SE INAUGURA LA PLAZA DE TOROS DE SAN PABLO EN 1788.

EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Según las Efemérides Taurinas Mexicanas de D. Luis Ruiz Quiroz (q.e.p.d.) refiere que, para el 24 de noviembre de 1788 se estrenaba la que fue, primera edificación o la más primitiva de la famosa plaza de San Pablo, colindante al templo del mismo nombre y que, en varias etapas, se mantuvo funcionando hasta 1864, aproximadamente.

   Sin embargo, y acudiendo a la prensa de la época, fundamentalmente la Gazeta de México, se manejan otros datos que conviene aclarar, aprovechando además los interesantes apuntes que se desprenden de la “crónica”, que no es sino una limitada reseña de los acontecimientos aquí abordados. Por ejemplo, en la del martes 18 de noviembre de 1788, dice que

 GAZETA DE MÉXICO_18.11.1788

    El día 16 (de los corrientes, tal día fue domingo) se hizo el primer Ensayo para las próximas corridas de toros, en la misma Plaza que se ha construido para ellas en la de San Pablo: según se avisó al Público será el segundo próximo Domingo (día 25), y comenzará la primer Corrida el día 1° de Diciembre (es decir, el lunes 1°) y la segunda el 15 (de nuevo también en lunes).

   La siguiente Gazeta… del 2 de diciembre de 1788, en efecto nos confirma lo anterior y relata que

 GAZETA DE MÉXICO_02.12.1788

    El día 1° comenzaron las corridas de Toros, que en ambas semanas no habrá los Miércoles por ser día ocupado. Se ha presentado los lidiadores de a pie vestidos de terciopelo y tizú de plata, distinguiendo a una quadrilla de otra los colores verde y negro. La de a caballo con chupa y calzón de ante, gabán de color roxo, y todos con galones de plata. La completa horquesta de Música ha hecho los intermedios muy divertidos. Están preparadas distintas invenciones para dar el lleno a la diversión de las tardes, sin embargo de que la bondad del ganado por sí solo la promete; y no ha sido la menor la variedad de modos con que se ha partido la plaza por las Compañías de Granaderos del Regimiento Urbano del Comercio, que se han desempeñado como si fueran de la Tropa más arreglada.

   La segunda corrida comenzará el día 15 por concurrir en la semana siguiente dos días festivos.

   Finalmente, y para hacer más completo el presente “reportaje”, me remito a la siguiente Gazeta… del martes 23 de diciembre en la cual encontramos el siguiente párrafo:

 GAZETA DE MÉXICO_23.12.1788

    El día 15 comenzó la segunda corrida de Toros, cuyas funciones han sido iguales a las de la primera, así por el escogido ganado, como por las diversiones con que se han alternado las lidias, partiéndose ya la Plaza por las Compañías de Granaderos del Regimiento fixo de México.

   De todo lo anterior se concluye que la “inauguración” no fue el 24 sino el 25 de noviembre de 1788.

   Sin embargo, de las breves notas que registran tres Gazetas… hay suficientes elementos para acercarnos a la forma en que se desarrollaban los espectáculos taurinos hacia finales del siglo XVIII.

   Para empezar, esa plaza “primitiva” estuvo, como bien se apuntó, a espaldas de la iglesia de San Pablo y a unos metros del rastro de la ciudad por aquel entonces, lo que supondría que los toros ya muertos en el ruedo de la plaza, se destazaran directamente en aquel sitio dedicado al asunto.

   Cuando aparece el término “ensayo” esto se refiere a algo que con mayor amplitud ha abordado el Dr. Benjamín Flores Hernández, el que apunta:

 Una vez se hubieron establecido definitivamente en la ciudad de México las temporadas de corridas protagonizadas por lidiadores profesionales de a pie y sujetas a una organización precisa, empezó a ser común la realización de ensayos previos a ellas. Primeramente dichos ensayos se hacían en un rancho cercano, tal la hacienda de Narvarte (esto hacia 1770), pero más adelante llegaron a tener una categoría casi igual a la de las corridas formales, por lo que se llevaban a cabo en un coso especialmente edificado para ellos en las afueras de la capital.[1]

   Siendo por aquellos días tan predominante aquel sistema denominado “Fiestas de tabla”, el cual acumulaba tal cantidad de celebraciones, esto en la realidad debe haber ocasionado serios disgustos a nivel laboral, pues ¿dónde se imaginan ustedes que andaría buena parte del gremio laboral, durante un día laborable y a hora más que prudente? Por eso, fue necesario poner cierto orden para evitar, entre otras cosas, el relajamiento de las costumbres, tema del que se ocupó a profundidad Juan Pedro Viqueira Albán.[2]

   “Lidiadores de a pie”, que aparecen, según el orden en la escena, en un primerísimo lugar, mismo que adquirieron dichos personajes tras el reacomodo habido a lo largo de buena parte de aquel siglo, en el que la tauromaquia sufrió una serie de recomposiciones técnicas que vinieron dando razón y equilibrio a lo que finalmente quedó resuelto en la primera “Tauromaquia” que es compendio de aquella gran experiencia, la de José Delgado “Pepe Hillo”, cuya primera edición data del año 1796. Ocho años separan dicha publicación de las fiestas en San Pablo, suficiente tiempo para entender que las estructuras taurómacas estaban más que afinadas para continuar por la senda de un siglo como el XIX, en donde el toreo tuvo su primera gran época de esplendor. Lo anterior todavía significaba dejar todo en un proceso entendido como el de la prueba de laboratorio.

