Archivo mensual: julio 2016

500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XXXI). EL SIGLO XVIII, SIGLO DE “LAS LUCES”. (V).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

NOTAS AL BIOMBO” ALEGORÍA DE LA NUEVA ESPAÑA”, UNA DE LAS PRIMERAS GRANDES CONMEMORACIONES DEL SIGLO XVIII.

   Hace ya quince años que el Instituto Nacional de Antropología e Historia tuvo a bien publicarme el trabajo denominado El bosque de Chapultepec: Un taurino de abolengo.[1] En dicha publicación, además presentada por la Dra. Margarita Loera Chávez, colaboró la Lic. Rosa María Alfonseca Arredondo, quien hizo favor de realizar una puntual apreciación al conocido biombo que muchos identifican como “Alegoría de la Nueva España”, hoy propiedad del Banco Nacional de México.

EL BOSQUE DE CHAPULTEPEC...

Portada del libro aquí referido.

   Dicho documento refiere una de las grandes conmemoraciones habidas en la Nueva España al comenzar el siglo XVIII. Dos son las fechas del acontecimiento: 23 de noviembre de 1702 o durante el curso de 1711. Independientemente de que alguna de las dos tenga certeza, aunque me decanto por la primera, el hecho es que vienen a continuación una serie de aspectos eminentemente dedicados al análisis estético de la obra que lo recuerda en forma definitiva, el biombo “Alegoría de la Nueva España”.

   Considerando que es de interés conocer el discurso que proyecta dicha pieza, traigo hasta aquí las notas elaboradas por la Lic. Alfonseca Arredondo, en espera sea de su agrado tan interesante análisis.

Biombo anónimo que representa diversas vistas del recibimiento que hizo la ciudad de México a su virrey don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque, en el Alcázar de Chapultepec, en 1711.[2] Perteneció a los duques de Castro-Terreño y hoy forma parte del patrimonio artístico del Banco Nacional de México.

 VALORES PLÁSTICOS: Óleo sobre tela en forma de biombo. Xavier Moysén dice al respecto lo siguiente: “Parte importante del menaje de las casas de la Nueva España, fueron los biombos. Su origen fue asiático; llegaron en las flotas que venían de las Islas Filipinas; con el tiempo se hicieron en el país, de diferentes tamaños y pintados al temple o al óleo en una o en las dos caras que tienen distintos temas según el gusto de quien los costeaba”.[3]

 BIOMBO GENERAL

Este biombo, fruto de manos anónimas, representa las fiestas con que se celebró la recepción del virrey don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez, Duque de Alburquerque en 1702 en el fantástico bosque de Chapultepec.

   Tríptico anónimo que representa diversas vistas del recibimiento que hizo la ciudad de México a su virrey don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque, en el Alcázar de Chapultepec, en 1702. Perteneció a los duques de Castro-Terreño.

Fuente: Banco Nacional de México. Colección de arte.

 VALORES ESTÉTICOS: Composición: Fragmentación de la superficie en diez hojas iguales en forma de rectángulo, las que no son independientes en cuanto a lectura visual, ya que su significación está basada en el todo con las partes.

   La escena principal, un ruedo improvisado en el plano inferior central (hojas 5 y 6), está enfatizada mediante la figura geométrica de un rombo, cuyo vértice superior es señalado por una bandera colocada al centro del palacio, mientras que el vértice de abajo se indica por un matorral del camino, el cual se hace evidente por la figura ligeramente inclinada de un torero que sostiene su capote con la mano izquierda y con la derecha su propio sombrero. Los vértices laterales son sustentados en las pequeñas esculturas que sirven de remate a los techos abovedados de las fuentes.

Otros dos rombos laterales encierran escenas en donde se combinan de manera ingeniosa dos elementos formales del barroco: el movimiento giratorio y la diagonal, mismo que rítmicamente hacen eco de las figuras representadas en el espacio central. En la parte lateral izquierda y que corresponde a las hojas 2 y 3 un grupo muy animado de personas dispuestas en diagonal forman una rueda cuyo centro -la parte baja de la espalda de una mujer- coincide con el remate de la fuente y éste a su vez con el de la bandera que es el eje central y uno de los puntos de fuga de la composición. Estos dos elementos formales también se vislumbran en la parte lateral derecha que corresponden a las hojas 8 y 9. En este caso el vértice inferior del rombo coincide con el pie adelantado de un guitarrista, mientras que el vértice superior está señalado con una de las aves que revolotea en el cielo. Los personajes encerrados dentro de esta figura son desplazados en espiral, comenzando con el guitarrista y terminando a lo lejos con lo que parece ser un “tocotín”.[4]

A pesar de que el espacio pictórico está estructurado en un rectángulo con tendencia a la horizontalidad, se tiene la sensación de una forma elíptica, debido a la distribución del espacio en forma romboidal, lo que encaja perfectamente en el juego compositivo de la obra, pues tanto el acueducto como el imaginario ruedo, las montañas, los árboles de los extremos y los aleros de los techos pintados en la orilla derecha, curvan sus contornos.

Si trazamos bisectrices en cada uno de los ángulos a lo largo de las figuras romboidales que encierran las escenas antes descritas, nos encontramos con que hay una línea horizontal que divide exactamente por la mitad la composición. En la mitad superior predominan las formas arquitectónicas, mientras que en la inferior las humanas, este recurso pone de soslayo la rigidez propia de los edificios equilibrando armónicamente ambos perfiles. El trazo horizontal, se halla delimitado por los ejes de la carroza del extremo derecho, continuando con las riendas de los caballos para encontrarse enseguida con el borde inferior de un pequeño zócalo donde descansan las bases de columnas clásicas cuyos capiteles sostienen una serie de arcadas enmarcando las entradas. Los arranques de los muros del palacio prolongan la horizontal que se corta en un segmento, en el que predominan dos líneas verticales en las figuras de un personaje de pie con el brazo derecho sobre la cintura y la escultura que remata la fuente. La línea se reanuda con la orilla anterior de un angosto río que rodea un caserío a manera de chinampa. Después es interrumpida por un matorral, para encontrarla nuevamente en el techo de la carroza situada en el extremo izquierdo, por último concluye o inicia en el marco de una puerta entreabierta de donde sale un personaje vistiendo como saltimbanqui. Las continuas interrupciones de esta prolongada horizontal evitan la monotonía que produciría un alargado trazo, que además, es simétrico, pues divide el espacio en dos planos iguales. En cuanto al color, éste se utiliza mediante una paleta limitada muy iluminada con un fondo amarillento de sutiles matizaciones ambarinas, que se pierden esfumadas entre los matorrales en los que predomina la mancha, y se tornan oscuras en las construcciones de aristas vivas. Así, mientras que el follaje es pintado con verdes oscuros y opacos, las nubes y montañas se desdibujan con tonos azulosos, predominando los contornos esfumados. En cambio, las figuras de los personajes y de los animales, así como en la arquitectura, prevalecen los perfiles bien definidos. El alto contraste acentúa las formas y obliga a que la mirada recorra cada uno de los rincones del espacio pictórico. El dibujo de las figuras tiende a la síntesis, lo que aunado a lo poco claroscurado del color da como resultado formas con volúmenes casi planos, en las que se alternan superficies claras y vacías con masas compactas y oscuras. Asimismo, el color define el dibujo y delimita la forma.

Mediante la estructura compositiva, podemos entender mejor la distribución que dio el autor anónimo al conocido biombo.

Por otro lado, en la aplicación de las leyes de la perspectiva se recurre a la forma tradicional y los eventos revelan un realismo que aspira dar testimonio de un hecho verosímil que busca convertirse en historia.

 VALORES ARTÍSTICOS: Hay influencia del barroco, lo que se pone de manifiesto en la utilización de la línea curva o mixtilínea, movimiento impetuoso, suntuosidad, alegría, aglomeración de personajes, representación de figuras en S o en diagonal y la estructuración del espacio en dos triángulos invertidos que forman la figura de un rombo.

 CONTENIDO TEMÁTICO: La llegada del virrey como pretexto para la evocación de un episodio taurino ambientado con los usos y costumbres de la Nueva España del siglo XVIII.

 BIOMBO_DETALLE

Al centro de esta impresionante pieza se representa, en buena medida el “leitmotiv” de toda una composición sujeta a los fastos de recepción destinada a los virreyes

ACERCAMIENTO A LA INTERPRETACIÓN DE LA OBRA. En esta alegoría se describe un instante de la vida de un pueblo novohispano, tal como lo tuvo ante los ojos el pintor. Este paisaje urbano de lejanos tiempos nos recuerda con nostalgia lo que pudo haber sido o fue Chapultepec en uno de sus más animosos días.

A lo lejos se divisa el acueducto suavemente recostado al pie de las montañas que le sirven de fondo y que con sus extremos curvados hace eco del pequeño ruedo improvisado, en donde un toro cuya forma arqueada se alarga arremetiendo contra el caballero rejoneador que, agazapado sobre el caballo se inclina para contestar la afrenta, mientras que el torero con su capote rojo se apresta al lance, girando el cuerpo y la cabeza en diagonal, de tal manera que toro, caballero y “torero de a pie” forman una elipse al centro que viene siendo el punto de donde ha de arrancar la escena principal. Le sirve de trasfondo a dicha escena la regia construcción de los reales alcázares, de la que asoman desde sus balcones cuadrangulares, rectangulares y curvilíneos rítmicamente alternados, decenas de personas suntuosamente ataviadas de acuerdo a su propia jerarquía. Su atención se concentra en la suerte del rejoneo, aunque no podemos distinguir sus rasgos, el movimiento y la inclinación de cuerpos y cabezas de la mayoría se dirige al centro de la composición.

Un segundo óvalo lo forman otros rejoneadores, indios, toreros de a pie, pajes o lacayos, músicos y mirones que quedan enmarcados por las dos fuentes laterales de planta curvilínea que junto con el palacio forman un triángulo poniendo de relieve el evento taurino.

Canales, casas, calles, fuentes, carrozas y una gran variedad de personajes de todos los rangos y oficios posibles hacen su aparición en este festivo ambiente de cálidas tonalidades abierto a la mirada más indiscreta.[5]

Poco se puede decir de un pintor cuyo nombre no se conoce, sin embargo, su obra nos revela algunos aspectos de su personalidad. Y en este caso, se trata de un agudo observador, cuya mirada captó muy de cerca a la gente del pueblo, sus faenas y fiestas, sus creencias y jerarquías.

Este avezado y anónimo artista, además de ser un conocedor de la fiesta taurina, estaba bien enterado sobre el ambiente generado a partir de dicho acontecimiento, lo que le permitió convertir la superficie del biombo en una sinfonía de tonos rojizos que se confunden y confundidos siguen vibrando. Gracias a su dominio del arte de contrastar logra que esos rojos luminosos que gritan, reposen equilibradamente junto a los pardos que estratégicamente coloca alrededor de toda la obra.

Su temperamento se deja arrebatar por los estímulos elementales de la sensualidad, por el placer con que los aldeanos se entregan al baile, a la bebida, a la música y a la mascarada, en fin, una atmósfera de alegría se respira en toda la obra, que sin lugar a dudas se pone de manifiesto por los fuertes contrastes de sus colores. Colores con los que alcanza un impresionante efecto decorativo. Por otro lado, los ritmos logrados con los rojos -como en chispazo risueño- armonizan dando unidad a toda esta amalgama colonial.

La composición utilizada en este biombo dice mucho de las convenciones de la época, por lo que se puede afirmar que el pintor es hijo del barroco, sin dejar de ser por ello un biombo espléndido. En cambio, en el tratamiento del color muestra mayor libertad respecto de los cánones que prevalecieron durante el siglo XVIII, pudiéndose apreciar una fuerte influencia de la factura prehispánica en lo que se refiere a la utilización de colores primarios casi planos y el gusto por delimitar los contornos, marcando el volumen y el movimiento mediante la línea.

CONTINUARÁ.


[1] José Francisco Coello Ugalde y Rosa María Alfonseca Arredondo: El bosque de Chapultepec: Un taurino de abolengo. Con la colaboración especial de la Lic. Rosa María Alfonseca Arredondo. Presentación de la Dra. Margarita Loera Chávez. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001. 69 p. Ils. (Serie Diversa).

[2] Como ya vimos, la fecha del 23 de noviembre de 1702 es la más probable para aquel acontecimiento. En todo caso, si no ocurrió aquel jueves, pudo haberse desarrollado también en los días anteriores a la solemnización de su entrada pública, efectuada el 8 de diciembre siguiente.

[3] CATÁLOGO. OBRAS MAESTRAS DEL ARTE COLONIAL. Exposición Homenaje a Manuel Toussaint (1890-1990). México, UNAM-IIE, Museo Nacional de Arte, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes e Instituto Nacional de Bellas Artes, 1990. 158 pp. Ils. retrs, fots., p. 148.

[4] Tocotín: especie de canto en loor y alabanza de los dioses, héroes y mandatarios, fueron la principal manifestación de la música entre los primitivos pobladores de nuestro suelo. Fray Diego Durán describe los tocotines como “…el baile de éstos (los indígenas) no solamente se rige por el son, empero también por los altos y bajos que el canto hace cantando y bailando juntamente por los cuales cantares había entre ellos poetas que los componían (…) cantares de amores y de requiebros como hoy en día se cantan cuando se regocijan”.

[5] José Ignacio Rubio Mañé: EL VIRREINATO: Orígenes, jurisdicciones y dinámica social de los virreyes. 2a. edición, México, UNAM-FCE, 1983. Vol. I, EL VIRREINATO…, p. 161.

   La nobleza criolla de esta capital “compitiendo en la riqueza de los trajes, gallardía de los caballos, en lo vistoso de los jaeces y arneses, y en el número y costo de criados y libreas”.

   Tras el carruaje del Virrey “venían la Virreina y demás en coches, y a lo último veinticuatro mulas de repostería (de carga) con los frenos y calzadas de plata, plumeros y las cubiertas de las cargas de color de fuego bordadas, y las cuerdas con que venían liadas eran de seda, y los barrotes con que se apretaban, de plata…”

   Parece que este Virrey fue muy exigente en el cumplimiento de las reglas de la etiqueta. Lucas Alamán nos refiere de él que “volviendo a Palacio en su coche por la calle de San Francisco, y encontrándose con el Chantre de la Catedral que iba a pie, notando que éste no se detenía y quitaba el sombrero hasta abajo, como estaba establecido con los Virreyes, luego que llegó a Palacio pasó recado al Arzobispo para que antes de veinticuatro horas hiciese salir al Chantre desterrado veinte leguas a la redonda, como se verificó”.

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LOGRARON SU OBJETIVO.

EDITORIAL. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE 

   Primero observé este encabezado:

LOGRARON SU OBJETIVO_TERRA.COM.MX_27.07.2016

   Luego me fui a la nota:

LOGRARON SU OBJETIVO_TERRA.COM.MX_27.07.2016_2

Disponible en internet julio 27, 2016 en:

https://noticias.terra.com.mx/mexico/murieron-80-por-ciento-de-animales-de-circo-en-mexico,06811a6df1a29d32df46920ce169ebba1a645vbx.html

   Y de ahí nos enlazan a la “liga” siguiente:

LOGRARON SU OBJETIVO_MILENIO_27.07.2016_3

LOGRARON SU OBJETIVO_MILENIO_27.07.2016_4

Disponible en internet julio 27, 2016 en:

http://www.milenio.com/estados/Murio_80_por_ciento_de_animales_de_circo-Semarnat_animales_de_circo-animales_de_circo_0_781721843.html

   De todo lo visto hasta aquí no queda más que decir: lograron su objetivo.

   La prohibición que puso fin a la presencia de animales en los circos, desarticuló un esquema profundamente organizado en el que estas unidades artísticas operaban. No pretendo entrar en detalle sobre el hecho de si era o no conveniente la continuidad de tales expresiones, pero el hecho es que a partir de la presente información, nos podemos dar cuenta que una mala supervisión, un mal seguimiento produjo en el corto periodo de un año esta tragedia.

   Una previsión inexistente del dispositivo que vendría enseguida nos ofrece el escenario fatal en el que no hubo condiciones aptas para el alojamiento masivo que se creaba a partir de la medida. Habrían sido necesarias diversas medidas de control para canalizar a diversas especies a zoológicos o espacios más adecuados, dignos de esas especies con objeto de preservarlas, estabilizarlas y adecuarlas a un nuevo hábitat. Sin embargo, como el propósito era terminar de cualquier forma con aquellas condiciones que se manifestaban en los circos es encontrar perfectamente explicada aquella frase y sentencia que decía: “¡Mátalos. Después viriguas…!”

