REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Dedico el presente a mis excelentes amigos Dr. Manuel Ruiz Caballero y a D. Juan Manuel García Candón.
Al hojear viejas publicaciones gracias a las novedosas herramientas digitales, encuentro entre las miles de páginas a las que hoy tenemos acceso esta en particular. El retrato, seguramente hecho bajo el formato de “tarjeta de visita”, es de sobra conocido. Presenta de cuerpo entero al diestro portorrealeño Bernardo Gaviño y Rueda (1812-1886) quien desde hace muchos años ha representado para este servidor un personaje misterioso y encantador al mismo tiempo. Bernardo fue hasta el gabinete fotográfico que entonces tenían los famosos hermanos Valleto en la calle de San Francisco y consiguió sin demasiados aspavientos asumir esa figura gloriosa, la que acumuló a lo largo de poco más de 50 años de andar por nuestros ruedos. Como telón de fondo, se encuentra una especie de silueta que insinúa la presencia de una plaza de toros, donde ahora vino a colocarse Gaviño, sólo que en un reducido espacio, el suficiente para que, con todo su continente y su vejez y su apostura, el fotógrafo en turno lograra este magnífico retrato, en el cual destaca el recargado traje de luces, elaborado bajo el diseño de aquellos vestuarios casi teatrales, donde pareciera estarse recordando a Escamilla, ese enconado y celoso personaje que formaba parte de la famosa ópera de Georges Bizet. Me refiero a “Carmen”. Escamilla asumió actitudes heroicas, igual que la de nuestro personaje. Tal posición representaba la síntesis del triunfador, del que lo ha podido con todo y merece el reconocimiento popular, el que queda consumado en esta actitud displicente, pero no ajena de soberbia, en la que un maduro diestro, quizá con sus 70 años a cuestas, sigue afirmando, a pesar de que para esos años (1880 a 1885) ya dejaban ver su natural decadencia.
¿A qué fecha corresponde? Es imposible precisarlo, pero debe ser en aquellos años en los que Gaviño todavía se prodigaba con apenas unos detalles, suficientes para que los aficionados en el Huisachal o en Puebla, Cuautitlán, Toluca, Texcoco o Veracruz, plazas a donde todavía era contratado se esforzaba en mantener su imagen, para que el pueblo siguiera viendo en él al ídolo, con todo y que Ponciano Díaz ganaba terreno en su frente de batalla, e iba en ascenso su popularidad. Pero Bernardo, además de estar convertido en el patriarca, en “Papá Gaviño”, como rezaba algún cartel anunciador, no estaba dispuesto a irse de los toros. Allí está la prueba de que sólo en el año de 1885 acumuló 20 tardes. Y para quien dude de esto, incluyo a continuación el balance de aquellas jornadas.
Aprovecho para comentar que tales datos provienen de mi libro: Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX. Prólogo: Jorge Gaviño Ambríz. Nuevo León, Universidad Autónoma de Nuevo León, Peña Taurina “El Toreo” y el Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. 2012. 453 p. Ils., fots., grabs., grafs., cuadros.
Año de 1885:
El 6 de enero de 1885, y en El Diario del Hogar, D.F., de la misma fecha en su página 4 se notificaba que
Bernardo Gaviño, el decano de nuestros toreros en la República, no será difícil que trabaje este año al lado de Ponciano Díaz en Nueva Orleans.
PLAZA DE TOROS DE TEXCOCO, EDO. DE MÉX. Se preparan en estas ciudades grandes espectáculos con motivo de la feria que anualmente se celebra. Habrá corridas de toros y se lidiará la afamada ganadería de la hacienda de Piedras Negras (Edo. de Hidalgo). Cuadrilla lidiadora escogida por el primer espada Bernardo Gaviño. ¡Grandes novedades! ¡Corrida monstruo! Las corridas se celebraron los días 25 y 29 de enero; también el 1º de febrero. (3 actuaciones).
El arte de la Lidia, año 1, Nº 8 del 18 de enero de 1885.
PLAZA DE TOROS DE ORIZABA, VER. 1 de febrero de 1885. “El gran matador de cartel, Bernardo Gaviño trabajó últimamente en la plaza de toros de Orizaba y fue muy aplaudido. El ganado que lidió fue muy valiente y de buena estampa”.
El arte de la Lidia, año 1, Nº 11 del 8 de febrero de 1885.
Aquí el retrato del que es motivo la presente colaboración. LOS TOROS. Año II, N° 48. Madrid, 8 de abril de 1910, p. 14.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 8 de febrero de 1885. Matador de cartel en la república: Bernardo Gaviño.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 15 de febrero de 1885. Matador de cartel en la república: Bernardo Gaviño.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 1 de marzo de 1885. Primer espada: Bernardo Gaviño. Sobresaliente o segundas espadas, Felícitos Mejía y Francisco Lovato. Banderilleros, Tomás Vieyra, Pedro García, Francisco Lovato y otros. Picadores de primera clase, El Negrito Conde, Gerardo López y N. Oropeza.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Las corridas en Puebla. El domingo pasado 5 de abril de 1885, ante una numerosa concurrencia se inauguró en Puebla, con muy buen éxito, la temporada taurina. Los cuatro toros que se lidiaron en la antigua plaza del “Paseo Nuevo”, jugaron perfectamente, matando diez o doce caballos. El viejo Bernardo, según nos dicen de aquella ciudad, estuvo feliz, pues se despachó con arte y sin miedo tres toros, siendo muy aplaudido.
