Archivo mensual: septiembre 2014

APRECIACIONES A LA OBRA DE DOMINGO IBARRA: HISTORIA DEL TOREO EN MÉXICO. EL SEGUNDO DE LA SERIE.

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Parece que esta será una serie caudalosa, en términos de anotaciones y precisiones, a una de las primeras obras escritas nada más se reanudaron las corridas de toros en la ciudad de México, a partir de 1887. Junto a esta publicación, también fue posible que se dieran a la luz otras tantas entre 1887 y 1888, así como algunas otras de años posteriores. Veamos un poco de esto antes de continuar con la obra misma de Ibarra.

   Un referente de valor es el compendio denominado LECTURAS TAURINAS DEL SIGLO XIX,[1] antología preparada por Bibliófilos Taurinos de México en 1987, con motivo de los cien años de corridas de toros en la ciudad de México. Allí están reunidas las más representativas, pero no todas, las cuales son:

 EL CATOLICISMO Y LAS CORRIDAS DE TOROS. OPÚSCULO. ESCRITO PARA LA ESCLARECIDA DIÓCESIS DE PUEBLA Y OFRECIDO RESPETUOSAMENTE A SU DIGNÍFISIMO OBISPO Y VENERABLE CLERO. Tacubaya, Febrero 15 de 1887. Un Católico., p. 61-96.

TIO PUNTILLA: “RECUERDOS DE BERNARDO GAVIÑO. Rasgos biográficos de su vida y trágica muerte por el toro CHICHARRÓN, en la plaza de Texcoco el 31 de enero de 1888//Versos de su testamento y canción popular á PONCIANO DÍAZ”. Orizaba, Tip. Popular, Juan C. Aguilar, 1888. 16 p. (p. 97-124).

Francisco Sosa: EPÍSTOLA A UN AMIGO AUSENTE. México, Imp. de la Secretaría de Fomento. Calle de San Andrés número 15. 1888., p. 115-124.

Agustín Rivera: ENTRETENIMIENTOS DE UN ENFERMO. EL TORO DE SAN MARCOS, O SEAN MUCHOS CONCEPTOS DE FEIJOO SOBRE LA MATERIA, COPIADOS POR (…). Lagos (de Moreno, Jalisco), 1891 Ausencio López Arce, Impresor. 5ª de la Estación, Número 42., p. 125-142.

Rafael Medina (Seud. Pedro Arbués): Taurinas. Colección de cuentos, epigramas, anécdotas, chascarrillos, etc. Escritos por (…). Prólogo de P. Drin, Intermedio de Villamelón y Epílogo de Trespicos. México, 1896. s.p.i. 80 p. Grabs., p. 207-208.

   En cuanto al resto de las obras que fueron publicadas en México y que hoy día se conocen, contamos con la siguiente información:

INCLÁN, Luis G.: ESPLICACIÓN (sic) DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Edición facsimilar presentada por la Unión de Bibliófilos Taurinos de España. Madrid, 1995.

FRONTAURA, Carlos y Joaquín Gaztambide: EN LAS ASTAS DEL TORO. Zarzuela en un acto y en verso, original de (…) y música de (…). México, Imprenta de Juan Nepomuceno del Valle, Puente de San Pedro y San Pablo, Nº 8, 1869. 16 p. (EL TEATRO. Enciclopedia dramática).

DELGADO, José (Seud. Pepe Hillo): LA TAUROMAQUIA O ARTE DE TOREAR. OBRA UTILÍSIMA PARA LOS AFICIONADOS DE PROFESIÓN, PARA LOS AFICIONADOS, TODA CLASE DE SUJETOS QUE GUSTEN DE TOROS. POR (…). México, Imprenta de I. Cumplido, Calle del Hospital Real Nº 3, 1887. 58 p. + II de índice.

: Tauromaquia ó arte de torear. Orizaba, Imp. “Popular” de Juan C. Aguilar, 1887, 58 p.

–: La Tauromaquia o Arte de Torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gustan de toros. Por (…). Primera edición mexicana, corregida al estilo de las suertes del país y aumentada con el uso del manejo de la reata y el jaripeo. Añadido con un vocabulario alfabético de los nombres propios de la Tauromaquia para la mejor comprensión de las suertes. Orizaba, Imprenta “Popular”, Juan C. Aguilar, 1887. 72 p. + 2 de índice.

EL ARTE DE MAZZANTINI o MANUAL PARA ASISTIR A LAS CORRIDAS DE TOROS, por DOS BARBIANES. San Luis Potosí, 1887.

IBARRA, Domingo: Historia del toreo en México que contiene: El primitivo origen de las lides de toros, reminiscencias desde que en México se levantó el primer redondel, fiasco que hizo el torero español Luis Mazzantini, recuerdos de Bernardo Gaviño y reseña de las corridas habidas en las nuevas plazas de San Rafael, del Paseo y de Colón, en el mes de abril de 1887. México, 1888. Imprenta de J. Reyes Velasco. 128 p. Retrs.

LÓPEZ DE MENDOZA, Rafael: “Fotografías instantáneas. Cuadros Críticos. Escritos en verso por el Gral. (…). Las Corridas de Toros”. México, Librería LA ILUSTRACIÓN, 1888. 16 p.

–: Toreros en México. (Apropósito en dos cuadros y en verso, original del general Rafael López de Mendoza. Estrenado la noche del domingo 9 de octubre de 1887, en el Teatro Arbeu, por la Compañía Dramática del primer actor español D. Segismundo Cervi). México, Antigua Imprenta de Murguía, 1887. 40 p.

El arte de Mazzantini. Manual para asistir a las corridas de toros. Contiene la explicación de todas las suertes del arte del toreo. Reimpreso por dos entusiastas. Guanajuato, 1887. 27 p.

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 IBARRA_p. 5

   Cumplida la obligación de referir los títulos que entonces se publicaron, junto con un amplio despliegue de títulos hemerográficos, aquella información se convirtió en auténtico respaldo para formar a la que considero como primera generación de aficionados taurinos mexicanos, dotados ya de elementos técnicos y estéticos suficientes para emitir juicios de valor, circunstancia que era harto necesaria en momentos en los que se está materializando el toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna.

   Pues bien, en ese sentido, la contribución de Domingo Ibarra va a ser importante gracias a la publicación de su obra, misma que es motivo de este largo análisis, del cual espero se obtengan nuevas interpretaciones al respecto.

   La sola página 5 recoge una serie de elementos que bien valen la pena revisarlos y anotarlos para su mejor entendimiento. En ese sentido, uno de los primeros aspectos que aborda tiene que ver con el de las múltiples desgracias habidas en las plazas de toros, con motivo de que estos se lidiaran con las astas intactas, es decir “puntales”, como apunta Ibarra, lo que con el tiempo vino a convertirse en un problema grave, pensando que todo ello fuera motivo de cornadas y otras heridas difíciles de atender en buena parte del siglo XIX, debido a los primitivos avances que la medicina tuvo por entonces, independientemente de que tanto las escuelas destinadas a dicha enseñanza seguían sus cursos, y luego los profesionales se colocaban en diversos sitios, donde prestaban su humanitario servicio. Para atenuar aquel riesgo, fue necesario que “se les quitaran a sus astas (las de los toros) una pulgada, y así se verficaba cuando se jugaban; sin embargo, no dejaban de destripar caballos y hacer gravísimos daños a los lidiadores. Tal fue el caso de un AVISO AL PÚBLICO, fechado el 2 de febrero de 1815 donde se indica

AVISO AL PÚBLICO_02.02.1815_SELECCIÓN

Col. del autor.

    Ibarra, en armonía con lo que llegaron a pensar muchos escritores liberales, o que abrazaron e hicieron suyas las ideas del positivismo, no desaprovecha la oportunidad de mostrar su posicionamiento al respecto de lo que para entonces reflejaba el cuadro general de una corrida de toros, en la cual predominaban, precisamente una serie de condiciones cuya dura realidad fue motivo para cuestionar el alto grado de barbarie que por entonces se registraba, opinión llevada a ciertos extremos de rigurosidad, al punto de que dicha “barbarie… corrompe al corazón humano, y… perjudica a la juventud…, particularmente a los niños”. En efecto, fue una época en la que todavía no estaba implantado el peto protector, por lo que fue un largo periodo (hasta el 12 de octubre de 1930 en nuestro país), cuando dicha pieza vino a ser un parteaguas en la suerte de varas, pues con ello se eliminaba precisamente esa parte cargada de dramatismo, e incluso capaz de convertirse en un parámetro que la prensa utilizó para medir el grado de importancia de los festejos. De tal modo que para muchos redactores, un festejo taurino era bueno por el número de caballos muertos, y malo si apenas habían salido tres o cuatro jamelgos heridos en la función.

   Conviene recordar que los procedimientos utilizados en aquellos años finales del siglo XIX mexicano, en comparación con la que hoy día se practica, eran burdos. Sin embargo, y contextualizando lo que para nosotros sería “burdo”, en su momento significaba el método más apropiado para la ejecución de las diversas suertes que entonces se practicaban. Como ya se advirtió, con ese nuevo capítulo del toreo en México, la “reconquista vestida de luces” contribuyó a dar una “vuelta de tuerca” en la interpretación de un ejercicio que ya no se correspondía con lo que se solía ver en las plazas nacionales. Es decir, que ante un catálogo de expresiones más bien concebidas desde la improvisación y la acumulación de experiencias vividas en el ámbito rural, el espacio urbano recogía, amasaba y consolidaba un abanico de posibilidades rico en variedad, a partir de un toreo híbrido, lo mismo a pie que a caballo, enriquecido por todo aquel bagaje de expresiones periféricas tales como mojigangas, coleadero, toros embolados, globos aerostáticos y la mar de invenciones.

CONTINUARÁ.


[1] LECTURAS TAURINAS DEL SIGLO XIX (Antología). México, Socicultur-Instituto Nacional de Bellas Artes, Plaza & Valdés, Bibliófilos Taurinos de México, 1987. 222 p. facs., ils.

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APRECIACIONES A LA OBRA DE DOMINGO IBARRA: HISTORIA DEL TOREO EN MÉXICO. INICIO DE LA SERIE.

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Uno de los escritores que se acercaron a forjar obras de la historiografía taurina en nuestro país fue Domingo Ibarra. Poco se conoce de él, aparte de la Historia del toreo en México que contiene: El primitivo origen de las lides de toros, reminiscencias desde que en México se levantó el primer redondel, fiasco que hizo el torero español Luis Mazzantini, recuerdos de Bernardo Gaviño y reseña de las corridas habidas en las nuevas plazas de San Rafael, del Paseo y de Colón, en el mes de abril de 1887. Por Domingo Ibarra. México. Imprenta de J. Reyes Velasco. 128 pp., retrs. Así como sus Bailes de Salón. Maneras para ejecutarlos con finura y elegancia. Reglas de la etiqueta que se observa en ellos, y Método para aprenderlos sin auxilio de Maestro, por Domingo Ibarra. 3ª edición aumentada. México: Imprenta de José Reyes Velasco. 1888.

DOMINGO IBARRA_HISTORIA DEL TOREO EN MÉXICO_PORTADA

http://www.bibliotoro.com/index.php

http://www.bibliotoro.com/digital.php?nt=85&s=30&palabras=#top

    Su Historia del toreo es un conjunto de biografías y anécdotas sobre toreros como: Bernardo Gaviño, Lino Zamora, Ponciano Díaz, Luis Mazzantini, entre otros. Las imprecisiones son constantes pero lo fabuloso con que las construye hace que no se vean tanto. De su biografía sobre Ponciano Díaz no tuvo el cuidado de precisar la fecha de nacimiento, ocurrida el 19 de enero de 1856 (en su libro aparece 1858). Por tal motivo y debido a que su obra fue consultada frecuentemente, el error se arrastró un siglo cabal (como se puede comprobar también en algún número de «La Muleta» hacia 1887), hasta que en 1987, al hacer una visita al panteón del Tepeyac pude percatarme de que en la lápida de su tumba aparece la leyenda: 19 de noviembre de 1856-15 de abril de 1899. Por tal motivo investigué lo más posible, logrando realizar una nueva biografía sobre el torero con bigotes: «Ponciano Díaz. Torero del XIX a la luz del XXI. A cien años de su alternativa en Madrid. (Biografía). Prólogo de D. Roque Armando Sosa Ferreyro. 1989-2013”. 403 h (inédito). Todo lo anterior es para enfatizar un imperceptible gazapo histórico, un lapsus maquinae que por mínimo puede ocasionar creencias tan peligrosas como la de  Nicolás Rangel al referirse a los «doce pares de toros y de vacas» que formaron el pie de simiente de la ganadería de Atenco. Con esto no quiero conseguir el objeto de deformar o devaluar la figura de un personaje como Ibarra. En todo caso es mi intención señalar el hecho de que algunos datos escritos en el pasado suelen tomarse como válidos, cuando que al investigar algún hecho en concreto, resulta que no es así. Con respecto al libro, desafortunadamente solo existen dos ejemplares -de los cuales tenemos conocimiento-, y esperamos que se tenga pensada una edición facsimilar del mismo. Por su sola curiosidad y rareza, vale la pena.

