EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
C. Citlalli Hernández Mora
C. Darío Carrasco Aguilar
Diputados del partido político MORENA.
Los habitantes de la recientemente declarada ciudad de México, estamos conscientes de que en breve se pondrá a debate la nueva constitución que regirá los destinos políticos de esta ciudad, con lo que todos los aspectos allí abordados, terminarán dando una certeza para que se desarrolle una vida social, política, económica y de avanzada en una megalópolis que requiere respaldos legales. En la medida en que ustedes, integrantes de un partido que aspira a reconfigurar la composición política y con ello recuperarle a los ciudadanos confianza y credibilidad, considero que las primeras decisiones que ustedes deberán tomar tendrán que ser a favor de quienes no solo votaron por sus planteamientos, sino por esas otras mayorías que navegan en la incertidumbre con lo que gozarán, estoy seguro, de respeto y confianza.
En el “arte de la política” se deben escuchar todas las voces y poner en marcha un mecanismo donde prive el equilibrio. Por tanto, si ustedes convocan al foro-debate que deberá darse este viernes, me parece oportuno que las voces de los taurinos sean escuchadas también.
Parece ser que los antitaurinos llevan alguna ventaja. Ya lo vemos en la deliberada publicidad que se viene difundiendo por medios electrónicos. La fiesta de toros no es ese “baño de sangre” que imaginan, al punto de que una plaza de toros de pronto se convierte en “terrible manantial” donde la tortura es el fin último de este espectáculo. Dicha representación ha logrado alcanzar 490 años de convivir en nuestra cultura, resultado de una amalgama compleja misma que, al paso de esos casi cinco siglos ha impregnado de diversos sentidos e interpretaciones al que es una sola expresión: la tauromaquia.
Sepan ustedes que, al sentirse comprometidos con el pueblo, muchos de quienes se integran a una auténtica industria son personas que han buscado un ingreso legítimo, justo, trabajando en el campo o en la ciudad para que dicha maquinaria opere en las mejores condiciones. De tomarse una decisión equivocada; o vulnerar derechos humanos y laborales podrían poner en situación de riesgo a trabajadores y familiares que dependen en buena medida de ingresos obtenidos en el entorno de esta infraestructura.
Por otro lado, conviene recordar que en la fase actual del capitalismo, el Estado social está vacío. Desde los años 70 del siglo pasado, diversos mecanismos ideológicos buscaron convencer con la idea de que ser moderno es ser neoliberal por lo que desde entonces esa política se impuso. Por tanto, en nuestros días, dicha impronta prevalece al punto de que hemos roto con el pasado. Incluso, ya no somos capaces de disfrutar nuestro presente, pues estamos ansiosos por la felicidad futura. Ese telón de fondo que se han planteado hasta aquí tiene que ver con el hecho de que al negar el pasado, perdemos de vista infinidad de valores con lo que se ha constituido un antiguo legado que nos viene desde hace cientos o miles de años, el cual comenzó prácticamente en condiciones donde privaba la caza, sin más. Al hacernos carnívoros, como seres humanos nos hicimos más inteligentes para ser mejores cazadores e imponernos a otros animales, de ahí que comenzara un proceso que todos conocemos como domesticación.
De ese principio surgieron otras creencias que se materializaron en rituales, por lo que el del sacrificio y muerte del toro fue una de sus derivaciones, mismas que hicieron suyas diversos pueblos y civilizaciones al grado de que en tantos siglos de cohabitar con nosotros, llega a un punto en el que ha alcanzado expresiones técnicas y estéticas como nunca antes. Acaso, ¿es esto tortura?
Y más aún. Dicho espectáculo estuvo y ha estado al servicio de causas solidarias, para el apoyo de la obra pública, por mencionar algunos de sus beneficios.
Es posible en todo caso, que seamos los propios taurinos quienes tomemos decisiones concretas para revitalizar –cada quien desde su parcela-, una serie de factores que se han desequilibrado por causas diversas. En ese sentido, la iniciativa privada, pero también el estado, los gobiernos tendrían que involucrarse para impulsar o estimular una “maquinaria” que necesita, efectivamente como toda maquinaria, un ajuste para seguir funcionando.
Conviene mejorar sus condiciones, con objeto de que la fiesta de los toros se conserve como un patrimonio, como un legado. Incluso, es posible también revalorar algunos principios que nos vienen, al menos de poco más de dos siglos atrás para poner al día o adaptar el desarrollo del espectáculo de conformidad con los tiempos que corren, pero sin alterar su esencia.
No creemos que el solo mensaje subliminal de que “los toros no son cultura sino tortura” pues ello proviene de un mal e informado sector que considera a la fiesta taurina como fuente de asesinos en potencia. Para su información, recientes estudios que publica en calidad de síntesis el economista Juan Medina apuntan al hecho de que
The Lancet, la revista médica más prestigiosa de Europa, ha avalado la inexistencia de repercusiones psicológicas de las corridas de toros en los niños. En un artículo titulado “Children unaffected by attending bullfights”, publicado el 7 de agosto de 1999, The Lancet corroboró que “no hay razones empíricas suficientes para sustentar científicamente la prohibición de entrada de los menores de 14 años en las plazas de toros”. El artículo precisaba que “es difícil la identificación del niño con la violencia cuando lo que ve es la lucha y la muerte de un animal, en un ambiente festivo, de forma esporádica, con unas reglas del juego aceptadas y con una aceptación social del entorno”.
Estas conclusiones se extrajeron de varios estudios independientes realizados por grupos de investigación multidisciplinares formados por psiquiatras, psicólogos y sociólogos de cuatro universidades distintas. Los informes científicos fueron supervisados y valorados favorablemente por el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, Enrique Echeburúa Odriozola. Tras destacar la rigurosidad metodológica de los cuatro estudios, el profesor Echeburúa, autor de 32 libros y más de 400 artículos científicos, concluyó que “no se puede considerar peligrosa la contemplación de espectáculos taurinos por menores de 14 años, cuando se trata de niños psicológicamente sanos y que acuden a estos festejos de forma esporádica, voluntariamente y acompañados de adultos que tienen actitudes positivas ante las corridas de toros.[1]
Hasta aquí la cita.
Con lo divulgado en tan reconocida publicación científica queda invalidada la idea de que los niños se convierten, como se divulga por ahí, en auténticos “asesinos en potencia”.
En fin, que podría continuar demostrando la pervivencia, la permanencia de la tauromaquia con tantas aristas como posee tan entrañable espectáculo, incorporado a la forma de ser y de pensar de nuestras sociedades, por lo menos las de los últimos cinco siglos. Mucho dependerá de ustedes, de su sensibilidad y objetividad poner en valor los auténticos significados y realidades que posee esa fuente de ingresos, que va del cuidado en la especificidad de las ganaderías extensivas, al negocio no solo de empresarios y capitalistas. También de un sector laboral visible en el medio, y que se dispersa en buena parte del territorio nacional.
Mucho dependerá que sepan escuchar las voces de los taurinos para que conozcan que también tenemos argumentos de peso, apreciando y defendiendo esa tradición.
Desde aquí damos un ¡SÍ! a los toros.
[1] Juan Medina: Tauronomics. Economía y activismo taurino. 1ª ed. U.S.A., CreateSpace, 2016. 129 p. Tablas., p. 117-8.