El arte de la Lidia, año 1, Nº 16, del 12 de abril de 1885.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. La última corrida en Puebla. El domingo 3 de mayo de 1885 tuvo lugar en aquella ciudad el beneficio del decano de los toreros Bernardo Gaviño, quien, según se anota en “El arte de la lidia” se encuentra en México desde 1829. El ganado que se lidió no dio el juego que se deseaba. Ponciano Díaz que estaba en la plaza como concurrente, tuvo que matar un toro por pedido general del público.
El arte de la Lidia, año 1 Nº 18 del 8 de mayo de 1885.
PLAZA DE TOROS EN MORELIA, MICHOACÁN. Según datos aparecidos el El Diario del Hogar, D.F., del 1º de enero de 1885, p. 4, se apunta lo siguiente:
(…) En Morelia pronunció el discurso cívico el 16 del presente el Sr.D. Francisco W. González.-Ha llegado a Morelia el torero D. Bernardo Gaviño.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. La temporada en Puebla. La primera corrida debe celebrarse hoy, domingo 18 de octubre de 1885, debiendo lidiarse cuatro hermosos y arrogantes bichos de las citadas razas de Atenco y San Diego de los Padres. Al frente de la cuadrilla lidiadora está el decano de los toreros de México, es decir: Bernardo Gaviño, el simpático viejo que tantos aplausos ha escuchado desde hace muchos años, por su valor, arrojo y seriedad.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 25 de octubre de 1885. 2ª. Corrida. Ganado de Atenco y San Diego de los Padres, por la cuadrilla de Bernardo Gaviño y Carlos Sánchez.
La crónica dice en relación a su actuación del domingo 18: “El viejo Bernardo, con vestimenta azul y plata, después del consabido permiso, va en busca del animal para darle muerte. Emplea seis pases naturales, para una estocada de metisaca, que resultó tendida. El puntillero, a la primera”.
El arte de la Lidia, año II, Nº 2, del 25 de octubre de 1885.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 1º de noviembre de 1885. Bernardo Gaviño y cuadrilla. Lidia de toros de San Diego de los Padres.
Reseña de la tercera corrida de Puebla,
Celebrada el domingo 1º de noviembre.
¡A los toros, a los toros!
Gritan en nuestro Paseo,
los muchachos, las mujeres,
los charros, los venduteros
los soldados y las viejas;
y ya se escucha el jaleo
de aquel que vende naranjas,
nieve de limón, de huevo,
de leche, en fin, y otras cosas
peculiares del toreo.
La plaza de bote en bote,
es decir, el circo lleno,
que impaciente grita y grita,
por ver al bicho con cuernos
que ponga pies en la plaza
para dejar satisfechos
a todos los concurrentes
que están de entusiasmo llenos.
A las cuatro y media en punto;
se presenta el juez a tiempo,
y un estrepitoso aplauso
se deja oír al momento;
se abre la puerta al instante
y se presenta al paseo
la cuadrilla de Bernardo,
nuestro simpático viejo,
que con mesurado paso,
con paso firme y sereno,
al pie de la Presidencia
con todos sus compañeros
saluda muy cortésmente;
PRIMERO.
¡Dá la corrida comienzo!
Después de cambiar de capas,
de los clarines al eco,
abriéndose del toril
la puerta, un toro negro
se nos presentó a la arena,
de veinte arrobas lo menos,
desconociendo la plaza
malicioso y tan matrero,
que no buscaba caballos
según algunos, por miedo;
Carlos Sánchez, que es un chico
en el arte ya maestro
se lució con este toro
en la suerte del capeo,
arrancando muchas palmas
muy justas, esto es lo cierto;
no se quedó atrás Gaviño,
el decano de los diestros,
porque también se animó
dando al toro su quiebro;
por fin el bicho que estaba
ya conociendo el terreno,
tomó una puya de Mesa
lo que se llama con riesgo,
porque el toro pegajoso
arremetía con el cuerno
de que cornaba más,
que era a mi ver, el izquierdo,
con el que al fin destripó
al desgraciado jamelgo;
tomó otra puya del mismo
casi, casi, allá en los medios
y se encontró con Merodio
que no supo entrar a tiempo
y el toro se le metió
cuanto le tocó al pellejo,
ensartando por el cincho
al caballo, que de viejo
no aguantaba ni al jinete
que vino a dar por el suelo;
Mesa volvió sobre el bicho
le dio un puyazo muy bueno
y el toro se huyó al castigo;
refrescándose de nuevo,
(tomó algunas otras varas
que no tuvieron gran mérito).
Tocaron a banderillas
y salió el banderillero
más simpático que hoy
en nuestra plaza tenemos:
Carlos Sánchez, con soltura,
le puso un par al cuarteo,
otro, a toro parado;
y cuadrando, puso medio,
con arte y con maestría
como Sánchez sabe hacerlo.
Los clarines anunciaron
la muerte, y desde luego,
salió Bernardo Gaviño
con los trastos por supuesto;
quien se enfrentó con el bicho
dándole un pase de pecho,
seguido de un gran pinchazo
en que el toro en su recelo,
salió muy desconfiado,
porque guardaba el pellejo.
