales en cuanto a lo que representaba la novedosa expresión incorporada algunos años atrás, y lo que para públicos y prensa representó en sus cambios de opinión. Todo ello representó un vuelco, un giro de 360º por lo que se manifestaron preferencias definitivas que favorecieron ese nuevo capítulo de la tauromaquia en México.

d)Surgimiento de una ganadería “profesional” bajo el control de la familia Barbabosa a fines del siglo XIX.

   Independientemente de los factores en contra, Atenco fue de alguna manera rescatada por Rafael Barbabosa en 1879 el que, por su parte puso un empeño muy especial, con el conocimiento de causa tras su experiencia acumulada en San Diego de los Padres, así como por la asociación con José Julio Barbabosa, dueño de Santín, y de seguro con otros hacendados del rumbo. El testimonio de Eduardo Noriega, publicado en 1888, da idea de las ventajas alcanzadas en esos momentos. Era un esfuerzo contundente, aunque con resultados poco alentadores. Bernardo Gaviño había muerto en 1886. La última ocasión que Gaviño lidió ganado de Atenco fue el 25 de octubre de 1885. Por su parte Ponciano Díaz continuó por ese sendero, aunque sin el brillo de los toros atenqueños, que por esa razón se tuvieron que buscar otras alternativas, no las mejores pues el ganado que lidió provenía de “haciendas” desconocidas, emparejándose en calidad que en ese sentido era mínima. El ganado español no tuvo los niveles recuperados y la espera tuvo que darse, en el caso de San Mateo en 1908 y Atenco en 1911, con la experiencia de otras haciendas ganaderas tales como: San Nicolás Peralta, San Cristóbal la Trampa, Piedras Negras, Guanamé, Santín, San Diego de los Padres, Tepeyahualco, y otras.

   El concepto “profesional” se lo asigno en el momento en que las haciendas ganaderas y sus propietarios, fijaron su atención en el ganado importado que vendría a servir como un elemento novedoso para efectuar diversas cruzas entre el mucho ganado criollo que entonces existía, conveniente para el tipo de espectáculo que se desarrolló con fuerza en la segunda mitad del XIX, pero que ya había perdido su capacidad de interés en los últimos quince de la misma centuria, debido a la razón fundada en la presencia del grupo de diestros españoles quienes dieron sustento a los cambios representativos con los que la tauromaquia en México tomó un curso absolutamente renovado en todas sus estructuras.

   De todo eso fueron conscientes, tanto Rafael Barbabosa Arzate como sus hijos, quienes a su muerte, en 1887, constituirían la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores”, columna vertebral que habría de continuar con el proyecto emprendido por quien desde 1879 adquirió la hacienda de Atenco, corrigiendo, mejorando en todo sentido los aspectos específicos respecto al ganado de lidia. Por razones que se desconocen pero que saltan a la vista, esta hacienda no pudo recuperar el ritmo contundente que tuvo décadas atrás, y todo, debido a la reestructuración primero. A la serie de mejoras que pusieron en práctica después, lo que significó un buen número de años, porque entre las haciendas dedicadas a la crianza de toros de lidia, los resultados deben esperarse pasado un buen tiempo, y si lo experimentado no trae consigo un buen balance, hay que dedicarse a las enmiendas obligadas. Veamos cual fue la imagen que tenía Atenco para 1921.

   Carlos Quiroz “Monosabio”, importante periodista de finales del siglo XIX, y primeros 30 años del XX, va de una posición privilegiada, hasta llegar a la del desprestigio total, debido a sus métodos poco honestos de manejarse en un medio que le descubre inclinaciones descaradas, al escribir infinidad de notas en función del ingreso percibido, creando verdaderos elogios en algo que no lo merecía, y notas discriminatorias si el aludido no era espléndido o capaz de soltar dinero conforme a la exigencia del redactor. Así pasó con el Sr. José Julio Barbabosa, quien tuvo que soportar una lapidaria reseña de sus toros, los toros de Santín, en la crónica de la corrida del 11 de septiembre de 1921. Pero por otro lado, quienes se vieron halagados con sus apuntes, fueron los señores Barbabosa, dueños de Atenco, hacienda que visitó el periodista en el mismo mes patrio, que además estaba revestido con la magna celebración del centenario de la consumación de la independencia.

