RECOMENDACIONES y LITERATURA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
LA COLECCIÓN “DANIEL VELA”: UN IMPORTANTE TESTIMONIO FÍLMICO QUE REVELA CÓMO SE TOREABA EN MÉXICO DURANTE LA CUARTA DÉCADA DEL SIGLO XX. (I).
A partir de esta colaboración, compartiré con ustedes la que fue y sigue siendo una serie bastante demandada por los interesados en tauromaquia, misma que consistió en la edición de cuatro discos DVD que se editaron entre 2002 y 2007. Aquí comienzo con el primero de ellos.
TESOROS DE LA FILMOTECA DE LA U.N.A.M.: TAUROMAQUIA. Colección de DVD´s. Vol. I: “Daniel Vela: 1941-1946”. (Año de edición: 2002).
Daniel Vela se sentía orgulloso cada vez que llegaba a la plaza de toros “El Toreo”. Y no era para menos. En la bardilla de la contrabarrera aparecieron infinidad de leyendas con la publicidad de la empresa gasera de su propiedad, que se reproducía así en todo el rededor de aquella parte de la plaza: VELA-GAS ▼ VELA-GAS ▼ VELA-GAS ▼…
Don Daniel, desde 1941 y hasta 1946, no dejó de acudir a corrida o novillada que se programara en el viejo coso de la colonia Condesa con una peculiar cámara de cine de pequeño formato con la que lentamente reunió una buena cantidad de carretes, en los cuales quedó plasmado un testimonio taurino que, a 60 años vista, es increíble poderlo apreciar en vivos colores que pareciera estar viendo la corrida solo con la pantalla de televisión de por medio. Sorprende admirar momentos cumbres de los principales diestros que llenaron el espacio de aquella cuarta década del siglo XX mexicano, donde destacan en su mayoría, momentos sobresalientes de Pepe Ortiz, Lorenzo Garza, Fermín Espinosa “Armillita”, Jesús Solórzano, Silverio Pérez, Carlos Vera “Cañitas”, Alfonso Ramírez “Calesero”, Luis Briones, Manuel Gutiérrez “El Espartero”, Juan Estrada, Conchita Cintrón. Además están allí Andrés Blando, David Liceaga, Luis Castro “El Soldado”, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Carlos Arruza, Ricardo Torres, Gregorio García, Félix Guzmán, Rafael Osorno y hasta del diestro oriental Enrique Wong, en desafortunada actuación.
Solo un torero español aparece en el rico material fílmico de la “Colección Daniel Vela”: Manuel Rodríguez “Manolete”, que descubrimos poderoso y artista al mismo tiempo en dos tardes: una de enero de 1946, alternando con Silverio Pérez y Andrés Blando. La otra, corresponde a la célebre tarde de la inauguración de la plaza de toros “México”, del 5 de febrero de 1946 que por cierto es un completo testimonio que nos revela otra gran gesta del torero cordobés, lidiando al bravo “Monterillo” de San Mateo.
Vela tuvo además, el cuidado de filmar algunas escenas donde aparece el cartel anunciador, o los tendidos rebosantes de aficionados. Incluso es posible apreciar algunos instantes donde cierta tarde, materialmente se “cayó” el cielo en tremendo aguacero, que obligó a los aficionados a tomar el refugio de los tejados y pasillos de la plaza, mientras las cascadas y ríos, consecuencia de aquel diluvio se desbordan en los tendidos. Al escampar la tormenta, regresaron los asistentes que no conformes algunos de ellos, todavía tuvieron la energía de lanzarse agua –infantilmente- con recipientes o simplemente con las manos.
En el curso del material es notoria la atención que tuvo Daniel Vela de no dejar escapar los incidentes ocurridos en la suerte de varas, por lo que pueden apreciarse infinidad de tumbos, impresionantes batacazos y peligrosas caídas de latiguillo con varilargueros que salían disparados por aquí o por allá. Evidentemente no hizo menos los momentos en que la mayoría de los toreros citados, pendientes de esos percances, se acercaban para consumar los auténticos “quites”, quitar al toro, despegarlo del peligro que ocasionaba el burel tirando cornadas a diestra y siniestra con el riesgo de que algún picador pudiese salir herido, como ocurrió en más de un momento o donde incluso, la víctima mortal era el caballo, apenas protegido por un peto arcaico y ligero, muy ligero. Así como en las viejas filmaciones de los hermanos Alva es posible descubrir la relevancia que daban al primer tercio, puesto que fue en aquellas épocas de principios del siglo XX un episodio que requería en la lidia mayor tiempo de atención, en virtud de que aún no se estilaba el peto, por lo que era frecuente la muerte de varios caballos o la rápida sustitución de los mal heridos por otros en mejores condiciones. Tal circunstancia, parece haberse mantenido en las escenas recogidas por Vela, por lo que podemos concluir que dicha parte de la lidia seguía representando un importante peso, con lo que se enriquece también el quehacer que los toreros destinaban para lucirse con la capa en diversos lances, llenos de exposición, técnica y arte, como el maravilloso quite “por las afueras”con el que se prodigó Carlos Arruza, entre otros muchos.