Lo buscó el viejo Bernardo,
le dio dos pases de nuevo,
naturales, y uno sólo
sobre las tablas volviendo,
soltándole otro pinchazo
de padre y muy señor nuestro;
el bicho buscó las tablas,
pues sin duda conociendo
que a cada paso Gaviño
le iba desgarrando el cuero,
se volvió más receloso
demostrando mucho miedo;
entonces el buen Bernardo
queriendo despachar luego,
haciendo traición al toro
con un pinchazo soberbio
sobre el toro que parado
estaba fuera de juego,
le fue con tanta bravura
con destreza y con denuedo
dándole por cuarta vez
otra estocada en los huesos;
tocaron para lazar
porque el soberano pueblo,
pidió metieran al bicho
por ser tan malo a su encierro,
para que acabara allí
por mano del puntillero.
López tomó la reata
dirigiéndose a los medios
y por el aire veloz
surcó el espacio violento
el lazo que se fijó
con mucho garbo en los cuernos
del toro, que desmintió
ser de San Diego o Atenco.
González quedó muy mal
en el peal, por lo menos
no llenó su cometido
y fue chiflado en extremo
por el pueblo soberano
que sabe con gusto hacerlo.
por fin lo echaron a tierra;
lo remató el puntillero,
y al toro con las mulillas
a su lugar condujeron,
dejando otra vez la plaza
dispuesta para el toreo.
SEGUNDO TORO.
A la lidia se presenta
hasta de su sombra huyendo,
chico, de buena presencia,
josco, y de pies muy ligeros,
con arrobas diez y seis
según cálculo, que creo
no poder equivocar
pues tal fue mi buen deseo.
Mercado, detrás del bicho
siempre buscando su encuentro,
hasta que tranquilo el toro
le arremete, y por supuesto
cuanto que sintió la puya,
comprendió que su elemento
no era aquel, y con deseo
de salirse de la plaza
para volver al chiquero,
se olvidó de que Mercado
lo venía persiguiendo,
y siempre se lo encontraba
delante de sus dos cuernos.
Obligado el animal
tomó tres varas, que fueron
tomadas casi de paso;
tres de Oropeza, lo mismo,
y salió el josco bramando,
de rocinantes huyendo.
Pero convencido al fin
de que no tenía remedio,
tomó determinación
de dejar a un lado el miedo
y arremeter donde quiera
que se encontraba un jamelgo;
Oropeza confiado
que buscó al bicho en los medios,
llevó un porrazo mayúsculo
quedándose descubierto
con el toro encima siempre,
que en ira y furor ardiendo
embistió con tantas ganas
que ya tirado en el suelo
el picador, al caballo
lo destripó en el momento;
lo mismo pasó a Mercado
quien dio tres piquetes buenos
siendo el toro pegajoso
cuanto sentía el acero.
Oropeza le dio cuatro
como el arte del toreo
lo exige, y siempre buscando
Mercado, le dio otro bueno,
quitando el toro Gaviño
con mucha gracia y salero.
Tocan pues a banderillas,
y un par tomó Genovevo,
poniendo medio, de frente,
otro par casi al trascuerdo
y medio, a toro parado,
viniendo desde los medios.
Los clarines a la muerte
tocaron, y el toro entero
buscaba capas, seguido,
y entraba mucho al capeo.
Carlos Sánchez, que vestía
azul y plata, sereno
tomó los trastos, brindó;
al bicho se encuentra luego
en la sombra y de refresco,
le suelta dos naturales
y un mete y saca soberbio
que el toro rodó en la arena
clavando en ella los cuernos.
Diana y aplausos obtuvo
de todo el público el diestro,
y el toro le regalaron
entre el popular estrépito
y los vivas y la zambra;
para dar paso al tercero.
TERCERO.
Listón, diez y nueve arrobas
arrogante y muy bien puesto,
de muchos pies, receloso,
buscando barrera y negro,
no le gustaba la plaza,
era a mi ver, burri-ciego;
tomó de Mesa un piquete
flojo, se largó a los medios
y de allí buscó barrera
con tal ímpetu corriendo
que al saltar se llevó un poste
que echó abajo con sus cuernos.
Allí se le arrima Mesa
a quien tiró por el suelo
llevando buena caída
y muriendo su podenco;
se le presenta Gregorio
quien como su compañero,
fue a dar cuenta de su arrojo
con las costillas midiendo
la tierra, no se paraban
con todo y con su jamelgo,
el que murió en el instante
como noble y como bueno.
Tres veces más la barrera
el toro saltó, en su intento
de salirse de la plaza,
pero no logró su objeto:
la presidencia que estuvo
con sus deberes cumpliendo,
mandó tocar banderillas,
y salió Lobato presto,
con dos anchas en las manos
negras, por ser día de muertos:
después de dos intentonas
le puso tan solo medio
par, y seis salidas
falsas, que le hizo luego
poniendo a la media vuelta
solo un par, y no queriendo
el toro ya banderillas
se fue a la barrera huyendo
donde otro medio le puso
casi cerca de los cuernos.
Tomó Gaviño el estoque,
la muleta, y comprendiendo
que ese toro no humillaba
porque salió burri-ciego,
le dio un pase natural
con otro corto de pecho
saliéndose de la suerte
el animal de San Diego.
En un palco a Juan León
(a) el Mestizo vieron
y a una voz todos gritaban
para que matara al negro,
pero el juez con su deber
y con su cargo cumpliendo
viendo que el toro era malo
y al matador en un riesgo,
ordenó que lo lazaran
para darle al puntillero;
Gaviño a pesar de todo
buscó al toro y en un credo
le arrimó un buen volapié
que por desgracia dio en hueso,
vino en consecuencia el lazo
que le echaron al pescuezo
un señor H. González
que en la materia no es bueno;
pues por poco más, ahorca
al torete en un momento,
López, mal en el peal
con su chifla; el puntillero
cumplió con su obligación
y se llevaron al muerto.