   Desgraciadamente, en vez de hacerles un favor, provocó con sus apreciaciones desafortunadas y poco precisas en su mayoría, un desconcierto en lo que a información verídica se refiere. Esto tiene que ver con la nota titulada: “Atenco: Nuestra ganadería brava de más lustre abolengo”. De hecho, el señor Carlos Quiroz incurre en serios errores, como mencionar de entrada que “Atenco se formó (en 1550) gracias al patrimonio de un noble señor, don José María Altamirano, Conde de Santiago y Marqués de Calimaya”.

   Al respecto, el Condado lo asumió la familia Gutiérrez Altamirano hasta el 6 de diciembre de 1616, tiempos de Felipe III.

   Entusiasta aficionado a la fiesta brava, -sigue apuntando Carlos Quiroz- no podía resignarse a perder su espectáculo favorito. Y como para hacer guisado de liebre lo primero precisa tener es la liebre, el Excmo. Sr. Conde de Santiago pensó el la crianza de toros bravos. Y como lo pensó lo hizo: compró en la ganadería Navarra de Pérez de la Borda (sic) (es correcto, en todo caso Pérez Laborda) doce pares de becerros y becerras bravos, que formaron la simiente de la famosa vacada.

   Junto con aquellos doce pares de becerros y becerras, S.E. El Conde hizo traer las crías del magnífico pescado blanco, que surca las aguas del Lerma para regalo del paladar de los moradores de la hoy infortunada Toluca.

   La zona lacustre del valle de Toluca desde tiempos prehispánicos proporcionaba alimento a sus pobladores y no veo como pudo ocurrir esta citada reproducción pesquera, habiendo una variedad importante, como la que cita Bernardino de Sahagún en su “Códice Florentino” (L. XI, f 67r):

   Peces de rio o lagunas” como:

Topotli.”pececillos, anchuelos… son pardillos: críanse en los manantiales: son buenos de comer y sabrosos”.

Amilotl. Por la información que vierte Sahagún parece que aquél era el principal pez blanco, pues indica que los “peces blancos llaman amilotl, o xouili; su principal nombres es amilotl: especialmente de los grandes y gruesos”, y luego añade que los “peces blancos que se llaman amilotl tienen comer delicado”.

Xouili. Otro pez que el autor describe como “bogas pardillas que se crían en el cieno y tienen muchos huevos”.

Xalmichi, “pececillos pequeñuelos”.

Cuitlapetotl, “pececillos barrigudillos, que se crían en el cieno… son medicinales para los niños”.

Michzaquan, “pecesitos muy pequeños”.

Tenzonmichi, “críanse en los ríos y en los manantiales… tienen escamas y… barbas”. De acuerdo con el etnohistoriador Gabriel Espinosa, cabe la posibilidad de que se trate del pez llamado bagre, el cual parece no ser lacustre sino de lugares con agua corriente y emergente, tal como lo puntualiza Sahagún.[4]

   De todo lo anterior debo justificar el hecho de que el campo mexicano se convirtió en un permanente caldo de cultivo hasta que llegó la etapa en que la crianza del toro se tornó profesional. Tal fenómeno vino a concretarse hacia 1887, momento en el cual esta expresión en el campo, mostró

   En la próxima entrega retomaré los apuntes de Vázquez cuando refiere que “A lo que hemos llamado guindaleta[5] denominan en el reino de México Peal y Mangana y en los de Lima y Buenos Aires lazo”. 

CONTINUARÁ.


[1] MANUAL DEL GANADERO MEXICANO. Instrucciones para el establecimiento de las fincas ganaderas, por el Dr. C. Dillmann. Obra revisada y aumentada por el comisionado de la Secretaría de Fomento Miguel García, Médico Veterinario. México, Imprenta y Litografía Española, San Salvador el Seco núm. 11, 1883. 419 p., p. 146.