   En ese sentido, conviene hacer algunos ejercicios que permitan entender sus propósitos. Por fortuna, ya existe acceso por internet, tanto por GARBOSA, Biblioteca “Salvador García Bolio” que por la página de CONACULTA.

   Luego de ofrecer una visión que se remonta a épocas donde la expresión gladiadora sería un componente integrador en la estructura del espectáculo, para luego citar el año 1100, fecha en la que luego de las nupcias de la reina Urraca, se celebraron fastos en que se alancearon toros, concretamente en Pamplona. Sin embargo, en la página 4, fija una importante delimitación que inicia en esta forma:

    Hasta principios del siglo pasado [refiriéndose al siglo XVIII] se fueron organizando las corridas de toros con compañías de lidiadores, que por un precio manifestaban su valor e inteligencia en la tauromaquia; y desde aquella época hasta la presente, han continuado verificándose así, esos espectáculos de sangre y de barbarie.

   Los conquistadores de la .América Septentrional, a los veintiseis años de estar ya establecidos en la Ciudad de México, y tener el ganado suficiente para las lides, comenzaron á hacer sus corridas, para los cuales formaron primero un redondel pequeño á la manera de como hoy se improvisan en los pueblos, los días de alguna festividad: el primer circo se levantó en el estrecho entre la Catedral y el empedradillo, después fueron levantando otros provisionales en las plazuelas de Guardiola, de la Santísima, en Chapultepec y otros puntos, sin que ninguno de dichos circos fuera firme y estable; tampoco babia toreros de profesión, solo en el que se construyó después de muchos años en la plaza del Volador, hoy principal del mercado.

    En efecto, para 1734, y con motivo de la recepción del virrey Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, además Arzobispo de México (del 17 de marzo de 1734 al 17 de agosto de 1740) se celebraron fiestas taurinas, donde los toreros participantes recibieron emolumentos (es decir que en esa ocasión se configuró todo un esquema crematístico con el que daría inicio ese proceso legítimo donde además, aquellos que participan en un espectáculo taurino arriesgaban y siguen arriesgando sus vidas, como hasta hoy). Su apreciación sobre que los taurinos eran “espectáculos de sangre y de barbarie” se convierte, a los ojos de Ibarra en una interpretación de suyo personal, que se contrapone al sentido o propósito de su obra, pero no es casual el que lo haya expresado, sobre todo en unos momentos en que el espectáculo estaba adquiriendo dimensiones que escapaban de la legalidad, asunto que vendría a adquirir un cierto orden hasta la aparición del primer reglamento, que data del año 1895. Precisamente un año atrás a la aparición de la obra de Ibarra, un periodista contemporáneo suyo, Julio Bonilla, había impulsado desde la tribuna de la que era responsable, El Arte de la Lidia, estableció la posibilidad de que luego de un profundo análisis técnico y estético, se pusiera en práctica un reglamento, mismo que aplicó en las plazas de toros del estado de México, sitio en el que venían celebrándose una cantidad muy importante de festejos, impulsados primero, por el hecho de que seguía vigente el decreto que prohibía las corridas de toros en el Distrito Federal, y luego por razón de que en plazas como el Huisachal, Toluca, Tlalnepantla o Texcoco estaban celebrándose infinidad de estos espectáculos.

REGLAMENTO PARA LAS CORRIDAS_TOLUCA 1886

http://www.bibliotoro.com/index.php

http://www.bibliotoro.com/digital.php?nt=85&s=30&palabras=#top

   Por otro lado, y debido a cierta falta de rigor, Ibarra plantea la sugerente tesis en la cual apunta que “Los conquistadores de la .América Septentrional, a los veintiseis años de estar ya establecidos en la Ciudad de México, y tener el ganado suficiente para las lides, comenzaron á hacer sus corridas…” Es decir, nos está advirtiendo que entre 1545 o 1547 tales festejos habían adquirido formalidad, lo cual puede ser posible, pues aunque se sabe que en 1526, 1528, 1531, 1536 y otros tantos años se celebraron algunos festejos aislados, pero que para esos años, los de 1545 o 1547 aquello ya había adquirido un sentido cuya articulación se encuentra vinculada absolutamente a toda una cosmogonía relacionada con lo religioso. En libros como Graffitis novohispanos de Tepeapulco. Siglo XVI de Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel, se plantea la celebración de fiestas en un ruedo, obra de piedra construida al pie de la torre de la iglesia principal del poblado, tal como hoy se aprecia en los vestigios que de ella quedan, y que vendrían siendo, en semejanza, los mismos que plantea el desplante de la plaza de toros de Tlaxcala, que también se encuentra al pie de la torre de la iglesia de San Francisco.

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Elías Rodríguez y Pascual Tinoco Quesnel: Graffitis novohispanos de Tepeapulco. Siglo XVI, p. 6.

   Además de la plaza de Cañadas, Jalisco (cuya construcción data de 1680 aproximadamente), esta otra de Tepeapulco (estado de Hidalgo), vienen a representar un intento por formalizar el espacio, que distaba de aquellos otros cuyo propósito efímero se dejó notar, sobre todo en la capital del virreinato, donde todas los cosos fueron armados con madera.

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Elías Rodríguez y Pascual Tinoco Quesnel: Graffitis novohispanos de Tepeapulco. Siglo XVI, p. 7.

galeria-14-big Gobierno Municipal de Cañadas de Obregón, Jal. [en línea], 2014, http://www.canadasdeobregon.jalisco.gob.mx/turismo/atractivosNaturales.html [consulta: 25 de septiembre de 2014]

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TLAXCALA [en línea], 2014, http://edotlaxcala.blogspot.mx/  [consulta: 25 de septiembre de 2014]

   Ibarra  continua diciendo que“…el primer circo [en la ciudad de México]se levantó en el estrecho entre la Catedral y el empedradillo, después fueron levantando otros provisionales en las plazuelas de Guardiola, de la Santísima, en Chapultepec y otros puntos, sin que ninguno de dichos circos fuera firme y estable; tampoco babia toreros de profesión, solo en el que se construyó después de muchos años en la plaza del Volador, hoy principal del mercado”.

   A lo largo del periodo virreinal, además de esos espacios hubo otros tantos como el de la plazuela de San Diego, la inicial plaza de San Pablo (construida en 1788), la de la lagunilla, la plazuela de los pelos, la de Don Toribio, la de Jamaica. Además, el amplio espacio de atrios de iglesias y conventos, sirvió también para levantar plazas a la manera de aquellos viejos corrales –quizá como la Corrala del Mitote- que recientemente pudo verse instalada en la plancha del Zócalo de la ciudad de México.

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La Jornada, 18 de junio de 2013. Fotografía: Kay Pérez.

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La Corrala del Mitote. Teatro Trashumante. [en línea], 2014, http://www.ccb.bellasartes.gob.mx/la-corrala-del-mitote.html [consulta: 25 de septiembre de 2014] Fotografía: Pim Schalkwijk.

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La Corrala del Mitote. Teatro Trashumante. [en línea], 2014, http://www.ccb.bellasartes.gob.mx/la-corrala-del-mitote.html [consulta: 25 de septiembre de 2014] Fotografía: Pim Schalkwijk.

 CONTINUARÁ.

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 UNA “COMPAÑÍA DE GLADIADORES” EN EL MÉXICO DE 1885.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En la dilatada existencia del semanario El Redondel, en la que por cierto tuve oportunidad de participar, gracias a la confianza expresada desde un principio por los señores Alberto A. Bitar y Alberto Icaza (entre 1982 y hasta el 22 de marzo de 1987), salió publicada una imagen harto interesante, que acompaña las presentes notas. Para 1885, fecha aproximada que se le asigna como posible aproximación cronológica, estos cuatro personajes que integraban lo que entonces llegó a llamarse “cuadrilla de gladiadores”, nos deja ver el grado de pureza con que ciertos aspirantes deseaban incorporarse a la tauromaquia mexicana, asumiendo con su propia identidad e interpretación, el hecho de protagonizar espectáculos también dueños de curiosidad y fascinación. Fueron los tiempos en que el nombre de Ponciano Díaz comenzaba a sonar con fuerza inaudita, impulsando desde su parcela un nacionalismo taurino sin precedentes, como expresión identitaria de lo que México deseaba mostrar ante la España que había legado tres siglos atrás todo un fermento de circunstancias que constituyeron una nueva sociedad, la cual supo hacer suyos diversos elementos de vida cotidiana, por ejemplo.

   En ese sentido, el toreo no fue la excepción. Todavía quedaba lo último de una estela que, como la de Bernardo Gaviño ya se apagaba lentamente, la cual fue suficiente razón para entender el grado de mestizaje que se dio con su influencia y su presencia, la cual influyó definitivamente en la construcción de una puesta en escena rica en elementos. Pero estos cuatro señores, con fuertes rasgos indígenas o mestizos dejan ver el aplomo que privaba no sólo en la mirada ensoberbecida, sino en sus destinos, los que se afirman en sus poses y actitudes, de auténtica solvencia decidido arrojo, como para manifestar capacidades y así ejecutar las diversas suertes que por entonces se practicaban en medio de una interpretación absolutamente libre, mezclada con mojigangas, payasos, coleadores y demás elementos de aquel caos plenamente justificado con el que cuadrillas como la de ¿Felícitos Mejía “El Veracruzano”, Carlos López “El Manchao”, o de José de la Luz Gavidia “El Chato”? andaban itinerando por esta y por aquellas plazas de la provincia mexicana en busca de su afirmación como toreros de la legua, pero también de un reconocimiento popular en tanto señores feudales, intentando ganar territorios que también conquistaba el propio Ponciano, el cual en sus andares logró romper, imponiendo nuevos esquemas de dominio, al punto de que entre 1876 y 1899 con más de 700 actuaciones en su haber, fijó posicionamientos y condiciones nunca antes vistas. Tal es el caso que también impuso el portorealeño Bernardo Gaviño, quien en su condición de “Patriarca” consiguió establecer un auténtico imperio, sobre todo en la capital del país, donde solo entre 1829 y 1886, logró actuar en poco más de 400 ocasiones, lo que indica el grado de relevancia con el que se consolidó aquel poder centralista, desde el cual se proyectaron diversas influencias que hicieron suyas personajes como estos gladiadores, aunque a la hora de poner en práctica aquellas enseñanzas, daban a las mismas sus propias interpretaciones, gestándose auténticas exploraciones desde las cuales afloraba el más profundo sentido de un nacionalismo taurino, exacerbado también por otras manifestaciones impuestas por Ponciano Díaz. Es decir, estamos frente a un particular estado de cosas donde toreros “bigotones”, de vestimenta “ad hoc”, totalmente relajados y dispuestos para guerrear y combatir, como los que hoy ilustran este propósito de interpretación, se dispongan a torear quizá en plazas como las de Cuautitlán, el Huisachal, Texcoco, Tlalnepantla, Zacatecas o Durango entre otros tantos lugares en que, gracias a una feria en honor de su santo o santa patrones, o debido a cualquier otra razón, se organizaban festejos taurinos hasta donde iban estas “compañías” a entretener y divertir a cuantos acudieran a presenciar aquellas puestas en escena.

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Cuadrilla de toreros mexicanos, hacia 1885. Una rareza como documento gráfico.

Fuente: “EL REDONDEL” Nº 2,904 del domingo 16 de diciembre de 1984, p. 12.

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LA MIRADA DE EDWARD B. TAYLOR, VIAJERO EXTRANJERO Y LOS TOROS EN 1856…. LA SEGUNDA.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 II

    Edward B. Tylor comienza su fascinante descripción como sigue:

 Regresamos a México a tiempo para la corrida de toros. El corral de toros era grande y había miles de gentes, pero el espectáculo, evaluado por sus propios méritos o comparado con las corridas en la Vieja España, era abominable. Los toros eran cautelosos y cobardes y solamente con dificultad se dejaron provocar a pelear, y los matadores casi todo el tiempo se equivocaron en el acto de matarlos, parcialmente por falta de capacidad y parcialmente porque es realmente más difícil matar a un toro quieto que a un toro valiente que se lanza directamente a su asaltante. Para completar la medida de toda la función inicua dejaron entrar a una persona despreciable con una daga que le dio mate al animal desdichado que el matador no había logrado matar de la manera legítima. Evidentemente era el fin regular del evento, pues los espectadores no expresaron ninguna sorpresa al respecto.