CUARTO.
Salió recelando siempre
muy parecido al primero,
de carnes, de muchos pies,
valiente, corniveleto;
tomó seis varas seguidas
de Oropeza en un momento
porque el toro recargaba
muy voluntario en el juego;
Oropeza obtuvo entonces
como taurino trofeo
mil aplausos y dianas
y alguno que otro sombrero.
Santín le dio tres piquetes
y le costó su jamelgo,
a quien colgaban las tripas
casi, casi por el suelo;
Lobato le hizo un buen quite
luciéndose en el galleo,
Oropeza en otra puya
también perdió su podenco,
y de Oropeza y Santín
tomó seis varas, sin mérito.
Por la señal consabida
García (el Banderillero)
salió a ponerle los palos,
se fue derecho a los medios
y con garbo y valentía
seguido le fue poniendo
el primer par, al relance;
el segundo fue, al trascuerdo;
tercero, a la media vuelta
y el público muy contento
lo aplaudió con mucho gusto
porque llegó a merecerlo.
Sánchez le espada tomó
con la muleta de nuevo,
tres naturales también
y el bicho ya con recelo
se dejó dar un pinchazo
que apenas le rompió el cuero,
el toro más se enfullina
más se enfullina el torero
y le arrimó a volapié
la estocada del remedio
rodando el toro en seguida
a manos del cachetero.
En resumen la corrida
si no fue de lo más bueno
no dejó que desear.
Juan Pichiclú Sopla-Fuego.[1]
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 8 de noviembre de 1885. 4 toros de San Diego de los Padres, para la cuadrilla de Bernardo Gaviño, quien por cierto, vistió de rojo y plata.
Apreciación
de la corrida celebrada en la Plaza
del Paseo Nuevo el domingo 8 del corriente mes.
Ganadería de San Diego de los Padres, propiedad
de D. Rafael Barbabosa.
Bajo una tarde nublada
y cruda como de invierno,
se comenzó la corrida
en la plaza del Paseo,
a pesar de que asotaba
del Norte muy crudo el viento;
a las cuatro y veinte y cinco
el puez, al palco saliendo,
da la señal de ordenanza
y la cuadrilla al terreno
de la lidia se presenta,
para dar luego comienzo;
después del cambio de estilo
de capotes y de puestos,
se abre el toril: se presenta
un toro bonito, nuevo,
amarillo, por lo grifo,
y bonito hasta el extremo,
de muchos pies, entrador
y con bastantes deseos
buscando capa y caballos,
de pujanza y de respeto,
como de cara y valiente,
se le presenta al momento
Merodio, y por el aire
con todo y sardina, al suelo.
Lo mismo le pasó a Mesa
y a Santín, cuyos jamelgos
todos fueron destripados
por el toro y después muertos,
quedándose de la plaza
dueño y señor en un credo;
volvió otra vez a la carga
el amarillo y, de nuevo,
la plaza quedó tan limpia
que no dejó ni un podenco,
luciéndose el animal
como feroz carnicero.
Merodio, Mesa y Santín
siempre andaban por el suelo
y era el toro tan chiquito
que entraba en los burladeros
como Pedro por su casa,
según dice un refrán viejo;
al grito de picadores,
voz del soberano pueblo,
salió Oropeza montado
en un tordillo de genio
y cuando lo vio el torete
le arremetió tan ligero,
que caballo y picador,
igual que sus compañeros
ruedan en un santiamén
al empuje de sus cuernos;
la suerte de banderillas
se anunció, y el toro entero
entre la sombra y el sol
espera al banderillero;
era este, Carlos Sánchez,
con azul y plata el terno
que vestía; y de frente
al toro le puso medio
par, a toro para uno
y a media vuelta el tercero;
suena el clarín de la muerte
y Gaviño (nuestro viejo)
que rojo y plata vestía,
le suelta un pase de pecho
despachándole a la tumba
con un pinchazo ligero
porque ya el toro las tablas
buscaba con mucho empeño.
El juez que en esta corrida
no estuvo de lo más bueno,
cuando lazaron al bicho
sin más razón al argumento
que se le pegó la gana
por su gusto y su derecho:
salió López; tira el lazo,
y ni siquiera en un cuerno
le cayó, sino en el rabo…
lo que causó gran estrépito
de risotadas y chiflas
en muy merecido premio.
Gaviño, por más que digan
que es un excelente diestro,
aprovechó con gran maestría
este nuevo contratiempo,
y dio una buena estocada
al torete recibiendo
que a poco rato se echó;
pero vino un puntillero
tan malo, a dar el cachete
que tan sólo el toro al verlo
se volvió pronto a parar,
porque el hombre metía miedo,
pero como la estocada
fue dada por un maestro,
el toro volvió a rodar
muriéndose desde luego;
aparecen las mulillas
al corral lo condujeron
y quedó lista la plaza
para el otro y su toreo.
SEGUNDO.