[2] José Francisco Coello Ugalde: “Cuando el curso de la fiesta de toros en México, fue alterado en 1867 por una prohibición. (Sentido del espectáculo entre lo histórico, estético y social durante el siglo XIX)”. México, 1996 (tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 238 p.

[3] EL DIARIO. Político, informativo, jocoso e ilustrado. Año I, N° 14. México, lunes 9 de diciembre de 1895.

Resumen:

La tarde buena; la entrada bastante regular y tuti cuanti.

León Cortés, en la cogida que sufrió, recibió un golpe contuso con la pala del cuerno, en el vientre al ser enganchado y volteado, un puntazo en el pliegue glúteo de la pierna izquierda, y una fuerte contusión en la frente.

La corrida, en general, resultó muy mala.

REHILETE.

[4] Beatriz A. Albores Zárate: Tules y sirenas. El impacto ecológico y cultural de la industrialización en el alto Lerma. Toluca, Edo. De México, El Colegio Mexiquense, A.C.-Gobierno del Estado de México. Secretaría de Ecología, 1995. 478 p., ils., facs., maps., p. 107.

[5] La guindaleta, de uso común en el Perú, Chile y Río de la plaza es un instrumento para cazar los toros ligándoles los pies revolcándose y tirándoles la “guindaleta”, a la que van sujetas tres bolas en otros tantos ramales dos como de un metro de longitud y el otro más corto en forma como de triángulo.

   La guindaleta va atada por la punta opuesta a la concha o cola del caballo, al que tienen amaestrado a burlar la acometida del toro por medio de un recorte cuando le embiste y a estar siempre tirando del toro para que no se levante una vez derribado.

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América Taurina, de Leopoldo Vázquez a revisión. (Tercera parte).

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   He aquí la curiosa síntesis de una cuenta de gastos de las muchas que fueron elaboradas como parte del enorme conjunto de festejos celebrados, en este caso bajo la convocatoria del Ayuntamiento, es decir de la autoridad que en esos precisos momentos demandaba la erección de una plaza fija, la cual y como todo parece indicar, comenzó a funcionar ese mismo año de 1788.

   Al seguir con la lectura de Leopoldo Vázquez, el también autor de otras tantas obras en su nivel de tratado tauromáquico, conviene seguirla como parte y obligación de este trabajo constante que, desde el blog mismo se convierte en una auténtica y gozosa aventura.

   Curioso es también en dicha memoria, la parte que se refiere al tiempo y días más apropiados para la celebración de las corridas, por las consideraciones que se hacen, y por la idea de la altura a que en aquella época se encontraba en México la fiesta taurina. 

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El orden y el control se impuso en la fiesta durante buena parte del siglo XVIII.

    Dice así la indicada parte:

   “Para el mayor lucimiento de estas funciones y poderse verificar, sin el quebranto que hasta aquí han experimentado los artesanos y demás plebeyos, que subsisten del trabajo de sus manos se hace necesario combinar la estación del año y días de semana más proporcionados para la ascensión de ambos fines. En consideración a los artesanos deberán ser las corridas precisamente en los lunes,[1] días que la costumbre ha hecho entre ellos más festivos que los mismos Domingos, y que regularmente invierten en funciones menos inocentes con tanto reparo del Gobierno, que se ha promovido expediente para procurarlos a trabajar en estos días, y ya que aquella sabia intención no tuvo efecto, parece política arreglada destinarles este día perdido para un entretenimiento menos vicioso y a que tanto propenden.

