20 DE FEBRERO DE 1887: REINICIO DE LA ACTIVIDAD TAURINA EN LA CIUDAD DE MÉXICO (2 de 2).

EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

II

 1887

   Como consecuencia de la inauguración de la plaza de toros “San Rafael”, la prensa no descansó en dar detalle del gran acontecimiento. Por ello, los versos que vienen a continuación aparecieron en un alcance extraordinario de El Arte de la Lidia. 

Ayer palpó esta verdad…

 Ayer palpó esta verdad

el público mexicano;

¡Qué espléndida novedad,

el estreno en la ciudad

de una plaza por Ponciano!

 

Y a caballo, y en simón,

cuánto catrín, cuánto charro!

 

¡Cómo el ansia sostenida

con la plaza prometida

desde que empezó el mes loco,

fue creciendo poco, a poco

hasta el día de la corrida!

 

¡Qué emoción y qué algaraza

cuando la primera plaza

de México se abrió al fin,

y de Parangueo la raza

saliá al toque del clarín!

 

¡Y qué estruendo, qué alharaca

que hasta la música opaca

cuando estoque y trapo en mano,

se dispone al metisaca

el arrojado Ponciano!

 

Cielo azul, sol abrazante,

regadas las anchas vías,

mil simones, mil tranvías,

llenos de gente anhelante;

gendarmes de curvo sable,

que como estatuas escuestre,

de jinetes y pedestres

ven el curso inagotable;

soldados, charros, catrines,

hombres, niños y mujeres,

proletarios, mercaderes,

figurones, figurines;

mucho jarano y rebozo,

mucho tápalo y sombrilla,

mucho abanico y mantilla,

mucho fuego, mucho gozo.

 

Mucho francés y español,

mucha frugra por el suelo,

mucha carita de cielo,

muchos ojitos de sol.

 

Gente en puertas y ventanas,

y en balcones y azoteas,

viendo amoríos y peleas,

y empellones y jaranas.

Mil carreras, mil rumores,

del festejoso gentío,

que semeja hirviente río

entre márgenes de flores.

Polvo, sudores, afanes

dichos, hechos, apreturas,

chillidos de las criaturas,

diabluras de los galanes;

y en el fondo, coronada

de ondeantes banderolas,

la plaza, en que se hace olas

la gente frente a la entrada.

Pero lo bueno, lector,

está dentro de la plaza,

do la vista se solaza

con el taurófilo ardor.

Mas cuida el orden ufana

la guardia, con la guapeza

de los tiempos de Su Alteza

serenísima Santa-Anna.

Llega el Juez, y al par resuena

la charanga y el clarín,

y en medio al clamor sin fin

la cuadrilla entra en la arena.

Marcha a la cabeza airoso

el diestro Ponciano Díaz,

que con vivas simpatías

saluda el pueblo gozoso.

El diestro saluda, escucha

mil vivas, y la cuadrilla,

peones y gente de silla

corren listos a la lucha.

Suena al fin el cuervo ufano

y dan comienzo al jaleo

las fieras de Parangueo

y el grito de ¡Ahora, Ponciano!

 

Anónimo.[1]

    Además, incluyo a continuación el facsímil de tres ejemplares de El Arte de la Lidia, publicación que para entonces ya se había consolidado en el gusto de los lectores y aficionados a los toros. Tales ejemplos, corresponden a los días más cercanos a tan notable acontecimiento. Se trata de las publicaciones del domingo 20 de febrero, martes 23 de febrero (alcance extraordinario) y del domingo 27 de febrero de 1887, respectivamente.

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[1] El Arte de la Lidia. Revista taurina y de espectáculos. Órgano del toreo en México. Año 3º. México, martes 22 de febrero de 1887, 3ª época. Estreno de la “Gran Plaza de Toros de México. Calzada de San Rafael, Colonia de los Arquitectos. Primera corrida de inauguración. Domingo 20 de febrero de 1887.

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