MÉXICO y LOS MEXICANOS... E. B. TYLOR_1877_p. 162

 Después de terminar la corrida de toros propiamente siguieron dos o tres espectáculos netamente mexicanos que bien valía la pena ver. Un toro muy salvaje fue inducido en el corral donde dos lazadores montados en pequeños caballos hermosos lo estaban esperando. El toro arrancó a toda velocidad persiguiendo a uno de los jinetes que con facilidad se movía delante de él a medio galope, mientras que el otro sin prisa desligó su lazo, lo colgó sobre su brazo izquierdo y luego, agarrando el extremo del lazo con su mano derecha, dejó la cuerda caer a través de la atadura y produjo un nudo corredizo que hizo girar rápidamente dos o tres veces alrededor de su cabeza, y luego lo lanzó con tanta precisión que se acomodó suavemente sobre el cuello del toro. En un momento el otro extremo del lazo fue enrollado varias veces alrededor del pomo de la silla, y el pequeño caballo arrancó a toda velocidad para adelantarse al toro. Pero mientras tanto, el primer jinete había dado vuelta y tirado su lazo al piso, y exactamente en el momento que el toro pisó dentro del nudo subió el lazo alrededor de sus piernas traseras y arrancó a galope en sentido contrario. En el momento que el primer lazo se apretó alrededor de su cuello, el segundo captó su pierna y el animal cayó indefenso en la arena. Luego le quitaron los lazos, lo que no es una tarea fácil si uno no está acostumbrado, y lo dejó correr de nuevo, atrapándolo por las piernas delanteras o traseras como le diera la gana cada vez que pasaba, e inevitablemente dejándolo caer hasta que estuviera cansado y ya no opusieron resistencia. Al final los dos colocaron su lazo sobre sus cuernos y lo sacaron del corral entre los vitoreos de los espectadores. La diversión terminó con el colear, que es una especialidad mexicana y se hace de la siguiente manera. El coleador, montado a caballo, sigue al toro que tiene una idea de que algo está a punto de suceder, y arranca a galope tan rápido como le es posible, echando al lado sus piernas traseras del modo zopenco tan característico de los toros. Ahora el coleador, sentado en su silla picuda mexicana que se levanta adelante y atrás, de manera que el jinete se queda en su lugar sin esfuerzo alguno, se lanza a todo galope tras el toro, y cuando lo alcanza frena a su caballo lo más fuerte que pueda para retenerlo. Pues si el caballo está acostumbrado al deporte, como lo son casi todos los caballos mexicanos, entonces más que cualquier cosa desea repasar al toro, sin haberse dado cuenta de que su jinete no ha agarrado el toro. Bueno, estaba justo detrás del toro, un poco a la izquierda, y fuera del alcance de sus piernas traseras que harían caer el caballo si no se cuida; quita la pierna derecha del estribo, agarra el punto de la cola del toro (que es muy larga), echa su pierna sobre ella y la retuerza alrededor de su pierna debajo de la rodilla. Tiene la brida entre los dientes o la ha soltado por completo, y con la mano izquierda le da al caballo un latigazo, así que se lanza hacia delante con un brinco y el toro, que pierde el equilibrio por el fuerte jalón hacia atrás se cae y rueda sobre la arena, y se levanta con una mirada profundamente a disgusto. Entre más rápido corra el toro, más fácil es hacerlo caer; dos chamacos de entre doce y catorce años colearon unos jóvenes toros en la pista, con gran estilo, tirándolos a todos lados. A los granjeros y los terratenientes les gustan inmensamente esos dos deportes que a los toros, a propósito, aparentemente no les gustan en absoluto. Pero esta función en el lienzo era mejor de lo que por lo regular se ve, y los léperos aplaudieron ruidosamente.

MÉXICO y LOS MEXICANOS... E. B. TYLOR_1877_p. 260

Las ilustraciones aquí incluidas, provienen de la misma edición de 1877.

    Lo que nos cuenta Tylor, al margen de la breve impresión que le produjo el desarrollo de festejo taurino que “comparado con las corridas en la Vieja España, era abominable”, lo cual permite observar que entre la que pudo ser una apreciación previa del mismo viajero que también estuvo en España; y haber presenciado algunos festejos taurinos; estos debieron convertirse en referente tal que lo llevaron a afirmar semejante impresión.

   Sobre la plaza, como espacio para el desarrollo del espectáculo la considera como “corral de toros”, poblado por miles de gentes, lo cual significa que las corridas de toros tenían, por entonces, un enorme poder de convocatoria. Desde su punto de vista, “Los toros eran cautelosos y cobardes y solamente con dificultad se dejaron provocar a pelear, y los matadores casi todo el tiempo se equivocaron en el acto de matarlos, parcialmente por falta de capacidad y parcialmente porque es realmente más difícil matar a un toro quieto que a un toro valiente que se lanza directamente a su asaltante”. Esto es muy interesante, pues indica el alto grado de comprensión habido por nuestro viajero para con la tauromaquia que se practicaba entonces, la cual guardaba, con respecto a España una diferencia notable. También no deja de sorprendernos la impresión que despliega al respecto de los toros: “…eran cautelosos y cobardes y solamente con dificultad se dejaron provocar a pelear…” lo cual deja ver que por entonces se desarrollaba una lidia desordenada, la cual no estaba siguiendo ni por casualidad los parámetros establecidos al menos en las “Tauromaquias” de José Delgado “Pepe Hillo” (1796) y de Francisco Montes “Paquiro” (1836), con lo que entonces debe entenderse que bastaba algunos principios o nociones para llevar a cabo una puesta en escena concebida como corrida de toros. Por lo tanto, habría que ir más allá de la sola idea que se tiene hasta ahora sobre el tipo de toreo, pues con el señalamiento de Tylor, aunque no del todo riguroso, con su sola visión, nos deja ver que entre la española y la mexicana observa dos diferentes interpretaciones de una misma razón: la tauromaquia de a pie.

   Sobre la “persona despreciable” que hizo acto de presencia con una daga (seguramente el “verduguillo” que utilizan los puntilleros… “le dio mate al animal desdichado que el matador no había logrado matar de la manera legítima” es interesante su apreciación, pues por aquella época debió existir ese integrante de la cuadrilla, aunque también era común el uso del “lazo” en cuanto el toro se convertía en blanco de heridas por desacierto del espada en turno.

   Por otro lado no deja ocultar su inclinado interés por circunstancias de fuerte carga rural, mismos que pudieron ser apreciados en este otro ambiente, el urbano. Me refiero al coleadero, ese conjunto de suertes que se practicaron de manera intermitente a lo largo del siglo XIX mexicano en muchas plazas de toros. Apenas habiendo visto esa novedosa escena, disfrutó de ella y la describió de manera afortunada, como si para ello se hubiese adelantado a lo que cuatro años más tarde Luis G. Inclán publicaría en Reglas con que un colegial puede colear y lazar (1860), sin olvidar a Domingo Revilla, para lo cual el bloguero que administra “Aculco, lo que fue y lo que es” y en la siguiente liga (https://www.blogger.com/profile/16810224864405123811) recoge las impresiones de Revilla mismo, para lo cual realiza un amplio análisis al respecto.

   Creo que por todos estos motivos, es de agradecer la reciente ubicación de esos valiosos apuntes del que siendo “cuaderno de viaje” terminaron conociéndose como Anahuac o México y los Mexicanos, antiguos y modernos, cuyo autor: Edward Burnett Tylor, ya es para nosotros un bien identificado personaje en el amplio abanico de los viajeros extranjeros que visitaron nuestro país durante el siglo XIX.

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LA MIRADA DE EDWARD B. TAYLOR, VIAJERO EXTRANJERO Y LOS TOROS EN 1856.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 I

    En el México de 1856, época que estuvo sujeta a diversos conflictos fundamentalmente políticos, enmarcados en la lucha del poder, visitó nuestro país el antropólogo británico Edward Burnett Tylor, quien deslumbrado por todas las maravillas o desgracias que fue encontrando a su paso, dejó un testimonio valiosísimo que hoy es motivo de su natural recuento.

   Me refiero a Anahuac o México y los Mexicanos, antiguos y modernos, obra que encontró, luego de la edición de 1861 esta otra versión impresa en 1877:

MÉXICO y LOS MEXICANOS... E. B. TYLOR_1877

Disponible en internet, septiembre 18, 2014 en: https://archive.org/stream/anahuacormexicom00tylo#page/156/mode/1up

    La visita de viajeros a nuestro país fue un denominador común, y si bien hay rico testimonio de su paso, desde William Bullock hasta, por ejemplo Viczenik Dénes –quienes hacen descripción o referencia al tema taurino en sus respectivas obras-, en este caso el trabajo de Burnett tiene una mirada distinta: la del antropólogo con fuerte carga de influencia sajona. Venir a México tuvo un doble propósito. Por un lado, Burnett Tylor era asmático, así que en buena medida estar aquí sirvió para convalecerse de aquel incómodo estado de salud, en tanto que la otra misión tuvo como propósito la formación misma para consolidar al profesional.

   Su arribo al país ocurrió en abril de 1856, aunque como apunta uno de sus más precisos y puntuales traductores, Leif Korsbaek:

 pero no es seguro que fue el mejor de tiempos para visitar al país, pues la joven república se encontraba entre el Plan de Ayutla, iniciado en 1854 y provocado por el régimen de López de Santa Ana, y el más visible resultado de las sublevaciones, la nueva Constitución de 1857, y el ambiente general del periodo ha sido resumido así: «En 1852 cayó el gobierno del general Arista, que había sido un gobierno constitucional; en 1855 cayó el gobierno del general Santa Ana, que había sido una dictadura; en diciembre del mismo año desapareció el gobierno del general Álvarez quien se retiró a la vida privada, dejando en la presidencia como sustituto a D. Ignacio Comonfort; en 1858 cayó el gobierno del general Comonfort, que fue sucesivamente una dictadura legal, un gobierno constitucional y un gobierno revolucionario”.

    La primera impresión que tuvo de la ciudad de México es que en algunos puntos todavía estaban fijas diversas barricadas como resultado del efecto producido por la primera fase de la Guerra de Reforma. Aunado a ello no debemos olvidar todo el andamiaje ideológico e intelectual con que se formó en Gran Bretaña, donde afortunadamente tenemos oportunidad de apreciar a un Tylor universal que se interesó por nuestro país en forma desprejuiciada, siguiendo los principios que la antropología y la etnografía recomendaban para lograr una visión lo más imparcial que fuese posible. Korsbaek destaca el hecho que Edward B. Tylor tuvo interés por conocer la vida del hombre en el campo, vida ligada al caballo, por lo que dedica amplio espacio a ese punto en su obra. Apunta Korsbaek:

 Un campo donde brillan sus conocimientos particulares es el de la cultura ecuestre, un conocimiento que saca a relucir en la descripción de su viaje a Morelos al sur de la Ciudad de México: “Es claro que cuando hay que vender un caballo por alguna suma entre dos y seis libras, el ganadero no puede gastar mucho tiempo en amaestrarlo. El vaquero lo laza, le pone su brida o freno duro con embocadura y lo monta a pesar de sus brincos y patadas. El caballo arranca furioso decidiendo su propio rumbo a través del terreno, pero cuando disminuye su paso, las grandes espuelas del vaquero entran en función, y una hora o dos más tarde regresa al corral, muerto de cansancio y conquistado de una vez y para siempre. Después de todo, es sencillo enseñarle este modo de andar. La “anquera” -así se le llama- es colocada en sus caderas para quitarle la costumbre del trote y acostumbrarlo al paso. Se trata de un cobertor de cuero bordeado de clavitos de hierro que es colocado detrás de la silla y que le permite al caballo andar a paso sin que lo moleste, pero el más mínimo intento de pasar al trote baja con fuerza los clavos a sus caderas. Compramos una de estas anqueras en Puebla. Era muy vieja y estaba curiosamente adornada con motivos tallados. En el siglo pasado[1] estas anqueras eran parte esencial del equipo de un caballo mexicano; pero ahora, exceptuando los corrales para la domesticación y las tiendas de curiosidades, raras veces se les encuentra”.

    Llama la atención que en la obra aquí analizada, nuestro viajero no deja de destacar su admiración al contemplar un festejo taurino, mismo que ha dado motivo a su respectivo análisis, pretendiendo entender su primera impresión, así como el detalle con el que menciona los diversos pasajes de que fue testigo quien a su vez se convertiría en el fundador de la antropología moderna, lo que ayuda a entender el hecho de que desde aquel sustento, fue capaz de superar condiciones de choque ideológico habidas entre dos culturas que no necesariamente se identificaban: la mexicana y la inglesa, pero que por otro lado, se respetaban mutuamente. El inglés, antes de su llegada a la ciudad de México, pasó por Puebla, precisamente durante el sitio (ocurrido entre el 2 de diciembre de 1855 y el 3 de abril de 1856). Así, al final de aquel recorrido desde Veracruz y hasta la ciudad de México, llegó en pleno desarrollo de la semana santa de aquel año de 1856 (el viernes, sábado y domingo santo correspondieron al 22, 23 y 24 de marzo de aquel año).