El mismo color también,
muy bonito, cari-negro,
salió sin castigo alguno
pues al salir, no pusieron
los locos divisa alguna;
diez y ocho arrobas lo menos,
salió corriendo la plaza
valiente, corniveleto,
tres verónicas le dio
Carlos Sanchez al momento;
Oropeza buscó al bicho,
le dio un piquete ligero
y en el quite Carlos Sánchez
con verónicas de nuevo
volvió a lucirse el muchacho,
pues todas fueron de mérito;
el torete parecía
que cogió a la muya miedo;
de Santín tomó una blanda,
otra de Oropeza, luego,
en que salió su sardina
desbocada en el momento
como chispa que en los aires
se apaga en otro elemento;
tomó tres o cuatro puyas
que de gusto carecieron
y en el quite de la última
casi a punto estuvo el viejo
de Gaviño de caer
del torete en los dos cuernos,
si no es la serenidad
con que tomó el burladero;
los clarines anunciaron
banderillas; Genoveva,
que azul y plata vestía,
tomó los palos y luego
el toro le puso una
con la suerte del trascuerdo,
el toro desconfió ya,
receló, y con grande miedo
ya no buscaba la suerte;
pero siempre Genoveva
se decidió a colocarle
dos pares más por lo menos,
y colocándose en suerte
le puso un par al cuarteo
tan bien puesto, que son pocos
las buenos banderilleros,
que puedan ganarle a este
en ese par por lo menos;
con otro a la media vuelta
toditos a cual más buenos.
Tocan a muerte y salió
Carlos Sánchez al momento
con su muleta y espada
a buscar al cari-negro:
le soltó tres naturales
muy cerquita de los medios
otros tres en la barrera
y un mete y saca soberbio,
hasta la cruz de la espada
como Calos sabe hacerlo;
el público pidió a voces
le dieroan el toro luego
al matador, porque había
dejado su honor bien puesto;
pero el juez, que en esta tarde
estuvo tocando el cuerno,
después que el toro se echó,
el maldito puntillero
en vez de dar el cachete
levantó al toro, con esto
el Soberano y buen juez
mandó lazar al torero,
al toro, y a todo el mundo
¡como él no tenía riesgo!
En fin, de la tauromaquia
la ley pisando en el suelo
lazaron al toro y muerte
le dio siempre el puntillero,
quedando lista la plaza
para lidiar el
TERCERO.
Salió del toril buscando
igual que sus compañeros
con ganas de entrar a vara,
cornialto del izquierdo,
amarillo, buenos pies,
y como los otros, crespo;
venía el toro la plaza
con muchos pies recorriendo
cuando se encontró con Meza
y Gregorio al mismo tiempo,
quienes tropiezan los dos
con sus dos malos podencos
y el toro les arremete
con tal bravura y tal genio,
que armó la de San Quintín,
puesto que los dos al suelo
cayeron en dos por tres,
armándose tal jaleo
que Merodio se paró
montado ya en el pescuezo
del caballo, que corriendo
perdió hasta la montura
los estribos y hasta el freno.
Por otro lado iba Mesa
como el demonio corriendo;
esto fue de sensación
porque no siempre el toreo
presenta estos espectáculos
de choques entre jamelgos;
Mesa se repone un poco
se acomoda en su podenco
y busca al toro que viene
de coraje siempre lleno
y por el aire veloz
va Mesa en un burladero
a dar un golpe mortal
quedando el caballo muerto,
lastimándole una pierna
y dislocándole un brazo.
(Aquí por honra del arte
una observación haremos)
Mesa salió lastimado
de una pierna y ni un torero,
ni nadie se le arrimó
a prodigarle un consuelo;
solo, atravesó la plaza,
solo, buscó un burladero
y solo llegó a la puerta
que se la abrieran pidiendo;
esto demuestra una cosa
y es, que malos compañeros
sus deberes no llenaron,
sus deberes no cumplieron
ninguno de la cuadrilla;
quiera para ejemplo el cielo
no llegue a necesitar
de auxilios, en caso idéntico,
y que cumplan como amigos
en los casos como estos.
Y al veterano Gaviño
con interés recomiendo,
enseñe la caridad
a toditos sus toreros.
Volvamos pues con permiso
señores a nuestro cuento:
tomó el toro varias puyas
y destripó en un momento
cinco sardinas, que pobres
en el acto sucumbieron;
Oropeza, que es muchacho
muy templado, vino al suelo,
y parándose en seguida
su caballo defendiendo
valiente al pie del cañón
como muere un artillero
al torete desafió
picándolo en descubierto
pie a tierra, como el Cid
campeador, no pudo hacerlo;
allí, cinco o seis piquetes
cara a cara y sonriendo
le puso al toro amarillo,
que le bramaba embistiendo,
queriendo alcanzar a un hombre
de arrojo tanto y sin miedo.
La plaza se vino abajo
su heroicidad aplaudiendo
y el público a una voz:
Que regalaran pidieron
el toro a aquel picador
que bien llegó a merecerlo;
pero el juez, que como he dicho
no conoce del toreo
ni de la misa la media;
se hizo el guaje, como es, creo,
y olvidando sus deberes
olvidó también el premio:
Santín puso buenas puyas,
y la plaza sin jumentos
quedó dos veces seguidas
y el toro amo del terreno;
el público grita y grita
mas picadores pidiendo
y el juez dando gusto al toro
caballos le fue trayendo,
lo que dio por resultado
que el amarillo en extremo,
se descompuso a las suertes,
de muerte y banderilleo;
volviéndose receloso
como sucedió en efecto.
