RECOMENDACIONES y LITERATURA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
En los párrafos que redacta Domingo Ibarra, encontramos algunos términos hoy en desuso, pero que tuvieron todavía en el momento de la publicación de la Historia del toreo connotación y contexto, dadas las condiciones en las que el toreo se practicaba en este país. Para ello era necesario un lenguaje cuyos componentes aún estaban permeados de voces rurales las que, en armonía con las existentes en el espacio urbano o que también se construían, formaban en su conjunto un particular léxico cotidiano. Por tanto es un hecho que los toros como espectáculo se nutrieran de dicho glosario, al punto que se conservó o se modificó conforme la versión más moderna de la tauromaquia y traída de España, fijaba sus dominios en México. De todo lo anterior es porque viene al caso lo que Ibarra apunta sobre la heroica experiencia de Bernardo Gaviño por territorios de los actuales estados de Durango y Chihuahua en 1844. Para ello, el uso de ciertos términos que debe haber recogido sobre aquel episodio llaman poderosamente la atención. Volvamos a la lectura.
Tercer día, por la tarde, sexta corrida en el redondel levantado para las fiestas. Comienza la lidia con toros de la Hacienda del Torreón: primer toro, grande alzada, achampurrado, fogoso, bien cornado, fue picado, tomó seis varas, dio muerte a tres jamelgos, recibió tres pares de banderillas y le dio fin Bernardo con un mete y saca después de dos pases de muleta; segundo toro, del mismo color y condiciones que el anterior y además matrero y buscador, tomó seis varas, tres pares de banderillas y una flor en la frente que después se la quitó el loco que se la había puesto; le dio muerte con dos estocadas, una alta y otra baja a volapié, Fernando Hernández, tercer toro, ceniciento ahumado, soberbio bicho, cargado, revoltoso y barrendero tomó seis varas, pero se llevó igual número de bucéfalos por lo que se paralizó la escena, la fiera se enseñoreaba con sus víctimas, el público gritaba frenéticamente ¡picadores, picadores! y no se presentaban porque ya no había caballos; por fin sale el intrépido Ignacio Cruz en un rocinante pedido a un particular, y favorecido por Bernardo con la capa, se le presenta al bicho feroz, le hace tomar dos varas con la pica a la puente del freno; pero a la tercera fue tan terrible la embestida de la fiera, que a la cabalgadura y al jinete los levantó y hechó fuera de la barrera, quedando otra vez paralizada la lid; pero el ágil Bernardo le parte con la capa al terrible animal que le recibe muy bien, juega con ella, lo emborracha, lo persigna, y le da una fuerte palmada en el hocico, gritándole ¡Quite uté de aquí! y el soberbio bicho obedeció con la mayor humildad; tomó después tres pares de banderillas que le puso de frente Bernardo, con aquel salero y gracia propia de Andalucía, siguió el lance o suerte de la muerte por el mismo gladiador, la ejecutó de la manera más sorprendente, pues no hizo más que un pase de muleta, estocó en la trasnuca a la fiera y esta cayó a sus pies con la cabeza levantada, a donde inmediatamente le puso Bernardo la planta de su pie derecho y saludó al público; cuarto y último toro de muerte, grande, capirote, de juego a plomo y rascador, tomó cuatro varas sin matar ni herir a ningún caballo, recibió tres pares de banderillas, e Ignacio Cruz le dio fin a caballo con el auxilio de la capa de Bernardo, le entró bien el toro, y recibió éste un limpio mete y saca con lo que cayó muerto.
Bernardo Gaviño, el eterno Foto: Valleto.
GALERÍA ARTÍSTICA TAURINA: BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA.
Fuente: Novedades del 16 de julio de 1913.