EDWARD B. TAYLOR

Disponible en internet, septiembre 18, 2014 en: http://fineartamerica.com/featured/1-sir-edward-burnett-tylor-granger.html

    Luego de una excursión a caballo a Tacubaya y Chapultepec, “Regresamos a México a tiempo para la corrida de toros…”

   En efecto, durante aquel año, y según recuento (que no está completo y tampoco es definitivo) que he elaborado al respecto, se tiene el siguiente balance de actividades taurinas en la ciudad de México en aquel mismo año:

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 6 de enero. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Mojiganga del Tío Caniyitas y Toro embolado.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Jueves 10 de enero. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 8 toros de Atenco. Valiente becerro de Atenco lidiado por la cuadrilla en zancos. Toro embolado. Corrida a beneficio de la hacienda de Atenco.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 13 de enero. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 7 toros de Atenco. Valiente becerro lidiado por la cuadrilla en zancos. Un toro embolado que saldrá adornado con un rico tapaojo, cubierto con monedas de plata. Fuegos de artificio.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 20 de enero. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Valiente becerro de Atenco lidiado por la cuadrilla en zancos. Toro embolado.

 El siglo XIX, 4ª época, año XVII, T. X, Nº 2576 del sábado 26 de enero de 1856:

Plaza de toros del Paseo de Bucareli. No pudiendo verificarse la corrida de toros que se ha anunciado a beneficio de Bernardo Gaviño para el próximo domingo (27 de enero), por razones particulares, que no es del caso expresar, se avisa al público, para su inteligencia. México, enero 23 de 1856.-Manuel Gaviño. A causa de un incidente, del que se desconocen mayores detalles, se suspenden las corridas de toros momentáneamente.

    Uno o más de estos festejos celebrados del 23 de marzo en adelante, pudieron convertirse en las ocasiones en que Edward B. Tylor estuvo en la plaza de toros.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. 23 de marzo. Primera corrida de la temporada. Seis toros de Atenco. Personal de la cuadrilla y primeros espadas: Mariano González y Pablo Mendoza.

PASEO NUEVO_23.03.1856    Nada más de entrada, el que corresponde a tal fecha tiene enorme cercanía con la descripción que veremos más adelante.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. 30 de marzo. Cumpliendo la empresa con su programa, que no es otro, que el de complacer a sus numerosos favorecedores, ha dispuesto para la tarde de este día la segunda función en los mismos términos que la anterior.

   En la presente función se lidiarán: SEIS TOROS, de la raza mencionada de Atenco, que nada dejarán que desear por su bravura, pues se ha procurado hacer la mejor elección en el cercado.

   En los intermedios se echarán dos toros para el coleadero, y concluirá la corrida con el toro embolado de costumbre.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. 6 de abril. Sin datos precisos dado el daño por rasgaduras y desprendimiento que presenta el ejemplar de El Siglo XIX del 5 de abril, p. 4. La única constancia verídica es que se lidiaron 7 toros de Atenco.

   Es muy probable que en dicha jornada se registrara la actuación de Bernardo Gaviño.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. 13 de abril. Bernardo Gaviño y cuadrilla con 6 toros de Atenco. En uno de los intermedios se jugará un becerro de la misma acreditada raza de Atenco, por la famosa cuadrilla en zancos.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. 20 de abril. No hay datos de quien participó aquella tarde, aunque sí del ganado: 6 toros de Atenco.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 27 de abril. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Junta patriótica de 1856. Se contará con la asistencia al Escmo. Sr. Presidente de la república, general D. Ignacio Comonfort. Becerro lidiado por la cuadrilla en zancos. Toro embolado.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 4 de mayo. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Gran función extraordinaria a beneficio de Manuel Esquino, la que se dignará honrar con su asistencia el Escmo. Sr. Presidente de la república, general D. Ignacio Comonfort. (Francisco Togno).

   Apunta Heriberto Lanfranchi:

    Mi buen amigo, el Sr. José Juan Cervantes me ha permitido elegir lo más selecto en el cercado de Atenco, y los toros que por su bravura los distinguían los vaqueros con los nombres siguientes:

 Nombre                                                          Colores

Mata Bueyes                                                Meco rabicorto

Maromero                                                    Meco chinudo

Tunante                                                        Josco bragado

Artillero                                                         Josco sardo

Tigre                                                               Meco cara rosilla

Búfalo                                                            Morado cachetes prietos

Picadillo                                                         Morado chaparro.

    De estos toros se elegirá el más arrogante para embolarlo, y será lidiado por el conocidio Tío Canillitas, acompañado de Mr. Fritz, Catana, Pepillo y demás personajes montados en burros.

   En uno de los intermedios se presentarán dos vaqueritos montados en magníficos caballitos, con el objeto de colear dos becerros de tamaño adecuado a su edad.

 Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica).

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 19 de octubre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Seis toros de Atenco. Cuadrilla:

Director y primer espada: Bernardo Gaviño.

Segunda espada: Mariano González.

Tercera espada: Fernando Hernández.

Picadores: Cenobio Morado, Caralampio Acosta, Magdaleno Vera, Vicente Guzmán, Serapio Enríquez y Esteban Delgado.

Banderilleros: Andrés Chávez, Francisco Cuellar, Joaquín Pérez e Ireneo Méndez.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 26 de octubre. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Dos toros para coleadero y toro embolado.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 2 de noviembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Siete toros y un becerro para el embolado de Atenco. Corrida a beneficio de Gaviño.

El primer toro será del rincón de San Gaspar (divisa encarnada); segundo de Punta del Río (divisa blanca); tercero de la Isleta (divisa azul); cuarto del Tomate (divisa blanca); quinto de las Puentecillas (divisa amarilla); sexto del Tejocote (divisa blanca) y séptimo de la Loma (divisa verde). 3 toros de cola para

Primer pareja:             Antonio Leyva y Cornelio

Segunda   “                            Pedro Bastida y Pedro Trejo.

Toro embolado.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 9 de noviembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Siete toros y un becerro para el embolado de Atenco.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 16 de noviembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Seis toros de Atenco. Presentación de Ángela Amaya.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 23 de noviembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Seis toros de Atenco. Coleadero en pelo.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 30 de noviembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Seis toros de Atenco.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 14 de diciembre. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Mojiganga de Gigantes y enanos. Toro embolado.

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 21 de diciembre. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Manganeo y jineteo en mulas cerreras. Toro embolado. (Suspendida por mal tiempo)

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Jueves 25 de diciembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Seis toros de Atenco. (Datos en duda).

 PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 28 de diciembre. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Seis toros de Atenco. Dos toros para coleadero. Los coleadores realizarán la suerte con los caballos en pelo. Toro embolado.

 22 festejos, son un buen indicativo de actividad en una sola plaza, que por entonces era la única que funcionaba en la ciudad de México.

CONTINUARÁ.


[1] Refiriéndose al siglo XVIII.

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UN GUIÓN DE TEATRO PARA LA INDEPENDENCIA, LA REVOLUCIÓN y OTRAS REVOLUCIONES QUE HAN OCURRIDO HASTA ESTE 2018.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Obertura (en silencio).

 1.-Se encienden las luces lentamente. En una pantalla traslúcida, se mostrarán imágenes (virtuales), que representen el recorrido histórico desde la llegada de los primeros pobladores a Tenochtitlan, destacando el mítico momento del hallazgo del águila devorando a una serpiente, y ambos montados sobre un nopal.

Vistas panorámicas de la ciudad de México-Tenochtitlan…, y luego la batalla que, en 1521 concluyó con la derrota de los aztecas. (Se sugiere música de Jorge Reyes). La narración conviene ser realizada con el énfasis más apropiado, tal cual se tratara de un relato.

2.-Escenas que correspondan a la mejor interpretación que, sobre el mestizaje y esa profunda y complicada relación habida entre españoles y pueblos originarios se dio durante el periodo de colonización, el cual se extendió por tres siglos. (Quien monte las imágenes, deberá pensar en la o las músicas más adecuadas). Además, lo que se mencione en esos momentos breves del relato visual, tendrá que adecuarse a las ideas que refuercen su sentido, con objeto de que la narración pueda ligarse con el sentido de los diálogos.

3.-El llamado a la emancipación deberá mostrar las imágenes que ilustren de mejor manera el estado de cosas que guardaba la última etapa del virreinato, con objeto de que los observadores comprendan algunas de las condiciones que encaminaron a los habitantes de aquel territorio a forjar, por vía de la independencia, el propósito de una nueva nación llamada México.

(Se recomienda que los tres episodios deban quedar resueltos en aproximadamente tres minutos).

Se apagan luces.

Cuadro independentista.

Aparecen en escena sólo dos personajes, al interior de una habitación.

EL: …y esa ha sido la manera en que nuestros padres, y sus padres, y los abuelos, y los otros abuelos nos han relatado desde entonces.   

ELLA: Y esa es la historia que tenemos que seguir contando para evitar el olvido. Pues como dice mi padre “no hay peor cosa que ser desmemoriado”.

EL: O como decía mi madre: “vaya siempre hacia adelante sin olvidar quien es y de donde salió”. ¡Mi madre tan sabia! Ese me parece un gran consejo, pero yo por más que quiero ir adelante veo que nomás seguimos hacia atrás, y ya va siendo hora de cambiar eso.

ELLA: Por cierto, han llegado hasta aquí serios rumores de un levantamiento… ¿De qué se tratará.

EL: Pues de qué más, si desde hace mucho venimos pugnando por la misma cosa: quitarnos el yugo. Los españoles siguen empeñados en someternos, en desplazarnos y eso ya no podemos consentirlo. Si no hay modo de llenarles los arcones y aplacar su voracidad. Dicen que en España las cosas no van nada bien, que sostiene guerras y necesita de la plata que les mandamos, y así como les llega así se les va. ¡Qué despilfarro!

ELLA: Pero fíjate tú, por acá anda dando sermones el cura de Dolores, -con esas nuevas ideas que les llaman filosofía– ese cura sabe mucho, no por nada las malas lenguas lo llaman “El Zorro”.

EL: Se llama Miguel Hidalgo y Costilla y no dudo que sea capaz de algo muy importante; se sabe que es muy emprendedor y muy activo en la alfarería y la ganadería y…

ELLA: Y hasta con las mujeres…

EL: Ahí… sí yo no sé del hilo… Margarita es la que cose…

MARCO HISTÓRICO (No es necesario mencionar la frase “Marco histórico”).

(Mientras el narrador da lectura a estos breves párrafos, los dos personajes realizan algunas actividades domésticas. Terminan y se retiran).

Detrás de toda gran revolución existe una causa económica. Los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX estuvieron plagados de diversos conflictos que afectaron severamente a la corona española y sus territorios americanos. España exigía más capital que sus colonias se veían obligadas a satisfacer. No conforme la economía novohispana se restringió aún más, lo que entre otros afectó a Miguel Hidalgo a quien se le retiraron créditos dada su esfera empresarial condición que afectaba sus deudas personales.

   Una seria descomposición de condiciones sociales, políticas y económicas que polarizaban el ambiente de los primeros años del siglo XIX fue, el detonante de la independencia, encabezada por el cura de Dolores como uno más de aquellos afectados, no importando sus vínculos con la iglesia, institución que se vio alterada por su particular actitud. Así que el descontento social encontró en este y otros motivos, las suficientes razones para que la independencia fuera una realidad en 1810.

Independencia

cuadros tableau vivant

Pueblo

            CORO: ¡Ha llegado la hora!

Doña Josefa

            ¡Conspiremos!

Pueblo

            CORO: ¡Ha llegado la hora!

Morelos

            ¡Mi proclama será el anhelo de un nuevo país!

Pueblo

            CORO: ¡Ha llegado la hora!

Hidalgo

            ¡Vamos a matar gachupines!, mientras empuña una tea.

Pueblo

            CORO: ¡Ha llegado la hora!

Fiesta

Baile 1

Sketch: aparece en escena una pareja con ropa elegante mientras se escucha una danza o un minueto:

            ELLA: …Te juro que me compré este abanico en El Parián.

            EL: Tré biën´ n, tré biën´ n.

            ELLA: Que lo importante es ir a la moda, hasta en el idioma, mi amor.

            EL: Oye, y ¿tú crees que Iturbide se haya entendido así con Guerrero en el abrazo que dicen se dieron en Acatempan?

            ELLA: No seas tontito…

Baile 2

Sketch: va apareciendo otra pareja mientras los compases de aquella música bajan (y los dos primeros bailarines van desapareciendo de la escena), en tanto suben intensamente los de un fandango, por ejemplo.

            EL: Pos ya somos México.

            ELLA: La verdá es que se siente re´bonito.

            EL: Si mi chata, que la injusticia ya no vuelva por estos rumbos.

            ELLA: Independencia, libertad, un nuevo país… ¡uy, qué difícil es entender todo esto!

            EL: Ya lo entenderás… ya lo entenderán.

MARCO HISTÓRICO (No es necesario mencionar la frase “Marco histórico”).