   En efecto, al haber en el ruedo dos cuadrillas, estas tuvieron que distinguirse en uno y en otro color para evitar confusiones primero. Encontrar habilidades y exaltarlas, de ser necesario como un segundo recurso de distinción entre los que ostentaban el color verde respecto a los que llevaban en sus ropajes el color negro. En seguida, son mencionados los que formaban la “cuadrilla de a caballo”, algo así como otra sección que marcaba, en definitiva la ruptura entre el protagonismo de esta con respecto a aquella. Ya no eran los de a caballo quienes con su jerarquía dominante, monopolizaban el espectáculo en términos de un acaparamiento de todas las atenciones, pues anteriormente eran los caballeros venidos de casas y linajes muy arraigados quienes detentaron por muchos años tal privilegio. Este se terminó debido al supuesto desdén impuesto por la casa de los borbones que, desde 1700 gobernó el imperio español, pero que siendo monarcas de origen francés, esto significaba no reconocer ciertos usos y costumbres que los españoles seguían manteniendo, a pesar de aquel distanciamiento, el cual se acentuó con la propagación de las ideas ilustradas que pasaron fundamentalmente de Francia a España por vía de sus más reconocidos intelectuales: Voltaire, Rousseau, Jovellanos, Campomanes y otros.

   Que haya habido una “horquesta” y no una banda, significa que muchos espectáculos no solo estuvieron amenizados por chirimías, atabales sino por un grupo de músicos que interpretaban lo mismo instrumentos de cuerda que los metales o las percusiones, como una orquesta en pleno, y cuyas piezas debieron haber causado gran gozo entre los asistentes.

   El “redactor” de la Gazeta… apunta sobre los toros una curiosa referencia que refiere la “bondad del ganado”, como “cualidad de bueno” (según el DRAE), entonces se tendría como tal concepto a aquellos astados que, con bravura, casta y poder tuviesen ganado el privilegio de tal denominación, sobre todo en una época en la que las haciendas, como unidades de producción agrícola y ganadera todavía no contaban con un sistema específico, o al menos esta es la sospecha, en que se apoyaran no los hacendados o dueños de dichas extensiones, sino sus empleados, sobre todo los caballerangos y la gente del campo, acostumbrada a realizar actividades concretas como el “rodeo”, lazar y colear, llevar los numerosos grupos de cabezas de ganado de un lugar a otro, donde habría pasto y agua, con tal de observar, que esa sería la práctica cotidiana más importante; observar qué tipo de ganado era el propicio para enviar a las plazas. Dependiendo del juego ofrecido, de una “bravura” o de una “casta” que dejara satisfechos los deseos de los diestros, o del público, entonces, en esa medida es como se conjugaban también los otros componentes que habrían permitido que esos toros tuviesen configurada a su alrededor, cierto delineamiento con el que se marcaban o acentuaban las condiciones de –insisto-, “bravura” o “casta” que serían, en esos momentos, condiciones tan anheladas como hoy.

   Esa variedad de modos para el “partimento” de la plaza, supone la posibilidad de que aquello era un auténtico espectáculo, donde los de a caballo procederían a realizar cuantas evoluciones o piruetas permitiera la gala de un desfile, armonizado y complementado por las “Compañías de Granaderos del Regimiento Urbano del Comercio”, que en tanto condiciones de protección, dejan ver que el sector del comercio estaría muy involucrado en la organización del espectáculo (para el cual, existía un asentista o empresario, involucrado con algunos de los integrantes más poderosos de los gremios, de los que dependía en buena medida el que el mecanismo de las fiestas se moviera). Sin ellos, o sin la fuerza de estos –por ejemplo, el gremio de “tablajeros”-, las corridas no tendrían efecto, mismo que quedaba sellado con el permiso concedido por el virrey en turno.

   Finalmente, algo que llama la atención es esa otra distinción sobre “diversiones con que se han alternado las lidias”, lo cual significa que todo espectáculo de aquellas épocas pudo haberse confeccionado siguiendo unos patrones específicos en donde estaban incluidas las mojigangas, el uso de mongibelos o recreadas figuras para alguna representación. También estarían allí los “dominguejos”, y el uso de los fuegos de artificio, sin faltar el “palo encebado” o la “cucaña”, cuya mejor explicación es esta obra de Francisco de Goya:

 767px-Francisco_de_Goya_y_Lucientes_045

Disponible noviembre 24, 2013 en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Francisco_de_Goya_y_Lucientes_045.jpg

En fin, creo que no faltaría motivo para encontrar en las fiestas taurinas novohispanas verdaderas celebraciones que, como la que aquí se recrean, nos remite a la mismísima inauguración de la plaza de toros de San Pablo, un 25 de noviembre de 1788. Es de lamentar que no aparezcan hasta ahora, ni los nombres de los toreros de a pie, ni los de a caballo. Tampoco la procedencia del ganado.


[1] Benjamín Flores Hernández: La afición entrañable. Tauromaquia novohispana del siglo XVIII: del toreo a caballo al toreo a pie. Amigos y enemigos. Participantes y espectadores. Aguascalientes, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2012. 420 p. Ils., retrs., fots., facs., cuadros., p. 210.

[2] Juan Pedro Viqueira Albán: ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987. 302 p. ils., maps.

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