Llama la atención una serie de términos empleados por el “cronista” quien además de todo nos da una reseña completa de la actuación de Bernardo en Villa de Allende del Valle de San Bartolo, Chihuahua. Sabemos que por aquellos rumbos existió una hacienda, la del Terrón que suministraba toros para fiestas como las de esa ocasión. Que achampurrado es una pinta semejante al castaño o berrendo en castaño. Que ese toro salió matrero porque era astuto y desconfiado. Y si probablemente la pinta del tercero era la de un cárdeno oscuro, por eso los denominaban ceniciento ahumado. Además resultó cargado, revoltoso y barrendero, cargado, porque era un animal mañoso que se obstina en salir de donde se le tiene encerrado, es decir “aquerenciado”; revoltoso por su lidia incierta y barrendero, por ser un animal asustadizo o manso. “…á la puente del freno”, peligrosa forma de picar al toro, frente a frente del caballo del picador. Suerte de colear, actualmente en desuso. Además, el término nos lo amplía Luis G. Inclán con la siguiente explicación:
SUERTES A CABALLO. A PUENTE DE FRENO. Cuando se tiene ya la pica asegurada en la arca y solo se alza un poco, para que prendiéndola al humillar, quede cuando más, cosa de media vara de pica distante del puente del freno ú hocico del caballo.[1]
Estocó en la trasnuca es un descabello simple y sencillamente. Capirote que se distingue por tener entre cabeza y cuello pelo más oscuro que el de la capa. Y por último rascador, comportamiento de un toro que se duele de alguna herida y rascando la arena hace que esta llegue al sitio donde quedó divisa, banderillas o los boquetes de los puyazos.
El apunte nos dice que Bernardo ponía banderillas “con aquel salero y gracia propia de Andalucía”, que la “faena” consistía en uno, o dos pases de muleta, suficientes para ejecutar la “suerte suprema” y que Bernardo se lucía en desplantes aplaudidos a rabiar por los espectadores.
Y por decirlo en la forma más coloquial, “ya de filo”, Domingo Ibarra vuelve a recordarnos el escándalo de Luis Mazzantini, y hasta lo corona con un buen dibujo de su efigie, así como con unos versos que circularon días más tarde de aquel escándalo, seguramente en “hojas de papel volando”, bajo el título
DESPEDIDA
DEL FAMOSO
DIESTRO MAZZANTINI
Y SU CUADRILLA
Mazzantini, el gran torero,
de San Rafael en la plaza
hizo el fiasco más entero
por toros de mala raza.
Más valientes son los perros
de la casa de Escandón,
que aquellos pobres becerros
más cobardes que un capón…
Mazzantini ya se fue
lamentando amargamente,
el no haber hallado aquí
siquiera un toro valiente.
La corrida concluyó
a gritos y silletazos,
y a poco más también hay
una frasca de balazos.
Es muy bueno Mazzantini,
pero el pueblo mexicano
a nadie le pide nada
mientras tenga a su Ponciano.
Que donde Ponciano pinta,
por su valor y su maña,
no deja que pinte nadie
ni los toreros de España.
Donde hubo un Lino Zamora
y un Felícitas Mejía
sólo puede poner raya
el actual Ponciano Díaz.
Mazzantini conoció
el valor de un mexicano,
y por eso llamó amigo
al valiente de Ponciano…
A México ha de volver,
ese famoso español
y entonces podrá juzgarse
de su destreza y valor.[2]
Sin más ni más, pegando un enorme brinco, encontramos en la lectura la fecha del 10 de abril de 1887, día en que se inauguran dos nuevas plazas de toros, tanto la del “Paseo” como la de “Colón” mismas que describe en términos de su composición arquitectónica, no sin dejar de mencionar el hecho de que la plaza de “Colón” al compararla con el Circo Romano, y aquí la contribución de Ibarra: “…en el cual se hacía que las fieras devoraran a los hombres con cuyo horrible y barbarísimo espectáculo se divertía y gozaba aquel pueblo como hoy está pasando en la hermosa México con las corridas de toros, que corrompen el corazón y acostumbran a la juventud a ser indolente”.[3]
CONTINUARÁ.
[1] Luís G. Inclán: ESPLICACIÓN DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Edición facsimilar presentada por la Unión de Bibliófilos Taurinos de España. Madrid, 1995., p. 36.
[2] Ibarra: Historia del.., op. Cit., p. 21.
[3] Ibidem., p. 23.