A TORO PASADO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Hasta ahora, la opinión más centrada, al respecto de una nueva comparecencia de José Tomás, para el 31 de enero de 2016, es la que ha publicado mi buen amigo Antonio Petit Caro en su reconocido portal de internet “Taurología.com” bajo el título “31 de enero, José Tomás tiene ya cita para reaparecer en la plaza México” (véase: http://www.taurologia.com/enero-jose-tomas-tiene-cita-para-reaparecer–3774.htm). Petit Caro pone como telón de fondo, la predominancia de una muy mala gestión empresarial que hoy, se cura en salud con anuncio de tamaña dimensión. Supondríamos que el nivel de la próxima “Temporada Grande” 2015-2016 tenga que ir a la altura de esa sola contratación. Además, se adelantan algunos rumores al respecto de que dicha presentación se convierta en un “mano a mano” que si nos apuran a concertarlo, allí está “Joselito” Adame para el que quiera algo de él…
Por ahora, además de recomendar la lectura de la excelente nota de don Antonio Petit, lograda con un ojo crítico y abierto para este lado del mundo, pretendo retomar un par de notas que elaboré entre 2007 y 2008 respectivamente, en espera de que sirvan como un sustento más en la explicación de ese extraño personaje llamado José Tomás.
I
Notas dedicadas a Rosana Fautsch Fernández,
sabiendo que José Tomás es “su” torero.
El que un torero retorne al único espacio posible donde puede ser capaz de entregarse y hacer todo acto de declaraciones de espíritu, supone una serie de opiniones encontradas entre los diversos sectores que integran el espectáculo. Si bien, por un lado existen los casos de aquellos matadores que lo hacen cuando han llegado a una edad que llamaríamos como de no permitida y aún así responden al grado de expectación que originó su regreso. Tal es el caso en estos momentos de José Ortega Cano, quien hoy día se encuentra más allá del bien que del mal y sólo lo hace por el mero gusto de continuar en la predilección selectiva de aficionados que le ven como un icono que ha traspasado su propia época para aposentarse en esta otra como extensión perfecta de sus capacidades. Por otro lado, para un personaje como José Tomás quien ha cuidado hasta el extremo las formas de su presencia convirtiéndolas en todo un misterio, anuncia a casi cuatro años de su retirada –en plena lucidez de condiciones- que vuelve a los toros sin planes de temporadas ambiciosas. Más bien equilibradas y congruentes con ese perfil que lo lleva a no ser ordinario, a no confesarse de manera permanente ante este micrófono o aquella pluma que ansiosos uno y otra esperan para plasmar sus opiniones que se convertirían en lugar común. El anuncio de su regreso ocurre cuando la mayoría de las empresas taurinas ya han integrado sus carteles y temporadas para este 2007, salvo el caso de aquellas contingencias que habrán de ser cubiertas bajo la sentencia de que “unos las firman y otros las torean”.
El cartel en que se reincorpora el de Galapagar se traslada hasta el mes de junio y en la emblemática y orgullosa Barcelona, esa ciudad que ha sido sacudida por el arrebato de algunos antitaurinos que quieren despojarla de su peculiar sabor taurino. Es por eso que luego de estudiada la situación con reposo y hasta con cierta deliberada intención, José Tomás y su administración deciden dar el sí acudiendo a la cita en uno de los momentos más difíciles para la fiesta, puesto que esa Barcelona cosmopolita habiendo sido declarada como “ciudad no taurina”, y con la consiguiente amenaza de que su plaza se convirtiera en blanco de la piqueta o en oferta inmobiliaria con una diferente razón a la de su creación, pues justo en ese momento del más intenso de los debates, surge la decisión de un diestro que durante cuatro años y sin haber toreado fue capaz de provocar una estela de comentarios que lo mismo recordaban las grandes gestas convertidas ya en páginas inmortales del toreo moderno que sus misteriosos silencios o sigilosos movimientos y largas estancias, sobre todo en el campo bravo mexicano, sitio por el que siente especial y entrañable afecto.
José Tomás representa hoy día una de las fuerzas más atractivas al lado de los ya consagrados Enrique Ponce o Julián López que empiezan a ver cómo se desplazan de manera peligrosa Talavante o Cayetano. Así que su esperado retorno permitirá recuperar los aires de una batalla que permanecía pasmada. Faltaba la energía de ese frente que supo crear yo no se si bajo la personal consigna de ser un fiel seguidor del culto a “Manolete” o por fijarse la idea de crear el suyo propio que le va muy bien en todo este tiempo en que ha incursionado como la gran figura que es. Si durante su ausencia, otro de los grandes, José Antonio Morante, “Morante de la Puebla” ha hecho gala de buscar ser diferente a todos los de su gremio no sólo dentro del ruedo. También fuera de él, acusando en muchas ocasiones un afectado estilo de “lord” inglés o de señorito de la alta sociedad pero que le va de maravilla porque también es de esos personajes míticos (sucesor perfecto de “Curro” Romero y Rafael de Paula) que no se encuentran todos los días.
Esperemos que el arribo de José Tomás sirva como aliciente, pero también como cuña perfecta para estimular las condiciones de guerra y conflicto que se viven de manera permanente en las plazas españolas. Del mismo modo, habrá de convertirse en una pieza del confuso esquema taurino mexicano, desarticulado en su mayoría, que vive de la improvisación surrealista más perfecta de que se tenga memoria. Si en su momento la despedida de Rodolfo Rodríguez “El Pana”, que en realidad se convirtió por azares del destino en gozoso retorno provocó la llegada de unos aires de refresco a la fiesta de toros en México, es entre los aficionados un abierto deseo de que este sea un síntoma capaz de permanecer el tiempo que le queda a tan polémico personaje. Para el caso de José Tomás que es muchos años más joven, diría que lo es por lo menos en la mitad de la existencia del tlaxcalteca, ojalá resulte todo un éxito en la medida de que viene soportado por una campaña mediática que ya se encargará de agitar el “cotarro” hasta el punto en que existan a cada momento motivos de provocación y arrebato en cuanto haga sus nuevos pronunciamientos de la tauromaquia “Tomista”.
