A TORO PASADO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
APUNTES A LA ACTUACIÓN DE JOSÉ TOMÁS, ARTURO MACÍAS y OCTAVIO GARCÍA “EL PAYO” CON UN ENCIERRO DE TEÓFILO GÓMEZ, LA CUAL TUVO LUGAR EL 18 DE ENERO DE 2009 EN LA PLAZA DE TOROS “MÉXICO”.
En efecto, y como dice el estribillo de la famosa zarzuela de La verbena de la paloma: “…los tiempos cambian que es una barbaridad”. Lo anterior, viene a propósito de la acelerada composición o descomposición, -como quiera vérsele- del momento actual donde la humanidad toda se ha desatado en diversos cambios de comportamiento. Los hay muy ligeros y también bastante radicales. En ese sentido, el apoyo mediático, pero sobre todo el que de forma virtual se da por la Internet, consolidan los que serán nuevos patrones de actitud, de pensamiento y hasta de filosofías que habrán de permear en diversas sociedades ya no sólo al grito de la moda; sino de la imperante necesidad de hacerse de esas manifestaciones en cortos o medianos plazos, sin permitir tampoco que se conviertan en un ciclo terminado, puesto que ya están arribando otras influencias que debe asimilar rápidamente la sociedad de consumo y el ser humano sujeto a esas condiciones.
Por ejemplo, lo que vimos en la que fue la décimo cuarta corrida de la temporada tuvo infinidad de detalles que ornamentan un nuevo tipo de puesta en escena (quizá se trate de la tauromaquia como aplicación de los principios técnicos y estéticos llevados a su más reciente actualización); por tanto, nos conducen a identificar el conjunto todo de nuevas aplicaciones. En conclusión, acostumbrados a los convencionalismos más tradicionales, se dejaron ver esas cosas que marcan la diferencia.
Vimos por ejemplo aquello que tiene que ver con la marcada diferencia de condiciones económicas, pues si bien los tendidos numerados se llenaron a su máxima capacidad, el general en sol y sombra apenas registró una entrada regular. Este tipo de situación nos dice que la economía ha mermado a una clase social baja y que los precios puestos a consideración por la empresa, si bien cercanos al valor de un salario mínimo, dejan ver lo que cuesta defender ese salario, en aras de no desequilibrar al que puede ser sostén de una familia. Ir a los toros resulta caro en estos tiempos, sobre todo para esa familia en pleno derecho de divertirse, pero que le es inalcanzable la opción de los toros, por lo que el proletariado es una clase en extinción, por lo menos en los tendidos de la plaza. Ahora bien, y ya entrados en materia de la lidia, llamó la atención el hecho de que la ceremonia de confirmación de alternativa se pareció más a un ritual más que desconocido en cuanto al hecho de que los tres espadas no se destocaron nunca de la montera, pero tampoco vinieron los abrazos efusivos, sino un simple apretón de manos. No se si en el pasado ésta era una práctica común, y apenas unas cuantas fotos nos permiten confirmar tal cosa, aunque no de manera absoluta. El tipo de ganado que salió por chiqueros, fue un conjunto equilibrado de condiciones tan semejantes como preocupantes en cuanto al hecho de que el encierro del ya fallecido Teófilo Gómez no fue un dechado de presencia, aunque privara como común denominador la fijeza, la nobleza (tirando a sosería y mansedumbre), así como al hecho de que a todos les faltó gas, empuje y pasaron la suerte de varas con apenas un refilonazo por toro. Esto marca una diferencia, grande y grave pues los picadores sólo cumplieron con el requisito pero no combatieron… y eso es preocupante.
En el análisis de cambios aquí planteado, uno de los aspectos que fueron notorios fue el de la ejecución de un toreo de capa perfectamente depurado, lo mismo que ocurrió con la muleta. Las tauromaquias de José Delgado y Francisco Montes, a mi parecer quedaron superadas por lo menos en su condición más primitiva, tal y como venían siendo aplicados los cánones de cada uno de sus preceptos. Tal no es otra cosa que haber alcanzado un nuevo estadío de condiciones, actualizadas, poco más modernas pero que no se alejan tampoco una distancia tan importante de su principio original, anacrónico en sí mismo y que se atiene al hecho de tener que sumergirse en un largo, largísimo recorrido por la noche de los tiempos hasta llegar a su génesis fundamental: el sacrificio y muerte del toro como significado central de la fiesta.
Por ejemplo otro de los cambios que observamos en forma notoria fue el de que el tercio de varas se pasó con el mínimo de castigo, meros refilonazos que se concretaron al sentido de sangrar y sólo sangrar los lomos de todos los ejemplares del encierro, y donde perdimos la oportunidad de observar un puyazo, un mínimo de empuje, de la anhelada espera que todo ganadero que se precie tiene en ver llegar ese momento en que sus toros se enfrentan al enigma de si el esfuerzo de tantos años ha valido la pena. No en balde la calificación de “toros comerciales” les valga el hecho de haber perdido un importante peso de valor y de significados de la tauromaquia en su conjunto.
