Archivo mensual: septiembre 2014

NUEVOS DATOS SOBRE ATENCO y SAN DIEGO DE LOS PADRES. (SEGUNDA DE CUATRO PARTES).

ILUSTRADOR TAURINO MEXICANO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 UN EQUIVOCADO CONCEPTO HISTÓRICO DE LA GANADERÍA DE “ATENCO” EN LA OBRA PERIODÍSTICA DE CARLOS QUIRÓZ “MONOSABIO” HACIA EL AÑO 1921.

   Por otro lado, “Monosabio”, se ocupó de mencionar algunos datos al respecto de la ganadería de San Diego de los Padres

 LA GANADERÍA DE SAN DIEGO.

    “En realidad la existencia de la ganadería de San Diego de los Padres es metafísica. Los toros de San Diego pastan en la hacienda de Atenco, en franca camaradería con los de esta vacada. Sin embargo: unos y otros están perfectamente definidos y no se mezclan.

   “Porque San Diego fue la ganadería que formó por sí mismo don Rafael Barbabosa. Atenco ya existía mientras que San Diego fue el producto de la entusiasta afición que animó al extinto don Rafael. El propietario de la hacienda de San Diego de los Padres quiso tener toros bravos. Y a ese fin procuró cuidadoso seleccionar entre las vacas mansas que tenía y aquellas que dieron muestra de bravura, y las cruzó con toros bravucones adquiridos en la hacienda del Salitre. Esto ocurrió en 1863.

   “Del producto de esta simiente, fue separado lo que diera mejor “cala” y quedaba para propia diversión, hasta que llegó el día de la fiesta de la hacienda, en que se corrieron los toros ya en el redondel, por Epigmenio Moreno”.

   Me parece oportuno incluir enseguida, las valiosas notas que escribiera en 1912, el señor Manuel Barbabosa, quien refiere con lujo de detalle algunos acontecimientos ocurridos en la hacienda y con los toros de San Diego de los Padres, para lo cual decidí adecuarlas al modo de una interviú, de tal forma que se tenga noción más clara sobre la actividad desarrollada en dicha hacienda mexiquense.

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Toro de Atenco, sangre navarra, a principios del siglo XX.

Fuente: Fuente: LANFRANCHI, Heriberto: Historia del toro bravo mexicano. México, Asociación Nacional de criadores de toros de lidia, 1983. 352 pp. ils., grabs., p. 82

 DATOS DE LA GANADERÍA DE SAN DIEGO DE LOS PADRES, propiedad de los SEÑORES RAFAEL BARBABOSA SUCESORES, vecinos de Toluca, Edo. De Méx.

    -El Señor Rafael Barbabosa, por su gran afición a las corridas de toros, y deseoso de tener en su Hacienda de San Diego de los Padres toros bravos, tuvo un empeño grandísimo por formar una ganadería y para lograr sus fines seleccionaba entre sus vacas que tenía, para esquilmarlas en el producto de leche, aquellas que aunque mansas, tuvieran más brío y las acompañó de toros que fuesen más briosos y bravucones; con este objeto compró en la Hacienda del Salitre unos toros que caló él mismo, para hacerse de aquellos que se manifestaran más bravos.

   -Me remontaré al año de 1863.

   -Del producto de esta simiente iba seleccionando lo que daba mejor prueba en la CALA, que verificara en el patio de la Hacienda, con pieles secas de res que los utilizaba como dominguillos. Fueron pasando algunos años, durante los cuales el señor Barbabosa -mi padre- veía con gran gusto sus toros en un potrero, llamado de los Talayotes y como no se lidiaban sus toros, su diversión consistía en calarlos en el llano y verlos enojados desafiando.

   -¿Tiene usted idea cómo se dieron los primeros pasos con los que se consolidó la hacienda de San Diego de los Padres?

   -Llegó la vez en que con motivo de una fiesta verificada en la Hacienda, se corrieron unos toros, ya en el redondel que se había hecho, así como las oficinas necesarias y en esa corrida se lidiaron cuatro toros por la cuadrilla que capitaneaba Epigmenio Moreno, a la cual asistió numeroso público de Toluca. Como de esta corrida quedara el público muy contento se llegaron al Sr. Barbabosa los señores Epigmenio Moreno y José Acevedo para comprarle cuatro toros que deseaban lidiar en la plaza de Toluca, a lo que accedió el Sr. Barbabosa con la condición de que no fueran anunciados de San Diego de los Padres.