En los primeros años del nuevo estado-nación que fue México, las condiciones de este país mostraban profundos deseos de encontrar su verdadero destino. Sin embargo, una suma de fuerzas y de influencias generaron conflictos al interior que se vieron claramente marcados en la intromisión extranjera, en la lucha de liberales, conservadores y moderados, así como de una constante presencia de miembros del ejército en las decisiones fundamentales. Ello produjo una fragmentación, un país sometido al impacto de los bandazos políticos o económicos que se reflejaron en lo social. Un fiel de la balanza fue la promulgación de la Constitución de 1824.

Transición del fandango a esa danza o minueto.

NUEVO DIÁLOGO teniendo como escenario el cruce de alguna calle.

            ELLA: Aunque queramos seguir viviendo como fue antes de la independencia, creo que ya no va a ser posible. Los rumores son cada vez más claros.

            EL: ¿A qué te refieres? ¿O se molestan porque nos va a gobernar Su Alteza, don Agustín de Iturbide? ¡Esto ya es un imperio!

            ELLA: No. Todo mundo busca otra realidad, y hay que reconocer que tienen razón. La sangre derramada en estos duros años que han pasado está cobrando forma en el país que se deseaba desde ese lejano 1810.

            EL: Ay, creo que la tontita eres tú. Mira que volveremos a los viejos y añorados tiempos. ¡Habrase visto!

Transición de la danza o minueto al fandango en su parte climática:

            EL: Mire mi chata, yo también lo veo como un futuro prometedor, pa´usté y pa´mí, y pa´todos estos que están aquí, pero el destino no sé que albur nos eche encima.

            ELLA: Mire mi Nacho, y “ai” le voy: Valió la pena meternos en lo que nos metimos. Las balas no nos espantaron. Hasta me sento responsable de que los hijos que podamos tener uste y yo, sepan ahora sí, lo que´s la libertá.

            EL: Luchita mía, Luchita de mi corazón. Mire nada más que cosas anda diciendo, y así es. Ya podemos andar de aquí pa´allá, o de allá pa´acá sin el peso de la monserga esa. Ora sí se que es eso de la libertá.

cuadros tableau vivant

Pueblo

            CORO: ¡Es hora de proclamar la libertad!

Benito Juárez

            ¡Entre los pueblos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz!

Pueblo

            CORO: ¡Es hora de proclamar la libertad!

MARCO HISTÓRICO (No es necesario mencionar la frase “Marco histórico”).

 La extensión geográfica de nuestro país se vio reducida con motivo de algunos acuerdos, pero también a los errores humanos cometidos en ciertos conflictos militares, encabezados en lo fundamental por Antonio López de Santa Anna, cuyos desaciertos siguen teniendo un costo histórico definitivo. La invasión norteamericana de 1847 representó, y sigue representando un verdadero atentado a nuestra conciencia, lo que significa revalorar aún más la imagen nacional en el concierto de las naciones. México, con todo y eso avanzaba en medio de diversos avatares, a pesar de una economía mermada, hombres y mujeres se empeñaron por aquellas épocas en encontrar un mejor destino.

 SKETCH  enlace, mientras esta pareja empieza a ser rodeada por un pequeño grupo que los escucha atentamente.

             ELLA: Otros tiempos, muy parecidos se vinieron en el mismo año en que apareció el cometa, ese que se llamaba el Halley. ¿Sería un presagio? No lo sé, pero lo que sí sé es que se desató la revolución. Don Porfirio, además de viejo, se estaba volviendo un dictador.

            EL: Ya lo creo.

            ELLA: Mira que lo que ha hecho don Pancho Madero es lo correcto.

            EL: Ya lo creo.

            ELLA: Que lo que se están formando son verdaderas bolas, es lo que conviene y ya nada va a detener ese movimiento justo.

            EL: Ya lo creo.

            ELLA: Las causas tienen que ver otra vez con que encontremos a nuestro México por la senda de eso que llaman la democracia.

            EL: Ya lo creo.

 Y uno de los que escuchan, se dirige a EL, para preguntarle su nombre

             Oiga don, como se llama usted, mire nada más, qué bonito habla.

             EL: Yo soy Nacho, pa´servirle a usted, a Dios y a don Porfirio…

MARCO HISTÓRICO (No es necesario mencionar la frase “Marco histórico”).

   Don Porfirio, en efecto fue uno de los presidentes que, aprovechando diversas circunstancias, se eternizó en el poder. Se le acusa de “dictador” y de que su régimen haya sido el caldo de cultivo del que fue el movimiento revolucionario en 1910. Claro que creció el país, entró en una etapa de convivencia con otras naciones y los capitales –sobre todo de origen extranjero- pusieron en marcha infinidad de proyectos encaminados al progreso. Sin embargo, quedaron excluidos un sinfín de procesos, la marginación social se acentuó y, mientras un pequeño grupo elitista se adueñaba de los grandes capitales, una inmensa mayoría social se veía profundamente afectada en el campo y en la ciudad. Eran momentos de difícil transición, de deseos permanentes de cambio hacia una mejor estabilidad, pero esta no llegaba.

Revolución

(Viejo narrador acompañado de un guitarrista que toca a ritmo de corrido).

CORRIDO DE
EMILIANO ZAPATA

Autor: Anónimo

 Un día Zapata los llama

a conferenciar al frente.
Todos juntos, en Iguala,
deben hacerse presentes.
Y cuando hablen han de ser
razonables y prudentes.

Como un río caudaloso
que acelera su corriente
la tropa marcha de prisa,
ya desciende la pendiente;
la va guiando la alborada
que asoma por el oriente.

– . –

Toda Iguala está de fiesta,
canta alegre el campanario;
mientras en los tamarindos
suspenso está el sol de mayo,
con voz serena a Zapata
esto le dice Salgado:

— Señor general Zapata:
esta tropa que aquí mira,
nunca al peligro le teme,
el nombre de usted la anima;
y en los combates, cada hombre,
por cuatro se multiplica.

La tropa y mis generales
su nombre y valor admiran,
y por seguir su palabra
de sus hogares se olvidan;
hoy vienen a saludarlo,
por conocerlo deliran.

(Habla el general Pantalones)

Aunque soy chaparrito,
me llamo Ciriaco Gómez,
pero el pueblo me ha cambiado
el nombre de mis mayores,
y hoy todo mundo me llama
el general Pantalones.

Traigo en mi apodo la fama
como el Tejón Solitario,
no le temo a la Huesuda
aunque me enseñe el rosario,
ni a las velas encendidas
ni al rezo del novenario.

(Habla el general Emiliano Zapata)

— Ya conocen mi bandera
muy sencillo es mi programa;
el campesino reclama;
desde un principio esta ha sido,
compañeros, mi proclama.

Ayudamos a Madero
a derrocar al tirano,
ya estando en el candelero
no quiso darnos la mano,
hasta que El Chacal su cuero
puso en venta muy ufano.

– . –

Y después del Cuartelazo
llega a la silla Carranza,
le tiende el pueblo su brazo,
en él pone su confianza;
aunque sea muy poco al paso
la Revolución avanza.

Más que Zapata, señores,
será la Revolución
la que premie sus valores
y les dé su galardón,
por ella pido que un brindis
hagamos esta ocasión.

Que estos tamarindos guarden
en su follaje mi voz,
que sean fieles testigos,
lo mismo que el padre sol,
de todo lo que se ha dicho
bajo su dulce frescor.

¡Viva Iguala, compañeros,
cuna de nuestra Bandera;
si los viejos insurgentes
murieron ayer por ella,
nosotros daremos hoy
nuestra vida por la tierra!

Muerte de Zapata

MONÓLOGO:

             EL VIEJO: Mi General, ¿qué fue lo que pasó en Chinameca ese 9 de abril de 1919?

   Todavía no alcanzo a comprender tanto misterio, todavía no sé por qué Jesús Guajardo -¡maldita sea!- fue capaz de semejante traición, y tantito peor cuando ese señor entró a su casa al meritito grito de ¡viva Carranza!

    Yo que te recuerdo, Emiliano, perdóname que te diga así, -cómo se me va a olvidar el día que decidiste pronunciarte por el movimiento-, dejando comodidades allá en San Nicolás Peralta, donde eras el caballerango nada menos que de don Ignacio de la Torre y Mier, el yerno de don Porfirio, pa´luego aliarte con don Pancho Madero y convertirte, como de rayo en el “Caudillo del sur”.

   Y mira cómo fueron después las cosas. Madero por un lado, Zapata por el otro, ese Zapata que siempre vimos montado a caballo –tan majo y tan catrín, buen charro pues-. Y hubo necesidá de la dureza pa´hacer ver la necesidá también de que nos hicieran justicia.

   Y luego vino lo del plan de Ayala, en noviembre del 911, cuando nada más se oía a las afueras de la casa donde se reunió toda aquella gente: ¡Esos que no tengan miedo, que pasen a firmar!

   Emiliano, Emiliano Zapata. Hasta que me muera, nunca se me va a olvidar aquello de Pueblo mexicano, apoyad con las armas en la mano este Plan, y hareis la prosperidad y bienestar de la Patria.

MARCO HISTÓRICO (No es necesario mencionar la frase “Marco histórico”).

    En efecto, la Revolución fue un movimiento suma de varios factores, que orillaron a infinidad de actores a intervenir para que el destino de este país alcanzara otra dimensión, la del progreso, la que, por otro lado, se negaba a darle ese privilegio a México. Poco a poco, y sobre todo en esos tiempos postrevolucionarios, se alcanzó a mirar la señal de esperanzas. Sobrevino un movimiento neonacionalista que significó en aspectos de la cultura, por ejemplo, la valoración y el significado que músicos, artistas, escritores, y hasta el cine encontraron en esa mirada que reflejaron en sus obras que hoy nos siguen conmoviendo.

Paseo en Alameda

Suena de fondo musical “Club verde”, “mi querido capitán” (tiple), hay baile, aparecen bicicletas, globos. Se aprecia un alboroto de “domingo en la Alameda”. Surge de pronto un “efecto tren”, con el humo respectivo, lo que permite un sugerente cambio escena).

Campamento revolucionario

             EL: Ya nos alevantamos mi prieta y no hay vuelta pa´tras. El país anda metido en una ventolera, y hoy viene una bola, y mañana –s´toy seguro- va a pasar otra, como la de ayer, y la de antier.

            ELLA: Lo peor, mi Nacho, es que ya va como el millón de muertos, y si hemos salvado el pellejo es porque Dios es muy grande…

            EL: Sí cierto. Los campos de batalla huelen mal, y como siempre están los que son unos convencidos de que esto ha valido la pena, pero también otra bola de ca… becillas que nada más anda viendo haber que pueden llevarse en la zopilotera.

            ELLA: Y cómo surgieron caudillos, de´al tiro un montón, buenos y malos… ya sabes. Y hora nada más andan por a´i Obregón y Calles…

La Valentina (cantada)

Barreteros baile

Jesusita en Chihuahua baile

La rielera baile canción

Nuevo cuadro:

             EL: Ya sabemos que la Revolución se movió en tren… y a caballo.

   ¡Ah! cuanta cosa pasó. Y ya ven, se echaron a mi general Obregón, que hasta dicen las malas lenguas que cuando se preguntaba ¿Quién mató a Obregón? la respuesta era ¡Calles…e! ¡Calles…e! Y no entendía, no entendía…

   Vino la guerra cristera ¡Viva Cristo Rey! se oía a cada rato en medio de balazos y gritos…

   Vino después la reforma agraria que se materializó con mi general Lázaro Cárdenas, como luego lo fuimos a escuchar en el discurso aquel, famoso del 18 de marzo de 1938, por lo de la expropiación petrolera.

   Vino también la segunda guerra mundial, ¿se acuerdan? Y lo del “Escuadrón 201”, y “El Potrero del llano”

   Vino… ¿alguien pidió vino?, que aquí repartimos tequila y pulque.

Pregones

Los pregoneros

Canción de la florista

canción de la pajarera

canción de la trajinera

Baile chava flores

Baile mi ciudad

Nuevo cuadro:

             EL: Y cómo creció el país, y esos trenes que tanto vimos correr, empezaron a ser desplazados por el hecho de que se construyeron muchas carreteras, y mucha gente de la provincia se vino pa´la ciudad. Aquí encontraron trabajo, muchos pudieron estudiar también. Con presidentes como Miguel Alemán, el ¡viejito! Ruiz Cortines o López Mateos, nuestro país alcanzó mejores posiciones con aquello del “milagro mexicano” y luego con lo del “desarrollo estabilizador”.

   Y es que vale la pena decir estas cosas, pa´que se sienta uno orgulloso. No todo es un negro panorama, aunque después vinieron otras como pequeñas revoluciones. El 68 y el 71 con sus movimientos estudiantiles y su “prohibido prohibir”, y sus minifaldas (se oye chiflido arriero)… Y en el 1999 la aparición del ejército zapatista con Marcos a la cabeza…

MARCO HISTÓRICO (No es necesario mencionar la frase “Marco histórico”).

