EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Hemos visto en estos últimos tiempos a Pablo Hermoso de Mendoza colocar banderillas a dos manos, suerte que además se realiza como sabemos, montado en briosos corceles. La misma alcanza dimensiones espectaculares y arranca sinceras ovaciones, pues el público aprecia un momento en el que jinete y caballo se enfilan al hilo de las tablas. En terreno tan comprometido el toro acomete, aprieta el paso hasta que el conjunto permite que se logre un momento de auténtica brillantez. Ese mismo alarde lo llevó a la práctica hace cosa de unos 20 o 30 años el rejoneador capitalino Ramón Serrano, también con bastante éxito.
La historia por fortuna nos proporciona datos en los que esa suerte ha tenido otros exponentes, y de ellos me ocuparé a continuación.
PONER BANDERILLAS. Algunos sujetos saben parear, y esto se ejecuta a la media vuelta y caso de estar, el toro aplomado, al sesgo, corriendo, o al trascuerno, como lo ejecutan los toreros, y ya sea para parear o solo poner una, este es el modo común de ejecutarlo; algunos también prenden una banderilla al alcance, es decir, cuando el toro va embrocado en el mismo viaje que lleva el caballo, el jinete se echa para atrás y se la pone al toro cuando llega al alcance de su brazo. Probablemente el personaje que aparece en la ilustración que elaboró el autor de Astucia sea el propio Ignacio Gadea. En Luis G. Inclán: ESPLICACIÓN DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Edición facsimilar presentada por la Unión de Bibliófilos Taurinos de España. Madrid, 1995.
Se sabe que tan arriesgada como emocionante composición tuvo, a lo largo del siglo XIX a intérpretes como un criado del virrey D. José Iturrigaray, de apellido Aguilera si mal no recuerdo. Al mediar ese siglo, Ignacio Gadea no solo la practicó sino que se anunciaba como el inventor de la misma. Su presentación ocurrió el 23 de enero de 1853 en la plaza de toros del “Paseo Nuevo” con el siguiente cartel: Cuadrilla de Bernardo Gaviño. 6 toros de Atenco.
“Se presentará por primera vez en esta capital una notabilidad en el ARTE para BANDERILLEAR A CABALLO, el famoso IGNACIO GADEA, quien desempeñará esa suerte con el caballo ensillado, poniendo también algunas flores en la frente, y después en pelo, arrojando atrevidamente la silla, sin apearse, colocará otros pares de banderillas. Teniendo además la habilidad de COLEAR de una manera enteramente nueva y desconocida en esta capital, dará también una prueba de ella”. A Gadea, poblano de nacimiento, siguieron otros ejecutantes, como Felipe Hernández, Lino Zamora, Pedro Nolasco Acosta, Arcadio Reyes “El Zarco”, María Aguirre “La Charrita Mexicana” pero principalmente Ponciano Díaz que llegó a sublimar dicha notoriedad desde el caballo, lo mismo montado en silla que a “pelo”. Dicha suerte la presentó infinidad de ocasiones, destacando las que ejecutó en su campaña por ruedos españoles, entre el verano y el otoño de 1889. En aquellas jornadas, acompañado de Vicente Oropeza y Celso González, los tres charros mexicanos asombraron a la afición hispana que les tributó grandes ovaciones, a cambio de una serie de demostraciones como jaripeo, lazar y colear.
Arcadio Reyes “El Zarco”, uno más de los compañeros de andanzas de Ponciano Díaz, llegó a picar toros y a dominar la suerte de banderillas a caballo como su contemporáneo, el espada de Atenco. Brilló “El Zarco” entre los últimos tres lustros del XIX y los dos primeros del XX. LA FIESTA Nº 192, del 25 de noviembre de 1948
Un par de banderillas a caballo colocado por “La Charrita mexicana”. Grabado en relieve de plomo, por José Guadalupe Posada. Ambas imágenes en Carlos Haces y Marco Antonio Pulido: “LOS TOROS de José Guadalupe Posada”. México, Ediciones Ermitaño, 1985. s/n. Ils. grabs. (Ediciones del Ermitaño).
La estatura más bien regular de Ponciano Díaz se ve rebasada por la figura propia de la personalidad y popularidad que llegó, incluso a grados de idolatría mayor. Compararlo con los curados de Apam y con la virgen de Guadalupe…, eso no le decimos nosotros, lo dijo el pueblo en su tiempo.
Fernando Claramunt. HISTORIA ILUSTRADA DE LA TAUROMAQUIA. Madrid, Espasa-Calpe 1989, T. I., p. 407.
Diversos poemas, versos y corridos recuerdan tal momento, como estos de 1887:
Banderilleaba a caballo…
Banderilleaba a caballo
a cualquier bicho rejego,
y esto lo subía de fama
y aquilataba su precio.
No hubo plaza en que no fuera
de todo mundo apreciado.
Luego que se presentaba
gritaban, ¡Ahora, Ponciano!
¡Ahora, Ponciano!, le dicen
le dicen con entusiasmo,
mata bien a ese torito,
en descanso ponle el alma.
¡Que viva Ponciano Díaz!
¡Viva Bernardo Gaviño!
¡Vivan todos sus toreros!
¡Ahora Ponciano!, le gritan:
Entre todos sus amigos,
hoy te vendremos a ver
en el siguiente domingo (sic.)
Ya en el siglo XX, un charro de apellido Velázquez no quiso quedarse atrás en estos menesteres, lo mismo que ocurrió con los Aparicio varios lustros más tarde. Ellos fueron quienes dieron continuidad a una suerte que hoy, por fortuna, sigue presente no solo en el imaginario colectivo, sino en el repertorio de varias de las celebridades en el toreo de a caballo de mayor realce, así como de otros principiantes en quienes se tiene asegurada su continuidad, la de una suerte que es eminentemente de manufactura mexicana.