   La nota que hoy ha sido divulgada en Milenio –periódico que por otro lado no es santo de mi devoción-, nos ofrece la penosa realidad en que terminó para muchos animales su situación en los circos. Antes que proceder a una medida de tales dimensiones habría sido necesaria una acertada solución, misma que también debió estar incluida por mandato en la disposición respectiva. Si ello no ocurrió, el resultado, como vemos, era de esperarse.

   Todo lo anterior apunta a ese intento que amenaza a las corridas de toros, cuya compleja estructura no solo compromete a miles de personas que formal o informalmente tienen un ingreso honesto, sino que ello podría originar una desestabilización sin precedentes, pues dicho ganado ha estado sujeto, por siglos, a una crianza y producción sostenida por particulares que saben perfectamente que ese proceso –de alterarse-, haría crisis en el campo mexicano. Suficiente tenemos con la desertificación y su falta de reorganización. Suficiente tenemos con el cambio climático mismo que está reaccionando de manera impresionantemente rápida, causando desolación, inhabilitación de tierras para cultivo o de crianza extensiva.

   En la medida en que el sector taurino sepa poner en práctica medidas de reparación, adecuación y adaptación de sus sistemas, adaptándose a los tiempos que corren pero sin que ello origine alteración de la esencia original (es decir se altera la forma en tanto que el fondo permanece) estará en condiciones de justificar su pervivencia. No basta con la visión hasta aquí contemplada y que abarca la situación rural. En el espacio urbano son necesarias muchas modificaciones, e incluso en la normativa (para lo cual dispongo de varias propuestas de sencilla adaptación a los tiempos que corren). En fin, es necesaria una revisión en la parte corporativa, en las convenciones tradicionales y hasta en su debida promoción. Convienen por tanto, las más mesas posibles de trabajo y discusión que poco a poco vayan llegando a las conclusiones pertinentes. Esto toma tiempo, pero hay que comenzar. Estoy seguro que cada sector o estamento tendrá algo que decir a su favor. E incluso en su forma. Sin embargo es necesario depurar los sistemas anacrónicos que arrastra el espectáculo para ponerlo al servicio de la modernidad, con objeto de que las voces contrarias desistan de su empeño.

   No quisiéramos que de la tauromaquia pueda generarse otra escena de desgracia como la surgida en torno a los circos.

27 de julio de 2016.

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MUERE EL 27 DE JULIO DE 1956 D. AGUSTÍN CRUZ BARBABOSA, DUEÑO DE SANTÍN.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   El personaje que hoy evocamos, tuvo a su cargo la emblemática ganadería a partir del 28 de octubre de 1930, fecha del fallecimiento de D. José Julio Barbabosa, su padre. Del Ing. Agustín Cruz Barbabosa se tienen pocos datos sobre su trayectoria, salvo por el hecho de que en el curso de los años cuarenta y cincuenta acumuló un buen número de tardes en que dio la vuelta al ruedo acompañado de los mejores novilleros y matadores de toros de aquellas épocas.

AGUSTÍN CRUZ BARBABOSA_EL ESPARTERO

Probablemente se trate de la tarde del 27 de abril de 1941, cuando en aquella ocasión alternaron Manuel Gutiérrez “El Espartero”, Antonio Toscano y Ángel Procuna. Fotografía de Luis Reynoso.

   A Agustín Cruz Barbabosa se deben una serie de labores perfectibles en la ganadería de Santín, puesto que se pueden comprobar las constantes tientas que celebró acompañado de su guía espiritual, el “tío” Antonio Barbabosa, amplio conocedor y “veedor” como pocos en aquellas épocas en las que ambos tuvieron oportunidad de decidir los destinos de nuevas generaciones de “santineños”, tomando en cuenta que dichos toros habían dejado de ser los “toros nacionales” a partir de 1924, cuando hubo una cruza con vacas y sementales españoles procedentes de la ganadería de D. Antonio Flores, formada a su vez por razas como las del Duque de Braganza, Marqués del Saltillo y Santa Coloma.

   En aquellas tientas a que me refiero, pueden verse entre otros diestros a Domingo Ortega, “Morenito de Talavera”, incluso al propio Dr. Joel Marín, muy cercano a la casa “Santín”.

   Don José Julio Barbabosa y Saldaña, fue un acreditado ganadero pues era una persona de gran escrupulosidad y responsabilidad en todos sus negocios, así como un conocedor nato de estos asuntos y con una fuerte afición taurina. Como era un hombre sumamente trabajador, no sólo conservó sino que la fortuna que heredó de su padre la incrementó, dejando a su muerte, a su único hijo, el ingeniero Agustín Cruz Barbabosa, antes citado, un magnífico capital, que se componía entre otras cosas de la fracción de la hacienda de Santín que se encontraba a su nombre, pues esta había sido hábilmente repartida por don José Julio entre varias personas, entre las que estaban don Carlos B. Zetina, don Julio Zetina, hermano del anterior, doña Celia García de Cruz, nuera de don José Julio Barbabosa, doña Celia Cruz y García, don Agustín Cruz y García, el propio ingeniero Agustín Cruz, Dolores F. Terrón, Manuel Terrón y otros más, logrando de esta forma que esta propiedad se salvará totalmente de la repartición agraria y además no se desmembrara ni saliera de la propiedad familiar hasta 37 años después de la muerte de don José Julio. El Ingeniero don Agustín Cruz Barbabosa pudo así conservar la posesión de la ganadería y de la hacienda bajo su responsabilidad hasta el año de 1956 en que falleció heredándola sus diez hijos e hijas los Barbabosa y García.

   Entre aquellos herederos se encontraba Celia Cruz Barbabosa, que llevó los destinos de Santín hasta que en 1968 decidió aprovechar fierro quemador y colores de la divisa (azul y rojo) para continuar con aquella labor, la de su padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo. En 1974, adquiere todo el ganado que había sido repartido entre sus hermanos y lo traslada a un rancho que se ubica en el municipio de Jerécuaro, Guanajuato que luego cruzó con sementales de encaste Llaguno. Por tanto, la presencia de Santín aún se debe dejar notar, ahora que está cumpliendo sus 180 años de existencia, justo cuando José Julio Barbabosa declaraba en 1886: “He aquí el Inicio de la ganadería con “el deseo de tener mayor número de bravos, a cuyo efecto D. José Julio Barbabosa –abuelo de este otro José Julio- mandaba poner de padres a los becerros q.e con mayor empeño y decisión, lidiaban…” (allá por 1836).

   El Ing. César Barbabosa heredero de esa estirpe ganadera, tiene enorme entusiasmo en recuperar la mayor parte posible de la historia que se construyó al interior de Santín. Afortunadamente y como autor de estas notas, puedo afirmar que desde hace unos 30 años he venido realizando una muy afortunada investigación sobre dicha hacienda ganadera que espero culminar en este 2016. Sobre todo por el hecho de que se integra a toda esa memoria un conjunto caudaloso de documentos cuyas fechas extremas van de 1616 a 1960 aproximadamente, mismos que han servido para afianzar cada vez más su propia historia.

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EL CINE y LOS TOROS. ANALES DEL CINE EN MÉXICO. 1895-1911.

RECOMENDACIONES y LITERATURA. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 085_EL CINE Y LOS TOROS_2016

Juan Felipe Leal, José Francisco Coello y Eduardo Barraza: El cine y los toros. Anales del cine en México, 1895-1911. México, Juan Pablos Editor, y Voyeur, 2016. 287 p. Ils., fots., cuadros. (Vol. 15: 1908: Primera parte).

Presentación de este libro ocurrida en Morelia, Michoacán, el 21 de julio de 2016. Sitio: Centro Cultural y de Convenciones “Tres Marías”.

    Cuando André Bretón vino a México (estancia del 18 de abril al 1° de agosto de 1938), con objeto entre otras cosas, de dictar varias conferencias, tuvo a bien declarar sobre el hecho de que en alguna de aquellas intervenciones hablaría sobre una “crisis”: la del invento de los procedimientos mecánicos de representación, arguyendo que el invento de la fotografía y el “cinema” fue lo que produjo esta crisis, o más bien el que la llevó a su máximo.

   Reflexiones de este tipo comenzaron a ser despejadas para el surrealista y para muchos otros interesados e investigadores poco más de 20 años después, cuando el 8 de julio de 1960 se funda oficialmente la “Filmoteca de la U.N.A.M.”, adscrita al Departamento de Actividades Cinematográficas, a cuyo frente estuvo por muchos años Manuel González Casanova. “Don Manuel” tuvo a bien incorporar “¡Torero!” en la colección original lo que hoy el Dr. Juan Felipe Leal establece como una cinta en parte ficcional y en parte documental, producida por Miguel Barbachano Ponce y dirigida por Carlos Velo. Tal vez, afirma Juan Felipe Leal “sea la mejor película taurina de todos los tiempos”.

   Con los años, “Filmoteca de la U.N.A.M.” se fue consolidando al grado de que ya establecida del todo en Ciudad Universitaria, sus instalaciones han sido ampliadas y en dos bóvedas con las condiciones de estabilización requeridas para todo tipo de soporte cinematográfico, reposan miles y miles de pies de película que aglutinan en buena medida la historia fílmica de este país de los últimos 120 años.

   Poco a poco fondos y colecciones fueron dando y siguen dándole forma al rico acervo cinematográfico en el que entre otros, los registros taurinos destacan en forma muy particular. Para concebir lo anterior, ha sido necesario el concurso de varios personajes o instituciones cuya participación ha consistido en la donación o depósito de materiales que guardan en esas latas un largo aliento de imágenes que han comenzado a ser motivo de revisión, interpretación y catalogación.

   Entre los forjadores de estas valiosas razones apreciamos a un conjunto notable de camarógrafos o cineastas que, además de dedicar su tiempo al registro “in situ”, lograron integrar colecciones que luego otras personas hicieron suyas compartiendo el mismo principio de la conservación. Allí están, como ejemplo notabilísimo Salvador Toscano, los hermanos Alva, Guillermo Becerril, José Cava, Jesús Abitia, José Pesquera Tuñón y Miguel Contreras Torres. Pasados los años, aparecieron Julio Lamadrid, Agustín Rosas Priego, Vicente Cortés Sotelo, “Paco” Hidalgo, Manuel Reynoso, Samuel Pesado, Daniel Vela, el Dr. Hoyo Monte, Rubén Gámez y Carlos González. Recientemente, ese desempeño lo materializó Julio Téllez García, cuya rica colección he tenido la oportunidad de calificar a detalle.

   Luego, surgieron quienes dedicados a coleccionar casi en forma parecida a la labor de un antropólogo lograron integrar materiales cuya vulnerabilidad por un lado, y el paso del tiempo por otro, amenazaba con que se perdieran inevitablemente un conjunto de rollos que reunían en su interior las más fascinantes imágenes filmadas varias décadas atrás, incluyendo entre otros motivos el capítulo de la Revolución Mexicana, o las fiestas del Centenario en 1910, y luego aquellos años postrevolucionarios que han permitido desvelar momentos clave en la historia moderna de nuestro país.

   Se considera que uno de los primeros en dedicarse a ese propósito fue Edmundo Gabilondo Manguino quien concentró en varias casas de su propiedad infinidad de materiales, hasta el punto de lograr tres grandes colecciones: “Revolución”, “Ópera” y “Toros”. Mi buen amigo Julio Téllez me ha comentado durante varias ocasiones la inolvidable anécdota en que habiendo sido invitado por Gabilondo para apreciar antiguos materiales taurinos, tuvo oportunidad de pasar momentos verdaderamente gozosos donde pudo admirar el arte de Antonio Fuentes o de Rodolfo Gaona. En esas conversaciones, Julio Téllez hace notorias, entre otras imágenes, la exhumación de los restos de Belisario Domínguez, todo ello bajo la gracia de una luminosidad, de una calidad y claridad que desplegaba el cine de aquellos años. Hoy al paso de un siglo cabal, volver a contemplar materiales como los aquí descritos produce emociones encontradas.

   Todavía en estos tiempos que corren no ha sido posible conocer el “Catálogo de obra completa” que valida a la “Colección Hermanos Alva” como una de las más ricas, luego de la de “Salvador Toscano”, que recientemente fue donada por la fundación “Carmen Toscano” a la propia “Filmoteca”, y de la que se encuentra haciendo una valiosa intervención el Dr. Aurelio de los Reyes. Es de destacar aquí la “Colección Manuel Barbachano Ponce”, de la que solo mencionaré más de mil mediometrajes que, bajo el rubro de “Cine Mundial”, produjo entre 1955 y 1973, misma que se encuentra bajo custodia de la “Filmoteca”.

   Indudablemente no puedo dejar de mencionar uno de los más recientes ingresos que enriquecen los tesoros de la “Filmoteca de la U.N.A.M.” Me refiero a la “Colección Julio Téllez García” formada por diversos materiales cuyas fechas extremas abarcan de 1897 a 1972, aproximadamente. Diez rollos que llevan la impronta de los “hermanos Alva” se unen con sus características imágenes en movimiento al fondo de estos personajes. Allí están reunidos toreros de la talla de José Moreno “Lagartijillo”, “Cocherito de Bilbao”, Rodolfo Gaona, “Machaquito”, Antonio Fuentes, Vicente Segura y otras escenas donde apenas es posible apreciar a Juan Belmonte, Eduardo Leal “Llaverito”, a Luis Freg y a un grupo de charros que participaron en uno de los jaripeos con motivo de las fiestas del “Centenario”. Esto sucedió el 15 de septiembre donde se puede apreciar a José Becerril, Anastasio Becerra, Ignacio Lara y José Velázquez.

   Otro reciente ingreso es el de alrededor de 200 latas, sobre materiales que en un principio mandó filmar Antonio Llaguno entre 1913 y 1951, año de su muerte. Dicho proyecto encontró continuidad en su hijo José Antonio Llaguno García quien desde 1951 y hasta 1972 mantuvo la idea de conservar imágenes donde se destaca el comportamiento de los toros de San Mateo. El conjunto de latas fue depositado por el Dr. Marco Antonio Ramírez en la propia Filmoteca.

   Pues bien, y con esto termino, comparto con ustedes estos cuatro discos DVD, resultado de un primer ejercicio que puede continuar en la medida en que la U.N.A.M. apoye una nueva serie pues los materiales taurinos que resguarda dan fácilmente para la producción de otros tantos discos. Ojalá se concrete algún día esta posibilidad.

CUATRO DVD UNAM

 

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500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XXX). EL SIGLO XVIII, SIGLO DE “LAS LUCES”. (IV).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

EL SOL EN LEÓN, POR LOS CAMPOS DE MÉXICO y LA PRESENCIA DE MANUEL QUIROS y CAMPO SAGRADO.

   Rondemos por el tiempo, encaminémonos a paso acelerado por las calles saturadas de la historia y detengámonos ahora frente a una puerta la que, al abrirse, descubre a doña María Teresa Medrano quien nos entrega el siguiente soneto:

1747

En la proclamación de Fernando VI

 Del caos informe el dedo soberano

a luz saca las obras en seis días;

porque sólo en un seis las mayorías

puede ostentar el resto de su mano.

 

No sin oculto al parecer arcano

muestra en España iguales bizarrías,

cuando en Fernando sólo monarquías

de un senario Perfecto forma ufano.

 

La Monarquía Española, al mundo entero

ya en perfección numérica compite,

pues de Fernandos es el sexto esmero:

 

Y porque más su innúmero acredite,

como Dios se remite a lo primero,

a sus obras Fernando se remite.[1]

    Precisamente estamos en los días en que se proclamaba al monarca español en territorio novohispano. Para tan significativo acontecimiento, el padre José Mariano de Abarca escribió una importante relación de fiestas intitulada El Sol en León….,[2] acontecimiento iniciado el martes 14 de noviembre en la plaza del Volador.

   La jura de Fernando VI. No me resisto a tomar datos a cual más interesante, como los dejados para la posteridad por Artemio de Valle Arizpe que nos dan una idea más o menos precisa de la grandiosidad de fiestas y sucesos con la reseña de alardes y juegos de toros en México.

   Dice don Artemio en imaginada epístola escrita por Andrés de la Brisuela y Dávalos al señor Bachiller Felipe Brisuela, escrita en México y agosto, día 15, de este año de 1748:

   Allá va ello… mi prolija y difusa descripción, ayudada de un cuaderno, Sol en León, de mi confesor, el Padre don José Mariano de Abarca

   Ojos faltaban a la admiración para aplaudir el bello espectáculo que ofreció a la vista, el martes 14 de noviembre del pasado año de 1747, la hidalguía de esta corte. Ese día se presentaron en la galante campaña de la plaza cuatro cuadrillas de caballeros, cada una con siete sujetos, incluyendo sus cabos o caudillos.

