ATENCO: LA GANADERÍA DE TOROS BRAVOS MÁS IMPORTANTE DEL SIGLO XIX. (2 de 2).

RECOMENDACIONES y LITERATURA. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

   Toca en esta ocasión compartir con ustedes tanto introducción como conclusiones del que fue mi proyecto de tesis doctoral en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Si bien, con este proyecto sólo ostento la candidatura al doctorado,[1] pretendo mostrar algunos aspectos que pretendió dicha investigación, y de los que hasta ahora sigo convencido, en función de la naturaleza explícita del estado de cosas de una hacienda ganadera como fue y sigue siendo Atenco incluso en nuestros días; hacienda que ha quedado reducida ya casi a su mínima expresión; pero no por ello ha perdido las galas de un pasado glorioso.

   Invertidos casi 25 años de trabajo, van aquí las ideas más generales del mismo, en espera de que algún día alcance a ver la luz en pulida edición.[2]

   Para realizar dicha investigación, fue necesario proponer el siguiente

ÍNDICE TESIS1 ÍNDICE TESIS2

CONCLUSIONES GENERALES.

   A lo largo de toda la investigación, misma que se realizó en un término aproximado de 20 años, la parte fundamental del estudio fue entender el intenso movimiento representado en el manejo de ganado vacuno para la lidia, el cual ocurrió en medio de perfecta armonía de administradores con vaqueros y otros empleados, sin que faltaran casos aislados de rebelión como el de Tomás Hernández y Agustín Lebrija (1862-1863), donde aquel quiso apoderarse del control, habida cuenta de su profunda experiencia como vaquero por una parte; como torero por otra. Lo demás se concentra en los frecuentes altibajos que sometieron a dicha hacienda, lo mismo desde el punto de vista de los resultados que presentaba el ganado en la plaza, como por el conjunto de factores naturales que hicieron mella en las cosechas, o por el efecto ocasionado por enfermedades en el ganado.

   Dije en la “Introducción” que: durante el siglo XIX se manifestó una actividad taurina muy intensa, en la cual los toros de Atenco participaron permanentemente, siendo importantes para el desarrollo del espectáculo, sin que por ello se menosprecie el papel de otras haciendas. Esta tesis afirma de manera contundente el esplendor y la permanencia de Atenco, mismos que quedan perfectamente comprobados a lo largo de la misma, con el rico sustento documental que en buena medida fortalece lo dicho hasta aquí.

   De esa manera, el fundamento de Método, volumen y eficacia se convirtió en la parte central de la tesis, debido a que la lectura de diversos documentos, cuya fuente central fue el Fondo Condes Santiago de Calimaya, expresó una serie de líneas en las que pudo entenderse el diferente comportamiento de los ganados a partir de importantes apreciaciones hechas por los administradores de la hacienda de Atenco, con lo que fue posible determinar varios patrones de actividad que decidieron no solo los términos cuantitativos. También cualitativos en cuanto a los fines con los cuales pretendieron sustentar una “casta” adecuada para que los toros fueran lidiados en diversas plazas, bajo el principio de que resultaran apropiados para el tipo de tauromaquia puesta en práctica durante el período 1815-1897, en el cual se detecta el mayor índice del comportamiento de los ganados atenqueños destinados a las plazas de toros.

   Existió un espíritu sólo respaldado por la intuición, pero movido por la condición comercial que significaba la venta permanente de toros y encierros a las plazas que los requirieran. Nada fue motivo de la casualidad. Ojalá que la lectura de todo aquel que se acerque a entender el comportamiento de la hacienda de Atenco en período tan específico, permita valorar su significado, con el cual se puso en marcha el resultado de  actividades tan específicas al interior de esta hacienda ganadera.

