POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Vuelvo a retomar el tema, ahora con la revista Sol y Sombra a la mano.
Esta publicación, quizá un tanto cuanto marginal, no sólo por su presentación y contenido, sino quizá por su diseño, donde predomina una fuerte carga de elementos publicitarios, no permite apreciar con la debida atención el grado de importancia que representaba en esos momentos la tauromaquia que se realizaba en México. Es quizá por esa razón que la crónica, la cual aparece sin firma, haya sido desde un principio, el error de que no podamos identificar al responsable de dicha apreciación. Como ha sido la constante en esta serie, me detengo a citar la parte que corresponde al desempeño de Silverio Pérez, el cual quedó consignado como sigue:
SILVERIO: ¡Qué diremos de Silverio, que no se haya dicho! ¿Qué como torea él nadie ha toreado? Bueno, pues en eso estamos todos de acuerdo. Pero en realidad creo que lo que debe decirse para ajustarse a la verdad, es que como torea Silverio NADIE SOÑÓ TOREAR. En efecto, rememoremos toreros de años atrás, y no encontraremos parangón alguno. Es un auténtico torero non. Se ha quedado solo en la cúspide, una cúspide muy suya, que nadie pretenderá escalar, porque para ello, era indispensable inventar otra diversión. En los toros no cabe mayor perfección que lo que Silverio ejecuta bien hecho con un toro. Decía que nadie soñó torear así. En efecto, a ser posible, haríamos desfilar a ustedes todos los toreros que han sido y son, no ya en sus actuaciones ante los astados, pues hemos quedado en que a nadie le hemos visto lo que a Silverio, PERO NI SIQUIERA CUANDO ELLOS ENTRENABAN SIN TORO, han ejecutado el toreo como lo hace Silverio. ¿Me he explicado satisfactoriamente porque sigo que nadie soñó torear como Silverio? Apenas, ese otro Juan profeta, Belmonte, afirmó que llegaría un torero que le haría a todos los toros la faena de escándalo. Pero estoy seguro que si Belmonte ve lo hecho por Silverio en cualquiera de sus dos enemigos de ayer, muere repentinamente de un ataque cardíaco. Nada, que estamos en un callejón sin salida, y que para poder describir a Silverio es preciso verlo, pues que los términos pierden su sentido al detallar sus faenas. ¿Alguien imaginará lo que es y fue un derechazo despatarrándose desde el cite, adelantando la muleta inverosímilmente cuadrada cerca del pico de la muleta, prender al toro, romper todas las reglas del toreo sobre terrenos, tiempos de la suerte, etc., etc., enredárselo a la cintura, hacer que los pitones le sacudan las carnes de los muslos, y no salir herido? Pues alguien no lo haya visto dirá que era un sueño. Pues de ensueño torea Silverio. Por eso hasta en los cines, esa diversión que es la negación de la fiesta del oro seda, sangre y sol, las multitudes aplauden frenéticamente cuando ante sus ojos pasan asombradas las escenas que nosotros hemos visto ayer repetidas hasta la dislocación. La locura de los tendidos no es para ser descrita. Las seis vueltas al ruedo y dos salidas a los medios de ayer, la oreja y rabo del quinto, son los galardones que un torero sueña obtener, pero, ¿estarán bien premiadas unas faenas así, unas faenas que ejecutan con un toro nunca visto?
Hasta aquí la crónica de… quien no firma y de quien no se puede asegurar nada acerca de quién pudo haber sido el responsable de la misma. Pero ¡qué importa!, si lo que me he propuesto es recoger la opinión de cuantas reseñas he ido encontrando, para acercarnos a la verdadera dimensión de la faena que Silverio Pérez realizó ante Tanguito. lo importante en esta, es que, independientemente de que no se encuentra un detallado proceso de la misma, están otra serie de apreciaciones que tienen que ver con lo novedoso de la ejecución en ciertos momentos, mismos que dieron pauta para que la opinión vertida aquí descansara en el planteamiento donde observamos a ese Silverio “…despatarrándose desde el cite, adelantando la muleta inverosímilmente cuadrada cerca del pico de la muleta, prender al toro, romper todas las reglas del toreo sobre terrenos, tiempos de la suerte, etc., etc., enredárselo a la cintura, hacer que los pitones le sacudan las carnes de los muslos y no salir herido?” He ahí el más notable de los aspectos que destaca nuestro desconocido autor quien no concibe que esas cosas estuvieran pasando estando de por medio el texcocano, hacedor por antonomasia de un sentido novedoso, actualizado, puesto al día sobre lo que para entonces significaba la tauromaquia, proceso técnico y estético que quedaba en entredicho tras este capítulo relevante.
Otro aspecto que llama la atención es esa parte en la que el cine se convierte en la extensión de aspectos que ya editados y listos para su exhibición, creaban estados de conmoción extendida, bajo el amparo de la obscuridad, como elemento suficiente para provocar entusiasmos que “per eco in lontano” seguían produciéndose en salas abarrotadas no solo por cinéfilos acostumbrados a una programación lo suficientemente rica en temas que, por aquel entonces se estimulaban desde Hollywood, o daban un paseo por aquellas otras producciones en las que el tema de la guerra nutría el imaginario popular, sin que quedaran fuera aquellas que el propio discurso nacional contribuía para acrecentar a la entonces considerada “época de oro del cine mexicano”. Pues bien, ahí, en esas salas, y seguramente durante los intermedios, los noticiarios lograron cautivar a quienes habiendo estado en la plaza o no, recuperaban en aquellas escenas las hazañas más recientes en el coso capitalino, centro neurálgico e impulsor de notables influencias que luego iban a divulgarse en los cines de provincias y poblados menores.
CONTINUARÁ.