   -¿Cómo fueron anunciados entonces?

   La empresa los anunció como “Los únicos competidores de los de Atenco”. El resultado de la corrida fue brillante, quedando el público muy satisfecho del juego de los toros por lo duros que fueron para con los caballos y en dicha corrida se le perdonó la vida a uno volviendo a la Hacienda para semental. Esto ocurrió en 1869, debut de la ganadería.

   -Y después, ¿qué siguió?

   -El Sr. Barbabosa entusiasmado por el éxito obtenido siguió fomentando su ganadería y al año siguiente fueron solicitados por la Empresa de Puebla, donde se jugaron en diversas corridas ya con el nombre de la Hacienda; obteniendo buen éxito en relación con la lidia de aquel entonces de la cuadrilla Hernández que fueron los que los lidiaron, hasta que posteriormente se jugaron en las plazas de Tlalnepantla y Huizachal.

   -Por cierto, déjeme comentar, que la mencionada cuadrilla Hernández, estaba formada por Felipe Hernández, que banderillaba a caballo. También por José María Hernández “El Toluqueño”, quien se anunciaba como capitán y primera espada. La “segunda espada” era Encarnación Escamilla y sus banderilleros: Telésforo Parra, Luis Resillas, Dario Maldonado y Luis Ávila, que nada tenía que ver con el otro Luis Ávila, quien tuvo destacadas actuaciones en la primera mitad del siglo XIX. Los picadores fueron: Antonio Hernández, Cosme Esquivel, Guillermo Reyes, Pedro Alva e Ireneo García.

   -Sabemos de la gran amistad que tuvo Bernardo Gaviño con su señor padre…

   -En efecto. Bernardo Gaviño se hizo amigo del Sr. Barbabosa y le hablaba de las ganaderías españolas, de sus hierros, divisas y entre las ganaderías que le ponderaba como notables, era la del Exmo. Sr. Duque de Veragua y por simpatía a las narraciones que le hacía de ella quiso que sus toros fueran distinguidos por los colores rojo y blanco, mismos que usaba el Sr. Duque y a instancias de un buen amigo del Sr. Barbabosa, don Manuel Rodríguez, sevillano, se picaron unas vacas en el año de 1885, con lo que adquirió mayores conocimientos del modo como en España se calificaban los toros; hasta que desgraciadamente murió el fundador de la ganadería en marzo de 1887 pasando a sus hijos que la han seguido fomentando con todo empeño y escrupulosidad.

   -En el afán de aclarar un aspecto que podría resultar insignificante, apunto don Manuel, que los colores de la divisa, dicen algunas historias, se debe a que en San Diego se veneraba al Sagrado Corazón de Jesús, imagen de bulto que lleva los colores rojo y blanco y que en Atenco, por estar en la capilla la imagen de la Purísima Concepción, vestida con ropajes donde predominan los colores azul y blanco, por ese solo motivo, los toros de una y otra, ostentan los colores de sus divisas por esa razón.

   -Bien, continuo. Estos señores, ya con la simiente habida así como con el trato de los toreros que fueron viniendo a la república, entre los que se cuentan Juan Ruiz “Lagartija”, Manuel Hermosilla, “El Tortero”, Diego Prieto “Cuatro Dedos”, mismos que dieron un impulso a la ganadería, pues ellos hacían algunas tientas y aún hacían la distribución del ganado. Más adelante, por los años de 1893 a 1897 Juan Jiménez “El Ecijano” dirigió la retienta de las vacas y el año de 1896 les vendió a los Sres. Barbabosa un toro de la ganadería de Ibarra que al ser lidiado en la plaza de Bucareli el año anterior se le perdonó la vida pero como el toro era ya viejo murió al poco tiempo habiéndose logrado poco de él. Los Sres. Barbabosa han seguido día a día fomentando su ganadería y para elevarla a mayor altura y quitarle defectos que aún conservan sus toros, han adquirido otros tantos de las ganaderías españolas de los Sres. D. Felipe de Pablo Romero y del Exmo. Marqués del Saltillo con objeto de cruzar la ganadería que hoy poseen. Estos sementales los recibieron en Octubre del año de 1910.

TORO DE SAN DIEGO DE LOS PADRES

Un toro de San Diego de los Padres, tal como se lidió en los años cuarenta del siglo XX en México.