   Ya desde mi tesis de maestría[3] la que, en compañía de otros trabajos de investigación[4] que corresponden a la biografía de dos toreros singulares, pero no por ello ajenos al tema de esta investigación doctoral. Me refiero a Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz, se presentaron fuertes vínculos de información que dieron en consecuencia con la tesis doctoral, pues entre ellos se encontraban diversas circunstancias de lo que significó el siglo XIX mexicano, espacio temporal por el que siento especial atractivo.

   En definitiva, estamos frente al caso específico de una hacienda ganadera que, en tanto unidad de producción perfectamente articulada, se convirtió para las empresas taurinas y los diestros entonces en ejercicio, en la de mayor solicitud, por lo menos entre el período 1815-1897, donde encontramos comportamientos verdaderamente admirables, por lo que el balance supera el medio millar de encierros, entendiéndolo bajo el criterio que va de 2 y hasta 10 toros por tarde, ya que era muy variable este síntoma, aunque 5 o 6 son los valores promedio.

   Como ya se vio, al surgir esta unidad de producción agrícola y ganadera en 1528, pronto se estabilizó en ella todo un esquema capaz de aprovechar los recursos naturales, bastante generosos por cierto, independientemente de los diversos episodios de crisis naturales, o aquellos surgidos por motivo de invasiones, como la de 1810 en que la hacienda sufrió una merma considerable.

   Sin embargo, con el apoyo de algunos de sus propietarios, la recuperación encontró estabilidad, en tanto que al mando de otros, sólo mostraron indiferencia y todo ello, en conjunto nos habla de una notable capacidad donde Atenco volvía por sus fueros. Esta no fue una extensión territorial de grandes extensiones (3,000 hectáreas en sus mejores momentos y durante el siglo XIX).

   Independientemente de los balances bastante positivos que se dieron en el aprovechamiento de las diversas cosechas, así como de la explotación de los afluentes del río Lerma; o de los derivados de la leche, entre otros; el comercio con ganado vacuno de casta se convirtió en un factor preponderante para la manutención de la hacienda. Para ello fue necesaria la aplicación de diversos métodos intuitivos primero; de los más adecuados y convenientes después, y en medio ya de manejos de selección más apropiados, con los que administradores y vaqueros fundamentalmente pusieron en práctica labores con vistas a elegir el ganado que habría de enviarse a las diferentes plazas. Como pudo verse, se llegó a dar el caso de encontrar un comparativo de los toros que pastaban ya sea en el cercado, el potrero o el llano, tres diferentes espacios dotados de pastos que marcaban diferencias específicas, con las cuales esperaban tener el balance de la lidia, para entonces ubicarlos en el más conveniente, sin que para ello faltaran los ejercicios cotidianos de la vaqueada o el rodeo y otros, como el de escoger el ganado en función de su pelaje. Aunque no dudo que estuvieran considerados aquellos otros aspectos que fueron propios del resultado en la plaza, fuera porque alguno muy bravo sirviera como factor influyente de línea sanguínea o “reata” para poner los ojos en la vaca que parió ese animal y las otras crías. Eso, de alguna manera debe haber servido como un elemento decisivo en la “selección” del ganado, junto con detalles como los de su presencia en conjunto.

   En el proceso de investigación con el que culmina esta tesis, hubo necesidad de precisar un período representativo en la dinámica que mostró Atenco: 1815-1897. Estos 82 años, señalan el tiempo de mayor actividad, lo cual no quiere decir que antes o después de ese espacio no hayan ocurrido otros acontecimientos, quizás igual o más documentados. Sin embargo, y a título personal, me parecen los más contundentes a partir de la participación ejercida por dos toreros fundamentales en toda esta historia: Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz, los que dieron un auge sin precedentes, por lo que el esplendor y la permanencia quedan perfectamente demostrados.

   No hay duda: Atenco, habiendo surgido en 1528, y hasta hoy que aún permanece en su condición de ex – ejido, tuvo durante el siglo XIX sus momentos de mayor brillo, los cuales fueron sometidos a una profunda interpretación, de la cual espero la serena, fría y cerebral  crítica de sus posibles lectores.