Lobato, que es un muchacho
de experiencia, solo medio
pudo ponerle de frente,
otro medio en un cuarteo
y medio a la media vuelta
a toro parado o menos.
Estaba este toro ya;
pero mucho, descompuesto,
y Bernardo, que en el arte
ha sido siempre el primero,
recurrió con gran maestría
a los últimos extremos,
y se decidió a matar
al animal recibiendo.
Ni un solo pase le dio,
sino que se fue a su encuentro
y por todito lo alto,
como no saben hacerlo
muchos toreros de fama
dio tal estocada el viejo
que rodó como pelota
el toro por el terreno;
lo que le valió las palmas
al simpático torero.
CUARTO.
Como sus antecesores
del mismo color y pelo,
salió un poco receloso y bando para el acero
y toro fino y de ley
la plaza iba conociendo,
cuando el juez de sus pistolas
mandó lo metieran dentro.
-¿Qué le pesaba a ese juez?
que nos digan, por San Telmo,
porque nunca aquí se vio
nadie como este fullero.
Cinco piquetes tomó
(no el juez) el toro, que entero
lo lazó luego González
que es en el lazo maestro,
y a un señor López que es
como el juez de majadero
le chiflaron en el peal
cada vez que intentó hacerlo,
en fin, a la media hora
lo metieron al chiquero
a pesar de que era toro
como los otros de bueno,
en tanto vino la noche
¡y el cuarto? pues ni remedio!
¡no hubo toro en el toril!
y ya oscuro, salió un negro,
no por la puerta de siempre
por la de los carniceros;
cuyo animal no veía
ya, ni caballos ni toreros
¡y vuelta con este juez!
tocó a banderillas. ¡Cielos!
¡pues qué, no vez, angelito,
que ya no se ve y que negro
es el toro, y matará
al pobre banderillero!
¡Que le pongan una multa
a este juez por ser tan diestro!
o que coloque los palos,
gritó en el instante el pueblo;
otros decían, que lo echen
en vez del torito negro
y la gente de la plaza
se fue muy triste saliendo
cuando una buena corrida
la empresa nos fue cumpliendo.
ya no hubo pantomima
ni nada, que al puro infierno
debe ese juez presidir
si es que hay toros como creo,
donde será espectador.
Juan Pichichá Sopla-Fuego.
NOTA.
No fue culpa de la empresa
que haya habido tanto enredo,
sino del juez, que es un juez
como ninguno, estupendo;
esta es la verdad del caso
y lo afirma
Sopla-Fuego.[2]
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 15 de noviembre de 1885. Bernardo Gaviño y cuadrilla. Lidia de toros de San Diego de los Padres.
Reseña
de la corrida de Toros verificada en Puebla
en la Plaza del Paseo Nuevo el Domingo 15 de
Noviembre de 1885.
El domingo amaneció
de nubes el cielo lleno,
augurando mala tarde
pues amaneció lloviendo;
sin embargo a medio día
las nubes se desprendieron
con dirección hacia el Sur
y el cielo limpio y sereno
presentó otra perspectiva
y abrió la tarde en un credo;
la gente entusiasta siempre
a la plaza del paseo
se dirige, y a las cuatro
minutos, que no cuento
si mi reloj no anda mal
dio la corrida comienzo.
PRIMER TORO.
De nombre (el curita)
salió, josco, buscador,
de pies, cinco años lo menos,
recorrió toda la plaza
sin detenerse un momento;
Carlos Sánchez se lució
con navarras y capeo
y al salirse de la capa
de Carlos y como huyendo,
tomó una vara de Mesa
muy blanda; flojo al acero,
tomó tres o cuatro más
bufando, como un Bucéfalo;
Merodio le puso una
que vino a dar en el suelo,
otras tres de Mesa, flojas
de Merodio dos, muy buenos,
y dos de Mesa también
después tomó muy ligeros.
A las banderillas tocaron:
Carlos con vestido negro
le puso con mucha gracia
el primer par al cuarteo,
el segundo a topa toro
y a media vuelta el tercero,
dejando al público todo
complacido y satisfecho;
el señor juez que si sabe
sus deberes, tocó luego
a muerte, y Gaviño
azul y plata vistiendo,
después de tres naturales
de un mete y saca tremendo
lo mató, para entregarle
en manos del puntillero,
a quien dicho era de paso
deben nombrar cachetero
para todas las corridas
pues desempeña su empleo,
aquí, ni mulillas hubo
pues cayó el toro en el centro
de la puerta donde están
los señores carniceros,
los que luego lo jalaron
para quitarle el pellejo:
la plaza volvió a su estado
y el segundo da comienzo.
SEGUNDO.
De nombre (sumidero)
muy garboso, bien formado
chico, de color muy negro
salio siempre receloso
y como teniendo miedo,
no hacía caso de caballos;
notamos que al lado izquierdo
había una contractura
que le quitaba gran mérito
al torete, que era fino
de la raza de San Diego.
El público pidió el lazo
y el señor López (de cuerno)
que ya nos tiene cansados
por su mal comportamiento,
recibió sus buenas chiflas,
hasta que González, diestro
como lo es sin disputa
templado y hombre completo,
lo lazó divinamente
y lo metieron adentro
quedando lista la plaza
en espera del:
TERCERO.
Josco, listón, pelo grifo
de pies y blando al acero;
tomó diez y nueve varas,
voluntarioso en extremo;
diez del valiente Oropeza,
nueve de Santín; con esto
el juez tocó a banderillas,
que este bicho fue violento.