Sol y Sombra. El Semanario Taurino Nacional. Año I, México, D.F., lunes 25 de enero de 1943, N°. 11.

CONTINUARÁ.

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NUEVOS DATOS SOBRE ATENCO y SAN DIEGO DE LOS PADRES. (PRIMERA DE CUATRO PARTES).

ILUSTRADOR TAURINO MEXICANO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 UN EQUIVOCADO CONCEPTO HISTÓRICO DE LA GANADERÍA DE “ATENCO” EN LA OBRA PERIODÍSTICA DE CARLOS QUIRÓZ “MONOSABIO” HACIA EL AÑO 1921.

    Carlos Quiroz “Monosabio”, importante periodista de finales del siglo XIX, y primeros 30 años del XX, va de una posición privilegiada, hasta llegar a la del desprestigio total, debido a sus métodos poco honestos de manejarse en un medio que le descubre inclinaciones descaradas, en eso de escribir infinidad de notas en función del ingreso percibido, creando verdaderos elogios en algo que no lo merecía, y notas discriminatorias si el aludido no era capaz de soltarle dinero conforme a la exigencia del redactor. Así pasó con el Sr. José Julio Barbabosa, quien tuvo que soportar una lapidaria reseña de sus toros, los toros de Santín, en la crónica de la corrida del 11 de septiembre de 1921. Pero por otro lado, quienes se vieron halagados con sus apuntes, fueron los señores Barbabosa, dueños de Atenco, hacienda que visitó el periodista en el mismo mes patrio, que además estaba revestido con la magna celebración del centenario de la consumación de la independencia.

CARLOS QUIROZ_MONOSABIO

He aquí, un retrato poco conocido de Carlos Quiroz “Monosabio” en su etapa madura.

    Desafortunadamente, en vez de hacerles un favor, provocó con sus apreciaciones desafortunadas y poco precisas en su mayoría, un desconcierto en lo que a información verídica se refiere. Esto tiene que ver con la nota titulada: “Atenco: Nuestra ganadería brava de más lustre abolengo”, aparecida en “El Universal”, año VI, T. XX, domingo 18 de septiembre de 1921, Nº 1796, 3ª sección, p. 4.

   De hecho, el señor Carlos Quiroz incurre en serios errores, como mencionar de entrada que “Atenco se formó (en 1550) gracias al patrimonio de un noble señor, don José María Altamirano, Conde de Santiago y Marqués de Calimaya”.

   Al respecto, el Condado lo asumió la familia Gutiérrez Altamirano hasta el 6 de diciembre de 1616, tiempos de Felipe III. Si se quiere información más precisa, esta nos la proporciona una relación elaborada por Heriberto Lanfranchi.[1]

    A continuación, y por ser muy extenso el historial de esta ganadería, sólo se indican las personas que han disfrutado de ella (de la hacienda de Atenco):

 1.-Lic. Juan Gutiérrez Altamirano (primo de Hernán Cortés): de 1528 a 1558.

2.-Hernando Gutiérrez Altamirano: 1558 a fines del siglo XVI.

3.-Juan Gutiérrez Altamirano: fines del siglo XVI a principios del siglo XVII.

4.-Fernando Gutiérrez Altamirano y Velasco, primer conde de Santiago de Calimaya: hasta 1657.

5.-Juan Altamirano y Velasco, 2º conde de Santiago: 1657-1661.

6.-Fernando Altamirano y Albornoz, 3er. Conde de Santiago: 1661-1684.

7.-Juan Altamirano Villegas, 4º conde de Santiago: 1684-1698.

8.-Nicolás Altamirano Villegas, 5º conde de Santiago: 1698-1721.

9.-Juan Javier Altamirano Gorráez, 6º conde de Santiago: 1721-1752.

10.-Juan Lorenzo Altamirano Urrutia, 7º conde de Santiago: 1721-1752.

11.-José Manuel Altamirano, 8º conde de Santiago: 1752-1793.

12.-María Isabel de Altamirano, condesa de Santiago: 1798-1802.

13.-Ignacio Gómez de Cervantes, 9º conde de Santiago: 1802-1809.

14.-José María Cervantes y Michaus 10º conde de Santiago: 1809-1835.

15.-José Juan Cervantes y Michaus, último conde de Santiago: 1835-1875.

16.-Ignacio Cervantes Ayestarán: 1874-1879.

