EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
II
1887
Como consecuencia de la inauguración de la plaza de toros “San Rafael”, la prensa no descansó en dar detalle del gran acontecimiento. Por ello, los versos que vienen a continuación aparecieron en un alcance extraordinario de El Arte de la Lidia.
Ayer palpó esta verdad…
Ayer palpó esta verdad
el público mexicano;
¡Qué espléndida novedad,
el estreno en la ciudad
de una plaza por Ponciano!
Y a caballo, y en simón,
cuánto catrín, cuánto charro!
¡Cómo el ansia sostenida
con la plaza prometida
desde que empezó el mes loco,
fue creciendo poco, a poco
hasta el día de la corrida!
¡Qué emoción y qué algaraza
cuando la primera plaza
de México se abrió al fin,
y de Parangueo la raza
saliá al toque del clarín!
¡Y qué estruendo, qué alharaca
que hasta la música opaca
cuando estoque y trapo en mano,
se dispone al metisaca
el arrojado Ponciano!
Cielo azul, sol abrazante,
regadas las anchas vías,
mil simones, mil tranvías,
llenos de gente anhelante;
gendarmes de curvo sable,
que como estatuas escuestre,
de jinetes y pedestres
ven el curso inagotable;
soldados, charros, catrines,
hombres, niños y mujeres,
proletarios, mercaderes,
figurones, figurines;
mucho jarano y rebozo,
mucho tápalo y sombrilla,
mucho abanico y mantilla,
mucho fuego, mucho gozo.
Mucho francés y español,
mucha frugra por el suelo,
mucha carita de cielo,
muchos ojitos de sol.
Gente en puertas y ventanas,
y en balcones y azoteas,
viendo amoríos y peleas,
y empellones y jaranas.
Mil carreras, mil rumores,
del festejoso gentío,
que semeja hirviente río
entre márgenes de flores.
Polvo, sudores, afanes
dichos, hechos, apreturas,
chillidos de las criaturas,
diabluras de los galanes;
y en el fondo, coronada
de ondeantes banderolas,
la plaza, en que se hace olas
la gente frente a la entrada.
Pero lo bueno, lector,
está dentro de la plaza,
do la vista se solaza
con el taurófilo ardor.
Mas cuida el orden ufana
la guardia, con la guapeza
de los tiempos de Su Alteza
serenísima Santa-Anna.
Llega el Juez, y al par resuena
la charanga y el clarín,
y en medio al clamor sin fin
la cuadrilla entra en la arena.
Marcha a la cabeza airoso
el diestro Ponciano Díaz,
que con vivas simpatías
saluda el pueblo gozoso.
El diestro saluda, escucha
mil vivas, y la cuadrilla,
peones y gente de silla
corren listos a la lucha.
Suena al fin el cuervo ufano
y dan comienzo al jaleo
las fieras de Parangueo
y el grito de ¡Ahora, Ponciano!
Anónimo.[1]
Además, incluyo a continuación el facsímil de tres ejemplares de El Arte de la Lidia, publicación que para entonces ya se había consolidado en el gusto de los lectores y aficionados a los toros. Tales ejemplos, corresponden a los días más cercanos a tan notable acontecimiento. Se trata de las publicaciones del domingo 20 de febrero, martes 23 de febrero (alcance extraordinario) y del domingo 27 de febrero de 1887, respectivamente.






[1] El Arte de la Lidia. Revista taurina y de espectáculos. Órgano del toreo en México. Año 3º. México, martes 22 de febrero de 1887, 3ª época. Estreno de la “Gran Plaza de Toros de México. Calzada de San Rafael, Colonia de los Arquitectos. Primera corrida de inauguración. Domingo 20 de febrero de 1887.