EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Para el desarrollo de la presente efeméride fue necesario, como en otras ocasiones, la consulta del libro que coordinó Luis Ruiz Quiroz (qepd): Efemérides taurinas mexicanas. México, Bibliófilos Taurinos de México. 2006. 441 p.
Se trata de datos puntuales de un trabajo susceptible de algunas correcciones pero sobre todo de una puesta al día, incluyendo los años transcurridos del presente siglo. La misma se complementa con esta otra: Acontecimientos taurinos mexicanos. Efemérides desarrolladas. Puebla, Bibliófilos Taurinos de México y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2007. Ediciones Ala Impar. 397 p. Fots.
Ambas tuvieron la virtud de realizar el cotidiano registro de los hechos que desde su origen mismo daban para ser considerados como un dato el cual enriquecía la memoria hasta convertirse en un cúmulo que parece no tener fondo. Y lo digo así pues las nuevas herramientas digitales nos permiten acceder a la minucia. O como lo llaman los bibliotecólogos, a los datos, metadatos. E incluso a la “minería de datos”, es decir cuando la información ya pulverizada también puede ser motivo de consulta o investigación.
En fin, que la tarea colectiva de las “Efemérides Taurinas Mexicanas” debe continuar, y esa es una tarea que los Bibliófilos Taurinos de México tienen muy claro, dada la serie de compromisos que se asumen en tanto sentido de pertenencia al hecho de considerarse ni más ni menos que “Bibliófilo”. Si dicha tarea tiene propósitos de seguir adelante, cuenten con mi apoyo que dispongo de un amplio banco de datos. Así lo hicieron Armando de María y Campos en El Eco Taurino, Abraham Bitar y Alfonso de Icaza (incluso sus hijos, que por alguna coincidencia llevan el mismo nombre: Alberto) en El Redondel. Francisco L. Procel, o Leopoldo Beristáin que fue uno más de esos pacientes encargados de reunir datos y más datos hasta que llegó a ser referencia Luis Ruiz Quiroz, a quien por razones de estos días, recordaré con marcado respeto.
La efeméride de hoy, rememora el lamentable caso de un escándalo, el que se produjo la tarde del 2 de noviembre de 1890, cuando tras la salida de seis ejemplares malísimos de Guanamé se desató la bronca, lo cual propició que la plaza, como las de la época, hecha de madera, terminara siendo parcialmente destruida.
El coso, que se ubicaba en las calles de General Prim y Versalles, en la actual colonia Juárez, se inauguró el 10 de abril de 1887 con ganado de Atenco. Los espadas en esa ocasión fueron Juan León “El Mestizo” y Antonio González “Frasquito”. Dicha plaza, como lo recuerda Heriberto Lanfranchi en su libro La fiesta brava en México y en España 1519-1969, T. II., p. 767-8: “…fue derribada a principios de 1893, a pesar de estar en muy buenas condiciones, por haberse prohibido de nueva cuenta las corridas de toros en el Distrito Federal, de 1890 a 1894”.
¿Cuál fue la opinión de la prensa tras ese lamentable asunto?
Encuentro dos testimonios, mismos que aparecieron tanto en El Siglo Diez y Nueve como en El Monitor Republicano. El “Reporter” de El Siglo Diez y Nueve, en su edición del 3 de noviembre, nos comenta:
EL ESCÁNDALO DE AYER EN LA PLAZA DE TOROS DE COLÓN.
Ya se irá viendo que la calamidad de esa diversión no dará nunca buenos resultados.
Ayer se anunció una gran corrida, en la que se jugarían seis toros de la hacienda de Guanamé y [Carlos Borrego] Zocato daría la alternativa al diestro [Vicente] Ferrer.
A las tres y media, con una entrada buena en sol y escasa en sombra, se dio principio al camelo.
Salió al coso el primer toro, que resultó ser un gran buey, y tras este otro… otro… otro… hasta que se determinó la bronca.
La Muleta. Revista de Toros. Año I, N° 1 del 4 de septiembre de 1887. Cromolitografía de P. P. García. El ejemplar pertenece a la biblioteca “Salvador García Bolio”, ubicada en el Centro Cultural “Tres Marías”, en Morelia, Michoacán.
Un palito arrojado del departamento de sol fue el bota-fuego de la segunda escena de la Plaza del Paseo hace un año precisamente. A ese palito siguió una barandilla y después otras más.
A tan elocuentes muestras de aprobación, la localidad de sombra no quiso ser menos, y en unos cuantos minutos moros y cristianos destruyeron una gran parte del maderamen de la Plaza.
Los toreros no quisieron llevarse con esas bromas, y se fueron deslizando para no estar al alcance de los proyectiles.
Los gendarmes eran impotentes –uno de ellos resultó herido- no obstante las acertadísimas medidas que dictaba el apreciable inspector de la 4ª Demarcación Sr. Sánchez.
Resumen, como diría un revistero: -Ganado pésimo. Cuadrilla mala. Matadores ídem.
A Zocato la prensa taurina lo pone como chapa de dómine; y para complemento de su mala suerte, el segundo toro lo cogió de una ingle y volteándolo cayó otra vez en las astas hiriéndole el pecho y una pierna. Deseamos que no tenga funestas consecuencias esa cogida.
Tras aquel lamentable suceso, las autoridades determinaron que fue tan malo el ganado causando tal malestar que obligó a las autoridades a suspender las corridas de toros por cuatro años. Y como ya hemos visto, los incidentes de aquella tarde se desarrollaron en medio de actos violentos. Mientras tanto, Ponciano Díaz emprendió una campaña taurina por todos los puntos de la república, encabezando su cuadrilla hispano-mexicana y aprovechando públicos marginados en información.