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José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2).

  De las cuatro cuadrillas y, por ser tan detallado el suceso por nuestro galante cronista, escogemos la tercera para conocer su contexto.

   Apenas había acabado de entrar esta segunda cuadrilla, cuando siguiendo las huellas que imprimían en la limpia arena los castizos brutos, se presentó en la plaza la tercera, gobernada por el señor don José de Vivero y Peredo, Hurtado de Mendoza, conde del Valle de Orizaba, quien, valiéndose de su ilustre título para demostración de su amor y cuerpo de su empresa, pintó en el lienzo de la adarga aquel jayán de los montes a quien sirven de corona los astros y en las llanuras de su valle, al dios Cupido que, deponiendo el arco y la aljaba, dejaba de perseguir a los hombres y a las fieras para alternar el oficio de cazador con el de hortelano, entretejiendo de todas las flores que adornaba aquella fragante esfera, un breve ramillete que con letra consagraba a su soberanía.

   Luego, don Juan José Martínez de Soria presentó en la suya un sol tocando el punto vertical de la esfera desde donde divide los resplandores del día y un hermoso girasol que en su fragante copa de nácar atesoraba como propias las luces del astro. Decía la letra:

Sólo se mueve esta flor

con el planeta mayor.

   Este mismo luminar estampó en la suya don Diego de Saldívar y Castilla, aunque no en la misma estación de su carrera, sino en la última, en que, encendido topacio, tramonta el carro de sus luces para proseguir en los antípodas el infatigable desvelo de su universal providencia. La letra decía:

Si este sol da vida, activo,

a dos orbes en que nace,

nunca yace, cuando yace.

   Un laurel y una palma (ambos timbres del valor y crédito de los trofeos), coronados de una verde oliva, mostró el señor don Miguel de Lugo y Terreros, como anuncio dichoso, a lo que parece, de que logrará su Majestad multiplicados triunfos y coronará sus glorias con una paz dilatada. Eso parece que significaba el mote Erit altera merces (Habrá otra recompensa).

   Como reina jurada de cuanta pluma puebla la vaga región del aire, dio en la suya don Juan del Valle, una águila con corona y cetro, extendidas las alas y sobre cada una de ellas un clarín, que por su boca gritaba a la América a quien, parece, representó:

Sólo puede un ave real

dar gloria y nombre inmortal

   El señor don Justo Trebuesto y Dávalos, conde de Miravalle, pintó en la suya un valle matizado de diversas flores, bañadas con la luz de un hermoso sol. Su letra decía:

Si este valle está lucido,

y se mira gastar flores,

el sol le da los colores.

    Terminó esta tercera cuadrilla don Antonio Javier de Arriaga y Bocanegra, quien delineó en la adarga un brazo manteniendo un cetro, sobre cuya punta estribaba una cigüeña. El mote lo pidió a la erudición romana, trasladando a honor de nuestro Monarca aquel Pietas Augusta (Piedad Imperial), que Augusto Emperador grabó en una medalla, donde mandó imprimir una cigüeña por símbolo de su piedad.

   Estas fueron las lucidas empresas que dieron a la publicidad en sus adargas los caballeros, las que llevaron embarazadas todos los días que duraron sus festines, yendo también todos armados de lanzas con garboso descuido, tendidas sobre el muslo derecho y cuellos de los inquietos brutos, dejándolas luego que paseaban la plaza, para que sin su embarazo se ejecutasen las suertes prevenidas, con la destreza que se deseaba.[3]

   En virtud de ser la descripción uno de esos largos discursos descriptivos de todo lo que sucedía, viene enseguida la detallada vestimenta del señor conde del Valle de Orizaba, “en el color azul de entrambos y la del señor marqués de Uluapa en el color de pusol de los mismos”. Hubo botillas guarnecidas con punta de plata y bandas cruzadas, desde el hombro derecho hasta el terciado; peluquines cortos a la romana; sombreros de tres dedos de falda con toquillas y pedrasas de ricos diamantes.

   El aderezo de los caballos era diverso: la cuadrilla del señor Corregidor lo sacó de tela verde de plata, guarnecido con galones de plata de Milán; (…) Si bien todas las sillas eran iguales y cortadas al propósito, ni del todo bridas ni del todo vaqueras, con pretales guarnecidos de plata, cascabeles y florones también de plata de martillo y las mantillas o anqueras con sus higas y guarniciones de lo propio, las estriberas eran de lomo y las espuelas con rodajas grandes al uso de este reino, unas y otras plateadas a fuego, si no fueron las de los cuatro caudillos o guías, que eran de plata de martillo.

   Ya en la Plaza con sus padrinos, las cuadrillas se unieron en su centro, las cuatro con las necesarias evoluciones para incorporarse y llegar de frente todas a saludar a Su Excelencia el señor Virrey. Lo cual ejecutado, se fueron con grande orden separando de dos en dos, y dando círculo y medio a la Plaza, hicieron el paseo, quedando cada cuadrilla en la puerta fronteriza de aquella por donde entró; luego con otro medio círculo ejecutado al galope, se apoderaron de las cuadrillas de sus respectivas puertas.

   Desde ellas, en unos perfectos círculos, comenzaron un manejo o lucida escaramuza, en el que noblemente embargada la atención con la vista no acababa de admirar el primor y la destreza con que, mezclándose unas cuadrillas con otras, se unían en el centro de la Plaza y en sus ángulos se separaban, siempre variando de figura. Y habiendo hecho cada una de por sí, en el ángulo propio, su torno y reencuentro, lo repitieron en los tres de las demás, quedando todas en las puertas por donde hicieron la entrada.

   Como el manejo ejecutado duró mucho, cedieron a la fatiga los brutos, pero no los generosos bridones, y así, para proseguir sus lucimientos, tomaron las puertas con el fin de remudar los caballos. Y para que el alboroto no se interrumpiese, se promediaron los juegos con dos toros que se lidiaron, entrando a la parte de los regocijos no menos la razón, ajustando a su armonioso compás el métrico tropel de los caballos, que la brutalidad de las fieras, animando en cada amago de su coraje un peligro, y en cada bramido una muerte.

   Esto mismo se ejecutó los otros tres días de las carreras, y en el presente apenas había medido con su cuerpo el segundo toro la arena, forzado del violento impulso del rejón a exhalar por la boca de la herida, envuelto en humo y cólera, su bruto espíritu, cuando, despejada la Plaza y ardiendo la plata en los clarines, se hizo segunda llamada; y siguiendo el norte de sus acentos, las cuadrillas repitieron el circo, entrando cada cual por su respectiva puerta, y comenzando otro manejo, fueron con grande primor formando unos lazos. Cada cuadrilla los empezaba sobre su derecha, y torneando sobre su izquierda en el centro de la Plaza, iba a ocupar la esquina que dejaba libre la cuadrilla de mano derecha. Por eso, siendo cuatro las cuadrillas y otros tantos los lazos y tornos, vino a quedar en el último cada cuadrilla en el mismo puesto de donde había salido. Luego con gloriosa emulación de la coronada Villa de Madrid y de otras ciudades de Europa, se corrieron, como en sus plazas, alcancías, de dos en dos, expirando a la luz del primero día entre tantos brillos de nobleza y tantos resplandores de lealtad.

   Disputándole los lucimientos, amaneció el segundo. Cuando el sol con su decadencia da principio a la estación de la tarde, hecha al son de los clarines la llamada y concluido el paseo de los padrinos entraron por sus puertas las cuadrillas con otra distinta figura, e incorporándose con los padrinos en el centro de la plaza, la pasearon toda con mucho garbo y majestad, no siendo cosa inferior el denuedo y cortesanía con que saludaron a Su Excelencia y le pidieron facultad de proseguir estos festejos. Obtenida sin dificultad la licencia, se empezó un manejo que fue hacer cada cuadrilla un círculo en su esquina hasta los medios de sus ángulos. Sobre éste se formó otro de todas cuatro, que ocupaba toda la circunferencia de la plaza, siendo lucida corona de su recinto. Con esta figura dieron dos tornos al teatro; después se separaron, quedando puestas en dos alas y en esta forma hicieron una escaramuza de la una esquina a la otra contradictoria; de manera que, encontrándose en el centro de la plaza, se separaban para sobre el otro torno volverse a encontrar, y poderse atacar de frente sobre una y otra línea.

   Hechas cuatro escaramuzas en esta conformidad, volviendo a formar todas cuatro sobre un torno un círculo de todas, y separándose igualmente, quedó cada cual en su puerta. Después salieron a remudar los caballos, corriéndose en el entretanto dos toros. Poco tiempo duró esta diversión, porque, paladeados todos del primor y destreza de los caballeros, libraron en los toreadores el que se disminuyesen los plazos, cortando en breve con las vidas de los toros las demoras de los regocijos.

   Y así, apenas tomado las puertas cuando volvieron a entrar, haciendo inmediatamente otro manejo de tornos y parejas encontradas, de una a otra esquina. Luego se corrieron cañas y alcancías, y aunque tan generosos pechos, jamás fatigados en el servicio de su Monarca hubieran querido detenerse más en los obsequios de su nuevo Príncipe, se los estorbó la noche, que ya de pardas sombras iba a gran prisa cubriendo el horizonte, y así se retiraron, aliviando al dolor de fin de este día con la esperanza de la continuación del tercero.

   Este fue el martes veinte y uno del mismo mes… Se escucha la llamada de los clarineros, paseo de la plaza de los padrinos, y el pedimento de la venia al señor Virrey, las cuadrillas, desde el cuadro que correspondía a cada una formaron un airoso círculo acompañadas de los padrinos, que muraba todo el espacio de aquella galante campaña. Luego, separándose de ellos, todas en sus esquinas empezaron un lucido y vistoso torno mezclándose cada cuadrilla con su contraria y revolviéndose en los ángulos de la plaza y medios de los cuadros, entraban y salían unas con otras, bosquejando una pulida labor o rosa de ocho hojas, la cual perfecta, y todas las cuadrillas en su lugar correspondiente, repitieron desde él distintas escaramuzas de grande arte y lucimiento. Entretanto que después remudaban los caballos, hicieron paréntesis dos toros, el que brevemente cerró la segunda entrada de los caballeros quienes, para coronar su destreza, concluyeron la tarde corriendo sortijas en carrillos con listones.

   Las sortijas que se pusieron en dicho arco, fueron treinta y constaban de tres tiempos: el primero, la expresada sortija; el segundo, el ruido del carrillo; el tercero, tres varas de listón de varios colores que llevaban consigo las sortijas (…) Con esta diversión se dio fin a la tarde, quedando cada individuo de los que corrieron llenos de vítores y laureles, aunque con noble codicia de aumentar más coronas a sus sienes en el último día.

   Mucha había sido la gente que había concurrido a ver y admirar, en los precedentes días, tan bellos espectáculos, pero el día de hoy fue tan excesivo su número que se temió prudentemente quedase aquella ciudadela de troncos sepultada en sus mismas ruinas. Y no quedó fallida la esperanza que todos traían de que este día echarían el resto a los demás, pues, tocando todos los caballeros aquella línea del garbo y de la destreza, de donde ya no es posible que imprima adelante sus huellas humana planta, pusieron clave al primor y quedaron graduados de sin segundos en la bizarría.

   Las cuadrillas dieron a continuación sus escaramuzas y evoluciones que fueron cosa muy de ver “esta batalla, tanto más hermosa y divertida cuanto menos le concedía de horror y realidad la imitación…”

   Pues no quedando alguno, por inferior, vencido de los demás, salieron todos triunfantes y cada uno coronado de gloria como el mayor.[4]

   Aquí concluye la relación de tan curiosa fiesta dada a la letra por José Mariano de Abarca y trasladada a nuestra época por el ingenio de don Artemio de Valle Arizpe, no así de un dato más, el de un soneto escrito por el Sr. Comisario D. Joseph Francisco de Cuevas, Aguirre y Espinosa.

1747

A LOS CABALLEROS MEXICANOS EN SU FUNCIÓN DE CARRERAS

 Coger a Phebo brillos y luceros

no temen para Adornos, y vestidos,

por superior planeta defendidos

de su enojo bizarros caballeros.

A Phaetonte no dudan lisonjeros

enmendar los errores advertidos;

y de Apolo Caballos bien regidos

manejar sin peligro más ligeros.

Ascender a la Esfera Soberana

de el Hesperio FERNANDO, Sol que anhelan,

con atención no excusan cortesana.

Y registrar sus rayos no recelan,

que de el águila Regia Mexicana

son Hijos, y no corren sino vuelan.[5]

    Para 1749, las fiestas de la proclamación de Fernando VI no se consumieron sino que, por el contrario, su efervescencia continuaba activa. Fue así como la Nueva Vizcaya se suma con una relación más: Hércules Coronado…,[6] conteniendo a su vez descripciones taurinas y una pequeña muestra poética.

   Anota José Cosío:

Si preguntamos a los astrónomos, y mitologios, cuál fue la causa de poner el signo de Tauro allá en el cielo, cual la razón de colocarse este bruto feroz entre los Astros, nos responderán desde luego con Higinio, que por haber conducido a las espaldas hasta la sila de Creta sin lesión a Europa (…) Pues si es tal la belleza, y felicidad de Europa, que la venera un animal tan fiero, que un bruto tan horrible como un Toro sabe hacerle espaldas; que mayor obsequio pues de consagrársele en los triunfos invictos de Alcides, que el sacrificio de los Toros en sus aclamaciones, y en sus fiestas. Y ahí puede grabársele esta letra, que como escrita en Salamanca toca, y le viene bien a Europa, sin otra mudanza, que una sola línea (…)

   Con respecto al quehacer de Rafael Landívar, S.J., comparto estos apuntes.

POR LOS CAMPOS DE MÉXICO_DOS EDICIONES

Carátula de la edición de Bolonia publicada en 1782, así como la que editó la U.N.A.M. en 1973.[7]

   La asunción del criollo a escena en la vida novohispana es de suyo interesante. Quizás confundido al principio quiere dar rienda suelta a su ser reprimido, con el que se siente afín en las cosas que piensa. Y actúa en libertad, dejándose retratar por plumas como sor Juana o Sigüenza y Góngora, por ejemplo. No faltó ojo crítico a la cuestión y es así como Hipólito Villarroel en sus «Enfermedades que padece la Nueva España…» nos acerca a la realidad de una sociedad novohispana en franca descomposición a fines del siglo XVIII y cerca de la emancipación. Pero es con Rafael Landívar S.J. y su Rusticatio Mexicana donde mejor queda retratada esa forma de ser y de vivir del mexicano, del criollo que ya se identifica plenamente en el teatro de la vida cotidiana del siglo de las luces.

   Precisamente en su libro XV Los Juegos aparece una amplia descripción de fiestas taurinas. La obra fue escrita en bellos hexámetros, es decir: verso de la métrica clásica de seis pies, los cuatro primeros espondeo o dáctilo, el quinto dáctilo y el sexto espondeo. Es el verso épico por excelencia.

   El poema nace en un clima espontáneo que armoniza los divergentes elementos de tres mundos: el latino, el español y el americano, amalgamados en la psicología del poeta bajo los fuegos vehementes del trópico guatemalteco, su cuna, y transidos por el espíritu de la altiplanicie mexicana, en la cual se desarrolló al arte y a la sabiduría.

   En el libro X: «Los ganados mayores» se apunta la vida del toro bravo en el campo. Pero, desde luego es el libro XV en el que se incluyen las peleas de gallos, las corridas de toros campiranas y las carreras de caballos.

   Nada, sin embargo, más ardientemente ama la juventud de las tierras occidentales como la lidia de toros feroces en el circo. Se extiende una plaza espaciosa rodeada de sólida valla, la cual ofrece numerosos asientos a la copiosa multitud, guarnecidos de vivos tapices multicolores. Sale al redondel solamente el adiestrado a esta diversión, ya sea que sepa burlar al toro saltando, o sea que sepa gobernar el hocico del fogoso caballo con el duro cabestro.

   Preparadas las cosas conforme a la vieja costumbre nacional, sale bruscamente un novillo indómito, corpulento, erguida y amenazadora la cabeza; con el furor en los ojos inflamados, y un torbellino de ira salvaje en el corazón, hace temblar los asientos corriendo feroz por todo el redondel, hasta que el lidiador le pone delante un blanco lienzo y cuerpo a cuerpo exaspera largamente su ira acumulada.

