SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (NOVENA PARTE).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (NOVENA PARTE).

    Otros fueron los intentos de prohibición ocasionados por remedos de toros, como los de Nopalapan cuando el 1° de diciembre de 1889 en la plaza “Paseo” y en ocasión del beneficio de Manuel Hermosilla, el desorden irrumpió desquiciando al público asistente, indignado de tal espectáculo y poniendo las cosas al rojo vivo.

   Recién llegado a México el torero sevillano José Machío «competidor de Lagartijo y de Frascuelo» se presenta en el Huisachal. Un año después hará lo mismo en Tlalnepantla. Los toros, que fueron de Atenco apenas cumplieron y el diestro estoqueó bien a su primero, solo estuvo mediano con los otros llegando a dejar vivo al cuarto porque se defendió humillando y alargando el cuello al entrar á la suerte».

   Dejó aquí una primera evidencia de la presencia española en México, en la ya plena decrepitud de Bernardo Gaviño.

   Esto es apenas un vistazo a la actividad taurómaca en las cercanías de la capital del país, durante el receso obligado de casi 20 años. Pero, inquieta saber qué pasaba en el resto del país, cuáles maneras de torear se practicaban y por quién; así como la forma de entender la aceptación o rechazo que tuvo todo aquel contexto de la fiesta y como fue sublevándose cada vez más, hasta considerarse una auténtica muestra del nacionalismo taurino.

   Entonces, diestros como Lino Zamora, Ignacio Gadea, Pedro Nolasco Acosta, José de la Luz Gavidia, José María Hernández «El Toluqueño», Jesús Villegas «El Catrín», y muchos más, desarrollan un toreo provinciano, que parece gozar de una evocación propia de las descripciones románticas.

   Para contar con precisión en las apreciaciones de aquel toreo, el juicio del Dr. Cuesta Baquero es importante, pues es quien vive de cerca esa época. Nace en 1864, en 1885 -cuando publica sus primeras visiones taurómacas-, el espectáculo proyecta aquella intensidad solo afectada a raíz de los cambios de 1887 en adelante.

CARLOS CUESTA BAQUERO_HISTORIA DE... VOL. I

He aquí la carátula de la obra del Dr. Carlos Cuesta Baquero: Historia de la tauromaquia en el Distrito Federal (1885-1905), proyecto editorial ambicioso de suyo, que lamentablemente no pudo concluir. Véase: http://www.bibliotoro.com/index.php (Biblioteca “Salvador García Bolio”). Centro Cultural y de Convenciones “Tres Marías”. Morelia, Michoacán.

    Él mismo se encarga de advertirnos que

 La anterior generación, nuestros padres, no iban á las corridas para examinar de estética y geometría, sino tan solo para admirar y entusiasmarse con lo que juzgaban valentía y destreza.

   Tan generalizada, y con tal convicción, estaba la idea de que para saber de toros era necesario ser caballista que por no serlo los toreros españoles se les dirigieron cuchufletas, y por no saber charrear, como lo sabían la mayoría de los matadores aborígenes, se creyó que eran incapaces de torear y que a los primeros intentos serían víctimas de las reses.

   Y es que francamente el espectáculo refugiado en provincia era algo, que a nuestros ojos resulta de lo más extraño, pero que en la época así se manifestaba, ya que dentro de su desarrollo se intercalaban en la corrida misma, después del segundo y tercer toro, por ejemplo, un jaripeo con yeguas salvajes. Entre aquellos que dominaban tal suerte se encontraba Manuel González Aragón, diestrísimo enlazador, así como los imprescindibles Nolasco Acosta, Ignacio Gadea y Ponciano Díaz.

   Ahora bien, si en España el toreo se sucedía como espectáculo sin trabas de ninguna especie, en él todavía se manifestaban factores que pueden tener parecidos con el tipo de fiestas desarrolladas en México. Si las corridas mixtas se realizaban en España, en nuestro país había mojigangas y castillos de cohetes; así como otra cantidad de ingredientes diversos. Bajo ese entorno no se podía dar un síntoma de opinión que originara estudios o crítica hacia algo que sí encontrará distinta condición de 1887 en adelante.

CARLOS CUESTA BAQUERO_HISTORIA DE... VOL. II

Poco tiempo después, saldría “publicado” un segundo volumen de aquella seductora idea de Roque Solares Tacubac. Helo aquí. Lamentablemente, una circunstancia que le molestó cuando fue a visitar la imprenta donde se editaba tal volumen, provocó en él tal molestia que terminó retirando la obra, cuando apenas estaban formados tres libros, de los cuales sólo se contaba con la mitad del trabajo ya impreso, de ahí que, con el paso de los años, se convirtiera en una rara pieza bibliográfica. Véase: http://www.bibliotoro.com/index.php (Biblioteca “Salvador García Bolio”). Centro Cultural y de Convenciones “Tres Marías”. Morelia, Michoacán.

    En su gran mayoría quienes participaban eran lidiadores de campo, vaqueros de gran agilidad corporal y temeridad pero sin una escuela o un estudio que avalara sus quehaceres cotidianos. De lo que sí era un hecho, es la forma en que aquellos toreros asimilaron mucho de lo expresado por Gaviño, imitaron lo que le veían hacer.

 y los otros lidiadores mexicanos que después han estado en los ruedos (hasta 1884), fueron en gran mayoría, porque solo Jesús Villegas hizo la excepción; discípulo del torero de Puerto Real.

    La fuente que ahora me apoya, explica otros fundamentos como son los de la creación de una escuela mexicana del toreo -en cuanto si la hubo o no-. Para dicha «institución» no cabe a Gaviño el papel de fundador, sino que se atribuye a los toreros mexicanos de antes y después de Bernardo, o contemporáneos a él.

 Porque Gaviño al ser maestro no podía enseñar sino lo que había aprendido, el toreo español; que no perdía la nacionalidad porque fuera practicado por mexicanos.

    Y en su momento se indicó que los públicos asistentes al espectáculo no gozaban de educación taurina, por lo que una apreciación vertida por ellos, o era falta de elogio, de censura o de rigor. Pero se resalta que de 1885 en adelante, básicamente en la plaza El Huisachal y entre los concurrentes al departamento de sombra había un grupo de aficionados que evolucionaban, que ya tenían nociones de lo que era el toreo moderno. Sin embargo la reacción singular a todo esto surgirá en 1887.

   Debió manifestarse por entonces un propósito de desvinculación, que pondría fin al largo ciclo de la influencia de Gaviño, y

 Para destronar a la sexagenaria escuela en que se había formado la afición, para destruir los ideales y preocupaciones que había creado, la nueva tenía necesidad absoluta de dos factores: el tiempo, porque la evolución no es repentina, y apóstoles teóricos y prácticos, para que los primeros por medio de la Prensa, en las reseñas predicaran y difundieran la doctrina y los segundos practicándola en los ruedos demostrarán que no era ensueño, que no era quimera.

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