ATENCO NO FUE AJENA AL PASO DE LA INDEPENDENCIA y LA REVOLUCIÓN.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Cuando deseaba apreciar una imagen que me permitiera conocer los interiores de la hacienda de Atenco, al paso de la lectura y revisión que me obligó dicho ejercicio, me encontré con esta fotografía, que muestra las desgracias en que quedaron ciertas partes de la casa y sus construcciones, en algún momento posterior al ataque de revolucionarios, en el curso de 1914.

EVIDENCIA GRÁFICA DEL PASO DE LOS REVOLUCIONARIOS POR ATENCO

 Allí podemos apreciar habitaciones que fueron desmadejadas, que perdieron sus techos, su virtud de espacio íntimo o de descanso para convertirse en escombros, como si el efecto del temblor de 1911, justo cuando Madero entró a la ciudad de México en aquel año, se hubiesen extendido hasta la hacienda ubicada al pie del valle de Toluca.

   Quizá por esa razón, don Manuel Barbabosa decidió hacer algunos ajustes constructivos años más tarde, haciendo desaparecer el primer piso de esta casa ganadera y dejar, como hasta ahora sólo la planta principal.

   Por aquellos años de Revolución, otras haciendas como San Diego de los Padres y muy especialmente la de Santín, también fueron blanco del ataque de carrancistas, zapatistas o de aquellas fuerzas que le rendían cuentas a cualquiera otro que pretendía cometer robo o saqueo.

   En ese sentido, Atenco sufrió en 1810 el paso de los insurgentes, encabezados por Miguel Hidalgo, antes de que sucediera el extraño episodio del Monte de las Cruces, en octubre de aquel año.

   Para entender la sustancia de aquel pasaje, retomo un texto al que di el título de “Atenco: entre lances independientes y pases revolucionarios”.

    Cuando los nombres y los hechos se asemejan en la historia, uno no puede sustraerse de los recientes hechos ocurridos en San Salvador Atenco, cuyos pobladores aún mantienen señas legítimas de combate ante las irregularidades e injusticias que cometieron en contra suya. Los atenqueños del rumbo de Texcoco, al igual que los otros atenqueños, estos del valle de Toluca, vivieron experiencias semejantes en dos momentos históricos: 3 de mayo de 2006 y entre el 26 y 28 de octubre de 1810, a dos días de la célebre y polémica batalla del Monte de las Cruces. De este segundo hecho me ocuparé a continuación.

   Conocidos ya el nombre híbrido de San Salvador Atenco, no puedo dejar de mencionar el de la Purísima Concepción de Atenco, que ha llevado desde el siglo XVI una de las haciendas ganaderas más emblemáticas, conservada hasta nuestros días en su nueva expresión de ex – ejido. Sucede que cuando avanzaban las huestes de Miguel Hidalgo y Costilla en su marcha hacia México, grupo constituido para esos momentos por alrededor de 80 mil hombres encabezados por el ya Generalísimo Miguel Hidalgo, así como por el Capitán General Ignacio Allende y Mariano Jiménez, nombrado Teniente General. El hecho es que habiendo sido tomada la ciudad de Valladolid por Hidalgo y su ejército el 17 de octubre, se planeó la entrada a Toluca y de ahí alcanzar el objetivo principal: la ciudad de México. Luego de dejar Toluca, ese numeroso contingente se movilizó inesperadamente por las lomas de Lerma y Atengo, debido al hecho de que el Teniente coronel Torcuato Trujillo, que formaba parte del ejército virreinal, en esos momentos intentó detener a Hidalgo en Ixtlahuaca, ocurriendo tal acción el día 20. Por tal motivo, Torcuato Trujillo dispuso, 6 días después engrosar su Caballería, para lo cual encontramos en la Relación Histórica de la ocupación del Valle de Toluca por el ejército del Cura Hidalgo, BATALLA DE LAS CRUCES y acontecimientos militares ocurridos en la ciudad de Lerma desde aquella época hasta el 27 de septiembre del año de 1821, escrita por un lermeño imparcial (…). Querétaro, Imprenta del Sagrado Corazón Águila 6 Bis, 1913 las que fueron instrucciones para detener la marcha de los rebeldes:

que de las Haciendas adyacentes, que lo son, la de Atenco, S. Nicolás Peralta, Sta. Cata-(rina) y Da Rosa, se le remitieran montados los dependientes, aptos de armas tomar que en ellas huviese; lo que así se verificó (…) habiendo reunido como treinta o cuarenta de estos (…)[1]

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Plano coloreado por Magdalena Juárez a partir de una ilustración del siglo XIX. Museo Regional de Querétaro, CNCA-INAH-MEX. Jean Meyer: Hidalgo. México, Clío, 1996, 64 pp. Ils., retrs., facs. (La antorcha encendida), p. 45.

    No está claro si dicha acción fue violenta o fruto de una labor de convencimiento. Cuando Trujillo creyó detener a los insurgentes en Lerma

por medio de una organización rápida de defensas en la ribera derecha del río y sobre el puente de Atengo para interceptar el camino México-Toluca, pero los insurgentes maniobrando con toda habilidad y rápidamente, atacaron la posición realista con tanto vigor que no solo lograron tomar dicha posición sino amenazaron muy seriamente la línea de retaguardia de éstos, quienes optaron por la retirada hasta el Montes de las Cruces.