   El toro, como flecha disparada por el arco tenso, se lanza contra el enemigo seguro de atravesarlo con el cuerno y aventarlo por el aire. El lidiador, entonces, presenta la capa repetidas veces a las persistentes arremetidas hurta el cuerpo, desviándose prontamente, con rápido brinco esquiva las cornadas mortales. Otra vez el toro, más enardecido de envenenado coraje, apoyándose con todo el cuerpo acomete al lidiador, espumajea de rabia, y amenaza de muerte. Mas aquél provisto de una banderilla, mientras el torete con la cabeza revuelve el lienzo, rápido le clava en el morrillo el penetrante hierro. Herido éste con el agudo dardo, repara y llena toda la plaza de mugidos.

   Mas cuando intenta arrancarse las banderillas del morrillo y calmar corriendo el dolor rabioso, el lidiador, enristrando una corta lanza con los robustos brazos, le pone delante el caballo que echa fuego por todos sus poros, y con sus ímpetus para la lucha. El astado, habiendo, mientras, sufrido la férrea pica, avieso acosa por largo rato al cuadrúpedo, esparce la arena rascándola con la pezuña tanteando las posibles maneras de embestir. Está el brioso Etón, tendidas las orejas, preparado a burlar el golpe en tanto que el lidiador calcula las malignas astucias del enemigo. La fiera, entonces, más veloz que una ráfaga mueve las patas, acomete al caballo, a la pica y al jinete. Pero éste, desviando la rienda urge con los talones los anchos ijares de su cabalgadura, y parando con la punta metálica el morrillo de la fiera, se sustrae mientras cuidadosamente a la feroz embestida.

   El padre Rafael Landívar nació en la ciudad de Guatemala el 27 de octubre de 1731. En el curso de 1759 a 1960 Landívar pudo haber enseñado retórica en México, pero sus biógrafos se inclinan a que lo hizo en Puebla y en 1755 en México. El autor habla de su obra:

Intitulé este poema Rusticatio mexicana (Por los campos de México), tanto porque casi todo lo que contiene atañe a los campos mexicanos, como también porque oigo que en Europa se conoce vulgarmente toda la Nueva España con el nombre de México, sin tomar en cuenta la diversidad de territorios.

Viene ahora la continuación al libro XV:

Pero si la autoridad ordena que el toro ya quebrantado por las varias heridas, sea muerto en la última suerte, el vigoroso lidiador armado de una espada fulminante, o lo mismo el jinete con su aguda lanza, desafían intrépidos el peligro, provocando a gritos al astado amenazador y encaminándose a él con el hierro. El toro, súbitamente exasperado su ira por los gritos, arremete contra el lidiador que incita con las armas y la voz. Este, entonces, le hunde la espada hasta la empuñadura, o el jinete lo hiere con el rejón de acero al acometer, dándole el golpe entre los cuernos, a medio testuz, y el toro temblándole las patas, rueda al suelo. Siguen los aplausos de la gente y el clamor del triunfo y todos se esfuerzan por celebrar la victoria del matador.

   Algunas veces el temerario lidiador, fiándose demasiado de su penetrante estoque, es levantado por los aires y, traspasadas sus entrañas por los cuernos, acaba víctima de suerte desgraciada. El toro revuelca en la arena el cuerpo ensangrentado; se atemoriza el público ante el espectáculo y los otros lidiadores por el peligro. Sucédense luego nuevas luchas, por orden, cuando se desea alternarlas con el fin de variar.

   Los mozos, en efecto, suelen aprestar para montarlo, un toro sacado de la ganadería, muy vigoroso, corpulento y encendido en amenazas de muerte. Uno de aquellos le sujeta en el lomo peludo los avíos, como si fuera caballo, y le echa al pescuezo un lazo; sirviéndose luego de él, impávido, a manera de larga brida, sube a los broncos lomos del rebelde novillo, armado de ríspidas espuelas y confiando en su fuerza. El animal, temblando de coraje, se avienta en todos sentidos, luchando violentamente por lanzar al jinete de su lomo. Ya enderezándose rasga el aire con los corvos cuernos, ya dando coces en el vacío arremete furibundo a todo correr, contra los que se le atraviesan; y cuando intenta saltar el redondel, alborota las graderías de los espectadores espantados.

   Como el líbico león herido por penetrante proyectil, amenaza con los colmillos, los ojos feroces y las mandíbulas sanguinarias, tiembla, se mueve contra sus astutos adversarios mostrando las garras, y ya se lanza por el aire con salto fulmíneo, ya corriendo velozmente fatiga a los cazadores; lo mismo el toro, encolerizado por el extraño peso, trastornando la plaza embiste ora a unos, ora a otros. Pero el muchacho sin cejar se mantiene inconmovible sobre el lomo, espoleándolo constantemente.

   Y aun también, el muchacho jinete blandiendo larga pica desde el lomo del cornúpeta, manda a los de a pie sacar otro astado de los corrales y a puyazos lo empuja gozoso por todo el llano. Atolondrado al principio por la novedad, huye precipitadamente de su compañero enjaezado vistosamente.

   Pero aguijoneando su dorso por la punzante pica, se enfurece encendido de cólera, embiste a su perseguidor, y ambos se trenzan de los cuernos en bárbara lucha. Mas el robusto jinete dirime la contienda con la pica, y continúa persiguiendo a los toros por la llanura, hasta que con la fatiga dejen de amenazar y doblegados se apacigüen.

   Toda ella es una hermosa, soberbia y fascinante descripción de la fiesta torera mexicana, con un típico y profundo sabor que, desde entonces comienza a imprimirle el criollo, deseoso por plasmar géneros distintos al tipo de fiesta que por entonces domina el panorama. Ese aspecto se determinaba desde luego por lazos de fuerte influencia española que aún se agita en la Nueva España en vías de extinción.

   A la pregunta de qué, o cómo es el criollo, se agrega otra: ¿quién permite el surgimiento de un ente nuevo en paisaje poco propicio a sus ideales?

  Una respuesta la encontramos en el recorrido que pretendo, desde la Contrarreforma hasta el siglo XVII en España concretamente.

   Este movimiento católico de reacción contra la Reforma protestante en el siglo XVI tiene como objeto un reforzamiento espiritual del papado y de la Iglesia de Roma, así como la reconquista de países centroeuropeos como Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Inglaterra instalados en la iglesia reformada. Pero la Contrarreforma fue a alterar órdenes establecidos. Italia fue afectada en lo poco que le quedaba de energía creadora en la ciencia y la técnica.

   José Ortega y Gasset escribió en la Idea del principio en Leibniz su visión sobre los efectos de aquel movimiento. Dice:

Donde sí causó daño definitivo la Contrarreforma fue precisamente en el pueblo que la emprendió y dirigió, es decir, en España.

   Pero en el fondo la Contrarreforma al aplicar una rigurosa regimentación de las mentes que no era más que la disciplina al extremo logró que el Concilio de Trento celebrado en Italia de 1545 a 1563 restableciera -entre otras cosas- el Tribunal de la Inquisición. Por coincidencia España sufría una extraña enfermedad.

Esta enfermedad -dice Ortega- fue la hermetización de nuestro pueblo hacia y frente al resto del mundo, fenómeno que no se refiere especialmente a la religión ni a la teología ni a las ideas, sino a la totalidad de la vida, que tiene, por lo mismo, un origen ajeno por completo a las cuestiones eclesiásticas y que fue la verdadera causa de que perdiésemos nuestro imperio. Yo le llamo «tibetanización» de España. El proceso agudo de esta acontece entre 1600 y 1650. El efecto fue desastroso, fatal. España era el único país que no solo necesitaba Contrarreforma, sino que ésta le sobraba. En España no había habido de verdad Renacimiento ni por tanto, subversión. Renacimiento no consiste en imitar a Petrarca, a Ariosto o a Tasso, sino más bien, en serlos.

   El fenómeno es fatal pues mientras las naciones europeas se desarrollan normalmente, la formación de España sufre una crisis temporal. Por tanto esto retardó un poco su etapa adulta, concentrándose hacia adentro en sus progresos y avances. En España lo que va a pasar entonces es una hermetización bastante radical hacia lo exterior, inclusive -y aquí nos fijamos con mayor atención- hacia la periferia de la misma España, es decir, sus colonias y su imperio.

   Coincide la tibetanización española -en la primera mitad del siglo XVII- con el movimiento criollista que comienza a forjarse en Nueva España.

   ¿Serán estas dos tremendas coincidencias: criollismo y tibetanización, puntos que favorezcan el desarrollo de una fiesta caballeresca primero; torera o pedestre después con singulares características de definición que marcan una separación, mas no el abandono, de la influencia que ejerce el toreo venido de España? Además si a todo esto sumamos el fenómeno que Pedro Romero de Solís se encargó de llamar como el «retorno del tumulto» justo al percibirse los síntomas de cambio generados por la llegada de la casa de Borbón al reinado español desde 1700, pues ello hizo más propicias las condiciones para mostrar rebeldía primero del plebeyo contra el noble y luego de lo que este, desde el caballo ya no podía seguir siendo ante la hazaña de los de a pie, toreando, esquivando a buen saber y entender, hasta depositar el cúmulo de experiencias en la primera tauromaquia de orden mayor: la de José Delgado «Pepe-hillo».

   Si el criollo encontraba favorecido el terreno en el momento en que los borbones -tras la guerra de sucesión- asumen el trono español, su espíritu se verá constantemente alimentado de cambios que atestiguará entre sorprendido y emocionado. Dos casos: la expulsión de los jesuitas en 1767, compañía que la Contrarreforma estimuló y en la Nueva España se extendió por todos los rincones y provincias. La ilustración, fenómeno que, bloqueado por las autoridades novohispanas y reprobado ferozmente por el santo Oficio sirvió como pauta esencial de formación en el ideal concreto de la emancipación cuyo logro al fin es la independencia, despierta desde 1808.

   Todo esto, probablemente sea parte de los giros con que la tauromaquia en México haya comenzado a dar frutos distintos frente a la española, más propensa a fomentar el tecnicismo, ruta de la que nuestro país no fue ajeno, aunque salpicada -esta- de «invenciones», expresión riquísima que dominó más de cincuenta años el ambiente festivo nacional durante el siglo antepasado.

   Con Manuel Quiroz y Campo Sagrado autor de los Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez… 1786, y gracias al trabajo de Salvador García Bolio[8] es posible conocer en detalle los hechos de noviembre y diciembre de 1785, donde actuaron en 22, 23 y 24 de noviembre dos, cuatro y seis mujeres toreras respectivamente.

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Salvador García Bolio y Julio Téllez García: Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado. México, s.p.i., 1988.  50 h. Edición facsimilar.

1786

Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado.

 El veinte y dos siguieron las corridas

de Toros dando al Publico contento

se vieron dos Mujeres aplaudidas

al mirarlas torear con tanto aliento

pues fuertes Amazonas[9]

les entregaban al toro sus Personas.

    De esta obra, se escogen ahora los versos relacionados con tema taurino.

 13

Mostrose Augusto rubio y amoroso

y de Virgo miraba el rostro ameno

gozando sus placeres deleitosa

entre las Glorias de su Indiano ceno

y entonces las Florestas

a su Vi-rey disponen unas fiestas.

 14

 A Tauro por los suelos quieren veer

demellándole la hasta venenosa

haziendo de sus ruinas el placer

en la del Bolador Plazuela ermosa

y sin ser nada escasa

en ella miden y reparten Plaza.

 15

 A fabricar comienzan su grandeza

los Artífices diestros con esmero

formándola en tal arte y gentileza

que excedieron al Arte y el Madero

pues como cantería

esta dórica Plaza persuadía.

 16

 En el recinto ponen vellas gradas

guarnecidas de Bayas primorosas

las que estaban al ayre resguardadas

de todas intemperies rigurosas

pues ni tauro ni fevo

dañar pudieron a ningún Mancebo.

 17

 Siguieron las Lumbreras guarnecidas

de preciosos matizes explayadas

donde muchas Personas distinguidas

procuraron tenerlas adornadas

dando envidia el primor de sus colores

al más vello Jardín de ermosas Flores.

 18

 Elevaron alo alto sus tendidos

con grande simetría agigantados

de uniformes columnas sostenidos

y de rectas cornizas adornados

formando sus Balaustres sin dar quexas

de verdes esmeraldas muchas Rexas.

 19

 Adornados de Alfombras y Tapizes

se vieron sus alturas mui cavales

siendo una Primavera sus Matizes

para ocupar los regios Tribunales

los que bien distribuidos

aqual mas se obstentan de lucidos.

 20

 En las sombras el Arte con primor

puntualm.se te vido exejutado

que opacándole a Febo su rigor

dejaron el lugar acomodado

donde muy librem.te

sin incomodidad vido la jente.

21

 Quatro Puertas se vieron en la Plaza

formando los ochavos excelentes

estas con sus columnas y su vaza

con proporciones amplias y eminentes

quedando desahogadas

para entrar y salir por sus fachadas.

 22

 Una columna con estraña idea[10]

pusieron de figuras adornada

la q.e de noche convertida en tea

dejó toda la Plaza iluminada

formando el artificio con esmeros

en su iluminación diestros coheteros.

23

 En esta se vio Flora de presente

sosteniendo los cables mui galante

a Vulcano[11] también que fuertem.te

sus Brazos declaraban lo pujante

carg.do el luminar

sin que nadie le viera descanzar.

24

 Apolo y Marte puestos en palestra

a Neptuno y a Júpiter miraron

que opuestos p.r querer todos la diestra

a competensia un sirculo formaron

asiendo en sus ibleos

al publico presentes sus trofeos.

 25

 Unas tarjas de octavas Peregrinas

sirvieron a estos Dioses p.a Penas

cuyos metros en letras cristalinas

viva Gálvez dijeron mui ufanas

cubriendo sus lugares

de emblemas de las mas particulares.

 26

 Desde el Palacio R.l hasta el tablado

se vido un pasadiso distinguido

por ambos lados de tablas aforrado

y de fuertes umbrales sostenido

para que su Exa.

a la Plaza pasase con su Audiencia.

 27

 Comenzó el tribun.l del Virreynato

con Majestuosas sillas de Brocados

las que formaron rejio el aparato

dejando dos lugares separados

que a las Personas Reales

les formaron Fellizes y citiales.

28

 Siguió el de la ciudad al otro lado

de ricas colgaduras guarnecido

de bien bestidas Bancas adornado

que formaron un teatro mui lucido

con vista tan galana

que sus Armas mostró la Corte Indiana.

 29

 La Minería con su fachada ermosa

formó su Tribunal q.e fue el tercero

haziendola ala vista deleitosa

la variedad de adornos de su esmero

que con ainco insaciable

un Alcázar formaba respetable.

 30

 Siguió el del Consulado mui galante

en el quarto lugar tan reluciente

en Nacares tapizes rozagante

que imbidia dio a Letona lo decente

y el Dios Momo corrido

quedó sin duda al verlo tan lucido.

31

 El Cavildo Eclesiástico dio prueba

de su quinto lugar p.r su grandeza

esto con sus adornos lo subleva

para enseñar al público una pieza

tan regia y respectuosa

que se miró entre seria Sor ermosa.

 32

 La Yttre.l Colegiata acompetensia

preparó su cavildo en sexto grado

francam.te explayando la decencia

para no ser en nada señalado

pues con roja prevista

al comun todo deleitó su vista.

 33

 El Claustro Doctoral aq.n le toca

el séptimo lugar con gentileza

su estancia la compuso apide voca

tendiendo colgadura con franqueza

donde galan se vido

de Capelos y Borlas asistido.

 34

 El Protom.to generoso

al Público mostró sus Maravillas

cuio octavo lugar se vio lustroso

guarnecido de sedas amarillas

que con lucido teatro

al Público le dieron anfiteatro.

35

 Dos lumbreras con Berdes Celosías

formaron Tribun.l al S.to Oficio

que destellando graves alegrías

de suma autoridad dieron indicio

que en el estar cerradas

dieron muestras de ser las señaladas.

 36

 En este dieron fin los Tribun.s

que ilustraron la Plaza y sus recintos

declarando los gozos mui marciales

encadenando vellos laberintos

pues todas las Lumbreras

festivas alegraron las Esferas.

 37

 Construida enteram.te en sus adornos

fue la Plaza modelo de alegrías

y entapizados todos sus contornos

dieron ala tristeza bateria

pues hizo p.r que save

hazer caver amas de lo q.e cave.

 38

 En catorce los Toros comenzaron

de Nov.e del año ochenta y cinco

en este día los gozos se explayaron

y todos pretendieron con grande ainco

el dar aproporcion

con sus avilidades diversión.