17.-D. Rafael Barbabosa Arzate: 1879-1887.

18.-Sucesores de D. Rafael Barbabosa Arzate (Aurelio, Herlinda, Antonio, Concepción, Juan de Dios, Rafael y Manuel Barbabosa): 1887-1945.

19.-D. Manuel Barbabosa: 1945-1958.

20.-Hijos de D. Manuel Barbabosa: 1958-1965.

21.-D. Juan Pérez de la Fuente: 1965-1988.

22.-Sucesores de D. Juan Pérez de la Fuente (Mari Carmen y José Antonio Pérez de la Fuente): 1988 en adelante.

   “Entusiasta aficionado a la fiesta brava, -sigue apuntando Carlos Quiroz- no podía resignarse a perder su espectáculo favorito. Y como para hacer guisado de liebre lo primero precisa tener es la liebre, el Excmo. Sr. Conde de Santiago pensó el la crianza de toros bravos. Y como lo pensó lo hizo: compró en la ganadería Navarra de Pérez de la Borda (sic) (es correcto, en todo caso Pérez Laborda) doce pares de becerros y becerras bravos, que formaron la simiente de la famosa vacada.

   Junto con aquellos doce pares de becerros y becerras, S.E. El Conde hizo traer las crías del magnífico pescado blanco, que surca las aguas del Lerma para regalo del paladar de los moradores de la hoy infortunada Toluca”.

   La zona lacustre del valle de Toluca desde tiempos prehispánicos proporcionaba alimento a sus pobladores y no veo como pudo ocurrir esta citada reproducción pesquera, habiendo una variedad importante, como la que cita Bernardino de Sahagún en su “Códice Florentino” (L. XI, f 67r):

   “Peces de rio o lagunas” como:

Topotli.”pececillos, anchuelos… son pardillos: críanse en los manantiales: son buenos de comer y sabrosos”.

Amilotl. Por la información que vierte Sahagún parece que aquél era el principal pez blanco, pues indica que los “peces blancos llaman amilotl, o xouili; su principal nombres es amilotl: especialmente de los grandes y gruesos”, y luego añade que los “peces blancos que se llaman amilotl tienen comer delicado”.

Xouili. Otro pez que el autor describe como “bogas paqardillas que se crían en el cieno y tienen muchos huevos”.

Xalmichi, “pececillos pequeñuelos”.

Cuitlapetotl, “pececillos barrigudillos, que se crían en el cieno… son medicinales para los niños”.

Michzaquan, “pecesitos muy pequeños”.

Tenzonmichi, “críanse en los ríos y en los manantiales… tienen escamas y… barbas”. De acuerdo con el etnohistoriador Gabriel Espinosa, cabe la posibilidad de que se trate del pez llamado bagre, el cual parece no ser lacustre sino de lugares con agua corriente y emergente, tal como lo puntualiza Sahagún.[2]

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Revista El Toreo. México, año III, N° 78, del 17 de noviembre de 1920, p. 2a.

    “Con gran beneplácito empezaron a lidiarse los toros de Atenco de pura sangre Navarra.

   “Fueron declarados invencibles. Y desde entonces se dijo: Bravo, como un toro de Atenco.

   “CÓMO ERAN LOS TOROS DE ATENCO.

   “Yo todavía alcancé a ver lidiar los antiguos atenqueños: en su pelo imperaba el color castaño en todas sus entonaciones; desde el castaño claro, tirando a albahío, hasta el retinto. Sus armas eran cortas y apretadas. Su cuello rizado, corto y ancho. De no aventajada talla. Enjutos de los cuartos traseros: “culisecos”· que les llamaba el veterano Manuel Hermosilla.

   “Todos los toreros de la larga etapa de 1800 a 1890 los impusieron por doquier, seguros de que los toros de Atenco eran los mejores factores para conquistar señalados triunfos.

   “A partir de 1896, hasta 1904, la ganadería de Atenco entró en una era de franca decadencia.

   “Ya los triunfos venían registrándose muy de tarde en tarde. Y, en cambio, menudeaban las desilusiones, y era de ver con desconsuelo que los pequeños atenqueños volvían la cara, dolíanse al castigo y muchos declarábanse en inequívoca fuga.