Me conecto al mundo virtual y la primera gran sorpresa es un correo que me envían desde París. Viene acompañado de una pregunta desesperada: ¿Dime como fue…?
París, 19 de enero de 2009
Anoche no podía ni dormir de imaginar la Plaza… solo al ver por la ventana de mi recámara miraba el viento frío que hacía, yo no estaba en París, te lo juro!
¡Por favor cuéntame como lo viviste y a través de tus palabras sentiré el ambiente de la corrida!
Un abrazo
Mary Carmen Chávez Rivadeneyra.
Aquí mi respuesta.
Estimada Mary Carmen:
Lo que vimos ayer fue una plaza rebosante sin más, ni tampoco el lleno esperado, a pesar de que el sólo nombre de José Tomás equivalía, sin lugar a dudas al indiscutible poder de convocatoria que supone un torero de su categoría.
José Tomás, que si no se le reconoce, se le conoce hasta fuera del ruedo. Disponible en internet, febrero 8, 2015 en:
http://www.zimbio.com/pictures/BVTkYFEkjIF/Jose+Tomas+Receives+Paquiro+Award/rLMQ62tJm5C/Jose+Tomas
El encierro de Teófilo Gómez parejo en presentación y juego (justos de trapío, parejos en la lidia, sin nada extraordinario que una nobleza tirando a la mansedumbre más rotunda). José Tomás cortó dos orejas, merecidas y sin discusión, a pesar de cierta mezquindad y resistencia surgidas desde el palco del juez de plaza. Sus composiciones fueron dechado de mando y soberbia, luego de que puede definírsele como el mejor en muchos sentidos -a pesar de los «ismos» siempre polémicos-. Sin las aberraciones protagónicas que podría utilizar para una puesta en escena más dramática, su ejercicio técnico y estético permitieron mostrar y demostrar la capacidad para resolverlo todo en el trance mismo del peligro inminente, y de que en un par de ocasiones fue blanco de los arteros pitones, aunque sin consecuencias que lamentar. Eso es José Tomás: un dechado de tratados y tauromaquias juntos en el recipiente corporal que salió ayer vestido de azul pavo y oro, un recipiente además sensible, mayestático, pensante, resolviéndolo todo en la cara del toro y no lejos de la aspiración de otra hazaña, como para demostrar que El Cid no sólo ganó batallas por casualidad.
En ciertos momentos me recordó esas columnas griegas o salomónicas de elevada dimensión que sostienen el peso enorme en fachadas de catedrales monumentales. Quietas, soportando el tiempo en un equilibrio de siglos. Ese era José Tomás en las manoletinas. Y el José Tomás con apenas el leve espacio para el compás abierto, dibujando los naturales o aquellos otros pases con la derecha, cuyos trazos perfectos parecían los de una vía láctea mirada desde muchos años luz de distancia que permitían gozar ese paisaje admirable de un espacio infinito, que no acaba de disfrutarse, pues también fue perfume, un buen trago de vino de las mejores cosechas y aún se deletrea en las entrañas, junto a un corazón agitado, como los muchos que se agitaron ayer y se emocionaron de verlo torear tanto y tan bien.
De José Tomás me gusta su honestidad, su distanciamiento con la demagogia taurina cosa que produce una serie de especulaciones sin sustento pero que derrumba con su toreo a un puntito de llegar -como muchos otros- a esa más relajada posición donde se está más cerca del bien que del mal; y por tanto es capaz de dominar esa expresión que yo me atrevería a manejar -con las reservas del caso- de minimalismo del toreo. En sus lances son apenas punto de referencia las verónicas sin par, las gaoneras exultantes que ya no superaría, a menos que se apurara un poco, el mismísimo Gaona (y perdón don Rodolfo, pero es que las gaoneras en José Tomás ya quedaron fuera de su alcance, de no ser porque conservan su evocación). Agregaría aquí, a este repertorio básico las chicuelinas y algún otro remate obligado. Con la muleta tenemos que considerar la estructura fundamental del planteamiento original de la faena, seguido de sus naturales y derechazos sin faltar los remates, como fraseos fulminantes, como esos apuntes que ahora mismo gozo leyendo Loor al leer de Fernando Savater. Pero todo ello, como lo dicta la tauromaquia es una cosa. En los dominios de José Tomás se transforma en lo bello y lo sublime que no pocos afortunados tienen ese destino en el toreo. En síntesis, estamos viendo la summa del toreo en un torero todo aura, todo esplendor, toda capacidad que quedan demostrados en esos momentos de angustia en que sale a escena.