   “Siendo las lluvias uno de los mayores impedimentos de esta diversión, y concluyendo estas por fines de Septiembre, y cuando más tarde a mediados de Octubre con constante calma hasta principios de Mayo, pueden celebrarse en este intervalo con la siguiente distribución: 2 en el medio mes de Octubre o 4 en sus cuatro lunes si las aguas lo permitieran por haber finalizado en Septiembre;[2] 6 en los tres meses de Noviembre, Diciembre y Enero y las 2 ó 4 que restan para el completo de las doce en el mes siguiente a la Pascua de Resurrección, quedando al arbitrio del Gobierno reservar alguna más de las pertenecientes a los primeros meses si las estimase más ventajosas en esta segunda temporada, aunque el ganado no suele estar en la mejor disposición por el poco pasto que tiene en la precedente seguridad, con cuya consideración si la plaza no siente decadencia, convendrá celebrar las 12 en aquellos cuatro primeros meses, por hallarse entonces las reses con todo su vigor. 

 DE LO ANTIGUO A LO MODERNO...

De lo antiguo a lo moderno. (Fotografía: Juan Pelegrín).

    “El poco costo con que toda clase de gente puede disfrutar de este espectáculo tan nacional (y aquí Vázquez eleva este concepto a mayúsculas TAN NACIONAL, lo que es de llamar la atención), la reducción de la plaza a la capacidad de solas 7.500 personas, que es menor de la vigésima quinta parte de la población de esta capital,[3] los intervalos que median de una a otra corrida, para que lejos de causar la diversión, sea más apetecida, inspiran una evidente confianza de que la plaza no puede tener decadencia en las utilidades que se prometen y menos cuando las dotaciones fijas con que se compensan las habilidades de los toreros, tan mal pagados hasta aquí, pueden servir de estímulo para que vengan de España algunos de los muchos diestros en ese arte, y cuando no, podrán solo citarse, aunque sea a mayor costo, con el fin de que el público quede más complacido de lo que ha estado en tales actos por falta de habilidad en los lidiadores.

   “Finalmente, aunque saliese errado el juicio sobre las utilidades en una cuarta parte, de lo que se proponen, que es difícil atendida la mucha ociosidad del país, su mucha propensión a todo género de diversiones, su dominante pasión por la de toros y finalmente el crecidísimo concurso que se ha observado en estas mismas funciones hechas con menos lucimiento, arte y orden que el que aquí se indica, nunca podrá bajar de cuarenta mil pesos el producto líquido de la plaza”.

   Vázquez observa en seguida el hecho de que –y en este caso-, la autoridad encargada de elaborar el informe, que Se ocupa luego del costo de la plaza que edificada en debida forma hace ascender a 150.000 pesos a lo sumo e indica como sitio a propósito para su construcción a espaldas de la Acordada[4] entre el paseo de Bucareli y calle de la Victoria por la amplitud que entonces ofrecía para el tránsito de coches y gentes y a igual distancia de los dos extremos de la ciudad.[5]

   Hasta aquí, todo parece indicar que el proyecto estaba enfocado a que la plaza fuese levantada en el sitio indicado en el párrafo anterior, aunque por la coincidencia con el año en que la de San Pablo comenzó a funcionar, da por hecho la posibilidad de que un proyecto de tal naturaleza se trasladara a otro sitio de la ciudad, con lo que quedaban satisfechas aquellas necesidades de hacer más estable la condición de una condición festiva que se salía de control, debido al hecho de que la población de la capital novohispana celebraba en forma constante, o a partir de cualquier pretexto, fuese religioso, político o profano para entrar en ese estado de profunda celebración, no importando si el poder de convocatoria era de mayor o menor proporción.

   Termina esta parte Leopoldo Vázquez aduciendo que

   De todo lo expuesto se desprende que la afición a la fiesta de toros estaba casi tan extendida en México como en España, aunque con relación a los diestros no había los mismos adelantos que en la península

…y esto, a pesar de que por aquella época se encontraba uno de los más importantes, Tomás Venegas “El Gachupín Toreador” que, como todo parece indicar, fue un diestro que llegó de la península ibérica hacia 1765, permaneciendo aquí hasta finales del siglo XVIII, hasta el punto de convertirse en un asesor clave para toreros y autoridades, pues en el proyecto fallido de Manuel Tolsá, Venegas aparece como un elemento de consulta para definir y decidir ciertos aspectos técnicos que era preciso conocer y tomar en cuenta.