    Eso sí, y antes de emprender dicha ruta, y siendo 26 o 28 de octubre, pasaron tales fuerzas por la hacienda de Atenco cometiendo actos como los que se narran en el siguiente documento:

    Don José Mariano Guadarrama, teniente de los realistas de esta hacienda declara:

(ser) vecino de esta hacienda y responde: Preguntado por los particulares de este (…) dijo: que le consta de oídos y de público y notorio que cuando se acercó a estas inmediaciones el cabecilla cura Hidalgo sufrió esta hacienda una extracción considerable de reses pues una partida acaudillada por un tal Camacho que fue sirviente en esta misma hacienda, en una vez se llevó ochocientas reses, quantos caballos, yeguas y mulas manzas había en los macheros y en el campo de esta hacienda que con motivo de que los yndios así arrendatarios y circunvecinos se insurgentaron, sabe el que declara que cada uno se tomó la cabeza que pudo, destruyendo zanjas y haciendo cuanto perjuicio pudieron (…).

   Continuó el saqueo (y) hasta las verjas de las ventanas de la principal, con la existencia de fierro y acero lo levantaron.

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Atenco en la actualidad. Fotografía, cortesía de André Viard.

 Aquí el testimonio de

    (…)Don Manuel Colina, Alférez de Realistas, y previa venia de su Jefe, en su persona que conozco le recibí juramento que hizo puesta la mano derecha sobre el puño de su espada bajo su palabra de honor ofreció decir verdad; y siéndolo al tenor del escrito dijo: que habiendo venido a ésta hacienda de dependiente en abril de ochocientos catorce, halló primeramente interceptado todos los lugares en este distrito y ocupados por los rebeldes, y luego fue sabedor que desde que se acercó a esta finca el cabecilla Hidalgo tuvo que lanzar la exacción de todo su ganado vacuno y lanar, (…) posteriormente que vino a presenciar no tenía un caballo en que montar los vaqueros, y que también se impuso porque lo vio en las cuentas, y comprobantes de los administradores que habían sido de aquí, las varias exhibiciones de reales que estos había hecho a los facciosos pedidas con violencia y amenazas, y ya estando sirviendo su destino de amanuense, empezó a ser testigo de vista de la multitud de ocasiones que ya Bargas, ya González, ya Rosas, ya qualquiera otro insurgente a nombre de estos o por sí solos, venían a pedirle reales, reses, caballos, borregos, semillas y todo género de esquilmos de estas fincas, a los administradores desde D. Mariano Piña á el presente señor y tenían que darlos forzosamente porque si no eran amenazados de muerte (…)[2]

    Debido a esa violenta intervención, dicha hacienda pudo recuperarse diez o quince años después. En ese sentido Eric Van Young apunta que la mayoría de los mexicanos que tomaron parte activa en el movimiento insurgente entre 1810 y 1821 fueron indígenas. En su estudio denominado La otra rebelión: Violencia popular, ideología y lucha para la independencia mexicana, 1810-1821, reitera que:

 Durante los diez años que duró el movimiento insurgente, la configuración de la violencia política en el medio rural mexicano fue un reflejo fiel de esta visión del mundo. La lucha entre insurgentes y el régimen colonial adoptó formas muy diversas, desde batallas a gran escala y la toma de ciudades fortificadas (por ejemplo, Cuautla en 1812), hasta una continua actividad guerrillera, pasando por un cierto bandidaje político y la simple criminalidad oportunista.

   Pero la expresión quizás más común de la violencia colectiva indígena fue el tumulto rural, muy arraigado en el campo mexicano como parte del repertorio de las formas de resistencia que los indígenas desarrollaron contra el régimen colonial, aunque ahora inserto en un contexto político distinto.

   Un ejemplo de la violencia extrema que caracterizó a estos episodios fue el tumulto que tuvo lugar a principios de noviembre de 1810 en el pueblo de Atlacomulco, ubicado al noroeste de Toluca, cuando el improvisado ejército rebelde del padre Hidalgo avanzaba hacia la capital. El linchamiento sumamente violento de cuatro españoles (dos de ellos europeos) a manos de la gente del lugar y de los indígenas del pueblo vecino de San Juan de los Jarros tuvo como antecedente una larga historia de concentración de tierras, tensiones étnicas y luchas internas.[3]

    Todo lo anterior, apunta hacia un severo ataque, donde los yndios así arrendatarios y circunvecinos se insurgentaron, ocasionando los desmanes ya conocidos, como una muestra fehaciente de esa forma de resistencia, no solo ocurrida en Atlacomulco. También en Atenco, tal y como lo dice el documento del fondo de los Condes Santiago-Calimaya traído hasta aquí.

   Finalmente, al episodio enigmático de la “Batalla de las Cruces”, Patricia Galeana sugiere, en peculiar entrevista a Miguel Hidalgo,[4] la pregunta de ¿por qué no triunfó?, “(…) porque seguramente no avanzó a la Ciudad de México porque temía no poder tomarla, o para que no se diera una masacre como la de la Alhóndiga de Granaditas” a lo que responde el cura:

   Por ambas cosas.


[1] Batalla del Monte de las Cruces. México, Comisión nacional para las celebraciones del 175 aniversario de la Independencia Nacional y 75 aniversario de la Revolución Mexicana, 1985. 55 p. Ils., maps., p. 25.

[2] Biblioteca Nacional, Fondo Reservado, Condes Santiago-Calimaya En adelante [B.N./F.R./C.S.C.], Caja número 11, documento Nº 12 Testimonio de D. Martín Ángel de Michaus sobre los productos y beneficios de la hacienda de Atenco, 1818. Legajo 15 f.

[3] Eric Van Joung: La otra rebelión: Violencia popular, ideología y lucha para la independencia mexicana, 1810-1821, fragmento del estudio que se publicó en NEXOS, Nº 297 “Delirios de la Independencia” en septiembre de 2002, con un avance de la obra, bajo el título de “Los indígenas monárquicos… eran mayoría” (p. 47-49).

[4] Patricia Galeana: Miguel Hidalgo y Costilla. México, Grijalbo, 2009. 119 p. (Charlas de café con…), p. 14.

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