 39

 En este mismo día en la Mañana

en un Virloche con presteza suma

se vido la Persona mui Galana

del Conde Gálvez q.e como una pluma

volava de la Plaza el pavimento

como las Aves cruzan p.r el viento.

40

 Dos lijeros Bucéfalos tiraban

la Maquina eminente rodadora

en la que dos Personas se miraban

que formando venían nueva Aurora

porq.e sus exellensias

quisieron dilatar sus preeminencias.

 41

 Qual Rayo desatado de la esfera

cruzó Nuestro Virrey gallardam.te

dando ala Pleve gozo su Carrera

como así mismo al pobre y al decente

que al veerlo tan humano

consuelo fue feliz del País Indiano.

 42

 El Mormollon de gentes ocupaba

la estancia de la Plaza en espesura

ni un pequeño resquicio se encontraba

para poder salir de su apretura

y en tanto lavirinto

se extraviaba la mente y el distinto.

 43

 Entró la Tropa con medidos pasos

dando a los parches vozes retumbantes

y al punto despojó los embarazos

por presentarse solo los Infantes

los que mui arreglados

en el partir mostraron ser Soldados.

44

 Quedó por fin la plaza despejada

o por otro bulgar quedó partida

y estado el bullicio sosegada

sus embarazos se miró expedida

y con pasos violentos

fueron tomando todos sus asientos.

45

 Entregada la llave y echa señal

salió una fiera con horrible saña

q.e siega por la ravia se despeña

y entre las corbas puntas se enmaraña

queriendo su desvelo

hazer profundos hoyos en el suelo.

 46

 Era de faz sañuda y enojada

etiope por color ancho el pescuezo

en la frente la crin mui enroscada

fornida la anca en serviguillo grueso

con dos puntas triunfantes

que a su testa sirvieron por Turbantes.

47

 Salió del Cozo sentellando fuego

arrebatando del suelo las Arenas

no vio la gente p.r q.e salió ciego

y rompiendo de babas las cadenas

corrió con valor pleno

que pareció de Júpiter y el Trueno.

 48

 Tocó al Arma este Bruto vengativo

en medio de la Plaza con fiereza

con ímpetu tan fuerte y tan altivo

q.e asombro dio de veer su fortaleza

dejando obscurecidos

los vientos al bapor de sus bufidos.

 49

Salieron al instante valerosos

unos Mancebos bien aderezados

pretendiendo el herirlo tan ansiosos

que de si mismos quedaron olvidados

pegando Banderillas

por entremedio de sus dos cuchillas.

50

 Reboleando las Capas lo torean

y con agudas Baras se defienden

con diligentes bueltas lo mofean

y con silvos y vozes mas lo encienden

el que qual Can rabioso

a todos les embiste muy furioso.

51

 En fin echa la seña lo mataron

pasándole el pescuezo con la espada

el Pecho y corazón le atravesaron

dejando su fiereza domellada

por que el echo Sangriento

a los demas sirviese de escarmiento.

 52

 Cerrose la mañana con seis Toros

jugando p.r la tarde los restantes

y quando aucento Fevo los Tesoros

destelló Flora rayos tan flamantes

que con su Economía

se vio la Noche convertida en día.

 53

 Refulgente la Fragua de Vulcano

yluminó la Plaza con presteza

formó de ermosas luzes un verano

p.r q.e México Viera la grandeza

que gozos obstentando

por la Plaza de Toros fue paseando.

 (. . . . . . . . . .)

 59

 El quinze se siguió la diversión

en los términos mismos de aquel día

hubo de fuegos la iluminación

y todo lo demas con vizarria

sin que nada faltase

que tal vez la bugata lo anotase.

 (. . . . . . . . . .)

 64

 Prepararon los Toros al contento

en el día con muchas diversiones

no faltó nada del divertim.to

festivas y amplias sus composiciones

y con nuevos trofeos

por la noche siguieron los paceos.

 65

 El veinte y dos siguieron las corridas

de Toros dando al Publico contento

se vieron dos Mujeres aplaudidas

al mirarlas torear con tanto aliento

pues fuertes Amazonas

le entregaban al toro Sus Personas.

 (. . . . . . . . . .)

 67

 En el siguiente dia veinte y tres

las fiestas y los toros prosiguieron

el Loco pegó parches al travez

p.r lo que muchas galas le valieron

q.e con chiste bailando

a todos los Sres. fue alegrando.

 (. . . . . . . . . .)

 95

 Siguiéronse los toros este dia

que cerró la semana placentera

con tanto aplauso gusto y alegría

que de nuevo formó otra Primavera

pues rompiendo Capuces

viva Gálvez dijeron vellas luzes.

 96

 Suspendiose tres dias esta corrida

por ser costumbre yá determinada

ley q.e siempre se ha visto establecida

y rara vez o nunca derogada

y así por este medio

se vio la Plaza en confusión y tedio.

 97

 Amaneció el Farol p.r el Oriente

de el luminoso Febo rutilante

en el día 28 del presente

repartiendo fulgores mui galante

pues con luz nada escaza

se vellos Rayos se vistió la Plaza.

 98

 Enserraron los toros mui temprano

para dar diversión con entereza

toreo gallardam.te el Samorano

y D.n Tomas tambien con sutileza

pues se vieron hazer dos mil primores

a todos los que fueron toreadores.

 (. . . . . . . . . .)

 101

 Sesaron las corridas p.r entonces

hasta el Jueves primero de Diz.e

esculpirse se pudo en duros bronces

el Juvilo tan grande del nov.e

que todo festejoso

se vido de el Invierno Victorioso.

102

 Concluyó la Semana y las corrida

p.r acavarse el plazo señalado

y sin embargo de estar ya cumplidas

quedó todo el comun esperanzado

pidiendo a S. Exa.

dé p.a otra Semana Su licencia.

 103

 Ambigua les quedó Su preten.on

hasta que en el acuerdo fuese visto

hizieron todos representa.on

con ancioso deceo siempre listo

declarando oprimidos

estar p.r el presente mui perdidos.

 104

 Con corazon benigno y placentero

el Conde Galvez a piedad movido

(atributos q.e son de Caballero)

p.a amparo de el Pobre y desvalido

que como padre amante

ministra los consuelos al instante.

 105

 Lograron a medida del deceo

la licencia impetrada francam.te

aconocer se dio p.r el Perceo

que reparte sus gracias igualm.te

con ard.te Tan ard.te Zelo

que socorrer sus ancias es suanelo.

 106

 Otra Semana pidieron los perdidos

p.r veer si se miraban restaurados

sus Memoriales fueron admitidos

y a su contento todos despachados

alcanzando la gracia

que anciosos pretendian con eficacia.

 107

 Adornaron la Plaza nuevam.te

aun q.e faltaron varios Tribun.es

no por eso dejó de estar decentte

ni quedaron los huecos desiguales

pues formando tendidos

gallardam.te quedaron mui lucidos.

 108

 Conttó el Diz.e diez y nuevo dias

en los q.e las corridas comenzaron

volvieron a nacer las alegrías

que felism.te todos observaron

con gozo tan prolijo

que todo fue placer y regosijo.

 109

 Torearon este dia quatro Señores

sin que de nadie fueran conocidos

los Muchachos torearon con primores

q.e en Granadas estaban escondidos

pues improvisamente

en la Plaza los vio toda la gente.

110

 Cerrose el dia con toda diversión

satisfaciendo al Publico puntual

huvo ala noche la iluminación

siguiéndose el paceo mui marcial

con eminente traza

que se vio echa Pénsil toda la Plaza.

 111

 En el veinte lo mismo aconteció

toreando los Muchachos y Sres.

su Exa. las galas lestiró

en Bandas y Mascadas superiores

quedando victoriados

los que a torear salieron de tapados.

 (. . . . . . . . . .)

 113

 La tarde del veinti uno fue un regalo

al veer la diversión tambien trazada

pues pusieron en medio un alto palo

que se quedó la vista embelesada

y aunq.e se opuso Febo

no le pudo quitar nada del zevo.

 114

 De monedas de Plata guarnecido

y de Sombrero y Capa fue adornado

liveral para todos y aplaudido

el capote que estava galoneado

pues pretendió el anelo

el Suvir asta lo alto con el buelo.

 115

 Con presurosas ancias fugitivo

suvió con mil trabajos temeroso

un pobre con deceo tan activo

que a los pies les puso alas presuroso

y estando ya en su altura

mostró con el Sombrero su ventura.

 116

 En fin con infinitas diversion.s

la tarde concluyó mui apacible

el luminar dio fuego a sus Achones

para quitar la obscuridad temible

aclarando el Trofeo

en el marcial concurso del paseo.

 117

 En veinte y dos dio pasmo la grandeza

de un Monte carnaval que fue formado

de Alajas q.e encerraron la riqueza

y de Animales vivos adornados

que al veerlo nada escaso

el Bulgo le nombró Monte Parnaso.

 118

 Se compuso de enaguas y Mascadas

capas de ricos Paños de colores

de Plata y Oro todas galoneadas

con Camisas y Fuentes superiores

terneras y Jamones

pabos Pollos Gallinas y Lechones.

 119

 Un Almacen al Publico le dieron

amplio p.r las Alajas q.e colgaron

cabritos y Animales le pusieron

que alos Ojos de todos deleitaron

para q.e librem.te

lo pudiera Coger toda la gente.

 120

 Entró nuestro virrey en su virloche

mas q.e Alexandro magno en lo triunfante

aventajando de Plutón el coche

al que asombró su curso rutilante

que en rapida Carrera

luminar Convirtió toda la esfera.

 121

 Llegose al Monte con gallardo buelo

y con lucida intupida arrogancia

tomó de los que estaban un pañuelo

midiendo vellam.te la distancia

y con franquesa honrrosa

en las manos lo puso de su Esposa.

 122

 Jugaronse tres toros y echa seña

con imbension de fuego en el mom.to

innumerable gente se despeña

apretando el Concurso el pavim.to

y muchos apresados

de los Toros salieron rebolcados.

 123

 Velosm.te en el Monte se suvieron

haciendo de sus Bienes el saqueo

la Capa p.r en medio la partieron

y los mas se quedaron sin empleo

pues lo que uno tomaba

otro venía y se lo arrebataba.

 124

 Finalizó el bullicio con mil penas

p.a algunos q.e inútiles se hallaron

dieron fin con el Monte a manos llenas

todos los que coxer algo lograron

por que hasta la madera

cargaron como cosa mui lijera.

 125

 Los toros prosiguieron afugarse

con q.e la tarde dio al placer el lleno

regocijos y gustos fevo esparce

al retirarse para su ancho seno

y cerrando la noche

luzes desbrocha de Letona el Coche.

 126

 Toda la Plaza se vido iluminada

de Damas y Galanes asistido

p.r todas partes mui engalanada

que no se vio otra noche mas lucida

por q.e quatro grandas con donaire

viva Galvez dixeron p.r el Aire.

 127

 Aquí mi Musa se acaba

pues las fiestas fenecieron

siendo todo lo plausible

lo mas eroico del echo

los Ojos q.e dispertaron

de las Sombras de Leteo

forzosam.te el despojo

haze la noche a su imperio

estableciendo en la Plaza

el mas famoso festejo

dedicado a S. Exa.

con Glorias y pasatiempos

como a tan digno Señor

de este Mexicano Ceno

p.r lo q.e mi corto numen

y mi balbuciente ingenio

viéndose inepto interpreta

el perdon de tantos yerros.

Suplicando mui rendido

a todo el noble congreso

le concedan la dispensa

a tan rudos pensam.tos

adquiriendo solo un Victor

p.a el enunciado objetto

diciendo q.e el Conde viva

de Galvez S.r Supremo

p.a amparo de los pobres

del septentrional terreno

p.r lo que a las Musas pido

sigan canoras diciendo

Viva: Viva: Viva: Vivas.

en los más Altos empleos.[12]

CONTINUARÁ.


[1] Salvador Novo: Mil y un sonetos mexicanos. Selección y nota preliminar por (…). 3ª ed. México, Editorial Porrúa, S.A., 1971. 253 p. (“Sepan cuantos…”, 18)., p. 73.

[2] Biblioteca Nacional: R/1748/M4ABA: Abarca y Valda, José Mariano de: El Sol en León. Solemnes aplausos con quien el rey nuestro señor D. Fernando VI, Sol de las Españas, fue celebrado el día 22 de febrero del año de 1747 en que se proclamó su Magestad…por la Muy Noble y Muy Leal, Imperial Ciudad de México… México, María de Ribera, 1748, 36, 306, 20 p. Cfr. Coello Ugalde: Relaciones taurinas…, op. Cit., p. 123-168.

[3] Artemio de Valle Arizpe: Juego de cartas. Por (…) Cronista de la ciudad de México. México, Editorial Patria, S.A., 1953. 222 p. (Tradiciones, leyendas y sucedidos del México Virreynal, VIII)., p. 145-163.

[4] Op. Cit.

[5] José Mariano de Abarca y Valda: El Sol en León…, op. Cit., p. 262.

[6] Biblioteca Nacional: R/1749/M4HER/Cossío, José, edit. Hércules Coronado, que a la augusta memoria, a la real proclamación, del prudentísimo, serenísimo, y potentísimo señor D. Fernando VI Rey de las Españas, y legítimo emperador de las Indias, le consagró en magníficas fiestas y gloriosos aparatos, la muy ilustre, y leal ciudad de Durango, cabeza del nuevo Reyno de Vizcaya, quien lo saca a luz… por mano del Sr… México, Colegio Real y más antiguo de San Ildefonso, 1749 / (22). 96 p. Cfr. Coello Ugalde: Relaciones taurinas…, op. Cit., p. 174-181.

[7] Rafael Landívar, S.J.: Por los campos de México. Prólogo, versión y notas Octaviano Valdés. 2ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973.XXVI-218 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 34).

[8] Salvador García Bolio y Julio Téllez García: Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado. México, s.p.i., 1988.  50 h. Edición facsimilar.

[9] Garibay K.: Mitología griega…, op. cit., p. 35.

Amazonas: el mito debe ser muy antiguo y por eso es confuso. Probablemente pertenece a una cultura prehelénica. En general es un pueblo de mujeres guerreras, que no tienen hombres consigo y que para tener descendencia hacen periódicamente venir varones. Lo cual tampoco es muy claro en su leyenda.

[10] Probablemente se trate del “monte parnaso” o asta que servía para realizar algunos otros divertimentos extrataurinos. (Véanse versos 117 a 124 de esta descripción).

[11] Vulcano: dios de la tierra.

[12] García Bolio, op. Cit., h. 7-42.

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CARTA ABIERTA A DIPUTADOS DE “MORENA”.

EDITORIAL. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 C. Citlalli Hernández Mora

C. Darío Carrasco Aguilar

Diputados del partido político MORENA. 

   Los habitantes de la recientemente declarada ciudad de México, estamos conscientes de que en breve se pondrá a debate la nueva constitución que regirá los destinos políticos de esta ciudad, con lo que todos los aspectos allí abordados, terminarán dando una certeza para que se desarrolle una vida social, política, económica y de avanzada en una megalópolis que requiere respaldos legales. En la medida en que ustedes, integrantes de un partido que aspira a reconfigurar la composición política y con ello recuperarle a los ciudadanos confianza y credibilidad, considero que las primeras decisiones que ustedes deberán tomar tendrán que ser a favor de quienes no solo votaron por sus planteamientos, sino por esas otras mayorías que navegan en la incertidumbre con lo que gozarán, estoy seguro, de respeto y confianza.

   En el “arte de la política” se deben escuchar todas las voces y poner en marcha un mecanismo donde prive el equilibrio. Por tanto, si ustedes convocan al foro-debate que deberá darse este viernes, me parece oportuno que las voces de los taurinos sean escuchadas también.

   Parece ser que los antitaurinos llevan alguna ventaja. Ya lo vemos en la deliberada publicidad que se viene difundiendo por medios electrónicos. La fiesta de toros no es ese “baño de sangre” que imaginan, al punto de que una plaza de toros de pronto se convierte en “terrible manantial” donde la tortura es el fin último de este espectáculo. Dicha representación ha logrado alcanzar 490 años de convivir en nuestra cultura, resultado de una amalgama compleja misma que, al paso de esos casi cinco siglos ha impregnado de diversos sentidos e interpretaciones al que es una sola expresión: la tauromaquia.

   Sepan ustedes que, al sentirse comprometidos con el pueblo, muchos de quienes se integran a una auténtica industria son personas que han buscado un ingreso legítimo, justo, trabajando en el campo o en la ciudad para que dicha maquinaria opere en las mejores condiciones. De tomarse una decisión equivocada; o vulnerar derechos humanos y laborales podrían poner en situación de riesgo a trabajadores y familiares que dependen en buena medida de ingresos obtenidos en el entorno de esta infraestructura.