    En la segunda mitad del siglo XX, en efecto, circunstancias como el “milagro mexicano” y el “desarrollo estabilizador” pudieron poner en un mejor plano a este país que se incorporaba de lleno a un mejor y más uniforme crecimiento. Las metas en lo general, todavía seguían sin cumplirse a su máxima capacidad, pero instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México, o el Instituto Politécnico Nacional preparaban nuevas generaciones de profesionales que pronto se fueron incorporando a un mercado que se estimulaba con su presencia. Nada es gratuito, y en ese compromiso estaba claro que debían cumplirse los viejos pero renovados principios de Independencia y Revolución.

Contemporáneo

Canción Edo. Guerrero

Baile Edo. Guerrero

Baile danzón Edo. Yucatán

Canción Edo. Yucatan

Canción Edo. Michoacán

Baile Viejitos

Canción Bamba

Baile Bamba

Nuevo cuadro:

 MONÓLOGO

             EL o ELLA: En 1810, la Independencia. En 1910, la Revolución… Y ahora, en este 2010, ¿qué sigue? ¿La desesperanza o la incertidumbre por tanta cosa mala que viene ocurriendo? ¿Acaso es el país que queremos? ¿Quién está fallando?

            Independencia, Revolución ¿fueron necesarias para lo que es hoy día este país?

   Y vaya que no fueron obra del espíritu sino de una profunda necesidad de cambios que la muerte se cobró muy caro. Hoy, esta señora sigue rondando –se apellida Narcotráfico- y francamente ya no la queremos. Queremos, en todo caso un mejor país, un México renovado, en el que valga la pena vivir y disfrutar toda su libertad, a plenitud, con todos los bienes que la sociedad busca también para un mejor porvenir. Eso queremos, ¿no creen?

            EL o ELLA: Después de esto han pasado tantas cosas, unas muy malas como esos sexenios en que nomás no vemos avance y si la desigualdad, sí la pobreza de millones frente a la riqueza y excentricidad de unos cuantos.

   Recordemos que en 1955 se dieron las primeras manifestaciones de enfermeras y ferrocarrileros que fueron reprimidas violentamente.

   Recordemos que en 1968 sucedió un duro episodio que cambió la vida de este país, una vez más.

   Vinieron los temblores de 1985 y 2017.

   Ocurrió la masacre de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y es hora en que no se conoce la verdad.

   En este 2018 votaron más de 30 millones por un cambio del que han ofrecido convertir en “Cuarta Transformación”, como señal de mejoría.

   En este 2018 han vuelto a despertar los jóvenes, los estudiantes que se vieron agraviados al interior de la Universidad Nacional y reunidos en una sola voz demandaron justicia, lo que en el fondo significa que tenemos que alcanzar la verdadera dimensión del que fue, en sus comienzos el anhelo de otros, que ya no están y que, como nosotros, no perdieron la esperanza.

 ¡¡¡QUE VIVA MÉXICO!!!

 Mariachi

 Grito

 Popurrí final

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MOTIVOS Y PREOCUPACIONES.

EDITORIAL.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Preocupa que la actual temporada de novilladas, la cual se realiza en la plaza de toros “México” no esté garantizando posibilidades de alternancia o sucesión entre quienes se ostentarían como los continuadores de una nueva generación de toreros, capaz de recibir la estafeta del grupo que ahora lidera, al menos en términos de antigüedad Eulalio López “El Zotoluco” y que se ha integrado en forma casi uniforme con otros como Uriel Moreno “El Zapata”, Jerónimo Aguilar, José Luis Angelino, Israel Téllez, Arturo Macías y “Joselito” Adame. A este grupo, se han unido: Fermín Rivera, Diego Silveti, Arturo Saldívar, Octavio García “El Payo”, Mario Aguilar, Juan Pablo Sánchez. Y como retaguardia de tal generación encontramos a Ricardo Frausto, Ernesto Javier “Calita”, Antonio García “El Chihuahua” y Jorge Sotelo.

   Como podrán observar, son muchos los nombres, pero aunque parezca mentira, no hay consagrados en su sentido literal absoluto. El culmen referencial en estos casos son el “ídolo” o “mandón” que, si ustedes me preguntan de qué figura o figuras se trata, evidentemente hay que referirse a David Silveti y a “Manolo” Martínez respectivamente. Ellos dos, son en esencia los paradigmas inalcanzables de todo este conjunto de toreros que siguen sin llenar plazas, pero tampoco mueven o conmueven más allá del pequeño círculo cuya propiedad exclusiva es de la tauromaquia y de los taurinos que la representan. El perfil de la torería se ha delimitado a sus órdenes convencionales, no va más allá (¿o no quiere ir?) para evitar suspicacias o ser blanco de ataques. Un “ídolo” en cuanto alcanza dimensiones que cobran el interés popular y mediático, pasa de una escala de mediana resonancia a la de mayor efecto, hasta convertirse en un fenómeno social. En este año por ejemplo se desarrolla la celebración del centenario de Octavio Paz, Efraín Huerta o Julio Cortázar, entre otros hacedores que ya alcanzaron órdenes universales. De ello, se han encargado autoridades culturales, pero sobre todo la obra de cada uno de ellos, suficientemente capaz de justificarlos en tanto creadores de altos vuelos. Y Octavio Paz, Efraín Huerta o Julio Cortázar ya son imprescindibles, inolvidables, entrañables.

   Del mismo modo, para nosotros los mexicanos, el caso de Pedro Infante sigue siendo todo un enigma. Ha habido publicación que en su portada llegó a aparecer el siguiente “balazo”: “¡Pedro Infante… no ha muerto…!” Y en efecto, mandaban al lector a las páginas centrales, que cuando estas se abrían, es porque uno encontraba allí el poster de Pedro Infante, a doble página, donde el resto de la otra parte de aquella frase introductoria, atravesaba en forma diagonal al cantante en estos términos: “¡… pero del corazón de los mexicanos!”

   De igual forma, he platicado en ocasiones el hecho de que en diversas reuniones entre taurinos, el caso de Rodolfo Gaona siempre sale a flote en la conversación. Llama la atención el hecho de que este gran torero, habiéndose retirado hace casi 90 años, siga siendo tema, como lo es el caso de Silverio Pérez, Lorenzo Garza, Luis Castro “El Soldado”, Alberto Balderas o Fermín Espinosa “Armillita”. Y todos estos grandes toreros no escapan a ser citados en diversas anécdotas o referencias que dan sentido a diálogos o discusiones de aficionados a la tauromaquia.

   ¿Qué pasa entonces entre los diestros de la presente generación, que pareciera que no pretenden alcanzar esas grandes alturas?

   ¿Dónde está el que suceda a “Manolo” Martínez?

   ¿Quién se atreve a ponerse al lado de David Silveti?

   ¿Será que por eso las plazas no se llenan desde hace años?

   Si en los toros no se cuenta con un referente, como lo podría haber en el futbol (deporte que, no siendo de mi interés personal, deja ver, por ejemplo en el caso mediático de Ronaldinho que lo han publicitado ad nauseam… todo sea también por la “otra publicidad”), es que entonces se ha perdido la dimensión de formar o crear referentes potenciales en este peculiar territorio.

   A todo esto: ¿Ya se acabaron las figuras en el toreo mexicano?

   Insisto que el síntoma de las plazas vacías preocupa, porque es el efecto natural que muestra dicho espectáculo, pues además de que no funcionan bien sus estructuras, y que deben renovarse sentidos y significados para revalorarlo de dentro hacia afuera, ha perdido importancia, la cual creen algunos que se recupera en festejos de gran poder de convocatoria como las ferias, o ese otro, el del “5 de febrero” en la plaza de toros “México”, mismo que debería ser el modelo, pero también el catalizador para encauzar o reencauzar la fiesta en nuestro país. Los actuales momentos no son nada fáciles, más bien incómodos, debido a lo inestable o vulnerable de este espectáculo, blanco de ataques y cuestionamientos por parte de grupos opositores a su pervivencia o permanencia, mismas condiciones de las que deberíamos preocuparnos, como si se registrara una especie de activismo, cuya dinámica garantizara mejorías luego de la aplicación de remedios posibles.

   El espectáculo de los toros en México, si bien es una tradición que se debe, en buena medida a los usos y costumbres, ha tenido que adaptarse a los tiempos que corren, pero es incapaz de emparejarse quizá, porque un gran peso de lo ritual está ahí y eso la modernidad misma no ha llegado a entenderlo. Parecen confrontarse dos tiempos distintos, el pasado y el presente, condiciones en las que ha sucedido una fuerte reacción de incorrectas asimilaciones, acomodos y reacomodos de todos aquellos códigos que le son consubstanciales al toreo, el cual carga con dichos componentes desde hace casi cinco siglos y hasta nuestros días. Pero el problema históricamente todavía puede ser más complejo, puesto que tendría que ver con el episodio de conquista y coloniaje a que fueron sujetos los antiguos mexicanos durante tres siglos, de cuyo resultado no podemos olvidar aquella articulación reflejada en el mestizaje, suma de dos culturas a su vez resultado de otras tantas en su paso dominante y conquistador. En aquel complejo andamiaje, se encontraron junto a la religión católica o el burocratismo que estimuló Felipe II, las corridas de toros, aspectos que hoy perviven entre nosotros como una extensión que estuvo integrada precisamente a todo aquello que pretendía desplazar la emancipación que, habiendo comenzado entre 1808 y 1810, concluyó en un primer episodio, el 27 de septiembre de 1821. Toros, religión católica –cuya culminación integradora sucede cada 12 de diciembre-, y el burocratismo que, a pesar de modernidad o postmodernidad, se impone en muchos sentidos en la administración pública, alcanzan ese “aquí y ahora” y parece ser que, en el imaginario o inconsciente colectivo enraizaron de tal forma que forman parte de esa compleja red de la cual, Samuel Ramos intentó un día dar con una más o menos coherente explicación, la cual convirtió en su libro El perfil del hombre y la cultura en México. En ese sentido, Mario Magallón Anaya, en su ensayo “Samuel Ramos y su idea de cultura en México” ha dicho:

 Para el filósofo mexicano Samuel Ramos, el problema central de la cultura mexicana radica en que, antes de buscar nuestro modo de ser, de mirarnos a nosotros mismos como nación, debemos comparar nuestras escasas obras con las de los países más antiguos de las culturas desarrolladas. Por lo tanto, realizar comparaciones lleva a encontrar similitudes y diferencias, potenciando caracteres positivos y negativos entre la cultura europea y la mexicana, lo cual origina el “sentimiento de inferioridad”. Esto, dice Ramos, lleva al mexicano al problema del complejo de inferioridad, que se expresa en el afán por disfrazarse de “extranjero” y no aceptarse como es. Es decir, de no ser “si mismo” sino un “otro extraño”.[1]

    Como se podrá apreciar, el asunto es más complejo de lo que se esperaba al principio de estas apreciaciones, pero también conveniente para entender hasta qué punto el mexicano se ha metido en esa compleja idea que lo lleva a no entenderse a sí mismo. En ese sentido, cuando tenemos que extender tal circunstancia al territorio taurino, entramos en un conflicto cuyos valores almacenados difieren de lo que el tiempo presente podría aceptar, sobre todo si se trata de sociedades cada vez más dirigidas por los nuevos pensamientos, hasta el punto de aquello que vuelve a afirmar Mario Magallón Anaya:

 Mirados los motivos y las razones, que desde la fenomenología interpretan y violentan mi libertad, mi sexo, mis atavismos, mi cultura, mi pasado y mi ambiente social. Todo lo cual tendrá que hacerse desde un ejercicio reflexivo, libre y autónomo. Porque son los motivos y las razones precisamente, las que me permiten actuar y proyectarme hacia el porvenir. Pero no es una libertad que nos “cae del cielo”, sino que es la facultad que tengo y que me permite asumir mi pasado para afirmarme hoy como mexicano. Por lo mismo, “ser libre no es ser nada”, sino, más bien, es ser lo que soy y a partir de allí ser proyecto en la historicidad, como ser obrero, campesino, profesional [del toreo, por ejemplo N. del A.] de lo que será. Esto es ser, por cierto mi yoidad entitaria y por quien decido libremente, aunque no me decida ex nihilo.[2] Por lo tanto, nuestro privilegio de humanos no es, de ninguna manera, la inconstancia de la veleta, sino la expresión de lo que somos.[3]

SAMUEL RAMOS_EL PERFIL DEL HOMBRE...

    Planteada tal utopía, la del mexicano es que debemos ser capaces de entenderla para superarla previo ejercicio de asimilación con objeto de reconocer todos los elementos que la integran y así, encontrarnos o reencontrarnos como lo que realmente somos. Y en eso en el toreo, es una labor pendiente.

 14 de septiembre de 2014.


