CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
En la fiesta de los toros, podemos ser testigos de infinidad de acontecimientos que no necesariamente ocurren en el ruedo. Los aficionados que colman los tendidos pueden originar sabrosas discusiones que terminan en alianzas colectivas o en trifulcas inesperadas. También se da la razón fortuita del encuentro de extraños que termina siendo entre amigos, o entre amantes, como lo que se dice en
LA BROMA. DIRECTOR: ALBERTO ARAUS. EDITOR Y GERENTE: ROSENDO VALDES. Año I, México, domingo 26 de enero de 1896.
Grabado de José Guadalupe Posada.
LIDIA MUTUA
Mandóme al cuerno la mujer querida
Y tristón, aburrido,
Malhumorado, fuíme a la corrida
Aunque jamás he sido
Entusiasta del arte del toreo.
Llegue cuando empezaba la cuadrilla
El clásico paseo;
Y al intentar colarme en el tendido,
Caí en jurisdicción de un señor feo
Y su joven costilla,
Muy modesta, con aire resignado,
Y, unos ojos más negros que el pecado.
Paseé la mirada indiferente
por aquel mar de gente,
no viendo la de un solo conocido
en la revuelta confusión de caras.
De no aburrirme más, tomé el partido,
Y al ver con gusto que tomaba varas
La vecinita, le largué un capote;
Mas soy tan poco diestro
Que, con el lance aquel, le dí motivo
Al señor que ejercía de cabestro,
Para fijarse, y me tiró un derrote
Y yo tomé el olivo.
Ella, al verme cobarde,
Citó cerca y me echó un par de miradas,
Alegrando, de frente y bien clavadas,
Que fue el par de la tarde.
Me entusiasmó su toreril guapeza,
Su trasteo también, corto y ceñido,
Y me dije mirando a su marido:
¡Duro, y a la cabeza!
Al bajar los peldaños del tendido
Se recogió el vestido,
Y ví su bien torneada pantorrilla…
¡Eso fue querer darme la puntilla!
Luego, la eterna historia en estos casos
Fui siguiendo sus pasos
Hasta entrada la noche,
Seguro de lograr una conquista;
Mas tomaron un coche,
Arrancó el jaco y la perdí de vista.
CHESTER
México, Julio de 1895.
“Unos ojos, más negros que el pecado” fueron en esta ocasión, motivo para construir sabrosa faena que CHESTER llevó a la construcción de tan sabrosos versos, réplica de torera hazaña, donde tuvo que soportar las inciertas embestidas del “señor que ejercía de cabestro”, marido de la hermosa dulcinea que tuvo emocionado a nuestro “valiente espada” del tendido, que ya no soportó más luego de que aquella hermosa mujer, recogiéndose con salero el vestido, dejó ver “…su bien torneada pantorrilla”, que terminó siendo para él la terrible puntilla.
Ay Valentín, cosas del amor, sufridas por el iluso CHESTER.