   Por otro lado, conviene recordar que en la fase actual del capitalismo, el Estado social está vacío. Desde los años 70 del siglo pasado, diversos mecanismos ideológicos buscaron convencer con la idea de que ser moderno es ser neoliberal por lo que desde entonces esa política se impuso. Por tanto, en nuestros días, dicha impronta prevalece al punto de que hemos roto con el pasado. Incluso, ya no somos capaces de disfrutar nuestro presente, pues estamos ansiosos por la felicidad futura. Ese telón de fondo que se han planteado hasta aquí tiene que ver con el hecho de que al negar el pasado, perdemos de vista infinidad de valores con lo que se ha constituido un antiguo legado que nos viene desde hace cientos o miles de años, el cual comenzó prácticamente en condiciones donde privaba la caza, sin más. Al hacernos carnívoros, como seres humanos nos hicimos más inteligentes para ser mejores cazadores e imponernos a otros animales, de ahí que comenzara un proceso que todos conocemos como domesticación.

   De ese principio surgieron otras creencias que se materializaron en rituales, por lo que el del sacrificio y muerte del toro fue una de sus derivaciones, mismas que hicieron suyas diversos pueblos y civilizaciones al grado de que en tantos siglos de cohabitar con nosotros, llega a un punto en el que ha alcanzado expresiones técnicas y estéticas como nunca antes. Acaso, ¿es esto tortura?

   Y más aún. Dicho espectáculo estuvo y ha estado al servicio de causas solidarias, para el apoyo de la obra pública, por mencionar algunos de sus beneficios.

   Es posible en todo caso, que seamos los propios taurinos quienes tomemos decisiones concretas para revitalizar –cada quien desde su parcela-, una serie de factores que se han desequilibrado por causas diversas. En ese sentido, la iniciativa privada, pero también el estado, los gobiernos tendrían que involucrarse para impulsar o estimular una “maquinaria” que necesita, efectivamente como toda maquinaria, un ajuste para seguir funcionando.

   Conviene mejorar sus condiciones, con objeto de que la fiesta de los toros se conserve como un patrimonio, como un legado. Incluso, es posible también revalorar algunos principios que nos vienen, al menos de poco más de dos siglos atrás para poner al día o adaptar el desarrollo del espectáculo de conformidad con los tiempos que corren, pero sin alterar su esencia.

   No creemos que el solo mensaje subliminal de que “los toros no son cultura sino tortura” pues ello proviene de un mal e informado sector que considera a la fiesta taurina como fuente de asesinos en potencia. Para su información, recientes estudios que publica en calidad de síntesis el economista Juan Medina apuntan al hecho de que

   The Lancet, la revista médica más prestigiosa de Europa, ha avalado la inexistencia de repercusiones psicológicas de las corridas de toros en los niños. En un artículo titulado “Children unaffected by attending bullfights”, publicado el 7 de agosto de 1999, The Lancet corroboró que “no hay razones empíricas suficientes para sustentar científicamente la prohibición de entrada de los menores de 14 años en las plazas de toros”. El artículo precisaba que “es difícil la identificación del niño con la violencia cuando lo que ve es la lucha y la muerte de un animal, en un ambiente festivo, de forma esporádica, con unas reglas del juego aceptadas y con una aceptación social del entorno”.

   Estas conclusiones se extrajeron de varios estudios independientes realizados por grupos de investigación multidisciplinares formados por psiquiatras, psicólogos y sociólogos de cuatro universidades distintas. Los informes científicos fueron supervisados y valorados favorablemente por el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, Enrique Echeburúa Odriozola. Tras destacar la rigurosidad metodológica de los cuatro estudios, el profesor Echeburúa, autor de 32 libros y más de 400 artículos científicos, concluyó que “no se puede considerar peligrosa la contemplación de espectáculos taurinos por menores de 14 años, cuando se trata de niños psicológicamente sanos y que acuden a estos festejos de forma esporádica, voluntariamente y acompañados de adultos que tienen actitudes positivas ante las corridas de toros.[1]

   Hasta aquí la cita.

   Con lo divulgado en tan reconocida publicación científica queda invalidada la idea de que los niños se convierten, como se divulga por ahí, en auténticos “asesinos en potencia”.

   En fin, que podría continuar demostrando la pervivencia, la permanencia de la tauromaquia con tantas aristas como posee tan entrañable espectáculo, incorporado a la forma de ser y de pensar de nuestras sociedades, por lo menos las de los últimos cinco siglos. Mucho dependerá de ustedes, de su sensibilidad y objetividad poner en valor los auténticos significados y realidades que posee esa fuente de ingresos, que va del cuidado en la especificidad de las ganaderías extensivas, al negocio no solo de empresarios y capitalistas. También de un sector laboral visible en el medio, y que se dispersa en buena parte del territorio nacional.

   Mucho dependerá que sepan escuchar las voces de los taurinos para que conozcan que también tenemos argumentos de peso, apreciando y defendiendo esa tradición.

   Desde aquí damos un ¡SÍ! a los toros.


[1] Juan Medina: Tauronomics. Economía y activismo taurino. 1ª ed. U.S.A., CreateSpace, 2016. 129 p. Tablas., p. 117-8.

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500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XXIX). EL SIGLO XVIII, SIGLO DE “LAS LUCES”. (III).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En cuanto a la proyección recibida en América, por ahora no me detendré en revisión minuciosa del toreo novohispano, ya que este conservaba una línea similar a la española con sus particulares características. Y es que importa revelar todo lo anterior a la luz de los hechos, gracias a que conformaron una estructura la cual fue adquiriendo fisonomía propia de la que emergieron todas aquellas posibilidades técnicas del toreo de a pie. Creo que de no haber hecho revisión al panorama de antecedentes tendríamos una idea simplemente vaga del significado de este quehacer. Por otro lado, debo decir que justo la forma que ha venido adquiriendo el presente intento de interpretación, por otro lado la misma, asume una posición planteada por Enrique Florescano en estos términos:

Los historiadores, antes preocupados por el cambio violento y las crisis que parecían anunciar el acabamiento de una época y el comienzo de otra, hoy muestran un interés decidido por las PERMANENCIAS Y LAS CONTINUIDADES.[1]

   Bien, luego de este entremés de Clío, prosigamos.

Biombo_con_desposorio_indígena_y_palo_volador)

Apreciamos varias de los elementos que integran un “biombo” novohispano (1690) que ilustra la ceremonia de matrimonio cristiano entre indígenas, rodeada de fiestas mexicanas prehispánicas con el ejemplo más claro para ello: la fiesta del “volador”. Personajes de aquellas épocas pudieron haber influido poderosamente para ir permeando de carácter americano primero; mexicano después en aspectos vinculados con la imponente presencia del espectáculo taurino, detentado por una nobleza que tenía absolutamente controlada su puesta en escena, aunque no por ello muchos naturales encontraron en la libertad del espacio rural las condiciones para construir su propia interpretación de la tauromaquia, misma que pronto se incorporaría al discurso urbano.

Disponible en internet julio 18, 2016 en:

https://escriturasvirreinales.wordpress.com/category/seminario-escrituras-virreinales/page/3/

   Va a ser importante referir las maneras en que los novohispanos de fines del XVIII reciben y aplican las alternativas de la «reacción castiza» propia del pueblo español, reacción que aquí se incrementó junto a otra de similares condiciones. Me refiero a la reacción criollista,[2] dada como resultado a los ataques de parte de ilustrados europeos entre algunos de los cuales opera un cambio de mentalidad irracional basado en la absurda idea sobre lo ínfimo en América. Buffon, Raynal, de Pauw se encargan de despreciar dicha capacidad a partir de puras muestras de inferioridad, de degeneración. Todo es nada en el Nuevo Mundo. Ese conjunto de diatribas sirven para mover al criollo a su natural malestar y a preparar respuestas que comprueben no sólo igualdad sino un hondo deseo de mostrar toda su superioridad, lo cual le permite descubrirse a sí mismo.

Cabrera-Casta_paintings-1763

Más tarde, personajes derivados de composiciones denominadas “castas”, también contribuyeron a darle a la vida cotidiana, y muy en particular a la fiesta de los toros sentido, color, interpretación.

Disponible en internet julio 18, 2016 en:

http://schillerinstitute.org/educ/hist/2013/academy_of_san_carlos.html

   Ese modo de comportarse da al mexicano sellos originales de nacionalismo criollo, un nacionalismo que no se significará en cuanto tal para el toreo, aunque este va a asumir una propia y natural expresión. Y si natural llamamos al estado de cosas que se anunciaba, es decir, la independencia, ésta se enriqueció a partir de factores en los que

A pesar de encontrar oposición, España continuó con la extensa reorganización de su imperio durante los últimos años del siglo XVIII, proceso al que comúnmente se le conoce como las Reformas Borbónicas[3]. Estableció un ejército colonial, reorganizó las fronteras administrativas y territoriales, introdujo el sistema de intendencias, restringió los privilegios del clero, reestructuró comercios, aumentó los impuestos y abolió la venta de oficios. Estos cambios alteraron antiguos acuerdos socieconómicos y políticos en detrimento de muchos americanos.[4]

   Luego, con el relajamiento van de la mano el regalismo y un centralismo, aspectos estos importantísimos para la corona y su política en América desde el siglo XVI, de los cuales se cuestiona si favorecieron o contrariaron el carácter americano. Ello es posible de confirmar en las apreciaciones hechas por Hipólito Villarroel en su obra de 1769, «Enfermedades políticas…» donde se acusa una total sociedad desintegrada, tal y como podemos palparlo a continuación:

El desorden de todas las instituciones era responsable de la despoblación y destrucción de los habitantes y el gobierno debía remediarlo mediante una nueva legislación para todo. Las grandes ciudades como la de México, se cargaban de maleantes y de lupanares y todo sucedía a la vista de las autoridades, porque también representaban otra carga de personas varias, ostentosas e insoportables. Todos vivían como se les antojaba y llegaban a perturbar hasta el reposo, de día y de noche, y no se atendía a los reglamentos que existían para uno de los corregidores.[5]

   De nuevo, frente a nosotros, el relajamiento, respuesta dispersora de la sociedad,[6] misma que encuentra oposición de parte de los ilustrados, quienes definen al toreo como

Un entretenimiento tan cruel y sangriento como éste, [que] era indigno de una nación culta. ¿Qué podía pensarse, decían ellos, de un pueblo que gozaba viendo cómo se sacrificaba a un animal que no hacía más que defenderse y cómo un hombre arriesgaba su vida, y a veces la perdía, sin razón alguna?[7]

   Ellos mismos se encargaron de encontrarle muchos males sociales. Así, con sus observaciones detectan oficinas de gobierno vacías; padres que gastan sumas elevadas para ir a ellas (a las corridas), privando de necesidades vitales a sus familias lo cual en suma ocasionaba el empobrecimiento de la población. Y en otros términos caían en la tentación del dispendio.

   Los ilustrados encabezados por Feijoo, Clavijo y Cadalso, se oponen. Para Campomanes el toreo es la ruina y en Jovellanos es la negativa de popularidad total; sin embargo, a todos ellos se contrapone Francisco de Goya y toda su fuerza representativa, misma que dejó testimonio vivo de lo que fueron y significaron aquellas fiestas bajo el dominio de Carlos IV. Y es que Goya deja de padecer la guerra y sobre todo la reacción inmediata a ella, refugiándose en la sugerencia que Nicolás Fernández de Moratín le ofrece en su Carta Histórica.[8] Es decir, ese recrear la influencia de los moros y que a su vez quedó impresa en el toreo, es el resultado directo de la TAUROMAQUIA de Goya.

   Por su parte Gaspar Melchor de Jovellanos propone luego de concienzudo análisis, que la estatura del conocimiento permite ver en los pensadores un concepto del toreo entendido como diversión sangrienta y bárbara. Ya Gonzalo Fernández de Oviedo

Pondera el horror con que la piadosa y magnífica Isabel la Católica vio una de estas fiestas, no se si en Medina del Campo [escribe Jovellanos]. Como pensase esta buena señora en proscribir tan feroz espectáculo, el deseo de conservarla sugirió a algunos cortesanos un arbitrio para aplacar su disgusto. Dijéronle que envainadas las astas de los toros en otras más grandes, para que vueltas las puntas adentro se templase el golpe, no podría resultar herida penetrante. El medio fue aplaudido y abrazado en aquel tiempo; pero pues ningún testimonio nos asegura la continuación de su uso, de creer en que los cortesanos, divertida aquella buena señora del propósito de desterrar tan arriesgada diversión, volvieron a disfrutarla con toda su fiereza.[9]

   Jovellanos plantea en su obra PAN Y TOROS el estado de la sociedad española en el arranque del siglo XIX. Es una imagen de descomposición y relajamiento al mismo tiempo y al verter sus opiniones sobre los toros es para satirizarlos diciendo que estas fiestas «ilustran nuestros entendimientos delicados, dulcifican nuestra inclinación a la humanidad, divierten nuestra aplicación laboriosa, y nos prepara a las acciones guerreras y magnánimas». Pero por otro lado su posición es subrayar el fomento hacia las malas costumbres cotejando para ello a culturas como la griega con el mundo español que hace suyo el espectáculo, llevándolo por terrenos de la anarquía y la barbarie, sin educación también que no tienen los españoles -a su juicio- frente a ingleses o franceses ilustrados. Y así se distingue para Jovellanos España de todas las naciones del mundo. Pero: «Haya pan y toros y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo, y pan y toros es la comidilla de España y pan y toros debe proporcionársele para hacer en los demás cuanto se te antoje».

   Hago aquí reflexión del papel monárquico frente a las propuestas de Jovellanos. Cuanto ocurrió bajo los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III se puede definir como etapa esplendorosa, que facilitó la transición del toreo, de a caballo al de a pie, permitiendo asimismo que la fiesta pasara de un estado primitivo, a otro que alcanzó aspectos de orden a partir de la redacción de tauromaquias como Noche fantástica, ideático divertimento (…) y la de José Delgado que sigue siendo un sustento por las muchas implicaciones que emanan de ella y aun son vigentes. La llegada al poder de Carlos IV significó la llegada también de los ideales ilustrados ocasionando esta coincidencia un férreo objetivo por desestabilizar al pueblo y su fiesta. En alguna medida los ilustrados lo lograron, pero ello no fue en detrimento del curso del espectáculo. La crítica jovellaniana recae en opiniones casadas con la civilización y el progreso, tal y como fue vertida por Carlos Monsiváis a propósito de la representación de la ópera «Carmen» efectuada el 22 de abril de 1994 en la plaza de toros «México».[10] Sin duda, existen personajes públicos en suma bien preparados que lo mismo aceptan o rechazan los toros como espectáculo o como fiesta. Esto siempre ha ocurrido, aunque no ha sido así cuando pretenden ir más allá y atentar contra la fiesta de toros. En algunos países latinoamericanos, luego de definirse sus respectivas formas de gobierno -casi siempre militarista, centralista, dictatorial-, fueron liquidadas las demostraciones taurinas.

   De regreso con los borbones, quienes al igual que la católica Isabel, dispusieron un cambio de fisonomía para la fiesta de toros. Sin embargo, como hemos visto, la continuidad se garantiza gracias a la forma en que el pueblo la acepta y se apropia, proporcionándole -conforme a cada época- un sello propio. Y tanto la «buena señora… (volvió) a disfrutarla con toda su fiereza», así también los borbones apoyan inclusive la promoción de la fiesta en diversos sentidos, que ni la «Pragmática-sanción» con la cual se «prohibían las fiestas de toros de muerte en los pueblos del Reino» de 1785 provocó daño alguno y las cosas siguieron un curso normal.

   Que hubiera en Nueva España algunos virreyes poco afectos a los toros es natural, pero una prohibición de gran alcance no se dejó notar. En 1801 el virrey Marquina, el de la «famosa fuente en que se orina» prohibió una corrida ya celebrada con mucha pompa, a pesar de la gota del simpático personaje.

REAL CÉDULA 1805

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 118.

   En el ambiente continuaba ese aire ilustrado que por fin encontró modo de coartar las diversiones taurinas, por lo menos de 1805 a 1809 cuando no se sabe de registro alguno de fiestas en la ciudad de México. Y es que fue aplicada la Novísima Recopilación, cédula que aparece en 1805 bajo el signo de la prohibición «absolutamente en todo el reino, sin excepción de la corte, las fiestas de toros y de novillos de (sic) muerte». En el fondo se pretendía

Abolir unos espectáculos que, al paso que son poco favorables a la humanidad que caracteriza a los españoles, causan un perjuicio a la agricultura por el estorbo que ponen, a la ganadería vacuna y caballar, y el atraso de la industria por el lastimoso desperdicio de tiempo que ocasionaban en días que deben ocupar en sus labores.[11]

CONTINUARÁ.