   Desde luego, en este asunto, quien se ocupa ampliamente del mismo y otras muchas cosas, es indudablemente el Dr. Benjamín Flores Hernández, de quien prometo hacer reseña de su obra más reciente, para entender en forma más que clara el curso de la fiesta taurina precisamente durante el siglo XVIII. Como decían los viejos carteles: ¡¡¡Esperen noticias!!!

CONTINUARÁ.


[1] ¿Será el comienzo de esa tradición o costumbre conocida como el “San Lunes”?

[2] Vale la pena recordar que la ciudad de México tuvo a lo largo de muchos años el grave problema de inundaciones durante la temporada de lluvias. Las más extremas sucedieron entre 1628 y 1632 en que ésta quedó anegada, pasando los poderes políticos momentánea o temporalmente a la ciudad de la Puebla de los Ángeles.

[3] Según el primer censo de población de la Nueva España, dado a conocer en 1790, y del que he encontrado la edición que, en 1977 presentó la Secretaría de Programación y Presupuesto (Dirección General de Estadística), bajo 1er Censo de Población de la Nueva España. 1790. Censo de Revillagigedo “Un censo condenado”, se sabe que entre los años de 1787 y 1794, la población en el Valle de México se contabilizó en 47,080 habitantes. (p. 25).

[4] Tribunal de la Acordada, también fue sitio de prisión en la cual se custodiaban reos sujetos a proceso. En 1862 dicha prisión se trasladó al extinto colegio de Belen.

[5] Y no es casual dicha petición si se sabe que para el 4 de noviembre de 1778 en tiempos del Virrey  Frey Antonio María de Bucareli y Ursúa se estrenó un paseo público que luego tomó su nombre y que hasta el día de hoy se conserva.

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EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Luego de observar la siguiente imagen, ello deja en cualquier alma esperanzada, ninguna posibilidad.

 MEDINA IBARRA_PACHUCA_20.10

Disponible octubre 21, 2013 en: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=44259

Fotografía: Luis Humberto García.

    No puede ser más patético el asunto, sobre todo si nos atenemos al hecho de que ese ejemplar de Medina Ibarra, que salió al ruedo de la plaza “Vicente Segura” en Pachuca, Hidalgo la tarde del 20 de octubre de 2013, deja ver una vez más la dejadez, el “valemadrismo” que existe por hacer o representar una fiesta en la que quienes la organizan, creen que habrá un puñado de tontos que pagarán un boleto por ver tamaña desfachatez. El colmo del asunto es que apenas unos meses atrás el estado de Hidalgo había dado un importante paso al lograr que la tauromaquia se hiciera acreedora del codiciado nivel de Patrimonio Cultural Inmaterial, lo que significa un alto grado de compromiso.

   Desde antes que comenzara el festejo, aquellos tendidos semivacíos auguraban un mal asunto que terminó en este desagradable abuso de confianza del que no nos podemos sustraer, luego de que la fiesta taurina en México al seguir presentando signos de decadencia, con esto simplemente el pronóstico se habrá de poner, si no es que ya está, en condiciones de gravedad extrema. Y estamos, a lo que se ve, a unos pocos días de que comience la temporada “Grande” en la plaza de toros “México”, lo que significa un punto de advertencia muy especial, en el que los aficionados estaremos vigilantes de su curso y desarrollo, al punto de aplaudir todo aquello que sea plausible y de recriminar también todas aquellas oscuras formas de que quien lo consume, es con objeto de que pretenden tomarle la medida a una afición que habrá de pagar nuevos precios y que en estos tiempos, no es poca cosa, si ponemos como telón de fondo todo el cúmulo de desgracias económicas por las que viene pasando este país.