   “(…) Todo es de todos. Por ello, algunos agraristas trasnochados ya han creído ver en Atenco un latifundio que debe repartirse entre los pueblos de la comarca. Y cuando se les ha dicho que no pertenece a un solo individuo, y que de hacerse la repartición entre los cinco hermanos (Juan, Antonio, Rafael, Manuel y Herlinda) a cada cual tocaríale pequeña parcela –porque Atenco no es de grande extensión- no han querido creerlo”.

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Toro de Atenco, sangre navarra, a fines del siglo XIX.

Fuente: LANFRANCHI, Heriberto: Historia del toro bravo mexicano. México, Asociación Nacional de criadores de toros de lidia, 1983. 352 pp. ils., grabs., p. 88.

CONTINUARÁ.


[1] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II, p. 742-743.

[2] Beatriz A. Albores Zárate: Tules y sirenas. El impacto ecológico y cultural de la industrialización en el alto Lerma. Toluca, Edo. De México, El Colegio Mexiquense, A.C.-Gobierno del Estado de México. Secretaría de Ecología, 1995. 478 pp., ils., facs., maps., p. 108.

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PERFIL DE ANTONIO LLAGUNO GONZALEZ.

DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 PERFIL DE ANTONIO LLAGUNO GONZALEZ.[1]

   Al andar ENTRE HUIZACHES con la presencia de la ganadería de SAN MATEO que José Antonio Trueba inició con mucho acierto, considero que debemos ocuparnos del principal protagonista de esta historia maravillosa. Me refiero a ANTONIO LLAGUNO GONZALEZ, con quien nos encontraremos en las siguientes colaboraciones que amablemente me permiten realizar quienes forman MATADOR. A todos ellos, muchas gracias.

   Nació en Valparaíso el 29 de agosto de 1878. Sus padres son José Antonio Llaguno y Haza y Dolores González y Anza quienes casaron el 11 de junio de 1873 en Valparaíso. Tuvieron once hijos, de los cuales sólo cinco vivieron.

   Su infancia y primera juventud se desarrollan en medio de un ambiente en el que la marca del progreso se consolida bajo un régimen porfirista que coquetea con modelos que nos llegan del extranjero.

   Con el correr de los años, toda aquella forma de vivir que el joven Antonio encontró a su paso la asimiló y puso en práctica tan luego tuvo edad para iniciar su educación. Comenzó acudiendo al Instituto de San Luis Potosí y luego al «West End» de San Antonio, Texas. Más tarde hizo estudios como veterinario y amplió conocimientos de genética y nutrición animal en Suiza aplicando toda aquella experiencia en el ganado vacuno en sus diversas modalidades.

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Antonio Llaguno González. SINAFO_19988

   A fines del siglo XIX apoya a su padre en las tareas cotidianas de las haciendas de el Sauz, Pozohondo, Cuevas y San Mateo, ocupándose junto con su hermano Julián (quien nació en 1882), de actividades muy concretas como fueron las de seleccionar ganado de raza para destinarlos a concursos importantes. También descubre los misterios de una de las actividades que más tarde lo colocarán en la cima del éxito, al calificársele sin ningún empacho como el mejor ganadero de bravo que ha habido en México. Hombre de recia personalidad, tipificada bajo la huella de los hacendados porfiristas, influye en mucho para la futura definición de su perfil. Antonio era un hombre muy orgulloso, de pocas palabras, pero con una personalidad bien trazada pues siempre puso el triunfo como propósito fundamental, sin que asomaran las banderas del fracaso en su camino. Enfrentó el duro golpe de la revolución, y el hecho de perder casi en su totalidad las tierras de san Mateo -al concluir el movimiento armado- no le impidieron reubicarse en Pozohondo, donde reinició el milagro bajo el nombre de uno de los cuatro evangelistas.

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Anuario taurino. 1945-1946. Edición preparada y publicada por Carlos Fernández Valdemoro (José Alameda).

    Antonio fue una especie de ranchero rejego, de esos altivos, de trato duro para quien se acercaba a él por vez primera. Cosa que se propuso, cosa que lograba. Nada dejaba a la suerte.

   No queda la menor duda de que Antonio fue un genio de la intuición genética. Sus primeras lecciones in situ -allá en san Mateo– le dan clara idea del porvenir que se trazó. Pronto se va al extranjero y acumula experiencias en el campo de la genética y la zootecnia para ponerlas en práctica felizmente tanto con ganado de engorda y lechero, de los cuales obtuvo numerosos premios; entregándose con todo empeño en lo que resultó ser su verdadera pasión: los toros.