El Payo llegó de España demostrando que asimiló la escuela como un alumno consciente de que el patrimonio institucional debe traerle beneficios afortunados, a él y a la fiesta en su conjunto. Se sabe ya un torero a grandes escalas y creo que ese mérito lo conseguirá en la medida en que mantenga ese estilo, lo sostenga y llegue a la anhelada cumbre con suficiencia de capacidad. De él anotaría un quite monumental por chicuelinas -muy a-manzanerado– y cuyo remate fue una tremenda media verónica como canción de cuna, lenta, para dormirse en ella con el deleite de soñar y no sufrir. Evidentemente todo aquello que apuntó fue cante mayor, afectado únicamente con la espada, bajo la sentencia que dicen que dijo Rafael El Gallo: Lo bien toreao, es lo bien arrematao… y que no pudo ser bajo el dominio de Octavio García, que vino a confirmar su alternativa en curiosa ceremonia donde los tres espadas, en pleno momento del ritual, no se desmonteraron; hubo las palabras para ocasión tan especial, dictadas por José Tomás y que se cerraron con un fuerte apretón de manos. No más. Parecía aquella una vieja estampa o simplemente la forma en que el torero de Galapagar está imponiendo el retorno a ciertos rituales que se han ido pulverizando con el paso de los tiempos.
Y si El Payo es demostración formal de escolaridad, Arturo Macías El Cejas marca su raya en cierto relajamiento que se disfruta y se goza. Es un torero (quien ya superó un largo periodo de rehabilitación que lo tuvo postrado meses y que ahora quiere acabarse el mundo) que la gente y los aficionados disfrutan. Se hace querer con sus alardes que no resultan molestos, sino hasta necesarios en sus faenas. No quiero ofender el posible buen camino que se haya trazado siguiendo los consejos de maestros y que su llegada a la plaza «México» sólo sea una casualidad. No me refiero a eso. Parece que el toreo se le dio en forma natural, espontánea y sabe aprovecharlo con creces. Su planta es clásica, pero de arrebatada entrega, y más cuando Arturo se hizo acompañar de un alternante «incómodo» y otro que va camino a emparejarse con todos los que le llevan delantera. Por una estocada que tardó en hacer los efectos, y con la tensión encima, el juez terminó concediendo –una vez más y a regañadientes- la oreja que paseó bajo las notas de “La feria de San Marcos”… Y ese ¡¡¡Viva Aguascalientes!!! que retumbó dos veces lo hizo levitar otras tantas mientras daba la vuelta al ruedo este aguascalentense de valía.
Terminó la tarde en auténtico olor de santidad, cuando ya se enfilaba por la puerta de cuadrillas y en andas el gran José Tomás, alabado por los aficionados que no salían de su gozo, celebrando como a un sumo pontífice los milagros que vimos confirmar mientras otro Tomás, nada más que este nacido en Aquino y elevado a Santo nos ayudaba con su «hasta no ver, no creer», ¡y vaya que lo vimos! ¡Vimos el milagro!
De nuevo, Mary Carmen, espero que tengas con apenas este cúmulo de impresiones mal pergeñadas, una leve aproximación a lo que fue este acontecimiento del que todavía no salimos del asombro. Yo en lo personal estoy que no la creo, un poco turulato -vaya, sin caerme el veinte– para decirlo en términos más coloquiales y que me ha costado un enorme esfuerzo conjuntar, pero sobre todo poner en orden las ideas sobre lo que fueron capaces estos tres toreros. Yo no diría que fue obra de uno y nada más. Los tres lograron integrar un conjunto armónico, cada quien en su estilo, pero al fin y al cabo obtuvieron entresacar del misterio el significado de la que es, y debe ser, una tarde de toros.
Con mi enorme afecto, un saludo.
José Francisco Coello Ugalde
He aquí este apunte complementario venido nuevamente desde un gélido París mientras ya ha quedado atrás el 21 de enero:
Esta mañana fui a mi clase de pintura, gracias a toda esta brillante y detallada narrativa me sentí verdaderamente inspirada, claro que soy la única alumna de Madama Colette que pinta toros y toreros.
Me he sentido en la plaza, la imanación es más fuerte de lo que te imaginas y más en este caso en que verdaderamente estás y no estás en un punto de esta inmensidad geográfica.
Ya degusté cada lance, como ese vino de las mejores cosechas que en Francia abunda…
Recuerdo tu conferencia en donde citas la summa del toreo. Ahora lo confirmo. José Tomás es hoy en día el resultado de lo que su abuelo visualizó desde niño para un futuro, cuando le pinchaba los balones de fútbol y le ponía el capote entre las manos. ¡Qué fuerte y qué sabio el viejo!
Estoy igual que tú, sin poder asimilar tanto arte. Mañana tengo un tiempo por la mañana para ir a caminar junto al Río Sena, con estas puestas en escena más todo lo que ya vi en los portales taurinos tengo para buscar en el fondo la taza del café tantas y tantas representaciones de este figurón! Espero poder verlo en la plaza alguna otra vez…
Mary Carmen Chávez Rivadeneyra.