Con traje encarnado y oro
el amigo Genovevo
le colocó sus dos pares,
muy bien puestos al cuarteo,
con otros a la media vuelta
no sin trabajos, que el diestro
apuradillo se vio
para completar su terno.
De espada y muleta sale
armado Carlos y luego,
le mete tres naturales
con otros cuatro de pecho,
dando por todo lo alto
un floretazo muy bueno;
como el toro no se echaba
lo lazaron al momento
y acabó el pobre su vida
en manos del cachetero.
CUARTO
De nombre (Barba azul).
Salió valiente a la plaza
josco también, chino el pelo
como tirando a morado,
de buena estampa y aliento,
de muy buena cornamenta
y veinte arrobas lo menos;
tomó una puya algo floja
de Merodio, que violento
se salvó, porque es jinete,
si no, seguro va al suelo;
se encara luego con Mesa
y solo con el aliento
al picador y al caballo
medir les hizo el terreno,
lo que causó mucha risa
en el soberano pueblo;
el morado comprendió
su misión, y en un momento
se decidió a no dejar
en la plaza un traste quieto;
Merodio que es un muchacho
que tiene su genio también
le puso dos buenas varas
del redondel en los medios,
Mesa luego se entusiasma,
busca la suerte y adentro
se le mete el toro bravo
cual demonio del infierno,
destripándole el caballo
en menos que yo lo cuento;
se vació el animalito,
su mondongo repartiendo
por la plaza, cual si fuera
un salón del matadero,
quedando exánime al punto
tan desgraciado jamelgo.
sale Oropeza al instante
del animal al encuentro
y a su muy flaca sardina
el mismo acontecimiento
le sucedió espirando
también a pocos momentos;
tomó doce puyas más
con ganas, y tocan luego
la suerte de banderillas
y salió el banderillero;
este fue el joven Lobato
de origen Orizabeño,
que es muchacho que promete
en el arte del toreo,
su traje era rojo y plata,
tres pares puso al encuentro
como los ponen los hombres,
es decir, palos bien puestos
y se lució con el toro
como se luce un torero;
esto le valió a Lobato
muchas palmas y sombreros
y vivas, con su diana,
y de la sombra dinero
y a más el toro pidió
al público, y se lo dieron.
Los clarines de la muerte
anunciaron otro juego,
y Carlos Sánchez salió
para quitarlo de en medio;
le dio diez pases seguidos
naturales, seis de pecho,
y un volapie de recursos;
lo remató el cachetero
y las mulas por el toro
en el momento vinieron;
pero quiere la desgracia
que al jalar Uno las mulas los triperos)
sin el toro las mulillas
jalaron y fue un estrépito
de chiflas tal, y algazara
hasta no enganchar de nuevo;
ya por la segunda vez
su torpeza corrigieron
y se llevaron al toro
como a nosotros adentro.
QUINTO
De nombre Licenciado.
Salió como un licenciado
sale con pena o contento
del palacio de Justicia
meditando el complemento
con que ganar un litigio
que le de fama y provecho;
reposado, observador
(como que sabía derecho)
no corría, paso a paso
fue la cosa conociendo
y que no tenía salida
de ese círculo en el centro
comprendió seguramente;
bonito y de color negro,
la divisa que era larga
y casi llegaba al suelo
no le gustó y pateaba
de coraje por lo menos;
tomó de Oropeza seis
varas con gusto y genio,
y otras siete de Santín,
algunas tomó en los medios
total, a las trece varas
Oropeza a su podenco
desensilla y monta en pelo
en los momentos terribles
en que el toro de ira ciego
destripa el galgo a Santín
que rueda con su jamelgo:
Vuelve el toro sobre él,
(mejor dicho sobre ellos)
a tiempo de que Santín
logra deshacerse luego
de los estribos y galgo,
a quien tirado en el suelo
despanzurró el toro aquel
cebándose e introduciendo
por cinco veces seguidas
en su panza los dos cuernos
que buscaba al picador
con ganas de deshacerlo;
el toro se fue en seguida
a donde el caballo muerto
había estirado las patas
y allí comenzó de nuevo
a meterle de cornadas
y querencia tomó luego.
El estaba en la faena
de abrirle nuevo agujero
cuando Oropeza se arrima
y le pica en el pescuezo,
levanta el toro la cara
y descubre en el momento
a tan audaz picador
a quien embiste violento
siquiera para vengarse
por el puyazo grosero;
pero Oropeza se ríe
la aguanta firme de nuevo
y el toro lleno de espanto
sale en su enojo corriendo
por tres veces la barrera
a saltar como los perros,
saltó en la sombra, en el sol,
saltó por los burladeros;
pero no tuvo salida
se conformó de nuevo;
sonó de las banderillas
del clarín el fino eco
y el público pidió a voces
otro puyazo, en los medios
Oropeza le plantó
no uno, sino un par muy bueno
lo que le valió pidieran
darle el toro como premio,
pero el juez, que por la empresa
tiene interés algún pienso
como el juez aquel de marras
se hizo el guaje y no lo dieron,
van dos toros que a Oropeza
le da el soberano pueblo
por su arrojo y bizarría
y patos se están haciendo
cuando Oropeza merece,
porque es picador muy bueno.
De banderillas al toque
salió Florentino y luego
lo coronó con dos pares
que le colocó al cuarteo
y otro par muy regular
que después le puso al sesgo.