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Anuario taurino. 1945-1946. Edición preparada y publicada por Carlos Fernández Valdemoro (José Alameda).

    Para 1906 lo que criaba Antonio Llaguno González eran toros criollos, frutos seguramente de aquellas reses facilitadas por su propio padre y por vecinos del Barranco y Santa Cruz, seleccionándose finalmente 30 vacas a las cuales cruzaron con un toro criollo, del Barranco. Todo esto a fines del siglo XIX. Volvemos a reiterar: tal esfuerzo demostró que el señor Llaguno era tan buen ganadero de criollo como lo fue más tarde con el ganado de bravo.

   En ese mismo año de 1906 se encuentran dos destinos: el de Antonio Llaguno González y de Ricardo Torres Bombita.

   Surgirá a partir de ese momento entre Ricardo Torres y Antonio Llaguno González una gran amistad, puesto que Bombita se convirtió además de asesor, en confidente y guía moral de las cuestiones ganaderas emprendidas por Antonio Llaguno González. Entre ambos fue posible que se consiguiera el perfil de un toro apto para faenas hoy recordadas por famosas e históricas a manos de casi toda la torería mexicana y de muchos otros españoles en este siglo XX.

   La presencia de la sangre de Saltillo se da a partir de 1887, y adquiere una resonancia que se suma al hecho mismo de la reanudación de corridas de toros en el Distrito Federal. Es decir todos los elementos para una nueva época confluyen en un punto para lograr cambios radicales en el quehacer taurino de México. La sangre de Saltillo vino a demostrar poco a poco que sus condiciones en la lidia eran las propicias para el toreo que practicaban diestros españoles, acostumbrados al juego de toros de diversas ganaderías y en el cual era necesario sobreponerse al exceso de bravura, casta, fuerza que seguramente no les permitía un lucimiento más que aguerrido. Esta sangre en nuestro país pasó por un proceso de depuración que fue lográndose poco a poco, proceso que en cada nueva generación de toreros se iba moldeando para tener como resultado frutos en lo artístico por encima de lo estrictamente técnico, imprescindible en toda faena moderna; factor que desde luego no se perdió. Mejoró la expresión de arte y en este sentido, la ganadería de san Mateo ya consolidada como tal permitió ese concepto que fue dando como resultado el lento pero seguro alejamiento de las formas primitivas del toreo a pie -que por ningún motivo soslayamos, pues pertenecieron a su época- tanto como el feliz arribo del arte de torear en su expresión contemporánea.

   Puede decirse que la sangre de Saltillo siendo un ejemplo del coeficiente de nobleza, en México dicho factor fue rebasado «aun antes que se lograra en muchas vacadas españolas» (dice Filiberto Mira). En ello pudo haber influido: clima, pastos y forma de crianza así como el criterio de los ganaderos, un criterio que más bien se podría interpretar como el sello de su propia sensibilidad.

   Pero la revolución que había iniciado en noviembre de 1910 seguía devastando al país. Todas las existencias pertenecientes a la hacienda de san Mateo se perdieron durante el movimiento armado, desde julio de 1913 a diciembre de 1919. San Mateo estuvo intervenida entre 1914 y 1915 por las fuerzas revolucionarias y en ese tiempo el Gobierno Provisional de Zacatecas echó mano de todo cuanto se le puso por delante, así como de los pocos animales que quedaron al desocupar dicha hacienda a fines del año 15. La mayor parte de cabezas de ganado se las llevaron las fuerzas revolucionarias en los años de 1916 a 1919, al grado que en este año no quedó un solo animal en toda la hacienda de san Mateo, por lo que desde agosto de 1913 tanto Antonio como Julián se dedicaron exclusivamente a defender lo poco que quedó en pie.

   Desde luego que esta no fue la puntilla al destino asegurado que, como ganadería de toros bravos mantuvo san Mateo gracias a la firmeza y vehemencia demostradas por Antonio Llaguno en esos años cruciales de un México que se conmovió en todas direcciones por donde apuntaba el movimiento armado.