[1] El Búho, No. 318 del 13 de octubre de 1991. «Enrique Florescano y el nuevo pasado mexicano».

[2] Edmundo O´Gorman: Meditaciones sobre el Criollismo. Discurso de ingreso en la Academia Mexicana correspondiente de la Española. Respuesta del académico de número y Cronista de la Ciudad, señor don Salvador Novo. México, Centro de Estudios de Historia de México, CONDUMEX, S.A., 1970. 45 p., p. 24. El criollismo es, pues, el hecho concreto en que encarna nuestra idea del ser de la Nueva España y de su historia; pero no ya entendido como mera categoría racial o de arraigo domiciliario, ni tampoco como un «tema» más entre otros de la historia colonial, sino como la forma visible de su interior dialéctica y la clave del ritmo de su desenlace.

[3] Las Reformas Borbónicas en México son los cambios propiciados por el gobierno español y las medidas que se tomaron para llevarlos a cabo.

[4] Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México. Septiembre, 1991. «El proceso político de la Independencia Hispanoamericana» por Jaime E. Rodríguez O., p. 10.

[5] Carlos Bosch García: La polarización regalista de la Nueva España. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1990 (Serie Historia Novohispana, 41). 186 p. , p. 155.

[6] Viqueira: ¿Relajados o reprimidos?…, Op. cit., p. 16. No está de más señalar que esta idea de un «relajamiento» generalizado de las costumbres forma parte de una caracterización más bien positiva de la situación económica, social y cultural de la Nueva España en ese siglo: penetración del pensamiento ilustrado, de la filosofía y de las ciencias modernas, múltiples reformas con el «fin de promover el progreso espiritual y material del reino novohispano» (reformas administrativas, medidas estatales filantrópicas y de beneficencia social), todo eso acompañado y sostenido por un «auge de la riqueza» debido al enorme aumento de la producción minera.

[7] Ibidem., p. 43.

[8] Nicolás Fernández de Moratín: Las fiestas de toros en España Vid. Delgado, José: La Tauromaquia. (Véase bibliografía).

[9] Gaspar Melchor de Jovellanos: Espectáculos y diversiones públicas. Informe sobre la ley agraria. Edición de José Lagé. 4a. edición. Madrid, Cátedra, S.A. 1983 (Letras Hispánicas, 61). 332 p., p. 95-96.

[10] Véase La Jornada Nº 3454, del 21 de abril de 1994, p. 59: «Sobre las corridas de toros».

[11] Flores Hernández: «Con la fiesta nacional…” op. cit., p. 263.

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500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XXVIII). EL SIGLO XVIII, SIGLO DE “LAS LUCES”. (II).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   ¿Cómo se encuentra la España en cambio de monarquías? ¿Qué sucesión de acontecimientos significativos marcan pautas importantes en el devenir de la sociedad hispana?

   Procuraré la brevedad en las respuestas.

   Antes de la presencia borbona, la casa de Austria, dinastía rica y absoluta, se halla sostenida desde Carlos V (rey de España de 1517 a 1556); aunque con Felipe IV «heredero de la debilidad de su padre» (que gobernó como rey de España de 1621 a 1665) se perdió Portugal, el Rosellón y Cataluña. «…España, unida al imperio, ponía un peso terrible en la balanza de Europa» se perdió Portugal, el Rosellón y Cataluña.»

FELIPE V

El Rey Felipe V. Jacinto Rigaud (1701). Museo del Prado. Madrid. Vemos al joven rey ataviado a la moda española, de negro y con golilla. De su pecho cuelga el Toisón de Oro y la banda azul de la Orden del Espíritu Santo, principales distinciones de las monarquías española y francesa respectivamente. Disponible en internet julio 15, 2016 en: https://es.pinterest.com/pin/545709679824434949/

   En cuanto a la guerra de sucesión a la monarquía en España, Voltaire apunta que:

Las disposiciones de Inglaterra y de Holanda para poner, de ser posible, en el trono de España al archiduque Carlos, hijo del emperador, o por lo menos, para resistir a los Borbones, merecen, tal vez, la atención de todos los siglos.[1]

Entre graves conflictos por la posesión del reino[2] ya gobernaba el Borbón Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV mismo que, al inicio del siglo XVIII

Se hallaba en la cumbre de su poder y de su gloria; pero los que conocían los resortes de las cortes de Europa y, sobre todo, los de la de Francia, empezaban a tener algunos reveses.[3]

   La España de aquel entonces es un estado de desgracia auténtico es «un país desangrado por la guerra, carcomido por siglos de inepcia en el gobierno”.[4] Acosan temporadas de fríos que parecen no terminar y la escasez de comestibles se hizo notar, como también la mortandad. Entre 1708 y 1709 sucedieron estas desgracias y justo en 1709, Luis XIV tomó la resolución formal de abandonar a Felipe V. El borbón conservó popularidad pero perdió partido y es que el monarca de España necesitaba conducirse con normalidad en un reinado que más tarde alcanzó prosperidad y entró a la época de la modernidad mostrando perfiles bien característicos, hasta el reinado de Carlos III.[5]

   Sin afán de profundizar en el sistema de gobierno por parte de nuestro personaje, simplemente expondré un valor que le caracteriza; él quiere en todo momento hacerse condescendiente a la cultura hispana, y lo logra, pero

Interesa señalar que los ministros franceses de Felipe V y su enjambre cortesano, renuevan el aire español y lo enrarecen luego con la cultura francesa.[6]

   Andando el tiempo, justo en 1724, ocurre la abdicación de Felipe V, provocada según Domínguez Ortiz a un «recrudecimiento de la dolencia mental del rey» sometida a escrúpulos religiosos, lo cual orientó su opinión al no llevar bien las riendas de la monarquía. El «castrato» Farinelli ayuda a superar los estados de depresión del monarca, quien en 1737 acusa gravedad, descuidándose en su persona, luego de padecer 20 años esos problemas. La reina Isabel de Farnesio pidió al «castrato» que cantara en una pieza contigua donde se hallaba su majestad con el fin de que ese fuera un remedio, luego de intentos fallidos. Y el remedio tuvo resultado. El borbón volvió a sentirse mejor y al querer compensar a Farinelli este sólo le pidió al rey que se arreglara en su persona y de nuevo atendiera los problemas del gobierno.

   Era entonces y se comportaba el rey como un extravagante. Se pierde entre la obscura selva de fueros y franquicias de las regiones españolas y echa de menos el centralismo francés y su montaje administrativo impecable.[7]

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José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 pp. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2), p. 64.

   En ese estado de cosas pudo suceder el ya conocido desprecio que en gran medida se debió al cambio social -ese afrancesamiento del que fue permeándose la burguesía, la cual entra de lleno a una cultura que le es ajena pero que acepta para congratularse con el rey y su ministerio-. En tanto, el pueblo, asumiendo una posición ya conocida como del flamenquismo, gitanería, majismo, aprovecha esa concesión apoderándose de una estructura que en el fondo les pertenecía. Estamos ante lo que se conoce como una «reacción castiza».

   Enseguida, se recoge un cuadro sintético del prereformismo borbónico, el cual nos orientará a otras latitudes.

Cuando caracterizamos al siglo XVIII español como reformista pensamos, ante todo, en la actividad desplegada durante el reinado de Carlos III, a la que sirvió de pórtico, en algunos sectores, la de los ministros de Fernando VI. El reformismo del primer borbón fue de distinto signo y, en general, mucho más moderado. No se propuso reformas ideológicas o sociales. Su finalidad era reforzar el Estado, para lo cual había que atacar sectores contiguos, en especial el económico. También debía asegurarse el control sobre una Iglesia prepotente. Tres son, por lo tanto, los aspectos a considerar: la reorganización del aparato estatal, el intervencionismo en el campo económico para lograr una mayor eficacia y el reforzamiento del regalismo en materia eclesiástica.[8]

   Se va vislumbrando desde España una dispersión, un relajamiento de las costumbres, de las modas y modos, hasta llegar a extremos de orden sexual. Caemos pues, en el relajamiento de las costumbres mismo que se va a dar cuando el afrancesamiento, más que las ideas ilustradas es ya influyente. Para el último tercio del XVIII se manifiestan comportamientos muy agitados en la vida social. A continuación pasaremos a revisar brevemente el motín de Esquilache.

   Sucede que con el motín se da un vuelco importante en el comportamiento taurino -que ya en lo social ha ocurrido y en forma muy profunda-. Como consecuencia, veinte años más tarde el Conde de Aranda pone en marcha sus propósitos por prohibir las corridas en 1785.

   Se llamaba Leopoldo Gregorio, Marqués de Squilacce que por extranjero y reformador a ultranza, pronto se ganó la antipatía. En la primavera de 1766 las cosechas resultaron desastrosas y el Marqués tomó medidas que ocasionaron inconformidad entre los agricultores que, deseando aplicar precio especial a sus escasos productos, sólo encontraron el bloqueo de Esquilache. Hasta que a fines de 1765 se desató el conocido motín contra el personaje, considerado como motín del pueblo en contra del ministro por las medidas de policía adoptadas por este, produciendo el natural descontento de las capas bajas del pueblo de Madrid (Obsérvese hacia dónde se dirige tal condición: a las capas bajas del pueblo… N. del A.)

   Lo que saca de quicio por el fondo del argumento es la absurda medida del marqués quien encauzó la prohibición del uso de capas largas y sombreros redondos, lo cual ocasionó -como era de esperarse- un nuevo brote de violencia, justo el 23 de marzo de 1766. La casa de Esquilacce fue saqueada, Carlos III huyó de la corte encontrando refugio en Aranjuez.

Allí cedió a lo que pedían los amotinados, «por su piedad y amor al pueblo de Madrid». En adelante, quedaba permitido el uso de capas largas y sombreros redondos y «todo traje español», a toda clase de personas. También accedió el rey a rebajar el  precio de las subsistencias y a suprimir la junta de abastos.[9]

   Enseguida Esquilache también fue destituido de sus funciones. Lo que llama la atención es que el motín arrojó consecuencias que fueron de orden histórico-político muy especiales. En el cambio ministerial, Aranda reajusta las disposiciones que puso en práctica su antecesor. El motín fue móvil perfecto para la expulsión de los jesuitas, ya que estos y su papel sirvieron de pretexto para adoptar la medida. Se acusaba a miembros de la compañía como activistas directos en aquellas jornadas de revuelta.

   El Conde de Aranda pone en marcha propósitos bien firmes por prohibir las corridas en 1785. Sin embargo, podemos observar medidas de control -que no de prohibición- en un anticipo de reglamento elaborado en la Nueva España en 1768.[10]

   El control social -en la corona española- que ya es manifiesto durante el siglo XVIII, surge como tal desde el primer tercio del XVII, creando una conciencia muy abierta pendiente de los deslices sociales que fueron cayendo en un síntoma total de permanencia, causado por aspectos como la guerra de Treinta años en 1635 de España con Francia cuya amenaza, para soliviantarla en territorios del dominio hispano, buscaba apelar al factor providencial con el cual, y de pasada, sosegar la vida relajada. Respecto a las corridas de toros, estas nos muestran el dominio de nobles sobre plebeyos y luego un vuelco donde los segundos vinieron a tener el control sobre los primeros, lo cual terminó con un viejo sistema de poder.[11] Y esas mismas corridas van a ser -para muchos ilustrados- signo de una sangrienta y bárbara diversión que sólo podía agradar a aquellos que se oponían al progreso y a la civilización.

CONTINUARÁ.


[1] Francois Marie A. Voltaire: El siglo de Luis XIV. Versión directa de Nelida Orfila Reynal. México, Fondo de Cultura Económica, 1978. 637 p., p. 185.

[2] Antonio Domínguez Ortiz: Sociedad y estado en el siglo XVIII español. Barcelona, Ariel, 1981. 532 p. (ARIEL-HISTORIA, 9)., p. 13. ¿Por qué este enorme interés, estos grandes sacrificios por el trono de una nación que parecía moribunda? ¿Eran exageradas las noticias sobre su decadencia? No. El estado de España en general y de Castilla en particular era desastroso. Pero con sus reinos agregados y con las Indias seguía siendo una inmensa fuerza potencial, el Imperio más grande en extensión, que también podría convertirse en el más fuerte y rico si era bien gobernado.

[3] Voltaire: op. cit.

[4] Luján: Ibidem., p. 10.

[5] Claramount: op. cit., p. 156. Entre los pensadores «ilustrados» más importantes, el padre Feijoo, Mayans y Jovellanos, junto al gaditano Vargas Ponce, forman un bloque antitaurino formidable. Frente a ellos don Nicolás Fernández de Moratín, don Ramón de la Cruz, Bayeis y Goya. A finales de siglo los hombres del pueblo no han oído hablar de la Enciclopedia; saben algo de la Revolución francesa, pero no demasiado. Ellos son romeristas, pepeillistas o costillaristas.

[6] Luján: ib., p. 11.

[7] Ib., p. 29.

[8] Domínguez Ortiz: Sociedad y estado…, ibidem., p. 84.

[9] Gonzalo Anes: El antiguo régimen: Los borbones, 2a. edición. Madrid, Alianza Editorial, 1976 (Alianza Universal, 44). 4 vols. Vol. IV. Historia de España. Alfaguara. 513 p., p. 372.

[10] Archivo Histórico de la Ciudad de México (AHCM). Ramo: Diversiones Públicas. Toros. Leg. 855 exp. No. 20. Bando de los Sres. Regidores Comisionados para las Corridas de Toros, sobre el buen orden en la Plaza. 4 f.

[11] Juan Pedro Viqueira Albán: ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987. 302 p. ils., maps., «La reacción o los toros», p. 23-52.

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500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XXVII). EL SIGLO XVIII, SIGLO DE “LAS LUCES”. (I). 

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LA VIDA DE la Nueva España, como hija ejemplar de la Vieja España, adopta cortésmente después de la conquista los modos y usos que le fueron impuestos, lo mismo en el estilo de gobierno que en la religión y las artes. En poco tiempo reprodujo los cánones de la Europa Occidental, estaba sembrada de grandes fiestas como recibimientos, beatificaciones, túmulos, dedicaciones, certámenes literarios; todo lo que concernía al ciclo vital de los ritos políticos y religiosos de la casa reinante, nacimientos, desposorios, ascensos, triunfos y logros tanto militares como religiosos que, con el tiempo, fueron parte esencial y cotidiana de la vida colonial. Se exageró con mucho a las mismas expresiones españolas y se quiso con esto distinguir y acarrear a alabanzas el ánimo peninsular del que, en alguna manera, dependía, ya que la sociedad novohispana comenzó a formarse con una genealogía no muy destacada, por cierto, pues estaba compuesta en su mayoría por aventureros, ladrones, vagabundos y algunos hidalgos pobres, por lo que la Colonia necesitaba mucho de la aceptación europea.[1]

SIGLO XVIII

   El significado de que una casa como la de Borbón -francesa de formación- sirva para crear una reacción de choque con el pueblo español, está en entredicho. Felipe de Anjou plantea a Luis XIV[2] su tío, que si bien es francés de origen, reina un pueblo como el hispano con el que tendrá que adaptarse a su circunstancia, afrancesándose las costumbres sí, pero sin que desencadenara aquello en un disturbio de orden antinacional, por motivo de sentido monárquico.