[1] Mario Magallón Anaya: “Samuel Ramos y su idea de cultura en México (Ensayo Filosófico)”. Temas de Ciencia y Tecnología. Vol 11, N° 33, septiembre-diciembre 2007, pp. 13-22; p. 19. Disponible en internet, septiembre 13, 2014 en: http://www.utm.mx/temas/temas-docs/ensayo2t33.pdf

[2] Locución latina que significa “de la nada” o “desde nada”

[3] Magallón Anaya: “Samuel ramos…”, op. Cit., p. 16.

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SOBRE EL TOREO DE A CABALLO EN EL SIGLO XIX MEXICANO.

A TORO PASADO.

¿POR QUÉ EL TOREO A CABALLO ADQUIRIÓ UNA FUERZA SIN PRECEDENTES EN BUENA PARTE DEL SIGLO XIX MEXICANO, Y LUEGO DESAPARECIÓ DE MANERA POR DEMÁS MISTERIOSA?[1]

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Grandes exponentes del toreo a caballo –como Ignacio Gadea, Bernardo Gaviño, Luis G. Inclán, Ponciano Díaz, Arcadio Reyes, Agustín y Vicente Oropeza, sin olvidar a otros tantos que cobijó el anonimato-, destacaron como notables ejecutantes del toreo a caballo durante la segunda mitad del siglo XIX en nuestro país. Esto, fue el resultado de una serie de condiciones donde el quehacer eminentemente campirano pudo incorporarse en las plazas de toros y de estas iba nuevamente al campo para renovarse, en un ciclo empujado por las circunstancias mismas debido al hecho de que eran los propios toreros los que se involucraban en la elección de los ganados que habrían de lidiar días más tarde, con lo que su presencia en las haciendas era obligada. El quehacer en el que estaban inmersos no los restringía a la sola actividad taurómaca del toreo de a pie sino que el caballo se constituyó en un elemento, en herramienta fundamental para realizar aquellas tareas entonces tan comunes y cotidianas. Prácticamente se hablaban de tú con los mejores vaqueros de las haciendas, manteniéndose un diálogo y una praxis que se demostraba junto con una teoría aún no escrita, pero que era el discurso principal del que se valieron aquellos hombres para con las prácticas en el campo.

   Innumerables son los carteles donde la tauromaquia de a pie en cuanto tal, acepta y comparte escena con aquellas demostraciones tales como el coleadero, el jaripeo, o el de colocar banderillas desde el caballo, cosa que llevaron a grandes estaturas Gadea o Ponciano. Sin embargo existe un factor de desequilibrio que comenzó a ser razón de fondo para que se desestabilizara lentamente dicho quehacer, hasta que, al concluir el siglo XIX no quedó rastro de aquel esplendor.

   María del Carmen Vázquez Mantecón nos ayuda a entender parte de aquel misterio, apuntando lo siguiente:

 Mientras en España la fiesta de toros evolucionaba hasta hacer de ella “un arte regido por reglas”, en México la prohibición a las corridas en 1867 le dio un sesgo peculiar a la fiesta. Dado que el decreto no mencionó el jaripeo –lazar y jinetear la res-, ni al coleadero –derribar a un toro en plena carrera jalándole la cola con la mano- éstos se mezclaron con lo que quedaba de -“tradición española”-, muy al modo de torear que por muchos lustros impuso en México el gaditano Bernardo Gaviño. Cuando los diputados restablecieron las corridas de toros, a fines de los ochenta, se había apoderado del gusto del público capitalino mexicano una fiesta muy propia, en la que el torero se lucía como buen jinete domando reses y cuacos, vestía de charro, portaba grueso bigote, ponía banderillas a caballo, lazaba la res, y también la mataba a pie, de una manera distinta como se hacía en España. De pronto, la fiebre que despertó su reanudación, puso en juego algunos capitales para construir plazas en la ciudad de México, contratos jugosos para muchos toreros españoles que vinieron a “hacer la América” en nuevos cosos, y a miles de aficionados que, desde distintos ámbitos, manifestaron sus sentimientos de hispanofobia o hispanofilia con relación a lo taurino. Se avivó entonces un debate entre los vicios y las virtudes del toreo que hacían los mexicanos y el que traerían los españoles, que encarnaron los lidiadores Ponciano Díaz por México y Luis Mazzantini por España.[2]

FOTO Nº 31

El “charro” en el campo…

    Aquí está buen parte de las razones que originaron aquel capítulo escondido, pero tan evidente a la hora de su disfrute en las plazas de toros. De hecho, al quedar prohibidas las fiestas de toros en la capital del país, a partir del 28 de noviembre de 1867 y hasta el 20 de febrero de 1887 en que volvieron a celebrarse, la actividad en este sentido bajó considerablemente. Es un hecho que la provincia acogió tal diversión pública pero ese ámbito se polarizó en tanto los gobernadores de ciertos estados aceptaban y condescendían o no con la medida tomada durante el gobierno de Juárez. El hecho es que aquí hay un primer atenuante que le quitó un buen porcentaje de valor a la fiesta en cuanto tal. Tuvo que pasar algún tiempo para que se recuperara el ritmo, cosa que permitió entre otros a Ponciano Díaz colocarse en lugar de privilegio, razón que supo aprovechar para elevar sus bonos de popularidad mientras llegaba el tiempo e que las corridas de toros retornaran a la capital del país, centro y motor neurálgico donde se deciden buena parte de los destinos de la nación.

   El gobierno de Porfirio Díaz –salvo el periodo de la era Gonzalina, que va de 1881 a 1885-, estimuló una serie de situaciones que resultaran más favorables al avance de este país con lo que estos fueron notándose de manera evidente. Sin embargo, en ese sentido, Daniel Cosío Villegas vislumbró que

 El contenido ideológico propio del porfirismo era pobrísimo (…); pero, en cambio, la realidad nacional y la del mundo le dieron dos palabras mágicas: orden, la primera; progreso, la segunda. En la conciencia de todos los mexicanos estaba la necesidad del orden, de la paz, después de casi tres cuartos de siglo de una vida manchada de sangre y plagada de hambre y de miseria; y luego, por lo que respecta al progreso, a México no habían tocado hasta entonces siquiera las migajas de la Revolución Industrial, aquella que se inició en Inglaterra desde fines del siglo XVIII. Así, el porfirismo acabó por dispensar en México las medicinas del orden y del progreso, que habían venido aceptándose como panaceas para curar cuanto mal aquejó al mundo occidental durante todo el siglo XIX y los primeros años del XX. El porfirismo, en suma, acabó por dar al país una filosofía que el mundo occidental le impuso, y que, como toda filosofía, exaltaba unos valores en detrimento de otros. (La crisis de México).

FOTO Nº 173

…el “charro” en los espacios urbanos.

    Ya tenemos pues, un mejor escenario en el que, a partir de1884 comenzó a cambiar de tonalidad con la aparición mucho más consistente de toreros españoles. Para entonces, Bernardo Gaviño se había convertido más en una figura decorativa que de dirección, aspecto que dejó de detentar cuando la longevidad se apoderó de él. Ponciano aprovecha esa circunstancia y se instala de un golpe en la cumbre de todas las aspiraciones. Bajo ese estado de cosas, el atenqueño transitó en medio de una popularidad sin precedentes.

   Tres años después y de manera colectiva, llegó un grupo compacto, encabezado por Luis Mazzantini, Diego Prieto, Juan Moreno “El Americano” y otros que iniciaron lo que puedo llegar a calificar como la “reconquista vestida de luces”, respaldada por la prensa, que aleccionó a la nueva afición por la vía de diversos periódicos, unos prohispanistas; otros pronacionalistas. Aquellos tuvieron mejor estructura y fueron dominando el panorama hasta apoderarse del mismo.

   El otro importante grupo de toreros bigotones que deambularon por buena parte del territorio nacional, espacio cuyo foco de atención fundamentalmente fue el centro, occidente y norte del país, plantearon una tauromaquia eminentemente autóctona, la cual, a mi juicio, cayó en el peligroso síntoma del “eslabón perdido”, puesto que se separan del concepto y la norma establecida por Gaviño para manifestar algo que se parece a lo que hacía Ponciano pero sin los resultados favorables alcanzados por este. Además en ellos se agotó la posibilidad de un enriquecimiento que devino en tardes que ya no tuvieron el colorido de los tiempos pasados, por lo que o tuvieron que aceptar la nueva expresión o ir desapareciendo. Uno de ellos, Gerardo Santa Cruz Polanco incluso enfrentó a Ponciano Díaz reprochándole su negativa de subirse al carro de la modernidad, separándose de la cuadrilla del “charro y torero” pero sin lograr trascender, lo cual deja ver que a pesar de su rebeldía, perdió fuerza y presencia.

   La presencia de Lino Zamora, Jesús Villegas, Braulio Díaz, Abraham Parra, Refugio Sánchez, Felipe Hernández, Ignacio Gadea, Timoteo Rodríguez, Dionisio Vela, Juan Núñez, Rafael Corona, sirvió para reafirmar el “nacionalismo taurino” que Ponciano elevó al rango de “Escuela mexicana de Tauromaquia” con la que dejaron el primer emblema histórico, superado con creces al apoderarse del escenario Rodolfo Gaona Jiménez en pleno siglo XX.

   Aunque públicamente nunca se enfrentaron, encontramos una fuerte confrontación entre Ponciano Díaz y Luis Mazzantini, ejes y directrices de ambos estilos. Aquel, con una enorme presencia popular y este, aunque rechazado en un principio, más adelante la afición terminó haciéndolo suyo en inolvidables temporadas que llegaron hasta los primeros tres años del siglo XX, gracias a que independientemente del fracaso del 16 de abril de 1887 en la ciudad de México, el diestro de Elgoibar remontó aquellos difíciles momentos y de manera consistente recuperó el afecto de los aficionados que le vieron con bastante frecuencia en las temporadas invernales, así mismo llamadas “Temporada Mazzantini”, en las que este torero tuvo a su cargo el comprometido papel de confirmar el establecimiento –de por vida- del toreo de a pie, a la usanza española, en versión moderna en los ruedos nacionales.

   Precisamente ese aspecto y su importante magnitud es en el que radica el principal aporte de los españoles, que nuevamente se apoderaron del control del escenario, desplazando de manera definitiva ese otro quehacer taurino que alcanzó su mejor estatura con Ponciano Díaz, pero ya no era posible semejante anacronismo, puesto que hubo un momento en el que protagonistas y testigos fueron conscientes del nuevo estado de cosas, por lo que, fuera de fanatismos, pasiones o preferencias, debe reconocerse que la presencia hispana marcó –de ahí en adelante-, la dirección correcta por donde habría de seguir la ruta del toreo en nuestro país.

   Es curioso encontrarnos con que en los últimos años del siglo XIX, la plaza de toros “Bucareli” (1888-1899), construida por Ponciano Díaz, y donde seguramente se pensó que sería el teatro de las mejores hazañas de dicha figura torera y popular, terminó siendo escenario del despliegue de la nueva usanza. Ya solo verían el espectáculo una infinidad de aficionados que disfrutaron aquellas jornadas, llenas de majestuosidad, inventiva e improvisación, pero que finalmente fueron testigos del paso seguro de la tauromaquia moderna, entendida como tal –y desde nuestra perspectiva-, misma que ha venido a alcanzar su correspondiente evolución –aquí y ahora-, más de cien años después.

   Por todo lo anterior, es como podemos entender la manera en que quedó eliminado el toreo de a caballo en las plazas de toros de nuestro país, puesto que al morir Ponciano Díaz en 1899 se desvanece dicha expresión, misma que sería recuperada en diversos momentos del siglo XX por personajes como los hermanos Aparicio que le dieron definitivamente otro tratamiento, bajo la mirada postrevolucionaria que buscaba reivindicar lo mexicano.


[1] El presente es un texto (inédito) que escribí el 14 de enero de 2003.

[2] María del Carmen Vázquez Mantecón: “Charros contra “gentlemen”. Un espisodio de identidad en la historia de la tauromaquia mexicana ʽmodernaʼ”, en: Modernidad, tradición y alteridad. La ciudad de México en el cambio de siglo (XIX-XX). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas. Elisa Speckman Guerra y Claudia Agostoni, Editoras. 340 p. (Historia moderna y contemporánea, 37). (pp. 161-193; p. 163).

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NUEVOS DATOS SOBRE ATENCO y SAN DIEGO DE LOS PADRES. (CUARTA y ÚLTIMA PARTE).

ILUSTRADOR TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

UN EQUIVOCADO CONCEPTO HISTÓRICO DE LA GANADERÍA DE “ATENCO” EN LA OBRA PERIODÍSTICA DE CARLOS QUIRÓZ “MONOSABIO” HACIA EL AÑO 1921.