   A raíz de este desagradable capítulo, todo parece indicar que la parte complementaria en los festejos organizados en la capital del estado hidalguense se habrán de suspender. ¿Quién y con qué cara puede salir por el mundo a decir que lo sucedido fue pecatta minuta?

   Sin embargo, al margen de organizaciones y desorganizaciones, la fiesta se encuentra en un dilema por estos tiempos. La primera razón tiene que ver con el hecho de que al comenzar la temporada de invierno, muchos toreros españoles “hacen la América” pero ya no en las circunstancias de un pasado remoto, sino que con su solo nombre vienen a imponerse y a imponer, junto a su administración lo que desean torear y con quien quieren hacerlo, por lo que dichas condiciones o se cumplen o se cumplen, de ahí que el nivel de importancia del espectáculo se irá a la baja en la medida en que no haya empresario o autoridad que pretendan poner alto a semejantes desmesuras. El otro asunto es que por todo cuanto suceda en los siguientes meses, de ello dependerá en buena medida el destino que pueda alcanzarse en términos de que la tauromaquia en México alcance algún voto de confianza por parte de autoridades gubernamentales que pretendan inscribir esta expresión o legado en la lista del patrimonio cultural inmaterial, como ha sido parte de una vieja aspiración, la cual y en alguna medida es el anhelo de muchos aficionados y defensores de tradiciones seculares como la taurina que en cosa de unos pocos años alcanzará el medio milenio de existir y convivir entre nosotros.

   Es imposible pensar que mientras no se den motivos para el cuestionamiento, la sola puesta en escena de una fiesta tan singular como la de toros se defiende sola, pero en cuanto hacen acto de presencia una serie de actores no invitados y cuyo protagonismo pueda ser tan efectivo como contundente, se observará de inmediato lo vulnerable que puede ser ese espectáculo que pasa a convertirse en un medio eficaz de corrupción y manipulación por parte de quien imponga su mejor ley. Conviene recordarle al sector mediático que estén atentos a cualquier síntoma de abuso, que lo denuncien abierta y públicamente para que no vuelva a ocurrir un nuevo y penoso capítulo como el que se ha presentado en forma por demás desagradable en la bonita plaza “Vicente Segura”.

   Y créanme, no estoy exagerando. Simple y sencillamente estoy poniendo sobre aviso a todos quienes tienen un peso de responsabilidad en este asunto. Si no lo hacen debidamente, cargarán con el peso de la complicidad. De eso también depende la actitud que asuma la afición, así como el papel que represente la autoridad, ausente desde hace mucho en su papel defensor de los intereses del aficionado y cuyos principios se han tenido que plegar a los dictados y caprichos de los poderes fácticos que controlan este espectáculo con vistas a privilegiar los intereses de unos cuantos en perjuicio de los de la mayoría. Y más aún, de la tauromaquia en su conjunto.

   Todo lo anterior parece ser la representación perfecta de un espectáculo de quinta en un país que pretende ser de primera, pero que debe asumir su condición tercermundista. La más fresca visión que tuvo para con nosotros un viajero extranjero, se debe a la que emitió Tariq Ali, ensayista, historiador y cineasta pakistaní y que visitó recientemente esta ciudad, deja ver lo duro de una mirada que parece reflejarse, no podía ser de otra manera, en los toros o en cualquier otra actividad de un país que no alcanza su auténtica y absoluta madurez. Dijo Tariq Ali: “No me sorprende lo que ocurre ahora en México; es el resultado lógico de las políticas neoliberales que hasta hace no mucho tenían ciertos controles, pero se han perdido todo tipo de restricciones y los neoliberales hoy operan libremente; lo malo es que esto se puede poner aún peor, es un proceso de degeneración”.[1]

   Sin pensarlo, hizo un retrato fiel de lo que ocurre en los toros y eso no es deseable aunque se percibe cada vez más como una práctica común de quienes detentan el poder, quienes se asumen y provienen del sector estamentario más sólido en este país.

21 de octubre de 2013.


[1] La Jornada, D.F., del 21 de octubre de 2013 (Sección Cultura, pág. 8a).

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