   Con la diversión de los toros, España, que vive intensamente el espectáculo sostenido por los estamentos, va a encontrar que estos no tienen ya mayor posibilidad de seguir en escena, pues

El agotamiento que acusa el toreo barroco se vio, desde los primeros años del siglo XVIII, acentuado por el desdén con que Felipe V, el primer rey español de la dinastía francesa de los Borbones trató a la fiesta de toros.[3]

   De tal suerte que lo mencionado aquí, no fue en deterioro de dicho quehacer; más bien provocó otra consecuencia no contemplada: el retorno del tumulto, esto es, cuando el pueblo se apodera de las condiciones del terreno para experimentar en él y trascender así el ejercicio del dominio. Sin embargo «José Alameda» (Carlos Fernández Valdemoro) dice que el carácter que Felipe V tiene de enemigo con la fiesta es refutable. Refutable en la medida en que

La decadencia inevitable de la caballería y el cambio social con que la clase burguesa va desplazando a la aristocrática bajarán pronto al toreo del caballo.[4]

Sobre esta transformación, Néstor Luján ofrece factores testimoniales de acentuado interés al tema. Señala

Como una de las causas principales el cambio de manera de montar: pues se pasó de la ágil «a la jineta» a la lenta brida, con lo cual era difícil quebrar rejones. Con este sistema, es lógico que, refrenados los caballos se usase la vara de detener, que es la de los picadores. Sea como fuere, el caso es que las fiestas de toros a caballo empezaron a desaparecer. Con la gran fiesta de 1725 (del 30 de julio de 1725), afirma Moratín que se «acabó la raza de los caballeros». Y entonces, como paralelamente a esta desgana de los próceres por lo español, se desarrollaba un movimiento popular totalmente contrario, empiezan a tener éxito las corridas de a pie.[5]

Por su parte Alameda aduce que a Felipe de Anjou

Se le achaca el haber puesto fin a las fiestas del toreo a la jineta por despreciables, contribuyendo a su inmediata liquidación. Indudablemente esto último es cierto. Pero ahí se detienen sus críticos, a quienes se les olvida o desdeñan el resto de la cuestión, su contrapartida.[6]

   Justifica este autor una serie de razones como el amanecer ilustrado que fue dándose en el curso de esa centuria, la más revolucionaria en el sentido de la avanzada racional. Pero estamos en el tramo comprendido entre 1725 y 1730. Ha pasado ya un cuarto de siglo luego de la toma del poder monárquico en España por parte del quinto Felipe.

La caballería se halla en quiebra. El toreo a la jineta es un muerto en pie, que sólo necesita un empujón para derrumbarse. Pero el toro, raíz de la Fiesta, sigue ahí plantado en el plexo solar de España. Y frente a él está el pueblo. Pueblo y toro van a hacer la fiesta nueva. No el monarca (…).[7]

Y ese pueblo comienza por estructurar el nuevo modo de torear matando los toros de un modo rudimentario, con arpones y estoques de hoja ancha, y torean al animal con capas y manteos o con sombreros de enormes alas, que promovieron, al ser prohibidos, el grotesco y sangriento motín de Esquilache.

PAN y TOROS_AÑO 1_Nº 12_22.06.1896_p. 5

Pan y Toros, año 1, N° 12 del 22 de junio de 1896, p. 5.

   Benjamín Flores Hernández acierta en plantear que

El arte taurómaco se revolucionó: la relación se había invertido y ya no eran los de a pie los que servían a los jinetes sino estos a aquellos.[8]

   Todavía llegó a más el monarca francés: apoyó por decreto de 18 de junio de 1734 al torero Juan Miguel Rodríguez con pensión vitalicia de cien ducados. Apoyó asimismo la construcción de una plaza de madera para el toreo de a pie, cerca de la Puerta de Alcalá, que se inauguró el 22 de julio de 1743.

   Y todo ello ¿con qué propósito?

(…) halagar al pueblo y mostrarle que está con él. No es permisible que Felipe realizara aquellos actos por lo que llamamos afición a los toros, por taurinismo, sino para ganarse su simpatía y su apoyo. Ello parece obvio.[9]

   Antes de entrar en materia puramente política, para establecer el panorama que vive España durante el XVIII, conoceremos una visión general del papel que Felipe V, Fernando VI y Carlos III juegan a favor o en contra del toreo. Luego con un planteamiento de Jovellanos veremos como su fuerza influye en los valores populares.

   Anota Fernando Claramount que a partir de mediados del siglo XVIII ocurre

El triunfo de la corriente popular que partiendo del vacío de la época de los últimos Austrias, crea el marchamo de la España costumbrista: los toros en primer lugar y, en torno, el flamenquismo, la gitanería y el majismo.[10]

Abundando: «gitanería», «majismo», «taurinismo», «flamenquismo» son desde el siglo que nos congrega terribles lacras de la sociedad española para ciertos críticos.

Para otras mentalidades son expresión genuina de vitalidad, de garbo y personalidad propia, con valores culturales específicos de muy honda raigambre.[11]

   Al ser revisada la obra mejor conocida como Década epistolar sobre el estado de las letras en Francia[12] de Francisco María de Silva, se da en ella algo que entraña la condición de la vida popular española. Se aprecia en tal retrato la sintomática respuesta que el pueblo fue dando a un aspecto de «corrupción», de «arrogancia» que ponen a funcionar un plebeyismo en potencia. Ello puede entenderse como una forma que presenta escalas en una España que en otros tiempos «tenía mayor dignidad» por lo cual su arrogancia devino en guapeza, y esta en majismo, respuestas de no querer perder carácter hegemónico del poderío de hazañas y alcances pasados (v.gr. el descubrimiento y conquista de América).

   Tal majismo se hace compatible con el plebeyismo y se proyecta hacia la sociedad de abajo a arriba. Lo veremos a continuación. Luján vuelve a hacernos el «quite» y dice:

(…) coexiste en tanto un movimiento popular de reacción y casticismo; el pueblo se apega hondamente a sus propios atavíos, que en el siglo XVIII adquirieron en cada región su peculiar característica.[13]

Y hay cita de cada una de esas «características». Sin embargo,

Todo se va afrancesando cuando el siglo crece. «Nuestros niños aun sabían catecismo y ya hablaban el francés», escribe el P. Vélez. Vienen afeites del extranjero: agua de «lavanda», agua «champarell», agua de cerezas. Y, en medio de todo esto, la suciedad más frenética: cuando se escribió que era bueno lavarse diariamente las manos, la perplejidad fue total. Y cuando se dijo que igualmente se debía hacer con la cara, se consideró como una extravagancia de muy mal gusto, según los cronistas de entonces.[14]

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Tan luego irrumpió el pueblo, que de inmediato hizo suyo el espectáculo.

   El propósito de todo esto es que teniendo las bases suficientes de cuanto ocurría en España, esta a su vez, proyectaba a la Nueva España caracteres con una diferencia establecida por los tiempos de navegación y luego por los del asentamiento que tardaban en aposentar las novedades ya presentadas en España. De 30 a 40 días tomaban los recorridos que por supuesto tocaban varios puntos donde se daban relevos entre las naves. Creemos que todas ellas (las novedades), por supuesto se atenuaron gracias al carácter americano, y estos comportamientos sociales fueron dando con el paso del tiempo con fenómenos como el criollismo, mismo que irrumpe lleno de madurez en la segunda mitad del siglo XVII. Por lo tanto, queremos embarcarnos de España con el conjunto todo de información y llegar a costas americanas para esparcir ese condimento y observar junto con la historia los síntomas registrados en lo social y en lo taurino que es lo que al fin y al cabo interesa.

CONTINUARÁ.


[1] Rocío de Montserrat Barrera Tapia: “La emblemática barroca en el Túmulo de Fernando el VI, el Justo”. México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Lengua y Literaturas Hispánicas. Tesis que para obtener el título de Licenciado en Lengua y literatura hispánicas presenta (…). Asesor: José Arnulfo Herrera Curiel. 133 p. Ils., grabs., p. 42.

[2] Antonio Domínguez Ortiz. Sociedad y estado en el siglo XVIII español. Barcelona, Ariel, 1981. 532 p. (ARIEL-HISTORIA, 9)., p. 33. En 1709, la situación en Francia era demasiado crítica al grado que Luis XIV estaba ya resuelto (…) a renunciar a la lucha, sacrificando, si era preciso, a su nieto. No conformes con esto, los aliados exigían que el rey francés, con sus propias tropas, expulsara a Felipe V de España, suprema humillación a la que se negó. Por su parte, Felipe, ya por iniciativa propia, ya por impulsos de la reina y de la princesa de los Ursinos, mostró una determinación poco común en él y ofreció a sus pueblos luchar hasta el fin, con la ayuda francesa o sin ella, para mantener la Corona de España en su integridad.

[3] Pedro Romero de Solís, Antonio García-Baquero González, Ignacio Vázquez Parladé: Sevilla y la fiesta de toros. Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, 1980 (Biblioteca de temas sevillanos, 5). 158 p. ils., p. 62.

   Una idea de corte totalmente opuesto pero que es interesante considerarla, la ofrece Enrique Gil Calvo en Función de toros. Una interpretación funcionalista de las corridas. Madrid, Espasa-Calpe S.A., 1989. 262 p. Ils. (La Tauromaquia, 18)., p. 144.

1.-La institucionalización de las corridas es consecuencia de un hecho crucial, acaecido durante el siglo XVII, en la articulación de la estructura española de clases.

2.-Ese hecho, trascendental para todo el posterior desarrollo de la España moderna y contemporánea, supone la auténtica diferencia específica de la estructura de clases española, que así la separa y distingue del resto de estructuras de clase europeas. Y consiste en la inversión de la función de liderazgo: las clases antes dirigentes -durante el imperio de los Habsburgo- dimiten de su liderazgo social, cuya función queda así vacía y vacante. Consiguientemente, y en ausencia de élites dirigentes, el casticismo más plebeyista se impone, el liderazgo se invierte y son ahora las élites quienes imitan modos y maneras del vulgo y la plebe.

3.-En consecuencia, a resultas del casticismo de las élites, y vacante la función de liderazgo social por ausencia dimisionaria de quienes debieran desempeñarla, se produce en ensimismamiento y tibetanización de la nación española, que queda así clausurada -colapsada y bloqueada- por su desarticulación social invertebrada.

   Estos planteamientos que el autor destaca a contrapelo de la obra Goya y lo popular de José Ortega y Gasset, también se anteponen a la tradicional concepción de la permuta del toreo a caballo por el de a pie, debido a movilizaciones ideológicas de la cúpula monacal.

[4] José Alameda (seud. Carlos Fernández Valdemoro): El hilo del toreo, Madrid, Espasa-Calpe, 1989 (La Tauromaquia, 23). 308 p. ils., retrs., p. 41.

[5] Néstor Luján: Historia del Toreo. 2a. edición. Barcelona, Ediciones Destino, S.L. 1967. 440 p. ils., retrs., grabs., p. 13.

[6] Alameda: op. cit.

[7] Ibidem.

[8] Benjamín Flores Hernández: «Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII», México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 31.

[9] Alameda: ibidem., p. 43.

[10] Fernando Claramount: Historia ilustrada de la tauromaquia. Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1988. 2 v. (La Tauromaquia, 16-17)., T. I., p. 56. Apud. Vicens Vives. Aproximación a la Historia de España.

[11] Op. cit., p. 161.

[12] Julián Marías: La España posible en tiempos de Carlos III, p. 371. Década epistolar sobre el estado de las letras en Francia. París, 1780. Madrid Por D. Francisco María de Silve. Con licencia en Madrid: Por D. Antonio de Sancha. Año de MDCCLXXXI.

[13] Luján: op. cit., p. 31.

[14] Ibidem., p. 32.

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DESTINO Y CONSAGRACIÓN DE VÍCTOR BARRIO.

EDITORIAL. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.  

In Memoriam.

FOTOGRAFÍA_FELIPE CAPARRÓS CRUZ (JAÉN)_YENEOS

Fotografía: Felipe Caparrós Cruz (Jaén). “Yeneos”[1]

   Pamplona se ha vuelto por estos días, centro del universo taurino, debido a que con motivo de las fiestas de su santo patrono –San Fermín-, retorna ese ciclo en el que no solo es la conmemoración religiosa. También profana y popular con una fuerte carga de tradición, usos y costumbres. Por desgracia, el curso de las mismas se vio empañado por la tragedia en la que el diestro Víctor Barrio encontró la muerte en la plaza de toros de Teruel al sufrir una cornada en el tórax.

   Tal cual lo difunde una página web aludiendo a las “fiestas en Pamplona”: “Se puede morir” durante el encierro. Y esa es, en esencia para muchos diestros, lo mismo a pie que a caballo la razón por la que decidieron hacer suyo tan arriesgado destino. Para todos morir se convierte en un acto heroico como puede serlo, en otro sentido, aquel otro desenlace que ocurre en la figura del toro, complemento de una puesta en escena cargada de ritualidad como milenios tiene de conservarse. Y frente al hecho de que para muchos resulta difícil comprender esos significados donde sacrificio y muerte habitan en su condición más natural, el hecho es que toro y torero; torero y toro no es que concreten en ningún sentido el traído y llevado argumento de la tortura. Lo que ambos ponen en práctica es la consagración sin más, pero entender y aceptar tal condición pone en conflicto a diversas sociedades hasta el punto del debate y cuestionamiento.

   Sin embargo, considero que dos son las razones de que la tauromaquia se conserve hasta hoy encarando embates más que reflexiones. El filósofo francés Francis Wolff pregunta: ¿cuáles son las causas profundas en la modernidad y el significado para la humanidad de la condena actual a la fiesta?

   Y él mismo pone en valor el hecho de que estamos frente a una representación atemporal. Junto a este postulado, quien escribe plantea que el espectáculo de los toros posee una fuerte carga de anacronismo (si por anacronismo, según el “Diccionario de la Real Academia Española” (DRAE, por sus siglas) es el “Error consistente en confundir épocas o situar algo fuera de su época). Y más aún. En su reciente publicación, TAURONOMICS. Economía y activismo taurino (2016) Juan Medina su autor, afirma y en cierta medida cuestiona en las conclusiones de su interesantísimo estudio que

Quienes mantienen que en pleno siglo XXI los toros resultan anacrónicos, deben creer que la naturaleza humana ha cambiado por llevar un Smartphone en el bolsillo (…)

Aunque por otro lado, consigue valorar y equilibrar este sentido cuando afirma

(…)Tan necesaria son ahora las corridas como en la antigua Grecia lo eran los ritos y juegos del toro. El teatro, la literatura, la tauromaquia, el arte en general, son estrategias simbólicas del ser humano para comprenderse y asumir su destino fatal. En el ruedo, el hombre sale al encuentro de la animalidad, la mira de frente, la encauza y la sublima, poniendo en riesgo su propia vida.

   Y continúa diciendo

   El componente atemporal del mito explica el carácter anacrónico que para muchos posee la tauromaquia. Afrontar con entereza el sabernos mortales difícilmente cabe en una sociedad que oculta la muerte de personas y animales en tanatorios (instalaciones en que son depositados los cadáveres durante las horas que preceden a su inhumación o cremación, según lo valora el DRAE) y mataderos, tan rentables como clandestinos. Las corridas de toros herencia de la cultura clásica, resultan herméticos para ese canon anglosajón que amenaza con aniquilar la riqueza cultural del planeta. Mientras el arte y la política degeneran hoy en espectáculos carentes de sustancia, la tauromaquia comprende valores éticos y estéticos que son escuela de la vida buena.

   Ya, pero en el teatro no se tortura…

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En cosa de días realizaré análisis y comentarios de este libro.

   Por todo lo anterior, tanto el Dr. Raúl Aragón López como quien firma, establecemos en la introducción de la “Historia de la cirugía taurina en México”, libro que venimos preparando cuidadosamente:

   La medicina en todas sus expresiones, ha estado presente desde que el hombre, en sociedad se enfrentó a la necesidad de curar enfermedades que otros integrantes presentaban ya fuese por razones externas e internas, de edad o de todas aquellas circunstancias que las causaran. Vino con el tiempo el estudio, aplicación y especialización que incluían intervenciones quirúrgicas así como el uso de las más avanzadas tecnologías.

   En ese sentido, la tauromaquia no ha escapado a dichas bondades, ya que todos sus integrantes o actores, han sido o son susceptibles de diversos percances que han puesto en riesgo sus vidas. Determinadas muertes, cornadas y otras heridas, que generan la intervención de médicos, enfermeras y todos los servicios en torno a ello, así como las visiones reglamentarias o sanitarias que son obligatorias en estos casos, han permitido que esa comunidad se vea respaldada, garantizando así un servicio apropiado. Si bien todavía es posible observar fallas, o ausencia de tal circunstancia en algunos casos, la tendencia es lograr en forma por demás completa tal prioridad y segura atención.

   El caso de Víctor Barrio viene a ser, en estos momentos motivo para una profunda reflexión y no defenestración. Quien decida un destino como este, se sabe absolutamente responsable de todos los significados que generan poner en riesgo su vida. La tauromaquia es, a lo que se ve, una profesión tan riesgosa como muchas otras. Sin embargo, los riesgos que conlleva materializar un ritual que se vincula con el sacrificio; incluso con el holocausto, representan la dedicación toda a que se entregan personajes que se tornan, ya lo decía al principio auténticos héroes.


[1] Para entender el significado que tendría el término “Yeneos”, sugiero acudir a la siguiente liga:

http://www.namekun.com/es/significado-de-nombre/yeneos

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