EL ARTE… ¡POR EL ARTE!
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Ya en algún momento había reparado en esta publicación. De hecho la conocía gracias a que en más de una biblioteca, la de algún bibliófilo taurino se encontraba un ejemplar como el que ahora será motivo de reseña o evocación. Quizá, por su naturaleza temática corresponda ser parte de la serie “Recomendaciones y Literatura”, pero para que eso suceda es deseable una abundante existencia de dicho “Anuario” en nuestros días. Al paso de 68 años es difícil que se encuentren a disposición de nuevos o viejos aficionados. Sin embargo, creo que es conveniente un ejercicio en el cual se intente dar una idea precisa sobre la misma pieza hemerográfica que recobra toda su dimensión a partir de las siguientes interpretaciones.
Primero que todo, permítanme presentarles el objeto de esta reseña. En buena medida, la combinación fotográfica con la curiosa incorporación de una caricatura convierte a la ilustración en un trabajo heterogéneo. Freyre y quizá una “instantánea” de los hermanos Mayo. Al comenzar a hojear el ejemplar, la primera sorpresa que uno se encuentra es que José Alameda “asume la dirección técnica”, o lo que es lo mismo, fue el encargado de preparar todos los textos de la misma, incluyendo pies de foto e incluso, me atrevo a decirlo, hasta de los mensajes que, en términos de publicidad, dieron forma a un “Anuario” en toda forma, con sus 96 páginas.
Considero que se trata de un alarde de producción tipográfica, sobre todo para el tiempo en que sucede su elaboración. Creo que las técnicas de impresión ya estaban muy avanzadas para entonces. Sin embargo, el tema taurino exigía un toque de ingenio, el mismo que se vio poderosamente nutrido por las ideas de un José Alameda que demuestra en esos momentos una de sus mejores capacidades, no sólo como cronista. También como escritor y publicista, que de todo había en la viña del señor con respecto al Anuario Taurino 1945-1946. Y me sorprende decirlo porque al ir descubriendo el hilo conductor del que fue todo ese oficio que desplegó Carlos Fernández Valdemoro entre 1942 y hasta el año de su muerte, esta es una más de sus creaciones, con lo que lo inagotable de su ya conocida estela de trabajos, se vuelve más extenso al conocer y reconocer en el que quizá se convirtió para ese entonces en un nuevo mexicano, que una producción como la apreciada aquí, no era una bagatela o un juego de niños. Aunque pudo haberlo sido si lo vemos desde el lado en el que, con ganas de dar sentido a una temporada que había brillado intensamente no sólo en el “Toreo” de la Condesa, sino también en la recién inaugurada plaza de toros “México”, lo pensó deliberadamente para convertirlo todo él en un divertimento, a la manera de Alameda. Pero el Divertimento en cuanto tal no es una pieza ligera, como para salir del paso. No. Es en todo caso, un trabajo que afirma al José Alameda que seguramente con dicho “Anuario” provocaría una de sus primeras detonaciones literarias ajustadas en el vaivén de la crítica taurina, tan desvalorada por ese entonces gracias al reciente reportaje que publicó Martín Luis Guzmán en la revista Tiempo (del 26 de febrero de 1943) y que denominó La “mordida” a los toreros. En su lista “negra” estuvo incluido el propio Alameda.
En el pasar de las hojas de este Anuario, poco a poco aparece un menú de distintas cartas u opciones en la persona de diversos diestros, nacionales y extranjeros que dieron la “nota” en aquellos años. Ni “Manolete”, tampoco Silverio Pérez escapan a la nueva estela publicitaria realizada desde tal tribuna, como no escapa un dato absolutamente desconocido. En el registro de novilladas que se celebraron en “El Toreo” durante la temporada 1945-46, Alameda da, entre otros datos el de aquel festejo que se realizó el martes 1° de mayo de 1945: Seis becerros de Heriberto Rodríguez, para “Cantinflas”, Medel, “Palillo” y los periodistas Luis Spota, José Revueltas y Benjamín Vargas Sánchez Jr.
¡Imagínense ustedes ya no sólo a la figura consagrada como lo fue “Cantinflas”, sino que uno de sus alternantes fue, ni más ni menos que el autor, entre otras tantas obras de La Revolución Mexicana y el Proletariado. Y me refiero a José Revueltas! Es probable que el siguiente retrato, se remonte a aquellos años, dándonos idea de quien era ya el incipiente e inquieto y contestatario José Revueltas:
Disponible en internet, junio 13, 2014 en: http://www.jornada.unam.mx/2010/02/21/sem-gilberto.html
Esta publicación sirvió, además como un medio publicitario más para exaltar una de las obras arquitectónicas más importantes que daban, a la ciudad de México un nuevo paisaje urbano. Me refiero a la plaza de toros “México”. Y de ello, por supuesto, se encargó José Alameda. Como se encargó también de realizar uno a uno, diversos ejercicios de interpretación en términos de las tauromaquias que los diestros hispanos y mexicanos estaban alcanzando en esos momentos. El despliegue también abarca a algunas ganaderías, como es el caso de Pastejé, San Mateo, Torrecilla, Lorenzo Garza. No podían faltar otras tantas plazas de toros en el resto del país y figuras que, no siendo relevantes pero sí perfectamente identificadas en la época, no pasan desapercibidas; tal es el caso de Rosalío Rodríguez Ríos, el famoso “Chalío”, que además de ser charro consumado, por muchos años caracterizó al alguacil que encabezaba los desfiles de cuadrillas.
No faltó quien le dedicara sentido homenaje tras haber muerto el 4 de abril de 1946:
Ha muerto “Chalío”, hermanos.
Ha muerto “Chalío”, hermanos.
el alguacil de “El Toreo”,
el que salía a la plaza
delante de los toreros.
Y antes, a las cuatro en punto,
rompiendo del circo el cerco,
brotaba de entre barreras
todo vestido de negro,
muy caballero en su “cuaco”
muy estirado y muy serio,
partiendo la plaza en dos
para saludar primero…
¿Cuántos recuerdos se van,
con “Chalío” y “El Toreo”?
Como dos enamorados,
casi se mueren a un tiempo.
Gondell Linares.
Finalmente queda testimonio de algunos diestros que no habiendo alcanzado todavía la cumbre, su impronta hubo de quedarse aquí por lo notable de algunos ejemplos, en la torería de Arturo Álvarez, David Liceaga, Antonio Velázquez, Eduardo Solórzano, Luis Briones, Juan Estrada, Andrés Blando…
Con las presentes notas procuro dejar evidencia de un trabajo más, a cargo de José Alameda, ese inagotable cronista y escritor que, para tener una idea de sus capacidades, el despliegue de fuentes a donde fue a colaborar, y que es harto importante y numerosa, nos dará la mejor de las respuestas.
Una vez más, mi reconocimiento ¡Maestro!
José Alameda a la vera de Manolete, Armillita y Silverio Pérez.