CRÓNICA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Ocho ejemplares de José Joaquín Marrón Cajiga dieron al traste con una tarde-noche en la que la mansedumbre, junto a los constantes derrumbes de los cornúpetas en el ruedo nos dejan ver –una vez más-, cómo la fiesta se va al precipicio, sin posibilidad alguna de salvación.
Hace ocho días, un lleno esplendoroso. Hoy, domingo de Super Bowl, las mayorías decidieron quedarse en casa y disfrutar toda esa parafernalia del balón ovalado, mientras en la plaza de toros “México”, se registraba una entrada de novilladas. El asunto no para ahí. Sabíamos los asistentes que hoy nos recetaban un cartel de cuatro matadores, con lo que justo antes de las ocho de la noche, estábamos saliendo del recinto cabisbajos, derrotados, luego de soportar aquel desagradable espectáculo en el que la bravura, la pujanza y otros factores que son característicos en el toro, simple y sencillamente brillaron por su ausencia.
Si ya en presentación dejaron que desear, en el juego fueron candidatos seguros para la yunta y esto se lo tendrá que pensar muy bien el ganadero, para resolver el tremendo galimatías que hoy tuvo que encarar. Pero también la autoridad, ¿será capaz de valorar y poner a discusión el retiro del cartel por tan malos resultados?
Lo que hicieran Francisco Rivera Ordoñez, Diego Silveti, Fermín Espinosa “Armillita IV” y Juan Pablo Llaguno desmerece ante unos remedos de toros que además rodaron por la arena incontables ocasiones causando el enojo de los pocos asistentes, que se portaron con bastante decencia. Esto en otros tiempos, hubiera sido motivo suficiente hasta para destruir una plaza o que los aficionados bajaran al ruedo mostrando su indignación por el fraude que se estaba consumando. Evidentemente los tiempos han cambiado, pero lo que hoy hemos presenciado es el reflejo de la crisis que vive el espectáculo en todos sus aspectos, y más aún los que se materializan en la plaza de toros, cuando se lleva a cabo el festejo, eso sí bajo la fuerte presencia del azar. Pero si el azar es todo ese conjunto de circunstancias que he intentado resumir en estas notas, solo puede tenerse como resultado la debacle.
¿Qué hacer al respecto?
En esto mucho tiene la culpa la empresa que no ha sabido cuidar ni sus propios intereses… menos los de los aficionados a quienes nos someten a una especie de graciosa explicación de “Confórmate con lo que te ofrezco”, y además nos cobran unas cantidades que no se corresponden con lo que pagamos. Así que hoy tuvimos el clásico fenómeno del “kilo de a ochocientos gramos” o una supuesta buena bebida rebajada con agua. También ya poco esperamos de las autoridades que no están haciendo su papel y quedan reducidas a ser “convidadas de piedra”. Y me refiero tanto a las de la delegación “Benito Juárez” como a las de la Jefatura de Gobierno que tienen abandonada a su suerte a este espectáculo. A todo lo anterior, esperamos un quehacer digno y responsable de la prensa haciendo un severo extrañamiento. No es justo que la fiesta se desmorone, y más en estos tiempos en que se “enseña el cobre” de esta manera. No bastan declaratorias de Patrimonio Cultural Inmaterial a favor de la fiesta si por otro lado se preparan casos de posible prohibición, por ejemplo en San Luis Potosí, donde ya sólo están esperando un buen momento para consumar ese anhelado propósito. Por lo tanto, no es casual la presencia de movilizaciones de grupos antitaurinos, como la que hoy se registró en el Monumento a la Revolución, bajo la consigna de “Abolición ¡Ya!” contra las corridas de toros. Parece que eso estamos esperando.
Un delicado asunto también se dejó notar en esta jornada: el monopuyazo, lo que significa que la crianza ha tocado fondo en el hecho de producir un “toro” que no acomete a las cabalgaduras, y si lo hace es porque los públicos, profundamente sensibles y alterados en su percepción, tienen por idea el hecho de que la suerte de varas es precisamente eso: la reservada acometida de reses que apenas tienen la suficiente fuerza para embestir, recibiendo a cambio un puyazo, lo que no puede traducirse sino en descastamiento a pasos acelerados.
Los hechos sucedidos la tarde del 7 de febrero de 2016 en la plaza de toros “México” son de suyo delicados y requieren una especial atención, evitando con ello que la fiesta de toros en este país registre otra estrepitosa caída, si no queremos de veras que esto produzca una especie de paro respiratorio y con ello la declaración de muerte. No exagero, pero las condiciones no están para seguir tolerando lo que sólo se mantiene con “pinzas”. Espero que no tengamos que convertirnos en cómplices de esta amenaza que hace agua en la complicada embarcación de la tauromaquia mexicana.
7 de febrero de 2016.