Destacadas faenas, como la de “Cañitas”, “Armillita”, Lorenzo Garza, Carlos Arruza, Jesús Solórzano, Silverio Pérez, David Liceaga, Ricardo Torres, Antonio Velázquez o Gregorio García, por mencionar las de mayor sabor y reciedumbre, son las que pueden disfrutarse en este material, único en su género, debido a lo escaso del mismo, y por ser de primera mano.
Valorando el material fílmico de la “Colección Daniel Vela”, este nos obliga a realizar una detenida reflexión que parte del hecho de que no siendo un cineasta profesional, intuye el hecho de que con aquella cámara debía dejar una memoria indeleble y resistente al tiempo que ha transcurrido desde que fue reuniendo lo que hoy se convierte en verdadero tesoro.
En efímeras escenas es posible apreciar a otros tantos personajes como “Chalío”, aquel viejo alguacilillo que encabezó infinidad de paseíllos en casi todo el historial del coso de la colonia Condesa. De igual forma vemos a Simón Cárdenas, famoso monosabio y también “charlot”. Se observa al compositor Agustín Lara recibiendo el brindis de Silverio Pérez en una barrera de primera fila, que probablemente sea su “barrera de sol…”, la que no cambiaba por un trono. También allí están “Carcho” Peralta, Antonio Llaguno, Carlos Cuevas sin faltar, desde luego, otras escenas que muestran los tendidos rebosantes de la vieja plaza capitalina, algún mitin, e incluso la peculiar emotividad de los aficionados que impulsados por lo destacado de una faena, se levantan de sus asientos y celebran uno a uno los lances o los pases de muleta, sin faltar aquellos otros momentos en que se ven ondear los pañuelos blancos que convierten los tendidos en un palomar, solicitando los apéndices. No puede dejarse de mencionar una en la que después de que Antonio Velázquez es sacado en hombros por sus seguidores, aparecen en el ruedo multitud de gente de la que sobresalen jóvenes o niños que con un palo como espada, y un abrigo como muleta interpretan emotivamente el pase de muleta soñado, con lo que vemos otro aspecto de los muchos que escapan a la vista de los aficionados que ya se han ido de la plaza.
Como único reproche –entendible a la luz de su ejercicio más como aficionado que como cineasta-, es que al tener que reembobinar la cuerda de su cámara, o se perdían momentos claves o estos aparecen entrecortados, lo que no da una idea exacta de la dimensión de faenas cumbres, como las que, por otro lado, recogió paciente nuestro personaje en un material que mantiene vivos e intensos sus colores originales.
Es evidente que en esas épocas que se tienen como gloriosas, también se lidiaba un toro pequeño y en buena parte de las faenas es escaso el prodigio tauromáquico de que se nos habla, con lo que, o nos han engañado una vez más o se tiene una mala percepción histórica, la cual solo es posible confirmar en testimonios como los recogidos por Daniel Vela, gracias a los cuales se tiene una más clara y amplia visión de aquel preciso periodo de la fiesta en México.
He allí pues, un importante testimonio que permite entender y valorar cual fue el estado de cosas registrado en buena parte de la cuarta década del siglo XX mexicano en lo que a toros se refiere y que gracias a Daniel Vela es posible apreciar y disfrutar en todo este material lleno de color, de intensidad, de vida, que hoy forma parte del acervo de la FILMOTECA de la U.N.A.M.
NOTA IMPORTANTE
Buena parte de las tardes filmadas por Daniel Vela, además de estar perfectamente identificadas, tienen otro valioso registro: el libro de Carlos Septién García “El Tío Carlos – El Quinto”: CRÓNICAS DE TOROS. Dibujos de Carlos León. México, Editorial Jus, 1948. 398 p. Ils.