PORQUERO. Toro colorado, lidiado en la plaza “México” el 1 de marzo de 1903, y al que “El Imparcial” nombró CICLÓN por su gran poder; recibió 12 varas y en una de ellas al arremeter contra un caballo y estar corneándolo rompió los cerrojos de la puerta de la barrera y también abrió la puerta de salida al patio de caballos para donde se salió y fue a matar una jaca pinta del “Castañero” y herir varios caballos de los coches de algunos capitalistas que introducían sus coches dentro de la plaza. Fueron 9 el número de caballos que mató y “Gorete” lo pasaportó al destazadero.

CALENDARIO, negro zaino, lidiado la tarde del 29 de noviembre de 1903 en cuarto lugar y en la plaza “México”. Fue un toro notable en toda su lidia pues soportó diez varas dando diez tumbos y mató seis caballos, llegando al último tercio bravo y sencillo. Algún revistero al reseñar la corrida se expresó en estos términos: “Fue un toro bravísimo y noble en grado superlativo en toda la lidia; un toro que por sí solo basta para acreditar una ganadería. ¿“Jaquetón”, “Catalán” y otros de imperecedera memoria serían como este, mejores? ¡Imposible! “Machaquito” lo mató de una estocada monumental y entre los toros bien matados en México este es uno de ellos.

   Antiguamente, cuando un toro era muy bravo el público pedía que se le perdonara la vida y en su honor se concedía. Abolida esta costumbre, después de muchos años transcurridos, a este toro fue el primero que se le tributaron los honores modernos pues al ser arrastrado fue paseado en el ruedo dándole dos vueltas en medio de música y los vítores de la concurrencia.

VIOLETO, negro zaino. Jugó en una corrida a beneficio de las víctimas de Guanajuato, organizada por “El Imparcial”, quien le puso a este toro por nombre JAPONÉS. Fue lidiado en la plaza “México” el 13 de agosto de 1905 por Félix Velasco; fue bravísimo soportando hasta nueve varas y en las dos primeras mandó al callejón a los picadores. Se lidiaron en esa tarde además de VIOLETO, tres toros de San Nicolás Peralta, uno de Parangueo y uno del Venadero.

PLATANITO, negro albardado, bragado, lidiado en la plaza “El Toreo” el 10 de enero de 1909, en una corrida a beneficio de las víctimas de Italia en toda su lidia fue superiorísimo, sufriendo bastante número de puyas. Lo mató “Bienvenida” muy bien y levantó su cartel en esta corrida pues el público la había tomado con él. También jugó en esta misma corrida un toro negro llamado ABORRECIDO que fue muy bravo y lo mató el mismo “Bienvenida”. Estos toros jugaron respectivamente en 2º y 5º lugares.

HERRERO, toro retinto, jugado en la plaza “El Toreo” el 3 de marzo de 1912 en el primer concurso de ganaderías verificado en México. Se lidió como reserva del segundo toro (de esta misma ganadería) y fue un toro bravísimo, recibiendo ocho varas, metiéndose debajo de los caballos y empujando con los cuartos traseros de verdad. Fue banderillado por Gaona en un par al cambio superior, otro de “Corchaíto” también al cambio y otro de Vicente Pastor al cuarteo, quien al clavar le arreó media estocada con el palo de la banderilla (¿?) que tuvieron que sacárselo desde la barrera. El toro se conservaba al último tercio muy bravo y muy noble, habiéndose toreado él solo con la muleta pues “Corchaíto” lo único que hizo fue ponerle delante la muleta habiendo tenido campo de hacer una faena digna de uno de los soles de la tauromaquia. Al ser arrastrado fue calurosamente ovacionado pidiendo el público que se le tributaran honores, paseándolo por el redondel y no le fue adjudicado el premio por haber estado fuera de concurso.

   -No me resta sino agradecerle a usted el que me haya permitido proporcionarle estos invaluables datos acerca de San Diego de los Padres, que firma en

 TOLUCA, MAYO 30 DE 1912

MANUEL M. BARBABOSA.

REPORTAJE S. DIEGO DE LOS PADRES_ABRIL_1943

José Jiménez Latapí, “Don Difi”. Reportaje: “Un día de mi santo en San Diego”. Sol y Sombra. Año II, México, D.F., lunes 5 de abril de 1943, N° 21.

   Carlos Quiroz dispuso en esa ocasión de una plana completa, dentro del enorme tabloide bajo el cual estaba concebido “El Universal”. Gastó mucha tinta “inventando” cosas que lamentablemente deben haber sido tomadas como válidas, yo no sé si recogiendo testimonios orales o simplemente aplicando ficción a sus apuntes, pero el hecho es que deben haber producido una falsa creencia sobre la génesis de Atenco, como la ganadería de toros bravos, que en esos años, por lo menos la segunda década del siglo XX, recobraba importancia, luego de haber caido en crisis durante los primeros años de dicha centuria, superada a partir del 10 de febrero de 1911, fecha en que llegó un pie de cría procedente de las dehesas de Don Felipe de Pablo Romero (las vacas: “Chaleca”, “Nevada”, “Gitana”, “Fierecilla” y “Triguera”. Los toros: “Beato”, “Colmenero” y “Nevado”).

   Para terminar, no me resta sino recomendar que con este tipo de análisis debe tenerse mucho cuidado, primero para no creerlo como dogma, y segundo para no dejarse fascinar por un contenido que, teniendo muchos recursos de elocuencia literaria, no tiene el suficiente peso histórico, sino el de carácter especulativo que deforma la conciencia de todo aquel sano lector.

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El Dr. Agustín Barbabosa, propietario en su momento de la ganadería de San Diego de los Padres, aparece aquí retratado por Carlos González en el patio del casco de Atenco.

Fuente: “Enciclopedia Taurina popular” Nº 5, Diciembre 21 de 1972.

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NUEVOS DATOS SOBRE ATENCO y SAN DIEGO DE LOS PADRES. (TERCERA DE CUATRO PARTES).

ILUSTRADOR TAURINO MEXICANO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 UN EQUIVOCADO CONCEPTO HISTÓRICO DE LA GANADERÍA DE “ATENCO” EN LA OBRA PERIODÍSTICA DE CARLOS QUIRÓZ “MONOSABIO” HACIA EL AÑO 1921.

   -¿Podría darnos sus nombres y características principales, así como la distribución que se tuvo de los embarques que llegaron simultáneamente de España, tanto de Pablo Romero, para Atenco, como del Marqués del Saltillo, con la sola idea de que se ponga en claro cual fue el pie de simiente para cada una de estas dos célebres haciendas?

   -Sí, como no.

   Pero primero déjeme incluir la opinión de mi familiar, el Sr. José Julio Barbabosa, quien en su libro de apuntes, llamado: Nº 3 Orijen de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(…) J(…) B(…). Santín Nbre 2/1914, consideraba lo siguiente:

 según he sabido, para la de Atenco y S. Diego el año de 1910 en octubre, llegaron a ésta 2 toros del Marqués del Saltillo y 2 de Felipe Pablo (Romero) y 1 vaca de este señor, por haberse muerto otras en el camino, y 6 vacas del Marqués, con cuyos elementos que según dicen les costaron veinte y dos mil y pico de pesos, han mejorado las dos ganaderías, yo no he asistido a ninguna de las corridas que han dado con esos toros cruzados, pero según dicen, en general han salido muy buenos y como es natural, algunos malos (notas que realizó hacia 1920).

 Para Atenco venían tres vacas, habiendo muerto dos en alta mar. Llegaron a la hacienda el 10 de febrero de 1911. Arribaron la Nº 354 “Chaleca”, negra zaina, la Nº 1 “Nevada”, negra muleta entrepelada, Nº 2, Gitana, morcilla entrepelada; Nº 3 “Fierecilla”, retinta y la Nº 4, “Triguera”, morcilla entrepelada. Acompañadas de “Colmenero”, cárdeno listón bragao y de “Nevado”, negro zaino. En cuanto a San Diego de los Padres, llegaron a esta hacienda el 12 de octubre de 1910 las 6 vacas:

Nº 140 “Lamparilla”, cárdena

Nº 147 “Baratera”, negra

Nº 122 “Chinela”, negra mulata

Nº 128 “Corbatilla”, cárdena

Nº 65 “Guapetona”, cárdena y la

Nº 115 “Navarrita”, negra bragada

Así como por los toros: “Zamarrero”, negro entrepelado bragado, “Media Luna”, negro y “Bosquero”, también negro.

RAFAEL BARBABOSA EN 1921

Rafael Barbabosa Saldaña en 1921.

    -Don Manuel: sabemos de la celebridad de un buen número de toros salidos de los potreros de San Diego de los Padres. ¿Recuerda el nombre de algunos de ellos, describiendo alguna anécdota sobre su juego en el ruedo?

   Entre los toros que se han distinguido por sus hechos se anotan los siguientes:

CANARIO, negro listón jugado en Puebla al que el vaquero durante el camino de la hacienda a Puebla le cargaba sobre sus lomos zarape, manga, chaparreras y el morral donde llevaba su comida y lo cinchaba para sujetar estos arneses con los que entró hasta la misma plaza y en su lidia fue bravo.

CAPULÍN, negro, que se había familiarizado con el vaquero que lo cuidaba, que dormía cerca de su choza y lo acariciaba. En su lidia fue muy bravo y Bernardo Gaviño que lo lidiaba hizo salir al redondel al vaquero, el toro se le arrancó acometiéndolo y este lo llamó por su nombre y al oírle el toro cambió de dirección. Volvieron a citarle los picadores a los que hizo cisco y el público en masa pidió que se le perdonara la vida muriendo al poco tiempo en la hacienda a consecuencia de las heridas.

AZOTE. Dos toros de este nombre que eran muy semejantes merecieron por su bravura que fuesen indultados en las plazas de Tlalnepantla y Puebla.

   -Durante el “imperio de Gaona”, este formidable torero, tuvo a bien torear al que puede considerarse el tercer AZOTE, con el que obtuvo un célebre triunfo, después de magnífica labor. Esto ocurrió la tarde del

TIGRE y PIRATA. Dos toros muy bravos que se les perdonó la vida y sirvieron durante algún tiempo de sementales.

GENDARME y FLECHA, lidiados en Tlalnepantla, resultando superiores y uno de ellos causó tal entusiasmo al ministro de España que asistía a la corrida, que llamó al palco a Bernardo Gaviño regalándole una petaquilla y le dijo: “Con estos toros no se echan de menos los de España».

   -Y va de historia, don Manuel.

   De las páginas gloriosas en el libro de los recuerdos para San Diego de los Padres, aparecen los toros GENDARME y FLECHA, lidiados en Tlalnepantla, al parecer el domingo 11 de junio de 1876, cuando visitaba nuestro país don Carlos VII de Borbón.

   Clementina Díaz y de Ovando, en su libro Carlos VII EL PRIMER BORBÓN EN MÉXICO, relata el acontecimiento.

    El domingo 11(de junio de 1876) don Carlos asistió en Tlalnepantla a una corrida de toros. Muy príncipe, pero llegó a su palco como cualquier plebeyo, entre pisotones y empujones. La gente de sol lo ovacionó a su manera gritándole indistintamente; ¡don Carlos! O ¡don Borbón! Los bichos resultaron bravos, un picador y un banderillero se lucieron, y “un chulillo hábil y valiente manejó la capa como el barón Gostkowski el claque”.

   Don Carlos estuvo muy cordial con los que le ofrecieron la fiesta, llamó a su palco al banderillero y al picador (y como veremos después, al propio Gaviño), y los premió con esplendidez. El picador bien lo merecía ya que realizó toda una proeza, según reseñó La Revista Universal el 13 de junio:

La hazaña del picador merece contarse: embistió el toro y resistió el de a caballo bravamente; ni él se cansaba de arremeter; ni el hombre de resistir; al fin, desmontándose hábilmente sin separar la pica de la testuz, el picador se deslizó del caballo, se precipitó entre las astas del toro, soltó la púa, se aferró con los brazos y las piernas de la cabeza del animal, y mantuvo todavía algunos minutos completamente dominado y sujeto contra el suelo por un asta. El de la hazaña fue objeto de grandes ovaciones: ¡si al menos el mérito de la lucha hubiera salvado al mísero animal!

    Pero faltaba que Enrique María de Borbón llamara a su palco a Bernardo Gaviño a quien regaló una petaquilla y le dijo: “Con estos toros no se echan de menos los de España”.

 Si, en efecto, PAVO REAL, fue un toro negro zaino, bizco, lidiado en 1885 en la plaza de Tlalnepantla, siendo la presentación de la cuadrilla de “Mateíto”; fue un toro que sufrió 12 varas matando seis caballos, banderillado por Ramón López y fue el único toro que murió en el redondel por manos de “Mateíto”, pues de los corridos no pudo matar ninguno y todos fueron lazados y muertos a puntilla pues todavía no se acostumbraba volverlos al corral. En esta corrida fue donde el público de México conoció al Sr. D. Ramón López.

RAFAEL BARBABOSA EN 1922

Rafael Barbabosa Saldaña en 1922.

CONTINUARÁ.

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