Disponible en internet, agosto 18, 2015 en:
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/05/12/toros/1305203064.html
Foto: Javier Barbancho.
Personalmente le he visto tan poco que no tengo forma de hablar o escribir sobre su estilo o concepto de torear, pero cuanto se habla de él es la manera de entender esa natural conmoción que ha despertado a medio mundo tan luego se dio la ansiada como esperada noticia. Ya celebran en España esa decisión que sirve para intensificar una temporada que se antoja emocionante en todos sentidos. Creo que José Tomás es un personaje muy inteligente que no sabiéndose infiltrar en los medios sin dar motivo para noticias escandalosas, ahora lo hace a la luz de una clara conciencia de lo que significa retomar el mando para borrar todas las especulaciones posibles así como despertar la otra conciencia, la de aquellos que piensan que el toreo es un fenómeno que pronto debe desaparecer. Y es que está ahí, incrustado en la mismísima entraña de la cultura española al grado de que ha pervivido, incluso en tiempos como los actuales, donde se debate permanentemente la conveniencia de estimular aún más su justificada tradición o cuestionarla con el consiguiente deseo de exterminio.
Este retorno significa muchas cosas más que la simple reaparición de José Tomás en Barcelona. Tiene muchas otras razones que con el paso del tiempo servirán para reivindicar la postura estética o técnica que ha alcanzado la tauromaquia en este siglo XXI con uno de sus mejores exponentes, quiérase o no. Ante la gama de otros nombres ya mencionados aquí, se suma uno de sus representantes más emblemáticos, pero también más pertinentes para justificar todas estas razones que servirán, como ya dije, para una larga discusión, siempre tan necesaria en momentos de polarización extrema. No me quedo con las ganas de reproducir lo que a unos pocos días de este anuncio publicó el periodista Antonio Caballero en El País.
La lidia / Desde el otro lado del Atlántico.
El regreso de la tragedia.
Vuelve a los ruedos José Tomás, a casi cinco años de su intempestiva retirada; y los tomistas no sabemos muy bien si debemos sentir entusiasmo o temor. Quiero decir: sentimos a la vez las dos cosas. Entusiasmo porque lo recordamos, y temor porque de sobra sabemos que cuando un torero retirado vuelve –y todos vuelven- no siempre vuelve bien. Ha cambiado él, han cambiado los toros y los gustos del público. Puede haber “perdido el sitio”, que es un eufemismo taurino para decir que ha perdido el valor. Así que no sabemos que esperar.
Nos pasa, pues, exactamente lo mismo que nos pasaba hace cinco años, cuando veíamos e la plaza torear a José Tomás: no sabíamos qué esperar pues era entonces un torero que traía en el esportón, junto a los trastos de torear, la casi olvidada virtud taurina de provocar la emoción del escalofrío. Y digo taurina porque no existe en otras artes, que vemos después, en frío, cuando el peligro del triunfo o del fracaso ya ha pasado y sólo queda su huella congelada en la obra. Sólo el toreo pertenece únicamente al presente, irrepetible (o a esos sucedáneos emocionales del presente que son la memoria y la esperanza). En el toreo estoico y extático de José Tomás sentíamos el escalofrío del peligro a cada paso: a cada pase de su muleta ingrávida, a cada lance de su capote silencioso. Y cada nuevo cite era un milagro.
Porque se ponía siempre en el sitio en que los toros cogen al torero (y muchas veces lo cogieron a él, sin que pareciera importarle). Luis Miguel Dominguín, que dijo tantas cosas, decía que en una plaza de toros el sitio de la muerte es un pequeño círculo movedizo sobre la superficie de la arena, como el disco de luz que dibuja un reflector de luz que dibuja un reflector en las tablas de un teatro. Ahí se pone el actor protagonista de la tragedia. Ahí se ponía para torear José Tomás. Por eso su toreo, al margen de sus formas hieráticas y ceremoniosas, al margen de su técnica –asombrosa según los tomistas, inexistente y debida por completo al azar en opinión de los incrédulos-, era como se dijo del de Manolete, un toreo trágico. La sociedad actual pretende ignorar u ocultar la tragedia: por eso dije antes que hoy está casi olvidada la virtud trágica por excelencia, que es la de saber provocar a la vez la admiración y el miedo. La conocen, claro está, todos los toreros, porque sobre ella descansa la verdad de su arte (y es por eso, digámoslo de pasada, que últimamente ha ganado terreno la noción ñoñamente correcta de que el toreo es un arte bárbaro); pero no son muchos los que la practican, y menos todavía los que lo hacen a menudo. Decía Antonio Ordóñez que para ser figura del toreo hay que estar dispuesto a morir cuatro veces por temporada. José Tomás, cuando toreaba, salía todas las tardes con la disposición indiferente de abandono al destino de no salir vivo del trance.
Habría podido decir siempre (y dijo alguna vez) lo mismo que dijo el jefe sioux Toro Sentado en la mañana de su propia muerte:
-Hoy es un buen día para morir.[1]
09.03.07
CONTINUARÁ
[1] El País (edición internacional, México). Sábado 10 de marzo de 2007, año XXXII, Nº 10, 865, p. 32.