La muerte dispone el juez
y Carlos Sánchez saliendo
con la muleta y la espada
oye al público pidiendo
que lo matara Machío,
matador de mucho mérito.
La plaza en un solo grito
pide y pide salga el diestro
y este que en la barrera
se encontraba, comprendiendo
que era una necesidad
que el público satisfecho
quedara, bajó a la plaza
entre palmas y su estrépito
tomó la espada y muleta
este excelente torero
y se fue a buscar al bicho
a la cabeza derecho,
era de ver la maestría
la serenidad del diestro
quien jugaba con el toro
como yo pudiera hacerlo
con un perro de Chihuahua.
¡Qué elegancia! ¡Cuánto esmero!
No movió el hombre los pies
para nada, esto es muy cierto.
Trató al toro, con finura
tal, que ni un caballero
a una dama trataría
en un estado (el ejemplo
que me parece hasta impropio
y con mucho de grosero)
me dispensarán las bellas
que haga uno de esos términos,
que no es mi ánimo herir
a ese delicioso sexo.
Y con mano soberana
tres naturales completos
[allí no olimos a ambar
los amantes del toreo)
cuando Oropeza se acerca
con su garrocha y en pelo
me le planta seis puyazos
al animal, conteniendo
con mano firme y segura
como si fuera de hierro
la pujanza y la bravura
del toro terrible y fiero
le dio, y tres pases más
con elegancia y de pecho
y la mano de muleta
se compuso tan violento
que parecía una cabra
según lo estaba poniendo
el simpático Machío
torero entre los toreros.
Después de otros pases más
todos a cual más maestros
se paró a media vara
de la cabeza y los cuernos
y llamó al toro con garbo
para darle recibiendo
por todo lo alto una
estocada, de gran mérito;
era de ver la postura
el arte y todo aquello
que a un público inteligente
entusiasma en un momento.
El simpático Machío
demostró que su toreo
es tan solo con los bravos
que es como causa recreo.
Le dio otra estocada más
de la misma clase y género
que le metió hasta la mano
en dos segundos o menos.
la sombra vitoreaba
con animación al diestro
y su nombre una vez más
quedó cual siempre bien puesto.
Arrastraron al torete
y la mojiganga luego
se preparó y se presenta
en el redondel el
SEXTO.
(De nombre enterrador)
Quien se encontró a su salida
con un castillo de fuego
representando la tumba
de doña Inés según creo
de Don Luis Mexía también
del Comendador Don diego
a quienes huía el toro
teniendo a la mente miedo.
Lobato que a Don Juan Tenorio
representaba completo
le puso algunos puyazos
a la verdad todos buenos.
No lució esta mojiganga
por ser ya noche y el pueblo
se bajaba al redondel
en confusión, siendo esto
lo que el gusto le quitara
al último toro, el sexto.
Había una de pinacates
que parecía el infierno,
y es preciso corregir
los abusos de este género;
ya de noche sólo vimos
a Oropeza que al cuarteo
puso un par de banderillas
lo que se llama bien puesto,
otro puso uno vestido
de demonio, que no encuentro
quien pueda ser por ahora
pero los pasó al cuarteo,
y Lobato ya sin luz
mató al bicho, y no miente
supongo que no fue el
sino el soberano pueblo;
lo que debe disgustar
a este muchacho, es bien cierto
cuando lo hubiera matado
con mucha gracia y salero.
En resumen, la corrida
fue de lo muy poco y bueno
la empresa cumplió muy bien
y cumplieron los toreros,
cumplieron los picadores
los toros no fueron menos
y todo el mundo salió
complacido y satisfecho.
con que hasta el Domingo entrante.
Juan Pichiclú Sopla-Fuego.[3]
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 29 de noviembre de 1885. Espléndida corrida para esta tarde. Beneficio del decano de los toreros de México, Bernardo Gaviño.
PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. El empresario Joaquín Camacho contrató a José Machío en las últimas funciones (6, 13, 19 y en la que se lidió ganado de San Diego de los Padres, el 26 de diciembre. En total, 4 actuaciones) que trabajó la cuadrilla de Bernardo Gaviño, los toros que se lidiaron dieron mal juego, por lo que Joaquín Camacho acudió a Toluca a arreglar con el Sr. Rafael Barbabosa propietario del ganado, la contrata de los toros de San Diego de los Padres.
El arte de la Lidia, año II, Nº 8, del 20 de diciembre de 1885.
Concluyo evocando la dichosa vejez del célebre espada Bernardo Gaviño, quien dejó una estela de recuerdos en el México taurino y decimonónico que hoy, a poco más de 130 años vuelve a recuperar sus aires de grandeza, luego de haber encontrado, en el arcón de los recuerdos esa imagen que afortunadamente no se ha diluido. En todo caso, adquiere mayor relevancia gracias a que la memoria se mantiene viva, y mientras tomamos en nuestra mano la pequeña imagen, ha sido posible también magnificarla con todo ese cúmulo de registros que dan cuenta de sus últimas gestas.
[1] El Arte de la Lidia. Año II, Nº 3, 3 de noviembre de 1885, p. 2-3.
[2] El Arte de la Lidia. Año II, Nº 4, 15 de noviembre de 1885, p. 2-4.
[3] El Arte de la Lidia. Año II, Nº 5, 22 de noviembre de 1885, p. 3-4. Según los redactores de este periódico, a la reseña aquí recogida, se le llamaba en su época “revista en verso”.