  En los toros de san Mateo pre y post-revolucionarios queda grabada la marca de fuego que Antonio Llaguno supo imponer a pesar de los obstáculos que enfrentó, llámese invasión de sus tierras por el ejército constitucionalista o acomodo forzoso de ganado bravo escogido previa y rigurosamente, tanto en el rancho de Sotelo como en su casa de la colonia Roma. Pérdida de algunas vacas y toros en el mismo rancho de Sotelo que se robaron y comieron los zapatistas o hasta lo ocurrido en aquel incidente en la plaza de Valparaíso, Zacatecas cuando un grupo de improvisados quiso torear a CONEJO, bravísimo sanmateíno, cuya fiereza incomprendida acabó por provocar que los «diestros» terminaran liquidándolo no de una estocada; pero sí a balazos.

   Y si Antonio Llaguno en vida no permitió más que algunos toros para que se constituyeran unas cuantas ganaderías, su hijo José Antonio Llaguno García abrió las compuertas por donde fue arrojada al campo bravo mexicano la sangre sanmateína la cual logró darle vida a más de un 85% de nuevas ganaderías, conservando todas ellas un sello distintivo que aun no se pierde. Al contrario, se consolida cada vez más bajo la custodia de sinfín de criadores que por supuesto imprimen a sus desvelos un propio criterio sin que esto ocasione la pérdida de la esencia misma de la sangre saltillo-san Mateo que corre por las venas de toros bravos mexicanos. Por fortuna la propia ganadería no ha desaparecido, recayó en otras manos, las del señor Ignacio García Aceves y más tarde en las del Arq. Ignacio García Villaseñor quien pone también todo su empeño para que continúen sumándose a su historial nuevos y memorables triunfos.

   La actitud de Antonio Llaguno no puede considerarse egoísta. En su época existe una competitividad que se da con las otras tres columnas vertebrales del toro bravo en nuestro país: Atenco-san Diego de los Padres, Santín (familia Barbabosa). Piedras Negras-Coaxamaluca, La Laguna (familia González) y La Punta-Matancillas (Francisco y José Madrazo).

   Hasta aquí, dos son los grandes acontecimientos de esta historia:

Primero. La personalidad y carácter de Antonio Llaguno, gente de pocas palabras y sí de hechos contundentes para lograr lo que se propuso: una verdadera hazaña de la ganadería brava mexicana. Era un hombre muy orgulloso, de personalidad definida y siempre buscando ser un triunfador en todo aquello donde pusiera su atención.

Segundo. Los aspectos particulares en que radica la influencia de Ricardo Torres en el marqués del Saltillo y luego la presencia de Antonio Llaguno para que buena parte de la actual ganadería se sustente en valores genéticos y de fenotipo que hacen del toro mexicano fácil de distinguir por su estampa, juego y bravura.

   La aprehensión más sólida que ocurre con la sangre de Saltillo va a darse a partir de la fusión amistosa de Ricardo Torres y Antonio Llaguno; el uno torero, el otro, ganadero en búsqueda del ganado ideal para el ejercicio y arte de torear.

   Los toreros españoles se compenetraron tanto en la ganadería que, basándose en elecciones y de correcciones afinaron el estilo de muchas de ellas y hasta la liquidación de otras tantas, en aras de lograr un acomodo técnico y estético, concibiendo el término acomodo en lo que significa desde su raíz misma.

   Nos parece que sobre don Antonio se puede seguir escribiendo una historia a la misma altura de la historia que se merecen el padre y la madre intelectuales de la casi totalidad de las ganaderías de bravo en México. Se trata, evidentemente de SAN MATEO, la ganadería a la que dedicaremos nuestra atención en las siguientes entregas. 


[1] Originalmente este material, fue publicado en la revista Matador, año 2, N° 7, de abril de 1997.

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EL COLEADERO.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

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Francisco Gálvez: “El Coleadero”. Hubo varios pintores que se interesaron por la vida charra e ilustraron escenas en las cuales el hombre interactúa con los animales. Los más destacados fueron Francisco Gálvez, pintor jalisciense de mediados del siglo pasado y Ernesto Icaza, el pintor charro, de fines del pasado y principios del presente siglo. Francisco Gálvez relata en El Coleadero la práctica de colear las reses. Varios vaqueros, montados a caballo, persiguen una res. Al fondo se observan los edificios de una hacienda. El cuadro El Coleadero pertenece a la colección de Claudio Jiménez Viscarra. Otros cuadros suyos son Toreando al novillo y La monta del novillo.

Fuente: Xavier Moysén, et. al.: José María Velasco. Homenaje. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1989. VIII-343 pp. Ils., retrs, grabs.

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