   Es probable que estas “Conclusiones” no sean suficientes. Para ello, considero que todo el trabajo de tesis se ve complementado con siete anexos que hacen de este trabajo no necesariamente un documento inaccesible, sino atractivo en sí mismo, dado que en dicha parte se incluyen una importante cantidad de imágenes, cuadros, gráficas, tablas y otros elementos que lo consolidan como una investigación a fondo, sobre el curso y comportamiento que manifestó esta hacienda durante el siglo XIX mexicano. Explicada desde las condiciones que adquirió como “Encomienda” en el siglo XVI, hasta quedar sometida a los diversos vaivenes políticos, económicos y sociales del siglo XIX, es posible entender estos y otros complejos fenómenos en los que se vio involucrada.

   De igual forma, la fama que adquirió en los años que van de 1815 a 1897 hace verla como una hacienda ganadera poseedora de unas capacidades notables, gracias al tipo de toros que allí se criaron; gracias a la participación de personajes tan notables como Bernardo Gaviño, Ponciano Díaz; José Juan Cervantes y Michaus, o Juan Cervantes Ayestarán, lo mismo que los señores Barbabosa y los diversos administradores que controlaron ese importante centro de actividades agrícolas y ganaderas. De otra forma sería imposible entender todo el movimiento que se dio con el ganado en plazas de la capital del país, así como de otras tantas en los estados alrededor del corazón político de México, donde los toros de Atenco simbolizaron y constituyeron un emblema representativo en el capítulo de la evolución sobre la crianza del ganado destinado a la lidia, crianza que supone una intuición deliberada por parte de administradores, pero también de vaqueros que estuvieron a la búsqueda del toro “ideal” para momentos tan representativos como los del siglo XIX, donde el toreo “a la mexicana” se elevó a alturas insospechadas de una independencia taurina tan cercana pero también tan ajena a la que se desarrollaba al mismo tiempo en España, país del que llegaban los dictados de la moda. Solo que, el aislamiento producido por la emancipación de México y España hizo que uno y otro concepto artístico se desarrollaran por separado, durante los años que van, más o menos de 1810 a 1880, momento este último en que comenzó a registrarse un síntoma nuevo y necesario también: Me refiero a la reconquista vestida de luces, que debe quedar entendida como ese factor el cual significó reconquistar espiritualmente al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole eso sí, una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera, chauvinista si se quiere, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España.

   Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos absolutamente renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. Y no solo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos, tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados básicamente entre los últimos quince años del siglo XIX, tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento afortunado del primer y gran torero no solo mexicano; también universal que se llamó Rodolfo Gaona.

   De esa forma dicha reconquista no solo trajo consigo cambios, sino resultados concretos que beneficiaron al toreo mexicano que maduró, y sigue madurando incluso un siglo después de estos acontecimientos, en medio de períodos esplendorosos y crisis que no siempre le permiten gozar de cabal salud.

CARTEL ÚLTIMA PRESENTACIÓN ATENCO_16.09.2012

Cartel de la última comparecencia de la ganadería de Atenco en la ciudad de México.


[1] Lo que evidentemente no me da por ahora presentarme como Doctor en Historia, según recomienda el sentido común… o Perogrullo.

[2] José Francisco Coello Ugalde: «Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia». Tesis que, para obtener el grado de Doctor en Historia presenta (…). México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras. Colegio de Historia. 251 p. + 927 páginas (anexos). Trabajo inédito y pendiente de presentar como tesis de grado.

[3] Véase bibliografía.

[4] José Francisco Coello Ugalde: «Ponciano Díaz, torero del XIX» A cien años de su alternativa en Madrid. (Biografía). Prólogo de D. Roque Armando Sosa Ferreyro. Con tres apéndices documentales de: Daniel Medina de la Serna, Isaac Velázquez Morales y Jorge Barbabosa Torres. México, 1989 (inédito). 391 h.

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